Autor: Santiago
MARTÍN, sacerdote FM
Católicos on line,
diciembre 2020
El arzobispo
emérito de Philadelphia, monseñor Chaput, ha intervenido en una cuestión que
está generando mucha polémica en Estados Unidos: la posibilidad de que el nuevo
presidente, Joe Biden -en caso de ser finalmente investido como tal- pueda
recibir la comunión. Biden es católico y, según él, católico practicante. Sin
embargo, está a favor del aborto y ya ha anunciado que va a revertir todas las
leyes anti aborto que promulgó su predecesor, como la de financiar esa práctica
fuera de Estados Unidos, apoyar a organizaciones como Plannet Parenthood o
incluso exigir que las congregaciones religiosas paguen el uso de medios
abortivos a sus empleados.
Mientras el
cardenal George, arzobispo de Washington, no ve incompatible eso con dar la
comunión a Biden, monseñor Chaput ha recordado que la actual legislación de la
Iglesia considera excomulgados a los políticos que promueven o apoyan leyes
abortistas y que, por lo tanto, causaría un gravísimo escándalo y haría daño a
muchos católicos si Biden pudiera comulgar. La valiente postura de monseñor
Chaput me ha recordado a San Ambrosio. En el año 390, el emperador Teodosio,
católico, masacró sin piedad a la población de la ciudad de Tesalónica porque
había habido allí un levantamiento contra él. Cuando se presentó en Milán y
quiso entrar en la catedral, el arzobispo le impidió el paso y el emperador
sólo pudo acceder al templo después de hacer pública penitencia. Obispos así no
sólo son santos, sino que dan prestigio a la Iglesia y animan a los fieles a
luchar por sus principios, entre los cuales figura la defensa de la vida. Los
otros, sólo saben rendirse ante el poder, aunque el precio a pagar sea el de
entregar el Cuerpo de Cristo a quien no lo debe recibir.
Otro asunto
llamativo de esta semana ha sido la polémica sobre el papel del Papa emérito.
Curiosamente, un representante de la izquierda atea, Eugenio Scalfari,
periodista amigo del Papa Francisco, publicó un artículo diciendo que cuando
haya dos Papas, el que está en ejercicio no debe aprobar nada sin estar de
acuerdo con el emérito. La respuesta ha venido del cardenal Pell, que ha dicho
que el Papa emérito debe volver a ser cardenal, renunciar a la sotana blanca y
permanecer en silencio sin hacer declaraciones públicas. Todos han puesto la
mirada en Benedicto y se han sorprendido de que la izquierda le apoye y la
derecha le critique. Pero, ¿en realidad, ambos, Scalfari y Pell, están hablando
del pasado o anticipando el futuro? ¿no estará reclamando el periodista un
papel decisivo para el próximo emérito y pidiendo el cardenal total libertad
para el próximo Papa?
Sin embargo, la
noticia más importante de esta semana ha sido la promulgación de un año jubilar
dedicado a San José. Con motivo del 150 aniversario de la proclamación por el
Papa Pío IX del patronazgo del santo esposo de la Virgen María sobre la Iglesia
universal, el Papa Francisco ha declarado un Año Santo dedicado a San José. Es
una magnífica ocasión para profundizar en sus virtudes, muy bien expuestas por
el Pontífice, y, sobre todo, para ganar la indulgencia plenaria por nuestros
difuntos, especialmente por aquellos que han muerto durante la pandemia. En
muchos casos no habrá sido posible ni despedirse de ellos e incluso no se habrá
podido ni celebrar el funeral. Ahora se tiene la oportunidad de ganar la
indulgencia plenaria para ellos, con algo tan sencillo como llevar a cabo una
obra de misericordia o rezar una oración al santo, entre otras opciones. Claro
que para eso hay que tener fe en la vida eterna y también creer en la
existencia del purgatorio y en la eficacia de la oración. Ahí es donde está el
mayor problema, porque ¿cómo se van a enterar los fieles de que pueden ayudar a
sus difuntos si los pastores no les informan de esta gran oportunidad que ha
concedido el Papa? Una vez más, la cuestión está en saber si esos pastores
siguen teniendo fe o si los fieles están como ovejas sin pastor.
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