miércoles, 31 de agosto de 2022

EN MOMENTOS DECISIVOS PARA CHILE

 

 

Mons. Juan Ignacio González Errázuriz

 

Infocatólica, 30/08/22

 

Carta Pastoral de Monseñor Juan Ignacio González a los fieles de la Diócesis de San Bernardo, en momentos tan trascendentales para nuestra Nación en los que se votará la Nueva Constitución de Chile

 

Queridos hermanos y hermanas de la Diócesis de San Bernardo

 

1. En pocos días más deberemos tomar decisiones trascendentales para Chile. Los Obispos hemos iluminado, desde el Evangelio y la enseñanza de la Iglesia, sobre los temas esenciales del proyecto de nueva Constitución. Hay entre ellos algunos que son directamente contrarios a la enseñanza cristiana, como la introducción del aborto o interrupción del embarazo (art 61.2), la muerte digna (art.68), que implicará aprobar la eutanasia. En otros aspectos, se desconocen derechos esenciales de los padres, como el que tienen respecto a la educación de los hijos. Se impone una concepción acerca de la sexualidad que es contraria a la enseñanza de la fe cristiana (art. 40). No se considera el derecho a la objeción de conciencia, especialmente en el caso del aborto y se introduce una visión errada y única del hombre y la mujer, fundada en la ideología de género, que es anticristiana. En otras materias hemos señalado que cada ciudadano es libre para escoger sus opciones.

 

2. Fijemos nuestra atención en el tema del aborto y la eutanasia, los más graves y contrarios a la ética cristiana de la propuesta constitucional. Es evidente que la posición que una Constitución asuma ante ellos es un aspecto esencial para juzgar el valor ético de la misma en su totalidad. El aborto y la eutanasia son siempre un atentado grave contra el 5to. mandamiento de la ley de Dios. Un cristiano no puede nunca darle su apoyo. Hacerlo constituye una grave ofensa al Creador y un pecado gravísimo, como enseña el libro del Éxodo: «no quites la vida del inocente» (23,7) y Jesús recuerda en Mt. 5,21.

 

3. Nos enseña la Iglesia que: «el aborto y la eutanasia son crímenes que ninguna ley humana puede pretender legitimar. Leyes de este tipo no sólo no crean ninguna obligación de conciencia, sino que, por el contrario, establecen una grave y precisa obligación de oponerse a ellas mediante la objeción de conciencia. En el caso pues de una ley intrínsecamente injusta, como es la que admite el aborto o la eutanasia, nunca es lícito someterse a ella, ni participar en una campaña de opinión a favor de una ley semejante, ni darle el sufragio del propio voto» (San Juan Pablo, Evangelium vitae, 73). Todo ciudadano tiene en sus manos impedir que el aborto y la eutanasia sean consagrados en la misma Constitución de nuestra Patria.

 

4. Algunas personas se preguntan acerca de cómo proceder ante esta disyuntiva: mientras hay materias con las que están de acuerdo en el texto propuesto, no lo están con la inclusión del aborto y la eutanasia. Otros, señalan que, en realidad, ellos nunca se prestarían para colaborar o amparar el aborto en la legislación que vendría después y que, por tanto, la norma establecida no los alcanza o afecta. Como Obispo de la Iglesia Católica tengo la obligación ante Dios de señalar a los fieles que dicho razonamiento es errado y contrario a las enseñanzas de la Iglesia. Dar su voto a un texto que consagra directamente como un derecho el aborto y la eutanasia es cooperar al mal moral y ayudar a su difusión.

 

5. Hay elementos esenciales de ética cristiana que no pueden ser vulnerados voluntariamente a cambio de afirmar otros valores, por positivos que éstos se consideren. Un principio fundamental para dilucidar esta posible duda es aquel que señala que no es lícito colaborar en algo objetivamente malo para obtener un bien; es decir, el fin no justifica los medios. Tampoco es lícito razonar diciendo que, por estar en contra del aborto y la eutanasia en toda circunstancia, se queda exceptuado o exculpado moralmente de las consecuencias que luego se sigan de aprobar un texto constitucional que los establece. El aborto y la Eutanasia no pueden ser transados o intercambiados por otros bienes, incluso objetivos, que pueden estar contenidos en el proyecto de nueva Constitución.

 

6. Llegan en la vida de los cristianos momentos en que el testimonio y la coherencia pueden adquirir una exigencia heroica, cuyas consecuencias puede traernos males y críticas, pero que, ante los ojos de Dios, son motivo de alabanza, alegría y fidelidad. Pidamos al Señor y a Nuestra Madre del Carmen tener el coraje y la sabiduría para defender las verdades esenciales sobre la dignidad de la persona humana. Dios es el único testigo íntimo de nuestras decisiones y El mismo nos tomará cuenta de ellas al final de nuestros días.

