viernes, 29 de noviembre de 2019

El Papa autoriza decretos



para un nuevo santo y 19 beatos, entre ellos 17 mártires

Aica, 29 Nov 2019

El papa Francisco recibió el 28 de noviembre al prefecto de la Congregación de las Causas de los Santos, cardenal Angelo Becciu, y autorizó la promulgación de nuevos decretos que darán a la Iglesia 1 nuevo santo, 19 beatos -16 de los cuales son mártires de la Guerra Civil española y 1 asesinado por odio a la fe en Polonia- y el reconocimiento de las virtudes heroicas de 6 siervos de Dios.

El Papa reconoció el milagro realizado por la intercesión del beato Luigi María Palazzolo, sacerdote, fundador de las Hermanas de los Pobres – Instituto Palazzolo, por lo que será proclamado santo. Nació el 10 de diciembre de 1827 en Bérgamo (Italia) y murió allí el 15 de junio de 1886. Será declarado santo.

Beatos y mártires

El pontífice también reconoció el milagro atribuido a la intercesión del venerable Siervo de Dios Olinto Marella, sacerdote diocesano. Nació el 14 de junio de 1882 en Pellestrina (Italia) y murió el 6 de septiembre de 1969 en San Lazzaro di Savena (Italia).

Asimismo, el milagro atribuido a la intercesión del venerable Siervo de Dios Giuseppe Ambrosoli, un sacerdote profeso de los Combonianos Misioneros del Corazón de Jesús: Nació en Ronago (Italia) el 25 de julio de 1923 y murió el 27 de marzo de 1987 en Lira (Uganda).

Francisco autorizó el reconocimiento del martirio de los Siervos de Dios Gaetano Giménez Martín y 15 compañeros, sacerdotes y laicos, asesinados por odio a la fe, durante la guerra civil en España, en 1936. También el martirio del Siervo de Dios Giovanni Francesco Macha, sacerdote diocesano. Nació el 18 de enero de 1914 en Chorzów (Polonia) y asesinado, por odio a la fe, en Katowice (Polonia) el 3 de diciembre de 1942.



Virtudes heroicas

El Papa reconoció las virtudes heroicas de los siervos de Dios:

-Ovidio Charlebois, de la Congregación de los Oblatos Misioneros de María Inmaculada, obispo titular de Berenice, vicario apostólico de Keewatin. Nació el 17 de febrero de 1862 en Oka (Canadá) y murió el 20 de noviembre de 1933 en Le Pas (Canadá).

-Michael Wittmann, obispo titular de Miletopoli y auxiliar de Ratisbona; nació el 22 de enero de 1760 en Finkenhammer (Alemania) y murió el 8 de marzo de 1833 en Regensburg (Alemania).

-Olinto Fedi, sacerdote diocesano, fundador de la Congregación de las Hermanas Franciscanas de la Inmaculada Concepción. Nació el 3 de octubre de 1841 en Signa (Italia) y murió allí el 23 de enero de 1923.

-Giacomo Bulgaro, religioso profeso de la Orden de los Frailes Menores Conventuales; nació el 29 de enero de 1879 en Corticelle di Pieve (Italia) y murió el 27 de enero de 1967 en Brescia (Italia).

-Giovanna Maria Battista Solimani (siglo: Maria Antonia), Monaca, fundadora de las Monjas Romitas de San Juan Bautista y de los Misioneros de San Juan Bautista. Nació el 12 de mayo de 1688 en Génova (Italia) y murió allí el 8 de abril de 1758.

-Ana de Jesús de Lobera (siglo: Anna), una profesa monja de la Orden de los Carmelitas Descalzos. Nació el 25 de noviembre de 1545 en Medina del Campo (España) y murió el 4 de marzo de 1621 en Bruselas (Bélgica).+

martes, 12 de noviembre de 2019

Cardenal Burke:



«Se ha producido un colapso de la autoridad magisterial central del Romano Pontífice»

El cardenal estadounidense Raymond Burke ha concedido una entrevista a Ross Douthat, del New York Times, en la que aborda su postura ante la deriva a la que el papa Francisco está llevando a la Iglesia. El purpurado advierte que aunque no piensa formar parte de ningún cisma, el propio Pontìfice lo encabezaría si aprobara algo contrario a la Tradición en la exhortación sobre el Sínodo para la Amazonia.

(NYT/InfoCatólica) 12-11-19

Extractos de la entrevista de Ross Douthat al cardenal Burke:

Empecemos con un tema personal, en lugar de con uno teológico. Cuénteme cómo llegó a ser sacerdote.

Bueno, crecí en una pequeña vaquería en el campo de Wisconsin. Mis padres eran buenos católicos. Era una cosa normal en aquellos tiempos: todos los niños pensaban alguna vez en ser sacerdotes.

Cuando estaba en el segundo curso de educación primaria, en 1955, a mi padre le diagnosticaron un tumor cerebral canceroso y le operaron en la Clínica Mayo, pero realmente no había mucho que pudieran hacer. Permaneció en casa durante los últimos meses de su vida y un sacerdote solía venir a confesarle y traerle la Sagrada Comunión. En aquellos días, cuando el sacerdote venía a una casa a dar la Comunión, iba a la puerta y le recibía con una vela encendida. Tuvimos una pequeña procesión hasta el dormitorio donde estaba mi padre en su lecho de enfermo y el sacerdote escuchó la confesión de mi padre y después nos invitó a entrar para que estuviéramos en el rito de la Sagrada Comunión. Esto me causó una tremenda impresión. Solo con el correr de los años comprendí por completo el significado del sufrimiento y la muerte de mi padre, pero en la medida en que un niño podía hacerlo entendí lo que estaba sucediendo. Vi que este sacerdote traía lo que me parecía la ayuda más importante para mi padre.

Así que la idea simplemente fue creciendo en mí. Cuando estaba en octavo curso, pregunté a mi madre si podía ir al seminario menor de la diócesis. Ella se preocupó un poco. Yo era el más joven de seis hermanos, no era muy fuerte y el seminario era algo así como una escuela militar. Pero me dijo que sí.

Volviendo al Santo Padre, usted ha dicho que le han acusado de ser el enemigo del Papa. ¿Cree usted que Francisco le considera un enemigo?

No lo creo. Nunca me lo ha dicho. No me encuentro con él muy a menudo, pero cuando le he visto nunca me ha regañado ni acusado de tener pensamientos o actitudes de enemistad hacia él.

Pero sí que le degradó.

Sí.

Sin embargo, desde el Sínodo de la Familia, usted ha criticado acciones específicas y tendencias generales de este pontificado.

Sigo diciendo que ese es mi deber como cardenal. Siempre intenté hablar directamente con el Papa sobre ello. No me gusta jugar con la gente y fingir que pienso una cosa cuando pienso lo contrario. Nunca critico al Papa personalmente, pero cuando vi lo que me pareció una dirección nociva de la Iglesia, cuando vi todo este debate en el Sínodo de la Familia que cuestionaba los cimientos de la doctrina de la Iglesia sobre la sexualidad, tuve que alzar la voz, porque era mi deber.

¿Cómo resumiría su crítica de la forma en que el Papa está gestionando los debates que ha abierto?

Supongo que podría resumirse así: se ha producido un colapso de la autoridad magisterial central del Romano Pontífice. El Sucesor de Pedro desempeña una misión esencial de enseñanza y gobierno y el Papa Francisco, en muchos sentidos, se ha negado a ejercer esa misión. Por ejemplo, la situación en Alemania: la Iglesia Católica en Alemania está en proceso de convertirse en una iglesia nacional, con prácticas que no están en consonancia con la Iglesia universal.

El cisma nunca puede ser la voluntad de Cristo. Cristo nunca puede querer que se produzca una división en su Cuerpo. Hay gente que viene y me dice ‘Mire, cardenal, ya es hora, tenemos que hacer un cisma’. Y yo les digo ‘No, no es posible. Nuestro Señor no puede querer eso y yo no voy a formar parte de ningún cisma’.

