jueves, 22 de agosto de 2019

Mons. Aguer


advirtió sobre el peligro de las redes sociales

Aica, 22 Ago 2019

Los padres cuidan de que sus hijos no salgan solos a la calle por los peligros con que se pueden encontrar allí indefensos, pero inexplicablemente los dejan salir solos e indefensos al mundo desde una pantalla informática, sin tener en cuenta los peligros que para ellos se esconden en las redes sociales, dijo en resumen el arzobispo emérito de La Plata, monseñor Héctor Aguer, en su intervención en el programa Claves para un Mundo Mejor, emitido el sábado 17 de agosto por el Canal 9 de TV.

“Hoy el mundo de la informática parece invadirlo todo", comenzó diciendo monseñor Aguer. Uno está tentado de pensar que el mundo real se ha pasado al orden virtual y a mí lo que me maravilla sobre todo es la facilidad con la que los chicos manejan la informática. Pareciera que es una cosa genética, como que nacieron hoy y ya vienen preparados para eso. Es admirable su capacidad con el telefonito, con las tabletas o la computadora con los juegos en los que se solazan horas.”.

El "grooming" o ciberacoso sexual
“A veces veo también que una cierta ingenuidad por parte de los chicos hace que se internen en un mundo en cierto modo peligroso. Quiero decir esto: hay degenerados que usan las redes y que se aprovechan de esa ingenuidad de los chicos. Hoy existe una conducta viciosa, horrenda, que se llama grooming [o ciberacoso sexual]. Este consiste en el hecho de que un degenerado a través de las redes sociales entabla conversación con un chico o con una chica, puede ser un niño o puede ser un adolescente, se hace pasar por otro cambiando de identidad como si fuera él un par de aquel con el cual se relaciona y comienza poco a poco, a medida que toma confianza, a pedirle cosas sobre todo de orden sexual, como que le dé fotos con desnudos u otras cosas. Es decir que se trata de un sistema de corrupción de menores y todavía no hay una legislación clara sobre esto pero existe una conciencia extendida de que algo hay que hacer”.

Los padres no pueden desentenderse
“Los chicos han nacido así y van a seguir usando esos instrumentos y es bueno que lo hagan, pero esta historia del grooming me parece que supone también que los padres no pueden desentenderse de eso, no pueden darle simplemente ese juguetito para que el chico haga lo que quiera sin saber quién está introduciéndose allí”.

“Esto tiene que ver -comentó monseñor Aguer- con la confianza que hay entre hijos y padres, entre padres e hijos, pero también deberíamos tener, no digo una morbosa vigilancia pero sí afectuosamente saber con quién se comunican los chicos. Una cosa es que se comuniquen con sus amiguitos o sus amigas y otra es que atiendan a esta gente que pide cosas que, lentamente, van convirtiéndose en delito. Este es, además, otro instrumento usado por los grupos que se dedican a la trata de personas”.

“Lamentablemente estas cosas ocurren en el mundo y ocurren en la Argentina. Cada tanto se ve un título en los medios sobre un caso de grooming. Esto tiene que ser un aviso para que los papás, que están tranquilos porque el chico aprende a manejar estos medios y es bueno que lo haga y se divierta con ellos, no se desentiendan de con quién se contacta ese chico, sobre todo si es muy pequeño, porque hay gente muy depravada que usa esto”.

“Uno puede pensar: ¿Cómo es posible? Y sí, es posible, así como antes se hacía por otros medios hoy se hace por estos. Ocurre en cualquier lugar del mundo y ocurre en nuestra Argentina. Pero es una advertencia para que las familias cumplan su verdadero papel de familia. Si los padres se desentienden de la vida de los chicos y los dejan allí librados a su suerte o a sus inquietudes eso puede ser muy peligroso. Uno no deja salir solos a los chicos a la calle pero los deja salir solos al mundo desde una pantalla informática”.

