En Paraguay,
al término de la 196ª asamblea de la Conferencia Episcopal
del País, los obispos dirigieron una carta pastoral en la cual afirman -entre
otros puntos- que la corrupción, la injusticia y la impunidad en el mundo
político, social y económico debilitan la fe y las ganas de trabajar por el
bien común.
CARTA
PASTORAL
EL
AÑO DE LA FE RENUEVA
A LAS FAMILIAS Y A LA IGLESIA
"Los
Apóstoles dijeron al Señor: auméntanos la fe" (Lc 17,5)
Los Obispos, reunidos
en la 196ª Asamblea Plenaria Ordinaria, nos asociamos al júbilo de la Iglesia Universal
al acoger el Año de la fe, propuesto por el Santo Padre Benedicto XVI. Después
de compartir juntos nuestra reflexión, queremos dirigirles una Carta pastoral
que deberá dar un gran impulso a la Nueva Evangelización,
abundantes gracias y numerosas vocaciones a nuestra Iglesia al servicio del Pueblo
de Dios.
Con la promulgación
de este Año el Santo Padre quiere poner al centro de la atención eclesial lo
más importante: el encuentro con Jesucristo y la belleza de la fe en Él. El Año
de la fe desea contribuir a una renovada conversión al Señor Jesús y al
redescubrimiento de la fe, de modo que todos los miembros de la Iglesia sean para el mundo
actual testigos gozosos y convincentes del Señor resucitado, capaces de señalar
la "puerta de la fe" a tantos que están en búsqueda de la verdad.
"La puerta de la fe" (cfr. He 14, 27), que introduce en la vida de
comunión con Dios y permite la entrada en su Iglesia, está siempre abierta para
nosotros" (Benedicto XVI, Carta Apostólica Porta Fidei, 1).
I. NUESTRA REALIDAD
PASTORAL
Este Año de gracia es
para nosotros Pastores, herederos de la fe apostólica recibida mediante el
Orden Sagrado, una apasionante vocación que a su vez, en este gozoso tiempo,
podemos cumplir la misión dada por el mandato de Jesucristo "Vayan, pues,
y consíganme discípulos de todas las naciones" (Mt 28,19).
La evangelización,
con el anuncio de Jesucristo y la implantación de la Iglesia, con su rica
expresión de fe y también de religiosidad popular, ha acompañado la vida de
nuestro pueblo. La luz de la fe ha sido el faro potente que da unidad y sentido
espiritual a la
Nación Paraguaya, desde sus inicios hasta el presente.
Mencionamos algunas
experiencias que van modelando la vida de las familias y de las comunidades.
Son los aspectos esperanzadores de la fe manifestada en la vida cotidiana, con
sus luces y sombras.
El conocimiento y el
acceso a la Sagrada
Escritura permiten que miles de personas, en los fines de
semana se acerquen a los Retiros Espirituales, alimentando la fe en Jesucristo,
a partir de la Palabra
de Dios, realizando la conversión personal y acercándose a los sacramentos de la Reconciliación y de
la Eucaristía.
La Misión Continental Permanente con el programa misionero de visita casa
por casa, está imprimiendo en las familias misioneras y en los sacerdotes un
impacto espiritual impresionante.
En muchas comunidades
y familias, se constatan algunas señales claras que la evangelización está
desarrollando una fe más madura e integral como, por ejemplo, la iluminación
cada vez más fuerte de la
Sagrada Escritura, la atención esmerada a la Iniciación Cristiana
mediante la catequesis familiar, la dedicación a la liturgia, el cuidado de los
templos, el fomento de los grupos corales y litúrgicos, la pastoral social al
servicio de los más pobres.
La presencia en la Iglesia de muchos jóvenes,
tanto en los grupos y comunidades juveniles como en los seminarios y casas de
consagrados religiosos; el protagonismo pastoral de las familias organizadas en
la pastoral familiar, los movimientos laicales apostólicos, las comunidades
eclesiales de base (Ceb´s) van renovando decididamente la vida cristiana en las
parroquias y en las diócesis.
