martes, 30 de abril de 2013

El Concilio devuelto a la Iglesia



El nuevo libro de Stefano Fontana sobre el Vaticano II.

Ya se encuentra en librería el libro de Stefano Fontana “Il Concilio restituito alla Chiesa. Dieci domande sul Vaticano II” ("El Concilio devuelto a la Iglesia. Diez preguntas sobre el Vaticano II") (Ediciones La Fontana di Siloe, Turín 2013, pp. 192, € 18,00 – www.lafontanadisiloe.it ). Publicamos aquí nuestra traducción del prefacio escrito por el Arzobispo Giampaolo Crepaldi, Obispo de Trieste y Presidente de nuestro Observatorio.



Prefacio

La correcta hermenéutica del Vaticano II y la nueva evangelización

Sobre el Vaticano II se escuchan muchas voces, quizá demasiadas, e incluso algunas de ellas están fuera de lugar. Sin embargo es de fundamental importancia ocuparse del Vaticano II. Para ello son útiles los libros que ayudan a comprender y a madurar una visión plenamente eclesial del Concilio. Este libro pertenece a esa categoría. No entra en divisiones teológicas y eclesiales, pero sí está empeñado en poner cada cosa en su lugar y en proporcionar, del problema Concilio, un cuadro completo y verdaderamente útil para la Iglesia.

El Vaticano II no es un superdogma. Él se inserta dentro de la tradición de la Iglesia. Y precisamente por eso no se puede separar de ella porque así debe ser valorado y cumplido. Para valorarlo y cumplirlo, sin embargo, debemos entender lo que ha sido. Entender para lo que fue creado no significa disminuirlo, pero sí colocarlo en su espacio propio dentro de la vida de la Iglesia, eso significa valorarlo. Para valorarlo debemos quitar las interpretaciones mundanas que se han apoderado de él y lo han deformado. De esta manera se podrá restituir el Concilio a sí mismo y a la Iglesia.

Benedicto XVI nos ha dado algunas primeras indicaciones sobre cómo proceder para interpretar correctamente el Concilio. Él ha reconocido que debemos continuar hablando del Concilio. Digo continuar porque la hermenéutica del Vaticano II comenzó con el mismo Vaticano II, ha seguido hasta el actual Pontífice y proseguirá. Existen hermenéuticas equivocadas, que deben ser abandonadas. Existen caminos correctos de interpretación que deben ser profundizados. Cada uno debe cumplir con su parte, y el Santo Padre tiene la última palabra.

Este libro asume el punto de vista no del especialista, pero sí el de un “simple fiel de la Iglesia Católica”. Es una perspectiva curiosa, interesante y nueva. Tiene también, creo, un significado eclesial: muchas voces pontifican sobre el Vaticano II, pero pocas de ellas son dóciles al magisterio de la Iglesia. Demasiadas personas están a la cacería de “su” Vaticano II. Las sinceras preguntas del hipotético "simple fiel de la Iglesia católica" al que el autor ha cedido su propia perspectiva, y también las respuestas fruto de una paciente y participativa investigación, están animadas por el deseo de entender qué representa el Vaticano II en la Iglesia y para la Iglesia. 

Los estudiosos son a menudo bizantinos, pero las personas simples van al grano y son ellos los que sufren en su propia vida de fe las consecuencias de los cambios, de los experimentos, los pastoralismos, los progresismos. No haber asumido los anteojos del intelectual, pero sí el punto de vista de un simple fiel, le ha permitido al autor utilizar el buen sentido cristiano, que es a menudo más sabio que el de los especialistas.

Esto también le ha permitido realizar preguntas decisivas y, algo también muy difícil, dar respuestas claras. Hoy muchos preguntan, pero pocos responden. Nuestro simple fiel sí asume “la carga de la respuesta”. El lector sabe, pues, que al final de cada una de las diez preguntas encontrará una respuesta. Ya esto es una buena invitación a proceder. Con esto no se quiere decir que las respuestas pretendan ser absolutamente completas y definitivas. El simple fiel sabe, por supuesto, que no es la Suprema Autoridad de la Iglesia. Sabe que ni siquiera los teólogos de moda lo son, y por tanto sin temores reverenciales manifiesta su opinión. Lo guía la docilidad a las enseñanzas de la Iglesia.