 

+Juan Ignacio González Errázuriz

Obispo de San Bernardo

San Bernardo, 28 de agosto de 2022

BUCAREST 1974

 

 la conferencia de la ONU en la que Argentina enfrentó y venció al malthusianismo

 

Pablo Yurman

 

Infobae, 31 de Agosto de 2022

 

Auspiciada por la ONU y con la asistencia de delegados de numerosos países, del 19 al 30 de agosto de 1974, se celebró en Bucarest, Rumania, la Conferencia Mundial de Población. En plena Guerra Fría, con el telón de fondo del enfrentamiento ideológico protagonizado, por un lado, por los Estados Unidos y sus aliados a la cabeza del bloque liberal-capitalista, y, por el otro, la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS) y los Estados bajo sistemas marxistas-colectivistas, esos “enemigos” habrían de unirse para dejar en evidencia, inesperadamente, un nuevo (¿acaso el de siempre?) antagonismo: el Norte (rico y desarrollado) contra el Sur (pobre y subdesarrollado). La grey seguidora de Karl Marx y la discípula de Adam Smith dejaban a un lado sus diferencias para hacer frente común a un desafío emergente.

 

La investigadora Susana Novick lo explica así: “La conferencia consideró las políticas y programas de acción necesarios, en materia de población, para promover el bienestar y el desarrollo de la humanidad; como así también los problemas demográficos fundamentales y su relación con el desarrollo económico y social. La importancia de ella residió en que fue la primera reunión sobre población que excedía los estrechos límites de la ciencia demográfica y se proponía acciones y políticas concretas a nivel mundial” (“La posición argentina en las tres conferencias mundiales sobre población”, Instituto de Investigaciones Gino Germani, Facultad de Ciencias Sociales, UBA).

 

Un grupo de países, liderados por la posición argentina, formularon numerosas enmiendas al proyecto antinatalista promovido por las grandes potencias

 

El punto es que, con independencia de las buenas intenciones que surgirían, en apariencia, de lo señalado, la Secretaría General de la Conferencia elaboró un borrador de declaración final, conocido como “Plan de Acción Mundial sobre Población”, en base a documentos elaborados en las reuniones preparatorias de la Conferencia, instrumento que empezó a circular entre las delegaciones de los distintos países.

 

El contenido del proyecto dejó en evidencia la ideología que inspiraba a los delegados de los países del Norte industrializado, sin importar que fueran capitalistas o marxistas, ya que en esto hubo sugestivas coincidencias y sería severamente cuestionado por un grupo de países que, liderados por la posición argentina en la Conferencia, formularon numerosas enmiendas al proyecto, lo que resultó, en los hechos, en la elaboración de un nuevo documento sobre otros ejes ideológicos completamente distintos a los imaginados desde la Casa Blanca y el Kremlin.

 

Los países dominantes del Hemisferio Norte –pero específicamente EEUU y Europa Occidental- partían de la premisa ideológica falsa propuesta a comienzos del siglo XIX por el economista británico Thomas Malthus, según la cual “en el mundo no hay lugar suficiente para todos” y por tal motivo, como nos recuerda Novick, “la tendencia de todos los documentos fue mostrar como alarmante el crecimiento de la población y pregonar el control de la natalidad como solución ante los problemas de escasez de alimentos y bajo nivel de desarrollo de ciertos países”.

 

“Sin embargo -sigue Novick- los países del mundo considerados más pobres unieron sus esfuerzos en pos de conseguir que no se tratara de implementar una única solución ante un problema que, más que demográfico, era económico y social.”

 

Vale decir que, de acuerdo a los documentos preparatorios que circularon entre las delegaciones, según la mirada del Norte ya industrializado, la ayuda al Sur subdesarrollado no pasaba –por ejemplo- por otorgar créditos blandos para infraestructura básica, desarrollos agrícolas, radicación de industrias, ayudas concretas en salud y educación, etc. No, la ayuda a los pobres pasaba, sola y exclusivamente, por repartir anticonceptivos y evitar el crecimiento poblacional. Es por esta razón que a partir de ese momento se comenzó a hablar en ciertos sectores (sobre todo de la izquierda sudamericana) de “imperialismo contraceptivo” a esta curiosa, y por cierto racista, forma de entender la “ayuda” a los países periféricos. En otros términos, ante el dilema de una mesa con porciones de alimento limitadas, algunos de antemano manejaban como único plan posible, la eliminación de comensales. Otros, en cambio, propondrán tratar de ampliar la mesa sin eliminar comensales.

 

En dicha Cumbre tuvo destacada actuación la comisión argentina, que venía preparándose desde meses antes con la intervención personal de quien había sido Ministro del Interior hasta pocos días antes, Benito Llambí, quien finalmente no viajó a Rumania. En sus memorias publicadas décadas después, con el título Medio siglo de política y diplomacia, Llambí escribió: “La Argentina había carecido por muchos años de una política poblacional. Procurábamos subsanar esa falencia lo más rápidamente. Se había trazado una meta: llegar al año 2000 con cincuenta millones de habitantes.”

 

La comisión argentina en Bucarest no hará más que llevar a ese foro internacional, y sobre un tema tan sensible, la posición previamente asumida e implementada por el gobierno de Juan Domingo Perón, continuada por la presidente María Estela Martínez de Perón luego del fallecimiento del líder en julio de ese mismo año. Como se señaló en una nota anterior en Infobae, ya en el Plan Trienal (1974/77), “se advertía de las ‘serias consecuencias sociales (del envejecimiento de la estructura poblacional) en lo referente a la vitalidad del país y de las perspectivas para su futuro”.