No faltan, sin
embargo, los obstáculos en la educación a la fe. Los encontramos tanto al
interior como al exterior de nuestra Iglesia.
Notamos algunos
obstáculos:
Que a los Apóstoles y
santos no les fue fácil el seguimiento del Señor. Las dudas, los temores y las
infidelidades no han sido obstáculo para el crecimiento de la fe ("si
hemos sido infieles Él permanece fiel" Cfr. 2Tim 2,13).
En muchas personas,
niños, jóvenes y adultos de nuestro pueblo vemos el ´rostro del Señor´; lo
reconocemos en el dolor de mucha gente defraudada por la justicia, agobiada por
la pobreza y manipulada por la corrupción; sentimos su presencia en la familia
de cada hogar paraguayo; notamos su existencia real en los acontecimientos y
encuentros realizados en torno a la
Palabra de Dios y a la Santa Eucaristía,
como comunidad de fe; notamos su presencia en los acontecimientos de nuestra
sociedad paraguaya, sobre todo, en las veces que movidos por su Palabra,
amparados y guiados por la
Santísima Virgen María, tratamos de realizar lo que Ella nos
propone: "hagan lo que Él les diga" (Jn 2, 5 ).
Todos somos
conscientes de los problemas y desafíos que debe afrontar hoy la fe y sentimos
más que nunca la actualidad de la pregunta de Jesús: "Cuando venga el Hijo
del hombre, ¿encontrará esta fe en la tierra? (Lc 18, 8). Por ello, si la fe no
se renueva y fortalece, convirtiéndose en una convicción profunda y una fuerza
real gracias al encuentro personal con Jesucristo, todas las demás reformas y
cambio de estructuras serán ineficaces.
Nos preocupa la
debilidad de nuestra evangelización en la iniciación cristiana, debido a una
catequesis superficial y muchas veces sólo para la recepción de los
sacramentos, desunida de la liturgia comunitaria dominical y que debe crear la
mentalidad de promover en la sociedad la justicia y la paz.
Vemos la fuerte
tendencia, en muchos católicos, de la pereza espiritual que rechaza la educación
en y a la fe, al demostrar poco interés en la formación doctrinal, integral y
comunitaria a lo largo de toda la vida.
Una amenaza
permanente es la separación entre fe y vida, puesto que se constata poca
incidencia de la fe cristiana en el mejoramiento de nuestra realidad social,
política y cultural.
Es un serio problema
la escasez sacerdotal: el número de seminaristas no es suficiente aún y la
falta de sacerdotes es alarmante para cubrir las necesidades del país y de
lugares de primera evangelización. Las familias cristianas aún no promueven
suficientemente en su mismo seno la vocación consagrada religiosa y la vocación
sacerdotal.
Constatamos también
que un gran porcentaje de la población católica no participa en la celebración
dominical, no accede a la lectura y meditación de la Sagrada Escritura,
ni practica la oración familiar. Pocos son también los que se acercan al
sacramento de la reconciliación frecuente.
Las familias
cristianas no pueden acceder a la educación religiosa de sus hijos en las
instituciones públicas por un claro laicismo que discrimina a quienes así lo
requieran. La separación entre Iglesia y Estado no es motivo para que la
enseñanza religiosa de nuestras familias deje de cultivarse en los centros
escolares estatales. Los padres de familia en sus Asociaciones educativas
deberán plantear el derecho de la educación religiosa de sus hijos en centros
públicos.
Entre otros
obstáculos externos, notamos también:
La realidad del
relativismo globalizado con mayor fuerza prescinde de Dios y combate la
religión cristiana, impide la verdad, al afirmar que "todo es
relativo" según lo que le conviene a uno mismo; el consumismo y el
hedonismo y el neoliberalismo, crean una mentalidad materialista y egoísta, que
dan poca cabida a la fe cristiana, y generan mayor inequidad social.
La corrupción, la
injusticia y la impunidad en el mundo político, social y económico debilitan la
fe y las ganas auténticas de trabajar por el Bien Común.
La ideología de
género pretende destruir la ecología de la persona humana.
