exhortación apostólica
postsinodal: ni curas casados, ni diaconisas
(InfoCatólica, 12-2-20
La Santa Sede ha publicado
la exhortación apostólica postsinodal, «Querida Amazonia», firmada por el Papa
Francisco el pasado 2 de febrero y en la que 111 puntos son distribuidos en
cuatro capítulos a los que el Papa se refiere como «sueños».
El Santo Padre reconoce que
no desarrolla todas los aspectos planteados en el «Documento final» del Sínodo
para la Amazonia desarrollado en Roma entre el 6 y el 27 de octubre de 2019.
Francisco en su discurso de
clausura manifestó que:
En la Exhortación
Postsinodal que, no es obligatorio que el Papa lo haga, lo más probable…, no,
perdón, lo más fácil sería: ‘Bueno, acá está el documento, vean ustedes’. De
todas maneras, una palabra del Papa de lo que ha vivido en el Sínodo puede
hacer bien. Yo quisiera hacerla antes de fin de año de tal manera que no pase
mucho tiempo. Todo depende del tiempo que tenga para pensar.
El Papa alaba el documento
final aprobado por el Sínodo, e invita a leerlo íntegramente, pero no lo cita
en la exhortación:
No pretendo ni reemplazarlo
ni repetirlo. Sólo deseo aportar un breve marco de reflexión que encarne en la
realidad amazónica una síntesis de algunas grandes preocupaciones que ya
expresé en mis documentos anteriores y que ayude y oriente a una armoniosa,
creativa y fructífera recepción de todo el camino sinodal.
Ni ‘viri probati’…
Una de las cuestiones que
más polémicas causó fue el párrafo 111 del documento final, el que más
desaprobaciones obtuvo, y que pedía, entre otras cosas, «ordenar sacerdotes a
hombres idóneos y reconocidos de la comunidad, que tengan un diaconado
permanente fecundo»
Una polémica que se avivó
con la publicación del libro del Cardenal Sarah que incluye un texto del Papa
emérito Benedicto XVI en el que se abordaba el asunto y del que sólo en el
futuro se conocerá la influencia que ha tenido en la redacción final de la
exhortación que por otro lado es coherente con los pronunciamientos del Papa
Francisco en el pasado.
Al respecto, el Santo Padre
dice:
87. El modo de configurar la
vida y el ejercicio del ministerio de los sacerdotes no es monolítico, y
adquiere diversos matices en distintos lugares de la tierra. Por eso es
importante determinar qué es lo más específico del sacerdote, aquello que no
puede ser delegado. La respuesta está en el sacramento del Orden sagrado, que
lo configura con Cristo sacerdote. Y la primera conclusión es que ese carácter
exclusivo recibido en el Orden, lo capacita sólo a él para presidir la
Eucaristía. Esa es su función específica, principal e indelegable. Algunos
piensan que lo que distingue al sacerdote es el poder, el hecho de ser la
máxima autoridad de la comunidad. Pero san Juan Pablo II explicó que aunque el
sacerdocio se considere «jerárquico», esta función no tiene el valor de estar
por encima del resto, sino que «está ordenada totalmente a la santidad de los
miembros del Cuerpo místico de Cristo». Cuando se afirma que el sacerdote es
signo de «Cristo cabeza», el sentido principal es que Cristo es la fuente de la
gracia: Él es cabeza de la Iglesia «porque tiene el poder de hacer correr la
gracia por todos los miembros de la Iglesia».
88. El sacerdote es signo de
esa Cabeza que derrama la gracia ante todo cuando celebra la Eucaristía, fuente
y culmen de toda la vida cristiana. Esa es su gran potestad, que sólo puede ser
recibida en el sacramento del Orden sacerdotal. Por eso únicamente él puede
decir: «Esto es mi cuerpo». Hay otras palabras que sólo él puede pronunciar:
«Yo te absuelvo de tus pecados». Porque el perdón sacramental está al servicio
de una celebración eucarística digna. En estos dos sacramentos está el corazón
de su identidad exclusiva.
