domingo, 30 de septiembre de 2018

San Miguel




Los obispos de EE. UU. promueven la oración de San Miguel para proteger a la Iglesia y sus fieles

Infocatolica, 30/09/18

(LifeSiteNews) Cincuenta y cuatro años después de la supresión de la oración de intercesión al arcángel con el trabajo principal de luchar contra Satanás, los obispos católicos en los Estados Unidos están volviendo gradualmente a la tradición de recitar la oración después de la misa.

Cada vez más obispos reconocen la necesidad de recitar la Oración a San Miguel Arcángel regularmente después de la misa como resultado de la situación de la Iglesia.
El arzobispo Joseph Naumann de Kansas City, Kansas, aprobó esta semana el uso regular de la oración después de misas en su arquidiócesis.
«En las últimas semanas, varios obispos en todo Estados Unidos, en respuesta a las últimas revelaciones sobre la situación de la Iglesia, han pedido a los fieles en sus diócesis respectivas que ofrezcan la invocación a San Miguel Arcángel para proteger al clero de la Iglesia y a los fieles de la desesperación y el desánimo…», dice una carta del 24 de septiembre de la Oficina de Liturgia y Vida Sacramental de Naumann. «Varias diócesis han implementado la recitación de la oración tradicional a San Miguel después de Misas con este fin».

«De la misma manera», continúa la carta, «el Arzobispo Naumann aprueba esta práctica en las parroquias de la Arquidiócesis de Kansas City en Kansas, a discreción del pastor».

La Recitación de la Oración a San Miguel Arcángel y las otras oraciones leoninas (compuestas por el Papa León XIII) después de la misa fueron oficialmente suprimidas por la Instrucción Interocumenica del Vaticano II, del 26 de septiembre de 1964 , que entró en vigencia el 7 de marzo de 1965.
A los católicos no se les prohibió decir la oración, pero su recitación obligatoria después de la misa terminó, su significado, y por lo tanto su efecto protector, se disipó en gran medida.

San Miguel Arcángel, cuyo nombre en hebreo significa «¿Quién es como Dios?», Es el príncipe de todos los ángeles. Él y los buenos ángeles arrojaron a Lucifer y sus seguidores al Infierno después de que se rebelaron contra Dios, y se le invoca para protegerlo del mal y del demonio.
La oración a San Miguel Arcángel comenzó con León XIII en 1886, cuando, según la tradición, León XIII tuvo una visión después de la misa del gran daño que Satanás le haría a la Iglesia y al mundo en el siglo XX. El Papa compuso la oración en respuesta y la agregó a las Oraciones de Leonine para ser dichas después de la misa, que originalmente tenía las intenciones de defender la soberanía de la Santa Sede.
La oración de San Miguel Arcángel fue recitada después de Misas desde 1886 hasta su supresión de 1964.

Treinta años después de la revolución litúrgica del Vaticano II, el Papa San Juan Pablo II, en su discurso de Regina Coeli el 24 de abril de 1994, recomendó la Oración a San Miguel Arcángel debido a la ayuda de la oración en la lucha contra el mal en el mundo.

«Aunque esta oración ya no se recita al final de la misa», dijo Juan Pablo II, «pido a todos que no se olviden y que lo reciten para obtener ayuda en la batalla contra las fuerzas de la oscuridad y en contra del espíritu de este mundo»
El Obispo Robert. Morlino de Madison, Wisconsin, le pidió a los católicos en su diócesis a finales del pasado noviembre que para luchar contra el mal en nuestro mundo rezaran la oración de San Miguel Arcángel por lo menos después de las misas del domingo.
El arzobispo Naumann se unió a otros obispos estadounidenses que en las últimas semanas han vuelto a implementar la Oración de San Miguel Arcángel regularmente al final de las misas por la situación de la Iglesia.

El Arzobispo Alexander Sample de la Arquidiócesis de Portland envió una carta a sus sacerdotes la semana pasada animándoles a dirigir la oración a San Miguel Arcángel después de todas las misas.

El Obispo Frank Caggiano de Bridgeport, Connecticut, anunció el 24 de agosto que a partir del 15 de septiembre se recitará la Oración de San Miguel Arcángel después de cada misa celebrada en la diócesis de Bridgeport.

El Obispo David Zubik de Pittsburgh, Pensilvania, y el Obispo Rick Stika de Knoxville, Tennessee, también han pedido a sus sacerdotes que dirijan la Oración a San Miguel Arcángel después de todas las misas en el futuro.
También se han producido otros ejemplos de la oración que se resucitó temporalmente para luchar contra Satanás.

El cardenal Timothy Dolan de Nueva York pidió a los católicos en su arquidiócesis que recen una novena con la oración de San Miguel Arcángel después de cada misa desde el 21 de septiembre, en  la fiesta de San Mateo Evangelista, hasta el día de San Miguel el 29 de septiembre. solicitó que los católicos que no asisten a la Misa diaria digan la oración en privado.

El cardenal dijo que muchas personas le habían dicho que se necesitaba la intercesión de San Miguel.
«Ahora escucho de muchos de ustedes, Pueblo de Dios, que necesitamos de nuevo las armas de oración, reparación y penitencia, municiones que el Diablo teme», dijo. «Bastantes de ustedes me han sugerido por lo que he llegado a la conclusión de que es del Señor: que busquemos la ayuda de San Miguel Arcángel para luchar contra la invasión de Lucifer a la Iglesia».

Siguiendo la iniciativa de Dolan, el obispo Robert Baker de Birmingham, Alabama, instituyó una novena con la Oración de San Miguel Arcángel, que se recita después de las Misas que comienzan el 29 de septiembre y terminan el 7 de octubre, la Fiesta del Santísimo Rosario.
Durante los últimos 10 años, el primer domingo de octubre se realizó una reunión diocesana en la Gruta de Lourdes en el Monasterio de las Clarisas en Hanceville, Alabama, para rezar el Rosario con las intenciones especiales de la vida y las vocaciones, explicó. Este año, sin embargo, la intención de oración sería por la reconciliación en la Iglesia.
«Qué también somos conscientes de las causas del mal en nuestro mundo: el mundo, la carne y el demonio», dijo Baker.

