martes, 18 de diciembre de 2018

Mensaje del Papa



52° Jornada Mundial de la Paz

Por INFOVATICANA, 18 diciembre, 2018

La buena política está al servicio de la paz


1. “Paz a esta casa”
Jesús, al enviar a sus discípulos en misión, les dijo: «Cuando entréis en una casa, decid primero: “Paz a esta casa”. Y si allí hay gente de paz, descansará sobre ellos vuestra paz; si no, volverá a vosotros» (Lc 10,5-6).
Dar la paz está en el centro de la misión de los discípulos de Cristo. Y este ofrecimiento está dirigido a todos los hombres y mujeres que esperan la paz en medio de las tragedias y la violencia de la historia humana.[1] La “casa” mencionada por Jesús es cada familia, cada comunidad, cada país, cada continente, con sus características propias y con su historia; es sobre todo cada persona, sin distinción ni discriminación. También es nuestra “casa común”: el planeta en el que Dios nos ha colocado para vivir y al que estamos llamados a cuidar con interés.
Por tanto, este es también mi deseo al comienzo del nuevo año: “Paz a esta casa”.

2. El desafío de una buena política
La paz es como la esperanza de la que habla el poeta Charles Péguy; [2] es como una flor frágil que trata de florecer entre las piedras de la violencia. Sabemos bien que la búsqueda de poder a cualquier precio lleva al abuso y a la injusticia. La política es un vehículo fundamental para edificar la ciudadanía y la actividad del hombre, pero cuando aquellos que se dedican a ella no la viven como un servicio a la comunidad humana, puede convertirse en un instrumento de opresión, marginación e incluso de destrucción.

Dice Jesús: «Quien quiera ser el primero, que sea el último de todos y el servidor de todos» (Mc 9,35). Como subrayaba el Papa san Pablo VI: «Tomar en serio la política en sus diversos niveles ―local, regional, nacional y mundial― es afirmar el deber de cada persona, de toda persona, de conocer cuál es el contenido y el valor de la opción que se le presenta y según la cual se busca realizar colectivamente el bien de la ciudad, de la nación, de la humanidad». [3]

En efecto, la función y la responsabilidad política constituyen un desafío permanente para todos los que reciben el mandato de servir a su país, de proteger a cuantos viven en él y de trabajar a fin de crear las condiciones para un futuro digno y justo. La política, si se lleva a cabo en el respeto fundamental de la vida, la libertad y la dignidad de las personas, puede convertirse verdaderamente en una forma eminente de la caridad.

3. Caridad y virtudes humanas para una política al servicio de los derechos humanos y de la paz
El Papa Benedicto XVI recordaba que «todo cristiano está llamado a esta caridad, según su vocación y sus posibilidades de incidir en la polis. […] El compromiso por el bien común, cuando está inspirado por la caridad, tiene una valencia superior al compromiso meramente secular y político. […] La acción del hombre sobre la tierra, cuando está inspirada y sustentada por la caridad, contribuye a la edificación de esa ciudad de Dios universal hacia la cual avanza la historia de la familia humana». [4] 
Es un programa con el que pueden estar de acuerdo todos los políticos, de cualquier procedencia cultural o religiosa que deseen trabajar juntos por el bien de la familia humana, practicando aquellas virtudes humanas que son la base de una buena acción política: la justicia, la equidad, el respeto mutuo, la sinceridad, la honestidad, la fidelidad.

A este respecto, merece la pena recordar las “bienaventuranzas del político”, propuestas por el cardenal vietnamita François-Xavier Nguyễn Vãn Thuận, fallecido en el año 2002, y que fue un fiel testigo del Evangelio:

Bienaventurado el político que tiene una alta consideración y una profunda conciencia de su papel.
Bienaventurado el político cuya persona refleja credibilidad.
Bienaventurado el político que trabaja por el bien común y no por su propio interés.
Bienaventurado el político que permanece fielmente coherente.
Bienaventurado el político que realiza la unidad.
Bienaventurado el político que está comprometido en llevar a cabo un cambio radical.
Bienaventurado el político que sabe escuchar.
Bienaventurado el político que no tiene miedo. [5]

Cada renovación de las funciones electivas, cada cita electoral, cada etapa de la vida pública es una oportunidad para volver a la fuente y a los puntos de referencia que inspiran la justicia y el derecho. Estamos convencidos de que la buena política está al servicio de la paz; respeta y promueve los derechos humanos fundamentales, que son igualmente deberes recíprocos, de modo que se cree entre las generaciones presentes y futuras un vínculo de confianza y gratitud.

4. Los vicios de la política
En la política, desgraciadamente, junto a las virtudes no faltan los vicios, debidos tanto a la ineptitud personal como a distorsiones en el ambiente y en las instituciones. Es evidente para todos que los vicios de la vida política restan credibilidad a los sistemas en los que ella se ejercita, así como a la autoridad, a las decisiones y a las acciones de las personas que se dedican a ella. 
Estos vicios, que socavan el ideal de una democracia auténtica, son la vergüenza de la vida pública y ponen en peligro la paz social: la corrupción —en sus múltiples formas de apropiación indebida de bienes públicos o de aprovechamiento de las personas—, la negación del derecho, el incumplimiento de las normas comunitarias, el enriquecimiento ilegal, la justificación del poder mediante la fuerza o con el pretexto arbitrario de la “razón de Estado”, la tendencia a perpetuarse en el poder, la xenofobia y el racismo, el rechazo al cuidado de la Tierra, la explotación ilimitada de los recursos naturales por un beneficio inmediato, el desprecio de los que se han visto obligados a ir al exilio.

