jueves, 30 de junio de 2016

Lutero, gran hereje


José María IRABURU, sacerdote

La tesis de que la decadencia moral de la Iglesia, bajo los Papas renacentistas, había llegado a un extremo intolerable, y que Lutero encabezó a los «protestantes» contra esta situación, exigiendo una «reforma», es falsa y ningún historiador actual es capaz de sostenerla.

El próximo 31 de octubre se cumplirá un nuevo aniversario de las 95 tesis clavadas en 1517 por Lutero en la puerta de la iglesia del palacio de Wittenberg. Son varias las publicaciones recientes sobre Lutero, en las que se le muestra como enamorado de la Biblia y difusor de la misma en el pueblo, reformador de una Iglesia romana corrompida en su tiempo, etc. Parece, pues, oportuno hacer algunas verificaciones.

No fue reformador de costumbres, sino de doctrinas.– La tesis de que la decadencia moral de la Iglesia, bajo los Papas renacentistas, había llegado a un extremo intolerable, y que Lutero encabezó a los «protestantes» contra esta situación, exigiendo una «reforma», es falsa y ningún historiador actual es capaz de sostenerla. Entre otras razones, porque el mismo Lutero desecha esa interpretación de su obra en numerosas declaraciones explícitas. «Yo no impugno las malas costumbres, sino las doctrinas impías». Y años después insiste en ello: «Yo no impugné las inmoralidades y los abusos, sino la sustancia y la doctrina del Papado». «Entre nosotros –confesaba abiertamente–, la vida es mala, como entre los papistas; pero no les acusamos de inmoralidad», sino de errores doctrinales. Efectivamente, «bellum est Luthero cum prava doctrina, cum impiis dogmatis» (Melanchton).

Reformador de la doctrina católica.– Lutero, efectivamente, combatió con todas sus fuerzas contra la doctrina de la Iglesia Católica. Para empezar, arrasó con la Biblia, ya que dejándola a merced de el libre examen, cambió la infalible y única Palabra divina por una variedad innumerable y contradictoria de falibles palabras humanas. Se llevó por delante la sucesión apostólica, el sacerdocio ministerial, los Obispos y sacerdotes, la doctrina de Padres y Concilios. Eliminó la Eucaristía, en cuanto sacrificio de la redención. Destruyó la devoción y el culto a la Santísima Virgen y a los santos, los votos y la vida religiosa, la función benéfica de la ley eclesiástica. Dejó en uno y medio los siete sacramentos. Afirmó, partiendo de la corrupción total del hombre por el pecado original, que «la razón es la grandísima puta del diablo, una puta comida por la sarna y la lepra» (etc., así cinco líneas más). Y por la misma causa, y con igual apasionamiento, negó la libertad del hombre (1525, De servo arbitrio), estimando que «lo más seguro y religioso» sería que el mismo término «libre arbitrio» desapareciera del lenguaje. Como lógica consecuencia, negó también la necesidad de las buenas obras para la salvación. En fin, con sus «respuestas correctas», según escribe un autor de hoy, destruyó prácticamente todo el Cristianismo, destrozando de paso la Cristiandad.

Pensamiento esquizoide.– Une la Iglesia Católica razón y fe, entendiendo la teología como «ratio fide illustrata» (Vaticano I). Une la Biblia con la Tradición y el Magisterio apostólico (Vaticano II, Dei Verbum 10). Une la gracia con la acción libre de la voluntad humana. Et et.

El pensamiento de Lutero, por el contrario, es esquizoide: Vel vel. Considerando que “la razón es la grandísima puta del diablo”, concluye: sola fides. Convencido de que la mente y la conciencia del cristiano están por encima de Padres, Papas y Concilios, dictamina: sola Scriptura. Afirmando que el hombre no es libre, y que no son necesarias las buenas obras para la salvación, declara: sola gratia.

El mayor insultador del Reino.– Lutero escribe que “toda la Iglesia del papa es una Iglesia de putas y hermafroditas”, y que el mismo papa es “un loco furioso, un falsificador de la historia, un mentiroso, un blasfemo”, un cerdo, un burro, etc., y que todos los actos pontificios están “sellados con la mierda del diablo, y escritos con los pedos del asno-papa”. Podrían llenarse innumerables páginas con frases semejantes o peores.

Los teólogos católicos del tiempo de Lutero rechazaron sus tesis, ganándose de su parte los calificativos previsibles. La Facultad de París es “la sinagoga condenada del diablo, la más abominable ramera intelectual que ha vivido bajo el sol”. Y los teólogos de Lovaina, por su parte, son “asnos groseros, puercos malditos, panzas de blasfemias, cochinos epicúreos, herejes e idólatras, caldo maldito del infierno”. No es de extrañar que, pensando así, rechazara Lutero la proposición que le hizo Carlos V en Worms para que discutiera sus doctrinas con los más prestigiosos teólogos católicos. ¿A quién puede interesarle discutir con cerdos endemoniados?

Por lo demás, los insultos de Lutero tenían una extensión universal: las mujeres alemanas, por ejemplo, eran unas «marranas desvergonzadas»; los campesinos y burgueses, «unos ebrios, entregados a todos los vicios»; y de los estudiantes decía que «apenas había de cada mil uno o dos recomendables».

El perfecto hereje.– «Yo, el doctor Lutero, indigno evangelista de nuestro Señor Jesucristo, os aseguro que ni el Emperador romano [...], ni el papa, ni los cardenales, ni los obispos, ni los santurrones, ni los príncipes, ni los caballeros podrán nada contra estos artículos, a pesar del mundo entero y de todos los diablos [...] Soy yo quien lo afirmo, yo, el doctor Martín Lutero, hablando en nombre del Espíritu Santo». «No admito que mi doctrina pueda juzgarla nadie, ni aun los ángeles. Quien no escuche mi doctrina no puede salvarse».

