viernes, 29 de abril de 2022

LA DEMOCRACIA

 


 parece estar necesitada de resurrección


El obispo de San Francisco, monseñor Sergio Osvaldo Buenanueva, escribió una reflexión titulada «¿Qué democracia queremos para nuestra Argentina?», en la que invita a pensar en la necesidad de una «resurrección» del sistema democrático en su país y en otros.

 

(Aica/InfoCatólica) 29-4-22

 

El año pasado, recordó el obispo, «al calor de la Pascua, escribí unas líneas para responder a la pregunta: ¿Hay resurrección para nuestra Argentina? Hoy me da vueltas por el corazón la misma pregunta con una variación. Es la pregunta que sirve de título: ¿Qué democracia queremos para nuestra Argentina?».

 

«No solo en Argentina. La democracia parece estar necesitada de resurrección. No solo de una simple revitalización formal», aclaró.

 

Al respecto, destacó que el magisterio social de la Iglesia «ha hecho un fatigoso camino para apreciar los valores que supone la democracia, sus reglas de juego y su andamiaje institucional. Ha pasado de la condena a la sospecha, y de esta a la relativización, para arribar a una valoración positiva de la misma, aun sin desconocer sus riesgos, límites y deformaciones».

 

«En este tramo del camino podemos señalar las reflexiones de los tres últimos Papas: de Juan Pablo II en Centessimus annus, pasando por las numerosas intervenciones de Benedicto XVI, hasta las aportaciones de Francisco en Laudato si' y, sobre todo, en la reciente Fratelli tutti», señaló el prelado.

 

«El Episcopado argentino tuvo su intervención estelar poco antes de la recuperación del orden constitucional con el señero documento: ‘Iglesia y comunidad nacional’ de 1981», añadió.

 

«Tenemos donde abrevar, tomar impulso y pensar mejor, desde el Evangelio y la enseñanza social católica, cómo aportar para revitalizar el sistema democrático. ¿Queremos realmente hacerlo? ¿Estamos suficientemente motivados para ello? ¿O nos sumamos a los cansados y desilusionados que vuelven a apostar por soluciones mágicas que patean el tablero?», planteó el prelado.

 

Citando al jesuita español José I. González Faus, en un artículo sobre las elecciones francesas, destacó una serie de preguntas «que bien podríamos aprovechar aquí, de este lado del charco».

 

«Solo destaco una: ¿vamos a seguir echando mano del voto bronca para castigar al gobierno de turno, pensando que, tal vez así, las cosas se acomoden? Tenemos suficientes pruebas de, más que acomodarse, el camino hacia el precipicio se hace más inclinado», aseguró.

 

«Necesitamos una fuerte sacudida de nuestro espíritu ciudadano. Pero en línea con uno de los valores más fuertes, si no el más fuerte, de una genuina democracia: restituir el diálogo ciudadano que le da cauce a la pluralidad de voces, posturas e iniciativas que es alma de toda democracia. No hay democracia sin reconocimiento explícito de la pluralidad y, por eso, del diálogo y los consensos», consideró.

 

«Y todo esto como fruto de una deliberada elección que supone el ejercicio arduo de las principales virtudes políticas: la prudencia, la búsqueda de la justicia, la solidaridad y, no en último lugar, el reconocimiento efectivo de que el otro (especialmente el que es más distinto de mí) tiene real subjetividad, merece ser escuchado porque, no de casualidad, ni yo ni él tenemos la posesión de toda la verdad que hay que buscar en la vida ciudadana de un pueblo», observó.

 

«De este lado del charco, hay además otro poderosísimo aspecto de la realidad que nos tiene que sacudir y -no puedo obviar el lenguaje evangélico- urgirnos a una verdadera conversión del corazón: la multiplicación de los rostros de la pobreza, la marginación, el descarte y el sufrimiento de los últimos. La deuda social de la pobreza es la mayor que los argentinos tenemos con nosotros mismos», sostuvo.

 

«Este es un camino que, antes que los dirigentes, lo tenemos que recorrer los ciudadanos de a pie, cada uno y en conjunto. De la decisión de hacerlo dependen muchas cosas, por ejemplo, que el mundo de la política se sienta presionado y urgido por los ciudadanos a encarnar estos valores en sus propuesta y actitudes», afirmó.