¿Cree que Francisco es el Papa legítimo?

Sí, sí. La gente me ha presentado todo tipo de argumentos, cuestionando la elección del Papa Francisco, pero yo le nombro cada vez que ofrezco la Santa Misa y le llamo Papa Francisco. Para mí no son meras palabras. Creo que es el Papa. E intento decírselo siempre a la gente, porque tiene usted razón: también yo he notado que la gente cada vez responde de forma más extrema a lo que está pasando en la Iglesia.

Sobre el Sínodo de la Amazonia

En relación al reciente sínodo amazónico, el cardenal dice:

Si bien el documento final es menos explícito en adoptar el panteísmo, no repudia las afirmaciones del documento de trabajo que constituyen una apostasía de la fe católica.

El documento de trabajo no tiene valor doctrinal, pero ¿qué pasaría si el Papa aprobase ese documento? La gente dice que, si no lo aceptara, estaría en un cisma, pero yo mantengo que no sería yo quien estaría en un cisma, porque el documento contiene elementos que se apartan de la Tradición apostólica. Así que, en mi opinión, es el documento el que es cismático, no yo.

Pero ¿cómo puede pasar eso? Está dando a entender que, en ese caso, el Papa estaría a la cabeza de un cisma.

Sí.

¿No contradice eso profundamente la forma en que los católicos entienden el Papado?

Por supuesto, exactamente. Es una contradicción completa. Y ruego que no suceda. Y, para ser sincero, no sé cómo afrontar algo así. Hasta donde puedo ver, no hay ningún mecanismo en la legislación universal de la Iglesia para afrontar una situación de ese tipo.

jueves, 7 de noviembre de 2019

La naturalización de lo antinatural




El relativismo y el subjetivismo dominan en una especie de moral existencialista e individualista, ajena a la dimensión social del ser humano. El favor oficial promueve estas nuevas orientaciones culturales.

Monseñor Héctor Aguer
Infocatólica,  06/11/19

Uno de los datos definitorios de la cultura que va imponiéndose globalmente es la negación del concepto y la realidad de la naturaleza. Esta negación es de carácter metafísico, con una proyección inmediata en la antropología, en la concepción del hombre. El Diccionario de la Real Academia nos ilustra así: la naturaleza es «la esencia y propiedad característica de cada ser». Según la nueva visión de las cosas, no hay nada que sea dado, lo recibido, aquello que nosotros no construimos y que constituye la identidad nativa de cuanto existe. Precisamente, se llama constructivismo la teoría gnoseológica y sociológica que afirma que la realidad -incluso el ser humano en su original bipolaridad de varón y mujer- es producto de la evolución de la cultura, del ingenio y la industria del hombre. En términos teológicos equivale a la negación de la Creación, es una rebelión contra ella, no recibimos nada, ya que todo es fruto del devenir histórico; lo hacemos nosotros.

El ejemplo más claro de esta posición es la ideología de género, que altera íntimamente la realidad humana; de acuerdo con esta ficción ideológica en la que culmina la revolución sexual desarrollada en las últimas décadas y acelerada recientemente, no existe una naturaleza de la persona varón y una naturaleza de la persona mujer. La famosa feminista Simone de Beauvoir, en su libro «El segundo sexo», afirma que «mujer no se nace, se hace»; más aún, según ella, la mujer sería un «producto intermedio entre el macho y el castrado».

El reemplazo de «sexo» por «género» se ha hecho corriente en el lenguaje, sobre todo por influjo de un periodismo ignaro e ideologizado, y por quienes repiten como loros lo que se pone de moda. Paradójicamente, en una época en la cual se diviniza al cuerpo y se le rinde culto, también se lo desprecia y contradice; la realidad biológica impresa en el cuerpo sería inconsistente. El género se elige según la inclinación subjetiva y el cuerpo es acomodado a la percepción interior mediante cirugía o ingesta de hormonas. Puede verse en internet un caso en el cual la confusión llega a un extremo irrisorio -mueve más bien a llanto que a risa- un hombre, que es en realidad una mujer, embarazado por una mujer, que en realidad es un hombre. La exhibición filmada de conductas contra la naturaleza alcanza un grado de perversión sorprendente para las personas normales en lo que se llama «fisting»; por delicadeza me abstengo de explicar en qué consiste.

El «colectivo» que reúne a personas cuyas conductas son hechas públicas y reivindicadas como derechos, intenta que se reconozcan como naturales y legítimas múltiples combinaciones caprichosas en nombre de la no discriminación. Cabe aquí una digresión sobre este punto. El verbo «discriminar» tiene dos sentidos. El primero es positivo: «separar, distinguir, diferenciar una cosa de otra»; al discriminar no se infiere agravio ni trato de inferioridad a nadie; no es posible pensar ni hablar sin discriminar. El segundo sentido designa una actitud inaceptable, ya que todas las personas merecen ser respetadas, no deben ser víctimas de desprecio y exclusión.

Los cristianos hemos de rezar y hacer objeto de nuestro amor a quienes han sido absorbidos por la manera de pensar y de vivir «contra naturam». Ahora bien, quienes niegan que exista la categoría de lo natural, suelen acusar falazmente de discriminadores a quienes afirman que existe una naturaleza humana de la cual se siguen determinados comportamientos objetivos, que son los propiamente humanos. El INADI funciona según este lamentable criterio. Quienes profesan la ideología de género discriminan malamente a la única discriminación válida en este ámbito, la que establece la distinción original recogida en las primeras páginas de la Biblia: «Dios creó al ser humano a su imagen.. varón y mujer los creó» (Génesis 1, 27). La Sagrada Escritura asume un dato del sentido común: el varón, «ish» en hebreo, es para la mujer, «ishshá», y viceversa (Génesis 2, 18. 21-25); sus cuerpos ajustan el uno en el otro, y también sus almas.

Como ya se ha indicado, de la naturaleza proceden los comportamientos acordes, que configuran un orden propiamente humano, del que se siguen la ley natural y el derecho natural, que ha sido expuesto por eminentes juristas. Que muchas personas incurran en comportamientos antinaturales, no invalida la realidad objetiva. Para ser concretos, estas afirmaciones que son -como se ha dicho- de dimensión metafísica, caben en un argumento muy sencillo e irrefutable: el miembro viril no ha sido hecho para introducirse en el ano de otro varón, y para ser succionado por este; si tal cosa ocurre se frustra su finalidad, pues el semen, poblado de millones de semillas de vida, tiene por destino la vagina de la mujer. Así puede juzgarse de otras combinaciones antinaturales. Las conductas que encuentran sentido como expresión física del amor se degradan en la búsqueda prevalente de un placer egoísta, que Freud calificó acertadamente de perverso e impúdico.

La propaganda gay es apabullante y va trastornando el cerebro de multitudes, de jóvenes especialmente, que suelen razonar así: «yo no lo hago, personalmente no me gusta, pero cada uno es libre de vivir como le parece; si les gusta, para ellos es bueno». El relativismo y el subjetivismo dominan en una especie de moral existencialista e individualista, ajena a la dimensión social del ser humano. El favor oficial promueve estas nuevas orientaciones culturales. El presidente de la Nación, hablando en una reunión de mujeres del G20 se jactó de haber habilitado el debate sobre la legalización del aborto, y afirmó que en la Argentina «rige transversalmente la perspectiva de género». Con todo respeto: es probable que no sepa bien de qué se trata. La perspectiva es una manera de ver o representarse las cosas desde un punto; en cambio, el discurso sobre el género es una ideología, un conjunto completo de afirmaciones que pretende interpretar reductivamente toda la realidad humana, y que reemplaza las nociones de naturaleza y de sexo. No me pasó inadvertido este detalle: para la reciente elección, la propaganda del partido o alianza oficial exhibía, subrayando el nombre de la agrupación, una franja con los colores del arco iris. ¿Un alarde de exquisitez estética, o un pícaro guiño al sector del electorado que enarbola esos colores como bandera?.Otra ridiculez de la política argentina: la izquierda asume las reivindicaciones de la burguesía, ¿sabrán qué piensan los pobres?.