89. En las circunstancias
específicas de la Amazonia, de manera especial en sus selvas y lugares más
remotos, hay que encontrar un modo de asegurar ese ministerio sacerdotal. Los
laicos podrán anunciar la Palabra, enseñar, organizar sus comunidades, celebrar
algunos sacramentos, buscar distintos cauces para la piedad popular y
desarrollar la multitud de dones que el Espíritu derrama en ellos. Pero
necesitan la celebración de la Eucaristía porque ella «hace la Iglesia», y
llegamos a decir que «no se edifica ninguna comunidad cristiana si esta no
tiene su raíz y centro en la celebración de la sagrada Eucaristía». Si de
verdad creemos que esto es así, es urgente evitar que los pueblos amazónicos
estén privados de ese alimento de vida nueva y del sacramento del perdón.
90. Esta acuciante necesidad
me lleva a exhortar a todos los Obispos, en especial a los de América Latina,
no sólo a promover la oración por las vocaciones sacerdotales, sino también a
ser más generosos, orientando a los que muestran vocación misionera para que
opten por la Amazonia. Al mismo tiempo conviene revisar a fondo la estructura y
el contenido tanto de la formación inicial como de la formación permanente de
los presbíteros, para que adquieran las actitudes y capacidades que requiere el
diálogo con las culturas amazónicas. Esta formación debe ser eminentemente
pastoral y favorecer el desarrollo de la misericordia sacerdotal.
Párrafos que no sólo obvian
la cuestión del celibato, también y específicamente salen al paso de
interpretaciones no católicas respecto al sacerdocio ministerial y al
sacerdocio común de los fieles. La propuesta del Papa para que los fieles
puedan acceder a la Eucaristía y la Confesión es «exhortar a todos los Obispos,
en especial a los de América Latina, no sólo a promover la oración por las
vocaciones sacerdotales, sino también a ser más generosos, orientando a los que
muestran vocación misionera para que opten por la Amazonia».
Incluso el Papa Francisco
pone de manifiesto que "llama la atención que en algunos países de la
cuenca amazónica hay más misioneros para Europa o para Estados Unidos que para
auxiliar a los propios Vicariatos de la Amazonia".
…, ni diaconisas
El Papa Francisco también
quiere volver a incidir en el reduccionismo que supone que creer que a las
mujeres se les otorgaría un mayor estatus y participación en la Iglesia solo si
fueran admitidas en las Ordenes Sagradas, en los puntos 100 y 103
100. Esto nos invita a
expandir la mirada para evitar reducir nuestra comprensión de la Iglesia a
estructuras funcionales. Ese reduccionismo nos llevaría a pensar que se otorgaría
a las mujeres un status y una participación mayor en la Iglesia sólo si se les
diera acceso al Orden sagrado. Pero esta mirada en realidad limitaría las
perspectivas, nos orientaría a clericalizar a las mujeres, disminuiría el gran
valor de lo que ellas ya han dado y provocaría sutilmente un empobrecimiento de
su aporte indispensable.
103. En una Iglesia sinodal
las mujeres, que de hecho desempeñan un papel central en las comunidades
amazónicas, deberían poder acceder a funciones e incluso a servicios eclesiales
que no requieren el Orden sagrado y permitan expresar mejor su lugar propio.
Cabe recordar que estos servicios implican una estabilidad, un reconocimiento
público y el envío por parte del obispo. Esto da lugar también a que las
mujeres tengan una incidencia real y efectiva en la organización, en las
decisiones más importantes y en la guía de las comunidades, pero sin dejar de
hacerlo con el estilo propio de su impronta femenina.
