domingo, 30 de junio de 2019

El Amazonas desemboca en Alemania



Católicos on line, 22 de Junio de 2019
Autor: Santiago MARTÍN, sacerdote FM

Estamos ya acostumbrados, por desgracia, a que los “Instrumentum laboris” de los Sínodos sean polémicos, aunque luego lo que se apruebe no sea tan malo como se prometía. Quizá sea una estrategia bien planeada: se amaga con lo peor y así es más fácil que la oposición acepte cosas que no hubiera aceptado, conformándose con que el desastre no haya sido tan grande.

En este caso, lo que ha llamado más la atención es la posibilidad de ordenar hombres casados para atender a las comunidades que viven en sitios alejados y que, según indica el “Instrumentum”, reciben la visita del sacerdote cada dos o tres años. El hecho de que existan en la Iglesia católica ritos donde hay este tipo de sacerdotes -el rito oriental y el de los ex sacerdotes anglicanos- significa que eso es posible, con las debidas condiciones y limitaciones. Pero el problema no es ése y a nadie se le hubiera ocurrido alarmarse si sólo se tratara de eso. El problema es que se sospecha que esa aceptación de los sacerdotes casados en casos excepcionales y en lugares muy concretos, se generalice a otros países y a otras culturas. Los alemanes ya han anunciado que procederán a ello, diga lo que diga el Papa. Por lo tanto, se estaría utilizando como excusa para favorecer a los alemanes, la grave dificultad que tienen algunas zonas de la Amazonía para ser evangelizadas. Es, como sucedió con el aborto, la apertura de un resquicio en la puerta, que servirá para que ésta se abra de par en par más tarde.

Sin embargo, con ser esto preocupante, hay cosas aún peores en el “Instrumentum laboris”. Para entenderlas hay que remontarse a 1989, a la caída del Muro de Berlín y al posterior desmoronamiento de la Unión Soviética. Los grandes promotores de la Teología de la Liberación de inspiración marxista se quedaron, de repente, sin paradigma, sin modelo, sin “paraíso en la tierra”. No es que no supieran que todo aquello era una farsa y una dictadura, sino que ahora ya lo sabía todo el mundo. No podían seguir promoviendo el servilismo de la Iglesia a la causa marxista, porque ésta ya estaba desprestigiada. Entonces se reciclaron e inventaron un nuevo paraíso terrenal, con los mismos tintes marxistas, pero con otro lenguaje. Ese nuevo paradigma era la “pacha mama”, la “madre tierra”, y sus agentes era los pueblos indígenas, que por el hecho de serlo ya estaban libres de todo pecado, como antes lo estaban los obreros simplemente por serlo. Dejaron de hablar de la sociedad sin clases como utopía -para llegar a la cual había que pasar por la dictadura sangrienta del proletariado como un mal menor e inevitable-, para hablar del paraíso terrenal que era el mundo americano antes de la llegada de los torturadores españoles, primero, y de los explotadores norteamericanos, después. Por eso se incrementó tanto el rechazo a los actos del V Centenario del descubrimiento de América. Hay que volver a ese paraíso terrenal, que es la nueva sociedad sin clases. Por eso, un personaje tan significativo como Leonardo Boff empezó a publicar, uno tras otro, libros ecologistas-revolucionarios (“Ecología, grito de la tierra, grito de los pobres”, “Ética planetaria desde el Gran Sur” o “La voz del arco iris”, son sólo tres ejemplos). El actual “Instrumentum laboris” está impregnado de esta visión idealista de las sociedades primitivas, a las que les compete el papel histórico de fuerzas revolucionarias. Ahora resulta que el paleolítico es el paraíso en la tierra.