 

«Está bien que, ya desde ahora, comiencen a pensar en las elecciones de 2023, a tantear posibles candidaturas y a mover sus piezas para ello. Es el juego de la democracia. Buscar el poder para transformar la realidad es un valor fundamental de la política. Pero también convencer a los votantes con sus propuestas, no con meros artilugios de marketing. La rosca es necesaria, pero solo si no se queda en la desesperación por el conchabo, la tajada o el sectarismo. El bien común y el interés de todos, especialmente de las generaciones por venir, es el norte de la brújula», aseguró.

 

En ese sentido, advirtió que «lo que sí harta y llena de bronca es el desenganche de buena parte del mundo político de las reales preocupaciones, problemas y desvelos de las personas, de las familias, de los jóvenes y de los trabajadores».

 

Y destacó la responsabilidad «única, intransferible y esencial» que tienen los medios de comunicación en toda democracia: «vehiculizan la palabra, la idea, la libre expresión. No soy ingenuo: hoy por hoy, los medios juegan al servicio del sistema y de las fuerzas dominantes. Pero los medios están formados por hombres y mujeres que saben abrirse camino en esa jungla para hacer oír su voz libre», confió.

 

«El papa Francisco ha vuelto a señalar las principales tentaciones o pecados de los medios. Señala, ante todo, la desinformación como la más seria. Estoy básicamente de acuerdo. Añade además la calumnia y la difamación, verdaderos flagelos éticos de la comunicación humana. A continuación, ha vuelto a usar una expresión que no me parece feliz: ‘coprofilia’. Yo prefiero decir lo mismo, pero de otro modo (no sé, tal vez, hablando del ‘gusto por el morbo’). Pero comprendo el hartazgo de Francisco. No está solo en ese sentimiento», analizó.

 

«No hay democracia sin opinión pública ni libertad de expresión, sin debate ciudadano y sin periodismo libre, realmente libre, crítico, informado y cuestionador», consideró monseñor Buenanueva.

 

Se trata entonces, concluyó, «de recuperar la palabra y el discurso responsables, tratarnos como semejantes (en cristiano: como ‘hermanos y hermanas’), especialmente en el disenso, y apostar a consensos que maduren frutos que tal vez recogerán las futuras generaciones. Este es -a mi entender- uno de los cauces privilegiados para revitalizar nuestra democracia».

 

«¿No es la persona y los derechos humanos el fundamento sobre el que se asienta la cultura democrática, sobre todo, después de las experiencias demoledoras de las guerras y, entre nosotros, de la violencia política que alcanzó su cota más alta en el terrorismo de estado? ¿Qué hemos aprendido realmente de este largo y fatigoso camino que venimos transitando? Tenemos que pensarlo», cerró.

lunes, 25 de abril de 2022

LA ACCIÓN DEL CATÓLICO ANTE LA POLÍTICA

 

 como ciudadano y como político


Javier Úbeda Ibáñez


Iglesia en Aragón, 18 abril, 2022

 

El católico, como todo ciudadano, tiene una responsabilidad social. Es cierto que en la política hay mucha corrupción y que algunos grupos cristianos se han descarriado al abandonar la fe en favor de un mesianismo político. Pero la solución a estos errores no es desentenderse de la política sino servirse de ella para el bien a la luz del Evangelio.

 

Ningún político, ningún partido, es El Camino, La Verdad y La Vida. Pero todos están llamados a ser instrumentos.

 

Los católicos debemos participar en la política como ciudadanos responsables, por el bien de todos. La solución a la corrupción no es abandonar la política sino participar en ella con principios cristianos. Jesús nos dijo que somos sal y luz del mundo. Esto se debe aplicar primero a nuestra vida, pero si esta es auténtica, se manifiesta también en la política. La sal preserva de la corrupción, la luz permite que se vea la verdad.

 

Es necesario formarse en la fe y la doctrina social de la Iglesia para discernir sin dejarse seducir por las pasiones y las mentiras que se presentan en las campañas electorales (Cf. Gaudium es spes, 43). Es sorprendente cómo la propaganda de los medios engaña a la gente, cómo creemos las cosas solo porque se repiten. Debemos examinar objetivamente cómo los candidatos han actuado en el pasado.

