miércoles, 30 de diciembre de 2020

Aborto legal en Argentina

 Un breve comentario sobre la realidad del catolicismo, que ayuda a entender la situación planteada.


http://www.mario-meneghini.blogspot.com

lunes, 28 de diciembre de 2020

Oración por la vida

 


 

Oh María,

aurora del mundo nuevo,

Madre de los vivientes,

a Ti confiamos la causa de la vida:

mira, Madre, el número inmenso

de niños a quienes se impide nacer,

de pobres a quienes se hace difícil vivir,

de hombres y mujeres víctimas

de violencia inhumana,

de ancianos y enfermos muertos

a causa de la indiferencia

o de una presunta piedad.

Haz que quienes creen en tu Hijo

sepan anunciar con firmeza y amor

a los hombres de nuestro tiempo

el Evangelio de la vida.

Alcánzales la gracia de acogerlo

como don siempre nuevo,

la alegría de celebrarlo con gratitud

durante toda su existencia

y la valentía de testimoniarlo

con solícita constancia, para construir,

junto con todos los hombres de buena voluntad,

la civilización de la verdad y del amor,

para alabanza y gloria de Dios Creador

y amante de la vida.

 

Dado en Roma, junto a san Pedro, el 25 de marzo, solemnidad de la Anunciación del Señor, del año 1995, decimoséptimo de mi Pontificado.

 

IOANNES PAULUS PP. II

sábado, 26 de diciembre de 2020

El pueblo

 


que caminaba en las tinieblas vio una luz grande

ECCLESIA, 25-12-2020


La Navidad es acontecimiento de luz, es la fiesta de la luz: en el Niño de Belén, la luz originaria vuelve a resplandecer en el cielo de la humanidad y despeja las nubes del pecado. El fulgor del triunfo definitivo de Dios aparece en el horizonte de la historia para proponer a los hombres un nuevo futuro de esperanza. Al igual que los pastores, también nosotros hemos de sentir en esta noche extraordinaria el deseo de comunicar a los demás la alegría del encuentro con este "Niño envuelto en pañales", en el cual se revela el poder salvador del Omnipotente.

 

Todos los años escuchamos estas palabras del profeta Isaías, en el contexto sugestivo de la conmemoración litúrgica del nacimiento de Cristo. Cada año adquieren un nuevo sabor y hacen revivir el clima de expectación y de esperanza, de estupor y de gozo, que son típicos de la Navidad.

 

Al pueblo oprimido y doliente, que caminaba en tinieblas, se le apareció "una gran luz". Sí, una luz verdaderamente "grande", porque la que irradia de la humildad del pesebre es la luz de la nueva creación. Si la primera creación empezó con la luz (cf. Gn 1, 3), mucho más resplandeciente y "grande" es la luz que da comienzo a la nueva creación: ¡es Dios mismo hecho hombre!

 

La Navidad es acontecimiento de luz, es la fiesta de la luz: en el Niño de Belén, la luz originaria vuelve a resplandecer en el cielo de la humanidad y despeja las nubes del pecado. El fulgor del triunfo definitivo de Dios aparece en el horizonte de la historia para proponer a los hombres un nuevo futuro de esperanza.

 

"Habitaban tierras de sombras, y una luz les brilló" (Is 9, 1).

 

El anuncio gozoso que se acaba de proclamar en nuestra asamblea vale también para nosotros, hombres y mujeres en el alba del tercer milenio. La comunidad de los creyentes se reúne en oración para escucharlo en todas las regiones del mundo. Tanto en el frío y la nieve del invierno como en el calor tórrido de los trópicos, esta noche es Noche Santa para todos.

 

Esperado por mucho tiempo, irrumpe por fin el resplandor del nuevo Día.¡El Mesías ha nacido, el Enmanuel, Dios con nosotros! Ha nacido Aquel que fue preanunciado por los profetas e invocado constantemente por cuantos "habitaban en tierras de sombras". En el silencio y la oscuridad de la noche, la luz se hace palabra y mensaje de esperanza.

 

Pero, ¿no contrasta quizás esta certeza de fe con la realidad histórica en que vivimos? Si escuchamos las tristes noticias de las crónicas, estas palabras de luz y esperanza parecen hablar de ensueños. Pero aquí reside precisamente el reto de la fe, que convierte este anuncio en consolador y, al mismo tiempo, exigente. La fe nos hace sentirnos rodeados por el tierno amor de Dios, a la vez que nos compromete en el amor efectivo a Dios y a los hermanos.

 

"Ha aparecido la gracia de Dios, que trae la salvación para todos los hombres" (Tt 2, 11).

 

En esta Navidad, nuestros corazones están preocupados e inquietos por la persistencia en muchas regiones del mundo de la guerra, de tensiones sociales y de la penuria en que se encuentran muchos seres humanos. Todo buscamos una respuesta que nos tranquilice.

 

El texto de la Carta a Tito que acabamos de escuchar nos recuerda cómo el nacimiento del Hijo unigénito del Padre "trae la salvación" a todos los rincones del planeta y a cada momento de la historia. Nace para todo hombre y mujer el Niño llamado "Maravilla de Consejero, Dios guerrero, Padre perpetuo, Príncipe de la paz" (Is 9, 5). Él tiene la respuesta que puede disipar nuestros miedos y dar nuevo vigor a nuestras esperanzas.