En este desvarío, se llega incluso a afirmar que la Amazonía, el territorio, es “un lugar teológico desde el que se vive la fe y también es una fuente especial de la revelación de Dios”. Surge así una tercera fuente de revelación divina, junto a la Escritura y la Tradición, que estaría incluso por encima de ambas en caso de colisión, puesto que “los pueblos amazónicos tienen mucho que enseñarnos”. La Iglesia en su conjunto debe adquirir un “rostro amazónico”, que implica “abandonar una tradición colonial monocultural, clerical e impositiva y saber discernir y asumir sin miedo las diversas expresiones culturales de los pueblos”. Y detrás de esto viene ya todo lo que se nos quiere imponer desde lugares tan alejados del Amazonas como es Alemania. Porque ser amazónicos significa que en un país se pueda dar la comunión a los protestantes u ordenar mujeres, en otro que se niegue la presencia real del Señor en la Eucaristía, en otro que se acepte la convivencia sin casarse, en otro que se permitan la eutanasia y el aborto y en otro -por ejemplo, Alemania-, todo eso junto. Para los promotores de estos cambios, ser amazónicos no es andar por la calle con un taparrabos y una pluma en la cabeza, sino entregarse de lleno al mundo y renunciar a todo lo que enseña el Evangelio, cuando está en contradicción con el mundo.

Por eso es tan importante lo que se apruebe en ese Sínodo, porque en realidad lo que menos importa es si se puede facilitar la evangelización a los indígenas que viven en lugares remotos; esa es la excusa, porque lo que de verdad interesa es preparar el camino para el Sínodo de Alemania, que es donde se van a proponer todas las reformas enunciadas, con la amenaza de llegar al cisma si no se las aprueban en Roma. Al final no sabemos si estamos hablando de los problemas de los nativos brasileños, colombianos o peruanos, o si estamos hablando de los problemas de los nativos alemanes, porque parece que de lo que se trata es de contentar a éstos usando a aquellos como excusa, lo cual es un claro abuso colonialista sobre aquellos a los que se dice querer respetar y ayudar. Ahora resulta que el Amazonas desemboca en Alemania y que los antiguos teólogos marxistas de la liberación se han puesto al servicio de la Iglesia más aburguesada que existe, una Iglesia que si no pagas un impuesto no te permite ni bautizarte ni celebrar un funeral por el alma de tu padre. A lo que hemos llegado.


Una crítica al Instrumentum laboris



 del Sínodo para la Amazonía
Autor: Walter BRANDMÜLLER, historiador y cardenal
Católicos on line, junio 2019
Realmente causa asombro que, en oposición a las asambleas anteriores, esta vez el sínodo de los obispos trate exclusivamente de una región de la tierra cuya población es la mitad de la población de Ciudad de Méjico, es decir, cuatro millones. Esto también levanta sospechas sobre las verdaderas intenciones, que se quieren poner en marcha de manera subrepticia. Pero lo que tenemos que preguntarnos, sobre todo, es cuáles son los conceptos de religión, de cristianismo y de la Iglesia que son la base del «Instrumentum Laboris» recientemente publicado. Examinaremos todo esto con la ayuda de elementos individuales extraídos del texto.

¿Por qué un sínodo sobre este región?

Para empezar debemos preguntarnos por qué un sínodo de los obispos tiene que tratar temas que, como mucho, tienen que ver con los Evangelios y la Iglesia sólo de manera marginal, como es ahora el caso con las ¾ partes del «Instrumentum Laboris». Obviamente, este sínodos de los obispos también está llevando a cabo una intrusión agresiva en los asuntos puramente mundanos del Estado y la sociedad de Brasil. Deberíamos preguntarnos: ¿qué tienen que ver la ecología, la economía y la política con el mandato y la misión de la Iglesia?

Y sobre todo, ¿qué experiencia profesional autoriza a un sínodo eclesial de los obispos a hacer declaraciones en estos ámbitos?

Si de verdad el sínodo de los obispos va a dar este paso, estaría sobrepasando los límites y sería una presunción clerical, que las autoridades estatales deberían, con motivo, rechazar.

Sobre las religiones naturales y la inculturación

Hay que tener presente otro elemento que se encuentra en todo el «Instrumentum Laboris», a saber: la valoración muy positiva que se hace de las religiones naturales, incluyendo las prácticas de sanación indígenas y similares; sí, incluso las prácticas y formas de culto mítico-religiosas. Se habla incluso del diálogo con los espíritus en el contexto de una llamada a la armonía con la naturaleza (n. 75).