5. La buena política promueve la participación de los jóvenes y la confianza en el otro
Cuando el ejercicio del poder político apunta únicamente a proteger los intereses de ciertos individuos privilegiados, el futuro está en peligro y los jóvenes pueden sentirse tentados por la desconfianza, porque se ven condenados a quedar al margen de la sociedad, sin la posibilidad de participar en un proyecto para el futuro. 
En cambio, cuando la política se traduce, concretamente, en un estímulo de los jóvenes talentos y de las vocaciones que quieren realizarse, la paz se propaga en las conciencias y sobre los rostros. Se llega a una confianza dinámica, que significa “yo confío en ti y creo contigo” en la posibilidad de trabajar juntos por el bien común. La política favorece la paz si se realiza, por lo tanto, reconociendo los carismas y las capacidades de cada persona. «¿Hay acaso algo más bello que una mano tendida? Esta ha sido querida por Dios para dar y recibir. Dios no la ha querido para que mate (cf. Gn 4,1ss) o haga sufrir, sino para que cuide y ayude a vivir. Junto con el corazón y la mente, también la mano puede hacerse un instrumento de diálogo». [6]


Cada uno puede aportar su propia piedra para la construcción de la casa común. La auténtica vida política, fundada en el derecho y en un diálogo leal entre los protagonistas, se renueva con la convicción de que cada mujer, cada hombre y cada generación encierran en sí mismos una promesa que puede liberar nuevas energías relacionales, intelectuales, culturales y espirituales. Una confianza de ese tipo nunca es fácil de realizar porque las relaciones humanas son complejas. En particular, vivimos en estos tiempos en un clima de desconfianza que echa sus raíces en el miedo al otro o al extraño, en la ansiedad de perder beneficios personales y, lamentablemente, se manifiesta también a nivel político, a través de actitudes de clausura o nacionalismos que ponen en cuestión la fraternidad que tanto necesita nuestro mundo globalizado. Hoy más que nunca, nuestras sociedades necesitan “artesanos de la paz” que puedan ser auténticos mensajeros y testigos de Dios Padre que quiere el bien y la felicidad de la familia humana.

6. No a la guerra ni a la estrategia del miedo
Cien años después del fin de la Primera Guerra Mundial, y con el recuerdo de los jóvenes caídos durante aquellos combates y las poblaciones civiles devastadas, conocemos mejor que nunca la terrible enseñanza de las guerras fratricidas, es decir que la paz jamás puede reducirse al simple equilibrio de la fuerza y el miedo. Mantener al otro bajo amenaza significa reducirlo al estado de objeto y negarle la dignidad. Es la razón por la que reafirmamos que el incremento de la intimidación, así como la proliferación incontrolada de las armas son contrarios a la moral y a la búsqueda de una verdadera concordia. 

El terror ejercido sobre las personas más vulnerables contribuye al exilio de poblaciones enteras en busca de una tierra de paz. No son aceptables los discursos políticos que tienden a culpabilizar a los migrantes de todos los males y a privar a los pobres de la esperanza. En cambio, cabe subrayar que la paz se basa en el respeto de cada persona, independientemente de su historia, en el respeto del derecho y del bien común, de la creación que nos ha sido confiada y de la riqueza moral transmitida por las generaciones pasadas.

Asimismo, nuestro pensamiento se dirige de modo particular a los niños que viven en las zonas de conflicto, y a todos los que se esfuerzan para que sus vidas y sus derechos sean protegidos. En el mundo, uno de cada seis niños sufre a causa de la violencia de la guerra y de sus consecuencias, e incluso es reclutado para convertirse en soldado o rehén de grupos armados. El testimonio de cuantos se comprometen en la defensa de la dignidad y el respeto de los niños es sumamente precioso para el futuro de la humanidad.

7. Un gran proyecto de paz
Celebramos en estos días los setenta años de la Declaración Universal de los Derechos Humanos, que fue adoptada después del segundo conflicto mundial. Recordamos a este respecto la observación del Papa san Juan XXIII: «Cuando en un hombre surge la conciencia de los propios derechos, es necesario que aflore también la de las propias obligaciones; de forma que aquel que posee determinados derechos tiene asimismo, como expresión de su dignidad, la obligación de exigirlos, mientras los demás tienen el deber de reconocerlos y respetarlos». [7]

La paz, en efecto, es fruto de un gran proyecto político que se funda en la responsabilidad recíproca y la interdependencia de los seres humanos, pero es también un desafío que exige ser acogido día tras día. La paz es una conversión del corazón y del alma, y es fácil reconocer tres dimensiones inseparables de esta paz interior y comunitaria:

– la paz con nosotros mismos, rechazando la intransigencia, la ira, la impaciencia y ―como aconsejaba san Francisco de Sales― teniendo “un poco de dulzura consigo mismo”, para ofrecer “un poco de dulzura a los demás”;

– la paz con el otro: el familiar, el amigo, el extranjero, el pobre, el que sufre…; atreviéndose al encuentro y escuchando el mensaje que lleva consigo;

– la paz con la creación, redescubriendo la grandeza del don de Dios y la parte de responsabilidad que corresponde a cada uno de nosotros, como habitantes del mundo, ciudadanos y artífices del futuro.