Oración a San Miguel Arcángel:

San Miguel Arcángel defiéndenos en la lucha; se nuestro amparo contra la perversidad y asechanzas del demonio. Que Dios manifieste sobre él su poder, es nuestra humilde súplica. Y tú, oh Príncipe de la Milicia Celestial, con el poder que Dios te ha conferido, arroja al infierno a Satanás y a los demás espíritus malignos que vagan  por el mundo para la perdición de las almas. Amén.

viernes, 21 de septiembre de 2018

Chaput



 acusa al Instrumentum Laboris del sínodo de bordear la herejía

Por Carlos Esteban
Infovaticana, | 21 septiembre, 2018

Monseñor Charles Chaput, arzobispo de Filadelfia, ha publicado en la revista First Things un completo alegato contra el documento preparatorio del Sínodo de la Juventud, cuya cancelación ya pidió hace unas semanas.

Naturalismo, luteranismo y relativismo. Estas son las tres herejías que el arzobispo de Filadelfia, Monseñor Charles Chaput, ve insinuarse en el Instrumentum laboris o documento preparatorio aprobado por el Vaticano que servirá de base para el Sínodo de los Jóvenes, que se iniciará el próximo día 3 de octubre en Roma.

Chaput, que aparece en el Testimonio Viganò por su cargo como ejemplo puesto por el Papa del tipo de obispo que no desea para Estados Unidos, hace referencias a fragmentos concretos del documento presentado por el cardenal Cardenal Baldisseri, apuntando en qué sentido reflejan un sentido gravemente defectuoso de diversos puntos de la doctrina católica. El arzobispo aclara, asimismo, que el análisis no es enteramente obra suya, sino de un prestigioso teólogo que no nombra.


Empieza criticando el ‘naturalismo’ que refleja el texto, es decir, la ausencia de referencias cruciales a las realidades sobrenaturales, disertando como si las causas y consecuencias de las circunstancias de que trata solo tuvieran efectos psicológicos o físicos.

Así, cita Chaput, cuando el texto hace mención a desoladoras condiciones del mundo moderno relativas a la sexualidad -pornografía omnipresente, promiscuidad desatada-, las lamenta exclusivamente por cuanto “desfiguran la belleza y profundidad de la vida sexual y afectiva”.

Esto, siendo cierto, puede escribirlo igualmente un psicólogo o pensador de cualquier otra fe o de ninguna. Pero lo más grave de estas amenazas a la castidad, y lo que se esperaría que destacase un documento elaborado por autoridades eclesiales como planteamiento de un sínodo de la Iglesia Católica, son sus efectos sobre el alma, que desfigura, “su consecuente ceguera espiritual y el impacto sobre la recepción del Evangelio por alguien herido de esta forma”, sostiene Chaput.

A continuación ve Chaput con alarma que el documento expresa una comprensión peligrosamente ambigua sobre la autoridad de la Iglesia, Madre y Maestra, al presentar el diálogo con los propios jóvenes en el sínodo como un proceso de aprendizaje mutuo. Se lee en el Instrumentum: “La Iglesia optará por el diálogo como su estilo y método… Ninguna vocación, especialmente dentro de la Iglesia, puede situarse fuera de este dinamismo continuo del diálogo”.

En el mejor de los casos, la redacción es peligrosamente engañosa. En el peor, es un error de bulto; por decirlo de forma brutal, los jóvenes no tienen nada que enseñarle a la Iglesia. Pero no es así como lo expresa Chaput, sino de esta otra manera: “Si la Iglesia abandonara su ministerio de predicación, es decir, si se invirtieran los papeles de quién enseña y quién escucha, se invertiría la propia jerarquía, y el sacerdocio ministerial colapsaría en un sacerdocio bautismal. En definitiva, nos volveríamos luteranos”.

Por último, Chaput acusa al documento de expresar una visión “relativista” de la vocación, con sus referencias a la “santidad personal” y a la “propia verdad” de cada uno.

jueves, 20 de septiembre de 2018

Sínodos



Cambio que preocupa

Por Carlos Esteban
Infovaticana | 19 septiembre, 2018

La recién proclamada constitución apostólica Episcopalis communio es probablemente el acto más genuinamente ‘revolucionario’ de Francisco hasta la fecha: con ella, los sínodos pasan de ser consultivos a delibertativos, convirtiéndose en magisterio ordinario sus conclusiones si las acepta el Papa y podrán formar parte de la preparación de los mismos personas sin la dignidad episcopal elegidas a dedo por el Pontífice.

Hasta ahora, los sínodos -una fórmula antiquísima en la Iglesia pero ‘normalizada’ por Pablo VI-, eran reuniones de obispos convocadas por el Papa sobre asuntos concretos cuyas conclusiones tenían carácter meramente consultivo. Pero con la nueva constitución apostólica Episcopalis communio recién aprobada por el Papa Francisco pasan a ser algo sustancialmente distinto.

Con el nuevo sistema, las conclusiones del sínodo, una vez aprobadas por el Papa, pasan a ser magisterio ordinario, es decir, materia de fe para el fiel católico. El Artículo, 18, 2 especifica: “Si es aprobado expresamente por el Romano Pontífice, el documento final participa del Magisterio ordinario del Sucesor de Pedro”. Esto convierte a cada sínodo en un ‘miniconcilio’, en concilios cuasi permanentes, porque precisamente la diferencia esencial entre un concilio y un sínodo era el carácter magisterial del primero y meramente consultivo del segundo.


La medida es transcendental, revolucionaria… Y, para muchos, alarmante. Francisco ha insistido desde el inicio de su pontificado en la importancia de la ‘colegialidad’, ha hablado a menudo de la conversión hacia una ‘Iglesia sinodal’, ha convocado ya varios sínodos y proyecta varios más.