 

Hay una jerarquía de valores. El valor principal es el respeto a la vida humana. Si un candidato favorece el aborto o la eutanasia, no respeta al ser humano, no se debe votar por él, aunque en otros aspectos parezca bueno. Los derechos humanos forman parte de la ley natural, la cual es accesible a la razón cuando se busca con sincero corazón. Toda autoridad legítima procede de Dios y debe someterse totalmente a Dios. Cuidado que no sea solo de palabra, sino que en efecto demuestre coherencia con la moral.

 

Ningún gobierno, partido o político se puede confundir con el Reino de Dios. Todos deben someterse a Dios de manera que reciban de Él la luz y la gracia necesarias para ejercer su misión.

 

Toda autoridad legítima procede de Dios y debe someterse totalmente a Dios.

 

Los gobernantes, como todo ciudadano, están sujetos a las leyes de la moral. Estas leyes son parte de la ley natural, son accesibles a la razón cuando se buscan con sincero corazón.

 

Cuidado con los mesianismos políticos, que se presentan como salvadores de la humanidad. «Ningún partido representa a la Iglesia y los católicos pueden militar o dar su voto libremente al partido o al candidato que mejor responda a sus convicciones personales, con tal de que sean compatibles con la ley moral natural y que sirvan sinceramente al bien común de la sociedad. Nuestra misión, en cambio, ha de ser la de orientar con los principios éticos de la doctrina social cristiana sobre los derechos y deberes políticos de los fieles laicos, ayudando a formar una conciencia social».

 

Evitar:

 

1- Apasionarse o preferir la afiliación política por encima de la razón y la moral.

 

2- Un concepto teocrático de la política. Cardinal Ratzinger: «La justa profanidad de la política excluye la teocracia».

 

La doctrina social de la Iglesia expone las obligaciones de los gobernantes y de los ciudadanos de promover y defender todos los derechos humanos (el más fundamental es el derecho a la vida) y buscar el bienestar de todos. Que nadie esté por encima de la ley y nadie fuera de su amparo.

 

A los políticos católicos hay que recordarles el deber moral que tienen en su actuación pública, especialmente a los legisladores, de mantenerse fieles a la doctrina del evangelio, conservando su compromiso claro con la fe católica y no apoyando leyes contrarias a los principios morales y éticos como son los que atentan contra el derecho a la vida o en contra de las instituciones de la familia y el matrimonio. Solo la adhesión a convicciones éticas profundas y una actuación coherente pueden garantizar una acción pública, honesta y desinteresada, de los legisladores y gobernantes.

 

Todo aquel que ha proclamado que quiere prestar un servicio, un servicio a nuestra patria en funciones muy diversas, tiene que mostrar en la práctica que, en realidad, ha llegado a ese puesto para servir y no para servirse, no para enriquecerse; sino para dar lo mejor que tiene en favor del pueblo que tanto lo necesita.

 

«El criterio fundamental para configurar la propia conciencia es la obligación de evitar el mal y de favorecer el bien. En temas que afectan a la vida y los derechos de la persona, el criterio básico es el de aceptar y favorecer lo que esté conforme con la ley natural, según una valoración moral apoyada en la misma naturaleza humana que favorece el desarrollo de las potencialidades humanas de acuerdo con el bien de la persona, en verdad y justicia. Según este criterio difícilmente discutible, los católicos tenemos claro que no podemos apoyar programas o proyectos políticos que amenazan el derecho a la vida de los seres humanos desde su concepción hasta la muerte natural, alteran esencialmente la concepción del matrimonio desprotegiendo la realidad de la familia, debilitan las bases de la convivencia. En el caso, nada infrecuente, de que ninguna opción política satisfaga las exigencias morales de nuestra conciencia, la recta conciencia nos induce a votar aquella alternativa que nos parezca menos contraria a la ley natural, más apta para proteger los derechos de la persona y de la familia, más adecuada para favorecer la estabilidad social y la convivencia, y mejor dispuesta para respetar la ley moral en sus actividades legislativas, judiciales y administrativas.

 

»Para votar responsablemente, es preciso anteponer los criterios morales a las cuestiones y preferencias opinables y contingentes de orden estrictamente político. Habrá cuestiones secundarias que tengamos que dejar en un segundo plano para atender en primer lugar a los aspectos y consecuencias de orden moral de nuestro voto. Esto ocurre siempre que las propuestas de los partidos desbordan sus legítimas competencias y afectan a cuestiones de orden moral que tienen que estar por encima de los avatares políticos» (Monseñor Fernando Sebastián Aguilar).