Quién, como obispo que es, escribe estas líneas, y vive dentro de las problemáticas pastorales, no podrá negar la verdad de muchas observaciones tomadas de la vida personal y cotidiana que se pueden leer en el libro. También se habla de actitudes y hechos anteriores y posteriores al Concilio que todos hemos comprobado y comprobamos, aunque con frecuencia ya no nos damos cuenta. Comparto la idea del autor según la cual hoy en día se da una especie de apriori, construido continuamente después del Concilio, que muchos católicos actualmente dan por sentado y al que nos adherimos estrictamente, y me atrevo a decir de manera dogmática. 

Hay una manera de hablar, de plantear las cosas, de relacionarse dentro de la Iglesia, que ahora ya casi no es considerada un problema, un conformismo pastoral a menudo vacío e ineficaz. La misma palabra "Concilio" forma parte de este conformismo y expresiones del tipo “como ha dicho el Concilio..." revelan más una actitud de inercia que gira alrededor de las propias convicciones, más que una verdadera fidelidad al Concilio. Quizá las páginas más deliciosas del libro están en los capítulos en los que el "simple fiel de la Iglesia Católica” habla de las cosas que ha vivido: un anónimo muchacho de parroquia en las últimas fases de la época preconciliar, un joven involucrado y preocupado por los conflictos postconciliares, padre de familia que lucha por la educación de sus hijas en una época en que, como él dice, en temas de doctrina “ya no se puede confiar”.

Si estos son los capítulos más deliciosos, otros son los más constructivos. El autor se toma en serio la hermenéutica de la reforma en la continuidad indicada por Benedicto XVI y la pone a prueba hasta el final, es decir, hasta preguntarse, por ejemplo, si la Dignitatis humanae ha anulado el Sillabo de Pío IX. Pregunta espinosa que muchos evaden. Pero también la primera pregunta que un simple fiel se hace, interesado en saber si lo que la Iglesia había enseñado antes del Concilio es aún válido después de él. Y si es así, cómo se armoniza con las cosas aparentemente diferentes dichas por el Concilio y a menudo instrumentalizadas en el post Concilio. Excluyendo la hermenéutica de la “ruptura” esta inquietud nace espontáneamente.

A su manera el autor responde también a estas preguntas difíciles, pero se detiene cuando observa la oportunidad de posibles complementos o nuevas aclaraciones por parte del Magisterio. En la composición del marco del problema Concilio hay piezas que ya han sido colocadas en su lugar, otras que nuestro autor siente que puede colocar y otras que pondrán aquellos que guían a la Iglesia, en primer lugar el Santo Padre.

Parece, cada vez con mayor claridad, que no se pueden afrontar los retos de la nueva evangelización sin haber cerrado verdaderamente y hasta el final las cuentas con el Concilio. Corrientes teológicas problemáticas desde el punto de vista doctrinal han arrojado sobre el Concilio una luz ambigua y a veces deformante. En la fase postconciliar se ha vivido un pluralismo teológico que, si por un lado ha favorecido la investigación, por otro lado también ha creado confusión e inseguridad en los fieles. Este pluralismo no solo ha afectado a los estudiosos, sino también la misma vida de fe de los creyentes al punto que no rara vez la misma fe no es capaz de generar unidad. 

El proceso de secularización que ocurre en nuestros países de antigua tradición cristiana, es recibido positivamente por muchos y casi exaltado como ocasión de purificación de la fe cristiana, pero mientras tanto en Europa el promedio de asistencia a la misa del domingo es del 4% de la población. 

La secularización ha producido la indiferencia religiosa occidental, respecto a la cual, sin embargo, nuestras comunidades cristianas hablan a menudo lenguas diferentes. El Concilio ha tocado todos los puntos de la vida católica y es por eso que arrojar luz sobre él es una condición indispensable para recuperar y revitalizar la fe. Devolver el Concilio a la Iglesia y sacarlo de las manos del mundo es como una nueva conversión, sin la cual no habrá una nueva evangelización.