Ahora, una de las discusiones más acaloradas entre partidarios y detractores de la ‘renovación’ eclesial que pretende introducir Su Santidad ha sido, precisamente, sobre la tipificación magisterial de tanto dudoso o innovador pronunciamiento, así como de su posible revocación por un pontífice posterior. Con la nueva constitución ya no queda duda, porque cita expresamente el carácter de magisterio ordinario de lo que salga de cada sínodo y apruebe el Papa.

Pero la ‘colegialidad’ en la que tanto insiste Francisco también tiene ‘truco’; de hecho, tiene varios.

En primer lugar, un sínodo no es necesariamente la reunión de todos los obispos del mundo. Es una reunión de aquellos obispos que elige el Papa, y no creo que sea innecesariamente poco respetuoso presumir que Su Santidad no va a elegir a prelados que se opongan a sus proyectos.

En segundo lugar, el sínodo, organizado y dirigido por la Santa Sede, es fácilmente manipulable, como se comprobó sobradamente en los dos sínodos de la familia. Como recuerda el vaticanista Marco Tossati en una columna en La Nuova Bussola Quotidiana, “hemos visto que en realidad estos megaeventos están coordinados para seguir una agenda precisa, elaborada y dirigida desde arriba. Y, en última instancia, sirven meramente para crear un contexto para documentos -Amoris Laetitia es el ejemplo más obvio- que vienen en gran medida precocinados, y a los cuales las contribuciones de los padres sinodales aportan añadidos puramente cosméticos. 

¿Cómo no recordar la candorosa confesión del arzobispo Forte sobre la conversación confidencial que mantuvo con el Papa? “Si hablamos de dar la comunión a los divorciados vueltos a casar”, señalaba Monseñor Forte, en referencia a un comentario del Papa Francisco, “no se dan cuenta del lío en que nos metemos con eso. Así que no hablaremos de ello de forma directa, lo haremos de un modo en que queden claras las premisas, y de ellas sacaremos las conclusiones”.

En tercer lugar, la participación de los laicos e incluso de los no católicos. No, no es que en el Sínodo vayan a participar como miembros del mismo quienes no pertenezcan al episcopado. Pero la constitución prevé formalizar nuevos métodos para consultar al Pueblo de Dios -a laicos e incluso a gente de otras religiones-; el establecimiento de una “comisión para la aplicación” constituida por expertos supervisados por el secretario general del sínodo; y “consejos del secretariado general” constituidos por miembros nombrados directamente por el Papa que se ocuparán de preparar encuentros sinodales y mantendrán sus cargos hasta cinco años después de finalizado el sínodo.

Tenemos a la vuelta de la esquina dos sínodos, el de los jóvenes y el de la Amazonía, y es de prever que, si Dios da salud al Santo Padre, nos aguarden muchos más. Pese a los epígrafes de ambos sínodos citados, los documentos previos y las declaraciones que les han rodeado hacen pensar a una mayoría de observadores que con ellos se pretende modificar partes relevantes de la práctica eclesial o incluso de la concepción antropológica tradicional: en el primer caso, sobre la moral sexual de la Iglesia; en el segundo, la abolición del celibato sacerdotal obligatorio.

Hasta ahora, los críticos más visibles del Pontificado de Francisco, como el cardenal americano Raymond Leo Burke, firmante de los Dubia, han evitado la confrontación directa alegando que las declaraciones más cuestionables de Francisco carecen de cualificación magisterial y son solo “las opiniones privadas del Papa”. Después de la proclamación de Episcopalis communio, este pretexto desaparece. ¿Cuál será su respuesta si de los citados sínodos salen conclusiones difícilmente conciliables con la Tradición de la Iglesia y el Papa las refrenda?

martes, 18 de septiembre de 2018

George Weigel


 “Tengo la prueba de la honestidad de Viganò”

Por INFOVATICANA | 18 septiembre, 2018

George Weigel, el más grande intelectual católico estadounidense, se alinea junto al ex nuncio: “Es un hombre de fe, educado en la defensa de la Iglesia. Nunca criticaría al Papa si no tuviera razones muy serias para hacerlo».

Por Emanuele Boffi

“El arzobispo Carlo Maria Viganò y yo hemos hablado de muchas cosas durante sus años en Washington, y nos hicimos amigos. Creo que deben tomarse en serio las afirmaciones específicas que hace sobre su encuentro con el Santo Padre en junio de 2013, esto es, que había advertido al Papa que había cuestiones problemáticas que involucraban al ex cardenal Theodore McCarrick y de las cuales el Pontífice tenía que ser puesto al corriente”.

¿Y todo lo demás?
“El resto es marginal”.
Al dar una respuesta a los interrogantes planteados por el informe de Viganò, ¿la Iglesia está tergiversando?
“Muchos obispos estadounidenses están decididos a emprender una reforma que comience, en este caso, arrojando luz sobre la carrera de Theodore McCarrick”.

¿Y el Vaticano?
«El Vaticano, lamento decirlo, parece moverse con la misma lentitud que en 2002 (cuando salieron a la luz los primeros escándalos sexuales relacionados con el clero, ndr)».

George Weigel está unánimemente considerado con uno de los intelectuales católicos estadounidenses más importantes. Autor de una veintena de volúmenes, debe su fama a la monumental biografía de Juan Pablo II, Witness to Hope (1999), que le permitió convertirse en el punto de referencia del catolicismo del otro lado del océano. Hoy en día, Weigel es miembro del Centro de Ética y Política Pública en Washington y uno de los comentaristas sobre asuntos religiosos y del Vaticano más respetados en la escena internacional.

Hablando del informe Viganò, Weigel ha escrito dos artículos: el primero apareció en First Things, la revista católica más influyente del mundo; el segundo en el Wall Street Journal, la Biblia del pensamiento laico. En ambos casos, le gustó ir contracorriente respecto al público de lectores a los que se dirigía: en First Things defendió el honor del ex nuncio de los rumores y los ataques de otros exponentes e intelectuales católicos («Nunca tuve la impresión de que me estaba diciendo algo distinto a lo que él creía era la verdad», ha escrito). En el Wall Street Journal recordó a sus interlocutores no creyentes que la Iglesia no puede ser reducida a los errores de sus miembros.