 

Examinar la verdad. Se deben estudiar las propuestas antes de apoyarlas. Hablar es fácil, obrar en la verdad cuesta la vida. Hay que buscar la verdad con la mayor objetividad posible. Más que basarse en lo que dicen los políticos, hay que analizar lo que han hecho para ver si son coherentes, íntegros y honestos. El malvado siempre disfraza sus intenciones con argumentos hermosos.

 

Evitar la demagogia. Los políticos saben qué teclas tocar para encender las emociones, muchas veces irresponsablemente. Cuidado con la manipulación de los sentimientos hacia la patria, la raza, el sufrimiento de los pobres, la libertad, etc. Con frecuencia se crea un mito en torno a un político o se destruye su reputación, basado en la repetición de falacias. El cristiano no se debe llevar por las emociones ni por la fiebre que incita a las masas. No debe dejarse engañar por promesas. La prosperidad de los pueblos requiere un largo proceso de construcción y fortalecimiento de un sistema de gobierno, de educación, de trabajo, etc., bajo un estado de derecho que proteja justamente a todos los ciudadanos. Esto no se consigue con la demagogia. Hay que estar preparado para tomar opciones que no sean populares pero que sean justas. Recordemos cómo Jesucristo fue condenado por las masas porque matarlo «era conveniente».

 

El fin no justifica los medios. Nunca será aceptable utilizar un medio en sí mismo perverso para lograr un bien. Por eso debemos condenar, por ejemplo, el terrorismo, el aborto, el secuestro, la mentira y la difamación.

 

Ordenar las prioridades. El bien común de la nación debe estar por encima de intereses personales. Al mismo tiempo no se deben violar los derechos naturales de ninguna persona. No se debe votar por quien viola la ley natural, aunque por otra parte tenga buenas propuestas. Un católico no debe votar por candidatos que favorecen la inmoralidad, tal como es, por ejemplo, el aborto. En casos, como ocurre con frecuencia, en que todos los candidatos carecen de una clara posición moral que cubra todos los campos, el votante debe decidirse por el que al menos promueva los valores fundamentales.

 

Obligación de participar en la política. En una democracia los gobernantes son elegidos por el voto popular. Por eso todo ciudadano tiene la responsabilidad de votar habiendo seriamente estudiado los temas y conocido la posición de los candidatos. Un católico no puede eludir su responsabilidad civil ya que eso sería cederle el paso al mal. El hecho de que haya mucha corrupción en la política no exonera al cristiano de su responsabilidad. Más bien le debe retar a trabajar por un mundo mejor. El que no vota o vota sin atención a las leyes de Dios es culpable de los resultantes males. «Los fieles laicos de ningún modo pueden abdicar de la participación en la política» (Vaticano II, Ch L 42).

 

Los obispos de Estados Unidos declararon en 1995: «En la tradición católica, la ciudadanía es una virtud y la participación en el proceso político es una obligación» (Documento «Political Responsibility»).

 

La libertad

 

La libertad es un don que conlleva una gran responsabilidad. Como católicos estamos comprometidos a ejercer nuestra libertad siempre para hacer el bien y nunca para violar los derechos ajenos.

 

«Hay que obedecer a Dios antes que a los hombres» (Hch 5, 29).

 

No ceder en cuestión de principios; tened las puertas abiertas pues la democracia significa colaborar.

 

En 1946, Pío XII dijo a un grupo de jóvenes que comenzaban en la política, entre ellos el que luego fue gran estadista italiano, Alcides De Gásperi: «Id al Parlamento para servir; no cedáis en cuestión de principios; tened las puertas abiertas pues la democracia significa colaborar; no penséis en vuestros intereses particulares, sino en los de la comunidad. Id al Parlamento con espíritu ágil: capaz de subir escalones si os piden desempeñar puestos de responsabilidad, pero también de bajar con elegancia y humildad cantando alabanzas al Señor… sin romperos el “fémur espiritual” que es una de las fracturas más peligrosas», con mayor razón si se trata de cuestiones referidas a la defensa de la verdad y de la libertad de conciencia.