Duro con los pobres, débil con los poderosos.– Con ocasión del levantamiento de los campesinos, que exigían, primero por las buenas y luego por las malas, lo que estimaban que eran sus derechos, escribe Lutero una durísima invectiva Contra las hordas rapaces y homicidas de los campesinos (1525). «Al sedicioso hay que abatirlo, estrangularlo y matarlo privada o públicamente, pues nada hay más venenoso, perjudicial y diabólico que un promotor de sediciones, de igual manera que hay que matar a un perro rabioso, porque, si no acabas con él, acabará él contigo y con todo el país».

Muy suave fue, en cambio, Lutero con los poderosos príncipes alemanes, a fin de ganar su favor. Cuando, por ejemplo, Felipe de Hessen, gran landgrave, casado con Catalina, de la que tenía siete hijos, exigió la aprobación de un matrimonio adicional con una señorita de la nobleza sajona, obtuvo la licencia de Lutero y Melanchton, a condición de que la concesión se mantuviera secreta. Se acudió en este caso de poligamia, consumada en 1540, al precedente de los antiguos Patriarcas judíos.

Espantado de su propia obra.– Los resultados de la predicación de Lutero fueron devastadores en la moral del pueblo, y él mismo lo reconoce. «Desde que la tiranía del papa ha terminado para nosotros, todos desprecian la doctrina pura y saludable. No tenemos ya aspecto de hombres, sino de verdaderos brutos, una especie bestial». De sus seguidores afirmaba que «son siete veces peores que antes. Después de predicar nuestra doctrina, los hombres se entregaron al robo, a la impostura, a la crápula, a la embriaguez y a toda clase de vicios. Expulsamos un demonio [el papado] y vinieron siete peores».

A Zwinglio le escribe espantado: «Le asusta a uno ver cómo donde en un tiempo todo era tranquilidad e imperaba la paz, ahora hay dondequiera sectas y facciones: una abominación que inspira lástima [...] Me veo obligado a confesarlo: mi doctrina ha producido muchos escándalos. Sí; no lo puedo negar; estas cosas frecuentemente me aterran». Y aún preveía desastres mayores. Un día le confiaba a su amigo Melanchton: «¿Cuántos maestros distintos surgirán en el siglo próximo? La confusión llegará al colmo».


Así fue. Y así ha sido en progresión acelerada, hasta llegar a la gran apostasía actual de las antiguas naciones católicas.

Sacerdocio católico y tentación protestante



Gerhard L. MÜLLER, cardenal prefecto de Doctrina de la Fe
catolicos-on-line, 30-6-16

El Concilio Vaticano II intentó reabrir un nuevo camino hacia la comprensión auténtica de la identidad del sacerdocio. ¿Pero por qué se llegó ahora, a posteriori del Concilio, a una crisis de identidad comparable históricamente sólo con las consecuencias de la Reforma protestante del siglo XVI?

Pienso en la crisis de la doctrina del sacerdocio que aconteció durante la Reforma protestante, una crisis a nivel dogmático, con lo cual el sacerdote fue reducido a un mero representante de la comunidad, mediante una eliminación de la diferencia esencial entre el sacerdocio ordenado y el sacerdocio común de todos los fieles. Y luego pienso en la crisis existencial y espiritual, acontecida en la segunda mitad del siglo XX, que explotó cronológicamente luego del Concilio Vaticano II – pero por cierto no a causa del Concilio – y cuyas consecuencias sufrimos todavía hoy.

Con gran perspicacia, Joseph Ratzinger pone en evidencia que allí donde falta el fundamento dogmático del sacerdocio católico no sólo se agota la fuente en la cual una vida puede abrevar en el seguimiento de Cristo, sino que falta también la motivación que lleva a una razonable comprensión, tanto de la renuncia al matrimonio por el reino de los cielos (cfr. Mt 19, 12) como del celibato cual signo escatológico del mundo de Dios que vendrá, signo de un vivir con la fuerza del Espíritu Santo, en alegría y certeza.

Si se oscurece la relación simbólica que pertenece a la naturaleza del sacramento, el celibato sacerdotal se convierte en los resabios de un pasado hostil a la corporalidad y es acentuado y combatido como la única causa de la penuria de los sacerdotes. No menos importante es que desaparece también la evidencia, fundada en el magisterio y en la praxis de la Iglesia, que el sacramento del Orden debe ser administrado sólo a varones. Un oficio concebido en términos funcionales en la Iglesia se expone a la sospecha de legitimación de un dominio, que por el contrario debería ser fundamentado y limitado en sentido democrático.

La crisis del sacerdocio en el mundo occidental, en las últimas décadas, es también el resultado de una desorientación radical de la identidad cristiana frente a una filosofía que transfiere al interior del mundo el sentido más profundo y el fin último de la historia y de toda existencia humana, privándolo así del horizonte trascendente y de la perspectiva escatológica.

Esperar todo de Dios y basar toda la vida en Dios, que en Cristo nos ha dado todo: ésta y sólo ésta puede ser la lógica de una elección de vida que, en la completa donación de sí, se pone en camino siguiendo a Jesús, participando en su misión de Salvador del mundo, misión que Él cumple en el sufrimiento y en la cruz, y que ha revelado ineludiblemente a través de su Resurrección de entre los muertos.

Pero en las raíces de esta crisis del sacerdocio deben señalarse también factores intra-eclesiales. Tal como muestra en sus primeras intervenciones, Joseph Ratzinger posee desde el comienzo una viva sensibilidad para percibir inmediatamente esos temblores con los que se anunciaba el terremoto: sobre todo en la apertura, por parte de numerosos ámbitos católicos, a la exégesis protestante en boga en los años '50 y '60 del siglo pasado.

Con frecuencia, por el lado católico, no hemos dado cuenta de las visiones prejuiciosas que subyacían en la exégesis surgida desde la Reforma. De este modo, en la Iglesia Católica (y Ortodoxa) se abatió la furia de la crítica al sacerdocio ministerial, porque se presumía que éste no tenía un fundamento bíblico.

