viernes, 28 de agosto de 2015

Luchar contra las leyes injustas


¿Una ley es injusta también por uno solo de sus artículos?

 Osservatorio Internazionale Cardinale Van Thuan, 28-8-15

Se sabe que se están llevando a cabo iniciativas para recoger firmas con el fin de pedir un referéndum para derogar la ley sobre la escuela deseada por el gobierno Renzi y aprobada por el Parlamento. Entre los que sostienen esta iniciativa hay también muchos católicos que se oponen al artículo 16 de una ley que introduciría la educación de género en la escuela italiana. Otros católicos, en cambio, sostienen que a) no es correcto rechazar toda una ley por un solo artículo y b) la ley en cuestión es compleja, toca muchos argumentos y es restrictivamente ideológico asumirla y rechazarla en bloque. Sin entrar en el mérito de la oportunidad del referéndum en cuestión, dado que el argumento de la oposición a una ley injusta toca aspectos importantes de la presencia pública de los católicos, exponemos algunas consideraciones.

Cuando un artículo de un texto legislativo contradice los denominados "principios no negociables", es decir, se opone al derecho a la vida, a la centralidad de la familia y a la libertad de educación, los católicos, como cualquier otra persona que busque la verdad con buena voluntad, no pueden aceptarlo. El problema es más bien si un único artículo de esa ley la contamina hasta el punto de tener que condenarla por entero. A este propósito se pueden hacer las siguientes observaciones.

Una ley no puede ser considerada una ley justa si uno solo de sus puntos contrasta con los principios fundamentales de la ley moral natural y divina.
En una ley -que siempre se articula de manera compleja-, puede haber elementos que en sí sean positivos. Esto vale para cada realidad humana; de hecho, Santo Tomás decía que también en la opinión más equivocada hay siempre una brizna de verdad. Sin embargo, los posibles aspectos positivos de una ley injusta son anulados por los negativos si estos contradicen los principios fundamentales de la ley natural y divina. De hecho, no es lícito tratar de conseguir el bien con el mal, es decir, no es lícito aceptar una ley por sus aspectos positivos mediante la aceptación de sus aspectos intrínsecamente negativos.

Los principios no negociables a los que se contrapone el artículo en cuestión no son sólo valores, sino que son también principios que iluminan todo el ámbito que la ley quiere someter a disciplina. De ello se deduce que un artículo que los viole no limitaría la propia acción a ese único artículo, sino que repercutiría sobre toda la ley. En otros términos: también en otros puntos de la ley se pueden encontrar elementos injustos, consecuencia de la razón que anima el artículo injusto en cuestión.

En el comportamiento de la Santa Sede durante las asambleas internacionales hay muchísimos precedentes de rechazo de actos legislativos de distinta naturaleza a causa de artículos o expresiones equivocadas, o incluso sólo ambiguas, en los mismos. En muchos casos, los Nuncios apostólicos y los Observadores de la Santa Sede ante los organismos internacionales no han dado la aprobación de la Santa Sede a declaraciones, acuerdos y proyectos que contenían en sí muchos elementos positivos, pero que en algunos puntos contradecían la ley moral natural y divina.

Por otra parte, todos saben que los adversarios de la ley natural y divina proceden astutamente introduciendo algún elemento contrario a los principios no negociables dentro de una propuesta heterogénea que incluya también elementos aceptables. Marguerite Peeters ha explicado con detalle cómo tras las conferencias de El Cairo y de Pekín los denominados “derechos sexuales y reproductivos” -que, como es bien sabido, incluyen también la anticoncepción química, la esterilización forzada, el aborto, la fecundación artificial y el género-, han sido siempre presentados en paquetes de políticas familiares o para las mujeres de los países pobres junto con intervenciones deseables como la ampliación por lactancia materna o la reducción de la mortalidad por parto. Dado que la táctica es ésta, si se esperase que toda una ley fuera condenable en todos sus aspectos no habría ninguna lucha contra las leyes injustas.

La idea de que no es lícito rechazar una ley porque sólo algunos de sus aspectos son inaceptables impide contraponerse al mal e inhibe incluso del poder juzgarlo como tal, abriendo por lo tanto el camino a quienes incluyen el mal dentro de un paquete de propuestas también positivas con el fin de ampliarlo y radicalizarlo en el tiempo.
Sin embargo, es bueno observar que la declaración de la imposibilidad de juzgar de manera decisiva una ley es sostenida por gran parte del mismo mundo católico con algunas motivaciones teológicas, propias del rahnerismo y de la teología progresista. Si la revelación de Dios sucede con la experiencia, si nosotros estamos dentro de esta experiencia, si la experiencia es por su naturaleza compleja y articulada, entonces nunca será posible dar un juicio definitivo y absoluto sobre la licitud o ilicitud de algo. El juicio final será sólo subjetivo. Cuando el Estado elige no definir en qué casos el estado de malestar de la mujer permite por ley el aborto y cuando no, de hecho lo está delegando en una elección subjetiva, sacrificando por consiguiente la objetividad del derecho a la subjetividad de la opinión o de la emoción. Cuando algunos teólogos católicos afirman que el estado de los divorciados que se han vuelto a casar no se puede juzgar objetivamente, o cuando dicen que no existen principios morales intrínsecamente equivocados (intrinsece mala), malos únicamente por su materia, de hecho se está aplicando el principio que hemos resaltado antes: la complejidad de la experiencia y, por lo tanto, la complejidad de una ley, nunca merecen un juicio de condena absoluta y, por consiguiente, de lucha.