«Inmediatamente después de la publicación del informe», escribió Weigel en First Things, «las polémicas dentro de la Iglesia se intensificaron, rebotando a través de los medios. En este ambiente febril es prácticamente imposible que alguien diga algo sin levantar sospechas y acusaciones. Pero como he tenido la ocasión de conocer bien al arzobispo Viganò durante su servicio como representante diplomático pontificio en Washington, me siento obligado a hablar de él de esa manera, esperando poder ser de ayuda para que otros reflexionen detenidamente sobre sus muy, muy serias declaraciones».

En este sentido, usted escribe que el Arzobispo Viganò es “un reformador valiente” y, en su experiencia, “un hombre honesto”. Sin embargo, como usted sabe, después de la publicación de su informe, la prensa le ha desacreditado mucho, presentándole como un arzobispo poco fiable porque está resentido con el Vaticano y el Papa Francisco.

«Matar al mensajero es una táctica muy antigua y bastante reprobable, que es utilizada por personas que no tienen la intención de tomarse en serio las cuestiones planteadas por ese mensajero».

Además de su relación personal, ¿qué pruebas tiene de la honestidad del ex nuncio en Washington?

«En realidad, tengo una muy importante».

¿Cuál?

«En su testimonio, Monseñor Viganò dice que está “dispuesto a confirmarlos [los hechos] bajo juramento llamando a Dios como mi testigo”».

¿Y entonces?

«Viganò es un hombre de fe, un creyente. Él sabe que hacer un juramento es como desnudar su propia alma ante Dios. Sabiéndolo, se da cuenta de que si no dijese aquello que él, en conciencia, sabe que es la verdad, se condenaría a sí mismo para toda la eternidad».

Pero, ¿no actuó Viganò con otras intenciones? Muchos, aquí en Italia, lo presentan como una persona que pertenece a la “derecha” católica y conservadora, que se opondría a la “izquierda” progresista encabezada por el Pontífice.

«Este viejo hábito de dividir todo y a todos en la Iglesia entre progresistas y conservadores es un ejercicio de pereza intelectual al que las personas serias no deberían dedicar sus esfuerzos».

¿Por qué dice esto?

«Porque no es razonable pensar que un hombre educado en la defensa del papado criticaría a cualquier costa al Papa públicamente, a menos que creyera que tenía motivaciones muy serias para hacerlo».

En el Wall Street Journal usted escribió que la serie de escándalos que ha golpeado al mundo católico es “un desafío para comprender qué es realmente la Iglesia”. Pero usted también escribe que es el momento de la purificación y que “los obispos que fallaron en sus responsabilidades como docentes, pastores y administradores, en general lo han hecho porque pusieron el mantenimiento institucional por delante de la misión evangélica”. ¿Qué quiere decir?

«El catolicismo podría vivir con obispos de la “conservación institucional”, en los períodos en los que la cultura pública circundante fuese de ayuda para transmitir la fe. Entonces, todo aquello que es necesario para la Iglesia es mantener sus escuelas, parroquias y hospitales. Pero ahora ya no estamos en esta situación».

¿En qué situación estamos?

«En Occidente, ha llegado a su fin el período durante el cual el catolicismo era transmitido por una cultura, o por pertenecer a un determinado grupo étnico o de personas. El Papa Francisco también lo detectó cuando, en 2007, mucho antes de convertirse en Pontífice, ayudó a redactar el documento de Aparecida de los Obispos latinoamericanos».

Si esta es la situación, es decir, la de un mundo que ya no es cristiano, ¿cuál es la tarea de la Iglesia?

«Hoy necesitamos obispos que encarnen el apostolado misionero: evangelizadores hábiles que hayan demostrado su capacidad de presentar a Jesucristo a las personas y de llevarlas a la comunión de los santos, que es en lo que consiste la Iglesia».

¿Cómo se hace?

«Debemos volver a aquella expresión que solía usar el Papa Benedicto XVI durante su pontificado: “amistad con Cristo”, es decir, una relación personal con el Señor, nutrida por la oración, la inmersión en la Biblia y los sacramentos».

Usted, sin embargo, ha escrito que una verdadera reforma de la Iglesia sólo la podrán hacer aquellos que no se contentan con preservar la institución y que, aunque estén mortificados por los escándalos, no verán “tambalearse su fe”.

«Sí, estos católicos todavía existen y son muchos. No diría que la mayoría de los católicos están compuestos por reformistas evangélicos, pero las minorías creativas pueden cambiar las grandes instituciones. Y también diría que los miembros vivos de la Iglesia en todo el mundo son los que han abrazado la nueva evangelización y que comprenden cómo la verdad plena de la fe católica es liberadora. Las partes moribundas de la Iglesia, incluidas las corruptas, son las que aún viven un catolicismo consagrado exclusivamente a la preservación de la institución».

Publicado por La Verità; traducción de Pablo Rostán para InfoVaticana.

Seis razones



para temer el Sínodo de la Juventud

Por Carlos Esteban
Infovaticana| 18 septiembre, 2018

Entre el 3 y el 28 de octubre se celebrará en Roma un Sínodo de la Juventud con el título ‘Los jóvenes, la fe y el discernimiento vocacional’, pero hay buenas razones para temer que el fin último de esta reunión no sea ni la fe ni el discernimiento vocaciones, y solo marginalmente los jóvenes. Estas son las razones de mi recelo.

Es mal asunto que el anuncio de un sínodo de la Iglesia Católica, en lugar de ser motivo de gozosa expectación, se convierta en causa de temor en un fiel, pero el discernimiento, considerados los datos objetivos de que disponemos, lleva en este caso a una desconfianza que no creemos racionalmente infundada. La nueva constitución apostólica publicada hoy sobre la estructura de los sínodos, Episcopalis Communio, no hace más que acentuar nuestros temores.

