16 de marzo de
2018
Acaba de cumplirse
el segundo aniversario del fallecimiento de nuestro asesor y amigo, don José, a
quien sus hermanos salesianos le dedicaron un folleto de recuerdo y homenaje.
De esa publicación seleccionamos aquí algunos párrafos.
Un hombre
estudioso
El P. Cuesta
poseía hábitos muy desarrollados de orden y concentración, lo que sumado a una
natural curiosidad, lo conducía a informarse sobre los más diversos campos. Era
una persona abierta a la cultura, a la vez que deseoso de dominar sólidamente
todo lo que hacía a su vocación salesiana y específicamente al ministerio
sacerdotal.
Además del título
de Maestro Normal Nacional y los itinerarios de estudios filosóficos y
teológicos, fue profesor de Latín y Griego, de Filosofía y Letras. En los años
transcurridos en Tucumán aprovechó para hacer la carrera de Psicólogo con
Orientación Clínica, en la Universidad Nacional de Tucumán. De allí egresó en
octubre de 1977. Su promedio de 8,36 lo hizo graduarse “magna cum laude”.
Gustaba de
compartir todo lo que fuera material espiritualmente formativo. Así enviaba
textos a quienes integraban el Apostolado de la Oración y la Pastoral de la
Salud de la parroquia en La Paz, su tierra natal. En Mendoza difundió la
Escuela para Padres. Así también difundía, de modo prolijo y constante, las
enseñanzas de los Papas, bajo lo que él denominó, en la Parroquia María
Auxiliadora, la Cátedra Juan Pablo Magno, para trasmitir la doctrina social de
la Iglesia.
En el camino de la
vida
Con el paso de los
años todos vamos pasando por diversas etapas, y aunque uno ya se considere
adulto, lo mismo sigue madurando, asimilando valores y modificando a veces el
modo en que enfrenta la realidad. Por eso los salesianos hablamos de formación
permanente: porque nunca dejamos de formarnos. En ese sentido el P. Cuesta
también le tocó vivir la época del entusiasmo en la que prevalece la acción,
marcada por un fuerte protagonismo y con el logro de muchos resultados,
desplegando numerosas cualidades.
Con el paso de los
años –y gracias a Dios que nos habla a través de los hermanos y de la realidad-
uno va dando cada vez más espacio a la contemplación, a la oración, a una
acción que no por ser más calma es menos fecunda.
Quienes hemos conocido y apreciado al P.
Cuesta hemos visto en ésos cambios que expresan un serio trabajo interior.
El conocedor de
tantos temas, de a poco fue dejando más espacio al silencio. Y ante la dura
prueba de una enfermedad que asomó repentina y
abrupta, no lo vimos rebelarse, sino por el contrario, aceptar con
docilidad el límite, el dolor. La vida toda del P. José, en esos últimos meses,
se volvió la Misa que ofrecía con humildad.
Don José, que su
ejemplo nos sirva de guía.
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