La política de la paz ―que conoce bien y se hace cargo de las fragilidades humanas― puede recurrir siempre al espíritu del Magníficat que María, Madre de Cristo salvador y Reina de la paz, canta en nombre de todos los hombres: «Su misericordia llega a sus fieles de generación en generación. Él hace proezas con su brazo: dispersa a los soberbios de corazón, derriba del trono a los poderosos y enaltece a los humildes; […] acordándose de la misericordia como lo había prometido a nuestros padres en favor de Abrahán y su descendencia por siempre» (Lc 1,50-55).

Vaticano, 8 de diciembre de 2018

FRANCISCO
_______________________

[1] Cf. Lc 2,14: «Gloria a Dios en el cielo, y en la tierra paz a los hombres de buena voluntad».
[2] Cf. Le Porche du mystère de la deuxième vertu, París 1986.
[3] Carta ap. Octogesima adveniens (14 mayo 1971), 46.
[4] Carta enc. Caritas in veritate (29 junio 2009), 7.
[5] Cf. Discurso en la exposición-congreso “Civitas” de Padua: “30giorni” (2002), 5.
[6] Benedicto XVI, Discurso a las Autoridades de Benín (Cotonou, 19 noviembre 2011).
[7] Carta enc. Pacem in terris (11 abril 1963), 44.

viernes, 7 de diciembre de 2018

La iglesia alemana


en rebelión contra la doctrina católica sobre la homosexualidad

Por Carlos Esteban
Infovaticana, 07 diciembre, 2018

Los comentarios del Papa sobre la homosexualidad en el sacerdocio, en un extracto de un libro entrevista aún no publicado, han desatado una polémica que pone de manifiesto hasta qué punto muchos eclesiásticos disienten en esto de la doctrina perenne. En primer lugar, la iglesia alemana, donde la tácita aprobación de las relaciones homosexuales es rampante.

La doctrina no está en duda, ni es ambigua, en relación con la homosexualidad, como han dejado claro no solo el pontífice, sino también en intervenciones recientes el ex prefecto para la Doctrina de la Fe, el cardenal Gerhard Müller, que ha recordado la obligación grave que tiene la jerarquía de “enseñar plena y globalmente la doctrina de la Iglesia”, también en este aspecto. “Los contactos sexuales entre personas del mismo sexo se oponen diametralmente al sentido de la sexualidad que es fundamental en la creación”, dijo Müller en unas declaraciones que deberían ser cualquier cosa menos polémicas para un católico, y que no hacen sino reflejar lo mismo que puede leerse en Amoris Laetitia, donde Francisco escribe que “no hay base para establecer analogías entre las relaciones homosexuales y el plan de Dios del matrimonio y la familia”.

Sus palabras no han sentado demasiado bien en muchas partes -ya hemos hablado de la reacción del ‘apostol de los LGBT’ americano, el jesuita James Martin-, y muy especialmente en la tierra natal de Müller, Alemania. Así, por citar unos pocos casos, un comité de la Conferencia Episcopal de Alemania ha calificado de “peligrosa” la doctrina de la Iglesia sobre moral sexual; el teólogo jesuita Klaus Mertes despachó los comentarios del cardenal calificándolos de “disparate”, y el canónigo Johannes zu Eltz, de Francfort, lamenta que Roma ponga trabas a los teólogos homosexuales.


Mientras desde muchos medios se comenta ‘sotto voce’ el peligro de un cisma por parte de los tradicionalistas ante la política de acoso y derribo de la jerarquía, es fácil olvidar que una parte importante de la iglesia alemana, sino el grueso, está desde hace tiempo en cisma técnico con Roma en cuanto a muchas doctrinas magisteriales y a no pocas prácticas pastorales, muy especialmente en todo lo que tiene que ver con la moral sexual.

Una conferencia sobre prevención de abusos de la CEA prorrumpió en aplausos cuando se declararon “inflamatorios” los comentarios del ex prefecto para la Doctrina de la Fe porque, dicen, “contribuyen a la violencia sexual”, un sorprendente aserto para el que no se aportó evidencia alguna, naturalmente. Los obispos alemanes, además, insisten en la desprestigiada tesis de que los abusos sexuales de clérigos no tienen nada que ver con las tendencias homosexuales de los perpetradores.

Una corriente de obispos alemanes, encabezada por Franz-Josef Bode, de Osnabrük, pretende que la ‘ciencia’ ha invalidado en los últimos años la doctrina de la Iglesia sobre la homosexualidad. Por supuesto, es sabido que la ciencia ni siquiera es capaz de ofrecer una teoría probada y convincente sobre las causas mismas de la homosexualidad, con lo que es bastante estúpido apelar a ella en este asunto, por no hablar de que si una doctrina magisterial de este alcance y permanencia en el tiempo fuera refutada por la ciencia, no habría razón alguna para creer en ninguna de las demás.

