miércoles, 16 de diciembre de 2020

P. Cuesta

 


16 de marzo de 2018

 

Acaba de cumplirse el segundo aniversario del fallecimiento de nuestro asesor y amigo, don José, a quien sus hermanos salesianos le dedicaron un folleto de recuerdo y homenaje. De esa publicación seleccionamos aquí algunos párrafos.

 

Un hombre estudioso

 

El P. Cuesta poseía hábitos muy desarrollados de orden y concentración, lo que sumado a una natural curiosidad, lo conducía a informarse sobre los más diversos campos. Era una persona abierta a la cultura, a la vez que deseoso de dominar sólidamente todo lo que hacía a su vocación salesiana y específicamente al ministerio sacerdotal.

 

Además del título de Maestro Normal Nacional y los itinerarios de estudios filosóficos y teológicos, fue profesor de Latín y Griego, de Filosofía y Letras. En los años transcurridos en Tucumán aprovechó para hacer la carrera de Psicólogo con Orientación Clínica, en la Universidad Nacional de Tucumán. De allí egresó en octubre de 1977. Su promedio de 8,36 lo hizo graduarse “magna cum laude”.

 

Gustaba de compartir todo lo que fuera material espiritualmente formativo. Así enviaba textos a quienes integraban el Apostolado de la Oración y la Pastoral de la Salud de la parroquia en La Paz, su tierra natal. En Mendoza difundió la Escuela para Padres. Así también difundía, de modo prolijo y constante, las enseñanzas de los Papas, bajo lo que él denominó, en la Parroquia María Auxiliadora, la Cátedra Juan Pablo Magno, para trasmitir la doctrina social de la Iglesia.

 

En el camino de la vida

 

Con el paso de los años todos vamos pasando por diversas etapas, y aunque uno ya se considere adulto, lo mismo sigue madurando, asimilando valores y modificando a veces el modo en que enfrenta la realidad. Por eso los salesianos hablamos de formación permanente: porque nunca dejamos de formarnos. En ese sentido el P. Cuesta también le tocó vivir la época del entusiasmo en la que prevalece la acción, marcada por un fuerte protagonismo y con el logro de muchos resultados, desplegando numerosas cualidades.

 

Con el paso de los años –y gracias a Dios que nos habla a través de los hermanos y de la realidad- uno va dando cada vez más espacio a la contemplación, a la oración, a una acción que no por ser más calma es menos fecunda.

 

 Quienes hemos conocido y apreciado al P. Cuesta hemos visto en ésos cambios que expresan un serio trabajo interior.

El conocedor de tantos temas, de a poco fue dejando más espacio al silencio. Y ante la dura prueba de una enfermedad que asomó repentina y  abrupta, no lo vimos rebelarse, sino por el contrario, aceptar con docilidad el límite, el dolor. La vida toda del P. José, en esos últimos meses, se volvió la Misa que ofrecía con humildad.

 

Don José, que su ejemplo nos sirva de guía.

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