Como puede verse, en el juicio al que se somete la ley sobre la escuela hay una problemática mucho más compleja que atañe a la capacidad de la fe católica -y en consecuencia de la cultura católica-, de ser aún capaces de una valoración completa del comportamiento moral sobre una determinada cuestión, expresando por lo tanto un juicio total y, por consiguiente, orientativo.

Aquí el tema se extiende ulteriormente. Si el católico puede colaborar con una ley que incluye aspectos positivos pero también aspectos en clara oposición a la ley moral natural y cristiana, podrá entonces colaborar también con un organismo de solidaridad internacional que realice cosas positivas pero también intervenciones contrarias a la ley moral natural y divina. ¿Puede el católico, por ejemplo, colaborar con Amnesty International que lleva a cabo campañas positivas para la liberación de personas detenidas injustamente, pero que apoya también de manera explícita campañas en favor del aborto? Una directriz de hace algunos años de la Congregación para la Doctrina de la Fe lo excluyó explícitamente. La Rerum novarum de León XIII indicaba a los católicos que ante todo dieran vida a asociaciones propias y que colaboraran, en todo caso, con las de otros pero después de haber verificado su credibilidad moral y religiosa.


En otras palabras, ¿se exigen todavía coherencia e integridad para una valoración católica -con el consiguiente compromiso-, de los problemas y los desafíos que tenemos delante?  

jueves, 27 de agosto de 2015

Desde Japón


 Benedicto XVI como nadie lo ha visto nunca antes

 SANDRO MAGISTER
Infovaticana,  18 AGOSTO, 2015

 Tras más de dos años de reinado de Francisco, tal vez el Papa más alabado universalmente de la historia, en el lejano Japón ha salido un libro importante que hace un retrato no de él, sino -¡sorpresa!- de su humilde y maltratado predecesor.
Precisamente Japón, por historia y por cultura, es un país lejano a Europa y más aún de esa Europa cristiana que el autor del libro individua como la clave de comprensión del pontificado de Benedicto XVI, proclamándolo desde el título, en latín: “Renovatio Europae Christianae”.

Y sin embargo, este punto de observación tan lejano hace que el libro sea original. Benedicto XVI ha recibido un ejemplar de regalo, ha leído la amplia síntesis que el mismo autor le ha preparado en alemán y lo he encontrado “sorprendente” y nuevo porque no ha sido ideado ni escrito “desde el interior de la comunidad de fe como tampoco desde la perspectiva de mis adversarios; sino que lo ha sido desde un tercer lugar, desde el exterior”.
Esto es lo que el autor ha leído en la nota de agradecimiento autógrafa que el Papa emérito le ha hecho llegar a través de la nunciatura en Tokio.

El autor se llama Hajime Konno. Tiene 42 años, es agnóstico, si bien desciende de una familia de fe cristiana ortodoxa. Entre 1998 y 2002 estudió historia y cultura alemana en Berlín, en la Humboldt-Universität, y ya entonces se interesó en el “Kulturkampf” que en Alemania dividía a la misma Iglesia católica sobre la cuestión de los consultores para el aborto. Desde 2006 enseña filologia alemana en la Universidad de la Prefectura de Aichi. Cuando el pontificado de Joseph Ratzinger estaba terminando volvió a Alemania, a Múnich, para estudiar in situ el catolicismo de Baviera, con las peregrinaciones a pie al santuario mariano de Altötting y con las procesiones del Corpus Domini. Es autor de numerosos ensayos, entre ellos de un libro sobre Max Weber traducido también en alemán. Pero su obra más importante es este libro que, en aproximadamente 500 páginas, ofrece por primera vez al público japonés un retrato razonado de Ratzinger teólogo y Papa sobre el fondo de la historia de Europa:

 [Benedictus PP. XVI. Renovatio Europae Christianae]“, Tokyo, University of Tokyo Press, 2015.
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Síntesis:
UN INCONFORMISTA EN LA CÁTEDRA DE PEDRO

de Hajime Konno

Benedicto XVI salió a la escena de la política mundial como cabeza de la Iglesia dotado de claros principios y de fuerte voluntad. El nombre elegido como Papa, Benedicto, indicaba su diagnóstico pesimista de los tiempos, es decir, su comparación entre la situación de hoy y la decadencia tardo-romana en los tiempos de San Benito. Ya en su homilía en la vigilia de la elección al trono pontificio, el 18 de abril de 2005, tomó claramente posición a este respecto.

El objetivo del Papa era sobre todo la defensa y el fortalecimiento de los fundamentos cristianos de Europa, si bien durante su pontificado la curia se ocupó intensamente también de relaciones con países no europeos, como por ejemplo las repúblicas socialistas de China y de Vietnam. Benedicto no tenía la intención de someterse a las modas y de limitarse a gobernar con diligencia: quería decidir qué había que cambiar y qué no, siempre partiendo de la posición de la Iglesia e independientemente del espíritu de los tiempos. No es en absoluto verdad que se había dedicado sólo al antimodernismo; su intención, simplemente, era preservar los elementos que consideraba necesarios para la Iglesia, prescindiendo del hecho de que fueran modernos o pre-modernos. Eliminó la tiara papal del escudo pontificio, renunció al título de “patriarca de Occidente”, se enfrentó con pasión a los problemas ambientales.