 

Para sorpresa de los delegados norteamericanos, la Argentina propuso más de sesenta enmiendas al borrador, que prácticamente lo convertían en otro documento distinto del pergeñado en la oficina oval de la Casa Blanca. También los Estados Unidos de Norteamérica vivían horas de agitación interna en lo institucional. El presidente Richard Nixon había renunciado el 9 de agosto tras el escándalo “Watergate”. Sin embargo, la posición norteamericana en Bucarest estaba garantizada dado que el Secretario de Estado, Henry Kissinger, seguía en el estratégico puesto bajo la presidencia de Gerald Ford.

 

Los ejes de la contrapropuesta argentina pasaban por los siguientes puntos: que la definición de políticas demográficas son parte de la soberanía propia de cada nación; que la superpoblación, como problema, es ajeno no sólo a nuestro país sino a todo el continente americano siendo, en cambio, un problema la mala distribución de su escasa población; que los procesos migratorios, convenientemente regulados, son fuente de riqueza y crecimiento para las sociedades y no al revés; finalmente, y quizás el punto más conflictivo en donde quedaba demostrado el choque de miradas antropológicas y filosóficas antagónicas, que las medidas que propone el Plan para superar las dificultades del alto crecimiento de población para los países en vías de desarrollo son todas de carácter limitativo de su población, pero en cambio no se mencionan otras medidas de tipo económico, comercial y financiero que estas naciones han reclamado reiteradamente.

 

Como bien razona Novick, “Estados Unidos, el gran perdedor de esta Conferencia, se decidió por el control de los nacimientos y la planificación familiar; posiblemente confiaba en que el Plan no se modificaría, pero sucedió lo contrario. A pesar de la preparación y de los medios disponibles de su delegación, su falta de habilidad política fue clara y quedó muchas veces en posición desairada.”

 

Por supuesto que Henry Kissinger no se cruzaría de brazos. Tiempo después dejaría sentado por escrito, en un documento del Departamento de Estado que sería desclasificado años más tarde, que los objetivos estratégicos puestos sobre la mesa en Bucarest no sufrirían modificación alguna en cuanto al objetivo de detener el crecimiento de la población de los países en desarrollo y preservar, así, las reservas naturales para un club selecto de naciones que ya habían logrado su desarrollo industrial y agotado en buena parte los recursos naturales necesarios para ello. Sólo sería cuestión de cambiar la estrategia, sobre todo la comunicacional.

 

Fue la última ocasión en la que nuestro país, con una clara política interna de fomento del crecimiento poblacional, supo ser actor protagónico y no mero espectador de las decisiones de otros en el ámbito de la política internacional.

¿ATEISMO CATÓLICO?

 

LES PRESENTO MI NUEVO LIBRO

 

Stefano Fontana

 

 "Ateísmo Católico. Cuando las ideas engañan a la fe" , Fede & Cultura, Verona 2022.

 

Es inusual que un autor presente su propio libro. Esta tarea suele estar reservada para los editores. Esta vez, sin embargo, me gustaría hacer una excepción por dos razones. El primero es el título del libro: "¿Ateísmo católico?" -, que puede parecer arriesgado y provocador, a pesar de la atenuación que produce el signo de interrogación. Un título tan exigente y engorroso no podía dejarse explicar a otros. La segunda razón es que este título y este libro concluyen el recorrido de todos mis libros recientes, desde Filosofía para todos hasta Filosofía cristiana . Después de todo, todos trataban de un solo tema, de hecho, el ateísmo católico. Todos se enfrentan al problema de qué sucede cuando la fe se sirve de una filosofía equivocada, incompatible con ella y capaz de distorsionar sus contenidos. Más específicamente: ¿qué sucede cuando la fe se basa en una filosofía atea?

 

Este problema verdaderamente fundamental surge bajo dos condiciones, sin las cuales ni siquiera se percibe. La primera de estas condiciones es que la fe católica necesita la razón filosófica con la que debe relacionarse por su misma esencia. Esta es la condición según la cual la fe católica presenta a la razón filosófica, con la que necesariamente entra en relación, sus propias condiciones de verdad, a partir de las cuales descarta las filosofías inadecuadas y trata de relacionarse con la filosofía natural del ser humano. espíritu, el único verdadero. La segunda de estas dos condiciones es que haya un ateísmo filosófico, una filosofía atea, que contradice radicalmente esas exigencias de verdad de la fe, hasta el punto de que si fuera utilizada por la fe se produciría el cortocircuito de un ateísmo católico. En mis libros, y en particular en este último, hago mías estas dos condiciones, porque no son condiciones mías, sino de la "filosofía cristiana", es decir, de la manera correcta de entender la relación entre fe y razón.

 

Las dos condiciones que acabamos de ver están hoy negadas y por eso este nuevo libro mío, como los anteriores, puede resultar molesto, partiendo del molesto concepto del ateísmo católico, que arroja una sombra de sospecha sobre muchos teólogos contemporáneos, muchos de los cuales son altos prelados de la Iglesia Católica. Al leerlo, uno termina preguntándose en qué medida el ateísmo católico está muy extendido en la Iglesia. Por lo tanto, niegas las dos condiciones, pero ¿negadas por quién?