El sueño social: Que la
Iglesia esté al lado de los oprimidos
El primer capítulo de
Querida Amazonia se centra en el «Sueño social» (8). Destaca que «un verdadero
planteo ecológico» es también un «planteo social» y, si bien aprecia el «buen
vivir» de los indígenas, advierte contra el «conservacionismo» que solo se
preocupa por el medioambiente. Hhabla de «injusticia y crimen» (9-14). Recuerda
que Benedicto XVI ya había denunciado «la devastación ambiental de la
Amazonia». Los pueblos originarios, advierte, sufren el «sometimiento» tanto de
los poderes locales como de los externos. Para el Papa las operaciones
económicas que alimentan la devastación, los asesinatos, la corrupción, merecen
el nombre de «injusticia y crimen». Y con Juan Pablo II reitera que la
globalización no debe convertirse en un nuevo colonialismo.
Que los pobres sean
escuchados sobre el futuro de la Amazonia
Ante tal injusticia, el
Pontífice pide «indignarse y pedir perdón» (15-19). Para Francisco son
necesarias «redes de solidaridad y desarrollo» y llama al compromiso de todos,
incluyendo a los líderes políticos. A partir de aquí, el Papa se detiene en el
tema del «sentido comunitario» (20-22). Recuerda que para los pueblos
amazónicos las relaciones humanas «están impregnadas por la naturaleza
circundante». Por esta razón, escribe, viven como un verdadero «desarraigo»
cuando son «obligados a emigrar a la ciudad». La última parte del primer
capítulo está dedicada a las «Instituciones dañadas» (23-25) y al «Diálogo
social» (26-27). El Papa denuncia el mal de la corrupción que envenena al
Estado y sus instituciones. Y espera que la Amazonia se convierta en «un lugar
de diálogo social», en primer lugar, «con los últimos». La de los pobres,
advierte, ha de ser «la voz más potente» en la Amazonia.
El sueño cultural: cuidar el
poliedro amazónico
El segundo capítulo está
dedicado al «Sueño cultural». Francisco inmediatamente deja claro que «promover
la Amazonia» no significa «colonizarla culturalmente» (28). Así, utiliza una
imagen que le es muy querida: «el poliedro amazónico» (29-32). Es necesario
luchar contra la «colonización postmoderna». Para Francisco es urgente «cuidar
las raíces» (33-35). Citando a Laudato si’ y Christus vivit, subraya que la
«visión consumista del ser humano» tiende a «homogeneizar las culturas» y esto
repercute especialmente en los jóvenes. A ellos, el Papa les pide «hacerse
cargo de las raíces», que «recuperen la memoria dañada».
No a un indigenismo cerrado,
sino a un encuentro intercultural
La Exhortación se centra
entonces en el «encuentro intercultural» (36-38). Incluso las «culturas supuestamente
más evolucionadas», observa, pueden aprender de los pueblos que «desarrollaron
un tesoro cultural estando enlazadas con la naturaleza». La diversidad, por lo
tanto, no es «una frontera», sino «un puente», y dice no a un «indigenismo
completamente cerrado». La última parte del capítulo II está dedicada al tema
«culturas amenazadas, pueblos en riesgo» (39-40). En cualquier proyecto para la
Amazonia, es su recomendación, «hace falta incorporar la perspectiva de los
derechos de los pueblos». Estos, añade, difícilmente podrán «quedar indemnes»
si el entorno en el que nacieron y se desarrollaron «se daña».
El sueño ecológico: Unir el
cuidado del ambiente y el de las personas
El tercer capítulo, «Un
Sueño Ecológico», es el que se relaciona más inmediatamente con la Encíclica
Laudato si’. En la introducción (41-42) se destaca que en la Amazonia existe
una estrecha relación del ser humano con la naturaleza. El cuidado de nuestros
hermanos como el Señor nos cuida, reitera, «es la primera ecología que necesitamos».
El cuidado del medioambiente y el cuidado de los pobres son «inseparables».