Y ha sido, sobre todo, el Papa del “logos”: con la fuerza de sus palabras, su arma más poderosa, ha combatido por la Europa cristiana. Ha abierto la Iglesia a los medios de comunicación más recientes, incluidos YouTube y Twitter, ha rehabilitado el latín y la misa tridentina, ha extendido la mano a la Fraternidad San Pío X, ha consolidado la liturgia como actualización solemne de los misterios, ha situado la eucaristía en el centro de la vida cristiana, ha impulsado la administración de la comunión en la boca y no ha tenido miedo, incluso después del tan criticado discurso de Ratisbona, de tocar el tema de la violencia de los islamistas radicales.

Como interlocutores en el movimiento ecuménico el Papa Benedicto XVI ha elegido con cuidado Iglesias como la ortodoxa y la anglicana, estableciendo buenos contactos con ambas, incluso invitando a los conservadores anglicanos disidentes a unirse a la Iglesia católica. El punto culminante de la amistad entre católicos y ortodoxos fue el encuentro con el patriarca ecuménico de Constantinopla. Benedicto XVI ha visitado además Gran Bretaña, donde se reunió tanto con la reina Isabel II como con el arzobispo de Canterbury, Rowan Williams, beatificando en Glasgow al cardenal John Henry Newman. No fue posible organizar un viaje a Rusia, a pesar de las buenas relaciones de Benedicto con el patriarca de Moscú, Cirilo I, desde los tiempos en que éste era metropolitano de Smolensk y Kaliningrado. A pesar de que en la época del concilio Ratzinger se comprometió en una valoración positiva del protestantesimo, el Papa Benedicto XVI ha mantenido las distancias con las “comunidades eclesiales” de la reforma.

Los progresistas tanto dentro como fuera de la Iglesia católica no le reconocieron la facultad de actuar autónomamente más allá del espíritu del tiempo. En estos ambientes, un pontífice que tenía como máxima “cooperatores veritatis” parecía un príncipe de la Iglesia arrogante, insoportable. Intentaron por todos los medios producir una imagen negativa del Papa y exultaron con su inesperada renuncia. Entre los medios empleados tuvo un papel importante el antigermanismo. El método de estigmatizar a Ratzinger como alemán, si bien él ha raramente puso el acento sobre su identidad alemana, se asemeja al que utiliza al antisemitismo cuando incluso a los judíos convertidos se les sigue lanzando la acusación de ser judíos.

En Alemania, su tierra natal, el Papa Benedicto XVI ha sido siempre discutido. Por un lado su elección fue una especie de golpe liberador. El hecho de que un alemán hubiera sido elegido Papa y, por lo tanto, por así decirlo, suma autoridad espiritual de Occidente, era de por sí sensacional. Los tabloides ingleses como “The Sun” no pudieron evitar los titulares burlones (“From Hitler Youth to… Papa Ratzi”). Benedicto reaccionó a todo esto poniendo en evidencia su patriotismo bávaro, y no el alemán, y visitando el 28 de mayo de 2006 el antiguo campo de concentración de Auschwitz-Birkenau. Sin embargo, al mismo tiempo subrayó la importancia de Alemania. Los progresistas intentaron todo lo que estuvo en su mano para resaltar los problemas de los abusos sexuales y de la Fraternidad San Pío X con el fin de debilitar la autoridad del Papa. Los católicos conservadores alemanes, como por ejemplo los que se habían reunido en la iniciativa “Deutschland pro Papa” o en el “Forum Deutscher Katholiken”, se encontraron desarmados ante el clima marcadamente anticlerical que reinaba en la opinión pública alemana.

Si bien Benedicto XVI no tenía intención de hacerlo expresamente, el caso es que de hecho puso en discusión el dominio de los valores modernos. En el contexto de su crítica al marxismo, él apoyaba la democracia parlamentaria occidental, pero su alinearse en favor de la democracia no era en absoluto algo incondicional. Rechazó con decisión introducirla en la Iglesia, ordenada de manera jerárquica. Miraba con escepticismo también a la demoscopia. Su distanciamiento de la voluntad popular no se explica sólo con la experiencia que él vivió en los años sesenta con el movimento estudiantil, sino que está radicado en él desde el momento en que tomó las distancias del nacionalsocialismo, que en su época estaba acompañado por los atronadores aplausos de la mayoría de la población. Además, no compartía la valoración optimista del hombre actual y de los progresos de la sociedad.

Su actitud estaba enmarcada dentro del conservadurismo social cristiano. El aprecio por la familia y el matrimonio heterosexual estaba en contradicción con el actual multiplicarse de los modelos de familia. El énfasis puesto sobre el papel del cristianismo como base pre-política de la democracia liberal se revolvía contra el secularismo. Benedicto desaprobaba la crítica al eurocentrismo y confirmaba el carácter cristiano de Europa tomando posiciones y actuando como paladín activo de la antigua cultura europea contra las oleadas de la globalización no sólo en las cuestiones políticas, sino también y sobre todo en las culturales.

El Papa Benedicto XVI ha sido un inconformista en la cátedra de Pedro. Cuando desde el sillón dorado impartía la bendición en latín, excomulgaba a los disidentes, mantenía unida a la Iglesia universal y afirmaba la unicidad de la fe católica, mostraba de hecho su lado autoritario. No sorprende que sus detractores, como Leonardo Boff o Johann Baptist Metz, le criticaran. Sin embargo, la cuestión se ve distinta si discernimos la situación en la que se encuentra la Iglesia. Si se mira la posición de dominio de los valores modernos, la Iglesia católica es una minoría oprimida mientras que sus críticos en cambio pertenecen a la mayoría, por lo que la actitud autoritaria de Ratzinger era una reacción a la situación vigente.