No es sólo el ideal del «buen salvaje» tal como lo presentaron Rousseau y la Ilustración el que se está comparando con el decadente hombre europeo. Esta línea de pensamiento va más allá, hasta llegar al siglo XX, cuando culmina en una idolatría panteísta de la naturaleza. Hermann Claudius (1913) creó el himno del movimiento obrero socialista: «Cuando caminamos uno al lado del otro», una estrofa del cual dice lo siguiente: «El verde de los abedules y el verde de las semillas, que la anciana Madre Tierra siembra a manos llenas, con un gesto de súplica para que el hombre sea suyo…». Es llamativo que este texto fuera incluido más tarde en el libro de cantos de la juventud hitleriana, probablemente porque correspondía al mito de «la sangre y la tierra» del nacionalsocialismo. La proximidad ideológica es asombrosa. Este rechazo anti-racional a la cultura «occidental» que resalta la importancia de la razón es típico del «Instrumentum Laboris», que habla, respectivamente, de la «Madre Tierra» en el n. 44 y del «grito de dolor de la tierra y de los pobres» en el n. 101.

En consecuencia, el territorio -es decir, la junglas de la región amazónica- es incluso declarado “locus theologicus”, una fuente especial de la Divina Revelación. En él habría lugares epifánicos en los que se manifiestan las reservas de vida y de sabiduría para el planeta, que hablan de Dios (n. 19). Además, la consiguiente regresión del Logos al Mythos es elevada a criterio de lo que el «Instrumentum Laboris» llama la inculturación de la Iglesia. El resultado es una religión natural disfrazada de cristianismo.

La noción de inculturación es, aquí, literalmente pervertida, puesto que significa lo contrario de lo que la Comisión Teológica Internacional presentó en 1988, y de lo que había enseñado anteriormente el decreto “Ad Gentes” del Concilio Vaticano II sobre la actividad misionera de la Iglesia.

Sobre la abolición del celibato y la introducción del sacerdocio femenino

Es imposible esconder que este «sínodo» quiere implementar sobre todo los dos proyectos más deseados y que hasta ahora no han sido nunca puestos en marcha, a saber: la abolición del celibato y la introducción del sacerdocio femenino, empezando por las diaconisas. En cualquier caso, se trata de tener «en cuenta el papel central que hoy desempeñan las mujeres en la Iglesia amazónica» (n. 129a3). Y se trata también de «abrir nuevos espacios para recrear ministerios adecuados a este momento histórico. Es el momento de escuchar la voz de la Amazonía…» (n. 43).

Pero aquí se omite el hecho de que no está en poder de la Iglesia administrar el sacramento del orden a las mujeres, tal como también declaró Juan Pablo II con la mayor autoridad magisterial. De hecho, en dos mil años la Iglesia nunca ha administrado el sacramento del orden a una mujer. La petición, que se opone de manera directa a este hecho, demuestra que la palabra «Iglesia» es utilizada exclusivamente como término sociológico por los autores del «Instrumentum Laboris», negando implícitamente el carácter sacramental-jerárquico de la Iglesia.

Sobre la negación del carácter sacramental-jerárquico de la Iglesia

De manera similar -aunque expresado de pasada-, el n. 127 contiene un ataque directo a la constitución jerárquico-sacramental de la Iglesia cuando se pregunta si no sería oportuno «reconsiderar la idea de que el ejercicio de la jurisdicción (potestad de gobierno) ha de estar vinculado en todos los ámbitos (sacramental, judicial, administrativo) y de manera permanente al sacramento del orden». Desde una visión tan equivocada deriva, en el n. 129, la llamada a la creación de nuevos ministerios que correspondan a las necesidades de los pueblos amazónicos.