El sacerdocio sacramental, totalmente referido al sacrificio eucarístico – tal como había sido afirmado en el Concilio de Trento –, a primera vista no parecía estar fundamentado bíblicamente, tanto desde el punto de vista terminológico como por aquello que se refiere a las prerrogativas particulares del sacerdote respecto a los laicos, especialmente en lo que se refiere al poder de consagrar. La crítica radical al culto – y con ella la superación, a la que se apuntaba, de un sacerdocio que limitase la pretendida función de mediación – pareció que hacía perder terreno a una mediación sacerdotal en la Iglesia.

La Reforma atacó al sacerdocio sacramental, porque se sostenía que ponía en discusión la unicidad del sumo sacerdocio de Cristo (basada en la Carta a los Hebreos) y marginaba el sacerdocio universal de todos los fieles (según 1 Pe 2, 5). A esta crítica se unió por último la moderna idea de la autonomía del sujeto, con la praxis individualista que deriva de ella, la cual mira con sospecha cualquier ejercicio de la autoridad.

¿Qué visión teológica surgió de ello?

Por un lado se observaba que Jesús, desde un punto de vista sociológico-religioso, no era un sacerdote con funciones cultuales y, en consecuencia – para usar una fórmula anacrónica – era un laico.

Por otro lado, sobre la base del hecho que en el Nuevo Testamento no se adopta ninguna terminología sagrada para los servicios y los ministerios, sino más bien denominaciones consideradas profanas, pareció que se podía considerar demostrada como inadecuada la transformación – en la Iglesia de los orígenes, a partir del siglo III – de aquéllos que desarrollaban meras “funciones” en el interior de la comunidad en poseedores impropios de un nuevo sacerdocio cultual.

A su vez, Joseph Ratzinger somete a la crítica histórica marcada por la teología protestante a un examen crítico puntual y lo hace distinguiendo los prejuicios filosóficos y teológicos que subaycen en el uso del método histórico. De ese modo, él logra mostrar que con las adquisiciones de la moderna exégesis bíblica y un análisis preciso del desarrollo histórico-dogmático se puede llegar en forma muy fundamentada a las afirmaciones dogmáticas producidas sobre todo en los Concilios de Florencia, de Trento y del Vaticano II.

Lo que Jesús significa para la relación de todos los hombres y de toda la creación con Dios – en consecuencia, el reconocimiento de Cristo como Redentor y Mediador universal de salvación, desarrollado en la Carta a los Hebreos por medio de la categoría de “Sumo Sacerdote” (Archiereus) – no dependió nunca, como condición, de su pertenencia al sacerdocio levítico.

El fundamento del ser y de la misión de Jesús reside más que nada en el hecho que el procede del Padre, de esa casa y de ese templo en el cual habita y debe estar (cfr. Lc 2, 49). Es la divinidad del Verbo que hace de Jesús, en la naturaleza humana que él ha asumido, el único y verdadero Maestro, Pastor, Sacerdote, Mediador y Redentor.


Él hace partícipes de su consagración y misión mediante la llamada a los Doce. De ellos surge el círculo de los apóstoles que fundan la misión de la Iglesia en la historia como dimensión esencial de la naturaleza eclesial. Ellos transmiten su poder a los líderes y pastores de la Iglesia universal y particular, quienes obran a nivel local y supra-local.

sábado, 25 de junio de 2016

De la casuística a la misericordia. ¿Hacia un nuevo arte de agradar?



Michel SCHOOYANS, teólogo
catolicos-on-line, 25-6-16

Las discusiones ocurridas con ocasión del Sínodo la familia ha puesto de manifiesto la determinación de un grupo de pastores y teólogos que no dudan en socavar la cohesión doctrinal de la Iglesia. Este grupo funciona como un poderoso partido, internacional, rico, organizado y disciplinado.

Los casos de conciencia contra la verdad revelada

Se podría pensar que la casuística está muerta y enterrada. Las controversias del siglo XVII, definitivamente superadas. Pocos son los que leen las Cartas Provinciales y a los autores que Pascal criticaba (1623-1662).

Estos autores son los casuistas, es decir, los moralistas que se esfuerzan por resolver casos de conciencia sin sucumbir al rigorismo. Releyendo las Cartas, nos impresiona la notable semejanza entre una disputa del siglo XVII y las posiciones defendidas hoy por pastores y teólogos que aspiran a cambios radicales de la pastoral y la doctrina de la Iglesia. El reciente Sínodo sobre la Familia (octubre de 2014 – octubre de 2015) ha puesto en evidencia un espíritu de lucha reformista que hoy permite comprender mejor las Cartas Provinciales. ¡Pascal está empezando a ser conocido bajo una luz inesperada! Las siguientes páginas simplemente buscan despertar la curiosidad del lector y ayudarlo a descubrir un nuevo “arte del placer”.

El tesoro de la Iglesia

El Sínodo sobre la familia ha puesto en evidencia –como si hubiese sido necesario- un profundo malestar en la Iglesia. Puede tratarse de una crisis de crecimiento, pero también de debates recurrentes sobre las cuestiones de los “divorciados recasados”, los “modelos de familia”, el papel de la mujer, el control de la natalidad, la gestación subrogada, la homosexualidad, la eutanasia. Es inútil cerrar los ojos: la Iglesia está cuestionada en los fundamentos. Éstos se encuentran reunidos en la Sagrada Escritura, en la enseñanza de Jesús, en la efusión del Espíritu Santo, en el anuncio del Evangelio por parte de los apóstoles, en la comprensión cada vez más aguda de la Revelación, en el asentimiento de la fe de la comunidad creyente. Jesús ha confiado a la Iglesia la misión de acoger estas verdades, para hacer resplandecer su coherencia, para hacer memoria de ellas. La Iglesia no ha recibido del Señor la misión de cambiar estas verdades ni la misión de reescribir el Credo; es la custodia del tesoro; debe estudiar estas verdades, explicarlas, profundizar su comprensión e invitar a todos a adherirse a él por la fe.

