miércoles, 13 de marzo de 2019

Enrique Shaw




A poco más de 98 años del nacimiento de Enrique Shaw, se realizó la ceremonia de apertura de la fase diocesana del posible primer milagro logrado por su intercesión. La misma fue en jurisdicción del Obispado Castrense de la Argentina dependiente de S.E.R. Monseñor Santiago Olivera, Obispo Castrense y Delegado Episcopal para las Causas de los Santos de la Conferencia Episcopal Argentina.
El lunes 11 de marzo quedó conformado el Tribunal Eclesial Castrense para examinar un presunto milagro atribuido a la intercesión del Siervo de Dios, Enrique Shaw; reunidos en la Catedral Castrense, Stella Maris, el Obispo Castrense de Argentina, Mons. Santiago Olivera tomó juramento a los integrantes del tribunal.
Estuvieron presentes en el acto autoridades de ACDE y de la Acción Católica Argentina, ambas instituciones actoras en la Causa, familiares de Enrique Shaw, algunos testimoniantes y miembros de la Comisión Enrique Shaw de ACDE. También el Dr. Juan Gregorio Navarro Floria, Vice postulador de este proceso.
La feliz noticia abre una especial oportunidad, tanto para el Siervo de Dios Enrique Shaw, donde se estudiará el posible milagro, como también para la Diócesis Castrense: es la primera vez que se presenta una causa de esta magnitud. Dicha Causa de Beatificación y Canonización del Siervo de Dios Enrique Shaw fue presentada por la Dra. Silvia Correale en febrero de 2019. En esa fecha, también se procedió al rescripto de prórroga de competencia al Obispado Castrense de Argentina y se logró la autorización para la instrucción de investigación en la Diócesis Castrense.
Luego de la lectura de la biografía del Siervo de Dios por parte del Canciller Castrense de Argentina, Padre Francisco Rostom Maderna, el Vice Postulador Dr. Juan Gregorio Navarro Floria leyó una síntesis del presunto milagro y solicitó al Obispado Castrense la iniciación del proceso.

Seguidamente, Monseñor Olivera procedió a la conformación del Tribunal y tomó juramento a sus integrantes, quienes deberán investigar la causa del posible milagro del Siervo de Dios. Juraron como Juez Delegado e Instructor, Mons. Licenciado José Antonio Passarell; Promotor de Justicia, Pbro. Dr. Juan Lisandro Scarbino; Perito Médico, Pbro. Médico Sergio Omar Fochesato; Notario Actuario, Abogado Licenciado Carlos Alberto González y Notaria Adjunta, Sta. Cecilia Imbrogno, Virgen Consagrada.
Luego de las firmas de los documentos correspondientes, Mons. Olivera señaló, que el Siervo de Dios, “fue un integrante de nuestra Armada Argentina, un destacado padre de familia y un ejemplo de empresario, sin dudas nos produce mucha alegría iniciar esta causa, es un día muy importante para el Obispado Castrense de Argentina”.
Luego agregó, “en la medida que avancemos en la investigación, llegaremos al final de la misma para que con su veredicto, en caso de ser positivo, poder avanzar y presentar todo ante la Santa Sede”. Continuando, recordó su diálogo con el Santo Padre cuando le habló sobre Enrique Shaw, “el Papa manifestó una vez más su admiración por este Siervo de Dios y la importancia que tiene para que pronto pueda ser puesto como modelo para los empresarios y modelo de laicos”.
Acerca de Enrique Shaw
Enrique Shaw, nació el 26 de febrero de 1921, perdió a su madre siendo muy pequeño en 1925; su padre cumpliendo con el pedido de su esposa, confió la formación de su hijo a un Sacerdote Sacramentado.
Fue alumno del Colegio “La Salle” e ingresó luego a la Escuela Naval Militar, donde afloró su extraordinario testimonio de fe; mientras surca los mares del sur descubrió su compromiso en la labor apostólica. En 1943 se casó con Cecilia Bunge, con quien formó su familia de 9 hijos. En 1945 pidió la baja en la Armada Argentina para responder a su vocación por Dios con una especial misión.
Su corazón lo llevó a querer convertirse en obrero, pero el consejo de un Sacerdote le abre otra perspectiva y decide llevar el Evangelio al empresariado. Llegó a ser Director Delegado en Cristalerías Rigolleau S.A. siendo un ejemplo de dirigente de empresa, que se preocupó por cada empleado como si se tratara de un hermano, dando sin medir a todos aquellos que necesitaban algo de él hasta el día de su muerte.