 

Sí, en esta noche evocadora de recuerdos santos, se hace más firme nuestra confianza en el poder redentor de la Palabra hecha carne. Cuando parecen prevalecer las tinieblas y el mal, Cristo nos repite: ¡no temáis! Con su venida al mundo, Él ha derrotado el poder del mal, nos ha liberado de la esclavitud de la muerte y nos ha readmitido al convite de la vida.

 

Nos toca a nosotros recurrir a la fuerza de su amor victorioso, haciendo nuestra su lógica de servicio y humildad. Cada uno de nosotros está llamado a vencer con Él "el misterio de la iniquidad", haciéndose testigo de la solidaridad y constructor de la paz. Vayamos, pues, a la gruta de Belén para encontrarlo, pero también para encontrar, en Él, a todos los niños del mundo, a todo hermano lacerado en el cuerpo u oprimido en el espíritu.

 

Los pastores "se volvieron dando gloria y alabanza a Dios por lo que habían visto y oído; todo como les habían dicho" (Lc 2, 17).

 

Al igual que los pastores, también nosotros hemos de sentir en esta noche extraordinaria el deseo de comunicar a los demás la alegría del encuentro con este "Niño envuelto en pañales", en el cual se revela el poder salvador del Omnipotente. No podemos limitarnos a contemplar extasiados al Mesías que yace en el pesebre, olvidando el compromiso de ser sus testigos.

 

Hemos de volver de prisa a nuestro camino. Debemos volver gozosos de la gruta de Belén para contar por doquier el prodigio del que hemos sido testigos. ¡Hemos encontrado la luz y la vida! En Él se nos ha dado el amor.

 

"Un Niño nos ha nacido..."

 

Te acogemos con alegría, Omnipotente Dios del cielo y de la tierra, que por amor te has hecho Niño "en Judea, en la ciudad de David, que se llama Belén" (cf. Lc 2, 4). Te acogemos agradecidos, nueva Luz que surges en la noche del mundo. Te acogemos como a nuestro hermano, "Príncipe de la paz", que has hecho "de los dos pueblos una sola cosa" (Ef 2, 14).

 

Cólmanos de tus dones, Tú que no has desdeñado comenzar la vida humana como nosotros. Haz que seamos hijos de Dios, Tú que por nosotros has querido hacerte hijo del hombre (cf. S. Agustín, Sermón 184).

 

Tú, "Maravilla de Consejero", promesa segura de paz; Tú, presencia eficaz del "Dios poderoso"; Tú, nuestro único Dios, que yaces pobre y humilde en la sombra del pesebre, acógenos al lado de tu cuna.

 

¡Venid, pueblos de la tierra y abridle las puertas de vuestra historia! Venid a adorar al Hijo de la Virgen María, que ha venido entre nosotros en esta noche preparada por siglos. Noche de alegría y de luz.

 

¡Venite, adoremus!

miércoles, 16 de diciembre de 2020

Crimen abominable

 


En estos días se reclama el reconocimiento de un derecho a liquidar a los niños por nacer. Ese nefando delito nunca puede ser un derecho.

 

Monseñor Héctor Aguer

Infocatólica – 16/12/20 10:57 AM

 

El Concilio Vaticano II, por su índole y sus consecuencias, ha sido el acontecimiento eclesial más importante del siglo XX. Se ha hecho de él uso y abuso. En mi opinión -como lo escribí en otras ocasiones-, el Concilio son los textos, en los que se expresa la mente y la voluntad de los Padres Conciliares, aprobados prácticamente por unanimidad, y que, según lo ha enseñado Benedicto XVI, deben ser leídos a la luz de la gran tradición de la Iglesia.

 

Sin embargo, pareciera que después de medio siglo el Concilio hubiera caído en el olvido. Lo digo por referencia a un tema específico, de singular importancia en la Argentina de hoy, cuando el gobierno socialdemócrata, y seudoperonista, se ha empeñado en la legalización del aborto. Al escribir esta nota, la Cámara de Diputados de la Nación ya aprobó el proyecto de liquidación de los niños por nacer por 131 votos contra 117; después de esa media sanción debe pronunciarse el Honorable Senado. ¿Será el regalo de Navidad que esa mayoría de ateos bautizados, que constituye el gobierno, quiere ofrecer al pueblo argentino?

 

He comenzado aludiendo al Concilio porque he sido yo, un obispo emérito (o «demérito») el único que -y más de una vez- se atrevió a citar la sentencia de la Constitución Pastoral Gaudium et spes, número 51, pronunciada en el contexto en que se afirma que el amor conyugal debe compaginarse con el respeto a la vida humana. Los Padres Conciliares enseñaron: La vida, desde su concepción, ha de ser salvaguardada con el máximo cuidado; el aborto y el infanticidio son crímenes abominables. En el original latino se lee, textualmente: Nefanda sunt crimina. Otros han apuntado a lo inoportuno del proyecto, o expresaron que su aprobación tornaría a la sociedad menos inclusiva. Comprendo; la cita conciliar suena brutal, con la brutalidad de la verdad en un mundo regido por el Padre de la mentira (Jn 8, 44). No parece conformarse a la «cultura del encuentro», según la cual hay que evitar semejantes afirmaciones. Pero posee una fuerza intrínseca que es capaz de sacudir las conciencias de los hombres y mujeres de buena voluntad.

