Huir del formalismo y del
clericalismo
Aica, 6 May 2017
El papa Francisco recibió en la mañana del sábado a la
comunidad del Pontificio Seminario Campano de Posillipo.
Queridos hermanos obispos y sacerdotes, queridos
seminaristas,
Los encuentro con alegría -a mí me gusta encontrar a
los seminaristas- y saludo a todos los que formáis la comunidad del Pontificio
Seminario Campano interregional, acompañados por algunos obispos de la Región.
Doy gracias al Rector por sus palabras y os saludo de una manera especial a
vosotros, queridos seminaristas, que, gracias a Dios, sois numerosos.
Vuestro seminario es un caso singular en la actual
escena eclesial italiana. Fundado en 1912 por la voluntad de San Pío X, como
ocurría con varias instituciones educativas en aquella época, se confió
inmediatamente a la dirección de los Padres Jesuitas que lo han guíado a través
de las notables transformaciones sucedidas en más de cien años y actualmente es
el único seminario en Italia dirigida por la Compañía de Jesús. En las últimas
décadas ha aumentado cada vez más la colaboración y la interacción con las
Iglesias diocesanas que, además de enviar a los jóvenes candidatos al
sacerdocio, se preocupan por encontrar entre sus presbíteros figuras adecuadas
para la formación. Animo este camino significativo y fecundo de comunión
eclesial, en el que cada diócesis, con sus pastores, están invirtiendo recursos
considerables.
Una comunidad formativa interdiocesana supone una indudable
oportunidad para el enriquecimiento, en virtud de las diferentes sensibilidades
y experiencias de las que cada uno es portador y es capaz de educar a los
futuros presbíteros para que se sientan parte de la única Iglesia de Cristo,
ampliando siempre el aliento de su sueño vocacional con auténtico espíritu
misionero (cf. Ratio fundamentalis institutionis sacerdotalis, 91), que no
debilita, sino que más bien consolida y motiva el sentido de pertenencia a la
Iglesia particular. En este tiempo, cuando todos no sentimos pequeños, tal vez
impotentes frente al reto educativo, caminar juntos en verdadero espíritu
"sinodal", es una decisión vencedora, que nos ayuda a sentirnos
sostenidos, estimulados y enriquecidos mutuamente. Este ejercicio de comunión
se enriquece aún más por el encuentro con la rica tradición espiritual y
pedagógica ignaciana que tiene en los Ejercicios Espirituales un punto de
referencia, en la que os habéis inspirado para vuestro proyecto de formación,
mediando, así con "fidelidad creativa" las indicaciones que proceden
del magisterio de la Iglesia.
Estimados educadores, formar a la espiritualidad
propia del presbítero diocesano de acuerdo con la pedagogía de los Ejercicios
de San Ignacio es vuestra misión: un reto arduo, pero al mismo tiempo
emocionante, que tiene la responsabilidad de indicar la dirección para el
futuro ministerio sacerdotal. Debo señalar aquí tres aspectos que considero
importantes.
Educar según el estilo ignaciano significa en primer
lugar, favorecer en la persona la integración armoniosa a partir de la
centralidad de la amistad personal con el Señor Jesús. Es precisamente la
primacía dada a la relación con el Señor, que nos llama "amigos" (Jn
15.: , 15), la que hace posible vivir una espiritualidad sólida, profunda, pero
no desencarnada. Por lo tanto, es importante conocer, aceptar y reformar
continuamente la propia humanidad. No cansarse nunca de ir adelante, reformar:
siempre en camino. En este sentido, incluso la formación intelectual no tiende
a ser el simple aprendizaje de nociones para convertirse en eruditos,- ¡no sois
un diccionario!- sino que quiere facilitar la adquisición de instrumentos cada
vez más refinados para una lectura crítica de la realidad partiendo de sí
mismos. "Tú eres el Cristo" - "Tú eres Pedro" (Mt
16,16.18): todo el camino vocacional como para Simón Pedro y los primeros
discípulos, gira en torno a un diálogo de amor, de amistad, en el que, mientras
reconocemos a Jesús como el Mesías, el Señor de nuestras vidas, El nos da el
nombre "nuevo", que encierra nuestra vocación, indica nuestra misión,
que el Padre conoce y custodia desde siempre. El descubrimiento de nuestro
nuevo nombre, el nombre que mejor nos define, el más auténtico, pasa a través
de nuestra capacidad de dar nombres gradualmente a las diferentes experiencias
que animan nuestra humanidad.
Llamar a las cosas por su nombre es el primer
paso para conocerse a sí mismo y para conocer, pues, la voluntad de Dios en
nuestras vidas. Queridos seminaristas, no tengáis miedo de llamar a las cosas
por su nombre, de mirar cara a cara la verdad de vuestra vida y de abriros en
transparencia y verdad a los demás, especialmente a vuestros formadores,
huyendo de la tentación del formalismo y del clericalismo, que están siempre en
la raíz de la doble vida.