Enrique Shaw, fue uno de los impulsores de la creación de ACDE, Asociación Cristiana de Dirigentes de Empresa, siendo su primer presidente. Integró el Primer Consejo de Administración de la UCA (Universidad Católica Argentina), trabajó para conformar el Movimiento Familiar Cristiano y promovió la sanción de la Ley de Asignaciones Familiares. Su vida está repleta de logros y trabajos.
Con apenas 41 años de edad su vida se apagó. Hoy en día sus reflexiones están más vivas que nunca: decía el propio Enrique Shaw “nada anda bien en una sociedad donde muchos están mal”.
(Fuente: ACDE)


viernes, 8 de marzo de 2019

El mito de la invisibilidad



 de la mujer en la historia
El feminismo está de moda y genera una competencia por revisarlo todo a la luz de la perspectiva de género; o, más bien, de su lente deformante. Cada época interroga al pasado desde sus inquietudes pero si no se toman ciertos recaudos el resultado es un ridículo anacronismo


Infobae, 8-3-19

En el Jardín de Luxemburgo, emblemático parque de París, en torno a la inmensa fuente central donde nadan los patos y los niños hacen navegar sus veleros de juguete, hay 20 hermosas estatuas de mujeres destacadas en la historia de Francia. Dos cosas llaman la atención de este conjunto escultórico: muchas de las damas allí homenajeadas fueron reinas, con mando y poder efectivos, y en un pasado tan remoto como el período que va del siglo VII en adelante. Por otra parte, este homenaje a mujeres protagonistas -"reinas, santas y celebridades", dice la placa- se hizo entre los años 1843 y 1846, durante la llamada Monarquía de Julio y por decisión del rey Luis Felipe de Orléans.
En España, a fines del siglo XV, en las postrimerías de la Edad Media, la futura Isabel la Católica se autoproclamó reina de Castilla a los 23 años (en ausencia de su esposo) y nadie, ninguno de los poderosos barones guerreros defensores de sus fueros particulares, la cuestionó por ser mujer.
"¿No es sorprendente pensar que en los tiempos feudales la reina era coronada como el rey (…)? Dicho de otro modo, se le atribuía a la coronación de la reina tanto valor como a la del rey", escribió la historiadora y medievalista francesa Régine Pernoud (1909-1998), autora del imperdible ensayo Pour en finir avec le Moyen Age (Para Acabar con la Edad Media; Seuil, 1977).

Sin embargo, el nuevo credo feminista afirma la total "invisibilización" de la mujer a lo largo de toda la historia y hasta el día de ayer. Anagrama acaba de publicar un librito de la dibujante feminista Jacky Flemming, El problema de las mujeres, que pretende ser un recorrido histórico por la condición femenina: "Antiguamente no existían las mujeres (sic), de ahí que no nos las encontremos en las clases de historia del colegio. Sí que había hombres, y, entre ellos, no pocos eran genios". Evidentemente distraída en clase, la autora basa su cuento en la generalización a todo el pasado de posicionamientos y declaraciones machistas de algunas personalidades, como Charles Darwin, por ejemplo. Lo que fue cierto en la Inglaterra victoriana atraviesa según ella toda la historia de nuestra civilización.
En 1975, proclamado "Año de la Mujer" -el feminismo no nació ayer-, las francesas redescubrieron a Leonor de Aquitania (1122 ó 1124 – 1204), duquesa, condesa y reina consorte de Francia y de Inglaterra. Mujer independiente que osó divorciarse ni más ni menos que de un rey, para luego casarse con otro, al que también desafió. Tuvo diez hijos, entre ellos los célebres Ricardo Corazón de León y Juan Sin Tierra, lo que no le impidió actuar en política casi hasta el fin de sus días.
Curiosamente será la llamada Edad Moderna la que traerá una progresiva exclusión de la mujer de la esfera pública. Pernoud explica que "mientras Leonor de Aquitania o Blanca de Castilla [N. de la R: nieta de la anterior] dominan realmente su siglo", esta "igualdad" de las reinas durará hasta el siglo XVII; la última reina coronada en Francia fue María de Médici (en cuyo honor justamente se construyó el Jardín y Palacio de Luxemburgo, hoy sede del Senado).
La consolidación y centralización de las monarquías europeas llevará, a partir de los siglos XV y XVI, a imponer la ley sálica en la sucesión al trono. La inspiración para esta masculinización del poder no vendrá de la doctrina cristiana -perdón- sino del derecho romano, del pater familias, en el cual buscarán argumentos los reyes, para fortalecerse. Es un derecho nada favorable a la mujer ni al niño, explica Pernoud, y que representará una regresión con respecto al derecho consuetudinario medieval.
"Evidentemente, si razonamos a partir del concepto de 'paridad', es cierto que la mujer en la Edad Media no goza de la misma autonomía que el hombre -escribe por su parte el historiador Jean Sévillia en Historiquement correct (Perrin, 2003)-. Sin embargo, hay que considerar los derechos esenciales de los que goza. En las asambleas urbanas o en las comunidades rurales, las mujeres, cuando son jefas de familia, poseen derecho de voto. Entre los campesinos, los artesanos o los comerciantes, no es raro que la mujer dirija la explotación, el taller o la tienda. A fines del siglo XII, en París, se encuentran mujeres médicos, maestras de escuela, apoticarias, teñidoras o encuadernadoras".