 

Ante todo negado por la filosofía que remite a los presupuestos de la modernidad filosófica. El ateísmo filosófico se trata de dar los primeros pasos en la filosofía de tal manera que es imposible pensar en Dios Ahora, la filosofía de la modernidad ha hecho precisamente eso. Ciertamente, negó a Dios en sus conclusiones, completas con voluminosos tratados, pero ya había negado a Dios en sus primeros pasos, en sus, como dicen los expertos, "principios". El problema del comienzo es fundamental en la filosofía: si en su primer grito la filosofía emprende un camino que niega a Dios, en el sentido de que no puede permitir el conocimiento de Dios, entonces ya no podrá volver atrás, si no por negarse a sí mismo, cosa que pocos filósofos tienen el coraje de hacer. La filosofía moderna es "atea" aunque muchos de sus filósofos fueran cristianos, como Kant, o incluso católicos, como Descartes. Porque el ateísmo católico no se trata de una actitud subjetiva, sino de la lógica atea dentro de las categorías conceptuales que se asumen. Es un ateísmo epistémico, teórico, conceptual. Dado que el pensamiento moderno parte de la creencia de que nada existe más allá del pensamiento, Dios se vuelve impensable y el "principio de inmanencia" vinculará todos los demás pasos del camino filosófico posterior.

 

La religión protestante también niega las condiciones que hemos visto más arriba, ya que no reconoce que la fe exprese exigencias veraces que interpelen al filósofo a través de sus dogmas, ni cree que la filosofía pueda ser atea o teísta, según cómo se origine. Lutero, al separar fe y razón, sienta las bases de la modernidad filosófica -aunque no fuera filósofo- porque hace la fe indiferente a su propia verdad -una fe sin dogmas- y por tanto también indiferente a la verdad de la filosofía, con la que no tiene necesidad de una relación esencial. La influencia del protestantismo en la modernidad filosófica es enorme y la lista de filósofos de origen protestante sería muy larga. Sin embargo, también fue enorme la influencia de la reforma protestante y su teología sobre la teología católica, que hoy poco se diferencia, al menos en sus líneas más modernizadas, de la protestante.

 

Con esta última mención he planteado indirectamente el gran problema que se esconde bajo el inquietante título de ateísmo católico. La asunción en teología -hablo de la teología académica pero también de los simples fieles influidos por la primera- de una filosofía atea separa irremediablemente la fe como acto personal y la fe como contenido creído o dogma. Nacerá una fe sin dogmas, basada en las buenas prácticas personales, los teólogos católicos exaltarán a Kant e imitarán su “pietismo”, es decir, la reducción de la fe al buen comportamiento social, argumentarán que los dogmas son compatibles con cualquier enfoque filosófico, en los seminarios todas las filosofías se enseñarán indiferentemente, los sacerdotes y obispos hablarán muchos idiomas diferentes, el concepto de herejía se convertirá en algo positivo, y todos nosotros, cuando hablemos entre nosotros, ya no podremos distinguir el acto subjetivo de fe de nuestro interlocutor con lo que nos está diciendo de contenido doctrinal, para que la buena fe sustituya a la fe. Con el ateísmo católico es posible que uno sea subjetivamente de buena fe y objetivamente piense y opere como ateo.

 

Observatorio Cardenal Van Thuan, 31-8-2022

lunes, 29 de agosto de 2022

ALEGRÍA EN LA FAMILIA SALESIANA


 por la próxima canonización de Artémides Zatti

 

AICA, 29 DE AGOSTO, 2022

 

El 9 de octubre el papa Francisco canonizará a Artémides Zatti, el primer salesiano coadjutor no mártir, que llevó adelante toda su obra personal, profesional y pastoral en territorio argentino.

 

El camino a la canonización

Después de que la Santa Sede concediera el nulla osta el 1 de junio de 1979, la Investigación Diocesana se celebró en la Curia Episcopal de Viedma (Argentina) del 22 de marzo de 1980 al 17 de mayo de 1982.

 

El 14 de diciembre de 1984 se emitió el Rescripto sobre la validez de la investigación diocesana. La positio super virtutibus se entregó en 1991. El Congreso Peculiar de Consultores Teológicos, celebrado el 25 de octubre de 1996, dio una respuesta positiva a la duda sobre las virtudes heroicas del Siervo de Dios. La sesión ordinaria de cardenales y obispos del 8 de abril de 1997 se pronunció en el mismo sentido.

 

El 7 de julio de 1997, San Juan Pablo II autorizó a la Congregación a promulgar el Decreto sobre las virtudes heroicas de Artémides Zatti. El hecho extraordinario de beatificación se produjo el 18 de abril de 1980 a favor de un joven salesiano. Se trataba de la recuperación inesperada e inexplicable de "complicaciones infecciosas graves tras una apendicitis purulenta, con múltiples localizaciones abdominales y pleurales; sepsis generalizada y etiología polimicrobiana; estado de inmunodepresión grave".

