jueves, 27 de febrero de 2014

El valor de la vida política





CONFERENCIA DEL EPISCOPADO DOMINICANO




I. Introducción
En este 170 aniversario de nuestra Independencia Nacional y teniendo como marco de referencia el testimonio y los ideales del Ilustre Patricio Juan Pablo Duarte, figura principal de la misma, y de quien acabamos de celebrar el bicentenario de su nacimiento, queremos reflexionar con nuestro pueblo, especialmente con todos los hombres y mujeres de buena voluntad, sobre el tema del valor de la vida política, de la que el mismo Duarte decía que después de la filosofía era la ciencia más noble[1], y haciendo nuestra sus señeras palabras tan actuales en estos momentos, como si el tiempo se hubiera detenido, cuando al ver la situación de su país, expresaba con entereza y firmeza: “nunca me fue tan necesario, como hoy, el tener salud, corazón y juicio, hoy que hombres sin juicio y sin corazón conspiran contra la salud de la Patria”[2].

-------------------
Texto completo (17 páginas) en:


lunes, 24 de febrero de 2014

Motu Proprio "Fidelis dispensator et prudens



PARA LA GESTIÓN DE LOS BIENES ECONÓMICOS DE LA SANTA SEDE




“Del mismo modo que el administrador fiel y prudente tiene la tarea de cuidar atentamente lo que le ha sido confiado, así la Iglesia es consciente de la responsabilidad de proteger y gestionar con atención sus bienes, a la luz de su misión de evangelización y con una atención especial a los más necesitados . En particular, la gestión de los sectores económicos y financieros de la Santa Sede está estrechamente ligada a su misión específica, no sólo al servicio del ministerio universal del Santo Padre , sino también en relación con el bien común, en la perspectiva del desarrollo integral de la persona humana.

Después de considerar atentamente los resultados del trabajo de la Comisión referente de estudio y guía sobre organización de la estructura económica - administrativa de la Santa Sede ( cf. Quirógrafo de 18 de julio de 2013) , previa consulta con el Consejo de Cardenales para la reforma de la Constitución Apostólica “Pastor Bonus” y con el Consejo de Cardenales para el estudio de los problemas organizativos y económicos de la Santa Sede , con esta Carta Apostólica en forma de Motu Proprio establezco lo siguiente:

CONSEJO PARA LA ECONOMÍA

1.- Se establece el Consejo de Economía , con la tarea de proporcionar orientación sobre la gestión económica y de supervisar las estructuras y las actividades administrativas y financieras de los dicasterios de la Curia Romana, de las instituciones relacionadas con la Santa Sede y del Estado de la Ciudad del Vaticano .

2 . El Consejo de Economía se compone de quince miembros, ocho de los cuales son elegidos de entre los cardenales y obispos para reflejar la universalidad de la Iglesia y siete laicos expertos de varias nacionalidades con competencia financiera y profesionalidad reconocidas.

3 . El Consejo de Economía está presidida por un cardenal coordinador.

SECRETARIA DE ECONOMÍA

4 .- Se establece la Secretaría de Economía , como dicasterio de la Curia Romana de acuerdo con la Constitución Apostólica Pastor Bonus .

5 . Teniendo en cuenta lo establecido por el Consejo de Economía , la Secretaría responde directamente al Santo Padre y lleva a cabo el control económico y la supervisión de los entes, contemplados en el apartado 1, así como las políticas y procedimientos relativos a la adquisición y la asignación adecuada de los recursos humanos , en el respeto de las competencias propias de cada ente . La competencia de la Secretaría , por tanto, se extiende a todo lo que de alguna manera entra en el ámbito en cuestión.

6 . La Secretaría de Economía está presidida por un Cardenal Prefecto, el cual colabora con el Secretario de Estado . Un Prelado Secretario General tiene la tarea de ayudar al Cardenal Prefecto .

AUDITOR GENERAL

7 . El Auditor General es nombrado por el Santo Padre y tiene la tarea de llevar a cabo la revisión contable (auditoría ) de los entes mencionados en el apartado 1 .

LOS ESTATUTOS

8 . El Cardenal Prefecto es responsable de la redacción de los Estatutos definitivos del Consejo de Economía ,de la Secretaría de Economía y de la Oficina del Auditor General. Los Estatutos se presentarán quam primum a la aprobación del Santo Padre .

Dispongo que cuanto establecido tenga un valor inmediato , pleno y duradero , incluso mediante la abrogación de todas las disposiciones incompatibles y que la presente Carta Apostólica en forma de Motu Proprio se publique en " L' Osservatore Romano" del 24 de febrero de 2014, y en los Acta Apostolicae Sedis .


Ciudad del Vaticano, 24 febrero 2014 (VIS).-

Presentan en Roma causa de beatificación de un argentino



 El Ciudadano, 18/02/201



El pasado jueves 6 de febrero se efectuó en Roma la ceremonia de apertura de las cajas con el llamado trasunto o copia auténtica de la documentación de la Causa de Canonización del Siervo de Dios Enrique Ernesto Shaw, un hombre de negocios y padre de nueve hijos, con lo que se inició la fase romana del proceso de beatificación.

Junto con las cajas se abrieron los sobres que contenían las cartas del Arzobispo de Buenos Aires, Mons. Mario Aurelio Poli, y del Tribunal Diocesano de Buenos Aires.
En un breve relato de la ceremonia, el vicepostulador Fernán de Elizalde comentó que se inició la ceremonia con una oración e “inmediatamente comenzó la apertura y verificación de las cajas y los sobres de todas las actas procesales. Para nuestra alegría, todo lo que correspondía estaba en las cajas, de acuerdo a lo que se esperaba. Los sobres y cajas abiertas y el lacre que se rompió se guardaron para ser archivados junto con lo demás”.
“A partir de ahora, con mucha esperanza seguiremos los avances del proceso de canonización en Roma para que en el tiempo que corresponda se reconozca la práctica de las virtudes en grado heroico y se lo declare Venerable, para luego, milagros mediante, tengamos la gracia de que Enrique Shaw pueda ser reconocido como Beato y finalmente declarado Santo por la Iglesia Católica, el primer santo empresario de la historia de la santidad además de marido, padre de familia y marino”.

“La etapa cumplida en Roma es la ‘segunda instancia’ del proceso en el que la Iglesia investiga la vida de santidad del Siervo de Dios Enrique Shaw. Esperamos que, si todo va según creemos, Shaw sería declarado Venerable”.

Vida ejemplar
Enrique Shaw promovió e impulsó el crecimiento humano de sus trabajadores inspirándose en la Doctrina Social de la Iglesia como parte de su apostolado empresarial. Su pensamiento humanista cristiano, con un profundo sentido social fue un anticipo de los principios desarrollados luego en el Concilio Vaticano II.
Enrique Shaw, hijo de los argentinos Sara Tornquist y Alejandro Shaw, nació en París el 26 de febrero de 1921 y regresó al país con su familia cuando tenía 2 años.
Tras formarse en el colegio porteño de La Salle, se enroló en la Marina, donde llegó a ser teniente de fragata, para luego pedir la baja y dedicarse a la vida empresaria en la cristalería Rigolleau.

El 23 de octubre de 1943 se casó con Cecilia Bunge, con quien tuvo 9 hijos. Siendo militante de la Acción Católica fue detenido durante el gobierno de Juan Domingo Perón. A lo largo de su vida compatibilizó la actividad empresarial con la piedad religiosa, al punto de aplicar la doctrina social de la Iglesia al mundo de los negocios y fundar en 1952 ACDE, organización de la que fue su primer presidente.


En 1957 se le descubrió un cáncer y debió someterse a un tratamiento que implicó operaciones y transfusiones. Asombraba a los médicos la cantidad de donantes que se agolpaban para dar sangre, en su mayoría trabajadores de Rigolleau. Murió el 27 de agosto de 1962, a los 41 años. (ACI)

sábado, 22 de febrero de 2014

El Papa Francisco nombra a 19 cardenales, en presencia de Benedicto XVI


EFE , 22.02.2014 -

El papa Francisco celebró este sábado el primer consistorio de su pontificado en el que nombró en solemne ceremonia a 19 cardenales, con la presencia excepcional del papa emérito Benedicto XVI, un hecho histórico ya que es la primera vez se encuentran dos pontífices en un acto público.

Tras hacer su ingreso en la Basílica de San Pedro, Francisco abrazó cariñosamente a Benedicto XVI que vive en un convento en El Vaticano y es renuente a las apariciones públicas.

El papa emérito ha sido saludado "con afecto y veneración" por el neo-cardenal y secretario de Estado, Pietro Parolin, que en el discurso inicial dijo que estamos "encantados de su presencia ente nosotros".