Sin embargo, es en el ámbito de la liturgia, del culto, en el que la ideología de una inculturación falsamente comprendida encuentra su expresión de una manera especialmente llamativa. Aquí, algunas formas de las religiones naturales son asumidas positivamente. El «Instrumentum Laboris» no se echa atrás a la hora de pedir que «el pueblo pobre y sencillo» pueda expresar «su (!) fe a través de imágenes, símbolos, tradiciones, ritos y demás sacramentales» (!!) (n. 126e).

Esto, ciertamente, no corresponde a los preceptos de la Constitución “Sacrosanctum Concilium”, como tampoco a los del Decreto “Ad Gentes” sobre la actividad misionera de la Iglesia, y demuestra una comprensión meramente horizontal de la liturgia.

Conclusión

Summa summarum: el «Instrumentum Laboris» carga al Sínodo de los Obispos y, en última instancia, al papa, con una seria violación del “Depositum fidei”, lo que significa, en consecuencia, la autodestrucción de la Iglesia o el cambio del “Corpus Christi mysticum”, convertido en una ONG secular con una tarea ecológica-social-psicológica.

Obviamente, después de estas observaciones se plantean preguntas: ¿se puede deducir, sobre todo en lo que respecta a la estructura sacramental-jerárquica de la Iglesia, una ruptura decisiva con la Tradición Apostólica en cuanto constitutiva para la Iglesia? ¿O los autores tienen, más bien, una idea del desarrollo de la doctrina que es sostenida teológicamente con el fin de justificar susodicha ruptura?

Este parece ser claramente el caso. Estamos asistiendo a una nueva forma del Modernismo clásico de principios del siglo XX. En esa época se empezaba con un enfoque decididamente evolutivo y después se defendía la idea que, en el curso del continuo desarrollo del hombre a grados más altos, deben encontrarse en consecuencia también niveles más elevados de conciencia y de cultura, por lo que puede resultar que lo que era falso ayer puede ser verdadero hoy. Esta dinámica evolutiva se aplica también a la religión, es decir, a la conciencia religiosa con sus manifestaciones en la doctrina, el culto y, obviamente, también en la moral.

Aquí, por lo tanto, se presupone una comprensión del desarrollo del dogma que está en clara oposición a la comprensión católica genuina, que comprende el desarrollo del dogma y de la Iglesia no como un cambio, sino más bien como un desarrollo orgánico de un tema que permanece fiel a su propia identidad.

Esto es lo que los Concilios Vaticanos I y II nos enseñan con sus Constituciones “Dei Filius”, “Lumen Gentium” y “Dei Verbum”.

Hay que afirmar con determinación que el «Instrumentum Laboris» contradice la enseñanza vinculante de la Iglesia en puntos decisivos y que, por consiguiente, debe ser considerado herético. En la medida en que incluso la Divina Revelación es puesta en duda, o malinterpretada, se debe también hablar de apostasía.

Esto está aún más justificado a la luz del hecho de que el «Instrumentum Laboris» utiliza una noción meramente inmanentista de la religión, y considera la religión como el resultado y la forma de expresión de la experiencia espiritual personal del hombre. El uso de palabras y nociones cristianas no puede ocultar que estas son utilizadas sólo como palabras vacías, a pesar de su significado original.

El «Instrumentum Laboris» para el Sínodo de la Amazonia constituye un ataque a los fundamentos de la fe de una manera impensable hasta ahora, por lo que debe ser rechazado con la máxima firmeza.



jueves, 27 de junio de 2019

¿EXISTEN LAS UNIVERSIDADES CATÓLICAS?



por CARLOS DANIEL LASA

• JUNIO 25, 2019
Quizás el interrogante debiera ser más abarcador. Quizás debiéramos preguntarnos si existe actualmente la universidad. Pero hoy quiero circunscribirme a esta pregunta: ¿existe, acaso, una inteligencia universitaria católica?.

Alguien podría objetarme (y con entera razón) diciendo que la vida católica no se reduce a la existencia de una inteligencia católica, ya que su esencia está constituida por la caridad, esto es, por la unión con Dios. Si bien lo referido es cierto, también es verdadero que tanto la fe como una recta inteligencia de la misma son la condición sine qua non de la vida católica. Si estas desaparecen, se desintegran la esperanza y la caridad.