Este cientifismo eclesiástico no hace sino replicar la tendencia iniciada en los años setenta, que ha llevado a una actitud de ‘comprensión’ hacia los homosexuales que entraban en los seminarios, duplicándose los abusos en las dos décadas subsiguientes.

miércoles, 5 de diciembre de 2018

Insólita carta al Papa



De la Conferencia de Personas Bautizadas Francófonas


“Querido Santo Padre,

Ante las revelaciones masivas de un gran número de escándalos en la Iglesia relativas al abuso sexual de menores por parte de sacerdotes, usted ha dirigido una carta al Pueblo de Dios en la cual condena el clericalismo como una de las causas de este mal y ha pedido a las personas bautizadas que ayuden para resolver el problema.

Queremos responder a su llamada.

Apoyamos firmemente todas sus iniciativas e intentamos llevar a la práctica lo que nos recomienda. Con anterioridad, la Conferencia de Personas Bautizadas Francófonas (CCBF) ha difundido ampliamente y comentado sus documentos previos sobre los temas siguientes, Evangelii Gaudium, su discurso sobre el ultimo concilio en 2015 y su  Carta al Cardenal Ouellet en 2016, en todos los cuales ya había mencionado la “movilización de los  bautizados” en la vida de la Iglesia, la necesidad de tener “audacia”, la necesidad de “invertir la pirámide “ y la “primacía del sacerdocio común de todos los fieles”.

Hoy, la credibilidad de nuestra Iglesia está, no solamente  golpeada, sino hecha jirones. Y con la pérdida de confianza, la barca de la Iglesia se está hundiendo, los sacerdotes y los laicos, todos nosotros estamos perdiendo credibilidad para anunciar el Evangelio.

Es nuestra obligación, como miembros de la Conferencia de Personas Bautizadas Francófonas, darle a conocer nuestras convicciones, opiniones y sugerencias para nuestra Iglesia, como el Derecho Canónico (212.§3)  nos urge a hacer.  Esta obligación es meramente la consecuencia del ·”sentido de la fe”, que nos da valor a los fieles y que usted tiene la responsabilidad de expresar en nombre de todos nosotros.

Por este motivo le pedimos sinceramente la convocatoria de un “Concilio del Pueblo de Dios”.  ¿No tendrían las personas que escuchar al Espíritu para comprender  « los gozos y las esperanzas, la tristeza y angustia  de los hombres y las mujeres de este tiempo» (Gaudium et Spes, §1)? ¿No tendrían las personas que contribuir a redefinir las bases de una Iglesia atenta a las llamadas del Señor? Escuchando a todas las personas ¿no podría ser restablecida la credibilidad destruida?

Reunir con el mismo nivel de igualdad a representantes del Pueblo de Dios, hombres y mujeres, laicos y clérigos, sería un signo de su voluntad para afrontar una renovación profunda de la Iglesia y permitiría revitalizar la confianza en sus miembros.  sería un momento de verdad para ofrecer a nuestra iglesia las condiciones para un verdadero renacimiento y para definir un nuevo futuro compartido por la totalidad de los creyentes presentes y futuros.

Le pido que crea, Santo Padre, en mi respeto más profundo.

En nombre de CCBF, Anne Soupa, Presidenta”




Notas catapúlticas

1)“La Conferencia católica de bautismo francés (CCBF) es un movimiento nacido en 2009 . Pretende promover un “catolicismo abierto y fraterno”. Dos consignas definen su actitud: “ni salir ni guardar silencio” y “no pedimos nada, pero esperamos todo”. Ella apoya la acción del Papa Francisco . Este movimiento también es conocido por sus posiciones heterodoxas, que pueden estar fuera de sintonía con la enseñanza habitual de la Iglesia Católica.

Ella declara que no cuestiona ningún dogma de la Iglesia y está apegada a la tradición católica. El CCBF cubre todo el espectro político, excepto la extrema derecha. Sin embargo, analiza severamente el funcionamiento y ciertas actitudes de la institución. Denuncia en particular lo que le parece, especialmente en la época de Benedicto XVI, como la arrogancia de la jerarquía, la tendencia de la Iglesia a privar a las mujeres de toda responsabilidad, su homofobia, su complacencia hacia los valores ultraconservadores, su abandono de las intuiciones del Concilio Vaticano II y su indiferencia hacia el ecumenismo … Para ella, estas actitudes explican la hemorragia de toda una generación de bautizados y la consternación de los laicos en misión”. 






2)La Soupa es politóloga y teóloga. En 2008 fundó, junto con Christine Pedotti, el “Comité de la jupe”, para luchar contra la discriminación de las mujeres en la Iglesia y en 2009, siempre con Pedotti, la CCBF. Soupa es partidaria de la legalización del aborto. 


sábado, 1 de diciembre de 2018

Afrontar la crisis


 las lecciones de la historia 


(Card. Walter Brandmüller)
Infocatolica,  30.11.18

“…recordar estos acontecimientos en este contexto es útil, porque aún hoy es posible reconocer algunas de esas desviaciones, cuando la gente está demasiado empeñada en rebelarse contra sacerdotes y obispos.”
“Se ha visto al lobo venir y se ha permanecido mirando como irrumpía a través de la grey.”
(Card. W. Brandmüller)


A principios de noviembre, el Card. Walter Brandmüller -presidente emérito de la Comisión Pontificia de Ciencias Históricas- ha brindado una serie de reflexiones sobre la grave crisis moral de la Iglesia, señalando la fuerte incidencia que en ella ha tenido la falta de vigilancia sobre heterodoxias y herejías en los seminarios teológicos.


