Ya se encuentra en librería el libro de Stefano
Fontana “Il Concilio restituito alla Chiesa. Dieci domande sul Vaticano II”
("El Concilio devuelto a la Iglesia. Diez preguntas sobre el Vaticano
II") (Ediciones La
Fontana di Siloe, Turín 2013, pp. 192, € 18,00 –
www.lafontanadisiloe.it ). Publicamos aquí nuestra traducción del prefacio
escrito por el Arzobispo Giampaolo Crepaldi, Obispo de Trieste y Presidente de
nuestro Observatorio.
Prefacio
La correcta
hermenéutica del Vaticano II y la nueva evangelización
Sobre el Vaticano II
se escuchan muchas voces, quizá demasiadas, e incluso algunas de ellas están
fuera de lugar. Sin embargo es de fundamental importancia ocuparse del Vaticano
II. Para ello son útiles los libros que ayudan a comprender y a madurar una
visión plenamente eclesial del Concilio. Este libro pertenece a esa categoría.
No entra en divisiones teológicas y eclesiales, pero sí está empeñado en poner
cada cosa en su lugar y en proporcionar, del problema Concilio, un cuadro
completo y verdaderamente útil para la Iglesia.
El Vaticano II no es
un superdogma. Él se inserta dentro de la tradición de la Iglesia. Y precisamente
por eso no se puede separar de ella porque así debe ser valorado y cumplido.
Para valorarlo y cumplirlo, sin embargo, debemos entender lo que ha sido.
Entender para lo que fue creado no significa disminuirlo, pero sí colocarlo en
su espacio propio dentro de la vida de la Iglesia , eso significa valorarlo. Para valorarlo
debemos quitar las interpretaciones mundanas que se han apoderado de él y lo
han deformado. De esta manera se podrá restituir el Concilio a sí mismo y a la Iglesia.
Benedicto XVI nos ha
dado algunas primeras indicaciones sobre cómo proceder para interpretar
correctamente el Concilio. Él ha reconocido que debemos continuar hablando del
Concilio. Digo continuar porque la hermenéutica del Vaticano II comenzó con el
mismo Vaticano II, ha seguido hasta el actual Pontífice y proseguirá. Existen
hermenéuticas equivocadas, que deben ser abandonadas. Existen caminos correctos
de interpretación que deben ser profundizados. Cada uno debe cumplir con su
parte, y el Santo Padre tiene la última palabra.
Este libro asume el
punto de vista no del especialista, pero sí el de un “simple fiel de la Iglesia Católica ”.
Es una perspectiva curiosa, interesante y nueva. Tiene también, creo, un
significado eclesial: muchas voces pontifican sobre el Vaticano II, pero pocas
de ellas son dóciles al magisterio de la Iglesia. Demasiadas
personas están a la cacería de “su” Vaticano II. Las sinceras preguntas del
hipotético "simple fiel de la
Iglesia católica" al que el autor ha cedido su propia
perspectiva, y también las respuestas fruto de una paciente y participativa
investigación, están animadas por el deseo de entender qué representa el
Vaticano II en la Iglesia
y para la Iglesia.
Esto también le ha
permitido realizar preguntas decisivas y, algo también muy difícil, dar
respuestas claras. Hoy muchos preguntan, pero pocos responden. Nuestro simple
fiel sí asume “la carga de la respuesta”. El lector sabe, pues, que al final de
cada una de las diez preguntas encontrará una respuesta. Ya esto es una buena
invitación a proceder. Con esto no se quiere decir que las respuestas pretendan
ser absolutamente completas y definitivas. El simple fiel sabe, por supuesto,
que no es la Suprema
Autoridad de la Iglesia. Sabe que ni siquiera los teólogos de
moda lo son, y por tanto sin temores reverenciales manifiesta su opinión. Lo
guía la docilidad a las enseñanzas de la Iglesia.
Quién, como obispo
que es, escribe estas líneas, y vive dentro de las problemáticas pastorales, no
podrá negar la verdad de muchas observaciones tomadas de la vida personal y
cotidiana que se pueden leer en el libro. También se habla de actitudes y
hechos anteriores y posteriores al Concilio que todos hemos comprobado y
comprobamos, aunque con frecuencia ya no nos damos cuenta. Comparto la idea del
autor según la cual hoy en día se da una especie de apriori, construido
continuamente después del Concilio, que muchos católicos actualmente dan por
sentado y al que nos adherimos estrictamente, y me atrevo a decir de manera
dogmática.