Tomamos conciencia de
la presencia de las sectas que abundan cada vez más, y que son un peligro por
desviar la fe católica. Por eso el católico debe participar activamente en su
comunidad católica y no en las sectas.
Hay padres católicos
que al enviar a sus hijos a las escuelas de iglesias separadas o de sectas,
exponen a sus hijos a la pérdida de la fe católica. Por ello, los padres deben
intensificar en el hogar la formación católica de esos hijos.
La masonería, al no
reconocer la divinidad de Jesucristo, ofrece engañosamente un atractivo de
filosofía mezclada con una filantropía que contradice la fe cristiana. Por
tanto, ningún católico puede formar parte de la masonería.
II. NUESTRA REFLEXIÓN
SOBRE EL AÑO DE LA FE Y
SU INCIDENCIA ECLESIAL
Cuando los Apóstoles
piden al Señor que les aumente la fe (Cfr. Lc 17,5) están reconociendo por una
parte, su fragilidad humana y por otra, claman por aquella fuerza divina que
les motive a aceptar la persona, palabra, obra y vida de Jesús como Hijo de
Dios y único Salvador de la historia.
En este apartado de la Carta Pastoral
queremos subrayar la importancia del Concilio Vaticano II, del Catecismo de la Iglesia Católica
y expresiones del Mensaje final de los Obispos en el Sínodo sobre la nueva
evangelización para la transmisión de la fe (Roma, octubre de 2012).
Es necesario
reconocer que las enseñanzas que nos ha dejado aquel riquísimo Concilio
Vaticano II (1962-1965) no pierden su valor ni su esplendor, a pesar del paso
del tiempo. Esas enseñanzas nos han servido como una brújula evangélica, como
una verdadera estrella de Belén que ha orientado la vida de nuestra Iglesia en
los tiempos actuales; ese gran Concilio fue la concreción de una gran fuerza de
renovación necesaria de la
Iglesia para no quedarse rezagada ante la realidad siempre
cambiante.
De ahí la importancia de volver a estudiar y considerar los cuatro
grandes Documentos del Vaticano II (Dei Verbum, Gaudium et Spes, Lumen Gentium
y Sacrosanctum Concilium) así como los cuatro aspectos principales del
Catecismo de la Iglesia
(Credo, Liturgia, Moral y Oración) y el Compendio de la Doctrina Social de
la Iglesia.
Por eso instamos a
todos los miembros de la
Iglesia: sacerdotes, diáconos, religiosos y religiosas,
laicos y laicas a releer y estudiar esos documentos para sacar su savia
trascendental para el bien de nuestra Iglesia aquí en el Paraguay.
Del Catecismo de la Iglesia Católica
compartimos el concepto de la fe que nos ayudará a comprender mejor el misterio
de la revelación del amor de Dios en su Hijo Jesucristo. Al respecto nos
afirma:
El significado de la
fe: "La fe es la virtud teologal por la que creemos en Dios y en todo lo
que El nos ha dicho y revelado, y que la Santa Iglesia nos
propone, porque El es la verdad misma. Por la fe ´el hombre se entrega entera y
libremente a Dios´ (DV 5). Por eso el creyente se esfuerza por conocer y hacer
la voluntad de Dios. ´El justo vivirá por la fe´ (Rm 1, 17). La fe viva ´actúa
por la caridad" (Ga 5, 6) (n. 1814).
La fe y las obras:
"la fe sin obras está muerta" (St 2, 26): privada de la esperanza y
de la caridad, la fe no une plenamente el fiel a Cristo ni hace de él un
miembro vivo de su Cuerpo" (1815).
La fe y la
transmisión de la fe: "El discípulo de Cristo no debe sólo guardar la fe y
vivir de ella sino también profesarla, testimoniarla con firmeza y difundirla:
´Todos vivan preparados para confesar a Cristo delante de los hombres y a
seguirle por el camino de la cruz en medio de las persecuciones que nunca
faltan a la Iglesia´
(LG 42; cf DH 14). El servicio y el testimonio de la fe son requeridos para la
salvación: ´Todo aquel que se declare por mí ante los hombres, yo también me
declararé por él ante mi Padre que está en los cielos; pero a quien me niegue
ante los hombres, le negaré yo también ante mi Padre que está en los
cielos"(Mt 10, 32-33). (1816).
