sábado, 31 de enero de 2015

¿Laicidad o laicismo?



Relato de la realidad de Uruguay


La laicidad correctamente entendida y aplicada es buena para la sociedad; el laicismo origina la pérdida de valores

Carlos Álvarez Cozzi

27-1-15

ÍNDICE

I)       Que es la laicidad y que el laicismo.
II)      Reseña del proceso laicizador uruguayo.
III)     Laicidad y espacio público en Uruguay.
IV)     Laicidad en la educación en Uruguay. Dos visiones históricas enfrentadas: Varela y Vera.
V)      Laicidad y política en Uruguay.
VI)     Énfasis de la laicidad.
VII)    Desafíos actuales para la libertad de expresión en relación a la laicidad en Uruguay.

VIII)   Conclusiones.
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Texto completo (17 páginas) en:

martes, 27 de enero de 2015

La Congregación Salesiana será la que tendrá más miembros en el Colegio Cardenalicio



Aica,  26 Ene 2015

El domingo 4 de enero el papa Francisco dio a conocer los nombres de los nuevos cardenales que creará en el Consistorio del 14 de febrero próximo. Entre ellos, los salesianos Charles Maung Bo, arzobispo de Yangon, Myanmar, y Daniel Fernando Sturla, arzobispo de Montevideo, Uruguay.

El anuncio de monseñor Charles Maung BO, representa una gran noticia para Myanmar con una presencia de la Iglesia Católica de más de 500 años; para los salesianos representa y confirma la importancia de la presencia que fue parte de la Inspectoría de Kalkota hasta los años 80.

Monseñor Charles Maung BO nació en Mohla el 29 de octubre de 1948. Fue ordenado sacerdote el 9 de abril de 1976. Fue Prefecto Apostólico de la Prefectura de Lashio (1985-1990), entre 1990-1996 fue obispo de la nueva diócesis de Lashio. Fue trasladado a la diócesis de Pathein en 1996, continuando como administrador apostólico de Lashio hasta 1998, luego por un año en la arquidiócesis de Mandalay. Ahora es arzobispo de Yangon. Actualmente es responsable de la oficina de desarrollo humano en FABC (Federation of Asian Bishops’ Conferences), miembro de la Comisión para los Religiosos en la FABC, y miembro del Consejo Pontifico para la Cultura. El arzobispo Charles Bo es el primer cardenal de Myanmar.

Monseñor Daniel Fernando Sturla Berhouet nació el 4 de julio de 1959 en Montevideo. Después de haber obtenido el título en Derecho Civil en el Instituto Juan XXIII, cumplió los estudios de filosofía y Ciencias de la Educación en el Instituto Miguel Rúa de los salesianos en Montevideo.

Estudió teología en el entonces Instituto Teológico de Uruguay Mons. Mariano Soler, obteniendo la licenciatura en Teología en el año 2006. Realizó el noviciado en 1979 e hizo su primera profesión el 31 de enero de 1980. El 21 de noviembre de 1987 fue ordenado sacerdote. Como sacerdote se desempeñó como vicario del Noviciado y Posnoviciado Salesiano, director del Aspirantado Salesiano y maestro de novicios, director del Instituto Preuniversitario Juan XXIII y profesor de Historia de la Iglesia.

El 28 de octubre de 2008 fue nombrado inspector salesiano del Uruguay y poco después fue elegido presidente de la Conferencia de Religiosos del Uruguay. El 10 de diciembre de 2011 fue nombrado por el papa Benedicto XVI obispo titular de Felbes y auxiliar de Montevideo. El 11 de febrero de 2014 el Papa lo promovió a arzobispo de Montevideo. Dentro de la Conferencia Episcopal del Uruguay es responsable del Departamento de Misiones y de los Laicos.