En definitiva, lo que tememos es que se use el sínodo para cambiar la doctrina de la Iglesia en torno a temas tan cruciales como la consideración moral sobre la sexualidad humana: licitud de la contracepción, revisión de la concepción antropológica de la homosexualidad y relajación de la indisolubilidad del matrimonio, o al menos que se introduzca la ya habitual dosis de confusión sobre todo ello.


El primer motivo de aprensión es el de los precedentes, en concreto, los dos Sínodos sobre la Familia de 2014 y 2015. Tenemos ya sobrados testimonios y pruebas de que ambos fueron planificados hasta el último detalle para llegar a conclusiones prefijadas, quedando los obispos como ‘figurantes’ y excusas para que la decisión unilateral pareceria colegiada.

Todo apuntaba a un mismo fin, el mismo ‘permiso pastoral’ a los divorciados vueltos a casar y que viven ‘more uxorio’ para recibir la comunión, tal como han entendido la mayor parte de las conferencias episcopales a partir de la exhortación papal Amoris Laetitia: el encargo al cardenal alemán Walter Kasper para que dictara el esquema principal ya en febrero de 2014, la exclusión del Pontificio Instituto Juan Pablo II de la primera sesión -reincorporado en la segunda tras numerosas protestas-, el nombramiento en la secretaría de ‘intérpretes autorizados’ de las conclusiones a gente como el padre Spadaro, director de Civiltà Cattolica, o Forte, las notas publicadas a cargo del Padre Lombardi, la prohibición a los padres sinodales de hacer declaraciones…

Los tejemanejes se hicieron, en fin, tan descarados y conocidos por todos que la intención original del Papa quedó, al menos en parte, frustrada, y el documento final fue una versión tan aguada y de compromiso que no contentó a ninguna de las partes.

En el caso del Sínodo de la Juventud contamos, por lo demás, con antecedentes aún más próximos en el presínodo y en el Instrumentum Laboris, el documento que delinea los asuntos que se van a tratar en la reunión.

La novedad del presínodo consistía en un reunión de trabajo en la que estuvieran representados los supuestos destinatarios principales de todo el asunto, los jóvenes. Pero el elenco, que pretendía ser representativo de la juventud católica comprometida con su fe, fue cualquier cosa menos eso. Los jóvenes eran seleccionados por las conferencias episcopales que, naturalmente, enviaban la muestra que más podía estar en línea con lo que intuían que deseaba el Papa, algo difícil de ignorar escuchando sus propias palabras.

Se intentó también, en un despliegue de apertura, reuniones online de acceso cuasi libre, y precisamente muchos de los que participaron en ellas fueron los primeros en dar la voz de alarma, asegurando que muchos de los asuntos más debatidos se hurtaron por completo del documento final.

Por lo demás, la ‘opinión de los jóvenes’ reflejada en el documento tenía más que ver con las preocupaciones y obsesiones de quienes eran jóvenes en Mayo del 68 que de quienes son jóvenes en esta segunda década del siglo XXI. Hablan de apertura y flexibilidad litúrgica y, en definitiva, demandas que quizá tendría sentido hacer a la Iglesia preconciliar, pero difícilmente a la nuestra.

En cuanto al Instrumentum Laboris, se recogen exactamente esas mismas demandas de flexibilización moral aún mayor en cuestiones relativas a la sexualidad con sospechosa insistencia. De hecho, en su presentación se destacó con orgullo que es la primera vez que aparece en un documento eclesiástico oficial las siglas LGBTI, aclarándose que al incluirla no se hace más que recogerla de las actas de las discusiones, algo que es falso como puede comprobar cualquiera.

Tampoco resulta especialmente tranquilizador observar, en pleno tsunami de escándalos de abusos homosexuales iniciados con la deposición del ex cardenal McCarrick, a quiénes ha nombrado Su Santidad para participar en el sínodo. ¿Qué puede aportar en un Sínodo de los Jóvenes un cardenal Rodríguez Maradiaga que ha acusado de mentirosos y de alinearse con la ‘antiIglesia’ a 46 seminaristas que se han atrevido a denunciar en carta abierta la ‘dictadura homosexual’ que impera en el seminario mayor de Tegucigalpa, o que ha mantenido como mano derecha y frecuente sustituto a un obispo auxiliar, Juan Pineda, acusado de abusar de seminaristas y convivir en relación homosexual con un hombre, por lo que ha sido cesado?

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¿Qué decir del cardenal Reinhard Marx, presidente de la Conferencia Episcopal Alemana y miembro del C9, que ha ignorado la decisión de la Congregación para la Doctrina de la Fe prohibiendo la intercomunión?

¿Cómo se le puede ocurrir a nadie que es buen momento de incluir en un sínodo hoy a los obispos americanos Blase Cupich y Joseph Tobin, ambos de la ‘escudería’ de McCarrick, elevados al episcopado por la recomendación del defenestrado arzobispo emérito cuando ni siquiera estaban entre los primeros puestos de la lista para el nombramiento?

¿Cupich, que ha declarado dos veces seguidas que el escándalo de los abusos no merece demasiada atención porque hay “una agenda más amplia”, de la que solo cita dos temas tan centrales a la fe cristiana como el medio ambiente y la inmigración masiva?

¿Tobin, que todavía no ha dado una explicación satisfactoria de su ‘resbalón’ en Twitter, ese “buenas noches, cariño, te quiero”, y que preside una de las diócesis, Newark, más ‘LGBTI-friendly’ de Estados Unidos?

Sobre todo, ¿en qué cabeza cabe dejar al Cardenal Kevin Farrell, mano derecha de McCarrick en Washington, con quien convivió seis años, y antes uno de los hombres de confianza de Marcial Maciel, a pesar de que ha declarado que las fechorías de ambos le sorprendieron absolutamente? Bastante deprimente es ya que presida el Dicasterio para los Laicos, la Familia y la Vida, que organizó el aquelarre de Irlanda, a donde llevó a su amigo y apóstol de los LGBIT, padre James Martin.

Sobre Farrell, por lo demás, se rumorea que corre ya por Roma una informe devastador, cuya publicación podría producirse en pleno sínodo.