Hay una manera de hablar, de plantear las cosas, de relacionarse
dentro de la Iglesia ,
que ahora ya casi no es considerada un problema, un conformismo pastoral a
menudo vacío e ineficaz. La misma palabra "Concilio" forma parte de
este conformismo y expresiones del tipo “como ha dicho el Concilio..."
revelan más una actitud de inercia que gira alrededor de las propias
convicciones, más que una verdadera fidelidad al Concilio. Quizá las páginas
más deliciosas del libro están en los capítulos en los que el "simple fiel
de la Iglesia
Católica ” habla de las cosas que ha vivido: un anónimo
muchacho de parroquia en las últimas fases de la época preconciliar, un joven
involucrado y preocupado por los conflictos postconciliares, padre de familia
que lucha por la educación de sus hijas en una época en que, como él dice, en
temas de doctrina “ya no se puede confiar”.
Si estos son los
capítulos más deliciosos, otros son los más constructivos. El autor se toma en
serio la hermenéutica de la reforma en la continuidad indicada por Benedicto
XVI y la pone a prueba hasta el final, es decir, hasta preguntarse, por
ejemplo, si la Dignitatis
humanae ha anulado el Sillabo de Pío IX. Pregunta espinosa que muchos evaden.
Pero también la primera pregunta que un simple fiel se hace, interesado en
saber si lo que la Iglesia
había enseñado antes del Concilio es aún válido después de él. Y si es así,
cómo se armoniza con las cosas aparentemente diferentes dichas por el Concilio
y a menudo instrumentalizadas en el post Concilio. Excluyendo la hermenéutica
de la “ruptura” esta inquietud nace espontáneamente.
A su manera el autor
responde también a estas preguntas difíciles, pero se detiene cuando observa la
oportunidad de posibles complementos o nuevas aclaraciones por parte del
Magisterio. En la composición del marco del problema Concilio hay piezas que ya
han sido colocadas en su lugar, otras que nuestro autor siente que puede
colocar y otras que pondrán aquellos que guían a la Iglesia , en primer lugar
el Santo Padre.
Parece, cada vez con
mayor claridad, que no se pueden afrontar los retos de la nueva evangelización
sin haber cerrado verdaderamente y hasta el final las cuentas con el Concilio.
Corrientes teológicas problemáticas desde el punto de vista doctrinal han
arrojado sobre el Concilio una luz ambigua y a veces deformante. En la fase
postconciliar se ha vivido un pluralismo teológico que, si por un lado ha
favorecido la investigación, por otro lado también ha creado confusión e
inseguridad en los fieles. Este pluralismo no solo ha afectado a los
estudiosos, sino también la misma vida de fe de los creyentes al punto que no
rara vez la misma fe no es capaz de generar unidad.
El proceso de
secularización que ocurre en nuestros países de antigua tradición cristiana, es
recibido positivamente por muchos y casi exaltado como ocasión de purificación
de la fe cristiana, pero mientras tanto en Europa el promedio de asistencia a
la misa del domingo es del 4% de la población.
La secularización ha producido
la indiferencia religiosa occidental, respecto a la cual, sin embargo, nuestras
comunidades cristianas hablan a menudo lenguas diferentes. El Concilio ha
tocado todos los puntos de la vida católica y es por eso que arrojar luz sobre
él es una condición indispensable para recuperar y revitalizar la fe. Devolver
el Concilio a la Iglesia
y sacarlo de las manos del mundo es como una nueva conversión, sin la cual no
habrá una nueva evangelización.
En este Año de la Fe se recuerda el 50º
aniversario de la apertura del Concilio Vaticano II (11 octubre 1962 - 11
octubre 2012). La esperanza es que los numerosos eventos que están programados
en este año particular sirvan para dejar claro a los ojos de la Iglesia la naturaleza
verdadera y plena del Vaticano II. Se puede también prever, y en parte ya se ha
comprobado en esta primera parte del Año del Concilio, que volverán las
trifulcas y se publicarán muchos libros “sesgados” que poco contribuirán a
ayudarnos a comprender el verdadero Vaticano II. Entre tantos libros creo que
este desempeña una función positiva, de sencillez del argumento, de sincera
pasión por la Iglesia ,
de coraje de poner las preguntas que muchos se plantean y de intentar dar las
respuestas que muchos evitan.
+ S. E. Mons. Giampaolo Crepaldi
Arzobispo de Trieste
Presidente de la Comisión
“Caritas in veritate” de la
CCEE.
Osservatorio Internazionale Cardinale Van Thuân, 30-4-13