A partir de los Hechos de los apóstoles, la Iglesia reconoce y proclama ser una, Santa, católica y apostólica. Estas son sus "Notas" distintivas. La Iglesia (revisar todas las veces Iglesia con mayúscula inicial) es una, porque tiene sólo un solo corazón, el de Jesús. Santa, porque llama a la conversión al Señor, a la oración; a la contemplación del Señor. El hombre no tiene poder para santificarse a sí mismo, pero todos son llamados a responder a la llamada universal a la santidad. Es católica, porque ha recibido del Espíritu Santo el don de lenguas: es universal. Comprensión de las lenguas significa unidad en la diversidad, como fruto del Espíritu Santo. La iglesia es apostólica, es decir que está fundada sobre los apóstoles y profetas. La sucesión apostólica significa que existe un vínculo ininterrumpido que nos conecta con la fuente misma de la doctrina de los apóstoles.

Para ofrecer al mundo la buena noticia que ha venido a traer, el Señor ha querido asociar a su obra a  hombres que escogió para que permanecieran con El y fuesen a enseñar a todas las Naciones (cf. MC 3, 13-19). Estos hombres son testigos de las palabras que recogieron de boca de Jesús mismo y de los signos que Él ha obrado. Estos testigos fueron llamados por el Señor para garantizar, de generación en generación, la fidelidad a la doctrina que Él mismo ha impartido. A ellos compete el deber de profundizar la comprensión de los testimonios que se refieren a Él y de autenticar la tradición.

La enseñanza del Señor comporta una dimensión moral exigente. Esta enseñanza invita ciertamente a una adhesión de razón a la regla de oro, que los grandes sabios de la humanidad han meditado durante siglos. Jesús lleva esta regla a la perfección. Pero la tradición de la iglesia incorpora preceptos de conducta propios, en cuya cima está el amor a Dios y al prójimo. «En todo traten a los demás tal y como quieren que ellos los traten a ustedes: ésta es la Ley y los Profetas "(Mt. 7, 12). Este doble mandato es la referencia básica para el proceder cristiano. Éste está llamado a abrirse a la iluminación del Espíritu, que es amor, y a corresponder a esta iluminación de fe a través del amor (cf. Gal. 5, 6).

Entre éste –el amor– y aquella –la fe– el vínculo es indisoluble. Si -y esto es la enseñanza de la Iglesia- este enlace está roto, la moral cristiana se hunde en diferentes formas de relativismo o escepticismo. Uno llega entonces a conformarse con opiniones fluctuantes y subjetivas. Se establece una brecha entre la verdad y la acción. Ya no hay referencia a la verdad, ni a la autoridad que la garantice. La moral cristiana no es ya dada por Dios a los hombres. Se llega a pensar que el hombre incluso no necesita amar a Dios para salvarse a sí mismo, ni necesita creer en Su amor. Quebrada por una cesura fatal, la moral ve abrirse de par en par la puerta para el legalismo, el agnosticismo y el secularismo. Las reglas de vida enseñadas por los Profetas, por el Señor, por los Padres de la Iglesia poco a poco se van apagando. Predominan a partir de entonces las prescripciones de los especialistas de la ley, herederos de los escribas y fariseos. La moral se convierte así en una forma de positivismo gnóstico reservado para los iniciados. Este conocimiento no encuentra “legitimidad” sino en las decisiones puramente discrecionales de aquellos a los que se concede el privilegio de enunciar una nueva moral, privada de toda referencia  fundamental a la verdad revelada.

En su enseñanza, San Pablo nos invita a evitar las trampas de una moral privada de enraizamiento en la Revelación. Así es cómo exhorta a los cristianos:

"No os conforméis a este siglo, sino transformaos mediante la renovación de vuestra mente, para que podáis discernir la voluntad de Dios, lo que es bueno, aceptable y perfecto" (Rm. 12, 2)

"Así que ruego que vuestro amor abunde aún más y más en conocimiento y en todo tipo de discernimiento, para que podáis distinguir siempre lo mejor" (Fil. 1,9 ss; cf. 1 Tim. 5,19-22)

El regreso de la Casuística

Es ahora entonces, cuando se puede percibir el retorno de la casuística, que debería permitir a los moralistas examinar y resolver los casos de conciencia. Algunos moralistas están empeñados en proporcionar soluciones que satisfagan las necesidades de quienes recurren a su iluminación. En estos casuistas de ayer y de hoy, los principios fundamentales de la moral son opacados por los juicios a menudo divergentes que emiten estos serios consejeros espirituales. El desinterés por la moral  fundamental ha dejado el campo libre a la creación de un derecho positivo que prohíbe en los códigos de comportamiento todo lo que se refiera a normas fundamentales de moralidad. El casuista o neocasuista se ha convertido en legislador y juez. Cultiva el arte de confundir a los fieles. La preocupación por la verdad revelada y accesible a la razón pierde su interés. A lo sumo, interesará a las posiciones "probables". Gracias al probabilismo, una tesis podrá dar lugar a interpretaciones contradictorias.

El probabilismo permitirá sugerir ora el calor, ora el frío, los pro y los contra. Se olvida la enseñanza de Jesús: "cuando usted hablen, digan 'sí' o ‘no'; todo lo demás viene del Maligno" (Mt 5, 37; Jn 5,12; cf. 2 Cor 1, 20). Sin embargo, cada neocasuista se mueve según su propia interpretación. La tendencia es hacia la confusión de las tesis; a la duplicidad, a la doble o triple verdad; a una avalancha de interpretaciones. El casuista tiene un corazón dividido, pero tiene la intención de seguir siendo amigo del mundo (cf. Jn. 4, 4-8).

Poco a poco se marchitarán las reglas de conducta establecidas por la voluntad de Dios y transmitidas por el Magisterio de la iglesia. Por lo tanto se puede cambiar la calificación moral de los actos. Los casuistas no se conforman con endulzar esta calificación; quieren transformar la propia ley moral. Esta será la tarea de los casuistas, de los confesores, de los directores espirituales, a veces de algunos obispos. Todo el mundo deberá tener la preocupación de agradar. Por lo tanto, debe recurrir a las componendas, adaptar su discurso a la satisfacción de las pasiones humanas: no es preciso rechazar a nadie.