Francisco tiene, de hecho, tal costumbre de convocar sínodos con un epígrafe para conseguir fines que no aparecen en él que ese ‘método’ de disfrazar de decisión colegiada una finalidad propia de su camarilla resulta ya transparente.

Lo hemos comentado en el caso de los dos Sínodos sobre la Familia, pero podíamos referirlo igualmente al cercano Sínodo de la Amazonía, en el que la región ecuatorial parece ser una mera excusa para introducir el celibato opcional o, lo que es lo mismo a la larga, la abolición del celibato sacerdotal.

De hecho, no parece que la evangelización de la Amazonía, región tan inmensa como escasamente poblada, requiera un sínodo mucho más que muchas otras regiones, incluida nuestra Europa descristianizada. Pero uno lo entiende mucho mejor tras leer que el propio Santo Padre ha insistido en que se incluya en el documento preparatorio discusiones sobre la conveniencia de ordenar ‘viri probati’, hombres casados de ‘buenas costumbres’. Lo que parece una consecuencia se revela, en definitiva, en la verdadera razón de todo el asunto.

Un motivo ulterior para sospechar que va a usarse el sínodo para cambios en el sentido de que habábamos al principio es la acumulación de detalles a lo largo de estos cinco años de pontificado que apuntan consistentemente en esa misma dirección.

¿En qué puede consistir la ‘revisión’ de la encíclica Humanae Vitae que se ha anunciado con motivo de su medio siglo de existencia?

¿Por qué, lejos de censurarse a un sacerdote como el padre James Martin, que ha expresado en incontables ocasiones su disconformidad con el Catecismo de la Iglesia Católica en lo tocante a la homosexualidad, se le hace asesor de comunicación del Vaticano y se le invita como ponente estrella en el Encuentro Mundial de las Familias?

¿Por qué se nombra prefecto del megadiscasterio para los Laicos, la Familia y la Vida al mismo obispo que escribió la introducción al libro de Martin, Kevin Farrell?

¿Por qué se pone a Monseñor Ricca, que no ha puesto demasiado esfuerzo en ocultar sus amoríos homoeróticos al frente de las finanzas vaticanas, o a José Tolentino Calaça de Mendonça como Archivista y Bibliotecario en el Vaticano?

¿Por qué el “¿quién soy yo para juzgar?” o el “Dios te ha hecho homosexual”, nunca desmentido?

La lista de preguntas que apuntan en una misma dirección podría hacerse interminable, y no se referiría solo al Santo Padre, ni siquiera a la Curia, sino a buena parte del episcopado occidental, incluido el nuestro.

Incluso ante la evidencia de que la abrumadora mayoría de los casos de abusos que han vuelto a poner la Iglesia en la picota se refieren no tanto a niñas como a niños, y no tanto a niños como a adolescentes, en una abrumadora mayoría de los casos, el Papa y sus adláteres han preferido evitar pronunciar la palabra ‘homosexual’ -el elefante en la sala de estar- y han preferido aferrarse a un vaguísimo ‘clericalismo’ que cada cual interpreta como le place.

Y en estas llega la constitución apostólica ‘Episcopalis communio‘, que en interpretación del teólogo ‘francisquista’ Massimo Faggioli, vendría a convertir lo decidido en un sínodo en solidario con la opinión papal y, por tanto, en magisterio ordinario, doctrina que debe creer todo fiel católico.

¿Entienden ahora?

sábado, 15 de septiembre de 2018

La infiltración


 intencional y maligna de la Iglesia

 Fe y Razón, septiembre 9, 2018

P. Robert Altier

San Pablo nos dice que debemos aprovechar al máximo nuestro tiempo porque los días son malos. No estamos simplemente viviendo en días que son malvados, estamos viviendo en los días de los que habló Isaías, los días en que llamarán mal al bien y al mal bien. Y nos han lavado el cerebro para pensar que las cosas malvadas están bien. Pues no lo están.

Lo que estoy a punto de transmitir es completamente incorrecto desde el punto de vista político y, si algunos jóvenes oídos no quieren oírlo, tal vez sea mejor para ellos que pasen la página.

En las últimas semanas, hemos escuchado algunas cosas bastante desafortunadas. Un cardenal de la Iglesia que abusó de niños y jóvenes, y ahora en Pennsylvania, el gran jurado informa que 301 sacerdotes violaron a más de 1.000 niños. Y encima de eso tenemos el encubrimiento por parte del episcopado –episcopado significa “los obispos”– el encubrimiento proviene de los obispos. Y no es simplemente encubrimiento, es la ejecución de una agenda.

Quienes han seguido el asunto con atención desde 2002, cuando todo esto salió a la luz, escucharon como los obispos llegan siempre a la misma conclusión: “es pedofilia, es pedofilia, es pedofilia.” No señor, no es pedofilia. De hecho, el instituto John Jay, el grupo que los obispos mismos contrataron para evaluar lo que estaba sucediendo, respondió y dijo que este es un problema homosexual. El 86.6% (si mal no recuerdo) de todos los casos de abuso, las víctimas fueron varones pos-pubescentes, y los obispos les dijeron a los investigadores: “estúdienlo de nuevo, vuelvan a escribir el informe y digan que esto no es un problema homosexual.” Pues, lo hicieron y dijeron que en el 86.6% los casos se trata de hombres pospuberales, pero no es un problema homosexual … ¡Vaya! ¿Cómo es éso?

Veamos entonces, la pedofilia es la violación de niños prepúberes, pero menos del 3% de todos los casos examinados fueron casos de pedofilia. La efebofilia es la violación de los niños pospúberes, en tanto que la pederastia en particular, se enfoca en los varones pospuberales. Eso es lo que estamos examinando aquí.

A esta altura debemos hacer una distinción importante, hay algunas personas muy, muy buenas que luchan con algún tipo de inclinación homosexual. Todos nosotros luchamos con cosas diferentes, eso no significa que seamos malas personas solo porque tenemos ciertas debilidades. Y la Iglesia reconoce que esa orientación no es mala, es la práctica lo que está mal. Y entonces, para estos hombres que quieren vivir una vida recta pero que están tratando de resistir esas tentaciones, esa inclinación es una cruz. Y es una gran cruz que deben llevar. De hecho, uno puede imaginarse cuánto ama Dios a esas personas si les permite llevar una cruz tan grande.

