lunes, 31 de octubre de 2022

NUESTRO MAYOR TESORO ES CRISTO


 

Brújula cotidiana, 31-10-2022

 

Publicamos la meditación del cardenal Robert Sarah en el Día de la Brújula 2022, celebrado el 29 de octubre en Palazzolo sull'Oglio con la participación de unas 1000 personas.

 

“Nuestro mayor tesoro es Cristo”: Ésta declaración es la profesión de fe más profunda que puede hacer el corazón de un cristiano. Como observamos en el Evangelio, una gran multitud sigue a Jesús desde su primera aparición. Su palabra siempre tiene algo fascinante y cada uno puede encontrar en ella algo que le convenga y le denuncie ante sí mismo o ante los demás. Ayer, hoy y siempre, una gran multitud ha buscado, busca y buscará apropiarse del Señor bajo el punto de vista que más le convenga. Jesús, en cambio, que conoce el corazón del hombre, explica enseguida que quien le sigue no tiene que elegir una verdad suya, sino elegirle a Él, Persona viva, real, presente, una persona que quiere ser elegida y seguida sólo por amor.

 

El amor y nada más que el amor puede justificar una radicalidad que, de otro modo, podría parecer anormal o imposible pero que, en la totalidad que supone todo amor, el amor a Él exige de forma tan global porque nadie ni nada puede estar por encima de Él. El que ama al padre, a la madre, a la mujer, a los hijos, a los hermanos, incluso a su propia vida más que a Él, dice Jesús, no es digno de Él. Es cierto que nuestro mayor tesoro es Cristo. El cristiano no es el que ama a medias o no ama al mundo, sino el que ama con tal plenitud que el mundo es sólo uno de los muchos momentos de este amor, pero no se agota en él. Para mí nada reduce más la plenitud del amor de Cristo que hablar de celibato, que es un concepto negativo, porque indica la no realización. Hay que hablar, en cambio, de la virginidad que, si para los esposos no es física, para todos, esposos y no esposos, debe ser interior, liberadora, signo de una opción de fe que encuentra en Jesús su único Señor, su tesoro más preciso. Por supuesto, no hay que presumir de uno mismo; hay que tener la humildad diaria de medir las propias fuerzas, de hacer fructificar los talentos, de estimular los carismas, para no empezar una construcción que posteriormente sería difícil terminar.

 

Amar a Cristo y rezar para llegar a adquirir sabiduría del corazón no es suficiente. La vida debe ser el signo de estas nuevas relaciones, de esta “novedad” que trastorna la tranquila respetabilidad del hombre. Si se ama a Cristo sobre todas las cosas, en realidad hay que amar más a todos aquellos con los que Cristo se identificó: los pequeños, los pobres, los últimos. San Pablo nos da un ejemplo concreto de esta capacidad revolucionaria de Cristo, que no sólo supera todas las barreras sociales, sino que concretamente hace que el último, el esclavo fugitivo, sea amado más allá de toda expectativa. Así escribe a Filemón: “Yo, Pablo ya anciano, y además ahora preso de Cristo Jesús, te ruego en favor de mi hijo, a quien engendré entre cadenas, Onésimo, que en otro tiempo te fue inútil, pero ahora muy útil para ti y para mí. Te lo devuelvo, a éste, mi propio corazón. Yo querría retenerle conmigo para que me sirviera en tu lugar, en estas cadenas por el Evangelio; mas, sin consultarte no he querido hacer nada, para que esta buena acción tuya no fuera forzada sino voluntaria. Pues tal vez fue alejado de ti por algún tiempo, precisamente para que lo recuperaras para siempre, y no como esclavo, sino como algo mejor que un esclavo, como un hermano querido, que, siéndolo mucho para mí, ¡cuánto más lo será para ti, no sólo como amo, sino también en el Señor! Por tanto, si me tienes como algo unido a ti, acógele como a mí mismo. Y si en algo te perjudicó, o algo te debe, ponlo a mi cuenta. Yo mismo, Pablo, lo firmo con mi puño; yo te lo pagaré...” (Flm 1,9-19).

 

Hoy, la invitación de Jesús nos estimula, en primer lugar, a renovar nuestra adhesión a Él, persona verdaderamente viva y verdaderamente amada, y a no confundirlo con ningún proyecto de ideología o de sociedad cristiana, al tiempo que nos sitúa en primera línea en la defensa de toda persona humana, sobre todo de los más pequeños y los más débiles, desde el niño que se quiere abortar hasta el anciano al que se margina, o más bien al que se quiere hacer morir “dignamente” mediante la eutanasia; desde el estudiante cuya inteligencia es manipulada o contaminada por la ideología de género hasta el sacerdote que se siente frustrado y destruido porque es acusado falsamente de abusar sexualmente de menores, hasta todos aquellos hombres y mujeres que viven hoy en la dictadura del relativismo y del pensamiento único, y en la confusión doctrinal y moral, zarandeados por las olas de una sociedad decadente y anticristiana, y llevados de un lado a otro por el viento de cualquier doctrina, según el engaño de los hombres, incluso de hombres con grandes responsabilidades dentro de la Iglesia, con esa astucia que tiende a arrastrarlos al error.

