6-3-2020
Al cumplirse en
marzo cuatro años de su fallecimiento, publicamos a modo de recuerdo y
homenaje, una selección de lo que se ha
dicho y escrito sobre él.
Además del título
de Maestro Normal Nacional y los itinerarios de estudios filosóficos y
teológicos, fue profesor de Latín y Griego, y de Filosofía y Letras. En los
años transcurridos en Tucumán, aprovechó para hacer la carrera de Psicólogo con
Orientación Clínica, en la Universidad Nacional de Tucumán. De allí egresó en
octubre de 1977. Su promedio lo hizo
graduarse “magna cum laude”.
El P. Cuesta
poseía hábitos muy desarrollados de orden y concentración, lo que sumado a una
natural curiosidad, lo conducía a informarse sobre los más diversos campos. Era
una persona abierta a la cultura, a la vez que deseoso de dominar sólidamente
todo lo que hacía a su vocación salesiana y específicamente al ministerio
sacerdotal.
Gustaba de
compartir todo el material
espiritualmente formativo. Así, enviaba textos a quienes integraban el
Apostolado de la Oración y la Pastoral de la Salud, de la parroquia en La Paz,
su tierra natal. En Mendoza difundió la Escuela para Padres. También difundía,
de modo prolijo y constante, las enseñanzas de los Papas, bajo lo que él
denominó, en la Parroquia María Auxiliadora,
Cátedra Juan Pablo Magno, para trasmitir la doctrina social de la
Iglesia.
Podemos resumir
las cualidades que lo definieron:
1) Defensa y
difusión de la fe: se destacó por la intensa tarea de comunicar y enseñar el
Magisterio. Se hicieron célebres sus
boletines con la transcripción del Ángelus semanal, y los principales
documentos pontificios. Para ello, utilizaba sus conocimientos informáticos
para diseñar en su computadora los boletines, que luego hacía imprimir y
repartía profusamente.
2) Sacerdote: fiel
a su ministerio, estuvo siempre disponible para recibir las confesiones,
visitar a los enfermos, asesorar a quienes lo consultaban.
3) Participación
en actividades temporales: su inquietud por estudiar lo llevó a lograr
conocimientos de Enología, al punto de conducir la escuela respectiva en su
provincia natal, Mendoza; a mantenerse informado sobre los acontecimientos
nacionales y mundiales; a comprar películas y libros que luego comentaba.
En el camino de la
vida
El P. Cuesta vivió
intensamente la época del entusiasmo, en la que prevalece la acción, marcada
por un fuerte protagonismo y con el logro de muchos resultados, desplegando
numerosas cualidades.
Con el paso de los
años, el conocedor de tantos temas, de a poco fue dejando más espacio al
silencio y a la oración; y ante la dura prueba de una enfermedad que asomó
repentina y abrupta, no lo vimos
rebelarse, sino por el contrario, aceptar con docilidad el límite, el dolor. La
vida toda del P. José, en esos últimos meses, se concentró en la Misa que
ofrecía con humildad.
Cuando ya no podía
recibir visitas, le pidió a su médico
que nos hiciera llegar el mensaje de concretar su proyecto de impulsar una
asociación para la difusión del pesebrismo, un medio de propagar la fe a la que
consagró su vida.
Don José, que su
ejemplo nos sirva de guía.
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