Los medios de comunicación son un factor principal en el intento de cambiar la mentalidad de la gente, a pesar de que el uso anárquico de «las redes» altera un tanto el panorama, para bien y para mal. Otras conductas destructivas son difundidas elogiosamente, como si fueran lo normal, lo que ahora se acostumbra, lo natural. Por ejemplo, se exponen a la curiosidad pública, con lujo de detalles y actualización permanente, los amoríos fugaces de gente de la farándula. Basta desplegar la Sección Espectáculos de algunos diarios, o conectarse con el demonio de la mañana que anda suelto en un canal de televisión.

Otro de los principales responsables: el showman con probables posibilidades políticas, que también exhibe en el espectáculo la vida privada de sus bailarines, y promueve entre ellos superficiales emparejamientos; que semejante engendro tenga buen «rating» mide hasta qué nivel hemos caído. No voy a acudir, para explicar este amplio fenómeno, a una teoría de la conspiración, pero -insisto- tales hechos revelan la dimensión de la decadencia cultural en la que se ha precipitado nuestra sociedad. Si argumentamos que también ocurre en otros lugares, podríamos aplicarnos el refrán: «mal de muchos, consuelo de tontos».

Por fortuna, gracias a Dios, queda gente que se sobrepone a semejante desmadre. La naturaleza vuelve por sus fueros, como en algunos casos de hombres convertidos en mujeres, a fuerza de aplicaciones hormonales; con el tiempo asoman pertinazmente rasgos de la virilidad. Así también, no se podrá abolir totalmente la realidad; muchas familias «normales» -padre, madre, hijos, matrimonios que duran para siempre-. en silencio, no sin luchas, van edificando el futuro de una sociedad digna de la condición humana.

Finalmente, remito a los lectores a mi artículo «Su dios es el vientre», publicado en InfoCatólica el 22 de mayo pasado, del cual esta nota es continuación y complemento. Aunque todavía queda mucho por decir.

+ Héctor Aguer, arzobispo emérito de La Plata

sábado, 2 de noviembre de 2019

Oración por el Papa



Autor: Santiago MARTÍN, sacerdote

Católicos-on-line, noviembre 2019

El año 2010 fue un “annus horribilis” para el Papa Benedicto XVI. Los medios de comunicación liberales, que son la inmensa mayoría, se pusieron de acuerdo para pedir su dimisión, alegando que no había actuado don diligencia contra algunos sacerdotes pederastas. La inmensa mayoría de los católicos calló y fuimos muy pocos los que alzamos la voz en defensa del Papa. Entre otras cosas, puse en marcha una vigilia mensual de oración por el Papa, en la que además de rezar meditábamos sobre textos del Pontífice.

Cuando en 2013 presentó la dimisión, antes de saber quién iba a ser el sucesor, pedí a todos que no se volviera a repetir lo sucedido y que nunca más dejáramos sólo al Pontífice ante los ataques que previsiblemente iban a tener lugar. Por eso, los franciscanos de María hemos seguido haciendo las vigilias de oración por el Papa. Además, ha sido y es una característica del actual vicario de Cristo pedir que se rece por él.

Ante la grave situación que vivimos, con una confusión como no se producía desde hace siglos, he pensado que hay que intensificar la oración por el Vicario de Cristo. Me ha gustado mucho una que ha compuesto un religioso dominico, Fray Nelson Medina, al que no conozco personalmente, pero al que leo con gusto. Espero que no le moleste que difunda una parte de su oración. Dice así:

“Señor Jesucristo, apelando a tu Sagrado Corazón y a la eficaz intercesión de tu Santísima Madre, que ha sido saludada como Madre de la Iglesia, esto te pedimos para el Papa Francisco:

- Que tus Llagas Santas, Jesús, no se aparten de sus ojos; que simplemente no pueda olvidar el precio de amor que has pagado para que el demonio sea derrotado, los ídolos derribados, la muerte vencida, el pecado perdonado, y se abran las puertas de la gloria eterna a quienes creen y confiesan la fe.

- Que sus oídos sientan una alarma fuerte cada vez que las trampas del enemigo quieran persuadirlo de mezclar las aprobaciones del mundo o las presiones de la sociedad con la grandeza y pureza del Mensaje de Salvación que tú le has encomendado como Sucesor de Pedro.

- Que su boca reciba una gracia renovada, de modo que su palabra, apartándose de toda ambigüedad, defienda con claridad la sana doctrina, mientras sigue llamando a todos a la unidad en Cristo, para la gloria de Dios Padre.

- Que sus pies se orienten sin cesar hacia tu gloria, Jesús: buscándote en el silencio del Sagrario; reconociéndote en el testimonio de las Escrituras; predicando tu Evangelio con palabra diáfana y ardiente; y siempre sirviéndote, especialmente en los más pobres, es decir, los que menos saben de ti, Señor, puesto que no hay mayor miseria que ignorar cuál Dios nos ha amado tanto.

- Que su mente reciba una gracia singular del Espíritu Santo para reconocer y discernir, según el carisma propio de San Ignacio de Loyola, cuáles inspiraciones son de Dios, cuáles vienen de los intereses puramente humanos y mundanos, y cuáles tienen su raíz en el espíritu de las tinieblas, que ronda buscando a quién devorar.

- Que sus manos realicen cada vez mejor la labor de cuidar el rebaño tuyo, Jesucristo, de modo que sea físicamente incapaz de firmar o apoyar lo que ensucia, confunde, degrada o niega la fe, la que defendieron los mártires, y en cambio tenga pulso firme para guiar el timón y conducir de nuevo la nave de la Iglesia a su ruta propia, más allá de los escollos e intereses de este mundo que pasa.

- Y finalmente, te pedimos, Señor Jesús, que el corazón del Papa sea sumergido en el fuego de tu propio Corazón, de modo que pueda corregirse de sus faltas, ya que todos las tenemos, y pueda predicarnos con fuerza y mucha luz sobre las raíces de nuestros pecados, y de los males que hoy se ciernen sobre la Tierra”.

Recemos por el Papa. Y esto lo pido a todos. También a los que no les gusta lo que está haciendo. No le dejemos solo, como muchos hicieron con Benedicto XVI. Si defendemos la fe católica contra sus enemigos es porque creemos en ella y, si creemos en ella, debemos creer en el poder de la oración. Los otros, los que quieren cambiarla, ya no creen. Ese es su problema y su desgracia. No caigamos nosotros en la misma trampa. Recemos, hablemos con amor cuando hay que hablar, aunque nos cueste el honor y la vida y, sobre todo, confiemos en Dios y en su divina misericordia.

viernes, 25 de octubre de 2019

Mons. Azcona




"En el Vaticano se han hecho escandalosos sacrilegios demoníacos"


Católicos-on-line, octubre 2019

Mons. José Luis Azcona Hermoso, obispo emérito de la prelatura de Marajó, en el estado de Pará, aseguró en relación a los ritos indígenas realizados durante el Sínodo que:

«Lo que está sucediendo refleja de manera negativa los principios teológicos y pastorales presentes en el Instrumentum laboris - aseguró -. Me refiero a lo que ha sucedido y que muchos hermanos han visto y saben, pero para lo cual se necesita el discernimiento del Espíritu Santo, ese que tanto menciona nuestro querido Papa Francisco. Y debemos distinguir lo que proviene del diablo o de la mente humana, de lo que proviene del Espíritu Santo. Este discernimiento es fundamental para pertenecer a la Iglesia y mucho más para evangelizar».

El prelado hizo referencia a un encuentro realizado en Brasilia por la REPAM, previo al Sínodo, el pasado mes de junio, y durante el cual se llevaron a cabo varios «rituales indígenas con invocaciones y oraciones en las que también participaron algunos obispos». Luego mencionó la ceremonia realizada en el Vaticano.

«Son cuestiones fundamentales y aquí en la Amazonía sabemos el significado de Macumba o de Condomblè (son ritos mágicos y maldiciones, provenientes del noreste de Brasil y del estado de Bahía), las cuales son frecuentes aquí», dijo al final de su sermón, que duró más de 45 minutos.