Ahora necesitamos enfocarnos otra vez en nosotros mismos, por ejemplo podemos afirmar correctamente que hay quienes luchan con el alcohol, o la pornografía, lo que sea. Quienes realmente están tratando de luchar contra esas tentaciones, son buenas personas con una debilidad. El caso de un traficante de drogas, por ejemplo, es diferente. Lo mismo vale para el que produce pornografía, o el proxeneta y así por el estilo; esos son unos puercos. El hombre que está resistiendo sus tentaciones y tratando de vivir una buena vida es una buena persona con una debilidad. Y esa es la distinción que debemos tener en cuenta.

Y así, la posición de la Iglesia es muy clara en esto: los hombres con una tendencia homosexual profundamente arraigada no deben ir al seminario. Eso no se debe a que la Iglesia sea discriminatoria, o que odie a tales personas. El principio es simple: ¿llevaríamos a un bar a alguien que está luchando con el alcoholismo? Para él sería una tentación. No permitimos que los hombres entren en los conventos de mujeres porque no pasaría mucho tiempo antes de que alguien se metiera en un problema. Es así que la Iglesia considera las cosas cuando dice que algo no es aconsejable.

Regresemos al tiempo en que yo estaba en el seminario de la universidad. Estaba conversando con otro seminarista, cuando me miró y me preguntó si alguna vez querría ir a ducharme al vestuario de las mujeres. Dije ciertamente que no. Él dijo: “Bien, ¿por qué no?” Le hablé de las tentaciones y los problemas … y me respondió: “Tienes razón, ahora sabes por lo que tengo que pasar yo cuando entro en el vestuario de hombres.” Pensé “¡oh Dios mío … qué asco!” Por eso la Iglesia dice que, incluso un buen hombre, que lucha e intenta superar su problema, no debe ser puesto en un ambiente que para él sea una tentación.

La Infiltración Intencional y Maligna de la Iglesia

Entonces, queda claro que esas no son las personas con las que estamos teniendo problemas. Las personas con las que tenemos un problema provienen de dos grupos diferentes y hay que entender que están promoviendo una infiltración intencional y maliciosa de la Iglesia con el propósito de destruirla desde adentro. Necesitamos entender eso.

Cuando yo estaba en el seminario, aquel era uno de los peores seminarios de los Estados Unidos y en 1983 nuestro seminario estaba en su peor momento. Yo entré en 1985. Para entonces las cosas estaban un poco mejor. Pero aquella gente era realmente arrogante. Debo señalar que en mis años de seminario, si uno no era homosexual o feminista radical, uno estaba en un gran problema. Uno de los profesores fue lo suficientemente arrogante como para declarar durante una clase: “Martín Lutero tuvo la idea correcta, pero la llevó a cabo de forma incorrecta: dejó la Iglesia. No se puede cambiar a la Iglesia desde afuera, solo puedes cambiarla desde adentro, así que no nos vamos a ir.”

Conclusión: estas son personas que tienen un plan de acción. ¿Cuáles son los dos grupos? El número uno es un grupo de homosexuales depredadores que comenzaron su infiltración en la Iglesia en 1924. ¿Quiere enterarse cómo? Hay un libro llamado The Homosexual Network escrito en 1982,[1] unos 20 años antes de que todas estas cosas explotaran. Un hombre llamado Enrique Rueda examinó todo esto, estudió todas sus publicaciones –pues los infiltradores publicaban cada año el número de seminaristas, sacerdotes y obispos que tenían– Enrique Rueda pudo remontarse a 1924, cuando todo comenzó. Allá por 1929, los comunistas comenzaron su propia infiltración en el sacerdocio. Ambos grupos hicieron exactamente lo mismo. Si quieres enterarte de la infiltración comunista, debes leer también lo que ha dejado Bella Dodd, que era una comunista convencida que dejó el comunismo y se convirtió al catolicismo. Ella testificó ante el Congreso de los Estados Unidos en 1953 y en ese testimonio dijo que “recibimos las instrucciones del Kremlin en 1929 sobre lo que teníamos que hacer”, y dijo “debíamos tomar lo mejor y más brillante, los tipos que eran inteligentes.” lo suficientemente inteligentes como para vivir una doble vida, chicos guapos y sociables, que se hicieran notar ante el obispo y pudieran progresar en la jerarquía, convirtiéndose en directores vocacionales, que luego pudieran llegar a ser obispos, rectores de seminarios, y obtener otras posiciones influyentes.” Y agregó: “tuvimos éxito más allá de nuestras esperanzas más optimistas.” Dodd admitió: “Soy personalmente responsable de haber infiltrado más de 1.200 seminaristas, sacerdotes y obispos.” Téngase en cuenta que habían comenzado en 1929 – en 1953 Dodd dijo: “ya tenemos cuatro cardenales en el Vaticano.” ¡Eso fue en 1953! Hoy es mucho peor.

Esos son los dos grupos. Si quieres leer sobre Bella Dodd, ella escribió un libro llamado School of Darkness, que se publicó en 1954.[2] Para entender el objetivo de toda esta promoción, la propaganda, la agenda, hay que leer otro libro que fue escrito en 1932 por un hombre llamado William Foster. William Foster se postuló para presidente de los Estados Unidos en 1924, 1928 y 1932 como candidato del Partido Comunista de los Estados Unidos. En 1932, escribió un libro llamado Toward Soviet America. Y en ese libro, dijo “no podemos llegar a los estadounidenses porque lo impiden tres cosas: su moralidad, su familia y su patriotismo.” Y dijo: “así que la forma en que vamos a atacar estas tres las cosas es, a través de la homosexualidad y el feminismo radical.” Se ve a las claras que han sido extraordinariamente exitosos.