 

La Iglesia de hoy se encuentra profundamente afectada por la llaga del relativismo, que enferma a fieles y pastores. Empero, hay lugar para la esperanza; muchos jóvenes están dispuestos a asumir lo que Rod Dreher, en su libro La opción benedictina, llama una estrategia para cristianos, en una nación postcristiana; el autor habla de Estados Unidos, aunque estoy seguro de que vale también para la Argentina.

 

Voy al asunto que me he propuesto abordar.

 

El Ministro de Salud de la Nación se ha descolgado recientemente con una sentencia inconcebible. Ha dicho que en el caso de una mujer embarazada no hay dos vidas -la de la mujer, y la del fruto de la concepción- sino una sola, la de la mujer; lo que lleva en su seno es un fenómeno. El ministro es bien conocido por sus opiniones, ya que ejerció ese cargo en dos oportunidades anteriores, en las cuales se destacó como entusiasta promotor del onanismo mediante el reparto masivo de condones. En aquella oportunidad lo critiqué públicamente, y con todo respeto. El reaccionó tratándome de «fanático» y «exaltado»; dijo: «Dios perdona todo, pero el Sida no perdona»; su alusión religiosa me permitió retrucar recordándole una elemental verdad catequística: «Dios perdona todo si nos arrepentimos, y prometemos enmendarnos, no si perseveramos cerrilmente en nuestro error». Dije error porque en el Nuevo Testamento griego pecado se dice hamartía, derivado de un verbo que significa marrar la meta, extraviarse. El pecado es una decisión errada de la voluntad, que adhiere a un objeto inconveniente. El ministro no pierde las mañas: ahora, para combatir el aburrimiento a causa de la cuarentena, ha recomendado el sexting. ¡Parece mentira! Es este un modelo eximio de la seriedad de la política argentina. Los lectores imaginarán el significado del neologismo inglés, que corresponde aproximadamente a lo que en la moral casuística se denomina «actos incompletos». Se supone que es médico, y especialista en sanidad. Aquí ha fracasado rotundamente en la gestión de la pandemia, sobre la cual se contradijo repetidas veces, y no pudo evitar infinidad de contagios y muertes. Ahora afirma que el fruto de la concepción no es una vida humana, sino un fenómeno, aunque no explica de qué. Según el diccionario, fenómeno equivale a apariencia, cosa extraordinaria y sorprendente, persona o animal monstruoso. ¿Se trata en su caso de ignorancia, o ideologizada mala fe? No puede negar que la embriología desarrollada durante el siglo XX ha establecido claramente que el «fenómeno» de la concepción es un ser humano, con un ADN distinto del de sus progenitores, y que ya desde el primer instante es varón o mujer. ¿Habrá oído hablar del profesor Jérôme Lejeune, y de sus estudios?

 

La cuestión del aborto posee diversas facetas, la primera de las cuales es estrictamente científica; es lo dicho. También implica una cuestión jurídica, con su base ética imposible de soslayar. En este ámbito se suele distinguir entre despenalización y legalización; me parece una distinción engañosa, porque si una conducta no está sancionada por la ley, puede cumplirse libremente, es legal. La dimensión psicológica surge evidente en lo que se llama síndrome posaborto. Quienes nos hemos sentado en un confesionario conocemos muchos casos de mujeres que se acusan reiteradamente de esa culpa, que ya ha sido perdonada, y a veces no resulta fácil devolverles la paz que han perdido. Lo psicológico y lo moral están intrínsecamente relacionados en la conducta humana, en la de las personas normales. La faceta sociológica se manifiesta en las concentraciones para reclamar la ley que habilite la liquidación de los niños por nacer; los rostros y las vestimentas muestran que se trata de una reivindicación de la burguesía. No se ven pobres en ellas; las mujeres pobres consideran una riqueza al hijito, por lo general independientemente del modo como ha sido concebido. Poseen el auténtico sentido de la vida humana. Da pena la posición abortista de los partidos de extrema izquierda, que no entienden a los pobres, y se suman a la estrategia de la burguesía.

 

Finalmente, es preciso decir algo sobre el costado político del asunto. Muchos lectores recordarán a Henry Kissinger, el norteamericano de origen judío - alemán, que fue Secretario de Estado entre 1973 y 1977, y que tuvo una influencia decisiva en la política internacional con su propósito de disminuir la población de los países pobres. Ese proyecto continúa siendo activo designio del imperialismo financiero internacional, protagonizado por Rockefeller, Soros, la ONU, la UNESCO, la Organización Mundial de la Salud, los diversos Comités de Población, el BID, el FMI, la Planned Parenthood o IPPF, la Trilateral Comission, y un poder cultural ubicuo y obediente. El gobierno argentino, presuntamente progresista, obedece a esa política, y recibe fondos para promover el aborto y la perversión sexual escolar. La Argentina es un país semidespoblado, con un territorio potencialmente rico y codiciable. El inefable Ginés ha dicho que si el «fenómeno» fuera un ser humano, el aborto sería un genocidio. Lo es, y él se anota en la lista de los aspirantes a genocidas.