En este Año de la Fe se recuerda el 50º aniversario de la apertura del Concilio Vaticano II (11 octubre 1962 - 11 octubre 2012). La esperanza es que los numerosos eventos que están programados en este año particular sirvan para dejar claro a los ojos de la Iglesia la naturaleza verdadera y plena del Vaticano II. Se puede también prever, y en parte ya se ha comprobado en esta primera parte del Año del Concilio, que volverán las trifulcas y se publicarán muchos libros “sesgados” que poco contribuirán a ayudarnos a comprender el verdadero Vaticano II. Entre tantos libros creo que este desempeña una función positiva, de sencillez del argumento, de sincera pasión por la Iglesia, de coraje de poner las preguntas que muchos se plantean y de intentar dar las respuestas que muchos evitan.



+ S. E. Mons. Giampaolo Crepaldi

Arzobispo de Trieste

Presidente de la Comisión “Caritas in veritate” de la CCEE.




Osservatorio Internazionale Cardinale Van Thuân, 30-4-13

sábado, 27 de abril de 2013

Herejía pelagiana está en la base de las ideologías

Se asombraba Proudon de que detrás de todo problema político, siempre se encuentra una cuestión teológica. Pues bien, en un reciente libro: "Los enemigos íntimos de la democracia", del autor búlgaro Todorov, se muestra la ilación entre las ideologías modernas y la antigua herejía pelagiana.
Recordemos que en el siglo IV hubo una polémica teológica entre Pelagio y San Agustín.

Pelagio sostenía que Dios gozó de libertad amplia que le permitió crear el mundo y crear al hombre. Si Dios creó al hombre a su semejanza, también el hombre dispone de libre voluntad.
Se fundamentaba en un pasaje del Eclesiástico (15. 14): Dios creó al hombre y lo dejó librado a su propio albedrío.
-El pecado no es innato, sino adquirido (no existe el pecado original).
-El origen del pecado no está en la naturaleza del hombre, sino en su voluntad.
-El hombre se salva a sí mismo. No es necesaria la gracia.

San Agustín consideraba que nunca somos del todo libres. El pecado original señala una debilidad propia de todo hombre, que hereda al nacer.
Lo que nos salva es la obediencia a los mandamientos; nos pierde la aspiración a una mayor autonomía.
La fuerza procede de la fe, no de la voluntad o la razón.

La herejía pelagiana fue condenada por el Concilio de Éfeso, en el 431.

miércoles, 24 de abril de 2013

35 millones de latinos en EEUU en riesgo de perder identidad católica





ROMA, 24 Abr. 13  (ACI/EWTN Noticias).-

La presidenta de la Asociación Católica de Líderes Latinos, CALL por sus siglas en inglés, considera que en Estados Unidos unos 35 millones de católicos latinos corren el peligro de perder su identidad religiosa por la influencia del sistema estadounidense.

Diana Richardson Vela, es la Presidente del CALL, nació en México en Monterrey, y vive en Estados Unidos desde hace 10 años. En una entrevista concedida a ACI Prensa en Roma, ha explicado que casi la mitad de la población hispana está perdiendo la fe, debido a que no la conocen bien y no tienen los medios para conocerla. “Ahí es donde entramos nosotros”, señala.

A principios de abril, el CALL visitó Roma para encontrar al Papa Francisco y visitar a los distintos dicasterios en la búsqueda de una máxima excelencia. “Queremos aprender de ellos y también compartir con ellos nuestra misión y la labor que hacemos en Estado Unidos. Ponernos a sus órdenes para ayudarles a apoyar todos los eventos que salgan de Roma”, refiere.

Según Richardson, 52 millones de hispanos viven en Estados Unidos y se estima que con los indocumentados la cifra puede bordear los 70 millones. Dos tercios se consideran católicos, y se espera que su descendencia se duplique para el año 2030, pero “de ese número, la mitad, 35 millones, podrían perder su identidad católica”, asegura Richardson.

“La faz de la nación y de la Iglesia está cambiando, y esto es una realidad”, Es por ello que el CALL ha creado diversos proyectos que ayudan a la formación y la reevangelización del pueblo latino en Estado Unidos, explica la mexicana.

Según señala, la primera generación de latinos en Estados Unidos tiene una fe sólida, “practican su fe, y asisten a los sacramentos”, “pero cuando los hijos de estos inmigrantes entran al sistema educativo americano, suelen perder la fe”.

Estos jóvenes quedan “absorbidos por el sistema americano porque no tienen respuestas claras de por qué creen en lo que creen. De manera que nuestro trabajo es formar a los hispanos a través de diversos proyectos y ponernos al servicio de nuestros obispos para ello”.