 

La Investigación diocesana sobre el milagro se celebró en la curia eclesiástica de Buenos Aires del 14 de abril al 14 de mayo de 1998. La Congregación para las Causas de los Santos reconoció la validez jurídica de esta investigación con un decreto del 20 de noviembre de 1998.

 

El 9 de marzo de 2000, el Consejo Médico juzgó el hecho científicamente inexplicable. Con un resultado positivo, el caso fue examinado por los Consultores Teológicos el 27 de octubre del 2000.

 

En la sesión ordinaria del 6 de febrero de 2001, los cardenales y obispos lo reconocieron como un verdadero milagro, atribuido a la intercesión de Artémides Zatti. La promulgación del decreto super miro tuvo lugar el 24 de abril de 2001.

 

La solemne beatificación fue celebrada por San Juan Pablo II en la Plaza de San Pedro el 14 de abril de 2002.

 

En agosto de 2016, la Postulación presentó el caso de la milagrosa recuperación del "ictus isquémico cerebeloso derecho, complicado con lesión hemorrágica voluminosa".

 

La investigación diocesana se celebró en el Tribunal Eclesiástico de Lipa, en Filipinas, del 4 al 10 de marzo de 2018. La validez legal de esa Investigación fue concedida por la Congregación para las Causas de los Santos el 1 de junio de 2018.

 

La Consulta Médica celebrada el 1 de julio de 2021 reconoció la inexplicabilidad científica del caso examinado. El 16 de diciembre de 2021, los consultores teológicos decidieron por unanimidad acerca del milagro y su atribución a la intercesión del beato Artémides Zatti. La sesión ordinaria de cardenales y obispos llegó a las mismas conclusiones el 5 de abril de 2022. El Santo Padre Francisco autorizó entonces la promulgación del Decreto super miraculo el 9 de abril de 2022.

 

En esta oportunidad el rector mayor de los Salesianos, Don Ángel Fernández Artime, expresó: “Estamos profundamente agradecidos a Dios y al Santo Padre Francisco. En la Familia Salesiana, en la Iglesia argentina, en particular la diócesis de Viedma, en Italia, en Boretto, su pueblo natal, se respira hoy un clima de gran entusiasmo”.

 

¿Quién fue Artémides Zatti?

Artémides Zatti nació en Boretto, al norte de Italia, el 12 de octubre de 1880 en el seno de una numerosa familia campesina. Luis y Albina Vecchi eran sus padres. Como muchos italianos de esa época, la familia Zatti quiso evitar la creciente desocupación europea. Por eso, viajaron a la Argentina en 1897 y se instalaron en Bahía Blanca, lugar donde vivía un tío desde hacía un tiempo.

 

El 18 de febrero de 1911 Artémides Zatti hizo su profesión religiosa como salesiano coadjutor. Fue un enfermero y religioso salesiano, que durante cincuenta años se dedicó a la atención de los pobres y enfermos de Viedma, Río Negro. Allí dirigió el hospital “San José”, en la Patagonia argentina.

 

Zatti, nunca dejó de moverse en bicicleta, visitando a los enfermos más allá de la distancia o del viento y frío patagónico. En su hospital tenían privilegios los pobres, que recibían atención gratuita, y los enfermos que no eran queridos en otros lugares.

 

En 1914 recibió la ciudadanía argentina. Durante toda su vida estudió y se formó en el ámbito de la salud, recibiendo en 1948, a los 67 años, su matrícula de “Enfermero” en la Universidad de La Plata.

 

Años más tarde, el 19 de julio de 1950, al caerse accidentalmente de una escalera se le empezaron a manifestar los síntomas de un cáncer. A pesar de esto, continuó con el cuidado de los enfermos más pobres hasta que su enfermedad lo incapacitó. Luego de 48 años de trabajo en el Hospital San José y con 40 años de Salesiano de Don Bosco, falleció el 15 de marzo de 1951 a los 70 años de edad. Sus restos descansan hoy en la parroquia San Juan Bosco de la ciudad de Viedma.+

DE WASHINGTON A BUENOS AIRES


 

Monseñor Héctor Aguer

 

Infocatólica, 29/08/22

 

La Corte Suprema de los Estados Unidos ha dado un paso de importancia mundial en la lucha contra el «crimen abominable» del aborto. Esta calificación tan dura procede del Concilio Vaticano II (1962-1965), que definió así a la liquidación de los niños por nacer. Esta última expresión, designación «niño» al fruto de la concepción, desde el embrión inicial y en cualquier grado del desarrollo intrauterino, responde a las perspectivas abiertas por las ciencias; pienso en primer lugar en los estudios de embrión del profesor Jerôme Lejeune. Según la doctrina teológica, es el alma espiritual la que preside e impulsa el crecimiento de esa criatura, que ya Platón estimaba que se mueve «desde dentro». El máximo Tribunal norteamericano, en su actual composición debida al presidente republicano Donald Trump, revocó el histórico fallo Roe vs. Wade, de 1973, que establecía el derecho constitucional de eliminar al fruto de la concepción.