 

Respetar a la persona humana, especialmente a los más débiles e indefensos. En su visita a Estados Unidos en 1987, Juan Pablo II retó a los Estados Unidos a vivir completamente los nobles preceptos de su Constitución respetando la dignidad de todo ser humano:

 

«Por esta razón, América, tu más profunda identidad y verdadero carácter como nación se revela en la postura que tomes como nación hacia la persona humana. La prueba máxima de tu grandeza está en la forma que trates a cada ser humano, pero especialmente a los más débiles y más indefensos» (Juan Pablo II en Estados Unidos, 1987).

 

Algunos dicen que no se debe votar basándose en un solo tema. Aunque es cierto que se deben considerar los diferentes temas que afectan a la nación, hay temas que son más importantes que otros y en los que se fundamentan los demás. Hay algunas posiciones políticas que por sí solas son tan graves que deberían ser suficientes para no votar por el candidato que las sostenga. Por ejemplo: no podemos votar en buena conciencia por un candidato que promueva la «limpieza étnica», aunque tuviese un gran plan para la economía. Por esta razón un católico no debe votar por un candidato que promueva el aborto, la eutanasia…

 

No todo depende de una votación. La democracia no se construye solo a base de votos, sino que es una acción comprometida de todos los días con la comunidad. Construir justicia y solidaridad, afrontar y resolver los problemas económicos y sociales, avanzar en madurez política, no es asunto exclusivo de los elegidos para gobernar y legislar, sino que es un asunto que nos compete a todos.

 

No hay democracia verdadera y estable sin participación ciudadana y justicia social.

 

La actividad democrática se ha reducido a la mera participación en los procesos electorales. Necesitamos un horizonte cultural capaz de hacer germinar y de suscitar el renacimiento de la vida política. Esto no será posible sin una responsable participación ciudadana. El sistema político democrático exige el protagonismo de los ciudadanos en la vida pública; por eso los cristianos tienen que participar activamente en ella, pues no basta tener fe y querer hacer el bien, es necesario además dar vida a las instituciones de la vida pública y actuar con eficacia dentro de ellas. Es conveniente promover el crecimiento de la sociedad civil en el nivel local, lo que supone desarrollar el sentido de pertenencia a la comunidad, el compromiso, la generosidad, el sentido moral y el interés por los asuntos públicos. La vertebración ciudadana favorecerá que nuestra democracia, además de representativa, sea participativa.

 

Si solo dominan los criterios materialistas, la razón se quedaría ciega ante los valores morales que se quedarían únicamente en la esfera del sujeto. «Una mutilación así destruye la política y la convierte en mero instrumento condicionado por el más fuerte», en donde queda excluida la moral.

 

Al mismo tiempo, los políticos creyentes pueden iluminar la discusión política con su comportamiento, testimoniando la fe como presencia real, contribuyendo de este modo con la razón en el gobierno de todo acto político.

 

Si el cristiano debe «reconocer la legítima pluralidad de opiniones temporales» también está llamado a disentir de una concepción del pluralismo en clave de relativismo moral, nociva para la misma vida democrática, pues esta tiene necesidad de fundamentos verdaderos y sólidos, esto es, de principios éticos que, por su naturaleza y papel fundacional de la vida social, no son «negociables».

domingo, 24 de abril de 2022

HOMENAJE AL P. JOSÉ CUESTA sdb

 

La Cátedra realizará un breve y modesto homenaje a quien fue su Director, con motivo de haberse cumplido el sexto aniversario de su fallecimiento. El mismo se llevará a cabo en la capilla Santa Ana, el próximo domingo 1 de mayo al finalizar la Misa de 10,30 horas.


Haremos un conversatorio con tres miembros de la Cátedra, para comentar diversos aspectos del aporte del sacerdote salesiano, digno continuador de la obra de Don Bosco, en la parroquia María Auxiliadora de Córdoba:


-Pascual Villarolo: su actitud frente a la enfermedad;


-Mario Meneghini: la formación doctrinaria de los laicos;


-Elsa  Corbella: el peligro de las drogas.


Los asistentes podrán luego expresar sus opiniones sobre el P. José, mientras compartimos una de sus iniciativas: “el café de Don Bosco”. 