Afrontar la Crisis: las lecciones de la historia

Card. Walter Brandmüller 
(traducción para InfoCatólica)

Saber que la homosexualidad y el abuso sexual se han extendido de manera casi epidérmica entre el clero y aun en la jerarquía de la Iglesia en Estados Unidos, Australia y Europa, sacude la Iglesia actual desde sus fundamentos, por no decir que la ha hecho caer incluso en una especie de shock.

Se trata de un fenómeno que, aunque presente también en el pasado, hasta mitad del siglo XX era desconocido en las terribles dimensiones actuales. Se plantea entonces la pregunta sobre cómo se ha podido llegar a este punto.
En busca de una respuesta, la mirada cae inmediatamente no sólo sobre la sociedad actual caracterizada por un liberalismo extremo, sino también sobre la  teología moral de las últimas décadas y sobre sus representantes.

Entre ellos, algunos líderes de opinión han abandonado el fundamento clásico de la ley natural y la teología de la revelación y han proclamado nuevas teorías. Una moral autónoma, que no quiere reconocer las normas comúnmente vinculantes; un consecuencialismo, que juzga la calidad ética de una acción según sus consecuencias, o la ética situacional, que hace depender lo bueno o lo malo de un acto de las relativas circunstancias concretas de las actividades humanas: todos estos nuevos planteamientos en teología moral han sido defendidos por los profesores de teología en incluso en los seminarios y por supuesto también aplicados a la moral sexual. Allí, entonces, también se ha podido delinear la homosexualidad como moralmente aceptable y su clara condena por parte de las Sagradas Escrituras como algo superado en el tiempo.

En el fondo estaba operando la vieja convicción típicamente modernista –siguiendo el patrón de la “evolución"– de la dinámica del desarrollo de la humanidad hacia un mayor nivel cultural que comprendiese también la religión y la moralidad. Por lo tanto, alcanzado el nivel más elevado de conciencia, lo que ayer todavía estaba prohibido, hoy podría permitirse. Los nombres que deben ser mencionados aquí son famosos; algunos de ellos incluso han enseñado en las universidades Pontificias sin ser relevados de su cargo. Las consecuencias de esto han emergido tempranamente cuando algunos seminarios, particularmente en los Estados Unidos, se convirtieron en incubadoras de la homosexualidad. El ex sacerdote jesuita Malachi Martin en su novela cifrada “La casa azotada por el viento” de 1996, presentó en su escenario un retrato que hoy resulta tremendamente real.

Cuando esta degeneración se ha hecho evidente, los católicos, tan espantados como indignados, han reaccionado en gran escala, como se muestra de manera impresionante en diversos portales de internet.
Como consecuencia, el flujo de dinero -por lo general abundante- de las donaciones provenientes de las organizaciones seculares católicas a las arcas vaticanas comenzó a disminuir: quien tomó las riendas del asunto no fue el episcopado, sino los laicos. El hecho de negar las ricas ofrendas habituales se ve, no erróneamente, como una protesta contra las carencias de Roma en la crisis actual. Y de esta manera siguieron-probablemente sin saber-un ejemplo histórico de la Alta Edad Media.

En efecto, la situación es comparable a la de la Iglesia italiana en el siglo XI-XII. El hecho de que durante el primer milenio el papado, las oficinas episcopales -hasta incluso las más sencillas funciones eclesiales- debido a los ingresos que se aseguraban, hayan sido cada vez más apetecibles, tuvo como consecuencia las luchas y combates, mercantilizando el acomodamiento en ellas. Este mal se llamaba simonía: Simón el Mago había ofrecido dinero al apóstol Pedro para que le confiriese los dones del Espíritu Santo.

A esto se agregaba la pretensión de los gobernantes temporales de interferir en la atribución de altos cargos en la Iglesia -la investidura secular- y por supuesto también el concubinato de muchos sacerdotes.
Lo mismo valía para el papado, que en los siglos IX y X se había convertido incluso en la cumbre de la discordia entre las familias nobles de Crescenzi y Tuscolo. Éstos, por lo tanto, ponían – no importa cómo – a uno de sus respectivos hijos o parientes como Papa. Entre ellos también había hombres muy jóvenes y moralmente disolutos, que se sentían más dueños de la herencia de Pedro que pastores supremos de la Iglesia.

A raíz de estos acontecimientos también creció la homosexualidad entre el clero. Y esto sucedió a tal punto que San Pedro Damián en 1049 entregó al recién electo Papa León IX su “Liber Antigomorrhianus“, escrito en forma epistolar, en el que exponía este peligro para la Iglesia y para la salvación del alma de muchos. El título del tratado se refiere a la ciudad de Gomorra que, según Gén. 18, debido a sus pecados había sido condenada por Dios a la destrucción juntamente con Sodoma.
S. Pedro Damián esperaba de ese Papa, conocido como reformador celoso, una intervención eficaz contra el pecado tan difundido. Escribió: “la inmundicia sodomítica se propaga como un cáncer en el orden eclesiástico, de hecho, como una bestia sedienta de sangre que ruge en el redil de Cristo con libre audacia, para que la salvación de las almas de muchos esté más segura bajo el yugo de la servidumbre de los laicos, que con el acceso voluntario al servicio de Dios bajo la ley férrea de la tiranía de Satanás", que reinaba entre el clero.