Para ellos el CALL trabaja con las arquidiócesis de Estados Unidos a distintos niveles de oración, educación y servicio. En su apostolado tratan de redescubrir y profundizaren la fe y en los documentos emanados de la Iglesia Católica.

sábado, 20 de abril de 2013

Beatificación de 500 mártires españoles





MADRID, 20 Abr. 13 / 12:26 am (ACI/Europa Press).-

El Prefecto de la Congregación para las Causas de los Santos, Cardenal Angelo Amato, será el representante del Papa Francisco en la Beatificación de los 500 mártires españoles que murieron en la persecución religiosa de los años 30 del siglo XX, y que tendrá lugar el 13 de octubre en Tarragona.

Así lo ha adelantado el portavoz de la Conferencia Episcopal Española, Mons. Juan Antonio Martínez Camino, que ha señalado que el Cardenal Amato será el "delegado del Santo Padre" para esta beatificación pues, desde 2005, no es necesario que sea el mismo Papa quien presida estos actos ni que se celebren en Roma (Italia).

Sobre la posibilidad de que acuda Francisco en persona, Mons. Martínez Camino ha indicado que "hay que darle un respiro" y ha informado de que la CEE no ha enviado una invitación formal al Papa Francisco para que visite España, aunque "hay previsiones para hacerla", pero ha precisado que algunos obispos sí que han enviado una invitación particular.

En el mensaje de los obispos con motivo de esta beatificación --que tendrá su propia página web 'www.beatificacion2013.com'--, los prelados indican que, al celebrar la memoria de estos mártires, la Iglesia desea ser "sembradora de humanidad y reconciliación" en una sociedad "azotada por la crisis religiosa, moral, social y económica, en la que crecen las tensiones y los enfrentamientos".

Además, proponen a los mártires como ejemplo para "apartarse de los ídolos de la ambición egoísta y de la codicia que corrompen la vida de las personas y de los pueblos" y "acercarse a la libertad espiritual que permite querer el bien común y la justicia aun a costa de su aparente inutilidad inmediata".

En este sentido, recuerdan que "el testimonio de miles de mártires y santos ha sido más fuerte que las insidias y violencias de los falsos profetas de la irreligiosidad y del ateísmo" y citan al Concilio Vaticano II para apuntar que la mejor respuesta al secularismo y al ateísmo contemporáneos es "el testimonio de una fe viva y madura" como la de estos mártires.

"El siglo XX ha sido llamado con razón 'el siglo de los mártires'", apuntan los obispos. En esta línea, precisan que desde 1987, cuando tuvo lugar la primera beatificación de los primeros de ellos -las carmelitas descalzas de Guadalajara-, han sido beatificados 1.001 mártires, de los cuales once han sido también canonizados.

"La Iglesia -remarcan- reconoce ahora solemnemente a este nuevo grupo como mártires de Cristo. Según el lema de esta fiesta, ellos fueron 'firmes y valientes testigos de la fe'".

Bienaventuranzas del Político







Por el siervo de Dios, cardenal François-Xavier Nguyên Van Thuân 
(1928-2002)

1. Bienaventurado el político que tiene un elevado conocimiento y una profunda conciencia de su papel.

El Concilio Vaticano II definió la política «arte noble y difícil» (Gaudium et spes, 73). A más de treinta años de distancia y en pleno fenómeno de globalización, tal afirmación encuentra confirmación al considerar que, a la debilidad y a la fragilidad de los mecanismos económicos de dimensiones planetarias se puede responder sólo con la fuerza de la política, esto es, con una arquitectura política global que sea fuerte y esté fundada en valores globalmente compartidos.

2. Bienaventurado el político cuya persona refleja la credibilidad.

En nuestros días, los escándalos en el mundo de la política, ligadas sobre todo al elevado coste de las elecciones, se multiplican haciendo perder credibilidad a sus protagonistas. Para volcar esta situación, es necesaria una respuesta fuerte, una respuesta que implique reforma y purificación a fin de rehabilitar la figura del político.

3. Bienaventurado el político que trabaja por el bien común y no por su propio interés.

Para vivir esta bienaventuranza, que el político mire su conciencia y se pregunte: ¿estoy trabajando para el pueblo o para mí? ¿Estoy trabajando por la patria, por la cultura? ¿Estoy trabajando para honrar la moralidad? ¿Estoy trabajando por la humanidad?