Cardenales religiosos
Con los próximos cardenales Sturla y Bo, la congregación salesiana es la que más miembros del Colegio Cardenalicio tendrá. Serán ocho: Angelo Amato, Tarcisio Bertone, Raffaele Farina, Miguel Obando Bravo, Andrés Rodríguez Maradiaga, Joseph Zen Ze-Kiun, Charlos Maung Bo y Daniel Fernando Sturla Berhouet.

Le siguen los franciscanos con siete cardenales: Carlos Amigo Vallejo, Paulo Evaristo Arns, Alexandre José María Dos Santos, Claudio Hummes, Wilfrid Fox Napìer, Sean Patrick O'Malley y László Paskai.

En tercer lugar están los jesuitas, con el papa Francisco y cinco cardenales: Karl Josef Becker, Julius Riyadi Darmaatmadja, Ján Chryzostom Korec, Roberto Tucci y Albert Vanhoye.

Los cardenales dominicos son tres: Georges Marie Martin Cottier, Dominik Jaroslav Duka y Christoph Schonborn.

Hay dos cardenales dehonianos: Stanislaw Kazimierz Nagy y Eusébio Oscar Scheid.

Dos cardenales vicentinos: Franc RODÉ y Berhaneyesus Demerew Souraphiel. (Este último es de los nuevos)


Por último hay un cardenal de cada una de las siguientes congregaciones: Velasio de Paolis, scalabriniano; Francisco Javier Errázuriz Ossa, de Schoenstatt; Francis Eugene George, Oblato de María Inmaculada; Prosper Grech, agustinos; José Luis Lacunza Maestrojuán, agustino recoleto; Lubomyr Husar, Monjes Estuditas Ucranianos; Marc Ouellet, sulpiciano; José Saraiva Martins, claretianos; y Julio Terrazas Sandoval, redentorista.+ 

martes, 20 de enero de 2015

La Iglesia católica y una crisis de larga data





por CARLOS DANIEL LASA *


 ENERO 20, 2015

La Iglesia católica está viviendo una profunda escisión dentro de su mismo seno; en efecto, “conviven” dentro de sí, católicos que abrazan y defienden la fe que se ha venido predicando desde hace más de dos milenios, y católicos que proclaman una nueva fe completamente diversa a la anterior.

Este hecho, cuya presencia resulta innegable en la Iglesia de hoy y el cual ha eclosionado en el último Sínodo convocado por el Papa Francisco I, nos suscita innumerables interrogantes.

Hace pocos días, leyendo un libro referido al fenómeno del modernismo católico publicado en el año 1909, el autor afirmaba, en el Prefacio, que el modernismo católico no es una herejía de escuela reducida a un grupo de doctores y de teólogos de profesión, sino que se presenta como “… un cristianismo nuevo, que amenaza con suplantar al antiguo y se introduce por todas partes en las ideas, en el espíritu, en la vida (de la Iglesia)”. Y añade: “Como en los orígenes del cristianismo, era el paganismo quien procuraba bajo el pretexto de una más alta ‘gnosis’ envenenar la vida misma de la Iglesia con el gnosticismo, verdadero paganismo travestido en cristianismo; así, en nuestros días, es el racionalismo mismo, es aquella incredulidad que, bajo el nombre de ‘cultura’ y de modernidad, penetra hasta los fundamentos mismos de la religión para demolerla…”[i].

El modernismo surge de la necesidad de adaptación de la Iglesia al mundo moderno. Señala Poulat: “Todos piensan que es necesario ser de su tiempo –amar a su tiempo, afirmará el abate Birot, vicario general de Albi, en un discurso que escandalizó fuera de la asamblea–, hablar el lenguaje de su tiempo, responder a sus aspiraciones, adaptar la pastoral a las nuevas necesidades[ii].

Ahora bien, pareciera que la intención de los modernistas no dista de la de todos los cristianos en el sentido de que el mensaje evangélico deba encarnarse en los hombres de diversos tiempos y culturas. El problema del modernismo radicaba, más bien, y como acertadamente lo señalara R. Rémond, en la operación de sacrificar el dogma para hacer asimilable la Iglesia católica a la filosofía moderna. Sencillamente, se trata de la operación de hacer una lectura racionalista del cristianismo.

