Osservatorio
Internazionale Cardinale Van Thuan,
2016-03-01
Entrevista al
arzobispo Mons. Crepaldi publicada en el número de febrero de la Revista
mensual "Il Timone".
La Iglesia y el mundo, los católicos y la política. La
situación es difícil de entender. Pero también son difíciles de prever las
perspectivas futuras si no se tiene una visión de largo alcance. Visión que el
arzobispo Giampaolo Crepaldi puede permitirse. Ha sido director de la Oficina Nacional
de la CEI para los problemas sociales y el trabajo hasta 1994. Eran los tiempos
de los obispos Santo Quadri, Riboldi, Charrier. Eran también los tiempos que
vieron el final de un sistema político.
Durante la dirección de Mons. Crepaldi,
la Comisión Episcopal publicó el Directorio de Pastoral Social “Evangelizar lo
social” y otros importantes documentos como “Democracia económica y bien
común”, pero sobre todo se pusieron en marcha las Escuelas de Formación para el
compromiso social y político y se proyectó retomar las Semanas Sociales con la
intención de reconstruir un nuevo marco de presencia pública de los católicos.
Al final de su mandato en la CEI, Mons. Crepaldi pasó al Vaticano, primero como
Sub-secretario y después como Secretario del Pontificio Consejo para la
Justicia y la Paz. Ha trabajado con el cardenal Etchegaray, el cardenal Van
Thuân, el cardenal Martino, siguiendo las grandes líneas de los pontificados de
Juan Pablo II y de Benedicto XVI.
Entre otras cosas, ha coordinado también los
trabajos para la redacción del “Compendio de la Doctrina Social de la Iglesia”
deseado por Juan Pablo I y publicado en 2004, como también de la encíclica
“Caritas in veritate” de Benedicto XVI. En 2004 fundó el Observatorio de
Doctrina Social de la Iglesia Cardenal Van Thuân, del que es presidente.
Actualmente es obispo de Trieste y Presidente de la Comisión “Caritas in
veritate” del Consejo de las Conferencias Episcopales de Europa.
A la luz de esta visión de largo alcance y de esta
sabiduría acumulada a lo largo de muchos años, le hemos planteado al Arzobispo
algunas preguntas sobre la urgente cuestión de los católicos y la política.
Excelencia, hay quien dice que ya no hay católicos en
política. ¿También usted opina lo mismo?
No opino lo mismo, pero es verdad que, si los hay, se
ven poco y de manera confusa. La visibilidad católica en política puede ser de
dos tipos: personal, cuando se sabe que tal político es católico, él mismo lo
declara y mantiene relaciones evidentes con la Iglesia; comunitaria, cuando los
católicos actúan unidos y elaboran, con su autonomía de laicos, estrategias
políticas que parten de una visión católica de las cosas.
Antes de preguntarle qué pasa con estas dos formas de
visibilidad hoy, me gustaría saber si piensa que esta presencia visible es
importante o no. Al fin y al cabo se dice que el católico puede dar su
aportación al bien común, que es una dimensión laica, también sin declararse
católico.
Soy consciente de que existen doctrinas teológicas
según las cuales el católico no debe hacer política como católico, es decir, de
forma visible, porque transformaría su fe religiosa en una ideología, pero yo
no opino lo mismo. Ni la fe ni la doctrina son ideologías. Si la fe cristiana
tiene un papel público -y es indudable que lo tiene-, no entiendo por qué no se
tiene que ver, entre las distintas formas de esta presencia, también el papel
de los fieles laicos en la política.
Por lo tanto usted no está de acuerdo con la llamada
"elección religiosa" que de vez en cuando vuelve…
Es verdad, de vez en cuando vuelve. El Papa Francisco
sigue diciendo que debemos "mancharnos las manos", pero
periódicamente hay quien dice que debemos dedicarnos sólo a la formación porque
a la política tiene que dedicarse sólo la conciencia sin la aportación de
ningún bagaje político. Sin embargo, de este modo no hacemos ni siquiera la
formación pues al no tener la posibilidad de presencia pública pasa a ser sólo
académica, retórica y políticamente ecuménica. En muchas Escuelas Eclesiales de
formación al compromiso social y político se propone una visión general de la
política, reduciéndola a algunos principios éticos humanizados para no
defraudar a ninguna de las partes de la escena pública. La “elección
religiosa”, también en las versiones más recientes, es un modo de negar una
relación estructurada entre la Iglesia y el mundo, como si la Iglesia no
tuviera un "cuerpo" dentro de la historia y una "doctrina"
para iluminar el mundo.