De todas formas, el espíritu combativo ha sido sólo un aspecto de Joseph Ratzinger. Aunque protegiéndose, en un cierto sentido, contra los que le criticaban, no ha perdido nunca la disponibilidad al diálogo. Así, también su crítico más aguerrido, Hans Küng, fue acogido amigablemente en Castel Gandolfo. En sus encíclicas el Papa Benedicto XVI ha tratado repetidamente temas como el “amor” y la “esperanza”. Sustancialmente ha sido siempre un patriota bávaro con un perenne entusiasmo en el corazón por la procesión del Corpus Domini. En este sentido se parece al príncipe de la antigua China Lan Ling Wang (Gao Changgong): si bien en el campo de batalla él luchaba llevando puesta una máscara del diablo, los rasgos del rostro que ésta escondían eran delicados.
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Traducción en español de Helena Faccia Serrano, Alcalá de Henares, España.

jueves, 20 de agosto de 2015

Mons. Aguer: la novela Esperanza Mía, destinada a corrromper subrepticiamente a niños y adolescentes


Aica,  19 Ago 2015

El arzobispo de La Plata, monseñor Héctor Aguer, advirtió que "en la Argentina, en nuestra sociedad farandulizada de la modernidad líquida nos farandulizan, también a nosotros, los católicos... El Señor nos advirtió que todas las naciones nos odiarían a causa de su nombre. Pero en esta Argentina líquida ni siquiera eso... ¡nos toman en solfa!"

Al presidir en el monasterio carmelita Regina Martyrum y San José la solemnidad de la Asunción de María, y la profesión solemne de la hermana María de los Ángeles de Jesús Sacramentado OCD, el prelado elogió la tarea de esa congregación religiosa y se refirió a la banalización que se hace de ella en ciertos medios.

"En estos días -indicó- hace furor, en sus versiones teatral y televisiva una novela titulada 'Esperanza mía', que presenta el amorío de un curita y una monjita -así en diminutivo, así de infantil y adolescente-, y destinada a corromper subrepticiamente a la platea infantil y adolescente".

El arzobispo platense cuestionó que la farándula “jamás” busque representar los dramas, las luchas y las muertes del amor verdadero y del pecado.

“La obra es un éxito de taquilla y de pantalla, y para completar el fenómeno de economía de mercado el disfraz de monja es reclamado por las niñas, y por supuesto las mamás se lo compran; hay medidas para las chicas entre tres y trece años, y se venden a un precio triple al de cualquier otro disfraz. He leído que un sociólogo califica así este boom de la moda: hay una reapropiación sarcástica del traje de monja", graficó.

"Lo que ocurre hoy aquí (la profesión solemne de la religiosa) es algo extraño, misterioso, incomprensible para la inmensa mayoría de la gente. Una mujer joven elige encerrarse aquí para siempre, elige la soledad y el silencio, promete dedicarse -subrayemos otra vez: para siempre- a la oración asidua, a una generosa penitencia, al trabajo humilde, a las obras santas. El mundo no puede entender esto; me refiero a la noción bíblica, evangélica, de mundo, que habría que recuperar sin falsos pudores", aseveró.

La vida monástica en un rincón platense
Monseñor Aguer destacó que "este monasterio es hoy, notoriamente, un rincón ínfimo, una periferia social y existencial. No cabe en el mundo de la 'modernidad líquida', que describió el sociólogo Zygmunt Bauman. La decisión de la Hermana María de los Ángeles de Jesús Sacramentado, más allá del ensayo previo, del estadio provisorio de su consagración, la hace ser radicalmente ella misma, ser definitivamente lo que Dios pensó de ella. Su elección es un acto por excelencia de la fe, que la conecta singularmente con la eternidad”.

“Nuestra Hermana elige la eternidad y empieza a vivir en ella... Se me ocurre que lo dicho ilustra qué significa votos perpetuos, los que ella profesa solemnemente; la perpetuidad de una promesa, de una elección, que en el acto mismo de profesarlos, como una flecha atraviesa el tiempo y se clava en la eternidad. Abandona la indiferencia de lo universal y recala en lo singularísimo de lo personal, se hurta a la fluidez de lo relativo y se somete a lo absoluto de la Verdad", añadió.

Para reafirmar el don que es para la Iglesia la consagración, monseñor Aguer tuvo emotivas palabras para la religiosa que hizo sus votos perpetuos; correntina, de 25 años, y formada durante cinco años para este acontecimiento.

"Es perfectamente compatible -enfatizó- la seriedad de lo que estamos haciendo aquí, la sencilla y tremenda seriedad, con la verdadera alegría, con el gozo en el Espíritu Santo. Como corresponde a la vocación cristiana y, después de todo, a la aventura de la vida humana. No solo es compatible, sino complementario, inseparable, necesario lo uno y lo otro. Por eso estamos tan contentos, porque nos damos cuenta de lo que esta consagración significa para el monasterio, para la Arquidiócesis, para la Iglesia entera, para el mundo que sin saberlo tiene sed de redención. Es la grandeza de la pequeñez.

"Hermana María de los Ángeles de Jesús Sacramentado -concluyó-: quedás colgada de la gracia de Dios, sobre el abismo; que no hay sin coraje consagración verdadera. Pero la Virgen Santa desde el cielo, donde está corporalmente glorificada, te mira y te sonríe”.