Antonio Rosmini había precisado la naturaleza de este racionalismo que intentaba infiltrarse en las escuelas teológicas, en estos términos: “El racionalismo es un principio que se reduce a esta proposición: ‘el hombre no debe admitir sino aquello que le suministra la natural experiencia, excluida toda luz sobrenatural”[iii]. El dogma del pecado original, en estos nuevos términos, se destruye y, en consecuencia, se declara la inutilidad de la redención por parte de Jesucristo[iv].

Ahora bien, este racionalismo teológico se traduce en un proceso de inmanentización de la religión católica. Esta reforma, que tenía por finalidad establecer un acuerdo del catolicismo con la modernidad, terminó formulando un nuevo cristianismo ocupado sólo del progreso de la civilización[v]; en definitiva, un cristianismo que hacía suya la razón tecno-científica preocupada sólo de la transformación de este mundo. La razón cerraba las puertas al ámbito metafísico, abandonaba definitivamente a Atenas, para construir un mundo terrenal totalmente apto para que el hombre alcance su felicidad. Este nuevo cristianismo ya no se ocuparía más de las cuestiones trascendentes sino de las inmanentes, de las de este mundo (teologías de la secularización, de la liberación, de la muerte de Dios, etc.).

Pero el racionalismo no hubo de tener su meta en la mera sustitución de la metafísica por una meta-humanidad hecha realidad a partir de las propias fuerzas del hombre: la última estación fue marcada por el nihilismo. Del Noce mostró que la realización de esta revolución, cuyo término final pretendía ser la liberación, la felicidad del hombre dentro de la historia, no podía ser sino violenta. De allí que cuando ella se cumpliera, necesariamente el ideal revolucionario de libertad caería, no quedando otra cosa más que el principio de la fuerza[vi]. No se puede usar la fuerza como medio para la realización de un fin revolucionario sin convertirla, a la postre, en fin. Todo valor, en consecuencia, desaparece.

Esta nada de valores configura hoy la denominada post-modernidad. La razón fuerte de la modernidad asume que, tanto en la realidad como en cada una de mis elecciones, no hay sentido, no hay logos; en consecuencia, la decisión es lo que cuenta.

A las tres preguntas de Kant, ¿qué puedo saber?, ¿qué debo hacer?, y ¿qué me está permitido esperar? (las cuales se condensan, según el filósofo de Königsberg, en la pregunta sobre el hombre mismo), el nihilismo postmoderno responde de la siguiente manera: a) respecto de la primera, sostiene que nada puede saberse porque la verdad no es posible conocerla; b) a la segunda que, dado que no existe ninguna regla moral objetiva, nada me indica qué debo hacer: mi experiencia personal, aquello que vivo individualmente, es mi misma “regla” de conducta: c) a la tercera respondería, igualmente, “nada”. Diría Max Stirner que el único yo (o sea, yo mismo) reposa sobre la nada. Finalmente, entonces, el hombre no puede ser sino una invención (estructuralismo y anti-humanismo)[vii].

La razón de esta postmodernidad es la razón sociologista, es decir, aquella razón para la cual todas las concepciones de mundo se reducen a ideologías, es decir, expresiones de situaciones histórico-sociales de grupos, supra-estructuras espirituales de fuerzas que nada tienen de espiritual sino sólo intereses de clase, motivaciones inconscientes, condiciones concretas de existencia social.

Todo pensamiento, entonces, incluido el dogma católico, no tiene sino un origen mundano, social e histórico.

Hoy, en la Iglesia católica, existe una fuerte tendencia ordenada a adaptarse a esta razón sociologista con la finalidad de reconciliarse con el mundo: maridar la fe cristiana con el relativismo más crudo. El resultado de esto ya no es, como decía Rosa, la existencia de un nuevo cristianismo, el del Dios inmanente, sino la desaparición de todo vestigio del cristianismo de la faz de la tierra.

