Benedicto XVI como nadie lo ha visto
nunca antes
SANDRO MAGISTER
Infovaticana,
18 AGOSTO, 2015
Tras más de dos
años de reinado de Francisco, tal vez el Papa más alabado universalmente de la
historia, en el lejano Japón ha salido un libro importante que hace un retrato
no de él, sino -¡sorpresa!- de su humilde y maltratado predecesor.
Precisamente Japón, por historia y por cultura, es un
país lejano a Europa y más aún de esa Europa cristiana que el autor del libro
individua como la clave de comprensión del pontificado de Benedicto XVI,
proclamándolo desde el título, en latín: “Renovatio Europae Christianae”.
Y sin embargo, este punto de observación tan lejano
hace que el libro sea original. Benedicto XVI ha recibido un ejemplar de
regalo, ha leído la amplia síntesis que el mismo autor le ha preparado en
alemán y lo he encontrado “sorprendente” y nuevo porque no ha sido ideado ni
escrito “desde el interior de la comunidad de fe como tampoco desde la
perspectiva de mis adversarios; sino que lo ha sido desde un tercer lugar,
desde el exterior”.
Esto es lo que el autor ha leído en la nota de
agradecimiento autógrafa que el Papa emérito le ha hecho llegar a través de la
nunciatura en Tokio.
El autor se llama Hajime Konno. Tiene 42 años, es
agnóstico, si bien desciende de una familia de fe cristiana ortodoxa. Entre
1998 y 2002 estudió historia y cultura alemana en Berlín, en la
Humboldt-Universität, y ya entonces se interesó en el “Kulturkampf” que en
Alemania dividía a la misma Iglesia católica sobre la cuestión de los
consultores para el aborto. Desde 2006 enseña filologia alemana en la
Universidad de la Prefectura de Aichi. Cuando el pontificado de Joseph
Ratzinger estaba terminando volvió a Alemania, a Múnich, para estudiar in situ
el catolicismo de Baviera, con las peregrinaciones a pie al santuario mariano
de Altötting y con las procesiones del Corpus Domini. Es autor de numerosos
ensayos, entre ellos de un libro sobre Max Weber traducido también en alemán.
Pero su obra más importante es este libro que, en aproximadamente 500 páginas,
ofrece por primera vez al público japonés un retrato razonado de Ratzinger
teólogo y Papa sobre el fondo de la historia de Europa:
[Benedictus PP.
XVI. Renovatio Europae Christianae]“, Tokyo, University of Tokyo Press, 2015.
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Síntesis:
UN INCONFORMISTA EN LA CÁTEDRA DE PEDRO
de Hajime Konno
Benedicto XVI salió a la escena de la política mundial
como cabeza de la Iglesia dotado de claros principios y de fuerte voluntad. El
nombre elegido como Papa, Benedicto, indicaba su diagnóstico pesimista de los
tiempos, es decir, su comparación entre la situación de hoy y la decadencia
tardo-romana en los tiempos de San Benito. Ya en su homilía en la vigilia de la
elección al trono pontificio, el 18 de abril de 2005, tomó claramente posición
a este respecto.
El objetivo del Papa era sobre todo la defensa y el
fortalecimiento de los fundamentos cristianos de Europa, si bien durante su
pontificado la curia se ocupó intensamente también de relaciones con países no
europeos, como por ejemplo las repúblicas socialistas de China y de Vietnam.
Benedicto no tenía la intención de someterse a las modas y de limitarse a
gobernar con diligencia: quería decidir qué había que cambiar y qué no, siempre
partiendo de la posición de la Iglesia e independientemente del espíritu de los
tiempos. No es en absoluto verdad que se había dedicado sólo al antimodernismo;
su intención, simplemente, era preservar los elementos que consideraba
necesarios para la Iglesia, prescindiendo del hecho de que fueran modernos o
pre-modernos. Eliminó la tiara papal del escudo pontificio, renunció al título
de “patriarca de Occidente”, se enfrentó con pasión a los problemas
ambientales.
Y ha sido, sobre todo, el Papa del “logos”: con la
fuerza de sus palabras, su arma más poderosa, ha combatido por la Europa
cristiana. Ha abierto la Iglesia a los medios de comunicación más recientes,
incluidos YouTube y Twitter, ha rehabilitado el latín y la misa tridentina, ha
extendido la mano a la Fraternidad San Pío X, ha consolidado la liturgia como
actualización solemne de los misterios, ha situado la eucaristía en el centro
de la vida cristiana, ha impulsado la administración de la comunión en la boca
y no ha tenido miedo, incluso después del tan criticado discurso de Ratisbona,
de tocar el tema de la violencia de los islamistas radicales.
Como interlocutores en el movimiento ecuménico el Papa
Benedicto XVI ha elegido con cuidado Iglesias como la ortodoxa y la anglicana,
estableciendo buenos contactos con ambas, incluso invitando a los conservadores
anglicanos disidentes a unirse a la Iglesia católica. El punto culminante de la
amistad entre católicos y ortodoxos fue el encuentro con el patriarca ecuménico
de Constantinopla. Benedicto XVI ha visitado además Gran Bretaña, donde se
reunió tanto con la reina Isabel II como con el arzobispo de Canterbury, Rowan
Williams, beatificando en Glasgow al cardenal John Henry Newman. No fue posible
organizar un viaje a Rusia, a pesar de las buenas relaciones de Benedicto con
el patriarca de Moscú, Cirilo I, desde los tiempos en que éste era
metropolitano de Smolensk y Kaliningrado. A pesar de que en la época del
concilio Ratzinger se comprometió en una valoración positiva del
protestantesimo, el Papa Benedicto XVI ha mantenido las distancias con las
“comunidades eclesiales” de la reforma.