Palabras que provocaron un largo aplauso entre los presentes en la Basílica vaticana.

En el discurso antes del nombramiento de los 19 cardenales, el papa Francisco les aseguró que "ser un seguidor de Jesús es embarcarse en una aventura de santidad y amor, cuya medida es aquella que no tiene medida y también puede exigir el don de la vida, como sucedió y sucede a muchos cristianos en el mundo."

La Iglesia -continuó- "necesita vuestro coraje, para anunciar el Evangelio en cada ocasión oportuna e inoportuna, y para dar testimonio a la verdad" ; "necesita vuestras oraciones, y "necesita de vuestra compasión sobre todo en este momento de dolor y sufrimiento en tantos países del mundo".

"Expresamos juntos nuestra cercanía espiritual a las comunidades eclesiales y a todos los cristianos que sufren discriminación y persecuciones", dijo el papa argentino.

Tras la lectura en latín del ritual de creación de cardenales , Francisco les colocó el capelo o birreta roja y el anillo- los signos del cardenalato- y les asignó una iglesia o diaconía de Roma, como signo de su participación en el cuidado pastoral del pontífice por la Ciudad Eterna.

A excepción de los cuatro miembros de la curia, el papa sólo ha elegido a tres europeos, el arzobispo de Perugia (Italia) y el de Westminster (Gran Bretaña) y el arzobispo emérito de Pamplona y obispo emérito de Tudela (España). Del resto, cinco proceden de Latinoamérica, dos de Asia y dos de África.

Por primera vez en su historia, Haití, golpeada por las catástrofes naturales y la pobreza, tiene un cardenal, el arzobispo de Les Cayes, Chibly Langlois, de 55 años.

Al arzobispo de Río de Janeiro, Dom Orani Tempesta, la noticia de su designación le sorprendió tras dar una misa en la Cruzada San Sebastiao, un deprimido complejo de edificios de interés social.

El nuevo cardenal nicaragüense, Leopoldo José Brenes Solórzano (64 años), arzobispo de Managua, escenifica la imagen de pastor humilde y de la "Iglesia pobre para los pobres" que quiere el pontífice en su Iglesia y se le puede ver conduciendo él mismo su camioneta para trasladarse en sus quehaceres cotidianos.

Menos sorprendentes fueron las designaciones del salesiano ítalo-chileno Ricardo Ezzati, arzobispo de Santiago de Chile y presidente de la Conferencia episcopal nacional, y buen amigo del papa, y del argentino Mario Aurelio Poli, llamado a ser el sustituto de Bergoglio al frente de la archidiócesis de Buenos Aires.


Tampoco sorprende el nombramiento como cardenal del teólogo y autor español Fernando Sebastián Aguilar, de 84 años, arzobispo emérito de Pamplona y obispo emérito de Tudela (Navarra, España) a los que renunció en 2007 por motivos de edad, tal y como recoge el Derecho Canónico.

Fernando Sebastián llegó a Roma acompañado por decenas de vecinos, amigos y familiares, además de las delegación oficial española compuesta por doce personas.

Han sido dos los cardenales de África, el arzobispo de Abiyán, Jean-Pierre Kutwa, y el arzobispo de Uagadugu, Philippe Nakellentuba Ouédraogo, Burkina Faso, uno de los países más pobres del mundo.

A todos ellos, el papa argentino les ha dejado claro que su cargo debe caracterizarse por "austeridad, sobriedad y pobreza", lejos de todo lo mundano pues el cardenalato "no es una promoción, sino un servicio".

Un abrazo entre dos papas
El papa Francisco abrazó al papa emérito Benedicto XVI en la Basilia de San Pedro, en una ceremonia pública en la que, por primera vez en la historia, se encuentran dos pontífices.

Joseph Ratzinger, vestido con un abrigo blanco sobre sotana del mismo color y con el solideo blanco, se ha situado en la primera fila, al lado de los puestos de los miembros del Colegio cardenalicio.


El próximo día 28 de febrero se cumple un año de la renuncia de Benedicto XVI al pontificado y desde entonces vive en el convento Matter Eclesiae junto a su fiel secretario y discípulo, el arzobispo Georg Ganswein, y las cuatro laicas consagradas de la comunidad "Memores Domini" que se ocupan de su aposento, de su correspondencia y de recibir sus escasas y discretas visitas.


El papa emérito que lleva "una vida oculta al mundo" se ha encontrado cuatro veces con Francisco "oficialmente", por lo que su presencia hoy en Basílica de San Pedro ha resultado la gran sorpresa de la ceremonia de la nombramiento de cardenales.

El ritual de los nombramientos
Cada nuevo cardenal se aproximó al pontífice y se arrodilló ante él para recibir el birrete cardenalicio, el anillo cardenalicio y la asignación de un Título o Diaconía. El papa colocó el birrete sobre la cabeza del nuevo cardenal y entregó entonces el anillo cardenalicio. Después asignó a cada cardenal una Iglesia de Roma (Título o Diaconía) como símbolo de su participación en el cuidado pastoral del Papa por la ciudad. El Papa entregó después la Bula de creación de cardenales e intercambió el beso de la paz con los nuevos miembros del colegio cardenalicio.


A media tarde, las puertas del Aula Pablo VI y del Palacio Apostólico se abrirán para que los nuevos cardenales reciban los tradicionales saludos de cortesía. Un día después, este domingo, el Papa Francisco celebrará Misa con todos los cardenales.

La caridad, reina de la familia de las virtudes


Ana Teresa López de Llergo

Yoinfluyo, 22-2-14

Los seres humanos nacemos con una gran capacidad de concretar posibilidades. Esto quiere decir que con la propia colaboración somos artífices de nuestro futuro. Sin embargo, todos deseamos que los resultados alcancen beneficios, que haya progreso, que mejoremos, porque también sabemos, por propia experiencia, que existe la posibilidad de no mejorar sino de retroceder, de perjudicarnos, de perjudicar.

En la adquisición de una manera de ser hay diferentes grados de participación, hay personas cuyo desenvolvimiento es muy lento debido a la poca decisión para acometer sus responsabilidades, estos se dejan llevar por la comodidad y rechazan el esfuerzo necesario para adelantar. 
Hay quienes son decididos pero no actúan honestamente, estos adquieren hábitos perjudiciales que les confunden y acaban justificado los vicios que cultivan.

En esos dos casos las personas adquieren vicios, en el primero por dejadez se instala la pereza y de allí se derivarán otros. En el segundo hay participación activa y se instalan vicios proporcionados al modo como se perjudica la persona o perjudica a los demás. Si se busca el placer la persona puede dejarse llevar por la lujuria o la gula, si se busca el poder la persona se hace avara o injusta.

Cuando la persona desea mejorar adquirirá virtudes o hábitos buenos que conseguirán el perfeccionamiento del ejercicio de las facultades humanas. Y esas facultades son: la apetencia de lo placentero, la apetencia de la superación, la inteligencia y la voluntad. Las cuatro influyen en los aspectos corpóreo y espiritual, aunque las dos últimas solamente son propias de los seres con espiritualidad.

La adquisición de un hábito –vicio si perjudica, virtud si beneficia- se alcanza por repetición de actos de la misma especie, hasta que la persona consigue realizar aquello sin esfuerzo y con gran precisión. Estas dos características producen en la persona una gran satisfacción pues se da cuenta del dominio conseguido y de la eficacia. Sin embargo, la satisfacción del vicio es efímera porque hay deterioro y, aunque no se quiera reconocer, aparece el remordimiento y la inquietud.

Por el contrario, la satisfacción de la virtud es duradera, sobre todo, cuando se practican las virtudes a las que les corresponde más incisivamente perfeccionar las facultades humanas. Ellas son la templanza que logra el equilibrio en la tendencia a lo placentero, pues la persona aprende a disfrutar sin excederse. La fortaleza eleva la apetencia de la superación para lograr las metas, a su debido tiempo, manteniéndose firme ante las dificultades. La prudencia perfecciona la inteligencia pues mejora la capacidad para estudiar adecuadamente los asuntos y tomar decisiones. La justicia engrandece la voluntad porque la dispone siempre a dar a cada quien lo que le corresponde.

Precisamente porque estas cuatro virtudes influyen tan apropiadamente en las facultades se les ha denominado virtudes cardinales, están en el núcleo, en el centro y de allí irradia su actividad.

Estas virtudes las estudiaron y las propusieron los sabios griegos de la antigüedad, principalmente Platón, y luego, Aristóteles las explicó de modo magistral. Son patrimonio cultural e inclinan a vivir con más nobleza, con ellas la persona está capacitada para el mejor ejercicio de su libertad.