El Mensaje final del
Sínodo de los Obispos nos propone varios puntos de los cuales elegimos los
siguientes.
"El encuentro
personal con Jesucristo en la
Iglesia: Sentimos la exigencia de decirles, con profunda
convicción, que la fe se decide, sobre todo, en la relación que establecemos
con la persona de Jesús, que sale a nuestro encuentro. La obra de la nueva
evangelización consiste en proponer de nuevo al corazón y a la mente, sobre
todo a nosotros mismos, la belleza y la novedad perenne del encuentro con
Cristo. Les invitamos a todos a contemplar el rostro del Señor Jesucristo, a
entrar en el misterio de su existencia, entregada por nosotros hasta la cruz,
derramada como don del Padre por su resurrección de entre los muertos y
comunicada a nosotros mediante el Espíritu. En la persona de Jesús se revela el
misterio de amor de Dios Padre por la entera familia humana. Él no ha querido
dejarla a la deriva de su imposible autonomía, sino que la ha unido a sí mismo
por medio de una renovada alianza de amor" (n. 3)
Otro párrafo sobre la
conversión nos podrá ayudar a comprender que debemos dejarnos evangelizar por
el Amor de Dios manifestado en Jesucristo para evangelizar:
"Queremos
resaltar que la nueva evangelización se refiere, en primer lugar, a nosotros
mismos. En estos días, recordamos que, para poder evangelizar el mundo, la Iglesia debe, ante todo,
ponerse a la escucha de la
Palabra. La invitación a evangelizar se traduce en una
llamada a la conversión. Sentimos sinceramente el deber de convertirnos a la
potencia de Cristo, que es capaz de hacer todas las cosas nuevas, sobre todo
nuestras pobres personas. Hemos de reconocer con humildad que la miseria, las
debilidades de los discípulos de Jesús, especialmente de sus ministros, hacen
mella en la credibilidad de la misión. Somos plenamente conscientes, nosotros
los Obispos los primeros, de no poder estar nunca a la altura de la llamada del
Señor y del Evangelio que nos ha entregado para su anuncio a las gentes.
Sabemos que hemos de reconocer humildemente nuestra debilidad ante las heridas
de la historia y no dejamos de reconocer nuestros pecados personales. Estamos,
además, convencidos de que la fuerza del Espíritu del Señor puede renovar su
Iglesia y hacerla de nuevo esplendorosa si nos dejamos transformar por Él. Lo
muestra la vida de los santos, cuya memoria y el relato de sus vidas son
instrumentos privilegiados de la nueva evangelización" (n.5).
III. LAS
ORIENTACIONES PARA EL AÑO DE LA FE
La plena vigencia de la Misión Continental
Permanente en nuestro país, que aparece como el rostro actual de la Nueva Evangelización,
nos abre horizontes nuevos y estamos seguros que hará crecer a todas nuestras
comunidades y familias en el país, y en modo particular contribuirá en la
renovación de la pastoral ordinaria de las Iglesias particulares.
Continuemos la
atención pastoral a las familias, en este Trienio. Sigamos anunciando en
nuestra sociedad paraguaya, los principios fundamentales del Evangelio de la Familia, fundada ésta
sobre el Sacramento del matrimonio, con el fin de renovar la vida cristiana en
este santuario de la vida y esperanza de la sociedad, reafirmando su vocación
eclesial y social. Porque una de las mejores contribuciones de la familia es la
de edificar la Iglesia
y la de dar solidez de convivencia a la sociedad
Sepamos presentar
imágenes evangelizadoras que realmente impacten, inspiren y alegren de una
manera existencial, en nuestra labor evangelizadora porque, gracias a Dios,
nuestras tradiciones seculares están impregnadas por el Evangelio y el
testimonio cercano de tantos misioneros entre quienes recordamos, con especial
admiración, a San Roque González de Santa Cruz y sus compañeros mártires.