¿Cómo comenzó esta operación dentro del seno de la Iglesia?

La estrategia consistió no en ir en contra de la fe misma sino en dejarla en sordina y ocuparse de generar una praxis “cristiana” relativista. Es decir, declarar, en el ámbito de la moralidad, que no existe regla objetiva alguna y que, en consecuencia, se puede vivir de muy diversos modos la vida cristiana. Pero dado que, como dice el refrán, quien no vive como piensa termina pensando como vive, el asalto definitivo de la razón posmoderna se produjo sobre la verdad misma de la fe: una verdad que, al dejar de tener todo contacto con la vida de las comunidades “cristianas”, se desdibujó para siempre.

De ahora en más, la “Iglesia” y el mundo pasaron a ser una sola cosa: tienen un mismo pensar, un mismo querer y un mismo sentir: un pensar escindido de toda verdad; un querer desprendido de toda norma objetiva de conducta; un sentir circunscripto a este mundo y carente de todo sentido trascendente.

Pues bien, luego de esta lectura de los avatares de la Iglesia católica durante el último siglo, me pregunto: ¿por qué, en el seno de la misma Iglesia católica, se ha producido un movimiento de auto-destrucción, queriéndose llegar a instituir un nuevo cristianismo, tal como señalara Enrico Rosa en 1909?

La respuesta a esta cuestión es demasiado compleja y exigiría un larguísimo análisis. Sólo propondré una línea de lectura que puede echar alguna luz a la cuestión.

Considero, ante todo, que la Iglesia ha llevado a cabo una lectura inadecuada de la modernidad. Esta lectura, que identifica la modernidad con el iluminismo, ha conducido a su condena en bloque. De este modo, ser católico y ser moderno se convierten en términos contradictorios. En consecuencia, el católico está condenado a vivir fuera de la historia, fuera de su tiempo.

Pero entonces, ¿cómo podían resignarse, los cristianos, a dejar de llevar el mensaje evangélico a los hombres que peregrinan con ellos en una determinada época? Era imposible. De allí la necesidad de establecer un diálogo con ellos, un acercamiento. ¿Cuál fue el problema? La idea de modernidad que estos cristianos tenían in mente. Si modernidad era igual a iluminismo y, este último equivalía al movimiento de la razón humana hacia la inmanencia radical, para acercarse al mundo no existía otro camino que el de modernizar la Iglesia, esto es, hacer que la fe cristiana comenzara a dejar los problemas del Cielo para ocuparse, de manera exclusiva, de los de la tierra.

Con esta asunción totalmente a-crítica de la idea de modernidad forjada por pensadores iluministas, se introdujo en la conciencia cristiana una visión esencialmente móvil de lo real. La realidad, concebida en términos de devenir, se ordenaba, por una ley ineluctable inmanente, al propio devenir, hacia lo mejor ( = progreso). En consecuencia, si la Iglesia quería tener presencia en la sociedad moderna no tenía otro atajo que asumir una visión esencialmente progresista. El mandato cristiano de abrazar siempre lo verdadero y lo bueno, sin importar en qué tiempo histórico haya sido realizado, es reemplazado por el imperativo de adherir a lo nuevo y desechar lo viejo. Este último imperativo ético está mostrando la inmanentización radical del mensaje cristiano: la absolutización del devenir, del tiempo.

Hace poco tiempo releía una entrevista que le hicieron al Papa Francisco I en la Civiltà Cattolica en el año 2013. En la misma el Papa afirmaba que “El Vaticano II ha sido una relectura del Evangelio a la luz de la cultura contemporánea…” y remataba: “… la dinámica de lectura del Evangelio actualizada en el hoy que ha sido propia del Concilio es absolutamente irreversible”[viii]. Me pregunto: ¿cuál es la lectura que el Concilio Vaticano II realizó de la cultura contemporánea y qué resulta absolutamente irreversible?, ¿lo expresado en sus textos o la interpretación que la Iglesia auto-denominada progresista ha hecho de los mismos?