Las virtudes que Dios regala

Hay tres virtudes que no se adquieren por repetición de actos sino como un regalo de Dios, son fe, esperanza y caridad. Ellas se reciben en el bautismo, de modo que un recién nacido bautizado las posee sin esfuerzo de su parte. También se llaman virtudes cristianas porque Cristo las consiguió al redimirnos. Son virtudes teologales y, de algún modo, se puede decir que la persona se posa en un nivel superior, el nivel sobrenatural. Así adquiere más habilidad para entablar relación con Dios.

La fe perfecciona la inteligencia de manera superior a como lo hace la prudencia. Esta virtud como la esperanza y la caridad, como ya se dijo, no se adquieren con repetición de actos, pero sí se conservan y aumentan con repetición de actos de fe, de esperanza o de caridad, según el caso.

Estas virtudes son teologales porque ponen a Dios en el centro de nuestra vida. Con la fe se cree en Dios y lo que Él plantea. Con la esperanza Dios se pone en el centro de nuestras aspiraciones y hay seguridad de que nos ayuda siempre, con una visión abierta y positiva se espera un futuro sin sombras ni sobresaltos. Con la caridad se goza del amor de Dios y con el amor de Dios se adquiere una capacidad especialísima para mantenerse firme y practicando esta virtud aunque se sufran tremendas adversidades.

La esperanza y la caridad perfeccionan la inteligencia y la voluntad. Con esta ayuda, la inteligencia no solamente advierte los estímulos de este mundo sino que vislumbra otras realidades superiores y alcanzables. La voluntad aspira no únicamente a lo natural sino también a lo sobrenatural y eso da un vigor muy propio de quienes están cerca de Dios.

Lo más esencial del ser humano es la vocación al amor y a la entrega, que con la caridad no se queda solamente en el altruismo y la solidaridad de ayudar a los demás, sino que estas inclinaciones se solidifican y hacen posible mantener firme el amor aunque no sea correspondido por los otros seres humanos, porque además de la referencia a los semejantes también se ama a Dios, y como Él siempre corresponde con creces, la persona cuenta con un vigor insuperable.

La caridad lleva a tal gozo que quien disfruta esta virtud siente la necesidad de darla a conocer y de poner a los demás en condiciones de adquirirla, de ser tan felices como esa persona lo es. Esa urgencia nunca resulta impositiva, respeta plenamente la libertad de los demás. Sin embargo, cuando no se acoge esta virtud, quien la posee sufre por la insensibilidad de algunos, y porque es tanto el amor a Dios que quisiera que todos le honraran.

Las virtudes se relacionan entre sí como una gran familia

La capacidad de concretar nuestras acciones hace ver que todas las personas estamos en camino, somos andantes, hemos de completar nuestro diseño con la personal colaboración libérrima. Pero no caminamos en un desierto ni aisladamente, vamos acompañados. En la convivencia con los semejantes hay grados de cercanía y los vínculos más hermosos son los de los miembros de la familia.

La familia se construye mediante el fortalecimiento de los lazos interpersonales, primero entre la esposa y el esposo que fundan una pequeña institución, luego, precisamente porque se la aprecia y se desea que subsista, vienen los hijos que multiplican y enriquecen el entramado de las relaciones interpersonales. La familia, como cada persona es fruto del esfuerzo por salir adelante.

De manera semejante a como mejora una persona con el ejercicio de las virtudes, la familia también se fortalece con las relaciones de personas virtuosas. Pero, analógicamente, las virtudes están entrelazadas entre sí, se requieren, se ayudan, también forman una gran familia en donde cada una aporta sus propiedades.

En el nivel natural, las cuatro virtudes cardinales son como las progenitoras de las demás, siempre irradian sus cualidades. Por ejemplo, la afabilidad encuentra su ubicación gracias a la prudencia, ni cae en lo meloso ni en lo austero. La justicia ayuda a quien es afable a serlo, de acuerdo al modo de ser y a lo que necesitan los demás en el momento preciso, a algunos les bastará una sonrisa, a otros un rato de conversación que les relaje. La fortaleza ayudará a permanecer afable aunque el otro haya faltado a la educación. La templanza permitirá ser sobria a la persona afable, y no excederse en sus manifestaciones con quien se encuentra más a gusto.

Las virtudes teologales equivalen a los patriarcas porque dan un sentido más profundo a las virtudes naturales y siempre las vinculan con el fin sobrenatural al que todos tendemos que es la cercanía con Dios. Por lo tanto, la fe  beneficia a las virtudes cardinales al aportar datos más profundos y seguros, desde la perspectiva divina. Por ejemplo, una característica de la prudencia es buscar consejo, cuando se tiene fe quien aconseja es el mismo Dios.

La esperanza ayuda a las virtudes cardinales debido a que se tiene la seguridad de alcanzar los propósitos, pues se cuenta con el poder de Dios. Es el caso de alguien que lleva bastante tiempo empeñado en conseguir la templanza pero, es muy fuerte su tendencia al confort, con la esperanza cobra nuevo ímpetu para seguirse esforzando, porque ahora ya no sólo se apoya en sus pobres fuerzas sino que cuenta con la ayuda de Dios que también desea su mejora.

La caridad beneficia a todas las virtudes porque consigue la rectitud de intención en todos los proyectos, debido a que cualquier actividad está acompañada por el amor a Dios. Actuar con caridad equivale a comparar el trabajo de una mujer enamorada que por pensar en su amado no repara en dificultades u obstáculos, todo lo supera con tal de terminar sus tareas e irse con el dueño de su corazón.

De hecho, la caridad es tan importante que propiamente solo son virtudes aquellas que están unidas con ella. Solamente la caridad asegura la rectitud del fin último, esto es, la segura intención de agradar a Dios. Por eso, la caridad perfecciona a todas las virtudes. Además, la caridad hace bien a quien la posee y no puede darse en los malos.

La caridad como reina de todas las virtudes

El terreno de las virtudes asegura estar en el bien, pero, las virtudes también tienen jerarquía, ocupan un sitio más elevado las que persiguen un objeto más alto. Como la caridad busca a Dios por Él mismo, resulta ser la virtud más importante. De hecho, cuando las demás virtudes están vinculadas a la caridad su objetivo se eleva y ellas mismas también quedan en un nivel superior.

La caridad como virtud teologal asegura vivir rectamente el amor, porque los afectos del corazón volcados hacia las criaturas se encuentran ordenados por el inseparable amor a Dios. Y quien ama rectamente desea la perfección del amado y, perfeccionarse para darle lo mejor de sí. Con la ayuda de Dios la perfección fluye de manera insospechada, se cuenta con Dios y por Dios a los demás. Lo amado se caracteriza por ser imprescindible, pero cuando se ama con Dios lo imprescindible es justo, nunca un apego ni un consuelo.

La caridad es firme estructura esencial, une, suma, comprende, eleva. Es la reina de las virtudes.

Además, la caridad es la única virtud que permanecerá al final de los tiempos cuando Dios haya realizado el Juicio Final. Ya no hará falta la fe pues se ve a Dios cara a cara, tampoco esperanza pues ya se llegó. Prudencia ya no hará falta, ni justicia, ni ninguna otra virtud porque cada quien tiene lo que merece y ya terminó el tiempo para conseguir. Solamente la caridad se practicará en un continuo e ininterrumpido eterno amor a Dios.

De allí que quien practica la caridad en la tierra ya está experimentando, aunque todavía no perfectamente, un adelanto del cielo.

La caridad es la reina de las virtudes, porque el amor identifica al amante con el amado. La caridad diviniza a la criatura.

Bibliografía

Benedicto XVI. “Deus caritas est”, Ediciones Dabar, México, 2006.

De Aquino, Tomás. Suma Teológica I – II q 49 – q 67.


Lorda, Juan Luis. “Virtudes. Experiencias humanas y cristianas”, Ed. Rialp, Madrid, 2013.

Ejemplo capcioso

Calificamos así al que dio un cardenal al tratar del tema delicado de los divorciados vueltos a casar. Todo pecado puede ser perdonado, pero el pecador debe cesar en la situación de pecado, como lo señaló Jesucristo a la adúltera: "Vete y no peques más".
------------------------
Aica, Viernes 21 Feb 2014

 El cardenal alemán Walter Kasper, a cargo de las iluminaciones previas al momento de deliberaciones del consistorio extraordinario que prepara el próximo sínodo de los obispos, en los que se afrontará la atención pastoral a las familias y los desafíos que plantea el mundo, pidió a los demás purpurados proceder con misericordia ante situaciones concretas. El purpurado aseveró que “no se puede hablar en general” de los desafíos que enfrenta la doctrina eclesial sobre la familia. El Papa le habría pedido que planteara preguntas, no soluciones.
El cardenal alemán Walter Kasper, a cargo de las iluminaciones previas a las deliberaciones del consistorio extraordinario que prepara el próximo sínodo de los obispos, en los que se afrontará la atención pastoral a las familias y los desafíos que plantea el mundo, pidió a los demás purpurados proceder con misericordia ante situaciones concretas. “El Papa me pidió que planteara preguntas, ahora es momento del discernimiento”, dijo al salir del Aula del Sínodo y charlar con la prensa.