Y precisamente el discernimiento es el segundo punto
que me gustaría destacar. La educación para el discernimiento no es una
exclusiva de la propuesta ignaciana, pero es sin duda su punto fuerte. El
tiempo del seminario es un tiempo de discernimiento por excelencia, en el que,
gracias al acompañamiento de los que, al igual que Eli y Samuel (cf. 1 Sam 3),
ayudan a los jóvenes a reconocer la voz del Señor en medio de las muchas voces
que resuenan y a veces retruenan en los oídos y en los corazones. Pero en esta
época el ejercicio del discernimiento debe convertirse en un verdadero arte de
la educación, porque el sacerdote es un verdadero "hombre de
conocimiento" (cf. Ratio fundamentalis, 43). Hoy más que nunca – lo ha
dicho el Rector- el sacerdote está llamado a guiar a los cristianos a discernir
los signos de los tiempos, para saber cómo reconocer la voz de Dios en la
multitud de voces, a menudo confusas, que se superponen con mensajes
contrapuestos, en nuestro mundo caracterizado por una pluralidad de
sensibilidades culturales y religiosas.
Para ser un experto en el arte del
discernimiento en primer lugar hay que estar muy familiarizado con la escucha
de la Palabra de Dios, pero también con un conocimiento cada vez mayor de uno mismo,
del mundo interior propio, de los afectos y de los miedos . Para llegar a ser
hombres de discernimiento, es necesario, además, ser valientes, decirse la
verdad a sí mismos. El discernimiento es una elección valiente, a diferencia de
los caminos más cómodos y reductivos del rigor y la laxitud, como he reiterado
a menudo. Educar al discernimiento quiere decir, además, escapar a la tentación
de refugiarse detrás de una regla estricta o detrás de la imagen de una
libertad idealizada. Educar al discernimiento significa "exponerse"
salir del mundo de las convicciones y prejuicios propios para abrirse a
entender cómo Dios nos habla hoy, en este mundo, en este tiempo, en este
momento y como me habla a mí, ahora.
Finalmente, la formación para el sacerdocio de acuerdo
a un estilo ignaciano significa siempre abrirse a la dimensión del Reino de
Dios, cultivando el deseo del "magis", de ese "algo más" en
la generosidad de darnos al Señor y a los hermanos , que siempre está ante
nosotros. Para este año de formación habéis elegido el tema "Buscad
primero el reino de Dios y su justicia" (Mt 6,36): Esto os ayudará a
ampliar el alcance de vuestra educación, a no contentaros solamente con
desempeñar un rol, de llevar un vestido, os ayudará a no tener prisa para
terminar vuestro camino, sino a hacer más sólida vuestra estructura humana y
espiritual. Buscar el Reino nos ayuda a no asentarnos en lo que ya hemos
logrado, a no sentarnos sobre nuestros éxitos, sino a cultivar esa santa
inquietud de los que quieren ante todo servir al Señor en nuestros hermanos. La
inquietud amplía el alma y la hace más capaz de recibir el amor de Dios.Buscar
el Reino significa rehuir la lógica de la mediocridad y de lo "mínimo
indispensable ", para abrirse a descubrir los grandes sueños de Dios para
nosotros.
Buscar el Reino significa buscar la justicia de Dios y trabajar para
que nuestras relaciones, las comunidades, nuestras ciudades sean transformadas
por el amor misericordioso de Dios, que escucha el grito de los pobres (cf. Sal
34,7). La búsqueda de la verdadera justicia debe fomentar en el llamado una
creciente libertad interior hacia los bienes, los reconocimientos de este
mundo, hacia los que sufren y hacia su propia vocación. Libertad interior hacia
los bienes: quiero subrayarlo. Es el primer feo peldaño. No lo olvidéis: el
diablo entra por los bolsillos, siempre; después está la vanidad y luego el
orgullo, la soberbia, y así se acaba. Los jóvenes que han decidido seguir al
Señor en el sacerdocio, están llamados de hecho a cultivar la amistad con
Jesús, que se manifiesta de una manera privilegiada en el amor a los pobres, a
fin de ser "testigos de la pobreza, a través de la simplicidad y la
austeridad de la vida, para convertirse en promotores honestos y creíbles de
una verdadera justicia social "(Ratio fundamentalis, 111) .
Por la intercesión de María, Reina de los Apóstoles,
del obispo de San Alfonso María de Ligorio y de San Ignacio Loyola, maestro de
discernimiento, el Señor os conceda continuar con alegría y fidelidad vuestro
camino, siguiendo la tradición luminosa de la formaís part. Os doy las gracias
y os pido que, por favor, no os olvidéis de rezar por mí. Gracias.+