 

Los abortistas, que desconocen -no quieren aceptar- la complejidad del asunto, descalifican a la Iglesia Católica reduciendo la cuestión a la dimensión religiosa. En este punto, digamos francamente que los cristianos evangélicos han actuado con coherencia y firmeza. Las declaraciones de ACIERA, la Asociación Cristiana de Iglesias Evangélicas de la República Argentina, han sido mejores que algunas intervenciones católicas. Pero sí, el aborto implica una cuestión religiosa. En primer lugar, el precepto «No matar», que procede de la Torá hebrea, vale decir, de la Revelación del Antiguo Testamento, y que en régimen cristiano encuentra confirmación y ampliación. Pero algo más: el Mesías de Israel, y Salvador de todos los hombres, Nuestro Señor Jesucristo, fue un niño por nacer, engendrado virginalmente por María Santísima; es Dios y hombre verdadero, como reza la verdad central de nuestra fe. Fue un embrión, un feto, luego un paidíon, un niñito, un bréphos, según leemos respectivamente en los Evangelios de Mateo y de Lucas (cf. Mt 1, 8. 9. 13. 14. 20. Lc 2, 12. 16). Este sustantivo, bréphos, en el griego clásico, designa al niño ya desde el seno de su madre, y luego en su tierna infancia. Este misterio nos mueve a contemplar con devota admiración el hecho de la generación humana, y el silencioso crecimiento de la nueva criatura en el seno materno, desde el instante de la concepción. El Hijo eterno de Dios quiso nacer en el tiempo como nacen los hombres, solo que fue engendrado sin intervención de varón, por la acción del Espíritu Santo.

 

Otro elemento de orden religioso: según la Biblia, la sangre inocente derramada reclama una intervención punitiva de Dios. En el relato arquetípico del fratricidio consumado por Caín, que abre el camino para la entrada violenta de la muerte en el mundo, se pone en boca de Dios: La sangre de tu hermano grita hacia mí desde el suelo (Gn 4, 10). Jesús asumió esa verdad en su invectiva contra la vanidad y la hipocresía de los escribas fariseos, al anunciar que ellos perseguirían hasta la muerte a los apóstoles que les enviaría. El texto del Evangelio de San Mateo señala una acumulación terrible: Así caerá sobre ustedes toda la sangre inocente derramada en la tierra, desde la sangre del justo Abel, hasta la sangre de Zacarías, hijo de Baraquías, al que ustedes asesinaron entre el santuario y el altar (Mt 23, 35). No me parece arbitrario aplicar estas realidades bíblicas a la oportunidad siniestra que vive nuestro país; resulta patético confrontarlas con la algarabía manifestada por tantas jóvenes ataviadas con símbolos verdes en la Plaza del Congreso, al votarse la ley. ¡Si hubieran pensado en la sangre de los niños abortados!... El texto citado de San Mateo concluye: Les aseguro que todo esto sobrevendrá a la presente generación (Mt 23, 36). Una generación, la nuestra, que ya carga sobre sí abundantes desgracias. Hablo así porque pienso que la palabra evangélica ha sido pronunciada para siempre, y tiene una permanente actualidad.

 

La premura por obtener la sanción de una ley que legitime lo que eufemísticamente llaman «interrupción voluntaria del embarazo», y sobre todo el número fantástico que aducen de abortos clandestinos, prueban el fracaso de los intentos de asegurar una educación sexual escolar, que ya viene aplicándose desde hace años, con responsabilidad de varios gobiernos. También, desde hace años, me he ocupado del tema, al que asigno una valencia deseducativa que se integra en la decadencia de una cultura, que ha perdido el sentido de la naturaleza y de la auténtica humanidad del hombre. Estos atentados han sido impuestos por leyes que numerosos expertos consideran inconstitucionales: la Ley nacional 26.150, y en la Provincia de Buenos Aires una norma local, la Ley 14.744. Este segundo instrumento fue votado en 2015, sin discusión en la Legislatura, con un conjunto de otras disposiciones, y promulgada también en un «paquete». Pretende imponer la «educación sexual integral», desde el nivel inicial hasta el último año del ciclo secundario; según ella, hay que asegurar a los educandos una docena de «derechos sexuales», entre ellos, el derecho al «placer sexual», y se ha de formarlos para que elijan libremente la orientación sexual. Semejante abuso contraría a la Constitución Provincial sancionada en 1994, que establece en el artículo 199 que los escolares bonaerenses han de recibir «una educación integral, de sentido trascendente, y según los principios de la moral cristiana, respetando la libertad de conciencia». Los lobbies LGBT, con la complicidad de los políticos y de los funcionarios judiciales han impuesto sus convicciones y prácticas en nombre de la no-discriminación.