“Hice una introducción de carácter teológico sobre la belleza de la familia –dijo a Vatican Insider-. Debemos comenzar de este punto para afrontar lo demás, incluidos los problemas difíciles que existen. También hablé sobre la cuestión de la comunión a los divorciados que han contraído nuevas nupcias, pero en este cuadro en su conjunto”.

El presidente emérito del Pontificio Consejo para la Promoción de la Unidad de los Cristianos habló de la necesidad de discernir: “Hay situaciones muy diferentes, hay reglas generales, pero también hay situaciones concretas. El Papa habló de una pastoral inteligente, valiente y llena de amor; inteligencia pastoral; yo hablé sobre el discernimiento de las situaciones concretas: cada persona no es solo un caso, sino tiene también su dignidad y debe ser reconocida”.

El purpurado aseveró que “no se puede hablar en general” de los desafíos que enfrenta la doctrina eclesial sobre la familia: “Pongo un ejemplo: fui obispo por diez años y, cuando era obispo, vino a verme un párroco que me habló de una mujer que se había divorciado y vuelto a casar que preparaba a su hijo para la primera comunión. El hijo habría comulgado y ella no. Entonces, él me preguntó: ‘¿Esto es posible?’. Existen el arrepentimiento, la misericordia y el perdón de Dios. ¿Podemos negar la remisión de los pecados?”.


El purpurado alemán contó que se reunió con el Papa, que le habría pedido que planteara preguntas, no soluciones. “Y es correcto plantearse preguntas sobre la fe –dijo-. La situación familiar ha cambiado mucho en la sociedad occidental. Hice preguntas, pero no insisto con mis posturas. Yo no tengo una solución, hay que discernir; después el Sínodo discutirá sobre estas cuestiones. Con Francisco, el consistorio se llevó a cabo en una atmósfera muy relajada, y esto es muy importante. El Papa abrió una discusión en la que no hay decisiones tomadas de antemano”.+ 

viernes, 21 de febrero de 2014

TITULARES PERIODÍSTICOS QUE CONFUNDEN


El Papa admite que los divorciados vueltos a casar puedan comulgar (SIC)

JUAN VICENTE BOO / CORRESPONSAL EN EL VATICANO

Día 21/02/2014


El Papa Francisco sorprendió el viernes a los cardenales de todo el mundo, reunidos en el Vaticano, aplaudiendo sin reservas la presentación introductoria de dos horas realizada por el cardenal Walter Kasper el día anterior, que propone readmitir a la Eucaristía a algunos divorciados vueltos a casar que cumplan requisitos muy específicos.

Con buen humor, el Papa reveló al centenar y medio de cardenales que «ayer por la noche volví a leer -¡pero no para dormirme!- el trabajo del cardenal Kasper, y querría darle las gracias porque encontré teología profunda y pensamiento sereno. Es agradable leer teología serena».

Para sonrojo del cardenal alemán, prestigioso profesor en Tubinga y Münster antes de venir a Roma a encargarse de Ecumenismo durante una década, el Papa dijo que su ponencia «me ha hecho bien, y me ha traído a la cabeza una idea… Perdóneme si le sonrojo, pero la idea es esta: esto se llama hacer teología de rodillas. Gracias, gracias».

En su texto, que el Vaticano prefirió no difundir por considerarlo material de trabajo interno de los cardenales, Kasper recuerda que el matrimonio sacramental ante la Iglesia es indisoluble, pues así lo declaro Jesús.

El cardenal alemán -que cumplió ochenta años el 5 de marzo pero participó en el Cónclave pues tenía solo 79 el 28 de febrero- señala también que no sería solución honrada simplificar los trámites para las anulaciones, pues la mayoría de los católicos no las piden cuando son conscientes de que su matrimonio ha fracasado pero no fue nulo.

La indisolubilidad del matrimonio excluye, por tanto, un segundo matrimonio sacramental, posibilidad que admiten, en cambio, las Iglesias ortodoxas con ciertas modalidades.
La propuesta de Kasper, que pasará a estudio de los Sínodos de Obispos de octubre del 2014 y octubre del 2015, no se refiere a divorciados que formen después parejas de hecho sino sólo a los que contraigan un matrimonio civil. El cardenal alemán propone que, en ese caso se podría admitir a la Eucaristía a un número relativamente menor de personas que cumplan varios requisitos.

Sustancialmente, que el primer matrimonio haya resultado irremediablemente roto sin culpa del interesado y que se admitan las posibles obligaciones de aquel primer matrimonio. Al mismo tiempo, que el segundo matrimonio haya generado nuevas obligaciones que sea necesario respetar, y que la persona interesada tenga tanto un vivo interés por educar a los hijos en la fe cristiana como un vivísimo interés en recibir los sacramentos.

El cardenal Kasper presentó su propuesta como una mera posibilidad, sin empujarla ni «reforzarla» con excesivos argumentos. Era, tal como dijo el Papa, un ejemplo de «teología serena», muy distinto de otros de «teología vociferante» o de «teología chantaje», que suelen abundar en torno a este tema.

El aplauso del Papa ante el resto de los cardenales habrá enrojecido a Walter Kasper pero no le habrá sorprendido pues en su primer Ángelus, el Santo Padre elogió el libro del purpurado alemán sobre la misericordia.

A la salida de la reunión del jueves, Kasper se había parado a comentar su ponencia con un pequeño grupo de periodistas. Con toda naturalidad reconoció que había pedido algunas sugerencias al Papa y que Francisco le había dicho: «Debes plantear preguntas, preguntas que hagan pensar».


Su ponencia revistió, pues, la forma de una pregunta: ¿Se podría admitir a algunas personas a la Eucaristía en determinados casos? La respuesta corresponderá, en un proceso de dos años, a los dos Sínodos de los Obispos sobre la familia y, finalmente –en torno a enero del 2016-, a la exhortación apostólica que publique el Papa.

sábado, 15 de febrero de 2014

Unidos a Jesus mediante una fe profunda, seamos sal de la tierra y luz del mundo




Después de referirse Jesús a las bienaventuranzas, en el sermón de la montaña, continúa enseñando a sus discípulos sobre lo que la vivencia de las mismas implica, “ser sal de la tierra y luz del mundo”. Estas dos imágenes han de calar hondo en nuestra vida de fe y llevarnos a múltiples aplicaciones para el bien de todos, siguiendo el ejemplo del Señor. Como la sal preserva de la corrupción, nuestra vida de cristianos en el mundo debe contribuir a producir idéntico efecto. Así como la sal le da sabor a los alimentos por ser diferente a ellos, de la misma manera hemos de dar verdadero sabor a todo lo que nos rodea, transmitiendo a la sociedad el sabor o sabiduría que proviene de Jesús.
¡Cuánto necesita el mundo en el que estamos insertos del “sabor” que proviene del evangelio y posibilitar así a todo hombre de buena voluntad el vivir una existencia  enraizada en el Dios de la salvación!

Así como la sal produce escozor si la arrojamos a una herida abierta, de la misma manera hemos de aplicar la sal de la verdad a tantas heridas del pecado, la ignorancia o, simplemente de la maldad humana, presentes en el corazón humano, para así contribuir a la conversión de todos.
No tengamos miedo si ocasionamos rechazos o incomprensiones al transmitir a Jesús, ya que muchas veces éste es el camino más directo para la salvación humana, ya que Él confía en que nosotros continuemos su obra en el decurso de la historia.
Con sus palabras, el Señor nos convoca también a ser luz del mundo, prolongándolo a Él en la iluminación de una sociedad tan perdida en las tinieblas del pecado, del error y de la mentira.
Muchas veces nos resulta difícil entender las enseñanzas de  Jesús y, más arduo resulta el camino de su concreción, como las bienaventuranzas, pero por medio de la fe conocemos la verdad del mensaje evangélico y, poseemos la seguridad de contar  con su gracia para llevarlo a la obra.