"Régine Pernoud -sigue diciendo Sévillia- subraya que, contrariamente a lo que pasa en el Extremo Oriente o en los países musulmanes, los progresos de la libre elección del cónyuge acompañan la difusión del cristianismo. Entre el siglo V y X, la Iglesia lucha por limitar los casos de anulación del matrimonio y prohibir el repudio -costumbre romana y germánica-, lo que mejora considerablemente la condición femenina".
Esto pone de relieve el otro anacronismo en el cual cae cierto feminismo, furibundamente anticatólico: la indisolubilidad del matrimonio, que en el siglo XX pudo empezar a ser visto como oprimente, no fue inspirada en su origen por la misoginia ni representó un retroceso para la mujer, sino todo lo contrario.
"Todavía hoy, decía Régine Pernoud, es en los países cristianos donde esa libertad [de elegir al cónyuge], tan justamente reivindicada, es reconocida por las leyes mientras que en países musulmanes o países de Extremo Oriente esta libertad, que nos parece esencial, no existe o ha sido muy recientemente concedida".  

Pernoud califica de "tonterías evidentes" algunas de las grandes falsedades sobre la misoginia de la Iglesia. En particular, la que sostiene que, recién en el siglo XV, la Iglesia admitió que la mujer tenía un almafake news que algunos siguen repitiendo sin la menor reflexión.
"Así, durante siglos, se habría bautizado, confesado y admitido en la Eucaristía a seres sin alma", ironiza la medievalista, que recuerda que entre los primeros mártires y santos de la Iglesia, las mujeres eran tan numerosas como los varones.
Durante la Edad Media, las órdenes femeninas, y las abadesas que las presidían, llegaron a tener gran poder y los conventos eran lugares de estudio e irradiación cultural al igual que los monasterios.
Pero como el estatus de la mujer en la Iglesia evolucionaba a la par del de la sociedad civil, también en las instituciones eclesiásticas el siglo XVI marcó el inicio de una progresiva marginalización.
Este relegamiento, que empezó por la función pública, fue alcanzando luego la esfera privada, y la mujer se vio privada de la potestad sobre los hijos y del libre usufructo de sus bienes.
Sin embargo, todo el siglo XX marcó la re-emancipación de la mujer; un proceso obviado por la corriente feminista actual, en lucha contra un patriarcado que ya no existe.
Desde el reduccionismo o en clave de guerra de sexos es imposible reconstruir la evolución del lugar y el rol de la mujer en la sociedad a lo largo de la historia en toda su complejidad y riqueza. Los esquemas simplistas o maniqueos llevan a no poder ver más que lo que encaja en las categorías que se afirman. Actualmente, en los países occidentales y judeocristianos -perdón, otra vez- ya no existen prácticamente leyes patriarcales -en Argentina, ninguna-: a igual remuneración, igual salario; las mujeres disponen libremente de sus bienes; la patria potestad es compartida y los hijos pueden ser inscriptos indistintamente con el apellido de la madre o del padre, etcétera.
Pero, paradójicamente, el feminismo es más intenso y radical justamente allí donde los derechos de la mujer ya han sido conquistados; y no necesariamente como resultado directo de sus luchas, sino de la evolución natural de la sociedad y de la toma de conciencia tanto de mujeres como de varones. Argentina es un caso paradigmático: las dos principales herramientas de participación política femenina fueron obra de varones: Juan Domingo Perón (el voto y la elegibilidad de las mujeres) y Carlos Menem (el cupo femenino).
Hace poco fue reeditado aquí el ensayo fundacional del feminismo: El segundo sexo, de Simone de Beauvoir. Si la leyeran, sus seguidoras actuales constatarían que la filósofa francesa no padecía de la misma falta de conciencia histórica que afecta al feminismo actual.  
"Al feminismo revolucionario -escribió por ejemplo Beauvoir en El segundo sexo-, al llamado feminismo independiente de madame Brunschwig, se adjunta un feminismo cristiano: (el papa) Benedicto XV se pronuncia en favor del voto femenino, en 1919; monseñor Baudrillart y el padre Sertillanges desarrollan una ardiente propaganda en este sentido".