4. Bienaventurado el político que se mantiene fielmente coherente,

con una coherencia constante entre su fe y su vida de persona comprometida en política; con una coherencia firme entre sus palabras y sus acciones; con una coherencia que honra y respeta las promesas electorales.

5. Bienaventurado el político que realiza la unidad y, haciendo a Jesús punto de apoyo de aquélla, la defiende.

Ello, porque la división es autodestrucción. Se dice en Francia: «los católicos franceses jamás se han puesto en pié a la vez, más que en el momento del Evangelio». ¡Me parece que este refrán se puede aplicar también a los católicos de otros países!

6. Bienaventurado el político que está comprometido en la realización de un cambio radical,

y lo hace luchando contra la perversión intelectual; lo hace sin llamar bueno a lo que es malo; no relega la religión a lo privado; establece las prioridades de sus elecciones basándose en su fe; tiene una carta magna: el Evangelio.

7. Bienaventurado el político que sabe escuchar,

que sabe escuchar al pueblo, antes, durante y después de las elecciones; que sabe escuchar la propia conciencia; que sabe escuchar a Dios en la oración. Su actividad brindará certeza, seguridad y eficacia.

8. Bienaventurado el político que no tiene miedo.

Que no tiene miedo, ante todo, de la verdad: «¡la verdad –dice Juan Pablo II-- no necesita de votos!». Es de sí mismo, más bien, de quien deberá tener miedo. El vigésimo presidente de los Estados Unidos, James Garfield, solía decir: «Garfield tiene miedo de Garfield». Que no tema, el político, los medios de comunicación. ¡En el momento del juicio él tendrá que responder a Dios, no a los medios!

viernes, 19 de abril de 2013

Partido socialista español califica al cristianismo como una confesión intolerable




AICA, 19 Abr 2013

Como respuesta al discurso pronunciado el lunes por el presidente de la Conferencia Episcopal Española (CEE), cardenal Rouco Varela, la portavoz del PSOE en el Congreso, Soraya Rodríguez, amenazó con la denuncia de los Acuerdos de 1979 entre el Estado español y el Vaticano, al tiempo que acusó al Gobierno de “ceder” ante lo que considera el “chantaje” de la Iglesia Católica a la hora de reformar la ley del aborto. 
“No debe aprobarse la modificación del aborto, afirmó la portavoz socialista, siguiendo los dictados de una confesión religiosa intolerable y si hubo compromisos anteriores, indudablemente, abordaremos una reflexión a la revisión de estos acuerdos”

En rueda de prensa, Rodríguez criticó que la Iglesia haya recordado al Gobierno “que tiene algunos compromisos con ellos”, suscritos en el Concordato de la Santa Sede y el Ejecutivo, razón por la que defendió el término ‘chantaje’ para utilizarlo como recordatorio” de su contenido, con olvido de que se trata de un acuerdo internacional que vincula a todos los gobiernos, sean del color que sean.

Como informó AICA el lunes 15, el presidente de la Conferencia Episcopal Española (CEE), cardenal Antonio María Rouco Varela, recordó al Gobierno que “persiste la desprotección legal del derecho a la vida de los que van a nacer y persiste una legislación sobre el matrimonio gravemente injusta” así como la ausencia de protección adecuada para la familia y la natalidad, en especial, para las familias numerosas.

Igualmente, el cardenal Rouco destacó en su discurso de apertura de la Asamblea de la CEE que “la calidad de la enseñanza sigue dejando mucho que desear, siendo así que de ella depende en tan gran medida el futuro de la sociedad”. Para el cardenal, “los pasos dados en estos meses hacia la resolución de estos graves problemas resultan todavía insuficientes”.

En su declaración, señala la agencia Análisis Digital, la portavoz socialista, curiosamente, quiso olvidar que el Partido Popular se había comprometido en su programa electoral a reformar la ley heredada de la anterior legislatura socialista por considerar que iba en contra del espíritu y la letra de la doctrina sentada por el Tribunal Constitucional cuando abordó en 1985 la ley que entonces propuso el PSOE que condicionaba el aborto a tres supuestos concretos.