 

El contexto cultural, como en el caso del aborto y de la regulación inmoral de los nacimientos, es decisivo: un individualismo anárquico en la concepción de la persona humana, que resulta desligada de sus vínculos esenciales, pone el acento en la expresión de la subjetividad y valora exageradamente toda autoexpresión creativa como paradigma de conducta. Cada uno tiene derecho a elegir para sí un estilo de vida libre y abierto, que no admita trabas. Se rechaza toda idea de límite, regulación o prohibición en la búsqueda del placer, y en el ejercicio de la función que lo brinda; además, se desconoce, mitiga o elude toda referencia a valores objetivos, universales y permanentes, respecto de los cuales el hombre debe ser educado y autoeducarse en la responsabilidad. San Juan Pablo II, en la encíclica Evangelium vitae habló de una idea perversa de libertad, violatoria del orden de la naturaleza, y del auténtico bien de la persona humana; en tales actitudes se expresa una antropología reductiva, incapaz de comprender el complejo unitario y viviente que es el hombre. Este fundamento filosófico inspira tanto el intento de dominar despóticamente el cuerpo y sus funciones cuanto el materialismo vitalista.

 

Otro elemento del contexto cultural que voy describiendo es la inflación desmesurada y antinatural de la problemática relativa al sexo, como si nada en la vida actual pudiera escapar de la motivación o a la finalidad sexual. Así cunde entre muchos adolescentes y jóvenes, desde los años más tempranos, la curiosidad o la obsesión por el placer como un fin en sí mismo. En esa reducción fisiologista de la sexualidad el amor es, a lo sumo, un ingrediente afrodisíaco, no el medio de un encuentro personal. La diversión de los chicos suele ser un ejercicio ritual en sitios donde no falta el alcohol, y muchas veces la droga; los medios de comunicación dan cuenta regularmente de los «femicidios» que se cometen a la salida de esos «boliches». Podría extenderme en el análisis de este asunto, que ha de tomarse en cuenta cuando se trata del aborto; este es el último recurso al que puede apelarse cuando fallan los «cuidados».

 

Una recta educación sexual, que sea un elemento positivo para la plasmación de la personalidad, implica un problema teórico: la comprensión de lo específico de la sexualidad humana, que si bien no debe enfocarse exclusivamente «desde arriba», desde una racionalidad dominadora presuntamente capaz de manejar a su arbitrio el torrente biológico expresado en la libido, tampoco ha de enfocarse -como se hace habitualmente- «desde abajo», desde la animalidad, como si no se diferenciara específicamente de la sexualidad de los bichos inferiores. Debido a la participación recíproca de espíritu y materia, que se conjugan en la dimensión sexual, y se unifican en ella, todo lo biológico se encuentra bajo el imperativo metabiológico del espíritu. La libertad asegura la integración personal, la luminosa felicidad que es propia de la vida sexual rectamente orientada.

 

Concluyo retornando al tema que es el objetivo principal del presente artículo. En estos días se reclama el reconocimiento de un derecho a liquidar a los niños por nacer. Ese nefando delito nunca puede ser un derecho. Por lo contrario, el derecho humano primordial, base de todos los otros, es el derecho a la vida, a crecer bajo el corazón de la madre después de haber sido engendrado; más aún, el derecho a vivir en una familia unida y en un ambiente moral que favorezca el desarrollo de la propia personalidad. El aborto es un triste fenómeno, una forma de desesperación. Además no es posible dejar de señalar la mendacidad del gobierno: afirman que se realizan varios millares por año de abortos clandestinos (han llegado a fantasear quinientos mil), y pretenden transformarlos en legales, seguros y gratuitos; ¿cómo podría asumirlos un sistema sanitario destruido, al borde del colapso?

 

Mis últimas palabras van dirigidas, con respeto y aprecio, a los señores Senadores que se reconocen católicos. Un criterio fundamental afirma la conexión entre el orden legal y el orden moral. Cuando en ámbitos y realidades que implican exigencias éticas insoslayables se proponen decisiones legislativas y políticas contrarias al orden natural y a los valores cristianos, la conciencia bien formada no puede adherir a ellos, y contribuir de ese modo a la deshumanización de la vida social y de las instituciones que deben resguardarla. Corresponde que con sinceridad y valentía se opongan a los grupos ocultos de poder que se valen de una concepción relativista e inmoral de la democracia, para instaurar un desorden subversivo contra la dignidad de la persona humana. Los acompaño con mis oraciones.-

 

+ Héctor Aguer, arzobispo emérito de La Plata

 

Académico de Número de la Academia Nacional de Ciencias Morales y Políticas. Académico Correspondiente de la Academia de Ciencias y Artes de San Isidro. Académico Honorario de la Pontificia Academia de Santo Tomás de Aquino (Roma).

San Ambrosio y San José

 


Autor: Santiago MARTÍN, sacerdote FM

Católicos on line, diciembre 2020

 

El arzobispo emérito de Philadelphia, monseñor Chaput, ha intervenido en una cuestión que está generando mucha polémica en Estados Unidos: la posibilidad de que el nuevo presidente, Joe Biden -en caso de ser finalmente investido como tal- pueda recibir la comunión. Biden es católico y, según él, católico practicante. Sin embargo, está a favor del aborto y ya ha anunciado que va a revertir todas las leyes anti aborto que promulgó su predecesor, como la de financiar esa práctica fuera de Estados Unidos, apoyar a organizaciones como Plannet Parenthood o incluso exigir que las congregaciones religiosas paguen el uso de medios abortivos a sus empleados.