Francisco, entonces, vuelca su atención al «sueño hecho de agua» (43-46). Cita
a Pablo Neruda y a otros poetas locales sobre la fuerza y la belleza del río
Amazonas. Con sus poemas, escribe, «nos ayudan a liberarnos del paradigma
tecnocrático y consumista que destroza la naturaleza».
Escuchar el grito del
Amazonas, que el desarrollo sea sostenible
Para el Papa, es urgente
escuchar «el grito de la Amazonia» (47-52). Recuerda que el equilibrio
planetario depende de su salud. Hay, escribe, fuertes intereses no solo
locales, sino también internacionales. La solución, por lo tanto, no es la
«internacionalización» de la Amazonia, sino que debe crecer «la responsabilidad
de los gobiernos nacionales». El desarrollo sostenible, continúa, requiere que
los habitantes estén siempre informados sobre los proyectos que les conciernen
y espera la creación de «un sistema normativo» con «límites infranqueables».
Así, invita a la «Profecía de la contemplación» (53-57). Escuchando a los
pueblos originarios, subraya, podemos amar a la Amazonia «y no solo
utilizarla»; podemos encontrar en ella «un lugar teológico, un espacio donde
Dios mismo se muestra y convoca a sus hijos». La última parte del capítulo III
se centra en la «Educación y los hábitos ecológicos» (58-60). El Papa señala
que la ecología no es una cuestión técnica, sino que siempre incluye «un
aspecto educativo».
El sueño eclesial:
Desarrollar una Iglesia con rostro amazónico
El último capítulo, el más
contundente, está dedicado «más directamente» a los pastores y fieles católicos
y se centra en el «Sueño eclesial». El Papa invita a «desarrollar una Iglesia
con rostro amazónico» a través de un «gran anuncio misionero» (61), un «anuncio
indispensable en la Amazonia» (62-65). Para el Papa no basta con llevar un
«mensaje social». Estos pueblos tienen «derecho al anuncio del Evangelio», de
lo contrario «cada estructura eclesial se convertirá» en una ONG. Una parte
sustancial se dedica entonces a la inculturación. Retomando la Gaudium et Spes,
habla de la «inculturación» (66-69) como un proceso que lleva «a la plenitud a
la luz del Evangelio» lo bueno que existe en las culturas amazónicas.
Una renovada inculturación
del Evangelio en la Amazonia
El Papa mira más
profundamente, señalando los «Caminos de inculturación en la Amazonia» (70-74).
Los valores presentes en las comunidades originarias, escribe, deben ser
«recogidos en la evangelización». Y en los dos párrafos siguientes se centra en
la «inculturación social y espiritual» (75-76). El Papa señala que, dada la
pobreza de tantos habitantes de la Amazonia, la inculturación debe tener un
«perfume marcadamente social». Al mismo tiempo, sin embargo, la dimensión
social debe integrarse con la dimensión «espiritual».
Sacramentos accesibles a
todos, especialmente a los pobres
La Exhortación indica
entonces los «puntos de partida para una santidad amazónica» (77-80) que no
deben copiar «modelos de otros lugares». Destaca que «es posible recoger de
alguna manera un símbolo indígena sin calificarlo necesariamente de idolatría».
Se puede valorar, añade, un mito «cargado de sentido espiritual» sin
considerarlo necesariamente «un error pagano». Lo mismo se aplica a algunas
fiestas religiosas que, aunque requieren un «proceso de purificación»,
«contienen un significado sagrado».
Otro pasaje significativo de
Querida Amazonia es sobre la inculturación de la liturgia (81-84). El Pontífice
constata que el Concilio Vaticano II había pedido un esfuerzo de «inculturación
de la liturgia en los pueblos indígenas». También recuerda, en una nota al
texto, que en el Sínodo «surgió la propuesta de elaborar un rito amazónico».
Los sacramentos, exhorta, «deben ser accesibles, sobre todo para los pobres».
La Iglesia, enfatiza recordando a Amoris laetitia, no puede convertirse en una
«aduana».