Es muy notable que casi al mismo tiempo se haya constituido un movimiento secular, no sólo contra la inmoralidad del clero y el concubinato de los sacerdotes, sino también contra el apoderamiento de las oficinas eclesiásticas por parte de los laicos, o la oportunidad de adquirirlos. Fue justamente así que entre el clero se insinuaron elementos que no tenían ni la capacidad ni la voluntad de llevar una vida conforme al estado clerical. Para los señores laicos, tener vasallos leales en las sillas episcopales era a menudo más importante que el bien de la iglesia.

Contra todo esto surgió el vasto movimiento popular conocido como “Pataria” (o movimiento patarino), dirigido por miembros de la nobleza de Milán y también por algunos miembros del clero, pero apoyado por el pueblo. Colaborando estrechamente con el pueblo reformista cercano a S. Pedro Damián y luego con Gregorio VII, con el obispo Anselmo de Lucca -importante canonista luego convertido en el Papa Alejandro II-, y con otros, los “patarinos” solicitaron, recurriendo también al uso de la violencia, la realización de la reforma que posteriormente tomó -por Gregorio VII- el nombre de “Gregoriana“: por un celibato del clero vivido fielmente, contra la ocupación de diócesis por poderes seculares y contra la simonía.

Lo interesante es que el movimiento reformador estalló casi simultáneamente en los máximos entornos jerárquicos de Roma y entre la vasta población secular de Lombardía, en respuesta a una situación considerada insostenible.
Pero sin embargo esta unión de intereses no duró mucho. De hecho, cuando más adelante se formaron las diversas ramificaciones del movimiento pauperístico,  aunque sin retomar el impulso eclesiástico y jerárquico de los primeros franciscanos, con la predicación espontánea y no autorizada desafió la resistencia de una jerarquía que no comprendía los signos de los tiempos. No pocos de los “pobres de Cristo", con su rechazo a la jerarquía fundada en el sacramento, se deslizaron a la herejía y la desobediencia. Así nacieron los movimientos empobrecidos ramificados, que sólo gracias a la longanimidad y acción pastoral de Inocencio III podrían ser reintegrados en gran parte a la iglesia.

Recordar estos acontecimientos en este contexto es útil, porque aún hoy es posible reconocer algunas de esas desviaciones, cuando la gente secular está demasiado empeñada en rebelarse contra sacerdotes y obispos.
Hoy, como entonces, ante los conflictos surgen reacciones entre un episcopado enredado en las instituciones y la burocracia -incluyendo la curia romana- y los movimientos laicos que se sienten abandonados, si no traicionados, por los pastores y maestros de la iglesia, por los sucesores Apóstoles. Para superar la pérdida de confianza que se crea entre los fieles, servirá de mucho un esfuerzo por parte de la jerarquía y del clero. 

Es verdad que la Congregación para la Doctrina de la Fe ha publicado documentos de teología moral, por ejemplo “Persona humana” (1975). Además, a dos profesores les ha sido revocada respectivamente en 1972 y 1986, la licencia de enseñanza debido a errores teológicos, y algunos libros sobre moralidad sexual fueron condenados.
 Pero los herejes realmente importantes, como el jesuita Josef Fuchs (1), que desde 1954 a 1982 fue profesor en la Pontificia Universidad Gregoriana, y Bernhard Häring (2), que ha enseñado en el Instituto de redentoristas de Roma, y el muy influyente teólogo moral de Bonn, Franz Böckle (3) o el de Tubinga Alfons Auer (4), han podido seguir dispersando imperturbados, bajo los ojos de Roma y de los obispos, la semilla del error.

La actitud de la Congregación para la Doctrina de la Fe y de los obispos en estos casos es, en retrospectiva, sencillamente incomprensible. Se ha visto al lobo venir y se ha permanecido mirando como irrumpía a través de la grey. La encíclica “Veritatis Splendor” de 1993 de Juan Pablo II – la contribución a ella de Joseph Ratzinger aún no ha sido debidamente reconocida – ha indicado claramente los fundamentos de la enseñanza moral de la Iglesia, pero se ha enfrentado con el amplio rechazo de los teólogos. Tal vez porque se publicó sólo cuando la decadencia teológico-moral estaba ya demasiado avanzada.

Por lo tanto, hay que decir que por un lado, el fracaso de la jerarquía es incomprensible y lamentable y, por otra parte, necesario y loable el compromiso de los laicos en la situación actual, aunque entre sus actitudes y comportamientos, es posible identificar elementos significativos de riesgo. Si el comportamiento ilustrado por encima de la llamada “Iglesia institucional", que se preocupa más por las finanzas y la administración, causa el creciente abandono de la Iglesia por poblaciones que alguna vez fueron católicas, un laicado demasiado seguro de sí mismo corre el peligro de no reconocer la naturaleza fundada en el orden sagrado de la iglesia y de deslizarse, en protesta contra el fracaso de la jerarquía, en un cristianismo comunitario de tipo evangélico.