Veinte son las carmelitas del monasterio Regina Martyrum y San José, de la calle 7 y 35, de La Plata. La menor de ellas tiene 18 años, y la mayor, 90.



Cardenal Salazar: divorciados en nueva unión son parte de la Iglesia pero no pueden comulgar


Aica, 19-8-15

El cardenal Rubén Salazar Gómez, arzobispo de Bogotá y presidente del Consejo Episcopal Latinoamericano (Celam), retomó, en sintonía con el papa Francisco, lo referente a la situación de los divorciados y su lugar en la Iglesia, según informó el boletín Noticelam en su nota editorial.

Recientemente, el 5 de agosto para ser precisos, el Papa Francisco abordó nuevamente en la catequesis de ese día, el tema de la Familia. Esta vez dándole continuidad a la realidad familiar, puesto que en una de las catequesis anteriores había hablado sobre “Las familias heridas a causa de la incomprensión de los cónyuges”.

El Papa se enfocó, en ese itinerario de seguimiento en “cómo cuidar a quienes, después del irreversible fracaso de su vínculo matrimonial han comenzado una nueva unión”. El tema que es evidentemente sensible fue divulgado abundantemente en los medios, incluso en las redes sociales, herramientas importantes que la Iglesia pide utilizar para anunciar el Evangelio.

Por su parte, el arzobispo de Bogotá y presidente del Celam, cardenal Rubén Salazar Gómez, en estrecha comunión con el papa Francisco, retoma los puntos importantes de esa catequesis en un artículo publicado por ACI/EWTN Noticias.

De esta manera se reafirma lo que la Iglesia ha enseñado al respecto, dice el cardenal Salazar, ayudándonos a ver claro los puntos importantes que con caridad pastoral ha expuesto el Papa en esa catequesis. Los divorciados pues, son parte de la Iglesia se reafirma, y en su condición deben recibir atención pastoral y espiritual. Para los cristianos vinculados a la Iglesia por medio de los sacramentos, es importante sentirnos parte de la Iglesia que muestra su ternura y ayuda por cada uno de sus miembros, ofreciéndonos en todas las situaciones de la vida, la cercanía del amor misericordioso de Dios en un mundo en el que la vida es herida de distintas maneras.

En la misma línea del cardenal Salazar, el secretario de la Conferencia Episcopal de Colombia, monseñor José Daniel Falla Robles, en una nota publicada en la página oficial de la Iglesia en este país indicó que “lo que el papa Francisco hizo durante la audiencia, fue aclarar que los divorciados no están excomulgados y que tienen un lugar dentro de la Iglesia”. Citando las palabras de la catequesis del papa Francisco dijo refiriéndose a los divorciados que "ellos son hijos de Dios y de la Iglesia, por tanto se les debe prestar atención espiritual y permitir su participación en las tareas propias de la Iglesia".

Tanto el arzobispo de Bogotá, cardenal Rubén Salazar, como monseñor Daniel Falla Robles, secretario de la Conferencia Episcopal de Colombia, recordaron que “quien ha roto el vínculo matrimonial no puede comulgar mientras esté en ruptura de su vínculo matrimonial.” Al mismo tiempo nos han hecho ver, desde lo dicho por el papa Francisco que la Iglesia no se queda solo en eso, sino que acoge y abre posibilidades para quien vive en esta o cualquier otra situación difícil de vida.


Por medio del papa Francisco, especialmente empeñado en abordar las diversas problemáticas familiares desde una perspectiva de esperanza, la Iglesia discierne en el ámbito de los sínodos sobre la familia. 

martes, 18 de agosto de 2015

Es tiempo de poda



Editorial de monseñor José Vicente Conejero Gallego, obispo de Formosa para el suplemento diocesano “Peregrinamos”, órgano de difusión de la diócesis (Agosto de 2015)

Aica, 18-8-15

La vida es una realidad que, mientras existe, está siempre en movimiento: nace, fluye, crece, alcanza su esplendor, fructifica… pero, también, declina, se debilita, se agota y termina.

No así la vida humana que, por ser “imagen y semejanza” de la Vida divina y por su participación con el “Dios de vivos y no de muertos”, tiene sed de eternidad y está llamada, por su propia naturaleza, porque así lo quiso quien la creó, a la inmortalidad.

Quien conoce y cree en Jesucristo tiene Vida eterna y Él lo resucitará en el último día (cf. Jn 6, 40). Elegidos, por tanto, y destinados a dar fruto abundante y duradero para gloria de Dios; es necesario, sin embargo, para ello, permanecer unidos a Jesús, la Vid verdadera, porque separados de Él nada podemos hacer (cf. Jn 15, 5). En la alegoría de “La Vid y los sarmientos” (Jn 15, 1-11), el mismo Jesús nos habla de la poda, para que “podamos” dar más y mejores frutos todavía.

Y nos preguntamos: En este tiempo de poda, ¿qué deberíamos cortar en nuestra vida, personal y comunitaria; qué deberíamos “podarnos” para dar fruto abundante y duradero? Deberíamos comenzar por erradicar de lo más profundo del corazón la soberbia, la arrogancia, la altanería y la prepotencia que llevan al dominio de los demás, sin respetar sus derechos; en definitiva, revestirse de humildad, madre de todas las virtudes. San Pablo, con frecuencia, nos exhorta a “estar despiertos”, y a proceder y obrar como personas sensatas y responsables, no abusando del vino, que lleva al libertinaje, a llevar una vida nueva, sin nada de obscenidades, bromas groseras, lujuria, impureza, avaricia y demás obras de la carne: supersticiones, enemistades, peleas, rivalidades y violencias, disensiones y envidias, instándonos a hacer morir en nosotros el hombre viejo, crucificando la carne con sus pasiones y sus malos deseos, puesto que ya pertenecemos a Cristo Jesús (cf. Gál 5, 16-25; Ef 5, 1-18; Col 3, 1-10).