En su homilía el obispo Azcona afirmó que «estas celebraciones dependen de los espíritus que se evocan y es evidente que esto es brujería, de la cual nos advierte la carta de San Pablo a los Gálatas, en el capítulo V, versículo 29, cuando denuncia el pecado de la idolatría que es incompatible con el Evangelio y con la misión».

Azcona también puso en guardia sobre el culto a la Pachamama y a la Madre Tierra «que fue venerada en el Vaticano. Son diosas como Cibeles (de la antigüedad clásica) o como la diosa Astarté adorada en Babilonia, ambas expresan la fertilidad de la mujer. La invocación de las estatuillas frente a las cuales incluso algunos religiosos se han inclinado en el Vaticano (y no digo la congregación a la que pertenecen...) es la invocación de un poder mítico, el de la Madre Tierra, al que se piden bendiciones para la humanidad o gestos de gratitud. Son escandalosos sacrilegios demoníacos, especialmente para los pequeños que no saben discernir».

Luego, a modo de conclusión, dijo:

«La madre tierra no debe ser adorada porque todo, incluso la tierra, está bajo el dominio de Jesucristo. No es posible que existan espíritus con un poder igual o mayor que el de Nuestro Señor o que el de la Virgen María».

Y, arrancando un aplauso de los fieles, reiteró que «la Pachamama no es y nunca será la Virgen María. Decir que esa estatua representa a la Virgen es una mentira. Ella no es la señora de la Amazonía porque la única señora de la Amazonía es María de Nazaret. No hagamos mezclas sincretistas. Todo esto es imposible: la Madre de Dios es la Reina del Cielo y de la tierra».

sábado, 12 de octubre de 2019

Una luz para hoy


     OBSERVATORIO  INTERNACIONAL 
           CARDENAL  VAN  THUÂN

SOBRE   LA  DOCTRINA  SOCIAL  DE  LA  IGLESIA:
BOLETÍN    1032  10/10/2019

                        Benedicto XVI en Aparecida 


Puede ser muy útil, mientras se desarrolla el Sínodo de la Amazonia, releer el Discurso de Benedicto XVI en la Inauguración de la V Conferencia de los Obispos Latinoamericanos y del Caribe en Aparecida el 13 de Mayo del 2007.

Lo primero que se observa es una visión providencial y cristiana del proceso de evangelización de aquel continente. “¿Qué ha significado la aceptación de la fe cristiana por los países de América Latina y del Caribe?” se preguntaba el Papa y respondía “Para ellos ha significado conocer y acoger a Cristo… ha significado también haber recibido, con las aguas del Bautismo, la Vida Divina que los ha hecho Hijos de Dios por adopción; haber recibido, además, el Espíritu Santo, que ha venido a fecundar la cultura de ellos, purificándola”. De una manera diversa de las tesis que presentan la evangelización como un fenómeno de violenta conquista, Benedicto XVI aclaraba que “El anuncio de Jesús y de Su Evangelio no comportó en ningún momento la alienación de las culturas precolombinas, ni fue una imposición de una cultura extranjera… Sólo la Verdad unifica y su prueba es el amor… El Verbo de Dios, haciéndose carne en Jesucristo, se hizo también historia y cultura”.

Hoy experimentamos que la Iglesia propone las culturas precolombinas como modelo para sí misma y para la humanidad en general, pero Benedicto XVI decía: “La utopía de volver a dar vida a las religiones precolombinas, separándolas de Cristo y de la Iglesia universal no sería un progreso, sino más bien un regreso. En realidad, sería una involución hacia un momento histórico anclado en el pasado”.
El título de la conferencia de Aparecida estaba totalmente centrado en Cristo y era totalmente misionero: “Discípulos y misioneros de Jesucristo, a fin de que nuestros pueblos tengan vida en Él”. No se ponían en el centro las emergencias ecológicas o sociales, sino la fe del Pueblo de Dios en aquel Continente, para recordar a los fieles que “En virtud de su Bautismo son llamados a ser discípulos y misioneros de Jesucristo”. Benedicto XVI ponía en el centro la Evangelización y no pensaba que bautizar fuese una forma de proselitismo de la cual abstenerse por respeto de las culturas. En su Discurso en efecto citaba el Evangelio de Marcos: “Id a todo el mundo y proclamad la Buena Noticia a toda criatura. El que crea será bautizado, será salvo”.  Venía así propuesta de nuevo la versión tradicional de anuncio, misión y evangelización.

En el Discurso de Aparecida la centralidad no concierne a los pueblos latinoamericanos, de la Amazonia o de otra  región: Concierne a Dios. Se parte y se retorna siempre a Dios. Hablar primero y sobre todo de Dios y no de los problemas sociales –señalaba Benedicto XVI- suscitaba la acusación de huir de la realidad. Y he aquí la respuesta clara y radical del Papa. “El que excluye a Dios de su horizonte falsifica el concepto de ‘realidad’ y, en consecuencia puede terminar sólo en caminos errados y con recetas destructivas”.
Hoy el método teológico y pastoral pide partir no de Dios sino de la “realidad”, de la situación histórica y cultural de los pueblos, y luego releer el mensaje de Dios. De opuesto parecer es Benedicto XVI: “Sólo el que reconoce a Dios, conoce la realidad y puede responder a ella de modo adecuado y realmente humano. La verdad de esta tesis resulta evidente frente al fracaso de todos los sistemas que colocan a Dios entre paréntesis”. El lugar teológico es la Revelación  de Dios confiada a la Tradición Apostólica. Si Gustavo Gutiérrez decía que la teología es “acto segundo”, después de la toma de posición frente a los problemas sociales, Benedicto XVI restituye a Dios su puesto, el primer puesto.

Benedicto XVI se plantea después la pregunta: “¿Qué nos da la fe en este Dios?”. Y no responde refiriéndose a la fraternidad humana o a la justicia y a la paz sobre la tierra, o a la conservación de la biodiversidad ambiental… sino a la Iglesia: “Nos da una familia, la familia universal de Dios en la Iglesia católica. A la centralidad de Dios corresponde la centralidad de la Iglesia.

Así como no parte de la situación de los pueblos latinoamericanos para releer el Evangelio, sino del Evangelio, así Benedicto XVI no parte de la praxis sino de la doctrina. Él invita a conocer la Palabra de Dios, a hacer catequesis para “conocer” el mensaje de Cristo sin lo cual no se lo puede ni siquiera volverlo guía de la vida. Invita también a una “adecuada formación en la Doctrina Social de la Iglesia, siendo muy útil para ésta el Compendio de la Doctrina Social de la Iglesia”.

Dos son los puntos centrales del Discurso de Aparecida: la centralidad de Dios y la relación entre la fe y la recta razón. Ambas cosas, juntas, fundan el catálogo público de la fe católica: “Una sociedad en la cual Dios está ausente no encuentra el consenso necesario sobre los valores morales y la fuerza para vivir según el modelo de estos valores, aun contra los propios intereses”.
Dado el aire que sopla alrededor del Sínodo de la Amazonia, no tenemos duda de que la lectura de este discurso de Aparecida sea muy útil.

Stefano Fontana

sábado, 5 de octubre de 2019

El Papa



nombra secretario adjunto de la comisión que organiza los Sínodos a un obispo pro gay

Católicos on line, octubre 2019

Monseñor Mario Grech, obispo de Gozo (Malta), ha sido nombrado Pro-Secretario General del Sínodo de los Obispos y sucederá al cardenal Lorenzo Baldisseri, actual secretario. El prelado maltés firmó una carta pastoral junto con Mons. Scicluna, ordenando a sus sacerdotes que den la comunión y la absolución a los divorciados vueltos a casar que se sientan «en paz con Dios». Es también favorable al reconocimiento de las uniones homosexuales.