Entonces, ¿a qué nos enfrentamos? Estamos lidiando con un grupo de depredadores homosexuales que se convirtieron en sacerdotes no para servir a la Iglesia, sino para destruirla desde adentro. Hoy están en todos los niveles. Hay un artículo que acaba de salir publicado en el National Catholic Register en el que seis sacerdotes de la diócesis de Newark fueron interrogados y hablaron sobre la red homosexual en su diócesis. Están en todas partes, no solo en Newark. Se encubren unos a otros, comparten sus víctimas entre ellos, hacen todo tipo de cosas horribles. La red está tan extendida que ya se habla a nivel federal de utilizar las leyes RICO[3] contra la Iglesia debido a toda esta basura que está sucediendo.

Y la gente pregunta, ¿por qué los buenos sacerdotes no hablan? Estuve hablando con un amigo el otro día, él me dijo: “Estoy enterado de esto ya por 50 años y tú lo has sabido durante 40 años.” Sí, ya es hora de que salga a la luz. Entonces, ¿por qué nadie ha hablado? Número uno, si hubiera denunciado esto hace un par de años, ¿se hubiera creído lo que hoy estoy diciendo? Número dos, ¿a quién se supone que debemos ir? La corrupción ya llega a la cima. En mi tiempo, si alguien quería ser ordenado sacerdote, no podía decir una palabra sobre el asunto. Y ya como sacerdote tampoco podía.

Esos sacerdotes que fueron entrevistados en el National Catholic Registry solo permitieron que se los entreviste anónimamente. Exigían el anonimato porque tenían miedo de lo que iba a pasarles si los obispos y la gente de la cancillería descubrían quién era el que hablaba. Tal es el poder que tiene la mafia homosexual. Tomemos conciencia de eso. Os cuento una historia rápida sobre lo mal que estaban las cosas. Cuando yo estaba en el seminario, ponían su propaganda comunista, yo la arrancaba y cada vez que hacía eso aparecía un anuncio: “Alguien está sacando los avisos de la pizarra …” Pero cuando yo ponía un aviso anunciando que íbamos a rezar el Rosario, era derribado inmediatamente y nunca había objeciones. A pesar de lo dicho, afortunadamente el seminario de hoy es mucho mejor de lo que era entonces. Los jóvenes de hoy no tienen que lidiar con esa basura, pero tal era el clima por aquellos tiempos.

Ahora bien, si tomamos solo el caso de McCarrick, dado que ha sido noticia, todo el mundo está disgustado con lo que ese hombre le hizo a niños y hombres jóvenes bajo su responsabilidad, y con razón. Pero para cualquiera que piense que todo esto está perfecto, que los homosexuales son personas agradables que no son diferentes del resto de la gente, les pido que miren lo que hizo McCarrick: esa es la cara de la homosexualidad depredadora.

Los depredadores no son buenas personas que son como todos los demás. Aunque le resulte repugnante pensarlo, piense que este hombre se subió al púlpito a predicar durante 50 años, se sentó en el confesionario, estaba en la oficina del obispo tomando decisiones sobre la vida de los sacerdotes, sobre las finanzas diocesanas, sobre la dirección de la diócesis, etc. Sirvió en comisiones del Vaticano, fue asesor del Vaticano, ordenó muchos obispos. ¿Qué clase de consejo cree usted que alguien que lucha con algún problema sexual en el confesionario hubiera recibido de alguien así? ¿Qué tipo de hombres cree usted que él puede haber elevado al obispado?

¿Ahora entiendes por qué escuchamos sandeces en lugar de buenas homilías? ¿Se entiende por qué hay problemas en el mundo que no se abordan? De eso se trata. ¿Dónde está la integridad doctrinal? ¿Dónde está la enseñanza moral? Alguien que no lo está viviendo no va a enseñarlo. Después de este informe del gran jurado que salió hace unos días de Pennsylvania, hay varios estados más que ya están hablando de convenir su propio gran jurado. Probablemente esto se extenderá a otros estados, así que lo digo simplemente para que se sepa: se va escuchar mucho más sobre esto en los noticiarios.

Y por triste que sea, tenemos que reconocer que en realidad es algo muy bueno. Es la purificación de la Iglesia y eso conducirá finalmente a su crucifixión. No muchos seguirán siendo fieles, desafortunadamente. Pero cuando lo vemos y decimos: “bueno, si esto es lo que está sucediendo en la Iglesia, ¿qué se supone que debemos hacer?” Se supone que debemos mirar a Jesús y decir exactamente lo que dijo San Pedro, “Señor, ¿a quién iremos? Tu tienes palabras de vida eterna.”

Jesús fundó una Iglesia y esa Iglesia es la única institución en el mundo para la salvación de las almas. Fue fundada para ese propósito y permanecerá hasta el fin del mundo por esa razón.

He hablado con varias personas devotas y santas en estas últimas semanas sobre lo que está sucediendo. Todos coinciden conmigo en el mismo punto: el trabajo de Nuestra Señora finalmente ha comenzado ¡Alabado sea el Señor!

Dios le dio a los obispos 16 años para que limpiaran este desastre y no hicieron nada. Ahora la limpieza la van a sufrir los mismos obispos.

[1] Enrique Rueda, The Homosexual Network: Private Lives and Public Policy, Junio 1986. Old Greenwich, Connecticut: Devin Adair Co., 1982. || NOTA DEL EDITOR: Ver también la obra de Randy Engel:  The Rite of Sodomy Homosexuality and the Roman Catholic Church Ed. Tapa Blanda,  2006, New Engel Publishing; Export, Pennsylvania.

[2] Bella V. Dodd, School of Darkness, P. J. Kennedy and Sons, New York 1954, Reedición por Angelico Press, Kettering, Ohio, 2017.

[3] RICO: Aprobada en 1970, la Ley de organizaciones controladas por los sindicatos del crimen y la corrupción (RICO por las siglas en inglés de: Racketeer Influenced and Corrupt Organizations) es una ley federal diseñada para combatir el crimen organizado en los Estados Unidos. Permite el enjuiciamiento y las sanciones civiles por la actividad de crimen organizado realizada como parte de una empresa criminal en curso.