Igualmente, la señora Rodríguez, destacada por su pasión abortista, señaló que la reforma del aborto en la que trabaja el Gobierno –y de la el ministro de Justicia, Alberto Ruíz Gallardón, señaló que iba a suprimir el aborto eugenésico en caso de malformación– existe una voluntad para coartar la libertad de las mujeres.


miércoles, 17 de abril de 2013

Concepción católica de la política y semblanzas de estadistas cristianos




El Centro de Estudios Anacleto González Flores dictará un ciclo de conferencias durante el año en el que profundizará sobre la noción cristiana de la política y expondrá la vida de referentes insertos en el ambiente.

Las charlas, a cargo del doctor Rafael Breide Obeid y el padre Alfredo Sáenz SJ, comenzarán el miércoles 24 de abril con la disertación "La política a la luz de las Sagradas Escrituras" y una alocución sobre "Cristo Rey: la Realeza Social de Jesucristo".

El cronograma prevé para el miércoles 29 de mayo adentrarse en "El orden político" y la figura de "San Vladimir". 
Durante el año, se trabajará también sobre:
 "La cosmología y la política", 
"Las realizaciones del hombre con la naturaleza y su trascendencia en el orden jurídico", 
"Los actores y las etapas de la política", 
"El Príncipe en Maquiavelo - Rivadeneira - Fanelón" 
y el "Anticristo: recapitulador del mal; el poder secular anticristiano".

Asimismo, se recupera el testimonio de vida cristiana de san Luis Rey, san Fernando, Isabel la Católica, Hernandarias, Gabriel García Moreno y Antonio de Oliveira Salazar.

Las jornadas, organizadas por la Fundación Gladius, se desarrollarán de 19 a 21 en el colegio San Pablo (Pacheco de Melo 2300). 
Consultas: fundaciongladius@fibertel.com.ar; (011) 4393-0217.

AICA

lunes, 15 de abril de 2013

Homilía del Santo Padre





Basílica de San Pablo Extramuros
III Domingo de Pascua, 14 de abril de 2013




Queridos Hermanos y Hermanas:

Me alegra celebrar la Eucaristía con ustedes en esta Basílica. Saludo al Arcipreste, el Cardenal James Harvey, y le agradezco las palabras que me ha dirigido; junto a él, saludo y doy las gracias a las diversas instituciones que forman parte de esta Basílica, y a todos vosotros. Estamos sobre la tumba de san Pablo, un humilde y gran Apóstol del Señor, que lo ha anunciado con la palabra, ha dado testimonio de él con el martirio y lo ha adorado con todo el corazón. Estos son precisamente los tres verbos sobre los que quisiera reflexionar a la luz de la Palabra de Dios que hemos escuchado: anunciar, dar testimonio, adorar.

1. En la Primera Lectura llama la atención la fuerza de Pedro y los demás Apóstoles. Al mandato de permanecer en silencio, de no seguir enseñando en el nombre de Jesús, de no anunciar más su mensaje, ellos responden claramente: «Hay que obedecer a Dios antes que a los hombres». Y no los detiene ni siquiera el ser azotados, ultrajados y encarcelados. Pedro y los Apóstoles anuncian con audacia, con parresia, aquello que han recibido, el Evangelio de Jesús. Y nosotros, ¿somos capaces de llevar la Palabra de Dios a nuestros ambientes de vida? ¿Sabemos hablar de Cristo, de lo que representa para nosotros, en familia, con los que forman parte de nuestra vida cotidiana? La fe nace de la escucha, y se refuerza con el anuncio.

2. Pero demos un paso más: el anuncio de Pedro y de los Apóstoles no consiste sólo en palabras, sino que la fidelidad a Cristo entra en su vida, que queda transformada, recibe una nueva dirección, y es precisamente con su vida con la que dan testimonio de la fe y del anuncio de Cristo. En el Evangelio, Jesús pide a Pedro por tres veces que apaciente su grey, y que la apaciente con su amor, y le anuncia: «Cuando seas viejo, extenderás las manos, otro te ceñirá y te llevará adonde no quieras» (Jn 21,18). 