El Papa no lo aclara. Sin embargo, la cuestión me parece importantísima ya que de esta lectura depende la suerte del mismo cristianismo. ¿Desde qué idea de modernidad se ha llevado a cabo esa interpretación? Temo que la lectura irreversible sea la que hemos descrito en este artículo. Si así fuese, resulta curioso que los mismos “integristas” compartan esta lectura irreversible ya que asumen la misma idea de modernidad sin ponerla en cuestión aunque, claro está, la rechazan y, al igual que los progresistas, absolutizan un tiempo histórico determinado. Estos últimos, siempre lo nuevo; los integristas, la Edad Media.

La situación descripta resulta preocupante. Considero que la Iglesia católica, para salir de esta profunda crisis en la que está sumergida hace más de un siglo, debe recuperar, ante todo, una inteligencia de la fe, una inteligencia centrada en la fe cristiana para entender su propio contenido. En segundo lugar, debe abandonar una falsa lectura de la modernidad la cual, por un lado, ha introducido en su seno una dicotomía profunda constituida por el binomio opositivo integrista-progresista y la ha conducido a profundas desventuras. En tercer lugar, formular una nueva lectura de la modernidad, a la luz no del pensamiento hegeliano sino de una inteligencia (intellectus, no ratio) iluminada por la fe, capaz de descubrir todo aquello que de verdadero y de bueno exista en nuestro tiempo y esforzarse en enderezar toda forma de desvío.

De lo contrario, nos seguirá sucediendo aquello que el filósofo cristiano italiano Augusto Del Noce, refiriéndose a la situación del catolicismo durante sus días, señala con amargura: “Aquello que caracteriza a los católicos es la aceptación de un pensamiento del propio tiempo de origen marxista o neo-burgués. El resultado es que no pueden pensar más a su metafísica y su religión en términos de verdad. Esta impotencia se manifiesta en presentarlas en un lenguaje alusivo y metafórico mediante el cual intentan distinguirse de los católicos comunes o tradicionales, y verdaderamente no pueden. Su escuela de incredulidad no tiene igual…”[ix].

* Doctor en Filosofía

Notas

[i] Enrico Rosa. L’Enciclica “Pascendi” e il modernismo. Studii e commenti. Roma, Civiltà Cattolica, 1909, seconda edizione corretta e accresciuta, Prefazione, p. III.

[ii] Emile Poulat. La crisis modernista. Historia, dogma y crítica. Madrid, Taurus, 1974, p. 12.

[iii] Antonio Rosmini. Il racionalismo teologico. Roma, Città Nuova Editrice, 1992, Cap. I, 2, p. 35.

[iv] Cfr. Ibidem, Cap. IV, 14, p. 50.

[v] Cfr. Augusto Del Noce. Giovanni Gentile. Per una interpretazione filosofica della storia contemporanea. Bologna, Il Mulino, p. 209.

[vi] Augusto Del Noce. Il suicidio della rivoluzione. Bologna, Il Mulino, 1992, p. 6.

[vii] Cfr. Vittorio Possenti. La filosofia dopo il nichilismo. Sguardi sulla filosofia futura. Soveria Mannelli, Rubbetino, 2001, pp. 8-9.

[viii] “Intervista a Papa Francesco” por Antonio Spadaro. En La Civiltà Cattolica, Roma, anno 164, 19 settembre 2013, p. 467.


[ix] Lettera de Del Noce allo scrittore Quadrelli en 1984. Citado por Massimo Tringali. Augusto Del Noce interprete del novecento. Aosta, Le Château, 1997, pp. 142-143.

jueves, 15 de enero de 2015

¿Por qué ha surgido "Yo no soy Charlie Hebdo"?