 

Mientras el cardenal George, arzobispo de Washington, no ve incompatible eso con dar la comunión a Biden, monseñor Chaput ha recordado que la actual legislación de la Iglesia considera excomulgados a los políticos que promueven o apoyan leyes abortistas y que, por lo tanto, causaría un gravísimo escándalo y haría daño a muchos católicos si Biden pudiera comulgar. La valiente postura de monseñor Chaput me ha recordado a San Ambrosio. En el año 390, el emperador Teodosio, católico, masacró sin piedad a la población de la ciudad de Tesalónica porque había habido allí un levantamiento contra él. Cuando se presentó en Milán y quiso entrar en la catedral, el arzobispo le impidió el paso y el emperador sólo pudo acceder al templo después de hacer pública penitencia. Obispos así no sólo son santos, sino que dan prestigio a la Iglesia y animan a los fieles a luchar por sus principios, entre los cuales figura la defensa de la vida. Los otros, sólo saben rendirse ante el poder, aunque el precio a pagar sea el de entregar el Cuerpo de Cristo a quien no lo debe recibir.

 

Otro asunto llamativo de esta semana ha sido la polémica sobre el papel del Papa emérito. Curiosamente, un representante de la izquierda atea, Eugenio Scalfari, periodista amigo del Papa Francisco, publicó un artículo diciendo que cuando haya dos Papas, el que está en ejercicio no debe aprobar nada sin estar de acuerdo con el emérito. La respuesta ha venido del cardenal Pell, que ha dicho que el Papa emérito debe volver a ser cardenal, renunciar a la sotana blanca y permanecer en silencio sin hacer declaraciones públicas. Todos han puesto la mirada en Benedicto y se han sorprendido de que la izquierda le apoye y la derecha le critique. Pero, ¿en realidad, ambos, Scalfari y Pell, están hablando del pasado o anticipando el futuro? ¿no estará reclamando el periodista un papel decisivo para el próximo emérito y pidiendo el cardenal total libertad para el próximo Papa?

 

Sin embargo, la noticia más importante de esta semana ha sido la promulgación de un año jubilar dedicado a San José. Con motivo del 150 aniversario de la proclamación por el Papa Pío IX del patronazgo del santo esposo de la Virgen María sobre la Iglesia universal, el Papa Francisco ha declarado un Año Santo dedicado a San José. Es una magnífica ocasión para profundizar en sus virtudes, muy bien expuestas por el Pontífice, y, sobre todo, para ganar la indulgencia plenaria por nuestros difuntos, especialmente por aquellos que han muerto durante la pandemia. En muchos casos no habrá sido posible ni despedirse de ellos e incluso no se habrá podido ni celebrar el funeral. Ahora se tiene la oportunidad de ganar la indulgencia plenaria para ellos, con algo tan sencillo como llevar a cabo una obra de misericordia o rezar una oración al santo, entre otras opciones. Claro que para eso hay que tener fe en la vida eterna y también creer en la existencia del purgatorio y en la eficacia de la oración. Ahí es donde está el mayor problema, porque ¿cómo se van a enterar los fieles de que pueden ayudar a sus difuntos si los pastores no les informan de esta gran oportunidad que ha concedido el Papa? Una vez más, la cuestión está en saber si esos pastores siguen teniendo fe o si los fieles están como ovejas sin pastor.

P. José Cuesta sdb

 


6-3-2020

Al cumplirse en marzo cuatro años de su fallecimiento, publicamos a modo de recuerdo y homenaje, una selección  de lo que se ha dicho y escrito sobre él.

Además del título de Maestro Normal Nacional y los itinerarios de estudios filosóficos y teológicos, fue profesor de Latín y Griego, y de Filosofía y Letras. En los años transcurridos en Tucumán, aprovechó para hacer la carrera de Psicólogo con Orientación Clínica, en la Universidad Nacional de Tucumán. De allí egresó en octubre de 1977. Su promedio  lo hizo graduarse “magna cum laude”.

 

El P. Cuesta poseía hábitos muy desarrollados de orden y concentración, lo que sumado a una natural curiosidad, lo conducía a informarse sobre los más diversos campos. Era una persona abierta a la cultura, a la vez que deseoso de dominar sólidamente todo lo que hacía a su vocación salesiana y específicamente al ministerio sacerdotal.

 

Gustaba de compartir todo el material  espiritualmente formativo. Así, enviaba textos a quienes integraban el Apostolado de la Oración y la Pastoral de la Salud, de la parroquia en La Paz, su tierra natal. En Mendoza difundió la Escuela para Padres. También difundía, de modo prolijo y constante, las enseñanzas de los Papas, bajo lo que él denominó, en la Parroquia María Auxiliadora,  Cátedra Juan Pablo Magno, para trasmitir la doctrina social de la Iglesia.