La poda debe alcanzar los ámbitos de la vida social, política y económica: menos mentiras y promesas engañosas, erradicando la corrupción y el afán de lucro desmedido e injusto; así como también, debería abarcar al medio ambiente y al cuidado de la creación, tal como nos aconseja el Papa Francisco en su encíclica Laudato Si, y cuyo mensaje no es sólo para que nos concienticemos de las situaciones negativas y las actitudes humanas que las provocan, sino para que cambiemos el rumbo de nuestra manera de vivir, y nos empeñemos en obrar conformes al designio de Dios. Nuestro Padre Dios quiere que todos, formando una sola familia humana, vivamos con justicia, igualdad, libertad, fraternidad y alegría, como corresponde a la dignidad de ser sus hijos y hermanos de todos los hombres.

La fiesta de San Cayetano, patrono del pan y el trabajo; y sobre todo, la solemnidad de la Asunción de la Santísima Virgen María y su fiesta como Reina y Señora de todo lo creado, en “El Puerto” de Boca Riacho Pilagá, precedida por el Encuentro Diocesano de los Catequistas, en Pirané y juntamente con la alegría y el entusiasmo de la Infancia y Adolescencia Misioneras, celebraciones y eventos que realizaremos, Dios mediante, en este mes de Agosto, nos ayuden a purificarnos y a “podar” las ramas secas de nuestra vida y de nuestra convivencia, para que unidos a Jesucristo, el Señor, demos cada día más y mejores frutos de Vida eterna.


Mons. José Vicente Conejero Gallego, obispo de Formosa

domingo, 16 de agosto de 2015

Lista de Papas

 (orden cronológico)