Antonio Gutiérrez Trejo

Yoinfluyo, 14 Enero 2015

Es muy lamentable el atentado que se registró la semana pasada en contra el semanario Charlie Hebdo, donde lamentablemente perdieron la vida 12 personas, pero también es muy condenable el asesinato de 100 mil cristianos en Medio Oriente durante los últimos años y la reciente masacre donde el grupo islamista Boko Haram asesinó a por lo menos 2 mil personas en Nigeria, la mayoría cristianos, hechos que lamentablemente no han merecido la misma condena mundial.

Los derechos humanos y la libertad de expresión

Salvador Abascal Carranza, vicepresidente de la Comisión Mexicana de Derechos Humanos (CMDH), advirtió que es una lástima que la sociedad mundial no exprese la misma indignación que siente por el asalto a la controvertida revista satírica francesa, que por las constantes matanzas y persecuciones en contra de cristianos por parte de grupos fundamentalistas.

Precisó, incluso, que ha habido una especie de locura en donde la gente se ha identificado con algo que no conoce a profundidad, haciendo creer que el atentando fue contra la libertad de expresión.

“Yo no soy Charlie, por ejemplo, porque yo no comparto la línea editorial de esa revista, pues va en contra de la dignidad de las personas”, señaló Abascal Carranza, tras puntualizar que la libertad, como tal, tiene límites que deben respetarse.

“Si alguien tiene la libertad de blasfemar, mentir, matar o insultar, eso no quiere decir que tenga la libertad para hacerlo. El límite de la libertad es el absoluto respeto por la dignidad del otro”, resaltó el directivo de la asociación civil.

Indicó que el atentando en París, Francia, no fue en contra de la libertad de expresión, sino un acto terrorista a manos de grupos fundamentalistas.

No obstante, aclaró que nadie, ya sea católico, judío, musulmán o ateo, puede ser privado de la vida por sus creencias, de ahí que confió en que los líderes del mundo puedan encontrar la vía más correcta para atenuar los efectos del terrorismo en el mundo.

Expuso que el movimiento islámico es muy peligroso, por lo que habrá que medir el alcance de cualquier acción directa. “El Estado Islámico ha conquistado parte de Irak y de Siria; es una amenaza para la paz mundial, por ello habría que medir las consecuencias de una acción directa”, remarcó.

Salvador Abascal detalló que las libertades de las que goza Occidente tienen que ver con la cultura judeo-cristiana que se encuentra en sus orígenes y que se refieren al respeto a la dignidad de la persona humana. “En lo que queda del cristianismo en Occidente –ahora más en América Latina que en Europa– no se debe usar el pretexto de la libertad para herir, lastimar, blasfemar en contra de las creencias de los demás, sea de quien fuere, ya sean budistas, musulmanes, judíos, católicos, protestantes, o de quien sea, incluso de los ateos”.

Consideró que los directivos y caricaturistas del semanario Charlie Hebdo han abusado de la libertad que se ha conquistado a través del cristianismo en Occidente. “Es una contradicción, porque ellos publican cartones blasfemos no solamente en contra de los musulmanes, eso hay que analizarlo bien, sino en contra de la Iglesia Católica, en contra del concepto mismo de Dios”.

Abascal Carranza preguntó qué pasa frente a un fenómeno de esta naturaleza y respondió que lo que debe pasar es que los que están conscientes de la importancia y del respeto a la dignidad del otro por el simple hecho de ser humano, no debe orillar a vulnerar la dignidad de los demás, porque su dignidad tiene que ver con su creencia. “Esto nos obliga a no lastimar la creencia de los demás”.

Ante tal panorama, Salvador Abascal puso en la mesa del debate el caso de Asia Bibi, la madre católica condenada injustamente en Pakistán bajo la ley de blasfemia, quien el pasado 12 de diciembre cumplió 2 mil días de encarcelamiento y que está a la espera de que la Corte Suprema de Pakistán la libere de la pena de muerte.