 

Lugar: Bv. Quinta Santa Ana, esq. El Recodo (detrás del shopping Nuevo Centro)

 

domingo, 17 de abril de 2022

CADA VEZ MENOS CHICOS

 


 en promedio, las argentinas ya tienen menos de dos hijos


Enrique Garabetyan


Perfil, 17-4-2022

 

Durante el año 2020, las mujeres y personas gestantes argentinas tuvieron, en promedio, la menor cantidad de hijos de la historia de nuestro país. En términos técnicos, los expertos en demografía explican que la tasa global de fecundidad –el número promedio esperado de hijos– viene, desde hace cinco años, cayendo en forma abrupta.

 

Analizando estadísticas recién publicadas, que resumen los últimos números disponibles, la tasa de fecundidad bajó hasta 1,55; el valor más bajo de la historia nacional, similar al de países desarrollados de Europa.

 

El doctor en demografía e investigador de Cippec Rafael Rofman hizo un análisis preliminar sobre las cifras del informe “Estadísticas vitales 2020”, documento que el Ministerio de Salud publicó hace dos semanas. “La disminución del número de hijos por mujer es un fenómeno global que se registra desde hace más de doscientos años. Y Argentina y Uruguay lideran esta tendencia en América Latina desde el inicio del siglo XX”, le explicó Rofman a PERFIL. “Sin embargo, si bien siempre tendió a la baja, en algunos momentos de la historia reciente volvió a elevarse. Por ejemplo, en la década del 70 y principios de los 80”.

 

En lo que va de este siglo, hacia 2015, si bien la cantidad promedio de hijos por mujer descendía levemente, aún se mantenía en alrededor de 2,3 hijos por mujer. “Pero desde ese año comenzó a acelerarse mucho la baja de fecundidad, y llegamos a 2020 con un número nacional de 1,55 hijos por mujer. Esto, en términos relativos, significa un 33% menos respecto a la fecundidad en 2014 y representa una de las bajas más agudas registradas: solo en un lustro disminuyó un tercio”.

 

Incluso, en ciertos segmentos etarios y económicos, esa caída fue todavía mayor: “La fecundidad adolescente (en mujeres menores de 20 años) entre 2014 y 2020 cayó un 55%. Y en las jóvenes con bajo nivel de educación la disminución alcanzó el 66%”.

 

Algo similar indicó Enrique Peláez, investigador del Conicet en el Centro de Investigaciones y Estudios sobre Cultura y Sociedad  (Ciecsa), que funciona en Córdoba. “Hace dos décadas, Brasil, Chile y Uruguay tenían tasas de fecundidad menores a la de Argentina, que estaba en alrededor de 2,3 hijos por mujer, lo que implicaba una leve tasa de crecimiento poblacional –aseguró el demógrafo–, pero desde 2014 la baja se acentuó y para 2018 ya caía por debajo de la tasa de equilibrio poblacional (2 hijos por mujer). Hoy con una cifra de 1,55, nuestro país ya tiene una fecundidad parecida a la de España o Italia e, incluso, menor a la de Suecia o Noruega”.

Otro detalle que aportó Peláez surge de una investigación reciente. "Analizamos como variaba la tasa de fecundidad, desde el 2000 para acá, de acuerdo al nivel de instrucción educativa de las madres. Y si bien comprobamos algo ya sabido -que a mayor nivel educativo la cantidad promedio de hijos por madre disminuye- lo llamativo es como cambió la tasa en las personas con menor instrucción".

Entre los años 2010 a 2014, en el segmento sin nivel primario completo, se bajó de 6 hijos por mujer a 4,2. El nivel medio estuvo en 2.3 y el nivel alto en 1,8 hijos. Pero en los siguientes años la disminución se agudizó: en 2017 en el grupo de menor nivel educativo de 5,9 disminuyó a 3,9 hijos promedio por mamá. Mientras que en los otros grupos esa cifra tuvo cambios menores. "En otras palabras, en los últimos años el grupo social de menor instrucción está teniendo una conducta reproductiva cada vez más similar a la de los niveles educativos medios y altos".

 

Significados

En el corto plazo esta tendencia no tiene mayor impacto, pero sí en el mediano y largo. Esto ocurre porque en esta materia los movimientos tienen mucha inercia y el fenómeno solo se hará notar de forma lenta y progresiva. “Pero en 20 o 30 años observaremos un envejecimiento de nuestra población, que tendrá una edad media más elevada, y se verá el predominio de las personas mayores sobre el total de argentinos. La actual baja en la tasa de fecundidad posiblemente acelere dicho proceso”, resaltó Rofman. Y advirtió: “Tener en cuenta este cambio en nuestra estructura demográfica se vuelve esencial para analizar y prever algunos de los problemas globales que deberemos enfrentar como sociedad. Por ejemplo, una reforma en el sistema jubilatorio”.