Esta es una palabra dirigida a nosotros, los Pastores: no se puede apacentar el rebaño de Dios si no se acepta ser llevados por la voluntad de Dios incluso donde no queremos, si no hay disponibilidad para dar testimonio de Cristo con la entrega de nosotros mismos, sin reservas, sin cálculos, a veces a costa incluso de nuestra vida. Pero esto vale para todos: el Evangelio ha de ser anunciado y testimoniado. Cada uno debería preguntarse: ¿Cómo doy yo testimonio de Cristo con mi fe? ¿Tengo el valor de Pedro y los otros Apóstoles de pensar, decidir y vivir como cristiano, obedeciendo a Dios? 
Es verdad que el testimonio de la fe tiene muchas formas, como en un gran mural hay variedad de colores y de matices; pero todos son importantes, incluso los que no destacan. En el gran designio de Dios, cada detalle es importante, también el pequeño y humilde testimonio tuyo y mío, también ese escondido de quien vive con sencillez su fe en lo cotidiano de las relaciones de familia, de trabajo, de amistad. Hay santos del cada día, los santos «ocultos», una especie de «clase media de la santidad», como decía un escritor francés, esa «clase media de la santidad» de la que todos podemos formar parte. Pero en diversas partes del mundo hay también quien sufre, como Pedro y los Apóstoles, a causa del Evangelio; hay quien entrega la propia vida por permanecer fiel a Cristo, con un testimonio marcado con el precio de su sangre. 

Recordémoslo bien todos: no se puede anunciar el Evangelio de Jesús sin el testimonio concreto de la vida. Quien nos escucha y nos ve, debe poder leer en nuestros actos eso mismo que oye en nuestros labios, y dar gloria a Dios. Me viene ahora a la memoria un consejo que San Francisco de Asís daba a sus hermanos: predicad el Evangelio y, si fuese necesario, también con las palabras. Predicar con la vida: el testimonio. La incoherencia de los fieles y los Pastores entre lo que dicen y lo que hacen, entre la palabra y el modo de vivir, mina la credibilidad de la Iglesia.

3. Pero todo esto solamente es posible si reconocemos a Jesucristo, porque es él quien nos ha llamado, nos ha invitado a recorrer su camino, nos ha elegido. Anunciar y dar testimonio es posible únicamente si estamos junto a él, justamente como Pedro, Juan y los otros discípulos estaban en torno a Jesús resucitado, como dice el pasaje del Evangelio de hoy; hay una cercanía cotidiana con él, y ellos saben muy bien quién es, lo conocen. 

El Evangelista subraya que «ninguno de los discípulos se atrevía a preguntarle quién era, porque sabían bien que era el Señor» (Jn 21,12). Y esto es un punto importante para nosotros: vivir una relación intensa con Jesús, una intimidad de diálogo y de vida, de tal manera que lo reconozcamos como «el Señor». ¡Adorarlo! El pasaje del Apocalipsis que hemos escuchado nos habla de la adoración: miríadas de ángeles, todas las creaturas, los vivientes, los ancianos, se postran en adoración ante el Trono de Dios y el Cordero inmolado, que es Cristo, a quien se debe alabanza, honor y gloria (cf. Ap 5,11-14). 

Quisiera que nos hiciéramos todos una pregunta: Tú, yo, ¿adoramos al Señor? ¿Acudimos a Dios sólo para pedir, para agradecer, o nos dirigimos a él también para adorarlo? Pero, entonces, ¿qué quiere decir adorar a Dios? Significa aprender a estar con él, a pararse a dialogar con él, sintiendo que su presencia es la más verdadera, la más buena, la más importante de todas. Cada uno de nosotros, en la propia vida, de manera consciente y tal vez a veces sin darse cuenta, tiene un orden muy preciso de las cosas consideradas más o menos importantes. Adorar al Señor quiere decir darle a él el lugar que le corresponde; adorar al Señor quiere decir afirmar, creer – pero no simplemente de palabra – que únicamente él guía verdaderamente nuestra vida; adorar al Señor quiere decir que estamos convencidos ante él de que es el único Dios, el Dios de nuestra vida, el Dios de nuestra historia.

Esto tiene una consecuencia en nuestra vida: despojarnos de tantos ídolos, pequeños o grandes, que tenemos, y en los cuales nos refugiamos, en los cuales buscamos y tantas veces ponemos nuestra seguridad. Son ídolos que a menudo mantenemos bien escondidos; pueden ser la ambición, el carrerismo, el gusto del éxito, el poner en el centro a uno mismo, la tendencia a estar por encima de los otros, la pretensión de ser los únicos amos de nuestra vida, algún pecado al que estamos apegados, y muchos otros. Esta tarde quisiera que resonase una pregunta en el corazón de cada uno, y que respondiéramos a ella con sinceridad: ¿He pensado en qué ídolo oculto tengo en mi vida que me impide adorar al Señor? Adorar es despojarse de nuestros ídolos, también de esos más recónditos, y escoger al Señor como centro, como vía maestra de nuestra vida.