Sigamos suponiendo. Si existiese una comunidad ocupada de la educación superior que dijese tener fe católica, su gran problema consistiría en determinar qué razón resulta más adecuada para comprender lo que se cree, para no llegar jamás a adulterar su contenido. Una mala resolución de este problema conducirá, inevitablemente, a la corrupción de la fe católica y, en consecuencia, a la imposibilidad de vivir una esperanza y una caridad auténticamente cristianas. Este es el punto y aquí reside el grave problema de la actualidad. Gran parte de las universidades que se denominan católicas están dominadas por una filosofía del devenir que no les permite afirmar la existencia de un Ser eterno. Y si todo lo que es, es eterno devenir, ¿de qué nos va a salvar Jesucristo? (tampoco podría pensarse en la segunda persona de la Santísima Trinidad como si se tratase de un ser eterno porque todo está deviniendo).

La fe católica siempre ha sido interpretada desde una filosofía del ser. Y esto supone afirmar, en el caso de la salvación, que Dios me rescata de la no permanencia a que mi ser está sometido.

Lo propio de mi ser no es durar: sólo un ser que es el mismo Durar puede hacerme partícipe de su durar quitándome, al propio tiempo, el pecado que me impide existir junto a Él.

Recuerdo que tanto San Agustín, como los Padres de la Iglesia, denominaban a Cristo “Médico”. Y lo llamaban así porque era el único que podía quitarme la infirmitas (la no consistencia, la no firmeza de mi ser). Un médico humano podrá eventualmente librarme de alguna enfermedad, pero jamás aplazar mi desenlace final. En cambio, Cristo me otorga la gracia de que mi ser adquiera consistencia y duración para gozar eternamente de la visión de la esencia divina.

Cuando la metafísica del ser es reemplazada por la filosofía del devenir, la fe se corrompe, y en lugar de garantizar al hombre la salvación eterna pasa a prometerle (promesa enteramente humana) una “salvación” puramente histórica.

De esta salvación se ocupan no pocas universidades católicas que hoy, engañosamente, se presentan como si fueran tales. Han dejado de cultivar el contenido inteligible de la fe porque han cambiado el verdadero objeto de la fe (el Dios Uno y Trino) por una fe dependiente de una acción humana redentora. De allí que el cultivo de la metafísica cristiana se haya abandonado por completo para pasar a asumir filosofías reducidas a la dimensión puramente histórica (como lo es, por ejemplo, la denominada filosofía hermenéutica).

Me vienen a la memoria aquellas palabras de regocijo por parte de Antonio Gramsci cuando afirmaba que el catolicismo terminará decapitando a Dios a partir del momento mismo en que los católicos pretendan extraer de su propia conciencia los principios de su acción. Estoy seguro de que si Gramsci viviera estaría exultante por cuanto vería que la Iglesia católica ha entrado en una fase de su existencia que parece bastante terminal.

Sin embargo, nosotros seguimos creyendo que ni las puertas del Infierno podrán destruirla, y por eso, tarde o temprano, soplarán aires de una renovación que broten de la genuina tradición: homogénea y no de ruptura.

martes, 18 de junio de 2019

Isabel la Católica




una vida ejemplar al servicio de la defensa de la fe

Por INFOVATICANA | 16 junio, 2019
El 22 de abril de 1451, Madrigal de la Altas Torres fue el escenario del nacimiento de la hija del rey Juan II de Castilla e Isabel de Portugal. Esta niña, que pasaría a la Historia como Isabel la Católica, pasó su infancia en Arévalo, distanciada de las vanidades de la Corte y cerca de su madre, de quien aprendió a orar y la importancia de llevar una vida virtuosa. Fue en estos primeros años cuando se forjó el carácter de la futura reina de Castilla, conocida por sus virtudes, su integridad moral, su sentido de la justicia y su defensa inquebrantable de la fe católica.