Por medio de las imágenes de la sal y de la luz, Jesús no sólo nos interpela para vivir teniéndolo como modelo, sino que nos envía a dar el “sabor” de su enseñanza a todas las cosas y a iluminar todo lo oscuro y tramposo que no proviene del Creador.
Por otra parte, y en esta misma línea, el texto del evangelio (Mt.5, 13-16) señala cuáles son los efectos del hecho de ser sal y luz, afirmando que “así debe brillar ante los ojos de los hombres la luz que hay en ustedes, a fin de que ellos vean sus buenas obras y glorifiquen a su Padre que está en el cielo”.
Pero, además, las ideas de ser sal y luz ya están presentes de alguna manera en el Antiguo Testamento (Is. 58, 7-10): “si compartes tu pan con el hambriento y albergas a los pobres sin techo, si cubres al que ves desnudo y no te despreocupas de tu propia  carne, entonces despuntará tu luz como la aurora y tu llaga no tardará en cicatrizar; delante de ti avanzará tu  justicia y detrás de ti irá la gloria del Señor”.

Las obras de caridad realizadas, pues, no sólo son prolongación de la transformación interior hecha en nosotros por la gracia que nos hace luz y sal, sino que la “llaga –es decir, el pecado- no tardará en cicatrizar”.
Continúa el texto afirmando que “entonces llamarás, y el Señor responderá; pedirás auxilio, y él dirá: “¡Aquí estoy!”, asegurando la respuesta del Señor si nos mantenemos fieles a la Alianza.
Es decir, que si esperamos la respuesta del Señor, hemos de obrar siempre según espera de cada uno de nosotros. De allí, que en la primera oración de esta misa expresábamos la seguridad de contar con la defensa de Dios ya que “sólo en ti” hemos puesto nuestra esperanza.
¿Es esto verdad? ¿Él es nuestra esperanza verdadera, o esperamos más en nuestra fuerza personal o en lo que nos asegura el mundo?

Para san Pablo, la verdadera sabiduría está en Cristo crucificado (I Cor. 2, 1-5) que da sentido pleno a la vida humana, ya que “ilumina” a los paganos conduciéndolos al evangelio y les da “sabor” a su existencia.
Hermanos: no tengamos miedo de ser en el mundo sal y luz, no temamos ir contra la corriente de una cultura que nos sumerge en la oscuridad del error  y en una existencia que transcurre día a día en la insipidez.
No olvidar la advertencia del Señor que se pregunta “si la sal pierde su sabor, ¿con qué se la volverá a salar? Ya no sirve para nada, sino para ser tirada y pisada por los hombres”. En efecto, si nos mimetizamos con el estilo de vida del común de la sociedad sin fe, y no nos distinguimos ya de los enemigos de Cristo en sus ideas y costumbres, ¿para qué serviremos? ¡sólo para pasar por este mundo sin pena ni gloria!

Toda persona que consideramos insulsa en el trato habitual implica que no la consideramos capaz de aportarnos alguna riqueza interior que nos eleve y haga apetecible su compañía.
Pues bien, del mismo modo sucede con nosotros: ¡qué tremendo que seamos insulsos en la transmisión del conocimiento de Cristo! ya que más que ayudar a otros a vivir su fe nos transformamos en obstáculo insalvable.
Pidamos también la gracia de ser luz que ilumine a los que nos ven, de tal manera que por nuestra fe y obras, interpelemos a toda persona alejada de Jesús, ayudando a abrir el corazón a la luminosidad que proviene de Él.
Pidamos que nuestras obras nunca sean tenebrosas, que no seamos oscuros en nuestro proceder y en el modo de profesar la fe, para que todos glorifiquen al Señor que está en el cielo.


Padre Ricardo B. Mazza.
Párroco de la parroquia “San Juan Bautista”, en Santa Fe de la Vera Cruz,  Argentina.
Homilía en el V° domingo durante el año, ciclo “A”. 09 de febrero de 2014.-
http://ricardomazza.blogspot.com; ribamazza@gmail.com.-






El giro aretaico


Alberto Buela

14-2-14



Desde el último cuarto del siglo XX se ha venido produciendo un significativo resurgimiento de la teoría de la virtud. Este renacimiento no sólo se debe al pensamiento expresado en inglés, como comúnmente se afirma, sino también y, sobre todo, a los pensadores de formación aristotélica. Filósofos de la talla de Otto Bollnow, Joseph Pieper, Reinhold Niebuhr, Alasdair MacIntyre son ejemplo de ello. (2)

No hay escrito de los muchos que se produjeron en este último cuarto de siglo que no reitere la errónea idea de que fue la filosofía anglonorteamericana quien produjo el resurgimiento y recuperación de la teoría de la virtud, expresada en el concepto de virtue ethics o ética de la virtud. Una vez más hay que reiterar que fue el señero trabajo de Otto Bollnow Wessen un Waudel der Tugenden, publicado en 1958, pero desarrollado quince años antes, el que marca la reaparición de la temática de las virtudes en la esfera de la ética.

Pero lo importante son los hechos y nos los autores y sus libros, y a nuestro entender hay dos hechos que desatan lo que después va a ser denominado el giro aretáico en ética: la inoperancia práctica del deontologismo y del neokantismo en la resolución de los problemas concretos del hombre y la ciudad, y la comprobación de que las ciencias sociales (sociología, economía, política, ciencias jurídicas, etc.) están cargadas de contenidos valorativos a los que hay que explicar.

Desde el trabajo del escocés Alasdair MacIntyre A short history of ethics de 1966, todos los trabajos sobre ética de las virtudes nos cuentan una y otra vez que en la ética contemporánea se desarrollan tres corrientes fundamentales:

a) la ética deontológica, esto es, la ética del deber por el deber que encuentra su máxima expresión en Kant, quien sostenía que había una ley moral válida para todos los hombres y que llamó el imperativo categórico “obra de tal forma que la máxima de tu acción se convierta en ley universal”.

b) el utilitarismo, esto es, la ética guiada por la utilidad de la acción y sus consecuencias. Su máximo representante fue el inglés Stuart Mill. Este consecuencialismo ético viene a sostener que la acción correcta es la que ocasiona mayor cantidad de felicidad a la mayor cantidad de gente.

c) la ética de las virtudes, esto es, la ética dirigida a la formación del hombre bueno. Su máximo representante en la filosofía expresada en inglés es el mencionado MacIntyre.

De modo tal que así como la deontología se centra en los deberes y las normas y el utilitarismo en las consecuencias de las acciones, la ética de las virtudes hace hincapié en la formación del carácter del agente moral.

Siempre nos ha parecido que la sencilla belleza de la frase atribuida a Miguel de Montaigne es la mejor expresión de la finalidad que guía a toda la ética de las virtudes: “No hay mejor destino para el hombre que el desempeñar cabalmente su oficio de hombre”.

Ese oficio de hombre solo se puede lograr a través de una vida laboriosa en donde la regularidad de hábitos, modos, maneras y acciones buenas hacen de un ser humano no solo un buen hombre sino un hombre bueno. (3)

Todos los juicios sobre la acción correcta se pueden reducir a juicios de carácter, sin embargo usamos conceptos de deber, pero teniendo presente que éstos se fundan en conceptos aretaicos. Y es la virtud misma la que establece sus propios criterios de atribución y es por eso que cuestiona la apelación a criterios formales. De modo tal que más que criterios el agente moral es un agente con criterio.

Esta es la gran crítica que realiza la ética de las virtudes a la deontología neokantiana en el sentido que el hombre es bueno, no porque realiza actos buenos, sino que realiza actos buenos porque es bueno. Existe una primacía ontológica del bien sobre el deber, por lo tanto el deber se funda en el bien.

Es que lo bueno se realiza de una sola manera, que es cuando las cosas se hacen bien o se actúa bien. En cambio lo malo se puede realizar de muchas maneras. Por ejemplo: un asado criollo se hace de una sola forma, cuando se asa bien. Mientras que existen muchas formas de hacerlo mal: sacarlo crudo, quemado, arrebatado o sancochado.

Es que existe una sola manera en que se expresa lo bueno, cuando algo se hace en forma acabada, perfecta, terminada. En el fondo lo bueno es expresión de la excelencia, es expresión de la virtud en la vida práctica política.

Metafísicamente hablando, el bien es uno para cada ente, es más el bien se convierte con el ente (ens et bonum convertuntur, decían los antiguos), mientras que el mal es una privación de ser y como tal se expresa de múltiples maneras.

El hombre cuando realiza algo mal o actúa mal, en general lo hace por ignorancia o por placer. Si es por ignorancia es un problema de la inteligencia y si es por placer, lo es de la voluntad. Tanto la inteligencia como la voluntad se educan, una en las virtudes dianoéticas y otra en las virtudes éticas.

Esto nos lleva directamente al planteo del acto libre y del acto moral.

El acto libre es el acto voluntario por el cual la inteligencia, el aspecto noético que hay en el hombre, regula o domina los apetitos, que son manifestación en el orden sensible del cuerpo.