Difundamos la vida ejemplar de Chiquitunga, del Pa´i Duarte Ortellado, Mons.
Juan Sinforiano Bogarín, y de tantos otros grandes testigos de la fe en Cristo,
repitiendo con insistencia la oración de los Apóstoles: "Señor, auméntanos
la fe" (Lc 17,5). Es nuestro anhelo que, con ocasión del Año de la fe, se
manifieste la santidad de Dios en medio nuestro, y el Espíritu del Señor Jesús
suscite nuevos santos.
Queremos dar algunas
orientaciones para que todas nuestras comunidades católicas se pongan en marcha
para renovar el compromiso de la nueva evangelización en la transmisión de la
fe particularmente en las parroquias y centros educativos.
Nos comprometemos,
como Conferencia Episcopal, a difundir los documentos del Concilio Vaticano II,
el Catecismo de la
Iglesia Católica, en especial en su versión YOUCAT (para
jóvenes), y el Compendio de la Doctrina Social de la Iglesia, mediante jornadas
de estudios, retiros espirituales y cursos de formación que profundicen la fe
de nuestros agentes pastorales.
Igualmente, revisaremos nuestros textos de
Catequesis actualizándolos conforme a los documentos pontificios y al documento
de Aparecida.
Incentivemos que la fe católica esté bien presente en los grandes
problemas nacionales, sociales, económicos, políticos y culturales, por su
aportación al acompañamiento de la historia paraguaya mediante la Doctrina Social de
la Iglesia
fundada en los dos principios: la dignidad de la persona humana y la búsqueda
permanente del Bien Común.
En el Seminario Mayor
Nacional pedimos que el Catecismo de la Iglesia Católica
sea el punto de referencia para la enseñanza teológica, tanto en el
Propedéutico como en los cursos del Instituto de Teología.
Exhortamos vivamente
que en la
Universidad Católica, los Docentes - llamados a ser
"maestros de la fe" (Sapientia christiana, Proemio, IV) durante el
Año de la fe tomen iniciativas para profesar la fe, estudiarla, celebrarla,
anunciarla y purificarla, a la luz del tesoro que nos ha dejado el Concilio
Vaticano II y en particular el Catecismo de la Iglesia Católica.
Tengan todos en cuenta las orientaciones de la Iglesia sobre la identidad
católica de la
Universidad Católica (Ex corde Ecclesiae, como carta magna de
las Universidades católicas) al afirmar que "la Universidad católica
debe comprometerse, más específicamente cómo razón y fe se encuentran en la
única verdad" (n. 17).
Estimulamos que las
Escuelas Católicas, en el diálogo intercultural preserven la identidad católica
de la escuela y reconozcan el papel de la enseñanza de la religión católica
como parte integrante del mismo diálogo en el currículo académico, resaltando
la aportación del Concilio Vaticano II y del Catecismo en este tema. Exhortamos
que los Profesores Católicos, organizados en una propia Asociación, formen
parte de la Unión
Mundial de Profesores Católicos.
Exhortamos a los
fieles a conocer ampliamente esta Carta Pastoral de la CEP como nuestra mejor
adhesión a la promoción de la Misión Continental, en el Trienio de la Familia, contribuyendo
pastoralmente a la nueva evangelización y a la revisión del propio Plan
Pastoral diocesano. Invitamos a los fieles católicos a aprovechar el Año de la
fe para beneficiarse de las Indulgencias Plenarias según las orientaciones
dadas en cada Diócesis.
La pastoral de las
parroquias, de suma atención a la iniciación cristiana mediante la catequesis;
los párrocos háganse ayudar por equipos pastorales, en la preparación de la
predicación dominical; refuércense con catequistas competentes la preparación a
los sacramentos; las fiestas patronales, al asumir la religiosidad popular,
sean momentos de conversión y de anuncio claro de la fe en Jesucristo;
promuévanse las pequeñas comunidades eclesiales basadas en la "Lectura
Orante de la Palabra"
y en la solidaridad con el entorno social. Promuévase, mediante una buena
preparación el sacramento del Matrimonio.