La calificación moral de un acto no depende de su conformidad con la voluntad de Dios como nos muestra la Revelación. Depende de la intención del sujeto moral y esa intención puede ser modelada y formada por el director de  conciencia que “acompaña” a sus asistidos. A los efectos de agradar, el Director tendrá que aflojar el rigor de la doctrina transmitida por la tradición. El pastor tendrá que adaptar sus palabras a la naturaleza humana, y a que las pasiones conducen naturalmente al pecado. De allí la progresiva supresión de referencias al pecado original y la gracia. Es evidente la influencia de Pelagio (monje de origen bretón, siglo v): el hombre debe salvarse a sí mismo y tomar en sus manos su destino. Decir la verdad ya no es parte del rol del casuista. Estos deben cautivar, presentar un discurso fascinante, hacerle el juego a la salvación fácil, encantar a los que aspiran a "oír novedades” (cf. 2 Tm 4, 3).

En resumen, el eclipse de la moral revelada abre el camino a la inauguración de la casuística y crea el espacio favorable para el establecimiento de un gobierno de las conciencias. Se restringe el espacio para la libertad religiosa, que la Escritura propone a los pequeños hijos de Dios, y que es inseparable de la fe en el Señor.

Entonces debemos examinar algunos ejemplos de los sectores en donde el trabajo de los casuistas de hoy se evidencia con más claridad.

Así, en nombre de la compasión, el divorcio, el aborto y la eutanasia serán también aceptados por la Iglesia

El gobierno de las conciencias

Con la llegada, en la iglesia, de los gobernadores de las conciencias, podemos percibir la proximidad entre la concepción casuística del gobierno de la ciudad y la concepción que se encuentra, por ejemplo, en Maquiavelo, en La Boëtie o en Hobbes. Sin decirlo o sin darse cuenta, lo neo-casuistas son en todos los aspectos herederos de estos maestros del arte de gobernar a los siervos, arte que se encuentra en los autores citados.

El dios mortal, el Leviatán, determina lo que es correcto y lo que es bueno; decide lo que las personas deben pensar y querer. Él, el Leviatán, es quien señorea la conciencia, el pensamiento y la acción de todos sus súbditos. No debe rendir cuenta a nadie. Debe dominar las mentes de sus súbditos y establecer el “bien” que se debe perseguir y el "mal" que debe evitarse. Toda la autoridad política tiene en definitiva su origen en este dios mortal, que es el gobernador de las conciencias. Junto con los tres autores citados, los neo-casuistas se alistan tras los teóricos de la tiranía y del totalitarismo. ¿El ABC del poder totalitario no consiste acaso fundamentalmente en someter las conciencias, y en alienarlas? De esta manera, el casuista ofrece un salvoconducto a cualquiera que quiera establecer una religión cívica única y fácilmente controlable, de modo que las leyes discriminen a los ciudadanos.

¿Adaptar los sacramentos?

Para mantener a todos felices, hay que "adaptar" los sacramentos. Tomemos el caso del Sacramento de la Penitencia. El desinterés del que hoy es objeto este sacramento se comprende por el “rigorismo”  del cual los confesores han dado pruebas desde hace ya tiempo. Esto, al menos, es lo que asegura el casuista. Hoy en día, el confesor debe aprender a hacer que este Sacramento complazca a los penitentes. Pero edulcorando la severidad atribuida a este sacramento, el casuista desvía al penitente de la gracia que Dios concede. La neo-casuística aleja al pecador de la fuente divina de la misericordia, a la que debemos volver.

Las consecuencias de esta desviación deliberada son paradójicas y dramáticas. La nueva moral conduce el cristiano a hacer inútil el sacramento de la penitencia y, por lo tanto, la Cruz de Cristo y su Resurrección (cf. 1 Cor 1, 17). Si este sacramento no es aceptado como uno de los eventos más importantes del amor misericordioso de Dios para con nosotros; si ya no es percibido como necesario para la salvación, pronto no habrá más ordenaciones de obispos o sacerdotes para la absolución sacramental a los pecadores. La escasez y eventual desaparición de la ofrenda sacramental del perdón por el sacerdote llevará a cabo y de hecho ya ha provocado otras desapariciones, incluida la ordenación sacerdotal y la Eucaristía. Y así sucesivamente sucederá con los sacramentos de la iniciación cristiana (bautismo y confirmación), y con la Unción de los enfermos, para no hablar de la liturgia en general...

Sin embargo, para los neo-casuistas no hay más revelación que deba recibirse ni tradición que deba transmitirse. Como ya se ha señalado, "¡lo verdadero es lo nuevo!". Lo nuevo es la nueva señal de la verdad. Esta nueva casuística conduce a los cristianos a hacer tabla rasa del pasado. Por último, la obsesión por complacer a todos empuja a los casuistas a un retorno a la naturaleza, a aquella que era precedente al pecado original.

La cuestión de "recasarse"

La enseñanza de los neo-casuistas nos hace recordar la condescendencia de la que dieron buena prueba los obispos ingleses en la confrontación con el Rey Enrique VIII. De nuevo resurgen las preguntas,  aunque varían las modalidades de condescendencia. ¿Quiénes son estos clérigos de todo orden, que tratan de complacer a los poderosos de este mundo? ¿Leales o rebeldes? ¿Cuántos pastores de todos los rangos quieren forjar alianzas con los poderosos de este mundo, aunque hoy de modo solapado, sin tener que jurar públicamente lealtad a los "valores" del mundo? Tratando de facilitar el "recasamiento" los neo-casuistas dan vía libre a todos los actores políticos que socavan el respeto por la vida y la familia. Con ellos, las declaraciones de nulidad serían tan fáciles como los matrimonios repetidos y con modalidades variables.