Queridos hermanos y hermanas, el Señor nos llama cada día a seguirlo con valentía y fidelidad; nos ha concedido el gran don de elegirnos como discípulos suyos; nos invita a proclamarlo con gozo como el Resucitado, pero nos pide que lo hagamos con la palabra y el testimonio de nuestra vida en lo cotidiano. El Señor es el único, el único Dios de nuestra vida, y nos invita a despojarnos de tantos ídolos y a adorarle sólo a él. Anunciar, dar testimonio, adorar. Que la Santísima Virgen María y el Apóstol Pablo nos ayuden en este camino, e intercedan por nosotros.

Así sea.

sábado, 13 de abril de 2013

El Papa y el gobierno de la Iglesia






Ofrecemos a continuación el comunicado emitido hoy por la Secretaría de Estado:

“El Santo Padre Francisco, siguiendo una sugerencia surgida en el curso de las Congregaciones generales precedentes al cónclave, ha constituido un grupo de cardenales para aconsejarlo en el gobierno de la Iglesia universal y para estudiar un proyecto de revisión de la Constitución Apostólica “Pastor bonus” sobre la Curia romana.

Dicho grupo está compuesto por:

-Cardenal Giuseppe Bertello, Presidente de la Gobernación del Estado de la Ciudad del Vaticano.

-Cardenal Francisco Javier Errázuriz Ossa, arzobispo emérito de Santiago de Chile (Chile)

-Cardenal Oswald Gracias, arzobispo de Bombay (India).

-Cardenal Reinhard Marx, arzobispo de München und Freising (Alemania).

-Cardenal Laurent Monsengwo Pasinya, arzobispo de Kinshasa (República Democrática del Congo).

-Cardenal Sean Patrick O'Malley, O.F.M. Cap., arzobispo de Boston (EE.UU)

-Cardenal George Pell, arzobispo de Sydney (Australia).

-Cardenal Oscar Andrés Rodríguez Maradiaga, S.D.B., arzobispo de Tegucigalpa (Honduras), con funciones di coordinador.

-Monseñor Marcello Semeraro, obispo de Albano (Italia) con funciones de secretario.

La primera reunión colectiva del grupo se ha fijado del 1 al 3 de octubre de 2013. Su Santidad está desde ahora en contacto con los mencionados cardenales.

Ciudad del Vaticano, 13 abril 2013 (VIS).-

jueves, 11 de abril de 2013

Los cristianos y la política



John Henry Newman, Los arrianos del siglo IV


 “Los cristianos se apartan de su deber… no cuando actúan como miembros de una comunidad, sino cuando lo hacen por fines temporales o de manera ilegal; no cuando adoptan la actitud de un partido, sino cuando se disgregan en muchos. Si los creyentes de la Iglesia primitiva no interfirieron en los actos del gobierno civil, fue simplemente porque no disponían de derechos civiles que les permitiesen legalmente hacerlo. Pero donde tienen derechos la situación es distinta, y la existencia de un espíritu mundano debe descubrirse no en que se usen estos derechos, sino en que se usen para fines distintos de los fines para los que fueron concedidos.
Sin duda pueden existir justamente diferencias de opinión al juzgar el modo de ejercerlos en un caso particular, pero el principio mismo, el deber de usar sus derechos civiles en servicio de la religión, es evidente. Y puesto que hay una idea popular falsa, según la cual a los cristianos, en cuanto tales, y especialmente al clero, no les conciernen los asuntos temporales, es conveniente aprovechar cualquier oportunidad para desmentir formalmente esa posición, y para reclamar su demostración.
En realidad, la Iglesia fue instituida con el propósito expreso de intervenir o (como diría un hombre irreligioso) entrometerse en el mundo. Es un deber evidente de sus miembros no sólo asociarse internamente, sino también desarrollar esa unión interna en una guerra externa contra el espíritu del mal, ya sea en las cortes de los reyes o entre la multitud mezclada. Y, si no pueden hacer otra cosa, al menos pueden padecer por la verdad, y recordárselo a los hombres, infligiéndoles la tarea de perseguirlos.”