 

Hoy en día, muchos hombres y mujeres, habiendo abandonado a Jesucristo, la Luz del mundo, están ahora cegados en sus mentes, alejados de la vida de Dios debido a la ignorancia que hay en ellos y a la dureza de sus corazones. Al volverse tan insensibles se han entregado al libertinaje e, insaciables, cometen toda clase de impurezas (cf. Ef 4,14-19). Los “pequeños” no son una categoría social: a menudo son anónimos, pero quienes aman a Jesús más que a su padre, a su madre, en una palabra, más que a sí mismos, son capaces de ver esos rostros porque captan en ellos los signos de una Cruz que han abrazado y los rasgos de un Rostro que llama. Y al contemplar al Padre y aprender de Él a ver y amar a las personas como Él las ve y las ama, Jesús se convierte en la Persona más querida para nosotros.

 

¿Cómo se puede hacer de Jesús la persona más querida en nuestro corazón?

“En verdad, en verdad os digo: el Hijo no puede hacer nada por su cuenta, sino lo que ve hacer al Padre: lo que hace él, eso también lo hace igualmente el Hijo. Porque el Padre quiere al Hijo y le muestra todo lo que él hace. Y le mostrará obras aún mayores que estas, para que os asombréis” (Jn 5,19). Sólo contemplando el amor del Padre por su Hijo aprendemos nosotros también a amar a Jesucristo. Escuchemos lo que dicen los Evangelios.

 

El evangelista San Juan nos dice que Dios amó tanto al mundo que envió a su Hijo único, para que todo el que crea en Él no perezca, sino que tenga vida eterna (Jn 3,16). En el Evangelio de Juan encontramos la expresión “el Hijo unigénito que está en el seno del Padre” y Mateo añade: “Éste es mi Hijo amado en quien me complazco” (Mt 3,17). Y a cada paso Jesús mismo afirma su profunda comunión con el Padre: “Yo estoy en el Padre y el Padre está en mí” (Jn 14,11); “para que sean uno, como tú, Padre, estás en mí y yo en ti” (Jn 17,21). Esto significa que Dios Padre nos ha dado el tesoro más preciado: Jesucristo, es decir, Dios mismo se ha entregado a nosotros para compartir con nosotros la vida divina. Cristo es el tesoro de la humanidad y el Maestro que nos enseña a amar de forma total. Él es el Esplendor divino que ilumina el mundo y el corazón humano.

 

Desde el año 2000 se ha abierto un nuevo siglo, un nuevo milenio a la luz de Cristo. Pero, por desgracia, no todo el mundo ve esta Luz. Por el contrario, la oscurecen, quieren extinguirla. Para muchos, incluso dentro de la Iglesia, este tesoro que es Jesucristo ya no tiene ninguna importancia. El cristianismo se sitúa al mismo nivel que otras religiones. Ya no parece haber ninguna diferencia entre Jesucristo, Mahoma y Buda. Ya no necesitamos doctrina o enseñanza moral inspirada por Dios a través de la Sagrada Escritura, la Sagrada Tradición y el Magisterio de la Iglesia. Como veis, el pecado y la apostasía silenciosa de las antiguas sociedades occidentales han oscurecido la mente de las personas más que nunca. Muchos han aceptado como verdades ideas horrendas, como elegir o cambiar de sexo, e incluso elegir identificarse con un animal, el aborto hasta el noveno mes y la eutanasia de los niños. También está el rechazo al Dios creador del hombre y el intento de crear “transhumanos” que serán físicamente más poderosos y mentalmente más inteligentes que los humanos, y capaces borrado de las sociedades post-cristianas.

 

Pero tenemos la estupenda y exigente tarea de ser su “reflejo”. Es el mysterium lunae tan apreciado en la contemplación de los Padres de la Iglesia. Es una tarea que nos hace temblar si miramos la debilidad que tantas veces nos opaca y llena de sombras. Pero es una tarea posible si, exponiéndonos a la luz de Cristo, sabemos abrirnos a la gracia que nos hace hombres nuevos. El hecho de ser bautizados, cristianos, y, por tanto, de sentirse llamados por su nombre a colaborar con Cristo en la causa del Reino, impulsa a emprender, en la propia vida, un camino no sólo de preparación que lleva a conocer mejor a Jesús, sino de experiencia de oración y de contemplación de la vida y de la conversión que permite hablar a los hombres de Aquel que se ha encontrado. No podemos ni debemos hablar de Jesucristo si no tenemos una experiencia personal con Él, si no somos capaces de decir como San Juan en su Primera Epístola: “Lo que existía desde el principio, lo que hemos oído, lo que hemos visto con nuestros ojos, lo que contemplamos y tocaron nuestras manos acerca de la Palabra de vida -pues la Vida se manifestó, y nosotros la hemos visto y damos testimonio y os anunciamos la Vida eterna, que estaba vuelta hacia el Padre y que se nos manifestó -lo que hemos visto y oído, os lo anunciamos, para que también vosotros estéis en comunión con nosotros. Y nosotros estamos en comunión con el Padre y con su Hijo Jesucristo” (1 Juan 1,1-3).