Los neo-casuistas tienen gran interés en los casos de divorciados “recasados". Como en otros casos, la forma que ofrecen es un buen ejemplo de la “táctica del salami” (cf. Mátyás Rákosi, 1947). Según ésta, se acuerda en ir presentando en cortes o “rebanadas” lo que no se podría digerir nunca en bloque. Observemos el procedimiento. Primer corte: en el punto de partida, por supuesto, se hallan las referencias a la enseñanza de las escrituras sobre el matrimonio y la enseñanza de la Iglesia sobre el asunto. Segundo corte: uno insiste en buscar una solución para "acomodar" esta enseñanza. La tercera etapa, bajo forma de interrogación: ¿los divorciados “recasados”, se hallan en un estado de pecado grave?

La cuarta rebanada es la entrada en escena del director de conciencia, que ayudará a los divorciados "vueltos a casar" a "discernir", es decir, a elegir lo que más les convenga en su situación. Este director de conciencia debe entender y perdonar. Debe demostrar compasión, pero ¿qué compasión? Para el casuista, de hecho, cuando se procede a la calificación moral de un acto, la preocupación por la compasión debe prevalecer sobre las acciones objetivamente malas: debe ser flexible, adaptarse a las circunstancias. 
La quinta rebanada de salami, es que todo el mundo puede discernir, personalmente y con libertad de pensamiento, lo que mejor le conviene. De hecho, en el camino, la palabra “discernimiento” es equívoca, ambigua. No debe ser tomada con el significado paulino de las Escrituras. Ya no se trata de buscar de Dios, sino de discernir la elección más conveniente, que maximizará “las cosquillas en las orejas” que provocan las novedades evocadas por San Pablo (2 Tim 4, 3).

El asesinato

El asesinato presenta otro caso que merece nuestra atención. Nos centraremos aquí en un caso de desviación de la intención. Ya en la casuística clásica del s. XVII el homicidio podría proceder del deseo de venganza, que es un delito. Para evitar esta calificación penal, se necesitaba desviar esta intención criminal –de tomar venganza– y asignar el homicidio a otra intención moralmente admisible. En lugar de invocar la venganza como motivación, se invocaba por ejemplo, el deseo de defender el honor, que era considerado como moralmente digno.

Vamos a ver cómo se aplica esta desviación de la intención a otro caso, contemporáneo. Se argumenta de la siguiente manera: el aborto es un crimen. La Sra. X quiere abortar a su hijo; este bebé no es deseado. Pero el aborto es un crimen moralmente inadmisible. Se desvía entonces la intención para que la intención inicial se cancele. ¡No pretende deshacerse de un niño engorroso! En lugar de ello y en vez de su intención original, se sostiene que en este caso el aborto es moralmente permisible porque por ejemplo el objetivo es salvar la vida de los sujetos enfermos, conseguir medicinas con piezas anatómicas en buen estado y precio. 
La intención determina la calidad moral del acto. Así que usted puede complacer a una gama más amplia de los beneficiarios a quienes los casuistas no dejan de pregonar la "generosidad" y "libertad de espíritu".

Es bien sabido lo que enseña la iglesia sobre el aborto. Desde el momento en que se constata la presencia del ser humano, la Iglesia enseña que la vida y la dignidad de este ser deben respetarse, hasta la muerte natural. La doctrina de la iglesia sobre esta cuestión es coherente y está atestiguada por la tradición. Esta situación frustra a algunos neo-casuistas. Por lo tanto acuñan un nuevo término: la humanización del embrión. Hay, dicen, humanización del embrión si hay una comunidad que da cabida a este embrión. Es la sociedad la que humaniza al embrión. Si la sociedad niega esta humanización, se podrá legalizar la eliminación del embrión. En ausencia de esta humanización por parte de la sociedad, el embrión no tiene ningún derecho que pueda ser invocado ni, por tanto, ninguna protección legal. Si la sociedad se niega a humanizar el embrión, no puede ser un asesinato, puesto que no se reconoce la realidad humana de este embrión. Porque para que haya asesinato sería necesario que haya sido posible la concesión de su humanización por una ley positiva, ¡sin la cual no es no hay ni muerte ni homicidio!

En los ejemplos citados la táctica del salami viene en ayuda de los neo-casuistas. Al principio, el aborto es ilegal, luego se lo presenta como algo excepcional, luego llega a ser raro, luego tolerado, después legalizado, finalmente forma parte de las costumbres. Quienes se oponen a estos abortos son menospreciados, amenazados, relegados al ostracismo, condenados. Esta es la manera de destruir el derecho y las instituciones políticas. ¡Tengamos en cuenta que, gracias a la casuística, el aborto es tolerado primero en la Iglesia y luego en el Estado! ¡El derecho positivo asume el papel de la nueva moral! Es lo que se ha podido ver en Francia, en el debate sobre la legalización del aborto. Este es un escenario que podría extenderse a todo el mundo. Gracias a los esfuerzos de neo-casuistas, el aborto podría ser declarado un nuevo "derecho humano" a escala universal.

Eutanasia

También el tema de la eutanasia merece una mención. Esta práctica se extiende cada vez más en los países occidentales, tradicionalmente cristianos. Los demógrafos con frecuencia destacan el envejecimiento de la población de estas regiones del mundo. La esperanza de vida al nacer ha aumentado casi en todas partes. En principio, el envejecimiento es en sí mismo bueno. A lo largo de los siglos, en todo el mundo, los hombres han luchado contra la muerte precoz. A principios del siglo XIX, la esperanza de vida al nacer era a menudo del orden de 30 años. Hoy en día, la misma expectativa de vida es alrededor de ochenta años.

Esta situación, sin embargo, plantea problemas de todo tipo. Mencionemos uno: ¿quién pagará las pensiones? “Eutanasiar” al viejo engorroso y caro seguramente obtendría ahorros significativos. Por lo tanto se dice que debemos ayudar al anciano costoso a "morir con dignidad". Dado que es políticamente difícil retrasar la edad en se llega al retiro laboral, se reducirá la esperanza de vida. El proceso está ya en marcha en algunas partes de Europa. Esto supone ahorros significativos: reduce los costos de salud, productos farmacéuticos y especialmente masiva reducción de las pensiones a pagar. Debido a que al pensamiento políticamente correcto repugna un plan tan austero, debe cambiarse la intención para aprobar una ley que legalice la eutanasia.