El propio cardenal Baldisserie hizo el anuncio hoy, pocos días antes del inicio del Sínodo para la Región Panamazónica:

«En nombre del Santo Padre tengo el honor de comunicar lo siguiente: el Santo Padre, hoy, nombra Pro-Secretario General del Sínodo de los Obispos a Monseñor Mario Grech, Obispo de Gozo».

El purpurado explicó que el Papa nombró a Grech como administrador apostólico «de la misma diócesis hasta que haya un nuevo obispo».

«El Pro-Secretario General, al tomar posesión de su cargo», añadió Baldisseri, «caminará junto al Secretario General para obtener un conocimiento directo de la institución y de sus componentes, y adquirir conciencia de los procesos e instancias de competencia». Grech «ejercerá su cargo de Pro-Secretario General hasta el final del mandato del Secretario General, con el fin de asumir su cargo».

El cardenal ha precisado que el nombramiento ya prevé una sucesión a la guía de la Secretaría sinodal en cuanto se acepte la renuncia presentada por Baldisseri, que cumplirá 80 años en septiembre de 2020.

El cardenal concluyó su intervención anunciando que, como Pro-Secretario General, Mons. Grech «participará como miembro en la próxima Asamblea sinodal que comenzará el 6 de octubre».

A favor de la comunión y absolución de adúlteros

En enero del 2017, Mons. Mario Grech firmó una carta pastoral junto con Mons. Charles Schicluna, arzobispo de Malta, en la que ordenaban a sus sacerdotes que dieran la comunión y la absolución a los divorciados vueltos a casar -adúlteros según las palabras de Cristo-, bajo el argumento, basado en Amoris Laetitia, de que «si una persona separada o divorciada que vive en una nueva unión, con una conciencia formada e iluminada, reconoce y cree -él o ella- que está en paz con Dios, no puede ser excluida de participar en los sacramentos de la Reconciliación y la Eucaristía».

Igualmente aseguraron, basándose en las nota 329 de Amoris Laetitia, que «hay situaciones complejas donde la elección de vivir "como hermanos y hermanas" se convierte en humanamente imposible y da lugar a un daño mayor».

Gay friendly

Mons. Grech también se mostró favorable al reconocimiento legal de las uniones homosexuales. En una entrevista concedida a Malta Television en marzo del 2018, el prelado dio la bienvenida a las uniones homosexuales «con satisfacción», argumentando que los miembros de dichas uniones «tienen derecho a no ser juzgados» y desde la «fidelidad, tienen derecho a ser respetados como pareja».

jueves, 3 de octubre de 2019

Cardenal Müller



Por Gabriel Ariza
Infovaticana, 03 octubre, 2019


El Cardenal Muller ha querido hacer pública en un consorcio de medios liderado por LifeSiteNews en el que está, en español, InfoVaticana, una declaración en defensa del dogma de que las mujeres no pueden ser sacerdotes.

Declaración completa del cardenal Gerhard Müller:

La exigencia según la cual el Sínodo para la Amazonia debe regular que el Sacramento de las Sagradas Órdenes -en su primer grado, el diaconado- sea válidamente administrado a las mujeres contiene varios errores.

El primero de ellos consiste en la opinión de que el Magisterio está por encima de la Revelación y de que un sínodo de los obispos (que tiene sólo un carácter consultivo), un concilio ecuménico o el papa pueden alterar la sustancia de los sacramentos (Concilio de Trento, Decreto sobre la Comunión bajo ambas especies, DH 1728).

El segundo error está en la opinión según la cual el Sacramento de las Sagradas Órdenes realmente consiste en tres Sacramentos, por lo que hay que decidir, en consecuencia, si la declaración Ordinatio Sacerdotalis (1994) se aplica sólo al grado de ordenación de obispo, presbítero (= sacerdote) o diácono.

El tercer error consiste en confundir a un público teológicamente mal informado al avanzar la tesis según la cual la decisión definitiva del papa Juan Pablo II, a saber: «Declaro que la Iglesia no tiene en modo alguno la facultad de conferir la ordenación sacerdotal a las mujeres, y que este dictamen debe ser considerado como definitivo por todos los fieles de la Iglesia» (Ordinatio Sacerdotalis, 4), no es un dogma.

Sin embargo, está fuera de toda duda que esta decisión definitiva de Juan Pablo II es, desde luego, un dogma de fe de la Iglesia católica, y que este era el caso antes de que este papa definiera, en 1994, esta verdad tal como está contenida en la Revelación. La imposibilidad de que una mujer reciba de forma válida el Sacramento de las Órdenes Sagradas en cada uno de los tres grados es una verdad contenida en la Revelación y, por ende, confirmada de manera infalible por el Magisterio de la Iglesia y presentada como algo que hay que creer.

Por petición de la comisión doctrinal de la Conferencia episcopal alemana, en una ocasión reuní, en la época del cardenal Wetter [que encabezó la comisión doctrinal de 1981 a 2008], los documentos más importantes de la Escritura, la Tradición y el Magisterio bajo el título: The Recipient of the Sacrament of Holy Orders. Sources Pertaining to the Doctrine and Practice of the Church to Confer the Sacrament of Holy Orders Only on Men (Würzburg 1999).

La Comisión Teológica Internacional también se expresó de manera competente sobre esta cuestión, y existen varias monografías al respecto. Una discusión sobre este tema tiene validez sobre la base del conocimiento de las fuentes. Quien lo niegue tal vez sea bien acogido por los desinformados y los medios de comunicación anticlericales -para los que es motivo de alegría el conflicto y la división dentro de la Iglesia-, pero no será tomado en serio a nivel académico.

Cuando hablamos de dogma, hay que diferenciar entre el aspecto sustancial y el aspecto formal del mismo. La verdad revelada que en él se expresa, y cuya negación se sanciona con un «anathema sit« y que es pronunciada «ex cathedra» sólo por el Papa, no depende por tanto de la forma externa de la definición. Las afirmaciones fundamentales del Credo, por ejemplo, no han sido formalmente definidas, pero sí lo han sido en su sustancia -y de una manera exquisita-, y son presentadas por la Iglesia como afirmaciones que hay que creer por el bien de la salvación.

Algunas personas sugieren ahora que la doctrina según la cual sólo un hombre bautizado (que responde a los requisitos objetivos y subjetivos necesarios) puede recibir de manera válida el Sacramento de las Sagradas Órdenes tiene que ser relativizada, es decir, que es una opinión privada y puntual de Juan Pablo II, porque algunos teólogos u obispos son de la opinión subjetiva de que dicha doctrina no es un dogma. Y mantienen su punto de vista, a pesar de que el papa Francisco en persona siempre haya resaltado el carácter vinculante de Ordinatio Sacerdotalis.

Algunos, claramente personas facciosas, malinterpretan de una manera ideológica el dogma de la primacía de la jurisdicción y la infalibilidad del papa en cuestiones de fe y moral, y convierten estos dogmas en un absolutismo eclesiástico nunca visto hasta ahora, como si -también fuera de las cuestiones de fe y moral-, el papa pudiera exigir «obsequio religioso de la voluntad y del entendimiento» respecto al «magisterio auténtico del Romano Pontífice» (Lumen Gentium, 25). Lo hacen como si hubiera, junto a la Palabra de Dios, una fuente adicional de Revelación, bien en el papa, bien en el Pueblo de Dios, que debe ser escuchado por los pastores. Estas nuevas fuentes, dicen, nos permitirán ir más allá de la Escritura y la Tradición e incluso conocer mejor que el Magisterio que ha llegado hasta nuestros días lo que Jesús quería realmente decir y lo que diría si Él aún viviera. 

Cuando se enfrentaron a la tergiversación engañosa del canciller imperial Bismarck sobre el dogma de la infalibilidad del Concilio Vaticano I, los obispos alemanes declararon que el Magisterio del papa y de los obispos está «vinculado al contenido de la Sagrada Escritura y de la Tradición, como también a las decisiones magisteriales tal como ya han sido tomadas por el Magisterio de la Iglesia» (DH 3116). El papa Pío IX dio su firme apoyo a esta declaración (DH 3117).