 

La vida cristiana, y más aún la del sacerdote, debe ser un reflejo de la luz de Cristo, para que su mensaje no sea un sinsentido de palabras huecas. Es esclarecedor lo que dice el Papa Juan Pablo II en su Carta Apostólica Nuovo Millennio Ineunte: “Nuestro testimonio sería insoportablemente pobre si no fuéramos los primeros contempladores de su rostro. Y la contemplación del rostro de Cristo no puede sino inspirarse en lo que la Sagrada Escritura nos dice de Él, que está, de cabo a rabo, atravesada por su misterio, oscuramente señalado en el Antiguo Testamento, plenamente revelado en el Nuevo, hasta el punto de que San Jerónimo declara enérgicamente: ‘La ignorancia de las Escrituras es la ignorancia de Cristo mismo’. Permaneciendo anclados en la Escritura, nos abrimos a la acción del Espíritu (cf. Jn 15,26), que está en el origen de esos escritos, y junto con el testimonio de los Apóstoles (cf. ibíd., 27), que tuvieron una experiencia viva de Cristo, Palabra de vida, lo vieron con sus ojos, lo oyeron con sus oídos, lo tocaron con sus manos (cf. 1 Jn 1,1). Lo que nos llega a través de ellos es una visión de fe, apoyada en un testimonio histórico preciso: un testimonio veraz, que los Evangelios, incluso en su compleja redacción y con una intención primordialmente catequética, nos entregan de manera plenamente fiable” (NMI,nn.16-17).

 

Vivir todo el misterio de Cristo, desde la Encarnación hasta la Pasión, Muerte, Resurrección y la Ascensión gloriosa, tal como lo presentan los Evangelios, es una fuerte exigencia para la vida de todo cristiano; es decir, caminar con la mirada fija en el Señor, en el rostro encarnado de Cristo que es el fundamento y el centro de la historia, Él es su sentido y su meta última. En efecto, por medio de Él, Verbo e imagen del Padre, todo fue hecho (Jn 1,3; Col 1,15). Es Cristo en su vida oculta con María y José en la pequeña aldea de Nazaret, en su ministerio vivido junto a sus discípulos, en su obra salvadora concluida en la cruz, en la resurrección y en el don del Espíritu Santo. Un misterio que hay que meditar y profundizar cada vez más, y un mensaje que hay que asumir en la propia vida. Movidos por esta fuerza evangélica y transformados por este encuentro, como los discípulos que, habiendo visto y oído, no pudieron callar y se sintieron impulsados a anunciar a Cristo al mundo entero, así también los apóstoles de hoy, arraigados en la contemplación silenciosa y en la oración, meditando el misterio de Cristo, fundamento absoluto y meta única de toda vida cristiana, buscarán ser antes que hacer, contemplar y amar antes de anunciar a Cristo y su Evangelio con fuerza y alegría.

 

En el encuentro contemplativo, silencioso y orante con Cristo se desarrolla y madura el don de la fe, que conduce al conocimiento más verdadero, unitivo y coherente del misterio del Verbo hecho carne para habitar en medio de su pueblo. Sólo a través de la fe, como dice el Papa Juan Pablo II, se puede llegar a Jesús y contemplar su rostro, amarlo, adherirse a su misterio para participar en su misma vida. El amor es el fundamento sobre el que se asienta la llamada a la santidad y la labor evangelizadora del mundo. Pero el amor no puede crecer si no está sostenido por la fuerza de la fe, un don que lleva al discípulo a la confianza, al abandono en Dios y a la renuncia personal. Movido por la fe, el apóstol aprende a no confiar en sí mismo y se deja guiar mansamente por el Espíritu Santo, por la Palabra de Dios que ha escuchado y meditado, por la divina Providencia. La fe se convierte en la fuente que alimenta y sostiene la llamada a la santidad y a la evangelización, amplía la dimensión de la misión en el deseo de abarcar todo el mundo, excluye las preferencias de las personas, lleva a las obras, especialmente a la caridad y al compromiso misionero.

 

Pero “¿encontrará el Hijo del Hombre, cuando venga, fe en la tierra?” (Lc 18,8). ¡Una cuestión crucial y trágica! Desgraciadamente, es fácil que caigamos en la desconfianza, en la incredulidad, que nos dejemos abrumar por las cosas materiales de este mundo, por nuestras angustias, por nuestra seguridad, y que nos olvidemos de Dios, de la oración, que es la manifestación segura de nuestra fe. Sin embargo, la fe, un don del Padre, la gratitud del hombre, debe seguir creciendo, hacerse más fuerte, llegar a ser como un árbol bien enraizado que no teme las tormentas de la vida. Para ello, debe alimentarse de la palabra, el amor y la oración, es más, como dice Bonhoeffer, “la lectura de la Palabra nos impulsa a la oración”. Y la oración hace crecer en nosotros la fe y el amor por lo que más apreciamos: Jesucristo.