¿Cómo se debe proceder? Desarrollando un discurso piadoso, centrado en la compasión. Debe ser aceptable para todas las categorías de personas afectadas por este programa. A estas personas, hay que hacer que se adhieran a un programa que tenga por objeto dar la muerte "en buenas condiciones" y "con dignidad”. ¡La muerte “con dignidad” será el pináculo de la calidad de vida! En lugar de auspiciar tratamientos paliativos y rodear con afecto a los enfermos, abusarán de su fragilidad, y se les engañará sobre el tratamiento mortal que se le va a infligir. Los neo-casuistas permanecerán como vigilantes para comprobar la conformidad del acto homicida con la ley positiva que "autoriza" el regalo de la muerte. La colaboración de capellanes particularmente joviales será apreciada grandemente para autenticar la compasión significada en la muerte obsequiada como un regalo.

El partido que quiere desmantelar la moralidad en el nombre de pietismo

Las discusiones ocurridas con ocasión del Sínodo la familia ha puesto de manifiesto la determinación de un grupo de pastores y teólogos que no dudan en socavar la cohesión doctrinal de la Iglesia. Este grupo funciona como un poderoso partido, internacional, rico, organizado y disciplinado. Los miembros activos del partido tienen fácil acceso a los medios de comunicación; a menudo operan abiertamente. Funcionan con el apoyo de algunas de las más altas autoridades de la Iglesia. El principal objetivo de estos activistas es la moral cristiana, a la cual reprochan una gravedad incompatible con los "valores" de nuestro tiempo.

Es necesario encontrar caminos que conduzcan a la Iglesia a su propio gusto, reconciliando su moral con las pasiones humanas. La solución propuesta por los neo-casuistas comienza con el cuestionamiento de la teología moral fundamental, luego con el oscurecimiento natural de la luz de la razón. Las referencias a la moral cristiana revelada en las Escrituras y en las enseñanzas de Jesús son desviadas de su significado originario. Los preceptos de la razón son considerados como susceptibles de ser cuestionados indefinidamente: el probabilismo conlleva obligaciones. Primero debe ser reconocida la voluntad de aquellos que son lo suficientemente poderosos como para imponer su voluntad. No se vacilará en hacerse “uncir junto a los incrédulos” (cf. 2 Cor. 6, 14).

Este voluntarismo moral será lo suficientemente amplio como para ponerse al servicio del poder político, del Estado, pero también del mercado, de las altas finanzas, del derecho, etc. Concretamente, habrá que complacer a los líderes políticos corruptos, a los campeones de la evasión de impuestos y la usura, a los médicos abortistas, a los comerciantes industriales de píldoras, a los abogados dispuestos a defender los casos menos defendibles, a los agrónomos enriquecidos con productos transgénicos, etc. La nueva moral se extenderá insidiosamente en los medios de comunicación, en las familias, en las escuelas, en las universidades, en los hospitales, en los tribunales.

Así se ha formado un cuerpo social que niega el primer lugar a la búsqueda de la verdad, pero que es muy activo donde encuentre conciencias para gobernar, asesinos para tranquilizar, sinvergüenzas para liberar, ricos para complacer. Gracias a esta red, los neo-casuistas pueden ejercer su control sobre los engranajes de la Iglesia, influir en la elección de candidatos para los altos cargos, tejer alianzas que ponen en peligro la existencia misma de la Iglesia.

¿Hacia una religión de pietismo?

1. Lo más preocupante en los casuistas es el desinterés por la verdad. En ellos encontramos un relativismo, e incluso un escepticismo que hace que en la moral debemos actuar según la norma más probable. Tenemos que elegir la norma que, en esas circunstancias, sea considerada más placentera para esa persona, para ese director espiritual, para ese público. Esto vale tanto para la sociedad como para los hombres. Todos deben hacer su elección, no en función de la verdad, sino dependiendo de las circunstancias. Las mejores leyes son las que más agradan, y al mayor número de personas. Asistimos a la expansión de una religión de pietismo, e incluso a un utilitarismo individualista, porque la preocupación por complacer a los otros no deja de ser el complacerse a uno mismo.

2. Con el objeto de complacer, los casuistas deben estar a la moda, estar atentos a las noticias. Los Padres de la iglesia de las generaciones anteriores y los grandes teólogos del pasado, incluso reciente, son presentados como inadecuados para la situación actual de la iglesia; deben ser superados. Para estos casuistas, la tradición de la iglesia debe ser por así decir, filtrada y sometida a un cuestionamiento radical. Nosotros –asegura con gravedad el neo-casuista– sabemos lo que la iglesia debe hacer ahora para atraer a todo el mundo (cf. Jn. 9). El deseo de agradar se dirige particularmente a los ganadores. La nueva moral social y política debe tener cuidado con estas personas. Tienen un nivel de vida a proteger o mejorar; deben mantener su rango. ¡Y tanto peor por los pobres que no tienen los mismos cargos mundanos! Por supuesto que también los pobres necesitarán ser complacidos, pero debe admitirse que son menos "interesantes" que las personas influyentes. ¡Uno no puede complacer a todo el mundo!

La moral de los casuistas en última instancia se asemeja a una gnosis destilada en círculos seleccionados; a un saber de tipo esotérico que abastece a una minoría de personas que no advierten en absoluto la necesidad de ser salvados por la Cruz de Jesús. El pelagianismo raramente ha sido tan próspero.