Cuidar a los chicos que son el futuro
En la parte final de su columna editorial monseñor Aguer reflexionó: “Sin alarmar, sin asustar a nadie, los padres tienen que acercarse afectuosamente para enterarse qué hacen los chicos y con quiénes se vinculan a través de las redes sociales. No quiero alarmar a nadie pero creo que esto es una realidad y no podemos desentendernos de las cosas que existen porque esto, desgraciadamente, existe. Hay que cuidar mucho a los niños y a los adolescentes porque ellos son el futuro y tenemos que ayudarlos a que se formen bien, que se formen de un modo plenamente humano y también cristiano si son de familias cristianas”.+

martes, 13 de agosto de 2019

Sesenta años de guerra civil



Santiago MARTÍN, sacerdote FM

Católicos on line, agosto 2019

George Weigel, uno de los más importantes escritores católicos norteamericanos, gran biógrafo de San Juan Pablo II, ha escrito un interesante y duro artículo sobre lo que ha ocurrido en el Instituto Juan Pablo II para el Matrimonio y la Familia, en Roma, con los cambios que en él se han producido. En el artículo, titulado “Los vándalos saquean Roma… de nuevo”, se refiere a la purga de profesores que eran fieles a la línea anterior del Instituto y a la supresión de algunas asignaturas tan importantes como la Teología Moral Fundamental.

Pero también en el artículo, Weigel habla de la guerra civil que surgió entre los teólogos reformistas a partir de la tercera y cuarta sesión del Concilio Vaticano II. Un sector de esos teólogos, que habían estado unidos en las dos primeras sesiones y en los trabajos preparatorios, defendía la renovación dentro de la fidelidad a la Palabra de Dios y a la Tradición; el personaje más significativo era Joseph Ratzinger. El otro sector, cuyo nombre más conocido era Hans Küng, defendía, por el contrario, la ruptura para comenzar con una nueva Iglesia, casi de cero. Durante la etapa en que estuvieron unidos se creó la revista Concilium, en la que todos participaron. Después, y como expresión de esa ruptura, los que querían una interpretación del Concilio en continuidad con la tradición abandonaron Concilium y crearon Communio.

Tras esto, dice Weigel, y después de quince años de lucha, fue elegido Pontífice uno hombre de la línea de continuidad, Karol Wojtyla, arzobispo de Cracovia, que no tardó en llamar a su lado al hombre más representativo de su corriente: Joseph Ratzinger, haciéndole prefecto de Doctrina de la Fe. La decisión que ambos tomaron con respecto al otro sector fue la de respetarles y dejarles en sus cátedras, salvo excepciones que por su notoriedad se habían vuelto clamorosas -Küng, Vidal, Boff-; no se hicieron purgas y los teólogos de la ruptura siguieron controlando la mayor parte de las cátedras de Teología. San Juan Pablo II creyó que había que dar tiempo al tiempo y se dedicó a promover nuevos institutos de Teología -entre ellos el dedicado a la familia. y también a los nuevos movimientos. Ahora ellos, que han llegado al poder, denuncia Weigel, están haciendo las purgas que no hicieron con ellos y la prueba es lo ocurrido en el Instituto Juan Pablo II para el matrimonio y la Familia.

El problema de fondo es la guerra civil postconciliar, que sigue abierta, sobre la interpretación o lectura del Concilio: la continuidad o la ruptura, la fidelidad a la Palabra y a la Tradición o la creación de una nueva Iglesia para la cual todo lo anterior es secundario y debe ser dejado de lado cuando no apoye las características de esa nueva Iglesia, hasta el punto de que ni siquiera la persona histórica de Jesús y el contenido de los relatos evangélicos o la fe en su divinidad son esenciales.

Lo primero que me ha venido a la cabeza al leer este artículo ha sido la constatación de que llevamos sesenta años de guerra civil dentro de la Iglesia, y el recuerdo de las palabras del Señor: Un Reino en guerra civil no puede subsistir, se derrumba casa tras casa. Eso es lo que nos está pasando. Luego me han surgido varias preguntas, a cual más acuciante.

Lo del Instituto es una batalla más dentro de esa guerra civil, porque la nueva Iglesia sólo puede surgir sobre las cenizas de la antigua. La cuestión es si esa nueva Iglesia seguirá siendo cristiana e incluso si seguirá siendo creyente. ¿Creen en Cristo como Dios y hombre verdadero? ¿Creen en las enseñanzas de los Evangelios como algo interpretable pero no traicionable? Más aún, ¿creen en la existencia de Dios, en la vida eterna, en el premio y el castigo final? Y la pregunta definitiva: ¿qué tendremos que hacer ante esta nueva Iglesia si, al final, decide proclamar su existencia jurídica?

Sigamos rezando, luchando y confiando. Honor a los mártires -a los que ven su honor destruido o su vida truncada- y a los confesores -los que, a pesar de todo, no renuncian a confesar su fe en la divinidad de Cristo-.