En su libro Isabel la Católica. Por qué es santa, José María Zavala se asoma al alma de la célebre reina, guiado por la documentación recogida en el proceso de beatificación y examinada por el postulador Anastasio Gutiérrez. A la luz de esta investigación, presenta la apasionante historia de Isabel I de Castilla y desmonta la leyenda negra creada en torno a su figura, abordando sin tapujos cuestiones como la expulsión de los judíos, la reconquista de Granada o el Descubrimiento de América.

Quien se adentre en la lectura de esta obra descubrirá a una reina prudente y justa que se guiaba por la voluntad de cumplir su deber y proteger a su pueblo; a una mujer que amaba profundamente a su esposo; a una madre que padeció terriblemente a causa de la irreparable pérdida y el sufrimiento de sus hijos; y a una hija de la Iglesia que defendió la fe católica hasta su último aliento.

Fuerte, inteligente, piadosa, amante de los libros y la música, singularmente bella… Estas son algunas de las cualidades que señala José María Zavala en su semblanza de una de las mujeres más fascinantes de la Historia. “En hermosura, puestas delante de Su Alteza todas las mujeres que yo he visto, ninguna tan graciosa ni tanto de ver como su persona, ni de tal manera y santidad honestísima”, llegaría a decir de ella el historiador de Indias Gonzalo Fernández de Oviedo.

En octubre de 1469, Isabel contrajo matrimonio con Fernando de Aragón, al que siempre amó incondicionalmente. Fruto de este matrimonio fueron sus cinco hijos: Isabel, Juan, Juana, María y Catalina. La Reina siempre se preocupó de su educación y de su formación religiosa y quiso inculcarles las mismas virtudes que ella procuraba cultivar. Así, en su testamento, les encarga que obedezcan a Dios antes que a nadie y que “tengan mucho cuidado de las cosas de la honra de Dios”, procurando proteger siempre la fe católica y ser obedientes a los mandamientos de la Santa Madre Iglesia.

Pero la semblanza de Isabel estaría incompleta sin hablar de las pruebas que atravesó a lo largo de su vida y en las que demostró una fortaleza de espíritu heroica y una profunda confianza en Dios. Desde la muerte de su hermano o el sufrimiento de su madre en Arévalo, hasta la angustia por el atentado contra su esposo Fernando o la muerte prematura de su heredero, el príncipe Juan, y de su primogénita Isabel, y las tribulaciones de su hija Juana. En todos estos padecimientos, conservó la fortaleza necesaria para seguir ejerciendo sus obligaciones como soberana, sin descuidar su deber.

La reina
El 13 de diciembre de 1474, la nueva soberana juraba en Segovia obedecer y defender a la Santa Iglesia, buscar el bien común de su reino y dirigir a sus súbditos con justicia. Durante los años en los que ocupó el trono, Isabel tuvo que enfrentarse a decisiones difíciles, algunas de las cuales han sido distorsionadas hasta el punto de crear una leyenda negra en torno a su reinado.

De la mano del postulador Anastasio Gutiérrez, José María Zavala analiza algunas de las cuestiones más discutidas del reinado de Isabel la Católica, como la reconquista de Granada o el Descubrimiento de América.

Sobre la reconquista de Granada, el autor subraya que Isabel y Fernando no hicieron sino coronar una empresa que comenzó en el año 718 en Covadonga. Una empresa que tenía como principal objetivo la defensa de la fe católica y no la codicia o el mero deseo de conquista. Así lo explicaron los Reyes Católicos al Papa Sixto IV al afirmar que su intención era librar a la Cristiandad “de un tan continuo peligro como tiene aquí a las puertas”.