 

Podemos resumir las cualidades que lo definieron:

 

1) Defensa y difusión de la fe: se destacó por la intensa tarea de comunicar y enseñar el Magisterio.  Se hicieron célebres sus boletines con la transcripción del Ángelus semanal, y los principales documentos pontificios. Para ello, utilizaba sus conocimientos informáticos para diseñar en su computadora los boletines, que luego hacía imprimir y repartía profusamente.

 

2) Sacerdote: fiel a su ministerio, estuvo siempre disponible para recibir las confesiones, visitar a los enfermos, asesorar a quienes lo consultaban.

 

3) Participación en actividades temporales: su inquietud por estudiar lo llevó a lograr conocimientos de Enología, al punto de conducir la escuela respectiva en su provincia natal, Mendoza; a mantenerse informado sobre los acontecimientos nacionales y mundiales; a comprar películas y libros que luego comentaba.

 

En el camino de la vida

 

El P. Cuesta vivió intensamente la época del entusiasmo, en la que prevalece la acción, marcada por un fuerte protagonismo y con el logro de muchos resultados, desplegando numerosas cualidades.

Con el paso de los años, el conocedor de tantos temas, de a poco fue dejando más espacio al silencio y a la oración; y ante la dura prueba de una enfermedad que asomó repentina y  abrupta, no lo vimos rebelarse, sino por el contrario, aceptar con docilidad el límite, el dolor. La vida toda del P. José, en esos últimos meses, se concentró en la Misa que ofrecía con humildad.

 

Cuando ya no podía recibir visitas,  le pidió a su médico que nos hiciera llegar el mensaje de concretar su proyecto de impulsar una asociación para la difusión del pesebrismo, un medio de propagar la fe a la que consagró su vida.

 

Don José, que su ejemplo nos sirva de guía.

P. Cuesta

 


16 de marzo de 2018

 

Acaba de cumplirse el segundo aniversario del fallecimiento de nuestro asesor y amigo, don José, a quien sus hermanos salesianos le dedicaron un folleto de recuerdo y homenaje. De esa publicación seleccionamos aquí algunos párrafos.

 

Un hombre estudioso

 

El P. Cuesta poseía hábitos muy desarrollados de orden y concentración, lo que sumado a una natural curiosidad, lo conducía a informarse sobre los más diversos campos. Era una persona abierta a la cultura, a la vez que deseoso de dominar sólidamente todo lo que hacía a su vocación salesiana y específicamente al ministerio sacerdotal.

 

Además del título de Maestro Normal Nacional y los itinerarios de estudios filosóficos y teológicos, fue profesor de Latín y Griego, de Filosofía y Letras. En los años transcurridos en Tucumán aprovechó para hacer la carrera de Psicólogo con Orientación Clínica, en la Universidad Nacional de Tucumán. De allí egresó en octubre de 1977. Su promedio de 8,36 lo hizo graduarse “magna cum laude”.

 

Gustaba de compartir todo lo que fuera material espiritualmente formativo. Así enviaba textos a quienes integraban el Apostolado de la Oración y la Pastoral de la Salud de la parroquia en La Paz, su tierra natal. En Mendoza difundió la Escuela para Padres. Así también difundía, de modo prolijo y constante, las enseñanzas de los Papas, bajo lo que él denominó, en la Parroquia María Auxiliadora, la Cátedra Juan Pablo Magno, para trasmitir la doctrina social de la Iglesia.

 

En el camino de la vida

 

Con el paso de los años todos vamos pasando por diversas etapas, y aunque uno ya se considere adulto, lo mismo sigue madurando, asimilando valores y modificando a veces el modo en que enfrenta la realidad. Por eso los salesianos hablamos de formación permanente: porque nunca dejamos de formarnos. En ese sentido el P. Cuesta también le tocó vivir la época del entusiasmo en la que prevalece la acción, marcada por un fuerte protagonismo y con el logro de muchos resultados, desplegando numerosas cualidades.

 

Con el paso de los años –y gracias a Dios que nos habla a través de los hermanos y de la realidad- uno va dando cada vez más espacio a la contemplación, a la oración, a una acción que no por ser más calma es menos fecunda.

 

 Quienes hemos conocido y apreciado al P. Cuesta hemos visto en ésos cambios que expresan un serio trabajo interior.

El conocedor de tantos temas, de a poco fue dejando más espacio al silencio. Y ante la dura prueba de una enfermedad que asomó repentina y  abrupta, no lo vimos rebelarse, sino por el contrario, aceptar con docilidad el límite, el dolor. La vida toda del P. José, en esos últimos meses, se volvió la Misa que ofrecía con humildad.

 

Don José, que su ejemplo nos sirva de guía.

lunes, 14 de diciembre de 2020

San Juan Pablo II

 


1.700 profesores responden a la «ola de acusaciones» contra el Papa polaco

Infocatólica, 13/12/20

 

El llamamiento «sin precedentes» fue firmado por 1.700 profesores de universidades e institutos de investigación polacos. Los firmantes incluyen a Hanna Suchocka, la primera mujer primera ministra de Polonia, el exministro de Relaciones Exteriores Adam Daniel Rotfeld, los físicos Andrzej Staruszkiewicz y Krzysztof Meissner, y el director de cine Krzysztof Zanussi.