martes, 5 de marzo de 2019

DISCURSO DEL PAPA



A UN GRUPO DE LA PONTIFICIA COMISIÓN PARA AMÉRICA LATINA

Lunes, 4 de marzo de 2019

Queridos amigos:

Agradezco las palabras del Cardenal Ouellet, e inicié esta intervención diciéndoles “queridos amigos”, y no por un mero recurso retórico sino porque al pensar en la iniciativa que han emprendido creo que puede ser oportuno recordar una línea del capítulo 15 del evangelio de san Juan, en el que Jesús dice a todos: «En adelante, ya no los llamaré siervos, porque el siervo no conoce lo que hace su señor. Desde ahora los llamaré amigos, porque les he dado a conocer todo lo que oí a mi Padre» (Jn 15,15).

Y Jesús funda la Iglesia con aires de una amistad, como un acto de amor, como un gesto de compasión por nuestra condición frágil y limitada. Y al encarnarse, Jesucristo abraza nuestra humanidad, abraza a nuestro “yo”, a veces egoísta, tantas veces temeroso, para regalarnos su fuerza y mostrarnos que no estamos solos en el camino de la vida, que tenemos un amigo que nos acompaña. Gracias a ello, cada vez que decimos “yo” podemos decir “nosotros”, es decir, somos comunidad con Él. Tenemos un “amigo” que nos sostiene, nos invita a proponer misioneramente esa misma amistad a todos los demás y así dilatar la experiencia de “Iglesia”.

Y esta verdad tiene muchas implicaciones en distintos ámbitos, pero en especial es importante para aquellos que descubren que son llamados a ser responsables de la promoción del bien común.
Ser católico en la política no significa ser un recluta de algún grupo, una organización o partido, sino vivir dentro de una amistad, dentro de una comunidad. Si tú al formarte en la Doctrina social de la Iglesia no descubres la necesidad en tu corazón de pertenecer a una comunidad de discipulado misionero verdaderamente eclesial, en la que puedas vivir la experiencia de ser amado por Dios, corres el riesgo de lanzarte un poco a solas a los desafíos del poder, de las estrategias, de la acción, y terminar en el mejor de los casos con un buen puesto político pero solo, triste y con el riesgo de ser manipulado.

Jesús nos invita a ser sus amigos. Si nos abrimos a esta oportunidad nuestra fragilidad no va a disminuir. Las circunstancias en las que vivimos no cambiarán de inmediato. Sin embargo, podremos mirar la realidad de una manera nueva, podremos vivir con renovada pasión los desafíos en la construcción del bien común. No olvidemos que entrar en política, significa apostar por la amistad social.
En América Latina tenemos un santo que sabía bien de estas cosas. Supo vivir la fe como amistad y el compromiso con su pueblo hasta dar la vida por él. El veía a muchos laicos deseosos de cambiar las cosas pero que muchas veces se extraviaban con falsas respuestas de tipo ideológico. Con la mente y el corazón puestos en Jesús y guiado por la Doctrina social de la Iglesia, san Óscar Arnulfo Romero decía, y cito:

«La Iglesia no se puede identificar con ninguna organización, ni siquiera con aquellas que se califiquen y se sientan cristianas. La Iglesia no es la organización, ni la organización es la Iglesia. Si en un cristiano han crecido las dimensiones de la fe y de la vocación política, no se pueden identificar sin más las tareas de la fe y una determinada tarea política, ni mucho menos se pueden identificar Iglesia y organización. No se puede afirmar que solo dentro de una determinada organización se puede desarrollar la exigencia de la fe. No todo cristiano tiene vocación política, ni el cauce político es el único que lleva a una tarea de justicia. También hay otros modos de traducir la fe en un trabajo de justicia y de bien común. No se puede exigir a la Iglesia o a sus símbolos eclesiales que se conviertan en mecanismos de actividad política. Para ser buen político no se necesita ser cristiano, pero el cristiano metido en actividad política tiene obligación de confesar su fe. Y si en eso surgiera en este campo un conflicto entre la lealtad a su fe y la lealtad a la organización, el cristiano verdadero debe preferir su fe y demostrar que su lucha por la justicia es por la justicia del Reino de Dios, y no otra justicia»[1]. Hasta aquí Romero.