Es asombroso el diletantismo que vemos actualmente en teología, como también el menosprecio brutal que hay hacia el hombre en la política de la Iglesia. Quien tiene una mente independiente es expulsado sin piedad y descartado de una manera inhumana, sin tomar en consideración sus logros por el bien de la Iglesia y la teología. Sin embargo, la unidad en la verdad sólo puede ser recibida de Dios en la oración, y sólo puede realizarse obedeciendo al Magisterio en lo que respecta a Dios y Su Revelación, y no mediante manipulaciones o con el uso de la violencia y el engaño. Ad intra et extra, se aplica: «La verdad no se impone de otra manera, sino por la fuerza de la misma verdad, que penetra suave y fuertemente en las almas» (Concilio Vaticano II, Declaración Dignitatis Humanae sobre la libertad religiosa, 1).

No se podría convencer ni a un niño de que estas fantasías de omnipotencia políticas y de los medios de comunicación tienen algo que ver con la doctrina definida en los Concilios Vaticanos I y II sobre el papa y la Iglesia. Ciertamente no podríamos hacerlo con «los perfectos [en la fe], que con la práctica y el entrenamiento de los sentidos saben distinguir el bien del mal» (Heb 5, 14). Todos los que sobreestiman o subestiman la primacía de la Iglesia romana y su obispo deben leer con urgencia el texto de la Congregación para la Doctrina de la Fe (1998): El primado del sucesor de Pedro en el misterio de la Iglesia. Se puede leer como un anexo a mi estudio de 600 páginas, El Papa. Misión y cometido (BAC 2018). Este libro está disponible en polaco y pronto será publicado en inglés e italiano, por lo que nadie puede alegar una falta de conocimiento sobre mi propia postura al respecto.

En la teología, lo que cuenta son las argumentaciones teológicas y filosóficas. La verdad no es una función que está al servicio de las afirmaciones políticas e ideológicas del poder. Hace tiempo que se ha visto cuál era el ardid popular de nuestros progresistas, por lo que ahora ya no es efectivo. Es decir, en las discusiones ellos utilizan el ataque personal en lugar de expresar sus argumentaciones fundamentales, y se ayudan en su propia confusión con insinuaciones absurdas que no tienen ninguna honestidad intelectual.

Según la tesis del modernismo tal como fue condenado por el Magisterio -una versión pseudo-católica del protestantismo cultural sobre la teología del sentimiento según Schleiermacher-, un dogma de la fe católica no es la visión definitiva e irreversible de la Iglesia de que una verdad es contenida en la Revelación, lo que implica que tiene que ser aceptado por todo católico «con fe católica y divina», sino que es, más bien, una expresión de la opinión dominante que ha ganado, con la ayuda de las estrategias periodísticas, y la autoridad del papa que entonces esté reinando.

La Palabra de Dios en la Escritura y la Tradición y el hecho de que el Magisterio está vinculado, en sustancia, a la Revelación única e incomparable en Jesucristo, la Palabra encarnada de la Fe, es reemplazada entonces por una lealtad eclesiástica-política a la línea del papa actual, pero sólo bajo la condición de que este esté de acuerdo con su opinión. Estos mismos «falsos profetas» (Gal 2, 4), que ahora desean convertir la lealtad eclesial de cada católico al papa en un sumisión incondicional a este hombre y en sacrificium intellectus sin sentido, eran los enemigos más acérrimos de Juan Pablo II y Benedicto XVI. La lealtad al papa que tiene una base teológica es totalmente distinta.

El Manifiesto de la Fe (incluido en mi libro: The Power of the Truth. The Challenges to Catholic Doctrine and Morals Today, Ignatius Press 2019), que publiqué ante el caos presente en la proclamación de la enseñanza y que, en coherencia con la Tradición Apostólica, presenta las verdades clave, a saber: la Santísima Trinidad, la Encarnación, la Sacramentalidad de la Iglesia, los Siete Sacramentos, la unidad de fe y discipulado, y la esperanza de la vida eterna, fue degradado a nivel de «medias verdades de carácter subjetivo y arbitrario». Alguien que es habitualmente un entusiasta admirador de Lutero incluso pensó que podía acusarme de ser un Lutherus redivivus, es decir, un Lutero renacido. Este Lutero, poco antes de morir y expresado de un modo que no invita al diálogo, se dejó ir y habló de «un papado en Roma instituido por el demonio» (1545).

Además, esta misma facción ideológica ahora se presenta, en sus célebres revistas, páginas webs y libros llamados de no ficción, como defensora del papa de la reforma, sin darse cuenta que está socavando, con su polarización de la autoridad papal, los cimientos teológicos del Ministerio Petrino. Los católicos ya no tienen que creer en Dios, sino en el papa, al que los ideólogos dominantes dentro y fuera de la Iglesia presentan como «su papa». Estos mismos ideólogos condenan, con un estremecedor ataque de obsesión religiosa, como enemigo de «su papa» a todo obispo y sacerdote católico y lúcido.

Pero «»la obediencia de la fe», por la que el hombre se confía libre y totalmente a Dios prestando «a Dios revelador el homenaje del entendimiento y de la voluntad», y asintiendo voluntariamente a la revelación hecha por El» (Dei Verbum, 5), nunca se puede aplicar a un ser humano, ya sea el papa o un obispo. Su autoridad es meramente derivada y, en su sustancia, depende completa y totalmente de la autoridad de Dios porque «no aceptan ninguna nueva revelación pública como perteneciente al divino depósito de la fe» (Lumen Gentium, 25). Esto se aplica también a la relación entre los obispos y el papa. En su ordenación episcopal, los obispos prometen directamente a Dios preservar con fidelidad la fe católica. En sus conciencias, están vinculados y obligados sólo a Dios y Su Verdad Revelada (contra cualquier forma de papalatría). 

Sin embargo, en el contexto de la colegialidad episcopal y de la orientación hacia el papa como principio perenne y fundamento de la unidad de la Iglesia en la verdad revelada de la fe (Lumen Gentium, 18, 23), también la comunidad de la Iglesia y la responsabilidad comunitaria por el depósito de la fe de la Iglesia están orientados a Dios (contra el individualismo protestante).
Fue sólo así como san Pablo pudo «encararme con él [san Pedro]» (Gal 2, 11), porque este, en su enseñanza, era de hecho leal a la «verdad del Evangelio» (Gal 2, 14), pero luego «era reprensible» por su práctica ambigua. Pero san Pablo lo hizo sin cuestionar en su esencia la autoridad y misión de san Pedro. El llamado incidente de Antioquía no puede, por tanto, ser utilizado como un argumento contra la existencia del papado como derecho divino.

Tras algunas experiencias negativas, el papa Francisco tiene que ser consciente de que la relación entre el papa y los obispos (y en el contexto de la Santa Iglesia romana, su relación con los cardenales) tiene que estar determinada por la comprensión católica de la Iglesia y que no puede ser abandonada al sensacionalismo de los periodistas o el oportunismo de los aduladores. 

Es una arrogancia incalificable que los «vaticanistas» entreguen al papa públicamente, y con gestos inequívocos que buscan su apoyo, sus libros, en los que «destapan» -pero en realidad meramente fabrican- oposiciones y conspiraciones contra el papa en la curia y en la Iglesia, y que después permitan ser alabados, de manera similar a como lo eran los «héroes de la Unión Soviética» del pasado, por esta locura que no hace más que minar la fe.

Recordemos aquí que «[Jesús] encontró en el templo a los vendedores de bueyes, ovejas y palomas, y a los cambistas sentados» y que él los echó del Templo, esparció su dinero (ganado con la usura) y «volcó las mesas» (véase Jn 2, 14 y ss). En cualquier caso, no es una forma de literatura que fomente la armonía entre los fieles y contribuya a aumentar el sentido moral.
Si el Sínodo para la Amazonia tiene que convertirse en una bendición para el conjunto de la Iglesia y un reforzamiento de su unidad en la verdad, en lugar de un debilitamiento, es necesario dejar de pensar según las distintas facciones e ideologías. Cuando en una lucha cada uno «dice algo distinto» y lo legitima diciendo «Me adhiero a Pablo, y yo a Pedro; me adhiero a Apolo, yo a Cristo», entonces la interpelación del apóstol está justificada: «¿Está dividido Cristo? …. ¿Fuisteis bautizados en nombre de Pablo?» (1 Cor 1, 13). «Realmente tiene que haber escisiones entre vosotros para que se vea quiénes resisten a  la prueba» (1 Cor 11, 19); sin embargo, «¡ay del mundo por los escándalos!» (Mt 18, 7).