Por tanto, al laicado conscientemente católico que se está formando sobre todo en el catolicismo norteamericano, a quien se reconoce y alienta en su protesta contra la degeneración sexual entre sacerdotes, obispos e incluso cardenales, sin embargo se le advierte que no puede perderse de vista el significado constitutivo del ministerio sacerdotal, fundado en el sacramento del orden, y mucho menos el hecho de que la mayoría de los sacerdotes viven fielmente de acuerdo a su propia vocación.
Mientras tanto, la tensión entre los dos polos podría ser útil para superar la crisis actual.

Sin embargo habrá que tener cuidado de evitar una nueva edición del conflicto entre los obispos y los “fideicomisos” laicos en los Estados Unidos relativos a la soberanía de las finanzas eclesiásticas, surgidas a mediados del siglo XIX, y que se mantuvieron virulentas.
Más bien, sería bueno recordar al Beato John Henry Newman, quien ha rendido  newmanmaravillosamente homenaje al importante papel de los fieles ” en materia de doctrina". Lo que escribió en 1859 debe aplicarse hoy también a los asuntos económicos y morales, justo ahora que – como en las luchas cristológicas del siglo IV – el episcopado permanece inactivo por largos períodos. El hecho de que podamos ver esto también en la crisis actual de los abusos puede depender del hecho de que la iniciativa personal y la conciencia de la propia responsabilidad como pastor del obispo local se hace más difícil por las estructuras y aparatos de las Conferencias Episcopales, con el pretexto de la colegialidad o la sinodalidad.

Sin embargo, cuanto más los obispos lleguen a sentirse apoyados por la firme voluntad de los fieles de renovar y reavivar la iglesia, más fácil será para ellos poner sus manos a la obra de una reforma auténtica de la Iglesia.
Es en la colaboración entre obispos, sacerdotes y fieles, con el poder del Espíritu Santo, que la crisis actual puede y debe convertirse en el punto de partida para la renovación espiritual – y por lo tanto también de la nueva evangelización – de una sociedad post-cristiana.

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(1) Josef Fuchs S.J. (1912 – 2005) teólogo jesuita alemán, que enseñó en la Universidad Gregoriana de Roma durante más de 30 años. Fue miembro de la Comisión Pontificia de Población, Familia y Natalidad.  Asumió la antropología teológica de Karl Rahner. Presidió el informe de mayoría de la comisión que rechazó la Humanae Vitae de Pablo VI. Se centró principalmente en la crítica de la objetividad moral.  

(2) Bernhard Häring, redentorista, fue una de las columnas del Concilio Vaticano II, y se califica a sí mismo de “moderado", estimado por los papas Juan XXIII y Pablo VI, quienes habían elogiado sus obras, fue sostenido siempre por sus superiores, aunque, al mismo tiempo, ha sufrido durante años los según él “ataques y humillaciones” de la Inquisición teológica de Roma y de la Congregación para la Enseñanza Católica, a los que califica como “terroristas” de la fe. Fue uno de los más fervientes disidentes de la encíclica Humanae Vitae. Al publicarse la Veritatis Splendor, siendo rector de la Universidad San Alfonso, de Roma, dirigió al Papa una carta pidiéndole que se retractase de dicha encíclica.

(3) Franz Böckle catedrático de Teología Moral de la Facultad de Teología Católica de la Universidad de Bonn, fue ordenado sacerdote en 1945, y vicario episcopal en Zurich, donde conoció a Urs von Balthasar, con quien él se interesó por la teología protestante moderna de Karl Barth.  La misión de la moral fundamental es para Bockle “reconstruir los fundamentos de una teoría ético-teológica en el marco de la situación histórico-cultural". Insistió en la autonomía moral, incompatible con el concepto de “moral heterónoma de los mandamientos", considerando que después de los descubrimientos del pensamiento moderno, el acceso y la relación del hombre con Dios han de tomar siempre como punto de partida la autonomía de la subjetividad.

(4) Alfons Auer (1915-2005) fue profesor de Teología Moral en las universidades de Wurzburgo y Tubinga. Aboga por una ética autónoma y una “ética del ambiente” . Considera que la indiferencia, orgullo y temeridad son consecuencias de la ciencia moderna, que resultó en la destrucción del hábitat del hombre. Altamente crítico del progreso científico y tecnológico, que  considera el mundo natural sólo en términos de utilidad y extiende su crítica hacia un cuestionamiento de la tradición cristiana por considerar la superioridad del hombre sobre la naturaleza.

miércoles, 28 de noviembre de 2018

El gobierno tira la piedra y esconde la mano



Aica,  28 Nov 2018


Desde hace varios sábados, en el programa Claves por un Mundo Mejor que se emite por el canal 9 de TV, y en el que tiene el espacio editorial, el arzobispo emérito de La Plata, monseñor Héctor Aguer, viene hablando acerca de la Educación Sexual Integral (ESI) y de la ideología de género por considerarlos “temas del momento, pero con una consecuencia de futuro terrible”.

“Tengo la impresión -dijo al comienzo de su reflexión del sábado 24 de noviembre-, de que los funcionarios del actual gobierno tiran la piedra y esconden la mano, porque comienzan a decir algunos que en realidad la educación sexual integral no se va a llevar a cabo”.

“Claro -prosiguió-, se acercan las elecciones y el oficialismo advierte que en este tema no tiene las de ganar. Hay una ley del año 2006 a la que las provincias debían adherir, porque es una ley nacional, pero algunas provincias en vez de adherirse a ella promulgaron sus propias leyes”.