 

El envejecimiento poblacional no es necesariamente algo negativo a nivel social, sino que más bien implica nuevos desafíos. “Como civilización, siempre quisimos vivir más y elegir cuántos hijos tener. Son dos elementos positivos –destacó Peláez–, pero también tenemos que comenzar a discutir cómo resolveremos los futuros problemas: desde un sistema de pensiones sostenible hasta cómo organizar la atención a la salud, debido a que una población envejecida nos generará una mayor demanda de cuidados. Esto se combina con menos hijos que ayuden y también se suma la actual migración de muchos jóvenes. De alguna manera, los cuidados que necesitará este grupo etario tendrán que ser atendidos por alguna política pública”.

 

Este tipo de problemáticas requiere que la sociedad reflexione sobre temas que deberán resolverse dentro de 10 o 15 años y exige políticas de Estado acordadas por mayorías, que vayan más allá de la coyuntura. Algo especialmente dificultoso, ya que en nuestro país la discusión sobre procesos demográficos, tendencia de fecundidad o envejecimiento poblacional tienen enormes consecuencias en el mediano plazo, pero hoy no parecen ser parte de un debate relevante.

 

Cambios culturales y sociales, las causas

¿Qué causa esta actual caída abrupta en el número promedio de hijos por mujer? Hay varias hipótesis, que suman factores sociales y culturales globales con políticas públicas locales que modifican las costumbres. Y también se suman nuevos deseos personales de las mujeres y las familias. “En el último lustro, en Argentina se aceleró el proceso de empoderamiento femenino y su autovaloración, sobre todo entre las más jóvenes, con movimientos como Ni Una Menos y la discusión sobre el aborto –sugirió Rofman–. A esto se le agrega que hubo una continuidad en las políticas de Estado, con programas de educación sexual integral, consejerías sobre reproducción y atención a la maternidad adolescente, y mucho trabajo de comunicación sobre los derechos femeninos en estas temáticas”.

Por otra parte, también acentuó esta tendencia la llegada masiva al mercado de nuevos tipos de dispositivos anticonceptivos “prácticos” y seguros, como los implantes subdérmicos y la facilidad de acceso a otras opciones anticonceptivas. “La caída de la tasa global de fecundidad está modulada en simultáneo por todos estos factores y es difícil atribuirle un porcentaje de causalidad a cada uno. Pero todos suman”, concluyó.

miércoles, 13 de abril de 2022

TEMPESTADES ECLESIALES

 


Pedro Trevijano Etcheverria


Infocatólica, 13/04/22

 

Recuerdo que mi primer sermón en el Seminario, como ejercicio de oratoria, fue sobre la tempestad calmada. Es una situación, la de la tempestad, que se está dando constantemente en la Iglesia y que con frecuencia lleva a sus adversarios a anunciar el próximo e inmediato fin de la Iglesia. Pero aunque Jesús pueda parecer que está dormido, se mantiene vigilante y nos ha prometido «estaré con vosotros siempre hasta la consumación del mundo» (Mt 28,20).

 

Ello nos lleva a preguntarnos cuáles son las tormentas que actualmente agitan a la Iglesia. Indudablemente una de las más importantes es la de encontrarnos con cardenales y obispos cuyas opiniones no tienen nada que ver con el magisterio de la Iglesia. El Sínodo de la Iglesia Alemana es una seria preocupación para lo que queremos permanecer fieles a la Iglesia de Jesucristo. Las opiniones del cardenal de Munich y las del de Luxemburgo han ocasionado que el director de Courage, la organización apostólica católica que trabaja en la pastoral de los homosexuales, haya tenido que protestar públicamente contra estos cardenales para que «sean fieles a sus juramentos y transmisores de las enseñanzas de la Iglesia». Que no te puedas fiar de las enseñanzas de algunos altos cargos de la Iglesia me parece muy preocupante.

 

Pero desgraciadamente no son los únicos. Hay muchos sacerdotes que no tienen la más mínima preocupación por conocer el Magisterio eclesial. Es cierto que vivimos en la civilización del papel y que se producen demasiados documentos, pero debiéramos conocer al menos aquéllos que están directamente relacionados con nuestro trabajo pastoral, porque el estudio es uno de los principales deberes del sacerdote, y la ignorancia además es sumamente peligrosa, porque nos puede llevar a graves errores.