DÉCIMAS JORNADAS SOCIALES

 

 y presentación del Instituto de DSI "Enrique Shaw"

 

Afica, 25 DE OCTUBRE, 2022

 

El Vicerrectorado de Formación, el Departamento de Formación Humanístico-Cristiana y la Cátedra de Doctrina Social de la Iglesia de la Universidad del Norte Santo Tomás de Aquino (Unsta) llevarán a cabo los días 26 y 27 de octubre en Tucumán las X Jornadas Sociales y harán la presentación del Instituto para la Doctrina Social de la Iglesia “Enrique Shaw”.

 

Se trata de una nueva edición de un encuentro que se realiza ininterrumpidamente desde 2013 y que convoca a la comunidad académica de la Unsta y a un variado público de instituciones eclesiales, como parroquias, movimientos de Iglesia y también de organizaciones no gubernamentales y del Estado.

 

En esta ocasión, recogiendo el trabajo del año académico 2022, las jornadas tienen como uno de sus ejes convocantes el Catecismo de la Iglesia Católica, de cuya publicación se cumplen 30 años; por lo que se ha querido reflexionar –destacan en la convocatoria-  “acerca de sus enseñanzas ligadas a las materias sociales, que constituyen el fundamento doctrinal de otros textos magisteriales como los documentos pontificios o episcopales y de los tratadistas que estudian y difunden la Doctrina Social de la Iglesia”.

 

Las X Jornadas Sociales son también la ocasión propicia –subrayan los organizadores- para la presentación pública del Instituto para la Doctrina Social de la Iglesia de la Unsta, puesto bajo el patronazgo del laico argentino Enrique Shaw, “modelo de virtudes cristianas y ejemplo de seglar inserto en el mundo, para dar su testimonio cristiano”.

 

El primer día del encuentro, reunido en torno al tema: “El mensaje social del Evangelio en el Catecismo de la Iglesia Católica: 1992-2022”, tras la apertura del acto a cargo de la directora del Departamento de Formación Humanística-Cristiana, licenciada Fátima Salas de Cruz, tendrá lugar la conferencia  de monseñor Armando José María Rossi OP, obispo emérito de Concepción, sobre “El magisterio social de la Iglesia”. Posteriormente se desarrollará el panel sobre “Perspectivas sociales del Catecismo de la Iglesia Católica”, a cargo de docentes de la asignatura DSI: Carlos Prado (“La ley natural como fuente de la Doctrina Social de la Iglesia”), Belén Lucero (“Autoridad y participación. El liderazgo social en el Catecismo de la Iglesia Católica”) y Carlos Castillo (“Los laicos constructores del bien común, en el Catecismo”). La jornada va a cerrarse con la entrega de los Diplomas a las mejores ponencias de los alumnos.

 

El día jueves 27 de octubre tendrá lugar la segunda parte de las X Jornadas Sociales, convocada para la apertura formal del Instituto para la Doctrina Social de la Iglesia “Enrique Shaw”, que comenzará con una clase inaugural a cargo del doctor Ricardo von Büren, director del Instituto, que expondrá el tema: “Estudiar y encarnar la Doctrina Social de la Iglesia en nuestro tiempo: el testimonio de Enrique Shaw”. 

Seguidamente se dará paso a la conferencia a cargo del licenciado Fernán de Elizalde, postulador de la Causa de Canonización de Enrique Shaw, quien hablará sobre “La vida y obra de Enrique Shaw y el proceso canónico para su beatificación”.

viernes, 28 de octubre de 2022

CARDENAL MÜLLER

 

 «Los obispos no pueden reinterpretar la fe revelada a su gusto»


Por Javier Arias

 

Infovaticana | 28 octubre, 2022

 

 

Bajo la atenta mirada del cardenal Rouco Varela y de los obispos José Ignacio Munilla y Juan Antonio Reig Pla, el cardenal Müller clausuró el Congreso en honor a Benedicto XVI organizado por el CEU.

 

A pesar de las presiones recibidas contra la organización de este Congreso, el purpurado alemán volvió a deleitar a los presentes con su sabiduría teológica.

 

El prefecto emérito de la Congregación para la Doctrina de la Fe, explicó en su ponencia que «Jesús es el reflejo de la gloria de Dios y semejanza de su ser que limpió el mundo del pecado». Así mismo, aseguró Dios reveló la naturaleza y misión de Jesús en el monte Tabor.

 

El cardenal alemán criticó al protestantismo y al propio Lutero y lamentó que hoy en día «muchos católicos olvidan que la Iglesia es un misterio de salvación».

 

Además, en referencia a la Iglesia, el cardenal Müller recordó que «no es un programa humano para establecer un paraíso en un sistema liberal-capitalista o comunista», al mismo tiempo que condenó el fascismo y el comunismo.

 

El purpurado alemán insistió en la idea que viene repitiendo últimamente con viveza de alertar sobre el pensamiento posthumanista en donde el hombre se convierte en su propio redentor olvidando a Dios.

 

Müller recordó que «la Iglesia sirve con el evangelio, los sacramentos y los obispos y es a través de la Iglesia donde Dios realiza la tarea salvífica».