3. La moral tradicional de la Iglesia siempre ha reconocido que existen actos objetivamente malos. Esta misma teología moral también reconoce y desde hace largo tiempo, la importancia de las circunstancias. Esto significa que para la calificación de un acto se debe tener en cuenta las circunstancias en que se realizó el acto y los grados de responsabilidad; es lo que los moralistas llaman la imputabilidad. Los casuistas de hoy minimizan la importancia de la moral tradicional y amplifican dramáticamente el papel de las circunstancias. A continuación, la conciencia es empujada al engaño, porque se deja desviar tras el deseo de placer.

Como puede verse en los medios de comunicación, los casuistas a menudo están fascinados por un mundo destinado a desaparecer. Demasiado a menudo olvidan que con Jesús, un mundo nuevo ya ha comenzado. Recordamos el punto central de la historia humana: "las cosas viejas pasaron, he aquí que hay una nueva realidad" (Ap. 21, 5). Oímos incluso a San Pablo: "Renovaos por medio de la transformación espiritual de vuestra mente y revestíos del nuevo hombre creado según Dios en justicia y santidad que proceden de la verdad" (Ef. 4, 22-23).

4. La acción de los casuistas hoy no sólo afecta a la enseñanza moral de la iglesia. Esta acción afecta toda la teología dogmática y, en particular la cuestión del Magisterio. Este punto es a menudo muy poco subrayado.

La unidad de la iglesia está en peligro allí donde proponen proyectos específicos, a veces demagógicos, de descentralización, en gran parte inspirados en la Reforma luterana. ¡Se dependería entonces de los príncipes de este mundo, más que reforzar la unidad en torno al Buen Pastor!

La santidad de la Iglesia está en peligro allí donde los casuistas explotan la debilidad de los hombres y predican una devoción fácil y el olvido de la Cruz.

La catolicidad está en peligro donde la Iglesia se aventura en el camino de Babel y subestima la efusión del Espíritu Santo, el don de lenguas. ¿No es Él mismo, el Espíritu, quien reúne a la diversidad de los que se unen a la misma fe en Jesús, el Hijo de Dios?

La apostolicidad de la iglesia está en peligro, allí donde en nombre de una malentendida exención, una comunidad, un “partido” es liberado de la jurisdicción del obispo y se considera dependiente directamente del Papa. Muchos neo-casuistas están eximidos de la comunidad de esta manera. ¿Cómo dudar de que esta exención debilita a todo el Colegio episcopal?



Mons. Aguer pide a sus sacerdotes que no den la comunión a los divorciados vueltos a casar


catolicos-on-line, 24-6-16

Mons. Héctor Aguer, arzobispo de La Plata, ha ratificado en una carta enviada a los sacerdotes de su archidiócesis, que la exhortación apostólica Amoris Laetitia no puede interpretarse en ruptura con el Magisterio previo en relación al acceso a la comunión de los divorciados vueltos a casar, que sigue estando prohibido.



A los sacerdotes de la Arquidiócesis de La Plata:

En orden a una interpretación correcta de la Exhortación Postsinodal Amoris laetitia les envío esta Carta de la Congregación para la Doctrina de la Fe Annus internationalis, del 14 de septiembre de 1994, en la que se ratifica lo enseñado por San Juan Pablo II en su encíclica Familiaris Consortio, de 1982.

La continuidad en el magisterio de la Iglesia es un dato fundamental. El mismo Papa Francisco ha quitado importancia a las conclusiones que algunos sacaban del número 301 del referido documento, más aún de una nota al pie de página. En el punto preciso que allí se trata hay que atenerse a la invariable disciplina de la Iglesia, que en la Carta de la Congregación para la Doctrina de la Fe aparece cuidadosamente argumentada, doce años después de la Familiaris Consortio.

La no recepción de la Eucaristía por parte de divorciados vueltos a casar implica que debemos ocuparnos de ellos con especial solicitud; constituyen una de las «periferias existenciales» de las que habla frecuentemente el Sumo Pontífice. En nuestra Arquidiócesis el Movimiento «Camino a Nazaret» puede ser un valioso instrumento de integración y cuidado.


Les envío a todos un afectuoso saludo.

jueves, 23 de junio de 2016

Peregrinación





             Queremos invitarlo a la 7º Peregrinación a Luján de Nuestra Señora de la Cristiandad, que se realizará el 13-14-15 de agosto bajo el lema “Salve, Reina y madre de misericordia”. Los Peregrinos partimos de Rawson (Prov. Bs. As.), recorriendo a pie en 3 días un poco menos de 100 km.

Uno de los objetivos de la peregrinación es la santificación del alma a través de las gracias pedidas a Nuestro Señor, por intercesión de la Santísima Virgen María, ofreciéndole las penitencias, sacrificios y oraciones de los 3 días.

Vamos a Luján, a los pies de la Virgen, patrona de la Argentina, a pedirle que nos conceda la gracia de poder vivir el espíritu de la Cristiandad en nuestra Patria.

Durante los tres días de Peregrinación, se celebra la Santa Misa Tridentina o de San Pío V a la que queremos hacer conocer y amar bajo esta forma que Benedicto XVI nos entusiasmó a rezar. La Misa de cierre se celebrará el día lunes 15 -Asunción de Ntra. Sra. al cielo- a las 13:30 hs en la Basílica de Luján.

La inscripción se encuentra en nuestra página


Aquí está disponible toda la información necesaria para la peregrinación, además de las explicaciones para hacer la Consagración a María siguiendo el método de San Luis María de Montfort. También encontrará material acerca de la Misa Tridentina, sobre el tema de la Peregrinación de este año y acerca del grupo Nuestra Señora de la Cristiandad.

Habrá peregrinos de numerosos puntos del país. Si conoce a alguien a quien pueda interesarle esta iniciativa -jóvenes, grupos de formación, grupos parroquiales, de misión y demás- puede ponerlos en contacto con nosotros, a través de ns.cristiandad@gmail.com, de la página web o del Facebook 


Esperamos poder contar con su presencia y oraciones en favor de todos los Peregrinos.

En Cristo Rey y María Reina.

Grupo Nuestra Señora de la Cristiandad


PD: Adjuntamos flyer y video para difundir.