La relación entre el aspecto noético y el sensible no es de contrariedad, de exclusión de uno por el otro, sino de contradicción, pero como en esta contradicción el hombre no podría vivir, ella es superada por la unidad psicofísica del ente humano.

Ahora bien, como en el hombre ni el orden práctico ni el orden inteligible, ni el apetito ni la inteligencia se dan en forma pura porque sino quedaría éste reducido a la mera animalidad o a la inteligencia pura de un ángel, el orden noético informa al orden apetitivo y lo transforma en humano: esto es, en libre.

De modo tal que los actos libres son los informados de inteligibilidad o de conocimiento. Así pues la voluntad no es una facultad pues el acto voluntario, nace de la relación entre inteligencia y apetito. Si fuera una facultad como en el caso del voluntarismo (el franciscano de antaño o el de nuestros días en Paul Ricouer) dañaría la función noética, reservándose para sí la dirección de los apetitos. Sin la información que produce el conocimiento, el acto del apetito será dañoso pues va en contra de la unidad del hombre.

Pero esta reducción eidética que estamos realizando del acto libre donde nos movemos solamente en el terreno puramente racional del ente humano, nos lleva forzosamente a un campo distinto: el moral.

Con esa ironía, a veces cruel, tan típica de los ingleses, el ensayista Aldous Huxley afirma: “la pobreza y el sufrimiento ennoblecen sólo cuando son voluntarios. La pobreza y el sufrimiento involuntarios hacen a los hombres peores. (4)

Nosotros vamos más allá pues sostenemos que: la validez moral de un acto libre no se mide por la libertad del acto sino por la intencionalidad del mismo.

Los griegos al considerar lo racional: la justicia, la ley, la medida, la equidad en la administración de los bienes, como lo más elevado, se quedaron en la descripción del acto libre. Por ej. Aristóteles cuando habla a propósito de la deliberación de la proheiresis o elección.

Tampoco los judíos al otorgar valor moral solo a “lo debido” entendido por lo equivalente: Por ej. La ley del Talión del ojo por ojo y diente por diente. O de resarcimiento económico en la época talmúdica posterior.

Menos aún llegan a explicar el acto moral Nietzsche y gran parte de la filosofía moderna donde el valor moral se funda en el resentimiento que consiste en el sofisma de “interpretar la genealogía del ideal desde su contario: el derecho tiene su origen en el provecho común; la verdad, en el instinto de falsificación, de engaño; la santidad, en un trasfondo poco santo de instintos y rencores”. (5)

En realidad, el acto moral sólo puede nacer de la libre renuncia de los bienes positivos reconocidos como necesarios en todo ser humano, y de los cuales se está en posesión efectiva.

El hombre se transforma en agente moral cuando en posesión de la riqueza o con capacidad sexual plena o voluntad propia, por decisión personal renuncia a estos bienes y se somete a la pobreza, la castidad y la obediencia.

Es decir que lo valioso del acto moral no está en la castración o represión de los impulsos de dominio, de los sexuales, de los vengativos sino en el libre renunciamiento a la satisfacción que producen. Y así, se deja de mandar, de tener sexo y de vengarse no porque no se pueda, sino porque, poseyendo estas cualidades, se somete a la obediencia, a la castidad y a perdonar.

Tenemos que dejar de pensar al agente moral como un eunuco de la vida para pensarlo como un hombre íntegro en todos sus aspectos, porque “el libre renunciamiento” no es para cualquiera sino que necesita, antes que nada, de la seguridad de sí mismo. Saberse acabadamente quién es y qué es uno. Cuál es el sentido de la vida y para qué está en este mundo.

El agente moral es un hombre situado que no conoce el amor a la humanidad sino que su concepto fundamental es el amor al prójimo, que siempre es un próximo. Alguien a quien conoce y del que está cerca. Se dirige a la persona, al singular concreto. Y este amor al próximo se manifiesta políticamente como amor a la Patria.

Sin darnos cuenta, pintando este agente moral hemos llegado al spoudaios de Aristóteles: “el canon y medida del obrar” (EN. 1113 a 29-32). Pero este ya es otro tema.

Si bien hemos hablado de las grandes renuncias para ejemplificar, no podemos olvidar que la vida cotidiana está hecha de pequeñas renuncias. Y así, charlando con un buen filósofo argentino hace unos meses, me contaba acerca de los renunciamientos que supone la actividad filosófica, como el estar meditando un tema y dejar de ir a una fiesta o participar de una comida. Dejar un paseo o una cita amorosa por concluir una meditación. Existe una ascesis diaria que no es ni la filantrópica (me sacrifico por la humanidad) ni la del odio al cuerpo, ni la abstención de los bienes espirituales de la cultura, ni la obediencia ciega, sino que va dirigida al dominio de los impulsos naturales y a la liberación del aspecto espiritual de la persona de los condicionamientos y dependencias mundanas. Por ej. las necesidades falsas de la sociedad de consumo, la carrera infinita del confort (Hegel dixit).

Y acá, y otra vez sin darnos cuenta, llegamos a la otra punta de la madeja, al ascetismo cristiano de Max Scheler cuando afirma que: “es claro y alegre; es conciencia caballeresca de poder y de fuerza sobre el cuerpo. Sólo el sacrificio consagrado por una alegría positiva superior es, en él, grato a Dios.” (6)

Resumiendo, puede haber acto libre pero no necesariamente es un acto moral, para ello se necesita ejercitar el libre renunciamiento que se apoya en la integridad del agente moral, quien no puede existir sin una ascesis cotidiana.

Dicho a la inversa, los pequeños sacrificios y renunciamientos cotidianos van conformando un agente moral que estará en condiciones de realizar un libre renunciamiento y así sus acciones adquirirán un valor moral. Todo ello orientado hacia el amor de amistad con Dios y a través de Él, de amistad con el próximo, que se transforma así en un prójimo. Esto es, en definitiva, la caridad católica que a diferencia de la protestante o de la filantropía moderna tiene la exigencia de vinculación inmediata (no mediada ni por la “sola fe” ni por un cheque) con el otro. Es interesante notar que fe y crédito se dicen en griego casi de la misma manera: pistis y pisteos. Así trapeza tes pisteos significa banco de crédito. A su vez, crédito, en latín creditum, es el participio pasado del verbo credere=creer.

Dado que la virtud es una disposición arraigada en el agente moral que termina formando su carácter, el poseer una virtud determinada es ser un cierto tipo de persona. El problema fundamental para la ética de las virtudes es la búsqueda de qué tipo de persona pretendemos ser. Ser persona es esto lo más importante. Y la cuestión fundamental es ¿cómo debo vivir?

Así para el consecuencialismo una mentira es mala por sus consecuencias, para la deontología es mala porque viola una norma o regla, mientras que para la ética de las virtudes una mentira es mala porque no es lo que una persona honesta haría.

La formación y educación del hombre está en el fondo y es el sentido de toda ética de la virtud. La guía de la vida moral no son los principios o reglas que hay que seguir, sino más bien modelos de vida a realizar. Se aprende del ejemplo de hombre justo y virtuoso, que es denominado por Aristóteles spoudaios, quien se alza como canon y medida del obrar, según citamos antes. Ese gran caracterólogo que fue Rene Le Senne realiza en su Traité de morale générale una precisa y preciosa descripción de arquetipos morales (7), donde la bondad emana simplemente del ejercicio de las virtudes y del evitar los vicios de los modelos descriptos.

El filósofo español Leonardo Polo en un imperdible reportaje (8) va a sostener que de las tres dimensiones clásicas de los estudios éticos: a) el estudio de los deberes en tanto normas, b) de los bienes en tanto fines y c) de las virtudes; existe una real primacía de estos últimos en tanto van dirigidos al perfeccionamiento del hombre.

Es verdad que al girar en torno a la formación del carácter la ética de las virtudes pierde la universalidad que se atribuye la ética normativa, más por el contrario, ello favorece la autonomía de las personas y la recuperación de las identidades culturales y comunitarias.

Llegamos acá a un tema de sumo valor político y en donde gran parte del pensamiento comunitarista norteamericano desbarrancó, se equivocó.

Autores como Michel Sendel o Charles Taylor terminaron avalando la teoría del multiculturalismo, según la cual la minorías tienen razón por el hecho de ser minorías y no por el mayor o menor valor que portan en sí mismas. En Iberoamérica esta teoría encuentra su aplicación práctica tanto en el indigenismo como en la exaltación del mundo gay.