 

El cardenal hizo mención a la figura de «Pedro» como unidad del colegio de los apóstoles e insistió en que «no hay pluralismo dogmático» calificándolo de «tesis anticatólicas». «El obispo de Roma es el principio y fundamento de la unidad», agregó Müller.

 

También tuvo palabras para condenar «la locura de la ideología de género» y «el estilo de vida burgués de los sacerdotes que se presentan como modernos».

 

El papel de Benedicto XVI y de la Iglesia

Sobre el papa emérito, su compatriota destacó que propuso la «desmundanización frente a la secularización» y por ello, Benedicto XVI «se convirtió en el enemigo de los que querían interpretar el Concilio Vaticano II como el proceso de secularización de la Iglesia».

 

De igual modo destacó la contribución de Ratzinger con el concepto de «minoría creativa» y puso como ejemplo la contribución de los monasterios hace varios siglos, que se convirtieron en el florecimiento del cristianismo.

 

Gerhard Müller advirtió que «los obispos no pueden reinterpretar la fe revelada a su gusto» y por tanto, «la Iglesia no es un partido político; no se basa en las ideologías de las personas sino que vive de la promesa de Dios».

 

Así mismo, mandó un recado a Roma al afirmar que los temas centrales de la Iglesia «no deberían ser el cambio climático o la política migratoria, sino el evangelio de Jesucristo».

 

Al final del Congreso, durante el coloquio con el resto de participantes, el cardenal volvió a reiterar la idea ya expresada en días atrás sobre las polémicas y erráticas posiciones de gran parte del episcopado alemán. «No quieren separarse pero quieren convertir la Iglesia a sus ideologías. Hablan mucho pero luego no se atreven», sentenció el cardenal Müller.

martes, 25 de octubre de 2022

MALVINAS

 

FUÉ UNA GUERRA JUSTA


SEGÚN LA DOCTRINA CATÓLICA


 

Panel:

Dr. Mario Meneghini

Comodoro (RE) VGM Antonio Zelaya

Coronel (RE) VGM Osvaldo Durante

 

Jueves 27 de octubre, 17,30 horas

Sala Regino Maders, Deán Funes 96

 

Organizan:

Fundación 20 de noviembre

Centro de Estudios Cívicos

 

sábado, 22 de octubre de 2022

JESUITAS Y SALESIANOS

 


 acogen a «sanadores» New Age y sus pseudoterapias en sus centros de España

 

Infocatólica, el 22.10.22

 

 

Hoy, 22 de octubre, en España: dos centros regentados por importantes órdenes religiosas acogen actividades organizadas por sendos gurús de la Nueva Era (New Age). Se trata del Centro de Espiritualidad de Loyola, que tiene la Compañía de Jesús en Azpeitia (Guipúzcoa), y de la Residencia Salesiana Martí Codolar, en la ciudad de Barcelona.

 

Son las dos muestras más recientes de una realidad cada vez más frecuente: el uso de espacios católicos por parte de sectas y grupos esotéricos y de la Nueva Era. En ambos casos, con una dimensión pseudoterapéutica importante, tal como se ha alertado a las respectivas congregaciones desde la Red Iberoamericana de Estudio de las Sectas (RIES), sin lograr que se cancelen las actividades.

 

Uno de los miembros de la RIES, Luis Santamaría, ha publicado dos artículos sobre el tema, mostrando algunos detalles de lo que predican y practican estos gurús concretos que se aprovechan hoy de la complicidad de salesianos y jesuitas: uno en Portaluz y otro en Aleteia.

 

Cabe destacar, además, que ambos “sanadores” han utilizado en ocasiones anteriores las casas religiosas en las que realizan estos días sus actividades. No puede hablarse de desconocimiento, sino de reincidencia.

 

Jesuitas de Loyola: “energía sanadora”

En el caso del Centro de Espiritualidad de Loyola, tal como explica Santamaría en Aleteia, la actividad tiene por protagonista a Eduardo Liébana, que se presenta como “sanador profesional de la Escuela Británica”.

 

Y se trata de una doble convocatoria: en primer lugar, la conferencia titulada “Jesús como sanador. Mis milagros favoritos”, de carácter abierto y gratuito, que tuvo lugar ayer, viernes 21 de octubre; y en segundo lugar, un retiro de fin de semana en las mismas instalaciones jesuíticas, de pago.

 

El lenguaje del gurú deja claras sus ideas: activación energética, despertar el ego a la esencia interior, energía sanadora, consciencia universal, activación de los 900 parámetros… Incluso muestra en su página web el procedimiento que utiliza de “sanación a distancia” desde lo que considera su “consulta” en Palencia (tal como se puede ver en la siguiente fotografía).

 

Salesianos de Barcelona: “Cuidados Egipcio-Esenios”

Por su parte, la Residencia Salesiana Martí Codolar ha sido la sede de un “taller vivencial” titulado “Desmitificar la muerte”, según detalla Luis Santamaría en Portaluz. A lo largo del día de hoy, los asistentes pueden aprender del gurú francés Bernard Rouch, que se presenta como “físico e ingeniero en telecomunicaciones”, pero sobre todo “enseñante desde hace 30 años de los Cuidados Egipcio-Esenios”.