Una ley que destila odio contra la Iglesia
“La provincia de Buenos Aires tiene una ley, la 14.744, que es una calamidad y ahora, peor todavía, tiene media sanción de los diputados una ley que, ya en sus fundamentos, destila odio contra la Iglesia como si nosotros fuéramos los responsables o los únicos que estamos en contra de la perversión de los niños y de los adolescentes a través de esta materia. Nos acompañan en el repudio nuestros hermanos evangélicos”.

“Pero esta -añadió- es una cuestión sobre la que el Presidente de la Nación, hace pocos días, en un discurso, dijo que es transversal. Aquí rige transversalmente la perspectiva de género. El presidente obedece puntualmente a quienes inyectan dólares a nuestras ruinosas finanzas. Al parecer, según los funcionarios, esto no es para alarmarse, porque no va a pasar nada”. ¡Pero está pasando!, exclamó el prelado. Y para fundamentar su alarma, monseñor Aguer leyó una carta enviada por la señora María Cullen al diario La Nación, “una carta verdaderamente extraordinaria que me pareció oportuno que todo el mundo la conozca. Su título es “Por los chicos” y dice así:

Carta de la Sra. María Cullen publicada en La Nación

“Los padres no nos oponemos a que se enseñe sexualidad a nuestros hijos, pero una sexualidad sana, con valores, fundada en la ciencia y en la biología. La ESI (Educación Sexual Integral) puede ser un buen instrumento, pero los contenidos que con su excusa se están dando están rompiendo la cabeza de los chicos con ideología de género, una sexualización temprana y una visión totalmente hedonista. Aunque traten de negarlo, sí se les enseña sobre masturbación (por favor vayan a los manuales) y esto a partir de los dos años. A los diez ya les enseñan orientación sexual, juegos presexuales y sexuales. Lo más grave es que los contenidos de los manuales se aplican según la “creatividad” del maestro o instructor, y así vemos en una escuela en Brandsen donde se enseñó a alumnos de sexto grado a masturbarse y a usar consoladores, a un jardín de infantes de Mendoza que hizo un taller para que los varones aprendieran a usar collares y a maquillarse, o a una escuela primaria de González Catán que pidió a los alumnos que reescribieran cuentos clásicos con la consigna de que Rapunzel debía ser transexual, Pinocho gay y Caperucita lesbiana. 
No debería extrañar si, paralelamente, el Estado nacional invita a los niños a partir de los doce años a chatear con un desconocido en línea y en forma confidencial sobre temas sexuales (¿para qué los habré cuidado siempre de los extraños en las redes sociales?), o el gobierno de la ciudad auspicia videos en los que se cuenta lo divertido y glamoroso que es ser una drag queen. No son casos aislados. Por nuestros hijos y por el futuro del país, urge participar y frenar este abuso”.

El Estado no tiene derecho a hacer esto
Al terminar la lectura monseño Aguer afirmó que “la carta es impecable”, porque “esto está pasando. No tiren la piedra y escondan la mano. Está pasando esto, están pervirtiendo, están corrompiendo a la juventud argentina. Nos hemos preguntado varias veces: ¿Y la patria potestad? ¿Los papás saben que les enseñan esto a sus hijos? ¿Quieren que se haga? ¿Y la libertad de educación, de la educación en general y la libertad de la Iglesia? ¿Y la libertad de cualquier instituto de gestión privada? El Estado no tiene derecho a hacer esto”.

“Es inconcebible -continuó reflexionando el arzobispo emérito- cómo un partido y un gobierno que son considerados liberales o neoliberales y parece que lo son en economía, aunque diría que, más bien, es un gobierno sumiso a los dictados de la gran finanza internacional pero en esta materia son autoritarios, son totalitarios y responden a los dictados de la gran finanza internacional: hambrean al pueblo y corrompen a sus hijos”.

Como contraste el arzobispo citó el caso de China. Dijo: ¿Qué curioso, no? China que es un país totalitario no quiere saber nada con la educación sexual integral ni con la ideología de género porque dice que la familia es la base de la sociedad. Esto en China que es un país marxista. Acá en un país “católico” nosotros nos tragamos que a nuestros chicos los perviertan de esta manera”.

Ideología o perspectiva de género
“He oído en algún ambiente católico que hay que decir perspectiva de género y no ideología de género. No estoy de acuerdo con esta postura. La perspectiva es el ángulo de visión desde el cual se considera un asunto pero en el caso del género es una ideología bien trabada y tiene que ver con el constructivismo que afirma que no existe una naturaleza humana y que no hay varón y mujer sino que hay posibilidades de ciento y pico de géneros. Por eso yo la llamo ideología de género, porque es una ideología con la cual se quiere masajear el bocho de nuestros chicos y por eso, como dice muy bien esta señora, no lo tenemos que permitir y hay que manifestarse e impedir que siga consumándose esta iniquidad”.

Por último monseñor Aguer, tras afirmar que “los medios de comunicación apoyan masivamente la ideología de género”, manifestó que “en las elecciones de 2019 hay que exigir a los candidatos que se definan sobre esta cuestión, que no se hagan los distraídos, que no engañen al pueblo con sus planteos pseudodemocráticos, y pidió que el actual gobierno masónico, que intentará perpetuarse, “se saque la careta y no confunda a la gente”.+