Volvamos a la distinción inicial entre visibilidad
individual y visibilidad comunitaria.
Una vez establecido que los católicos comprometidos en
política deben ser visibles porque si no no estarían testimoniando la fe, hay
que reconocer que sin una visibilidad comunitaria también la individual tiende
a reducirse a mera coherencia moral personal. De este modo tenemos políticos
que aunque son coherentes con su moral personal, toman decisiones políticas que
contrastan con la doctrina de la Iglesia y, no pocas veces, con la propia ley
moral natural. El bien común se hace en común, es decir, estrechamente unidos
sobre los principios fundamentales del compromiso político que la Iglesia ha
enseñado siempre, sobre todo desde que empezó a elaborar una Doctrina social
orgánica.
Muchos de sus hermanos obispos se definen contrarios a
formas de lucha en la plaza que tienen connotaciones católicas. Las consideran
"pruebas de fuerza" que no solamente son inútiles, sino que
manifiestan también una actitud de confrontación, no de diálogo.
Creo que las formas y los lugares de la presencia
católica pueden y deben ser múltiples. Puede haber el momento de la discusión,
el de la confrontación, el de la manifestación en la plaza, el de formas
colectivas de objeción de conciencia, de recogida de firmas para peticiones o
propuestas de ley, etc. Entre estas formas se encuentra también la acción
parlamentaria a través de los partidos y la movilización pacífica para influir
sobre la acción parlamentaria de los partidos. No todo puede ser siempre
diálogo. En mi opinión, tras esta radicalización del diálogo se esconde una
visión de la relación de los católicos con la política según la cual es
violento o por lo menos arrogante sostener personalmente una verdad y luchar
por ella.
Muchos han acusado a la llamada “Era Ruini” de
excesivo clericalismo. En estos casos se hace referencia en particular al
Family Day, a la Nota pastoral sobre las uniones de hecho de 2007, a la
invitación a desertar el referéndum sobre la ley 40. ¿Cuál es su opinión al
respecto?
Hay que evitar el clericalismo, como nos ha recordado
el Papa Francisco varias veces. Durante la presidencia del cardenal Ruini los
obispos llevaron a cabo su papel de obispos, es decir, enseñaban, tal como ha
sucedido con la Nota de 2007. El Family Day fue una iniciativa laica, aunque
estaba en sintonía con las indicaciones pastorales de los obispos. Si se impide
o se frena la movilización de los laicos católicos, también de manera
organizativa, el resultado es, efectivamente, un nuevo clericalismo, porque en
este caso las relaciones con el poder político las mantiene directamente la
jerarquía eclesiástica. Sin laicos organizados en este ámbito esta tentación es
cada vez más fuerte porque los problemas oprimen y exigen respuestas.
A propósito de los católicos presentes en el
Parlamento, durante mucho tiempo se pensó que podían militar en todos los
partidos para converger más tarde, unidos, respecto a leyes de gran importancia
ética, como las que atañen a la familia y la vida. ¿Considera que este esquema
es aún válido?
Creo que este esquema, si realmente ha existido como
paradigma estratégico más que como adaptación no deseada a la realidad de los
hechos, hoy ya no es factible. No porque no se desee esa convergencia, sino
porque los hechos nos demuestran que no se lleva nunca a cabo. Las recientes
tomas de posición sobre el proyecto de ley Cirinnà lo han demostrado
ulteriormente. Esta ley parecía ser, según muchos parlamentarios presuntamente
católicos, el límite que no se podía sobrepasar, pero que en cambio ha sido
sobrepasado.
¿Se trata sólo de táctica política o también de falta
de visión?
Los números en política son muy importantes. Hay pocos
diputados claramente católicos en este Parlamento; y entre ellos muchos dicen
serlo pero se reservan después una amplia discrecionalidad de decisión sin
condicionarse demasiado por las indicaciones de la moral católica, de la
Doctrina Social de la Iglesia o de los llamamientos del Magisterio. Un pequeña
patrulla poco puede hacer. Pero creo que el problema no es únicamente
cuantitativo.