 

Rouch explica en su página web promocional que su propuesta espiritual sintetiza elementos procedentes del hinduismo, el budismo, el cristianismo, el Antiguo Egipto y los esenios, además de las culturas azteca y maya. Así comenzó a enseñar en 1993 las llamadas “Terapias Egipcio Esenias”, a las que ahora denomina “cuidados”.

 

Su lenguaje, como en el caso anterior, no puede ser más significativo: cuerpos sutiles, vibración, energía todopoderosa, apertura de portales, recordar la esencia divina, sanaciones energéticas, cuerpo etérico, etc. A continuación puede verse su anuncio de una actividad realizada en 2015 en Barcelona.

miércoles, 19 de octubre de 2022

DEFENSORES DE LA VIDA, PERO ABORTISTAS


ideas confusas en el Vaticano

 

Riccardo Cascioli

Brújula cotidiana, 19-10-2022

 

Depuración de la Junta Directiva de las personalidades vinculadas a las raíces de la Academia Pontificia para la Vida (APV) e inserción entre los miembros ordinarios de otras personalidades que nada tienen que ver con la defensa de la vida. Así, la “nueva” Academia Pontificia para la Vida corta aún más los puentes con el pasado y crea un curioso antagonismo con el Dicasterio para los Laicos, la Familia y la Vida.

 

Los nuevos nombramientos, anunciados el 15 de octubre, causaron ruido sobre todo por la presencia entre los miembros ordinarios de la economista ítalo-estadounidense Mariana Mazzucato, definida como atea, proaborto y vinculada al Foro Económico de Davos. Pero los nombramientos más graves para el futuro de la APV son otros. Cierto, el escándalo por el nombramiento de Mazzucato es comprensible, dado el currículum de la economista; pero desde que monseñor Vincenzo Paglia asumió la dirección de la PAV, ser contrario al aborto, la a anticoncepción, a la fecundación artificial, a la eutanasia, ya no es un requisito para sentarse en el organismo creado por Juan Pablo II para defender la vida.

 

Si bien en esta nueva concepción la defensa de la vida ha ampliado los confines para abrazar ahora todo lo que tiene que ver con la vida humana -desde las migraciones hasta la defensa del medio ambiente-, prácticamente ha desaparecido el vínculo profundo que existe entre la defensa de la vida desde la concepción hasta la muerte natural y el respeto a la dignidad humana en todas las demás circunstancias de la vida. De esta manera, se hace posible el nombramiento de personalidades proaborto en la APV, en nombre de su competencia en algunos sectores específicos.

 

Los primeros nombramientos de la gestión Paglia, realizados en 2017, ya habían suscitado fuertes reacciones; ahora, con el nombramiento de Mazzucato, seguimos por el mismo camino. En este caso tenemos a una economista de renombre internacional, que además fue asesora en economía del entonces primer ministro Giuseppe Conte, muy cercana al presidente del Foro Económico de Davos (WEF, World Economic Forum); por tanto, teórica del Gran Reset al igual que de la transición ecológica (en un tuit reciente pedía un “bloqueo climático”). En sus libros y ensayos defiende con fuerza la necesidad de un Estado empresarial.

 

Al Papa Francisco le gusta por sus tesis a favor del llamado “capitalismo inclusivo” y de hecho también fue protagonista en el reciente encuentro en Asís sobre la “Economía de Francisco”, dirigiendo un seminario sobre finanzas. Pero lleva tiempo circulando en el círculo católico, tanto que también fue invitada al “Meeting” de Rímini en 2020. Por lo tanto, no es una sorpresa, dados los precedentes de otros gurús laicos y ateos que dictan la ley en el Vaticano, que a un cierto punto Mazzucato también fue enfilada en algún organismo dependiente de la Santa Sede.

 

Pero ¿por qué exactamente en la APV? ¿Qué tienen que ver una economista y los discursos sobre el capitalismo con los temas relacionados con la vida? Mazzucato también está entre los colaboradores de la Agenda 2030 de las Naciones Unidas para el desarrollo sostenible, y Monseñor Paglia evidentemente cree que sus principios sobre la economía inclusiva sean útiles en la perspectiva de señalar el camino para una redistribución de los recursos sanitarios a favor de los países pobres.

 

Sin embargo, queda la pregunta: ¿cómo es posible pensar que el derecho al aborto (un tuit de Mazzucato rechazaba la decisión de la Corte Suprema de EE. UU. que revocó Roe vs. Wade) sean compatible con políticas para la vida en sectores específicos, incluida la salud?

 

Pregunta que probablemente otros miembros de la PAV se han hecho en los últimos años, y es así como las voces más críticas contra la gestión de Paglia han desaparecido de la nueva Junta Directiva, mientras que entre los miembros ordinarios ha sido cancelado monseñor Alberto Germán Bochatey, obispo auxiliar de La Plata (Argentina). Bochatey es un gran experto en Bioética, discípulo del cardenal Elio Sgreccia que durante 14 años estuvo al frente de la PAV. Tampoco fue renovado como miembro ordinario Alain Lejeune, profesor de derecho farmacéutico, que también es fiel al legado del cardenal Sgreccia.