Millones de niños perdieron la vida antes de nacer durante ese período de medio siglo, y el influjo de esa política asesina se extendió a todo el mundo. Por eso, la decisión de revocar aquel fallo tiene una dimensión histórica; ya varios Estados del país del Norte han promulgado disposiciones antiabortistas, entendiendo que el caso Roe vs. Wade estaba atrozmente equivocado desde el principio. Efectivamente, no tenía base en el texto constitucional, que fue manipulado, pues para interpretarlo se debía tomar en cuenta la conciencia que reinaba en la sociedad y no solo lo que los constituyentes quisieron decir. Ahora bien, en 1973 la sociedad pensaba mayoritariamente que el aborto estaba mal. Además, aquella decisión que establecía la interrupción del embarazo como un

Ahora, a partir de la revocación, en Oklahoma se prohíbe el aborto después de la sexta semana. Asimismo, la gobernadora de Dakota del Sur planea convocar una sesión legislativa especial «para salvar vidas». Después de casi 40 años, Michigan propone restaurar la prohibición casi total. En realidad, tratándose de un país confederado, los Estados se encuentran fuertemente divididos ante la cuestión. Una encuesta reciente de ABC News-Washington encontró que poco más de la mitad de los estadounidenses apoyan el viejo fallo permisivo de 1973. Este hecho estadístico muestra el efecto perdurable de una campaña abortista bien urdida y de la legislación favorable; pasará un tiempo todavía para que las nuevas medidas y el trabajo de los grupos «pro-life» modelen diversamente el alma de la sociedad norteamericana.

 

El Presidente Joe Biden lanzó durísimos ataques contra la Corte Suprema y la acusó de ejercer un poder político que «quita las libertades y la autonomía personal». El mandatario demócrata es un conocido abortista, aunque sea católico practicante; esa actividad suya lo convierte en un pecador público al que debería prohibírsele la comunión eucarística. Nancy Pelosi, Presidente de la Cámara de Representantes, también abortista, tiene prohibido comulgar en su diócesis, pero lo hace en otra. Este hecho muestra la ambigüedad de la posición eclesial. El presidente Biden no se limitó a criticar a la Corte, sino que ordenó al Fiscal General que reúna una fuerza de abogados voluntarios que defiendan a pacientes, médicos y clínicas en todo el país, y que busquen cómo ofrecer abortos legalmente. Es evidente que interpreta y asume la posición predominante de sectores del Partido Demócrata.

 

Se ha pretendido afirmar que la juventud quiere la libertad de abortar, y se utiliza la influencia de ciertas figuras públicas, en particular actrices y cantantes --mujeres sobre todo- con llegada a la actual generación, para impulsar a los jóvenes a reclamar la aprobación de la libertad de abortar. En nuestro país, durante la discusión previa a la promulgación de la Ley Nacional 27.610, fue impresionante la ola de pañuelos verdes (símbolo adoptado por el sector abortista). Daba pena ver a las alumnas de colegios católicos identificadas con esa señal. El populismo gobernante, claramente amoral, quiso satisfacer a quienes se plegaron a la moda, mejor aún, ha utilizado a esa parte minoritaria de la población.

 

La nueva posición de la Corte Suprema norteamericana despertó también en la Argentina a muchos jóvenes y les permitió percibir el mecanismo engañoso empleado por el gobierno para cubrir y ocultar las verdaderas necesidades económicas y educativas, y las cada vez más escasas posibilidades de futuro que se ofrece a la juventud. Es muy triste comprobar cuántos, si pueden, emigran. El reclamo a favor del aborto fue una agitación de la burguesía y de mujeres ideologizadas, universitarias especialmente; llama la atención la incomprensión de los partidos de izquierda y es patético verlos apoyando una posición capitalista. Los pobres, las mujeres pobres, que suelen ser víctimas de la presión social y de la propaganda, no fueron consultados.

 

El actual presidente argentino es un confeso abortista. Estimo que se considera católico, aunque no parece ser practicante. Hace un par de años, con ocasión de una visita al Sumo Pontífice, participó en Roma de una misa celebrada por un arzobispo argentino, y junto con su actual pareja (Primera Dama, como lo anunciaba antes el ceremonial), recibió la Sagrada Eucaristía. Por varias razones habría que aconsejarle que no lo vuelva a intentar, explicándole claramente el por qué. Es de esperar que no se considere obligado por el mito que hace de la Argentina un país católico. El artículo 2º de la Constitución Nacional prescribe al gobierno federal sostener el culto católico. Pero esa sabia decisión de los constituyentes de 1853, que felizmente ha sido mantenida por las sucesivas reformas, no obliga a los presidentes a practicar este culto, menos ahora, que se ha despojado al cargo presidencial de la obligación de la catolicidad personal del mandatario. Estas ambigüedades son las propias de una confusa identidad nacional; así vamos todavía, a los tumbos.

 

La lucha contra la amenaza de una ley abortista fue llevada adelante por las instituciones y grupos pro-life, que proclamaron la necesidad de que se dé a todos la posibilidad de vivir; el derecho a la vida es el fundamento de los demás derechos humanos. En agosto de 2018 fracasó el intento de imponer la autorización a interrumpir la vida de los niños en gestación, gracias a la intensa campaña a favor de «las dos vidas», los hijos y sus madres. En la sesión del Senado nacional del 9 de agosto, el proyecto de muerte fue rechazado por 38 votos contra 31. Pero dos años después, el debate sobre lo que debía ser indebatible se impuso y se concretó en la Ley Nacional 27.610, que autoriza lo que eufemísticamente se llama «interrupción legal del embarazo».