En las parroquias
promovamos el estudio y la difusión de la fe mediante los Documentos eclesiales
arriba mencionados, juntamente con los varios subsidios destinados a las
familias, en apoyo de su vocación de "pequeñas iglesias domésticas" y
semilleros de vocaciones consagradas y sacerdotales.
Demos máxima
importancia al domingo, Día del Señor, para que todo fiel cristiano con su
familia participe de la
Eucaristía comunitaria o de la Celebraciones de la Palabra de Dios en las
capillas y centros alejados.
Organicemos las celebraciones
especiales por el "Año de la fe" en los tiempos fuertes durante el
año, favoreciendo de modo particular, el sacramento de la Reconciliación y en
el Trienio de la familia sigamos promoviendo el sacramento del Matrimonio.
Los movimientos
laicales, junto con los pastores, sean protagonistas contribuyendo con sus
carismas al testimonio, la difusión, la defensa de la fe y la comunión
eclesial. Sugerimos a las autoridades, políticos y empresarios católicos a
aunar esfuerzos para promover el desarrollo integral, la seguridad nacional y
la solución de la inequidad social.
Nos auguramos que los
jóvenes que constituyen la fuerza dinamizadora de la Iglesia sean constructoras
y forjadoras de las comunidades juveniles y transmisores de la fe a otros
jóvenes, con el entusiasmo de la esperanza y la alegría del amor que les
caracterizan.
4. CONCLUSIÓN
La finalidad de la Nueva Evangelización
es la transmisión de la fe con creatividad y audacia evangélica. Esto requiere
de una nueva sensibilidad en nuestra labor pastoral para interpretar la
voluntad de Dios manifestada en los signos de los tiempos y asistir a las
personas, familias, instituciones y sectores de nuestra sociedad paraguaya que
se han ido debilitando en su vivencia de fe por algún motivo, razón o circunstancia.
Somos conscientes de
que con Aparecida la Iglesia
toma su rumbo original, que consiste en formar discípulos y misioneros de
Cristo, condición esencial para volverse "sal de la tierra y luz del
mundo" (cf. Mt 5, 13-16). Los hombres deben descubrir a través de cada uno
de los bautizados la luz de Cristo que da plenitud y claridad de vida.
Retomemos el ecumenismo recomendado por el Concilio Vaticano II y el documento
de Aparecida.
Nuestra esperanza
puesta en el Señor Jesús, no nos hace olvidar que muchas personas, familias y
el pueblo todo, necesitan de la conversión personal, pastoral e institucional,
propuesta por los Obispos en Aparecida (2007). Necesitamos de la Nueva Evangelización
para que "nuestros pueblos tengan vida en Él" y así, la asistencia privilegiada
a la familia, la educación en la escuela, colegios y universidades, la
catequesis en las parroquias, la atención de la salud de los enfermos y a los
que adictos a la droga; la atención al mundo del trabajo, el diálogo a todos
los niveles de la sociedad, la opción preferencial por los pobres y más
necesitados, entre tantas otras realidades urgentes, sean nuestra respuesta de
fe.
Sepamos unir en la
actividad pastoral ordinaria: Misión Continental Permanente, Trienio de la Familia, Nueva Evangelización
y el Año de la fe, ya que forman parte de un misterio interconectado e
interdependiente para nuestra labor evangelizadora actual inspirado por el
Espíritu de Dios para el fortalecimiento de nuestra Iglesia.
Finalmente queremos
que este año, en todos los niveles de la Iglesia, parroquias, comunidades religiosas,
centros culturales, abramos nuestro corazón a la "Puerta de la fe" en
la adhesión al Amor del Padre, manifestado en su Hijo Jesucristo y en el
Espíritu Santo, especialmente con la oración diaria del Credo y de las
oraciones tradicionales de la familia, como el Santo Rosario.
Nos encomendamos a la
intercesión de nuestros Santos Roque González de Santa Cruz y Compañeros
Mártires, como también a la protección y bendición de la Virgen de Caacupé, Madre y
Señora de nuestro pueblo.
Religión Digital,
11-11-12