 

Pero volviendo a la Junta Directiva, el Papa Francisco recortó a las personalidades que en los últimos años habían impugnado la “Línea Paglia”: el profesor Adriano Pessina, director del Centro de Bioética de la Universidad Católica de Milán; y la Dra. Mónica López Barahona, presidenta de la Delegación española de la Fundación Jérôme Lejeune, además de directora de la Cátedra de Bioética en Madrid, Jérôme Lejeune. Ambas quedan como meros miembros ordinarios. En cambio, una pequeña polémica se refiere a la profesora Gabriella Gambino, profesora de Bioética en la Universidad de Tor Vergata (Roma) y subsecretaria del Dicasterio para los Laicos, la Familia y la Vida: desaparecida de la lista presentada, pero miembro de derecho de la Junta Directiva, como delegada del Dicasterio. ¿Simple olvido o hay otra cosa?

 

En todo caso, el sentido de las exclusiones es claro: sobre Monseñor Paglia, se habían quejado reiteradamente de la forma autoritaria de proceder, tomando iniciativas y posiciones no compartidas por la Junta Directiva o que la Junta desconocía. Y obviamente no compartían el nuevo rumbo y las aperturas en temas de bioética -como los recientes sobre anticoncepción, FIV y eutanasia- que trastornan los criterios de la teología moral.

 

Los nuevos nombramientos marcan, por tanto, una nueva aceleración hacia una concepción reducida de la vida y de su valor, que aleja a la Pontificia Academia para la Vida también de la línea del Dicasterio para los Laicos, la Familia y la Vida que, aun con todas sus limitaciones, mantiene un enfoque tradicional, como lo muestra el reciente documento para preparar a las parejas de novios al matrimonio. La enésima contradicción de este pontificado.

lunes, 17 de octubre de 2022

CARDENAL SARAH


 «El sacerdote no es un ser humano como los demás»

 

(Katolisch/InfoCatólica) 17-10-22

 

 En opinión de Sarah, la Iglesia se ve demasiado como una estructura externa y política. Dado que este punto de vista ambigua el papel del sacerdote, la crisis de la iglesia es una crisis sacerdotal, dijo. Hay celos y disputas entre los estamentos eclesiásticos. Los laicos intentan asumir las tareas del clero. «Está la cabeza, los brazos, los ojos, las orejas.... Si los oídos quieren hacer el papel de las piernas, el cuerpo ya no puede caminar ni oír nada. Cada uno debe estar en su lugar, en su papel, según la definición de la Iglesia, en armonía».

 

«Si nos manchamos, manchamos a la Iglesia»

 

Refiriéndose a los debates sobre la reforma de la Iglesia, Sarah hizo hincapié en la santidad de la misma. Por lo tanto, dijo, es el pueblo el que debe reformarse a sí mismo. «La Iglesia somos nosotros, tú y yo, juntos. Cuando nos contaminamos, contaminamos a la Iglesia». Todos han perjudicado a la Iglesia, «no sólo los sacerdotes acusados de pederastia».

 

Sarah citó como ejemplo particular al Papa Juan Pablo II, cuya muerte pública fue un escándalo en términos humanos. «Un Papa que babea y sólo puede hablar con dificultad no es presentable para la sociedad. Pero al hacerlo, fue crucificado con Cristo. Los clavos pasaron por las manos de Jesús como por las de Juan Pablo II. La lanza que pasó por el corazón de Jesús pasó por el corazón de Juan Pablo II». De este modo, dijo, el Papa moribundo había demostrado que el sacerdocio no consistía en «hacer cosas» o «ser útil», sino en conducir a Dios a través del sufrimiento.

sábado, 15 de octubre de 2022

DON GIUSSANI


 La “gran compañía” de la Iglesia

 

Luigi Negri


(1941-2021) ha sido arzobispo de Ferrara-Comacchio

 

Brújula cotidiana, 15-10-2022

 

Hoy se cumple el centenario del nacimiento del siervo de Dios don Luigi Giussani, fundador de Comunión y Liberación, cuyos miembros serán recibidos en audiencia por el Papa esta mañana. Confiamos su memoria a las palabras de uno de sus primeros y más cercanos alumnos, monseñor Luigi Negri, extraídas de su último libro “Con Giussani. La historia & el presente de un encuentro” (Ediciones Ares, Milán 2021).

 

Llegados a este punto, creo que es útil detenerse en un aspecto que define perfectamente la persona de Giussani: su amor a la Iglesia como pueblo de Dios y cuerpo de Cristo. La compañía, que he recordado anteriormente como una dimensión fundamental de la experiencia cristiana que Giussani supo hacer nacer y crecer, tiene un protagonista en su interior: es cada uno de nosotros, pero es algo más que nosotros, algo en lo que “nuestro nosotros” y “nuestro yo” encuentran su verdad profunda.