En el primer año de vigencia de esta medida se practicaron 64.164 abortos, más del doble de la mítica cifra de 30 mil presuntos «desaparecidos» durante la dictadura militar (1976-1983). Solo que nadie hizo duelo por esos argentinos asesinados antes de nacer. Recuerdo aquella jornada final, mientras se aguardaba la decisión final del Senado, que debía definir sobre la media sanción favorable de la Cámara de Diputados. Fue una noche de fervor esperanzado en la que se destacaba la presencia entusiasta de miles de jóvenes y de familias, identificados con el color celeste, que era el símbolo distintivo de la posición a favor de la vida. Señalo la presencia de un grupo de pastores evangélicos, con los cuales tuve ocasión de departir, que se destacaron con gran lucidez y valentía en la discusión previa para evitar el paso mortal que la politiquería hizo dar a la legislación argentina.

 

Ahora estamos en condiciones de nuevo. Así como en Estados Unidos se ha enmendado aquel fallo fatal de 1973, ¿por qué no se podrá lograr que el Congreso, o la Justicia en su máxima instancia, revoquen una ley anticonstitucional y contraria a los hallazgos seguros de las ciencias y a los tratados internacionales que establecen las condiciones personal del embrión y su derecho a la vida? Las buenas noticias que proceden de Washington repican como campanas en Buenos Aires, convocando a renovar la militancia a favor del derecho a la vida desde la concepción y contra la legalización de lo que el Concilio Vaticano II llamó, junto con el infanticidio, crimen abominable.

 

La triste situación de la derrota no debe paralizar el compromiso de lucha, que impone la ambición de crear en la sociedad la conciencia de la gravedad de lo que se encuentra en juego. La democracia electoralista y mendaz que se practica en la Argentina y que mantiene casi a la mitad de la población en la pobreza, debería exigir que los candidatos se definan claramente antes de cualquier elección: que se atrevan a decir: «yo soy partidario del aborto», o bien «yo me comprometo a luchar por la derogación de la ley abortista». ¡Basta de hipocresía!

 

En la nueva etapa habrá que aprontar los mejores argumentos al servicio de la verdad. Es preciso exponer en lenguaje sencillo las indiscutibles afirmaciones de las ciencias biológicas, como también la realidad del síndrome post-aborto que conocen muy bien psicólogos y psiquiatras, lo mismo que los consejeros religiosos y los confesores, en relación con la condición femenina y su vocación de apertura a la comunicación de la vida. Tampoco hay que descuidar la problemática social y demográfica. Sobre esta última dimensión existen ejemplos notables.

Un país abortista como Francia, busca ahora incrementar los nacimientos, como un medio para aliviar la grave cuestión de todo orden que plantea el envejecimiento de la población. Igualmente China ha abandonado la política del hijo único: el incremento de la población nacional es un problema político: es imprescindible para sostener el crecimiento de la sociedad y la grandeza nacional. Este aspecto de la cuestión debería ser de importancia estratégica en un país despoblado como el nuestro; según el censo reciente la proporción poblacional es de 17 habitantes por kilómetro cuadrado. Aunque parezca mentira, el aborto es contrario al patriotismo.

 

La situación de la mujer debe ser una preocupación fundamental, especialmente las que viven en condiciones desfavorables o atraviesan un embarazo vulnerable. Existe una Red Nacional de Acompañamiento, que tiende una mano amiga en circunstancias de peligro; los grupos pro-life deben incorporar este aspecto de la cuestión de manera que por ejemplo las jóvenes que cursan un embarazo no deseado reciban la ayuda necesaria para llegar al nacimiento de su bebé. En relación con estas situaciones, es preciso simplificar los trámites para la adopción, de modo que siempre pueda ofrecerse esta solución. El respeto y el amor a la vida son sentimientos que encuentran su lugar en una cultura verdaderamente humana.

 

El Episcopado Argentino persevera en la posición que yo llamo críticamente «extremismo de centro». Lamentablemente no se puede esperar de él una reacción ante la oportunidad que se abre a partir del cambio producido en Norteamérica. Es lamentable que los obispos no apoyen a los movimientos que trabajan para salvar «las dos vidas»; desconfían de ellos. Militar conta el aborto es considerado «extremismo de derecha». Claro, es la visión propia de otro extremismo, el «de centro». No descarto que puedan darse exageraciones en la posición entusiasta a favor de los niños por nacer. Lo que correspondería en esos casos es comprender y corregir pastoralmente. Finalmente, la actitud reticente y aun contraria del episcopado resulta de una desviación ideológica que menoscaba la doctrina tradicional de la Iglesia; expuesta reiteradamente por San Juan Pablo II.