Estas palabras pronunciadas el 6 de agosto del 78 para que los fieles laicos fueran libres y no esclavos, para que reencontraran las razones por las que vale la pena hacer política pero desde el evangelio superando las ideologías. La política no es el mero arte de administrar el poder, los recursos o las crisis. La política no es mera búsqueda de eficacia, estrategia y acción organizada. La política es vocación de servicio, diaconía laical que promueve la amistad social para la generación de bien común. Solo de este modo la política colabora a que el pueblo se torne protagonista de su historia y así se evita que las así llamadas “clases dirigentes” crean que ellas son quienes pueden dirimirlo todo. El famoso adagio liberal exagerado, todo por el pueblo, pero nada con el pueblo. Hacer política no puede reducirse a técnicas y recursos humanos y capacidad de diálogo y persuasión; esto no sirve solo. El político está en medio de su pueblo y colabora con este medio u otros a que el pueblo que es soberano sea el protagonista de su historia.

En América Latina y en todo el mundo vivimos actualmente un verdadero “cambio de época”[2] –lo decía Aparecida– que nos exige renovar nuestros lenguajes, símbolos y métodos. Si continuamos haciendo lo mismo que se hacía algunas décadas atrás, volveremos a recaer en los mismos problemas que necesitamos superar en el terreno social y político. No me refiero aquí simplemente a mejorar alguna estrategia de “marketing” sino a seguir el método que el mismo Dios escogió para acercarse a nosotros: la Encarnación. Asumir. Asumiendo todo lo humano –menos el pecado– Jesucristo nos anuncia la liberación que anhela nuestro corazón y nuestros pueblos. Y entonces ustedes como jóvenes católicos dedicados a diversas actividades políticas serán vanguardia en el modo de acoger los lenguajes y signos, las preocupaciones y esperanzas, de los sectores más emblemáticos del cambio de época latinoamericano. Y les tocará buscar los caminos del proceso político más apto para llevar adelante.

¿Cuáles son los sectores más emblemáticos o significativos en el cambio de época latinoamericano? En mi opinión son tres, además lo deben de haber escuchado porque está Carriquiri aquí, así que se lo copio a él. En mi opinión son tres a través de los cuales es posible reactivar las energías sociales de nuestra región para que sea fiel a su identidad y, al mismo tiempo, para que construya un proyecto de futuro: las mujeres, los jóvenes y los más pobres.
En primero lugar, las mujeres. La Comisión Pontificia para América Latina el año pasado ha dedicado una reunión plenaria precisamente a la mujer como pilar en la edificación de la Iglesia y la sociedad[3]. Además, a los obispos del CELAM en Bogotá en 2017 les recordaba que «la esperanza en Latinoamérica tiene un rostro femenino»[4]. En segundo lugar, los jóvenes, porque en ellos habita la inconformidad y rebeldía que son necesarias para promover cambios verdaderos y no meramente cosméticos. Jesucristo, eternamente joven, está presente en su sensibilidad, en la de ellos, en su rostro y en sus inquietudes. Y en tercer lugar, los más pobres y marginados. Porque en la opción preferencial por ellos la Iglesia manifiesta su fidelidad como esposa de Cristo no menos que sobre el ámbito de la ortodoxia[5].

Las mujeres, los jóvenes y los pobres son, por diversas razones, lugares de encuentro privilegiado con la nueva sensibilidad cultural emergente y con Jesucristo. Ellos son protagonistas del cambio de época y sujetos de esperanza verdadera. Su presencia, sus alegrías y, en especial, su sufrimiento son una fuerte llamada de atención para quienes son responsables de la vida pública. En la respuesta a sus necesidades y demandas se juega en buena medida la verdadera construcción del bien común. Constituyen un lugar de verificación de la autenticidad del compromiso católico en la política. Si no queremos perdernos en un mar de palabras vacías, miremos siempre el rostro de las mujeres, de los jóvenes y de los pobres. Mirémoslos como sujetos de cambio y no como meros objetos de asistencia. La interpelación de sus miradas nos ayudará a corregir la intención y a redescubrir el método para actuar “inculturadamente” en nuestros distintos contextos. Asumir, y asumir en concreto, toda esta problemática significa ser concreto y en política cuando uno se desvía del ser concreto se desvía también de la conducción política.