Creemos en un único Dios «que quiere que todos los hombres se salven y lleguen al conocimiento de la verdad» y «único también es el mediador entre Dios y los hombres, el hombre Cristo Jesús» (1 Tim 2, 3-7). Y sabemos que los apóstoles y sus sucesores, los obispos, son constituidos maestros «de las naciones en la fe y en la verdad» (1 Tim 2, 7).

Nosotros católicos somos, sin excepción, leales al papa Francisco y a los obispos en comunión con él. Esta es la esencia del mandato del papa, que él reúna una y otra vez de nuevo a los discípulos y que los una en la profesión de san Pedro el cual, cuando Jesús le preguntó quién pensaba que Él era, hizo la profesión de la Iglesia de todos los tiempos: «Tú eres el Mesías, el Hijo del Dios vivo» (Mt 16, 16). Y lo hizo sin prestar atención a las veleidosas opiniones de la gente.


Traducido por Verbum Caro para InfoVaticana.

lunes, 30 de septiembre de 2019

El tiempo y el espacio



Autor: Santiago MARTÍN, sacerdote FM

Católicos on line, setiembre 201


Lo último que sabemos de lo que está sucediendo en Alemania, es que doce obispos contra cincuenta y uno, han votado en contra de los Estatutos de su Sínodo, porque no cumplen lo que ha pedido el Papa. Uno de ellos, el de Tubinga, ha advertido además que abandonará el Sínodo si se aprueban cosas contrarias a la fe católica que él ha jurado defender con su vida.

El cisma, real desde hace cincuenta años, está a punto de hacerse oficial por parte de los que no aceptan ni la Palabra ni la Tradición. Pero, ¿por qué ha ocurrido y por qué precisamente con este Papa? ¿Por qué los obispos alemanes liberales se enfrentan a un Pontífice con el que se sienten identificados, al que han aclamado desde el principio y al que ayudaron a llegar al Pontificado?

El Papa Francisco gobierna la Iglesia basándose en cuatro principios que él mismo ha expuesto, sobre todo en la Evangelii gaudium: el tiempo es superior al espacio; la unidad prevalece sobre el conflicto; la realidad es más importante que la idea; el todo es superior a la parte. De todos ellos, el que más puede ayudarnos a entender lo que pasa en Alemania, es el primero. El Papa ha dicho muchas veces que él quiere poner en marcha procesos que luego no permitan la vuelta atrás. Esto implica dos cosas: tomar decisiones que favorezcan esos procesos y tener paciencia para no dar un paso en falso que genere una reacción tan fuerte que los anule. Lo primero se hace con los nombramientos, ante todo de cardenales (Kasper acaba de declarar que con los últimos cardenales electos ya está asegurada la elección de un Papa en la línea de Francisco) y también de obispos para sedes clave en la Iglesia (Lima, Chicago o Bolonia son ejemplos de esto). Lo segundo, requiere ir poco a poco, confiando en que la historia nunca da marcha atrás y en que con los hombres pasa lo mismo que con las ranas cuando se las mete en una cazuela de agua que se va calentando poco a poco: no saltan, hasta que el agua hierve y es demasiado tarde.

Ahí es donde se ha presentado el conflicto con los alemanes. No sería, aparentemente al menos y según declaraciones del propio cardenal Marx, un conflicto de fondo -como sí lo hubiera habido con los Pontífices anteriores, con los cuales, precisamente por eso, no estalló-, sino un conflicto de oportunidad. Los alemanes no están dispuestos a esperar. Posiblemente no creen lo de que el tiempo es superior al espacio y opinan que en la historia de la humanidad han sido muchos los que han dejado todo atado y bien atado y luego han terminado con sus huesos en un estercolero. Por eso tienen prisa. Les parece demasiado aguardar otros diez o veinte años para que la homosexualidad sea aceptada y para que llegue la hora del sacerdocio femenino, entre otras cosas que reclaman. Para ellos es ahora o nunca. El Papa les pide paciencia y ellos no la tienen.

Yo también creo que el tiempo es superior al espacio y que poner en marcha procesos es más importante que precipitar las cosas. Lo que pasa es que, por encima de estos principios de comportamiento basados en perspectivas humanas, creo en Dios. Y sé que Dios es el Señor del tiempo, es el Señor y dueño de la historia. Por eso confío en que lo que se pretende dejar atado de forma que no haya marcha atrás posible, se pueda desatar en cualquier momento, porque de repente sucede algo imprevisto que hace que todo cambie. No sé si los alemanes comparten mi fe y es por eso por lo que tienen prisa, pero desde luego no están dispuestos a esperar.

Si a esta situación se le añade el no menos conflictivo Sínodo de la Amazonía, podemos hacernos una idea de cómo está la Iglesia. El Papa, que aparentemente alentó los procesos, pone el freno, como se tira de las riendas del caballo para que no se desboque. Es como si dijera: hay que ir, pero más despacio y eso lleva incluso a dudar de sus intenciones a los que quieren ir más de prisa. Mientras, los que no queremos ir por ese camino y aguantamos todos los días los insultos y las amenazas, sólo podemos contemplar con tristeza el espectáculo de ver cómo ellos se pelean y suplicar a Dios que salve a su Iglesia.

martes, 24 de septiembre de 2019

Fidelidad al Papa



Una aclaración sobre el significado de la "fidelidad al Papa"


Autor: Raimond BURKE/Athanasius SCHNEIDER, obispos católicos

Ninguna persona honesta puede negar la confusión doctrinal casi general que reina en la vida de la Iglesia en nuestros días. Esto se debe particularmente a las ambigüedades con respecto a la indisolubilidad del matrimonio, que se relativiza mediante la práctica de la admisión de personas que conviven en uniones irregulares a la Sagrada Comunión, debido a la creciente aprobación de los actos homosexuales, que son intrínsecamente contrarios a la naturaleza y contrarios a la voluntad revelada de Dios, debido a errores con respecto a la singularidad de Nuestro Señor Jesucristo y Su obra redentora, que se relativiza a través de afirmaciones erróneas sobre la diversidad de las religiones, y especialmente debido al reconocimiento de diversas formas de paganismo y su practicas rituales a través del Instrumentum Laboris para la próxima Asamblea Especial del Sínodo de los Obispos para la región Panamazónica.

Ante esta realidad, nuestra conciencia no nos permite callar. Nosotros, como hermanos en el Colegio de los Obispos, hablamos con respeto y amor, para que el Santo Padre rechace inequívocamente los evidentes errores doctrinales del Instrumentum Laboris para la próxima Asamblea Especial del Sínodo de los Obispos para la región Panamazónica y no consienta a la abolición práctica del celibato sacerdotal en la Iglesia latina a través de la aprobación de la ordenación de los llamados «viri probati«.
Con nuestra intervención, nosotros, como pastores del rebaño, expresamos nuestro gran amor por las almas, por la persona del mismo Papa Francisco y por el don divino del oficio Petrino. Si no hiciéramos esto, cometeríamos un gran pecado de omisión y de egoísmo. 

Porque si estuviéramos en silencio, tendríamos una vida más tranquila, y tal vez incluso recibiríamos honores y reconocimientos. Sin embargo, si estuviéramos en silencio, violaríamos nuestra conciencia. En este contexto, pensamos en las conocidas palabras del futuro santo Cardenal John Henry Newman (que será canonizado el 13 de octubre de 2019): «Brindaré al Papa – si asì Usted lo desea – primero a la Conciencia y al Papa después «. (Carta dirigida al duque de Norfolk en ocasión del reciente reproche del Sr. Gladstone).