En cambio, considero que los cristianos evangélicos pueden plegarse masivamente a la lucha que propongo. No tenemos nada que perder, al contrario; la peor batalla es la que no se empeña. El problema del aborto es primeramente científico y no religioso; sin embargo a él se aplica el mandato bíblico «no matarás». Si bien el primer planteo de la cuestión ha de ser científico y sociológico, la dimensión religiosa viene a reforzar los otros argumentos y resulta decisiva para los creyentes y para muchísimas personas de buena voluntad.

TRES CRISTIANISMOS FALSOS


 pietista, onegero y sincretista

 

Eulogio López

 

Hispanidad, 28/08/22

  

 

En esta etapa fin de ciclo, la Iglesia no afronta un reto, sino varios. Si no supiéramos que resistirá hasta el fin del mundo y más allá, deberíamos concluir que en cualquiera de ellos se juega el ser o no ser.

 

La Iglesia pietista es la que menos me preocupa, aunque sea la que más titulares genera. La sociedad de la imagen tiene esas bromas: la imaginación se convierte en poder, y con ella llega la exaltación del sentimiento. Es una tónica donde confluyen progresistas y conservadores, sea lo que sea lo que eso suponga.

 

Hay otro pietismo más preocupante. Es el que palparán en ese amante del arte, enamorado, por ejemplo, de las procesiones de Semana Santa. Es decir, aquel que pretende convertir la fe en arte, o en cultura y que, sin entender una miaja del sacrificio redentor, se conoce todas las cofradías de la ciudad, en especial aquellas carentes de vida sacramental alguna.

 

El cristianismo pietista, no obstante, me parece escasamente peligroso.

El segundo tipo de cristianismo, representado en la Iglesia onegera, me preocupa bastante más. Primero porque es un cristianismo ateo, que considera a la fe como un medio para mejorar el nivel de vida. Segundo, porque el Cuerpo Místico utilizado para mejorar la justicia social no suele resultar especialmente eficaz. ¿Quiero decir con esto que la doctrina social de la Iglesia (DSI) es un mero apéndice teórico del catecismo? No, desde luego que no. La DSI resulta muy eficaz pero recuerden que Cristo odia las multitudes. Es más, sospecho que la raza humana le importa un pimiento -y el planeta no te digo-. Mañana mismo, Dios puede crear de la nada un nuevo planeta, una nueva Vía Láctea, un nuevo universo, todo entero... o una nueva humanidad.

 

En cualquier caso, como ONG, la Iglesia no tiene media torta y no deja de ser un memorial de una de las frases más terribles de todo el Evangelio: "Cuando vuelva el Hijo del Hombre, ¿encontrará fe sobre la tierra?".

 

Y a pesar de lo anterior, es el tercer bando de cristianos al uso en el siglo XXI el que me resulta más preocupante que los dos anteriores. Hablo de la Iglesia sincretista, que engloba a las otros dos. Los inventores del eclecticismo fueron los romanos: habían conquistado el mundo y las creencias, incluso las más absurdas de aquella macedonia de pueblos, suponían un problema administrativo: para el buen romano, el único Dios al que adorar era el Emperador. Y los dioses romanos no eran sino una imitación del hombre, casi siempre de los especímenes más canallas. Así que el Imperio tenía dos opciones: o negar el pan y la sal a todas o normalizarlas todas, en el mismo nivel de igualdad y de indiferencia.

 

Optaron por esto último que, no en vano fue Roma quien inventó el Estado de Derecho. Eso sí, los buenos emperadores se dieron cuenta de que el Credo cristiano se situaba fuera del Estado de Derecho, por ejemplo, no rendía culto la emperador. Así que una religión de apariencia pacífica resultaba convulsivamente revolucionaria: sería el fin del Estado. Y claro, eso no podía ser. Los mejores emperadores romanos, pongamos un Diocleciano, fueron aquellos que con más saña persiguieron a los cristianos... por la misma razón que Lenin insistía en que los malos curas eran los mejores aliados de la revolución mientras que a los buenos curas había que exterminarlos. Era un tipo listo, este Lenin.

 

Ahora bien, Roma cayó pero el espíritu sincretista no y ha rebotado con fuerza en el siglo XXI. En cuanto oigan hablar a alguien de que todas las religiones son ciertas, buenas y aceptables, mientras no nieguen la Constitución o no pretendan pasar por única, la religión será aplaudida desde el poder.

 

Ahora bien, esto no es puede ser admitido por ningún católico por dos razones, una teológica y la otra filosófica:

 

1.Las leyes del Estado de Derecho también pueden ser injustas... por muy Estado de Derecho que sea.

 

2.Más importante: el sincretismo es una contradicción en origen. Sencillo: si Alá es dios, Cristo no puede serlo. Y como Cristo es Dios, resulta que Alá no puede serlo. En plata: el sincretismo eleva la incoherencia a principio. Y eso no es bueno para construir nadie.

 

El remedio está donde siempre: el amor a Cristo y el amor de Cristo. Ni lo uno ni lo otro soporta estos tres tipos de cristianismo falsos. Y todos ellos tienen en común que los cristianos no adoramos a un qué, a una obra de arte, a una profunda filantropía o loable pluralismo: los cristianos adoramos a un quién. Se encarnó 2.000 años atrás.