Una nueva presencia de católicos en política es necesaria en América Latina. Una “nueva presencia” que no solo implica nuevos rostros en las campañas electorales sino, principalmente, nuevos métodos que permitan forjar alternativas que simultáneamente sean críticas y constructivas. Alternativas que busquen siempre el bien posible, aunque sea modesto. Alternativas flexibles pero con clara identidad social cristiana. Y para ello, es preciso valorar de un modo nuevo a nuestro pueblo y a los movimientos populares que expresan su vitalidad, su historia y sus luchas más auténticas. Hacer política inspirada en el evangelio desde el pueblo en movimiento se convierte en una manera potente de sanear nuestras frágiles democracias y de abrir el espacio para reinventar nuevas instancias representativas de origen popular.

Los católicos sabemos bien que «en las situaciones concretas, y teniendo en cuenta las solidaridades que cada uno vive, es necesario reconocer una legítima variedad de opciones posibles. Una misma fe cristiana puede conducir a compromisos diferentes».[6] Por eso, los invito a que vivan su fe con gran libertad. Sin creer jamás que existe una única forma de compromiso político para los católicos. Un partido católico. Quizá fue esta una primera intuición en el despertar de la Doctrina social de la Iglesia que con el pasar de los años se fue ajustando a lo que realmente tiene que ser la vocación del político hoy día en la sociedad, digo cristiano. No va más el partido católico. En política es mejor tener una polifonía en política inspirada en una misma fe y construida con múltiples sonidos e instrumentos, que una aburrida melodía monocorde aparentemente correcta pero homogenizadora y neutralizante –y de yapa– quieta. No, no va.

Me alegra que haya nacido la Academia de Líderes Católicos y se expanda por diversos países de América Latina. Me alegra que ustedes busquen simultáneamente fieles al evangelio, plurales en términos partidistas y en comunión con sus Pastores.

Dentro de unos años, en 2031, celebraremos el V Centenario del Acontecimiento Guadalupano y, en 2033, el segundo milenio de la Redención. Quiera Dios que desde ahora en adelante puedan todos ustedes trabajar en la difusión de la Doctrina social de la Iglesia para así llegar a la celebración de estas fechas con verdaderos frutos laicales concretos de discipulado misionero. A mí me gusta repetir que tenemos que cuidarnos siempre de las colonizaciones culturales, no, las colonizaciones ideológicas, las hay económicas porque las sociedades tienen una dimensión de “coloneidad”; o sea, de ser abiertas a una colonización. Entonces defendernos de todo. Y al respecto me permito una intuición. A ustedes les tocará ajustar y corregir o no, pero es una intuición que la dejo a la mano de ustedes, sino quieren equivocarse en el camino para América Latina, la palabra es “mestizaje”. América Latina nació mestiza, se conservará mestiza, crecerá solamente mestiza y ese será su destino.

San Juan Diego, indígena pobre y excluido, fue precisamente el instrumento pequeño y humilde, que escogió Santa María de Guadalupe para una gran misión que daría origen al rostro pluriforme de la gran nación latinoamericana. Nos encomendamos a su intercesión para que cuando las fuerzas nos falten en la lucha por nuestro pueblo, recordemos que es precisamente en la debilidad que la fuerza de Dios puede hacer su mejor trabajo (cf. 2 Co 12,9). Y que la Morenita del Tepeyac nunca se olvide de nuestra amada “Patria Grande”, eso es América Latina, una Patria Grande en gestación, que nunca se olvide de nuestras familias y de los que más sufren. Y por favor no se olviden ustedes de rezar por mí. Gracias.


[1] S. Óscar Arnulfo Romero, Homilía, 6 agosto 1978.
[2] Cf. V Conferencia General del Episcopado Latinoamericano, Aparecida, 44.
[3] Cf. Comisión Pontificia para América Latina, La mujer pilar de la edificación de la Iglesia y de la sociedad en América Latina, Librería Editrice Vaticana, Ciudad del Vaticano 2018.
[4] Francisco, Discurso al Comité Directivo del CELAM, 7 septiembre 2017.
[5] Cf. S. Juan Pablo II, Novo millennio ineunte, 49.
[6] S. Pablo VI, Octogesima adveniens50.