El ensayista catalán Rodrigo Argulló observó agudamente: En realidad el multiculturalismo apunta en su estadio final no a la coexistencia de culturas sino a su fusión en el seno de un mercado global”. (9)

En un trabajo publicado en Madrid en 2012 hemos hecho notar que “La mayor, mejor y más profunda respuesta al multiculturalismo ha nacido del filósofo cubano Fornet Betancourt, radicado hace muchos años en Alemania con su trabajo Filosofía Intercultural (México, 2008)” (10). El hombre es un ser intercultural pues viven en él varias culturas aun cuando existe una que tiene primacía o mayor valor significativo que el resto.

Dentro del comunitarismo el filósofo que supera el cierto relativismo de la ética de las virtudes es el escocés Alasdair MacIntyre quien al sostener que el hombre piensa dentro del marco de una tradición cultural y se encuentra dentro de una comunidad, elimina todo tipo de ideologismo y de relativismo.

La virtue ethics como ética aplicada

La búsqueda de una aplicabilidad práctica ha sido desde siempre el objeto de la ética de modo que no es un descubrimiento reciente el realizado por el pensamiento anglo-norteamericano en este aspecto. Eso sí, lo que ha puesto de manifiesto este pensamiento es la recuperación del pensamiento aristotélico en su aplicabilidad a los problemas del mundo contemporáneo.

Autores como Leo Strauss, Eric Voegelin, Hannah Arendt, Hans Jonas, Alasdair MacIntyre, Martha Nussbaum han realizado un rescate extraordinario para la sociedad norteamericana, que debido al imperialismo que ejerce sobre todo el orbe, podemos decir que han realizado un rescate para la sociedad mundial.

Obviamente que en el mundo, al no ser un universo sino un pluriverso, el pensamiento de Aristóteles se ha estudiado también en en profundidad en otras latitudes, pero que al no tener una capitalidad política productora de sentido como la usamericana no ha tenido eco y a quedado reducida al ámbito académico. Así los trabajos de Enrico Berti, Pierre Aubenque, Leonardo Polo, Nimio de Anquín, para nombrar a unos pocos, no han sido tenidos prácticamente en cuenta. O peor aún, son desconocidos e ignorados usamericanos.

Nosotros hemos leído, trabajosamente en inglés, con lo cual los hemos leído como si todos fueran importantes, los siguientes trabajos: Anscombe, Elizabeth, “Modern Moral Philosophy”, Philosophy, vol. 33, Nº 124, 1958. Murdoch, I.: The sovereignty of Good, 1970. Foot, Philippa: Virtues and Vices and Other Essay in Moral Philosophy, Oxford, Blackwell, 1978. Sosa, Ernst, “The Raft and the Pyramid: Coherence versus Foundations in the Theory of Knowledge”, Midwest Studies in Philosophy, Malden, vol. 5, núm.1,1980. Nussbaum, Martha: “Virtue Ethics: A Misleading Category?”, The Journal of Ethics, vol. 3, núm. 3, 1999, pp. 170-179. Slote, Michael: Morals from Motives, New York, Oxford University Press, 2001, Swaton, Christine: Virtue ethics, a pluralistic view, Berkeley, Clarendon Press, 2005, y nos encontramos con una serie de intuiciones no desarrolladas, pero no con un programa de estudio y de realizaciones.

Es dable reconocer, a fuer de ser sinceros, que es mucho más práctico un tratado de ethica utens, de ética aplicada, producido por la vieja escolástica que este cúmulo de ensayos angloparlantes. Es que esos descartados tratados, fruto de muchas generaciones de autores que incluso se copiaban literalmente unos a otros, abren el campo de las virtudes a mayores posibilidades de desarrollo en el campo de la ética práctica. Claro está, que no se leen por prejuicios o porque el texto es de difícil acceso o porque el investigador no sabe leer latín.

Sin ir más lejos, y ahora que tenemos un Papa de nombre Francisco por el santo de Asís, recordemos que dice Il Poverello allá por el año 1200 en Laude a las virtudes: “Salve reina sabiduría con tu hermana la sencillez; santa pobreza con tu hermana la humildad; dama caridad con tu hermana la obediencia… La sabiduría confunde a Satanás mientras que la sencillez avergüenza la sabiduría de este mundo. La pobreza confunde a toda codicia, mientras que la humildad triunfa sobre la soberbia. La caridad desbarata las tentaciones y la obediencia ahuyenta todos los antojos y veleidades. Y termina esbozando su teoría de las virtudes: quien tiene una y no ofende a las demás, las tiene todas, y quien a una sola ofende, ninguna tiene”. (11) Es decir, que las virtudes desde siempre fueron pensadas para la formación del éthos del hombre como un todo, que si una parte no funciona, en realidad no funciona bien el todo. Es que un hombre bueno es todo bueno, y no una parte sí y otra no. Mientras que un buen hombre lo es en algún aspecto pero no en todos. Así decimos comúnmente: es un buen hombre, te puede cuidar la casa de fin de semana, pero es un poco borrachín. Así el buen hombre lo es para algunas cosas, mientras que el hombre bueno lo es para todo y en todo momento.

Lejos de nuestra intención está el hacer la apología o proponer una vuelta a la escolástica, sino simplemente llamar la atención acerca de la diferencia de planteamientos. Pongamos un ejemplo para que se vea mejor. Es sabido que los múltiples tratados de escolástica, escritos y reiterados durante el nada despreciable período de mil años, surgen a partir de los ensayos de apologética que se extienden desde el comienzo mismo del cristianismo. Estos ensayos, libritos u opúsculos tienen el mismo formato y desarrollo: en primer lugar se habla de la existencia de Dios y su naturaleza, luego se presenta la herejía, después la religión católica y desde allí se la refuta y por último de los deberes que hay que cumplir para merecer el cielo. Y allí se dice expresamente lo que hay que hacer, que es practicar la virtud. Y de las virtudes se distingue siempre entre las teologales (fe, esperanza y caridad) de las cardinales (prudencia, justicia, fortaleza y templanza). A las que se agregaban los consejos evangélicos: pobreza voluntaria, castidad perpetua y obediencia perfecta. A ellos se sumaron luego las regulae monarchorum de los monjes: San Basilio, San Benito, San Jerónimo, San Gregorio Magno et alii, cuyo objetivo es la práctica de las virtudes para alcanzar el cielo.

Por su parte, los tratados de ética sueltos o incluidos posteriormente en las grandes Summae theologicae (Hugo de San Víctor, Alejandro de Hales, San Alberto, Santo Tomás, et alii) al tratar las virtudes lo hacen en forma puntillosa, precisa y extensa porque ello es lo que permite después aplicarlo en la práctica sobre los agentes morales, sobre los hombres a educar.

Es que la vieja ethica utens, al igual que la actual virtue ethics no crea su objeto de estudio sino que se limita reflexionar sobre él.

Pero vayamos a la diferencia de tratamiento.

Por ejemplo, la escolástica cuando nos habla de la imprudencia la distingue inmediatamente de la impericia, pues ésta se da en el orden técnico (conducir mal un carruaje, hoy un automóvil) y aquélla en el orden moral. La imprudencia tiene dos fuentes: la lujuria, que es el placer de todo tipo llevado al grado de lo antinatural (sexual, sensual, narcisismo, orgullo, apetito de poder, etc.) y la avaricia, que es la que quiere todo para sí. No se reduce solo al afán desmesurado por el dinero sino que se extiende al que no presta atención a nadie sino solo a sí mismo.

A su vez la lujuria produce cuatro efectos principales: la precipitación, que es una desordenada celeridad. Así, el lujurioso no consulta mientras que el hombre prudente debe consultar. Hoy se vive aceleradamente pero aquellos a quien les cabe la responsabilidad de la dirección deben sustraerse a la vorágine.

El segundo efecto es la indecisión, el lujurioso es un indeciso crónico, pues descuida las cosas de las que procede el juicio recto. El tercero es la inconsistencia, pues la lujuria produce la inconstancia pues aparta al hombre del buen propósito. Y por último, tenemos la ociosidad, que es tanto la madre como la hija de todos los vicios.

En cuanto a la avaricia, la segunda fuente de la imprudencia, tiene por efectos en primer lugar la astucia. Así el hombre prudente delibera y consulta, mientras que el astuto trata a los demás para aprovecharlos mejor practicando el arte de la simulación. El segundo efecto es el dolo, que se produce cuando se toma una decisión con mala intención para que redunde en su beneficio exclusivo. El dolo es la ejecución de la astucia. Luego está el fraude que es el engaño que perjudica a otro para sacar provecho. Y por último tenemos el titanismo donde se muestra el avaro ultra diligente, tesonero al máximo, vive para su egoísmo y mezquindad. Su actuación es incansable, titánica.