 

Giussani no puso el “yo” como punto de partida, ni fijó las condiciones o las circunstancias. En el Berchet, como creo haber aclarado, no empezamos con el “yo”, si por “yo” se entiende esa emergencia significativa pero provisional de nuestros propios sentimientos, nuestros propios problemas, nuestros propios proyectos. Por el contrario, el “yo” fue precisamente lo que descubrimos en la experiencia en la que nos vimos envueltos. Ni siquiera partimos de los análisis de psicólogos o sociólogos comprometidos con la descripción y explicación de la sociedad. Nadie era más consciente que Giussani del valor de las ciencias, y por eso mismo también de sus límites.

 

Por lo tanto, nunca ha basado su camino en la ciencia, en ningún tipo de ciencia; a lo sumo, ha pedido confirmación a la ciencia o ha desarrollado una dialéctica positiva a partir de ella o de las posibles objeciones que surgieran de ella, pero nunca ha tomado como “verbo” el pensamiento de ningún sociólogo o psicólogo, de ningún ilustrado o erudito de nuestro tiempo. El verdadero sujeto de esta empresa, el punto de partida de nuestra historia, es el pueblo cristiano. Giussani, comentando el Cántico de Laudes del domingo por la mañana, durante un encuentro con los universitarios de Comunión y Liberación a principios de los años 90, lo expresó admirablemente:

 

“Su victoria [la de Cristo] adquiere siempre el semblante de un pueblo que nada puede sofocar y destruir. Este es el sentido del Benedictus: el primer rostro de este pueblo a través del cual Dios domina el mundo, el rostro de ese pequeño pueblo judío. [...] Es a través de mí y de ti que Dios gana; a través de ‘mí y de ti’: ya es una empresa, ya es el comienzo de un pueblo. Cuando te casas, ¿qué es ese ‘ella y tú’, ‘él y tú’, sino el comienzo de un pueblo? Si no lo percibes como el principio de un pueblo, ya te has quedado fuera de la grandeza de aquello en lo que te estás introduciendo, estás como expulsado de aquello que intentas abrazar. ‘Guiaste con tu favor a este pueblo que redimiste’, la gran compañía, que es algo más que ‘tú y yo’: ‘tú y yo’ es Él; es Él –Él- nuestra gran compañía, ‘el lugar que Tú te has preparado para tu sede, Señor’. En ningún lugar de la tierra está tan clara esta conciencia como entre nosotros”.

 

De nuevo en la misma ocasión, reprendiendo a los universitarios por no cantar como debían, añadió: “Se trata, en todo caso, del pueblo que cantó las trompetas de Asís del Himno a los centinelas [...]: es una canción que hay que aprender bien, para evitar que la multitud falle de repente porque nadie sabe qué decir y el solista siga con su débil voz, dando una impresión bastante amarga de soledad”.

 

Y esta es una imagen extraordinaria para ayudarnos a comprender el vínculo inseparable entre el “yo” y la “gente”. El “yo” se reduce a una “voz débil” sin el coro del pueblo, y su soledad da al oyente “una impresión bastante amarga”. En cambio, en el compañerismo cristiano se valora plenamente el “yo”, ya que el pueblo y no la masa pasa a primer plano. Si la masa prevaleciera, no habría lugar para el “yo”; pero incluso sin el pueblo, el “yo” no podría ser plenamente él mismo. Sin el Bautismo, la Eucaristía, la Confirmación, la vida cristiana, la liturgia, la comunidad, el magisterio que la guía, el “yo” no podría existir plenamente como persona.

 

El protagonista de la vida de la historia es Cristo en su pueblo. Esto, desde la época de Berchet, surgía inmediatamente en cualquier cosa de la que hablara Giussani, y, no olvidemos, como he señalado más arriba, se puede y se debe hablar de todo porque la vida está hecha de todo. El protagonista de la gran compañía cristiana, en la que don Giussani está más presente que nosotros, es el pueblo de Dios, que es eterno como Dios, aunque cambien sus rostros, sus formas y sus maneras. Además, en Giussani surgió claramente la imposibilidad de reducir la comunión y la Iglesia, tanto en su conjunto como en sus formas particulares –la comunidad diocesana, el Movimiento, la familia- a un dato sociológico, psicológico, relacional.

 

En primer lugar, la Iglesia es un misterio que hay que adorar, que hay que venerar. Un misterio que es santo y divino no porque los cristianos sean impecables, sino porque está fundado por la acción del Espíritu Santo. Por ello, no puede concebirse simplemente como una estructura que hay que deconstruir porque no está en consonancia con los tiempos (y eso suponiendo que los tiempos y los cambios sean siempre positivos). De hecho, habría que entender a dónde conduce el cambio antes de afirmar su positividad. Creo que en un contexto como el actual, en el que la imagen generalizada de la Iglesia ha vuelto a ser la de una estructura que hay que adaptar a los tiempos, y por tanto deconstruir para reconstruirla según las nuevas perspectivas revolucionarias, es verdaderamente fundamental recuperar plenamente la lectura de la Iglesia como dato sacramental realizada de forma bastante oportuna por Giussani.