 

«Una lista impresionante y larga de los méritos y logros de Juan Pablo II está siendo desafiada y borrada hoy», dijeron los profesores en el llamamiento.

 

«Para los jóvenes que nacieron después de su muerte, la imagen deformada, falsa y menospreciada del Papa podría convertirse en la única que conocerán».

 

«Hacemos un llamamiento a todas las personas de buena voluntad para que entren en razón. Juan Pablo II, como cualquier otra persona, merece que se hable de él con sinceridad. Al difamar y rechazar a Juan Pablo II, nos hacemos un gran daño a nosotros mismos, no a él».

 

Los profesores dijeron que estaban respondiendo a las acusaciones formuladas contra Juan Pablo II, Papa de 1978 a 2005, luego de la publicación el mes pasado de un informe del Vaticano sobre el excardenal Theodore McCarrick. El Papa polaco nombró a McCarrick arzobispo de Washington en 2000 y lo nombró cardenal un año después.

 

Los profesores dijeron: «En los últimos días, hemos sido testigos de una ola de acusaciones dirigidas contra Juan Pablo II. Se le acusa de encubrir actos de pedófilos entre sacerdotes católicos y hay llamamientos para que se retiren sus monumentos públicos. Estos actos tienen por objeto transformar la imagen de una persona digna de la más alta estima en cómplice de crímenes abominables».

 

«Un pretexto para hacer demandas radicales fue la publicación del “Informe sobre el conocimiento institucional y la toma de decisiones de la Santa Sede relacionados con el ex cardenal Theodore Edgar McCarrick” por parte de la Santa Sede. Sin embargo, un análisis cuidadoso del informe no apunta a ningún hecho que pueda constituir una base para nivelar las acusaciones antes mencionadas contra Juan Pablo II».

 

Los profesores continuaron: «Existe una enorme brecha entre promover una de las ofensas más graves y tomar decisiones equivocadas sobre la dotación de personal debido a un conocimiento inadecuado o información completamente falsa».

 

«Theodore McCarrick tenía la confianza de muchas personas eminentes, incluidos los presidentes de Estados Unidos, al tiempo que podía ocultar profundamente el lado oscuro y criminal de su vida».

 

«Todo esto nos lleva a asumir que las calumnias y los ataques sin fundamento contra la memoria de Juan Pablo II están motivados por una teoría preconcebida que nos entristece y nos preocupa profundamente».

 

Los profesores reconocieron la importancia de investigar cuidadosamente la vida de personajes históricos importantes. Pero pidieron una «reflexión equilibrada y un análisis honesto», en lugar de una crítica «emocional» o «motivada ideológicamente».

 

Subrayaron que San Juan Pablo II ejerció una «influencia positiva en la historia del mundo». Citaron su papel en el colapso del Bloque Comunista, su defensa de la santidad de la vida y sus «actos innovadores» como su visita a una sinagoga de Roma en 1986, su cumbre interreligiosa en Asís en el mismo año, y su llamado, en el año 2000, al perdón de los pecados cometidos en nombre de la Iglesia.

 

«Otro gran gesto, especialmente importante para nosotros, fue la rehabilitación de Galileo, que el Papa había anticipado ya en 1979 durante un solemne recuerdo de Albert Einstein en el centenario de su nacimiento», escribieron.

 

«Esta rehabilitación, realizada a petición de Juan Pablo II por la Pontificia Academia de Ciencias 13 años después, fue un reconocimiento simbólico a la autonomía e importancia de la investigación científica».

 

El llamamiento de los profesores sigue a una intervención a principios de esta semana del arzobispo Stanisław Gądecki, presidente de la conferencia de obispos polacos. En una declaración del 7 de diciembre, Gądecki deploró lo que llamó «ataques sin precedentes» contra San Juan Pablo II. Insistió en que la «máxima prioridad» del Papa era combatir el abuso clerical y proteger a los jóvenes.

 

El mes pasado, el colegio rector de la Universidad Católica Juan Pablo II de Lublin también dijo que las críticas no tenían una base fáctica, lamentando las «acusaciones falaces, calumnias y calumnias dirigidas recientemente contra nuestro santo patrón».

 

El rector y los vicerrectores de la universidad en el este de Polonia comentaron: «Las tesis subjetivas expresadas por algunos círculos de ninguna manera están sustentadas por hechos y hallazgos objetivos, por ejemplo, presentados en el informe de la Secretaría de Estado de la Santa Sede sobre Theodore McCarrick».

 

En su llamamiento, los 1.700 profesores argumentaron que, si no se cuestionaba la denigración de Juan Pablo II, se establecería una imagen «fundamentalmente falsa» de la historia polaca en la mente de los jóvenes polacos.

 

Dijeron que la consecuencia más grave de esto sería «la creencia de la próxima generación de que no hay ninguna razón por la que una comunidad con un pasado así deba mantenerse».

 

Los organizadores de la iniciativa describieron el llamamiento como «un evento sin precedentes, que ha reunido a las comunidades académicas y superó nuestras expectativas más salvajes».