Veamos ahora en un ejemplo clásico, propuesto por una de sus fundadoras (Philippa Foot) y comentado por muchos autores de como procede la virtue ethics. Procede en general por el planteamiento de dilemas. Así, a propósito de distinción que hace entre matar y dejar morir, propone: Diana viaja en un tranvía que circula sin control. (12) El conductor ha perdido el conocimiento y el tranvía se dirige hacia cinco turistas que caminan por la vía sin percatarse de que el tranvía los atropellará necesariamente. Diana puede conseguir que el tranvía se desvíe hacia la izquierda accionando una palanca que obra en su poder, pero en la vía izquierda hay un operario trabajando, que morirá si ella acciona la palanca. En un segundo escenario, Francisco está en un andén por donde pasa el tranvía descontrolado porque su conductor se ha desvanecido. En la vía hay cinco personas que no podrán salir a tiempo. Junto a Francisco hay una persona muy obesa, a la que puede empujar y arrojar a la vía, que quedará cerrada en este caso, evitando así que mueran las cinco personas, pero morirá la obesa necesariamente.

A partir de estos dilemas desarrollan, entonces, los scholars of virtue ethics infinitos razonamientos conchudos, para decirlo en el castellano más castizo, que, en general, no llevan a ninguna parte. Este tratamiento de las virtudes no forma hombres sino a lo sumo eruditos a la violeta.

Es interesante hacer notar lo que dice la buena profesora española Adela Cortina al respecto: “Los dilemas son construcciones artificiales de laboratorio, que seleccionan un número reducido de variables, cuando en la vida cotidiana las gentes nos encontramos con problemas no con dilemas, y cualquier variable puede llevar a la persona concreta a adoptar una actitud completamente distinta” (13)

Nosotros llevamos más de doscientos años de pertinaz liberalismo político, cultural, económico y social y vemos hoy, a mediados de la segunda década del siglo XXI, que esto no va más. Que para funcionar margina cada vez más gente, que en general son los más indefensos. Que no puede dar respuestas adecuadas a las necesidades siempre insatisfechas del hombre de la sociedad de consumo. Entonces, se explica, como desde la sociedad central por antonomasia, los Estados Unidos, intentan pensar en otros términos y buscar otras soluciones.

La ética deontológica, la normativa, que es la que fue adoptada por todos los Estados y los organismos internacionales está dirigida sólo a prevenir los conflictos pero no a resolverlos. Esta ética no produce la transformación interior del hombre sino sólo le prohíbe tal cosa y lo obliga a tal otra. De lo contrario aparece la sanción.

Y el mundo moderno se ha manejado así y ha terminado gobernado no ya por la normatividad ética, como pretendió en su momento Kant, sino por la simple y pedestre normatividad jurídica. De ahí que el gran temor de cualquier gobierno en Occidente sea la anomia.

Quien se dio cuenta de esto fue, Franz Brentano, el eslabón perdido de la filosofía contemporánea, perdido porque fue en contra de la Universidad alemana y su erudición al ñudo, quien llegó a afirmar en forma tajante: Tengo a la filosofía de Kant por un error, que ha conducido a errores mayores y, finalmente, a un caos filosófico completo”. (14)

Un siglo y medio después un autor de la talla de MacIntyre irá también contra la universidad y la normalidad filosófica, diciendo: la filosofía académica especializada ha engendrado el más excéntrico de todos los géneros filosóficos el artículo destinado a una revista especializada. Esta filosofía profesional se convierte en una empresa exclusivamente intelectual y, la erudición se torna un fin en sí misma y pierde de vista que el fin original era la búsqueda de la vida buena y el afán de vivir bien. Características que, en la tradición de la ética de las virtudes, distinguían al verdadero filósofo del sofista. (15)

La ética de las virtudes encierra un tipo de racionalidad, a través de la enseñanza y el ejemplo, capaz de orientar el obrar humano. Racionalidad dialéctica la llama Enrico Berti, quien afirma que: a diferencia de la ética kantiana tiene el mérito de no ser formal, porque contiene una motivación fuerte, la búsqueda de la felicidad… pero esta felicidad es de carácter frágil pues depende de la fortuna, de los bienes exteriores, de los bienes de relación… además tiene la pretensión de no valer “siempre”, es decir, no en todos los casos, del mismo modo que las proposiciones de la matemática, sino “en la mayor parte de los casos”, vale decir, tiene el mérito de proveer reglas que admiten excepciones y de resultar más afín a la vida y a todas sus situaciones particulares. (16)

Es una ética de lo verosímil, de lo plausible y como tal posee una íntima souplesse que le permite superar la universalidad de la norma para ser aplicada al caso particular de las demandas y necesidades de cada persona.

Así, si el fin es la felicidad y éste tiene razón de bien, la tarea práctica de la ética de las virtudes consiste en formar al hombre como un spoudaios, como un hombre íntegro y que éste, entonces, elija los medios más convenientes y adecuados que le indica su phrónesis, su sapiencia, para lograr ese bien y esa felicidad.

La eudaimonía como finalidad de la ética de las virtudes tiene que ser entendida como una actividad conforme al ejercicio de la virtud o excelencia. Una aproximación a la idea de felicidad, más allá de su vinculación moral, aún se conserva en el lenguaje cotidiano cuando afirmamos: fue una ejecución feliz o tuvo una actuación feliz. Es decir, una actividad acabada, perfecta. En la Ética Nicomaquea tanto en el libro primero como en el último encontramos una veintena de definiciones que nos aproximan al sentido que queremos rescatar.

Y es, al fin final de la magna obra, libro X capítulo noveno, que el Estagirita nos recuerda: “no es suficiente el saber teórico de la virtud, sino que hay que esforzarse por tenerla y servirse de ella para hacernos hombres de bien” (EN. 1179b 1-4) para reafirmar la convicción más profunda de la ética de las virtudes: un hombre es bueno no porque realice actos buenos sino que realiza actos buenos porque es bueno.

Ex cursus

La rehabilitación de la filosofía práctica de Aristóteles en Alemania, luego de la crisis del marxismo, realizada por H. Gadamer; G. Bien; J. Ritter; R. Bubner, Leo Strauss, Wilhelm Hennis, Otto Brunner, Werner Conze y tantos otros y puesta de manifiesto sobre todo por el fenomenólogo Manfred Ridel (17) y divulgada una década después por Franco Volpi en el orbe latino, nos da una pista del por qué el pensamiento anglonorteamericano se ha ocupado en este último cuarto de siglo mayoritariamente de la virtue ethics, pues la mayoría de estos pensadores alemanes han dictado clases o se han radicado en los Estados Unidos.

Por otra parte, el puritanismo ancestral de la sociedad usamericana derivó en una polémica entre los liberals y los communitarians, entre los partidarios del deber y los del bien, entre John Rawls y Alasdair MacIntyre, para poner como ejemplos, lo que provocó un auge de las meditaciones sobre la virtue ethics.

Además esta corriente ética ha sido muy publicitada en los Estados Unidos y en innumerable sitios de Internet. Sin ir más lejos, el sitio http://en.wikipedia.org/wiki/Virtue_ethics nos abruma con información acerca de la historia, desarrollo, estilos, corrientes, temas, aplicaciones y autores que se han ocupado y se ocupan del asunto. Mientras que el trabajo de Amalia Amaya http://www.filosoficas.unam.mx/~amaya/publicaciones/Virtudes-y-Filosofia-del-Derecho.pdf nos ofrece en castellano la más detallada monografía sobre los autores anglo-usamericanos que estudian el tema.

Existe otra razón y es la influencia decisiva que ha tenido sobre los estudiosos de lengua inglesa el magistral y siempre perdurable estudio Notes on the Nichomachean ethics of Aristote, del denominado “príncipe de los comentaristas de la ética aristotélica”, (18) el escocés John Alexander Stewart (1846-1933). Y toda la pléyade de scholars oxoniesis que han estudiado puntual y profundamente Aristóteles durante los siglos XIX y XX: Baywater, Ross, Barnes, LLoyd, G.Murray, Joachim, Rackham, Rosen, Burnet, Case, Heath, Allan, Erickson, W. Roberts, Gaisford, Barker, et alii.

Pero la razón última y más profunda que encontramos nosotros por la cual se viene privilegiando la virtue ethics en el mundo anglosajón es porque no se hace o, lo que es más grave, no se puede hacer metafísica. Si nos detenemos a mirar el desarrollo histórico de la filosofía en inglés, casi no hallamos, modernamente, ningún metafísico. (19)

Alberto Buela

Arkegueta, aprendiz constante, mejor que filósofo

UTN (Universidad Tecnológica Nacional)

Centro de estudios estratégicos suramericanos (CEES-CGT)


www.disenso.info