(ACI/InfoCatólica), 30-7-17
En el programa «Claves para un Mundo Mejor», de Canal
9, Mons. Aguer señaló que el relativismo «es ver las cosas según el color del
cristal con que se miran».
«El relativismo no acepta que existan verdades,
verdades absolutas, verdades que no se pueden negar, que no se pueden cambiar;
sostiene, en cambio, que todo es más o menos».
El Arzobispo lamentó que se ha llegado al punto en la
actualidad que «el que dice la verdad, aunque lo haga comedidamente, es un
agresor».
«Fíjense ustedes como se ha reemplazado la verdad por
la libertad, pero la libertad entendida como una construcción. Yo soy libre
para construir lo que me parece, aunque eso sea contrario a la naturaleza. No
existe una verdad, sino que yo soy libre para decir: esto es así y aquello es
asá».
«Voy a poner un ejemplo más notorio y si se quiere más
fuerte: si vos sos varón, pero te parece o sentís que sos mujer entonces te
podes vestir de mujer, operarte, tener un documento de mujer, casarte con otro
varón, etc., etc., y aquí la verdad no cuenta,
sino que lo que cuenta es el sentimiento, la libertad de que cada uno
tiene que hacer lo que le parece bien, sin referencia alguna a la verdad, a la
realidad de las cosas, a la naturaleza propia de cada una de ellas», indicó.
Para el Prelado, «esto que es una característica de la
cultura se introduce también en la Iglesia y no solo ahora, sino desde hace
mucho tiempo. Ha pasado y seguirá pasando».
La moral de situación, otro producto del relativismo
Mons. Aguer recordó el trabajo de San Juan Pablo II y
de Pablo VI, que «hablaba de las verdades fundamentales de la fe, proclamó el
Año de la Fe, porque muchos teólogos ya empezaron a dudar acerca de estas
verdades fundamentales que la tradición de la Iglesia trae desde el tiempo de
los Apóstoles y empezaron a lucubrar invenciones suyas en contra de la Fe».
Una dimensión en la que se nota esto, dijo, «es la
teología moral por ejemplo. Cuando yo era estudiante estaban de moda ciertos
autores relativistas que no aceptaban, por ejemplo, que existen actos
intrínsecamente malos, o sea que ciertos hechos o actos humanos son malos
siempre independientemente de las circunstancias».
Estos autores, recordó, «sostenían una moral de situación,
una moral de circunstancia, donde la verdad de los principios, de los
mandamientos de la ley de Dios, de las exigencias del Evangelio queda relegada
porque lo que importa es la libertad de la persona en el ámbito o en la
situación en que se encuentra».
San Juan Pablo II, en su encíclica Veritatis Splendor,
«habla precisamente de este tema que recién les mencionaba, de los actos
intrínsecamente malos. Hay ciertos comportamientos que son malos siempre, que
no se pueden justificar porque yo esté en esta situación o en la otra. Los
relativistas de ninguna manera aceptarían una formulación así»
«De estos deslices anticatólicos tenemos que cuidarnos
muy bien. No es agradable decir siempre la verdad», destacó.
«Todos ustedes habrán hecho, alguna vez, la experiencia
de decir la verdad en un contexto en que la verdad no es aceptada; uno queda
como descolocado y ahora, además, te dicen que eso es contrario al diálogo».
El Prelado destacó que «el diálogo interreligioso, el
diálogo ecuménico, el dialogo social, es posible si uno no abdica de la verdad
sino que uno intenta que la verdad, que es algo objetivo, sea reconocida por
todos».
«La verdad de la naturaleza, como la verdad de la fe,
son dones de Dios, no pueden ser desplazados por construcciones nuestras. Les
dejo este consejo, entonces: ¡cuidado, no patinar hacia el relativismo!»,
señaló.