Nombre             Origen                     Pontificado

S. Pedro        Galilea (Israel)         Mártir en 64 o 67
S. Lino           Toscana (Italia)        68-79
S. Anacleto o Cleto Roma (Italia) 80-92
S. Clemente Roma (Italia) 92-99 o 68-76
S. Evaristo    Grecia            99 o 96-108
S. Alejandro I           Roma (Italia) 108 o 109-116 o 119
S. Sixto I        Roma (Italia) 117 o 119-126 o 128
S. Telesforo  Grecia            127 o 128- 137 o 138
S. Higinio      Grecia            138-142 o 149
S. Pío I           Aquilea (Italia)         142 o 146-157 o 161
S. Aniceto     Siria    150 o 157-153 o 168
S. Sotero       Campania (Italia)     162 o 168-170 o 177
S. Eleuterio   Epiro (Grecia)           171 o 177-185 o 193
S. Víctor I       África 186 o 189-197 o 201
S. Ceferino   Roma (Italia) 198-217 o 218
S. Calixto I    Roma (Italia) 218-222
S. Urbano I   Roma (Italia) 222-230
S. Ponciano Roma (Italia) 230-235
S. Antero       Grecia            235-236
S. Fabian      Roma (Italia) 236-250
S. Cornelio   Roma (Italia) 251-253
S. Lucio I       Roma (Italia) 253-254
S. Esteban I  Roma (Italia) 254-257
S. Sixto II       Grecia            257-258
S. Dionisio    Desconocido            259-268
S. Félix I        Roma (Italia) 269-274
S. Eutiquiano           Luni (Italia)   275-283
S. Cayo         Dalmacia       283-296
S. Marcelino Roma (Italia) 296-304
S. Marcelo I   Roma (Italia) 306-309
S. Eusebio    Grecia            309
S. Melquíades          África 311-314
S. Silvestre I Roma (Italia) 314-335
S. Marcos      Roma (Italia) 336
S. Julio I        Roma (Italia) 337-352
Liberio           Roma (Italia) 352-366
S. Dámaso I  Roma (Italia) 366-384
S. Siricio        Roma (Italia) 384-399
S. Anastasio I           Roma (Italia) 399-401
S. Inocencio I           Albano (Italia)          401-417
S. Zósimo      Grecia            417-418
S. Bonifacio I           Roma (Italia) 418-422
S. Celestino I           Campania (Italia)     422-432
S. Sixto III      Roma (Italia) 432-440
S. León I el Magno  Toscana (Italia)        440-461
S. Hilario       Cerdeña        461-468
S. Simplicio  Tívoli (Italia)  468-483
S. Félix III o II            Roma (Italia) 483-492
S. Gelasio I   África 492-496
Anastasio II   Roma (Italia) 496-498
S. Símmaco  Cerdeña        498-514
S. Hormisdas           Frosinone (Italia)     514-523
S. Juan I        Toscana (Italia)        523-526
S. Félix IV o III          Samnio (Italia)         526-530
Bonifacio II   Roma (Italia) 530-532
Juan II           Roma (Italia) 533-535
S. Agapito I   Roma (Italia) 535-536
S. Silverio     Frosinone (Italia)     536-537
Vigilio Roma (Italia) 537-555
Pelagio I        Roma (Italia) 556-561
Juan III          Roma (Italia) 561-574
Benedicto I   Roma (Italia) 575-579
Pelagio II       Roma (Italia) 579-590
S. Gregorio I el Magno       Roma (Italia) 590-604
Sabiniano     Toscana (Italia)        604-606
Bonifacio III  Roma (Italia) 607
S. Bonifacio IV         Abruzos (Italia)        608-615
S. Adeodato I           Roma (Italia) 615-618
Bonifacio V   Nápoles (Italia)        619-625
Honorio I       Campania (Italia)     625-638
Severino       Roma (Italia) 640
Juan IV          Dalmacia       640-642
Teodoro I       Jerusalén (Israel)    642-649
S. Martín I      Todi (Italia)    649-655
S. Eugenio I Roma (Italia) 654-657
S. Vitaliano   Segni (Italia) 657-672
Adeodato II   Roma (Italia) 672-676
Dono  Roma (Italia) 676-678
S. Agatón      Sicilia (Italia) 678-681
S. León II       Sicilia (Italia) 682-683
S. Benedicto II         Roma (Italia) 684-685
Juan V           Siria    685-686
Conón           Desconocido            686-687
S. Sergio I     Siria    687-701
Juan VI          Grecia            701-705
Juan VII         Grecia            705-707
Sisinio           Siria    708
Constantino Siria    708-715
S. Gregorio II            Roma (Italia) 715-731
S. Gregorio III           Siria    731-741
S. Zacarías   Grecia            741-752
Esteban II (III)           Roma (Italia) 752-757
S.Pablo I       Roma (Italia) 757-767
Esteban III (IV)         Sicilia (Italia) 768-772
Adriano I       Roma (Italia) 772-795
S. León III      Roma (Italia) 795-816
Esteban IV (V)         Roma (Italia) 816-817
S. Pascual I  Roma (Italia) 817-824
Eugenio II     Roma (Italia) 824-827
Valentín        Roma (Italia) 827
Gregorio IV   Roma (Italia) 827-844
Sergio II         Roma (Italia) 844-847
S. León IV     Roma (Italia) 847-855
Benedicto III Roma (Italia) 855-858
S. Nicolás I el Magno         Roma (Italia) 858-867
Adriano II      Roma (Italia) 867-872
Juan VIII        Roma (Italia) 872-882
Marino I         Toscana (Italia)        882-884
S.Adriano III  Roma (Italia) 884-885
Esteban V (VI)         Roma (Italia) 885-891
Formoso        Desconocido            891-896
Bonifacio VI  Roma (Italia) 896
Esteban VI (VII)       Roma (Italia) 896-897
Romano        Toscana (Italia)        897
Teodoro II      Roma (Italia) 897
Juan IX          Tívoli (Italia)  898-900
Benedicto IV Roma (Italia) 900-903
León V           Ardea (Italia) 903
Sergio III        Roma (Italia) 904-911
Anastasio III  Roma (Italia) 911-913
Landón          Sabina (Italia)          913-914
Juan X           Ímola (Italia)  914-928
León VI          Roma (Italia) 928
Esteban VII (VIII)     Roma (Italia) 929-931
Juan XI          Roma (Italia) 931-936
León VII         Roma (Italia) 936-939
Esteban VIII (IX)      Roma (Italia) 939-942
Marino II        Roma (Italia) 942-946
Agapito II       Roma (Italia) 946-955
Juan XII         Roma (Italia) 955-964
León VIII        Roma (Italia) 963-965
Benedicto V  Roma (Italia) 964-965
Juan XIII        Roma (Italia) 965-972
Benedicto VI Roma (Italia) 973-974
Benedicto VII           Roma (Italia) 974-983
Juan XIV       Pavia (Italia) 983-984
Juan XV        Roma (Italia) 985-996
Gregorio V    Sajonia (Alemania) 996-999
Silvestre II     Aquitania (Francia) 999-1003
Juan XVII      Roma (Italia) 1003
Juan XVIII     Roma (Italia) 1003-1009