Hay una buena dosis de confusión del pensamiento. Ciertas
cesiones a la ley Cirinnà sobre puntos profundamente en contraste con la
dignidad de la persona humana han evidenciado una carencia de pensamiento y,
sobre todo, la idea de que la fe católica no puede producir -pues corre el
riesgo de convertire en ideología- una visión orgánica y coherente, una
verdadera y propia cultura social y política produciendo, en cambio, sólo
mociones moralizantes dirigidas hacia un testimonio de caridad no claramente determinado,
pero no un sistema de pensamiento y una visión coherente de nuestros deberes
hacia el bien común. Se piensa que Dios lo único que hace es dar consejos o
proponer ideales.
Sin embargo, ante esta debilidad política se toman
decisiones dramáticas, que contrastan con la misma: cuanto más importantes las
decisiones, más débil es la respuesta. ¿Qué hay que hacer?
En nuestro país hay muchos sectores del mundo católico
que aún no han aceptado una visión "desnuda" de la fe católica y que
da vida a nuevos procesos de presencia pública coherentes con la fe, que deje
así de ser reducida únicamente a un instrumento de diálogo o a una ocasión para
plantearse y plantear preguntas. En 2014, el Observatorio Cardenal Van Thuân
que presido se dirigió a este variado mundo con un llamamiento político a los
italianos que llevaba el título “Un Paese smarrito e la speranza di un popolo”
("Un país confuso y la esperanza de un pueblo"), con la intención de
ofrecer una perspectiva programática unitaria. La manifestación "Defendamos
a nuestros hijos" del 20 de junio de 2015, organizada en poquísimo tiempo
y sin medios, ha manifestado que este mundo existe. A este mundo se ha dirigido
y se dirige la Escuela de Doctrina Social de la Iglesia organizada por nuestro
Observatorio. En resumen, el terreno sobre el que trabajar para la recuperación
existe.
Parece que esté usted diciendo que hay que volver a
iniciar desde lejos…
Que hay que reflexionar más profundamente sobre la
presencia política de los católicos es algo evidente para todos. En líneas
generales será necesario superar un cierto "pastoralismo" más bien
difundido hoy en día. Un "pastoralismo" que es también generoso desde
el punto de vista de los sujetos que lo llevan a cabo, pero que tiene corto alcance
porque está desestructurado culturalmente. Un "pastoralismo" que ya
no afronta el problema de las leyes, de las instituciones, de las dinámicas
sociales, del trabajo, de la escuela, etc., y al que a menudo le bastan
frases-eslogan que en el momento en que son pronunciadas pueden dar calor a
quien quiere sinceramente comprometerse, pero que no aguantan una presencia
organizada, articulada y que tenga verdadera repercusión.
Hoy, ¿qué momento está viviendo la Doctrina Social de
la Iglesia en nuestra Iglesia y en nuestro país?
El "pastoralismo" al que he hecho referencia
y que necesitaría ser profundizado la pone en dificultad. Para el
"pastoralismo", todo lo que huela a doctrinal, cultural o teórico
impide el encuentro pastoral con la persona necesitada. Como si la fe fuera sólo
actuar y no también pensar. Sin embargo, yo me pregunto, ¿cómo discernir las
necesidades verdaderas de las falsas sin una visión de las cosas que nace de la
fe y de la razón? A menudo los católicos, en su ansia pastoral de ayudar a las
personas necesitadas, a pesar de sus buenas intenciones actúan por causas
equivocadas y hacen daño, crean nuevos malestares. Además, se apartan de los
problemas de estructura y de buena organización de la vida pública para
concentrarse sólo en formas de solidaridad a corto plazo. También se hace el
bien comprometiéndose por leyes justas o políticas adecuadas pero, ¿cómo
hacerlo sin la visión de conjunto que ofrece la Doctrina Social de la Iglesia?
Gracias, Excelencia, por estas reflexiones y, si usted
lo permite, quisiéramos invitar a nuestros lectores a ponerse en contacto con
el Observatorio que usted preside, para que puedan informarse de sus muchas
actividades, de las publicaciones, del "Boletín de Doctrina Social de la
Iglesia" y de la Escuela a distancia de Doctrina Social de la Iglesia:
www.vanthuanobservatory.org;
info@vanthuanobservatory.org
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