En 2009, Asia trabajaba recogiendo frutas con otras mujeres musulmanas. En una ocasión fue al pozo local para tomar un poco de agua; sin embargo, esto hizo que sus compañeras la acusaran de haber hecho impura el agua para el resto de trabajadores por su condición de cristiana. Al año siguiente fue condenada a morir bajo la ley de blasfemia.

Su caso, dijo, ha sido defendido por un pequeño puñado de católicos españoles y franceses, quienes a través de sus intervenciones han logrado frenar la pena de muerte, “pero este tipo de casos no merece la condena de la sociedad mundial, no trasciende, como fue con Charlie Hebdo”.

En opinión del vicepresidente de la Comisión Mexicana de Derechos Humanos, la gente está confundida por el caso Charlie Hebdo, pues no sabe diferenciar entre libertad y libertinaje. “Estas definiciones deberían darse en los colegios de los países occidentales, a fin de que se entienda qué es el libertinaje (abuso de la libertad)”.

-¿Existe el riesgo de que alguna potencia mundial aproveche la coyuntura para iniciar una acción bélica?

-El riesgo existe, así como lo aprovechó en su momento el presidente de los Estados Unidos, George Bush, para declarar la guerra en Irak, bajo el argumento de localizar armamento nuclear que nunca existió. Lo razonable es que el gobierno francés distinga el mensaje de rechazo al terrorismo en cualquier parte del mundo, para que de alguna manera se descentralice la atención del atentado a la libertad de expresión.


Para concluir, Salvador Abascal manifestó que las manifestaciones de rechazo que se han dado en el mundo en contra del atentado a Charlie Hebdo favorecen al Estado Islámico, “porque para ellos les representa un triunfo para su causa, ya que les permitió vengar a Mahoma”.

viernes, 2 de enero de 2015

El don de la integridad cristiana es ser coherentes

Pensar, sentir y vivir como cristianos

Ciudad del Vaticano, 26 diciembre 2015 (VIS).-

A mediodía, el Santo Padre se ha asomado a la ventana de su estudio, en el Palacio Apostólico Vaticano, para rezar el Ángelus con los fieles y peregrinos reunidos en la Plaza de San Pedro. Antes de la oración mariana, el Pontífice les dirigió unas palabras sobre la coherencia y la fe:

''El Evangelio de esta fiesta muestra una parte del discurso de Jesús a sus discípulos cuando los envía a su misión. Dice: ''Seréis odiados por todos a causa de mi nombre. Pero el que persevere hasta el final, éste se salvará''. Estas palabras del Señor no perturban la celebración de la Navidad, sino que la despojan de esa falsa capa dulzona que no le pertenece. Nos hacen comprender que en las pruebas aceptadas a causa de la fe, la violencia es derrotada por el amor, la muerte por la vida. Y para aceptar realmente a Jesús en nuestra vida y prolongar la alegría de la Noche Santa, el camino lo indica este Evangelio: dar testimonio de Jesús en la humildad, en el servicio silencioso, sin miedo de ir contra corriente y pagar en persona. 

No todos están llamados, como san Esteban, a derramar su sangre -continuó-, pero a todo cristiano, sin embargo, se le pide que sea coherente en todo momento con la fe que profesa. Y la integridad cristiana es una gracia que debemos pedir al Señor. Ser coherente, vivir como cristianos y no decir: "Soy cristiano", pero vivo como pagano. La coherencia es una gracia que debemos pedir hoy''.

Francisco explicó que seguir el Evangelio es un camino exigente pero hermoso y quien lo recorre con fidelidad y valentía recibe el don que el Señor prometió a los hombres y mujeres de buena voluntad. El Papa pidió a todos que rezasen por los hermanos discriminados, perseguidos y asesinados por dar testimonio de Cristo, ''porque gracias al sacrificio de estos mártires de hoy se refuerza en todos los lugares del mundo el compromiso por reconocer y asegurar la libertad religiosa, que es un derecho inalienable de toda persona humana''.