Sergio IV       Roma (Italia) 1009-1012
Benedicto VIII          Roma (Italia) 1012-1024
Juan XIX       Roma (Italia) 1024-1032
Benedicto IX Roma (Italia) 1032-1044
Silvestre III    Roma (Italia) 1045
Benedicto IX (segunda vuelta)    Roma (Italia) 1045
Gregorio VI   Roma (Italia) 1045-1046
Clemente II   Sajonia          1046-1047
Benedicto IX (tercera vuelta)        Roma (Italia) 1047-1048
Dámaso II      Tirol    1048
S. León IX     Alsacia (Francia)     1049-1054
Víctor II          Alemania      1055-1057
Esteban IX (X)         Lorena (Francia)     1057-1058
Nicolás II       Borgoña (Francia)   1059-1061
Alejandro II   Milán (Italia)  1061-1073
S.Gregorio VII          Toscana (Italia)        1073-1085
B. Víctor III     Benevento (Italia)    1086-1087
B. Urbano II  Francia          1088-1099
Pascual II      Ravena (Italia)         1099-1118
Gelasio II       Gaeta (Italia) 1118-1119
Calixto II        Borgoña (Francia)   1119-1124
Honorio II      Ímola (Italia)  1124-1130
Inocencio II   Roma (Italia) 1130-1143
Celestino II   Umbría (Italia)          1143-1144
Lucio II           Bolonia (Italia)         1144-1145
B. Eugenio III           Pisa (Italia)    1145-1153
Anastasio IV Roma (Italia) 1153-1154
Adriano IV     Inglaterra       1154-1159
Alejandro III  Siena (Italia) 1159-1181
Lucio III          Lucca (Italia) 1181-1185
Urbano III      Milán (Italia)  1185-1187
Gregorio VIII Benevento (Italia)    1187
Clemente III  Roma (Italia) 1187-1191
Celestino III  Roma (Italia) 1191-1198
Inocencio III  Roma (Italia) 1198-1216
Honorio III     Roma (Italia) 1216-1227
Gregorio IX   Anagni (Italia)          1227-1241
Celestino IV  Milán (Italia)  1241
Inocencio IV Génova (Italia)         1243-1254
Alejandro IV  Roma (Italia) 1254-1261
Urbano IV     Francia          1261-1264
Clemente IV Francia          1265-1268
B. Gregorio X           Piacenza (Italia)      1271-1276
B. Inocencio V         Saboya          1276
Adriano V      Génova (Italia)         1276
Juan XXI       Lisboa (Portugal)     1276-1277
Nicolás III      Roma (Italia) 1277-1280
Martín IV        Francia          1281-1285
Honorio IV    Roma (Italia) 1285-1287
Nicolás IV     Áscoli (Italia) 1288-1292
S.Celestino V           Molisse (Italia)          1294
Bonifacio VIII           Anagni (Italia)          1294-1303
B. Benedicto XI        Treviso (Italia)          1303-1304
Clemente V  Francia          1305-1314
Juan XXII      Francia          1316-1334
Benedicto XII           Francia          1334-1342
Clemente VI Francia          1342-1352
Inocencio VI Francia          1352-1362
B. Urbano V  Francia          1362-1370
Gregorio XI   Francia          1370-1378
Urbano VI     Nápoles (Italia)        1378-1389
Bonifacio IX  Nápoles (Italia)        1389-1404
Inocencio VII            Sulmona (Italia)       1404-1406
Gregorio XII  Venecia (Italia)        1406-1415
Martín V         Roma (Italia) 1417-1431
Eugenio IV   Venecia (Italia)        1431-1447
Nicolás V      Sarzana (Italia)        1447-1455
Calixto III       Játiva (España)       1455-1458
Pío II   Siena (Italia) 1458-1464
Pablo II          Venecia (Italia)        1464-1471
Sixto IV          Savona (Italia)         1471-1484
Inocencio VIII           Génova (Italia)         1484-1492
Alejandro VI  Játiva (España)       1492-1503
Pío III  Siena (Italia) 1503
Julio II            Savona (Italia)         1503-1513
León X           Florencia (Italia)      1513-1521
Adriano VI     Utrech (Holanda)    1522-1523
Clemente VII            Florencia (Italia)      1523-1534
Pablo III         Roma (Italia) 1534-1549
Julio III           Roma (Italia) 1550-1555
Marcelo II      Lazio (Italia)  1555
Pablo IV        Nápoles (Italia)        1555-1559
Pío IV Milán (Italia)  1559-1565
S. Pío V         Alessandría (Italia)  1566-1572
Gregorio XIII Bolonia (Italia)         1572-1585
Sixto V           Áncona (Italia)         1585-1590
Urbano VII    Roma (Italia) 1590
Gregorio XIV Cremona (Italia)       1590-1591
Inocencio IX Bolonia (Italia)         1591
Clemente VIII           Florencia (Italia)      1592-1605
León XI          Florencia (Italia)      1605
Pablo V         Roma (Italia) 1605-1621
Gregorio XV  Bolonia (Italia)         1621-1623
Urbano VIII   Florencia (Italia)      1623-1644
Inocencio X  Roma (Italia) 1644-1655
Alejandro VII Siena (Italia) 1655-1667
Clemente IX Pistoia (Italia)           1667-1669
Clemente X  Roma (Italia) 1670-1676
B. Inocencio XI        Como (Italia) 1676-1689
Alejandro VIII           Venecia (Italia)        1689-1691
Inocencio XII            Spinazola (Italia)     1691-1700
Clemente XI Urbino (Italia)           1700-1721
Inocencio XIII           Roma (Italia) 1721-1724
Benedicto XIII          Bari (Italia)    1724-1730
Clemente XII            Florencia (Italia)      1730-1740
Benedicto XIV          Bolonia (Italia)         1740-1758
Clemente XIII           Venecia (Italia)        1758-1769
Clemente XIV          Rímini (Italia)            1769-1774
Pío VI Cesena (Italia)         1775-1799
Pío VII            Cesena (Italia)         1800-1823
León XII         Spoleto (Italia)          1823-1829
Pío VIII           Áncona (Italia)         1829-1830
Gregorio XVI Belluno (Italia)         1831-1846
B. Pío IX        Senigallia (Italia)     1846-1878
León XIII        Carpineto romano (Italia)   1878-1903
S. Pío X         Treviso (Italia)          1903-1914
Benedicto XV           Génova (Italia)         1914-1922
Pío XI Milán (Italia)  1922-1939
Pío XII            Roma (Italia) 1939-1958
B. Juan XXIII            Bérgamo (Italia)       1958-1963
Pablo VI        Brescia (Italia)          1963-1978
Juan Pablo I Belluno (Italia)         1978
B. Juan Pablo II       Wadowice (Polonia)           1978-2005
Benedicto XVI          Marktl am Inn (Alemania)  2005-2013
Francisco      Buenos Aires (Argentina) 2013-

Total: 266


Fuente: Anuario Pontificio

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