Asimismo, Zavala señala la evangelización como principal motor del respaldo de la reina Isabel al Descubrimiento de América. Caracterizada por su celo por la salvación de las almas, en las primeras reuniones que mantuvo con Cristóbal Colón quedó impresionada ante las posibilidades que el proyecto ofrecía a la extensión de la fe católica. Así lo recalca Colón en uno de sus escritos: “Y digo que Vuestras Altezas no deben consentir que aquí trate ni faga pie ningún extranjero, salvo católicos cristianos, puesto fue el fin y el comienzo del propósito, que fuese por acrecentamiento y gloria de la religión cristiana; ni venir a estas partes ninguno que no sea buen cristiano”. En su testamento, Isabel encomienda a sus sucesores la evangelización de las Indias, siendo este “su principal fin”, y les pide que no consientan que los indios “reciban agravia alguno en sus personas ni bienes”.

La virtuosa
Ya con diecisiete años, su libro de cabecera era El jardín de nobles doncellas, una obra que recogía los principios morales y normas de vida cristiana que guiaron su conducta desde los inicios de su reinado. Asimismo, se preocupó siempre de dejar el cuidado de su alma en buenas manos, buscando confesores de probada virtud. Así lo demuestra una anécdota recogida por José María Zavala sobre el primer encuentro de la Reina con el que sería durante muchos años su confesor, fray Hernando de Talavera:

“La primera vez que confesó a la Reina sucedió algo extraordinario. Acostumbrada ella a hincarse de rodillas junto con el confesor, arrimados ambos a un sitial, llegó fray Hernando y tomó asiento para oírla en confesión. Entonces la regia penitente le espetó:

–Entrambos hemos de estar de rodillas.

A lo que el sacerdote replicó:

–No, Señora, sino yo he de estar sentado, y vuestra Alteza de rodillas, porque es el Tribunal de Dios y hago aquí sus veces.

La Reina calló, y sólo más tarde sentenció:

–Este es el confesor que yo buscaba.”

Las virtudes que vivió en grado heroico Isabel de Castilla estaban alimentadas por la oración y la continua presencia de Dios. Entre los testimonios de esta faceta de la Reina se encuentra el del encargado de la Capilla Real y maestro de la Escuela de Mozos de Capilla, que escribió: “Reina absorbida por múltiples y graves asuntos de gobierno, pero religiosísima, como un sacerdote entregado al culto de Dios, de la Virgen, de los santos, rezando las horas canónicas como los sacerdotes y otras muchas oraciones y devociones particulares, como devotísima y cristiana que era; dada a las cosas divinas mucho más que a las humanas”.

Entre los testimonios que hablan de la santidad de Isabel I de Castilla, cabe destacar el del postulador de la causa de beatificación, Anastasio Gutiérrez, que dedicó estas palabras a la Reina Católica:

“Si la caridad con el prójimo es la piedra de toque de la santidad y será la materia del juicio final, habrá que decir que esta mujer era una santa de cuerpo entero y que el mundo tiene con ella una deuda consolidada de cinco siglos”.

lunes, 17 de junio de 2019

La tragedia más grande del siglo XX




La frase del título fue pronunciada por el P. Rafael  Velasco sj (1) en un programa de televisión, el día 12 del corriente, en Córdoba (2), en referencia a la Encíclica Humanae Vitae de Pablo VI (1968). Dicho documento se destinó a señalar las vías ilícitas para la regulación de los nacimientos: “debemos una vez más declarar que hay que excluir absolutamente, como vía lícita para la regulación de los nacimientos, la interrupción directa del proceso generador ya iniciado…” (p. 14).

El cuestionamiento moral al uso de anticonceptivos ha sido motivo de polémica en el seno de la Iglesia, que sin embargo nunca ha modificado la enseñanza ratificada en la encíclica mencionada. Por ejemplo, en el Catecismo de la Iglesia Católica -publicado en 1992- luego de mencionar los métodos de regulación de nacimientos que “respetan el cuerpo de los esposos, fomentan el afecto entre ellos y favorecen la educación de una libertad auténtica”, señala que:

“Por el contrario, es intrínsecamente mala toda acción que, o en previsión del acto conyugal, o en su realización, o en el desarrollo de sus consecuencias naturales, se proponga como fin o como medio, hacer imposible la procreación” (2370); citando expresamente a la Humanae vitae.