Los progresistas tanto dentro como fuera de la Iglesia
católica no le reconocieron la facultad de actuar autónomamente más allá del
espíritu del tiempo. En estos ambientes, un pontífice que tenía como máxima
“cooperatores veritatis” parecía un príncipe de la Iglesia arrogante,
insoportable. Intentaron por todos los medios producir una imagen negativa del
Papa y exultaron con su inesperada renuncia. Entre los medios empleados tuvo un
papel importante el antigermanismo. El método de estigmatizar a Ratzinger como
alemán, si bien él ha raramente puso el acento sobre su identidad alemana, se
asemeja al que utiliza al antisemitismo cuando incluso a los judíos convertidos
se les sigue lanzando la acusación de ser judíos.
En Alemania, su tierra natal, el Papa Benedicto XVI ha
sido siempre discutido. Por un lado su elección fue una especie de golpe
liberador. El hecho de que un alemán hubiera sido elegido Papa y, por lo tanto,
por así decirlo, suma autoridad espiritual de Occidente, era de por sí
sensacional. Los tabloides ingleses como “The Sun” no pudieron evitar los
titulares burlones (“From Hitler Youth to… Papa Ratzi”). Benedicto reaccionó a
todo esto poniendo en evidencia su patriotismo bávaro, y no el alemán, y
visitando el 28 de mayo de 2006 el antiguo campo de concentración de
Auschwitz-Birkenau. Sin embargo, al mismo tiempo subrayó la importancia de
Alemania. Los progresistas intentaron todo lo que estuvo en su mano para
resaltar los problemas de los abusos sexuales y de la Fraternidad San Pío X con
el fin de debilitar la autoridad del Papa. Los católicos conservadores
alemanes, como por ejemplo los que se habían reunido en la iniciativa
“Deutschland pro Papa” o en el “Forum Deutscher Katholiken”, se encontraron
desarmados ante el clima marcadamente anticlerical que reinaba en la opinión
pública alemana.
Si bien Benedicto XVI no tenía intención de hacerlo
expresamente, el caso es que de hecho puso en discusión el dominio de los
valores modernos. En el contexto de su crítica al marxismo, él apoyaba la
democracia parlamentaria occidental, pero su alinearse en favor de la
democracia no era en absoluto algo incondicional. Rechazó con decisión
introducirla en la Iglesia, ordenada de manera jerárquica. Miraba con
escepticismo también a la demoscopia. Su distanciamiento de la voluntad popular
no se explica sólo con la experiencia que él vivió en los años sesenta con el
movimento estudiantil, sino que está radicado en él desde el momento en que
tomó las distancias del nacionalsocialismo, que en su época estaba acompañado
por los atronadores aplausos de la mayoría de la población. Además, no
compartía la valoración optimista del hombre actual y de los progresos de la
sociedad.
Su actitud estaba enmarcada dentro del conservadurismo
social cristiano. El aprecio por la familia y el matrimonio heterosexual estaba
en contradicción con el actual multiplicarse de los modelos de familia. El
énfasis puesto sobre el papel del cristianismo como base pre-política de la democracia
liberal se revolvía contra el secularismo. Benedicto desaprobaba la crítica al
eurocentrismo y confirmaba el carácter cristiano de Europa tomando posiciones y
actuando como paladín activo de la antigua cultura europea contra las oleadas
de la globalización no sólo en las cuestiones políticas, sino también y sobre
todo en las culturales.
El Papa Benedicto XVI ha sido un inconformista en la
cátedra de Pedro. Cuando desde el sillón dorado impartía la bendición en latín,
excomulgaba a los disidentes, mantenía unida a la Iglesia universal y afirmaba
la unicidad de la fe católica, mostraba de hecho su lado autoritario. No
sorprende que sus detractores, como Leonardo Boff o Johann Baptist Metz, le
criticaran. Sin embargo, la cuestión se ve distinta si discernimos la situación
en la que se encuentra la Iglesia. Si se mira la posición de dominio de los
valores modernos, la Iglesia católica es una minoría oprimida mientras que sus
críticos en cambio pertenecen a la mayoría, por lo que la actitud autoritaria de
Ratzinger era una reacción a la situación vigente.
De todas formas, el espíritu combativo ha sido sólo un
aspecto de Joseph Ratzinger. Aunque protegiéndose, en un cierto sentido, contra
los que le criticaban, no ha perdido nunca la disponibilidad al diálogo. Así,
también su crítico más aguerrido, Hans Küng, fue acogido amigablemente en
Castel Gandolfo. En sus encíclicas el Papa Benedicto XVI ha tratado
repetidamente temas como el “amor” y la “esperanza”. Sustancialmente ha sido
siempre un patriota bávaro con un perenne entusiasmo en el corazón por la
procesión del Corpus Domini. En este sentido se parece al príncipe de la
antigua China Lan Ling Wang (Gao Changgong): si bien en el campo de batalla él
luchaba llevando puesta una máscara del diablo, los rasgos del rostro que ésta
escondían eran delicados.
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Traducción en español de Helena Faccia Serrano, Alcalá
de Henares, España.
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