 

A mí me gusta comparar la enseñanza de la Iglesia con una ancha autopista en la que podemos caminar tranquilamente por la derecha, centro o izquierda. Pero lo que no podemos hacer es salirnos de la autopista porque nos vamos a la extrema derecha y nos salimos de los carriles, como sucede por ejemplo aquéllos que rechazan el Concilio Vaticano II y los documentos conciliares, que ciertamente son Magisterio, o por el contrario aquéllos que en nombre de un llamado espíritu conciliar, se inventan una doctrina de la Iglesia que nada tiene que ver con lo que enseña la Iglesia.

 

Pero, ciertamente, los peores enemigos de la Iglesia son aquéllos que intentan directamente destruirla en nombre de algunas ideologías que no es que sean solamente anticristianas, sino que se les puede llamar directamente diabólicas, al servicio de poderes ocultos que tratan de dominar el mundo. El relativismo, el marxismo y la ideología de género han llegado a penetrar profundamente en nuestra Sociedad hasta el punto que se les clasifica como lo políticamente correcto y en bastantes Parlamentos, entre ellos el nuestro, gozan de una cómoda mayoría parlamentaria.

 

Podemos preguntarnos: ¿ha hecho la Iglesia algo contra esto? Aquí está sucediendo algo realmente extraño. Lo lógico sería que los sacerdotes, dado que estas ideologías son el máximo enemigo de la Iglesia actual nos desgañitásemos en hacerles frente, aunque seguidos por Obispos, Cardenales y Papa. Pues bien, está sucediendo lo contrario: son los Papas, desde Pablo VI, los que están hablando con más claridad, seguidos de algunos cardenales y obispos, aunque no muchos en verdad, y algunos sacerdotes, pero no es muy frecuente oír en los sermones dominicales, denunciar este problema, tan importante hoy. Recemos para que los sacerdotes no nos dejemos llevar por un buenismo estúpido, sepamos coger el toro por los cuernos y no nos dé miedo enfrentarnos a las poderosas fuerzas del Mal.

 

Pedro Trevijano, sacerdote

martes, 12 de abril de 2022

EL CHILENO JOSÉ ANTONIO KAST

 


 nuevo presidente de «Political Network for Values»


Infovaticana,12 abril, 2022

 

El político chileno José Antonio Kast es el nuevo presidente de la Political Network for Values (PNfV), su nombramiento fue dado a conocer el pasado mes de marzo en la reunión del Consejo de Dirección.

 

De este modo, Kast sustituye en el cargo a Katalin Novák, exministra de Familia de Hungría y actual presidenta de ese país. Novák estuvo al frente de la Red desde abril de 2019 y renunció debido a las exigencias legales de su nueva responsabilidad.

 

José Antonio Kast Rist es miembro de la PNfV desde 2015, cuando participó de la Cumbre Regional de las Américas en Washington; y en 2019 se incorporó al Consejo Asesor. Nació en Santiago el 18 de enero de 1966; es abogado, formado en la Pontificia Universidad Católica de Chile; casado con María Pía Adriasola Barroilhet, con quien tiene 9 hijos. Es el fundador del movimiento cívico Acción Republicana, del centro de pensamiento Ideas Republicanas y del Partido Republicano (PR), con el que se postuló el año pasado a la presidencia de Chile y obtuvo un gran respaldo que le llevó a la segunda vuelta. Hoy los republicanos son la primera fuerza política verdaderamente conservadora en el país y cuentan con 15 parlamentarios, la tercera mayor bancada por partido en la Cámara de Diputados.

 

Antes de fundar el PR, Kast fue concejal de Buin, alcaldía ubicada al sur de la Región Metropolitana de Santiago, de 1996 a 2000; y diputado por la Unión Demócrata Independiente (UDI) entre 2002 a 2018. José Antonio Kast es una referencia consolidada para políticos y activistas cívicos en Iberoamérica por su consistente actuación a lo largo de dos décadas en la defensa y promoción de la dignidad humana, la vida, la familia y las libertades fundamentales. Su posición coherente, valiente y firme le ha ganado también la oposición activa de grupos políticos y de presión radicales.