Pensamos en estas palabras memorables y pertinentes de Melchior Cano, uno de los obispos más sabios durante el Concilio de Trento: «Pedro no necesita nuestra adulación. Aquellos que defienden ciega e indiscriminadamente cada decisión del Sumo Pontífice son los que menoscaban la autoridad de la Santa Sede: destruyen, en lugar de fortalecer sus cimientos”.

En los últimos tiempos, se ha creado una atmósfera de infalibilización casi total de las declaraciones del Romano Pontífice, es decir, de cada palabra del Papa, de cada pronunciamiento y de los documentos meramente pastorales de la Santa Sede. En la práctica, ya no se observa la regla tradicional de distinguir los diferentes niveles de los pronunciamientos del Papa y de sus oficios con sus notas teológicas y con la correspondiente obligación de adhesión de los fieles.

A pesar del hecho de que el diálogo y los debates teológicos fueron alentados y promovidos en la vida de la Iglesia durante las últimas décadas después del Concilio Vaticano II, en nuestros días, parece que ya no hay posibilidad de un debate intelectual y teológico honesto y de la expresión de dudas sobre afirmaciones y prácticas que ofuscan y perjudican gravemente la integridad del Depósito de la Fe y de la Tradición Apostólica. Tal situación lleva al desprecio por la razón y, por lo tanto, por la verdad.

Quienes critican nuestras expresiones de preocupación emplean sustancialmente solo argumentos sentimentales o argumentos del poder. Aparentemente no quieren entablar una discusión teológica seria sobre el tema. A este respecto, parece que a menudo la razón simplemente es ignorada y se suprime el razonamiento.
Una expresión sincera y respetuosa de preocupación con respecto a asuntos de gran importancia teológica y pastoral en la vida de la Iglesia de hoy, dirigida también al Sumo Pontífice, es inmediatamente silenciada y arrojada a la luz negativa con reproches difamatorios de «sembrar dudas», de ser «contra el Papa», o incluso de ser «cismático».

La Palabra de Dios nos enseña, a través de los Apóstoles, a ser certeros, firmes e inquebrantables con respecto a las verdades universales e inmutables de nuestra fe y a mantener y proteger la fe ante los errores, como San Pedro, el primer Papa, escribió: «Estad en guardia para que no os arrastre el error de esa gente sin principios ni decaiga vuestra firmeza» (2 Pd. 3, 17). San Pablo también escribió: “Ya no seamos niños sacudidos por las olas y llevados a la deriva por todo viento de doctrina, en la falacia de los hombres, que con astucia conduce al error; sino que, realizando la verdad en el amor, hagamos crecer todas las cosas hacia él, que es la cabeza: Cristo” (Ef. 4,  14-15).

Hay que tener en cuenta el hecho de que el apóstol Pablo reprochó públicamente al primer papa en Antioquía en una cuestión de menor gravedad, en comparación con los errores que en nuestros días se extienden en la vida de la Iglesia. San Pablo advirtió públicamente al primer Papa debido a su comportamiento hipócrita y al consiguiente peligro de cuestionar la verdad que dice que las prescripciones de la ley mosaica ya no son vinculantes para los cristianos.

¿Cómo reaccionaría hoy el apóstol Pablo si leyera la oración del documento de Abu Dhabi que dice que Dios quiere en su sabiduría igualmente la diversidad de sexos, naciones y religiones (entre las cuales hay religiones que practican la idolatría y blasfeman a Jesucristo)!? Tal afirmación produce, de hecho, una relativización de la unicidad de Jesucristo y de su obra redentora! ¿Qué dirían San Pablo, San Atanasio y las otras grandes figuras del cristianismo al leer una frase así y los errores expresados ​​en el Instrumentum Laboris para la próxima Asamblea Especial del Sínodo de los Obispos para la región Panamazónica? Es imposible pensar que estas figuras permanecerían en silencio, o se dejarían intimidar con reproches y acusaciones de hablar «contra el Papa».

Cuando el papa Honorio I en el siglo VII mostró una actitud ambigua y peligrosa con respecto a la propagación de la herejía del monotelitismo, que negaba que Cristo tuviera una voluntad humana, San Sofronio, patriarca de Jerusalén, envió un obispo de Palestina a Roma, pidiéndole hablar, rezar y no guardar silencio hasta que el Papa condenase la herejía. Si San Sofronio viviera hoy, ciertamente sería acusado de hablar «en contra del Papa».

La afirmación sobre la diversidad de religiones en el documento de Abu Dhabi y especialmente los errores en el Instrumentum Laboris para la próxima Asamblea Especial del Sínodo de los Obispos para la región Panamazónica contribuyen a una traición de la incomparable singularidad de la Persona de Jesucristo y de la integridad de la fe católica. Y esto ocurre ante los ojos de toda la Iglesia y del mundo. Una situación similar existió en el siglo IV, cuando con el silencio de casi todo el episcopado, la consustancialidad del Hijo de Dios fue traicionada en favor de afirmaciones doctrinales ambiguas del semi-arrianismo, una traición en la que incluso el Papa Liberio participó por un corto período de tiempo. San Atanasio nunca se cansó de denunciar públicamente tal ambigüedad. El papa Liberio lo excomulgó en el año 357 «pro bono pacis«, es decir, “por el bien de la paz», para tener paz con el emperador Constancio y los obispos semi-arrianos del Este. San Hilario de Poitiers informó este hecho y reprendió al Papa Liberio por su actitud ambigua. Es significativo que el Papa Liberio, a diferencia de todos sus predecesores, fue el primer papa cuyo nombre no se incluyó en el Martirologio Romano.

Nuestra declaración pública corresponde con las siguientes palabras de Nuestro Santo Padre, el Papa Francisco: “Una condición general de base es esta: hablar claro. Que nadie diga: «Esto no se puede decir; pensará de mí así o así…». Se necesita decir todo lo que se siente con parresía. Después del último Consistorio (febrero de 2014), en el que se habló de la familia, un cardenal me escribió diciendo: lástima que algunos cardenales no tuvieron la valentía de decir algunas cosas por respeto al Papa, considerando quizás que el Papa pensara algo diverso. Esto no está bien, esto no es sinodalidad, porque es necesario decir todo lo que en el Señor se siente el deber de decir: sin respeto humano, sin timidez» (Saludo a los padres sinodales durante la Primera Congregación General de Tercera Asamblea General Extraordinaria del Sínodo de los Obispos, 6 de octubre de 2014).

Afirmamos en presencia de Dios quién nos juzgará: somos verdaderos amigos del Papa Francisco. Tenemos una estima sobrenatural de su persona y del supremo oficio pastoral del Sucesor de Pedro. Oramos mucho por el Papa Francisco y alentamos a los fieles a hacer lo mismo. Con la gracia de Dios, estamos listos para dar nuestras vidas por la verdad de la fe católica sobre la primacía de San Pedro y sus sucesores, si los perseguidores de la Iglesia nos pidieran que negáramos esta verdad. Vemos los grandes ejemplos de fidelidad a la verdad católica de la primacía Petrina, como San Juan Fisher, obispo y cardenal de la Iglesia, y Santo Tomás Moro, un laico, y muchos otros santos y confesores, y nosotros invocamos su intercesión.

Cuanto más fieles laicos, sacerdotes y obispos se aferran y defienden la integridad del depósito de la fe, más, de hecho, apoyan al Papa en su ministerio Petrino. Porque el Papa es el primero en la Iglesia a quien se aplica esta advertencia de la Sagrada Escritura: 

“Mantén la forma de las palabras sanas que has oído de mí en la fe y el amor que tienen su fundamento en Cristo Jesús. Vela por el buen depósito que se te ha confiado con la ayuda del Espíritu Santo que habita en nosotros” (2 Tim. 1, 13-14).


24 de septiembre de 2019.
Fiesta de Nuestra Señora de la Merced

Raymond Leo Cardenal Burke

Obispo Athanasius Schneider