Otro documento –ya en 2004-, el Compendio de la Doctrina Social de la Iglesia, mantiene la misma doctrina:
“Se ha de rechazar también el recurso a los medios contraceptivos en sus diversas formas. Este rechazo deriva de una concepción correcta e íntegra de la persona y de la sexualidad humana, y tiene el valor de una instancia moral en defensa del verdadero desarrollo de los pueblos” (p. 233). En este caso, se cita también a la Humanae vitae.

Cuatro años después, otro documento, en este caso de la Congregación para la Doctrina de la Fe, aprobado expresamente por Benedicto XVI, además de ratificar la Humanae vitae, agrega:

“Junto a los medios anticonceptivos propiamente dichos, que impiden la concepción después de un acto sexual, existen otros medios técnicos que actúan después de la fecundación, antes o después de la implantación en el útero del embrión ya constituido. Estas técnicas son interceptivas cuando interceptan el embrión antes de su anidación en el útero materno, y contragestativas cuando provocan la eliminación del embrión apenas implantado” (3).

Agregamos como anexo un artículo que destaca la relación entre la doctrina sobre la vida y la Doctrina Social de la Iglesia.

(1)  Provincial de la Compañía de Jesús.
(2)  Canal C, programa Palabra de Honor.
(3)  Congregación para la Doctrina de la Fe. “Instrucción Dignitas Personae. Sobre algunas cuestiones de bioética”; 2008, p. 23 (Ref.43: Los métodos interceptivos más conocidos son el espiral o DIU –dispositivo intrauterino- y la llamada píldora del día siguiente).
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Anexo:


sábado, 8 de junio de 2019

Pena de muerte


Mons. Beaseoto

Obispo castrense (E) de la Argentina

Hace unos años, quien fuera entonces presidente de la Nación, Carlos Saúl Menem, lanzó, para medir el pulso de la opinión pública, la idea de la pena de muerte para violadores y causantes de otros delitos. Se levantó una ola de protestas, críticas y declaraciones contra la pena de muerte. Ese fue el clima que entonces se respiró. Y la cultura de rechazo a la pena de muerte sigue teniendo vigencia en la sociedad. Sigue en pie el concepto de que es inhumana e ineficaz para los fines que persigue. Sin embargo (con la complicidad del silencio), la pena de muerte hoy se aplica en nuestra sociedad. No por fusilamiento o silla eléctrica, pero de una manera lenta, sin estridencias ni espectáculos chocantes, pero pena de muerte al fin.
Llevo casi quince años visitando a militares, policías y civiles que tuvieron algo que ver en el "Proceso'' (unos 2300). Y veo cómo se van deteriorando gradualmente bajo el estigma de "genocidas''. Muchos de ellos sin proceso, otros con proceso de dudosa objetividad, con sentencias por varias causas que se les van acumulando: lo que significa añadir años a su reclusión, algunos con varias sentencias de prisión perpetua, etc. Están condenados a muerte aunque no se diga en voz alta ni oficialmente. El hecho de que han fallecido más de 500 (165 en los cuatro últimos años).
Recuerdo: en el penal de Marcos Paz estaban mezclados con asesinos, violadores y otros acusados de diversos delitos. Transcurridos unos años, muchos de estos recobraron la libertad: delincuentes. Mientras que quienes, equivocados o no, arriesgaron su vida para que el marxismo no destruyera nuestra identidad argentina (con todo lo que la constituye "patria''), siguen a "la sombra''. Estos ancianos, ¿no están condenados a muerte?
Creo que es un tema en el que la opinión pública debe involucrarse: primero, conociendo la realidad de los mismos "presos políticos'', interesarse más en cómo se han desarrollado los juicios, y tener en cuenta la realidad humana de quienes, privados de libertad, languidecen en los lugares de detención. Y no está de más considerar la situación de sus familias: visitas más o menos frecuentes a los detenidos por años, ambiente hostil (e informado parcialmente), que respiran sus hijos y sus nietos, etc.
Creo que es una falacia afirmar que no hay pena de muerte. ¿Y esta muerte lenta y extensiva?

La Nación, 8-6-19