lunes, 25 de septiembre de 2017

¿POR QUÉ EL DISCERNIMIENTO ESTÁ REEMPLAZANDO A LA DOCTRINA?



por CARLOS DANIEL LASA

• JUNIO 10, 2017  ¡FUERA LOS METAFÍSICOS!

Hace un tiempo publicamos un artículo titulado “Doctrina y discernimiento en la Iglesia Católica”. Allí nos ocupábamos de comentar una entrevista hecha al General de los jesuitas, al Padre Arturo Sosa. Este sacerdote sostiene que: “La Iglesia se ha desarrollado durante siglos, no es un pedazo de cemento armado… ha nacido, ha aprendido, ha cambiado… para esto se hacen los concilios ecuménicos, para puntualizar los desarrollos de la doctrina. Doctrina es una palabra que no me agrada mucho ya que conlleva en sí la dureza de la piedra. Por el contrario, la realidad humana es más matizada, no es jamás blanca o negra, es un desarrollo continuo…”. Ante esta anterior afirmación, el entrevistador Rusconi le pregunta: “¿Existe una prioridad de la praxis del discernimiento sobre la doctrina?” Y Sosa le responde: “Sí, aunque la doctrina forma parte del discernimiento. Un verdadero discernimiento no puede prescindir de la doctrina”.

Veamos: ¿por qué, para el Padre Sosa, existe una prioridad de la praxis del discernimiento sobre la doctrina (o, simplemente, manifiesta un evidente desagrado para con esta última)? Pareciera que la doctrina no le resulta particularmente agradable por cuanto la misma es sinónimo de dureza, de inmovilismo y, por esta razón, se le presenta como opuesta a una vida que es movimiento, desarrollo continuo. El discernimiento, en cambio, va asumiendo ese desarrollo o movimiento incesante, permitiendo, en consecuencia, que la Iglesia siempre esté presente en la vida de los hombres y de los pueblos. Y como en esta postura el discernimiento es acto primero, el mismo va a ejercer cambios profundos en la doctrina para ponerla en consonancia con la vida de los hombres y de los pueblos.

Cabe preguntarse: ¿qué presupuestos filosóficos anidan en esta posición del Padre Sosa?

No nos cabe duda alguna que la postura que se esconde detrás de la doctrina actual del discernimiento es una razón, que calificaríamos como romántica, y que encuentra en Herder a su principal mentor. Herder, al igual que los románticos, se oponen a una visión fragmentada propia del iluminismo, el cual establece una escisión entre razón y sentimiento, cuerpo y alma. Para ello, Herder asumirá la categoría de expresividad como la noción central de su pensamiento. Así, entonces, tanto la vida humana como su actividad serán consideradas como expresiones. Aquí es preciso advertir que esta doctrina no implica una vuelta a la metafísica (como si la expresión fuese concebida como una manifestación de un orden ideal que existe de un modo independiente del pensar y del querer del hombre, quien está llamado a realizarlo): para el romántico, expresión no es sino la concretización, en la realidad externa, de algo que sentimos o deseamos.

Esta teoría expresivista de Herder permite la difusión de una concepción que sostiene que, tanto el individuo como cada pueblo, tienen su propia manera de ser. Para este expresivismo, entonces, la idea que realiza el hombre no está determinada de antemano, como en Aristóteles, sino que estará completamente fijada cuando llegue a su cumplimiento ‒de allí la singularidad de cada hombre y de cada pueblo‒. Pero hay más. El expresivismo añade esto: que la realización de una forma mediante la acción, clarifica o determina lo que esa forma es. Tanto el sujeto como el pueblo sólo pueden clarificar sus aspiraciones, sus propósitos, al manifestarse.

La realización de la forma permite, además, develar su sentido. La auto-conciencia sólo se alcanza luego de la expresión, esto es, luego de la realización en la realidad externa de algo que sentimos o deseamos. Aparece, como puede advertirse, una nueva idea de racionalidad: ésta ya no es principio de conformidad con el orden eterno de las cosas, manifestado en la naturaleza, sino auto-claridad (Besonnenheit). Sólo en la expresión se alcanza la completa mismidad y sólo en ella conquistamos la libertad; ser libre, así, equivale a la auto-realización. La verdad no es previa al desarrollo: sólo se alcanza en la realización.

Lo referido nos pone de manifiesto que en el expresivismo reside un a priori: todo sujeto, sea individual o colectivo, que se auto-realice y auto-esclarezca, debe ser reconocido como valioso intrínsecamente.

De lo dicho hasta el momento puede advertirse que el punto de partida de esta concepción no es el ser (objeto propio de la metafísica) sino el modo de ser de cada hombre y de cada pueblo. Pero entonces, si la inteligencia humana no puede encontrarse jamás frente al ser como principio constitutivo de todo lo que es, sino frente a diversos modos de ser, históricos y situados, entonces resulta imposible a esta inteligencia adquirir verdades que tengan validez universal y necesaria y que sean trans-históricas: la inteligencia será capaz de conocer categorías aplicables sólo a un determinado modo de ser e imposible de transferir a otros. Si no hay ser sino sólo modos del ser, entonces no pueden existir principios comunes a todo lo que es. La universalidad de la verdad, en consecuencia, cede su puesto a un conocimiento regional e histórico, expresión de un modo de ser concreto.

La reflexión teológica, consecuentemente, ya no podrá partir de verdades eternas, trans-históricas, que existan por encima de los modos del ser; la reflexión teológica pasará a ser una meditación situada, encarnada en la vida peculiar de cada pueblo, de cada comunidad histórica. Y como cada pueblo, en tanto que es, es, a la vez, verdadero y bueno, en él reside una sabiduría de la cual es preciso echar mano para realizar una inteligencia de la fe cristiana (que, en tanto encarnada, sufrirá los avatares cambiantes del hacerse de los pueblos).

Este será el trabajo de discernimiento que deberá realizar esta nueva Iglesia. Esta nueva “teología”, de impronta romántica, conlleva una nueva noción de ser y de verdad que da lugar a una fragmentación de la fe y de la vida de la Iglesia. Para esta visión particularizada de la fe, la doctrina de la Iglesia Católica predicada durante dos mil años se presenta como el enemigo a vencer por cuanto la misma es manifestación de unidad y no de diversidad. Para horadarla será preciso alentar los diversos modos de expresar y vivir la fe católica.


Cuando el cristiano viva, practique esta diversidad esencial, la fe común y universal de la Iglesia pasará a ser una pieza de museo y, si bien es cierto que la Iglesia podrá hacerse una con el mundo, no podrá evitar conducirse a su propio suicidio.

viernes, 22 de septiembre de 2017

La modificación de la Humanae vitae

podría causar daños incalculables a la Iglesia

(InfoCatólica), 21-9-17

Cualquier decisión papal que ponga en tela de juicio la prohibición de la Iglesia sobre la anticoncepción artificial, ya sea expresa o implícitamente, haría «un daño incalculable al magisterio de la Iglesia», advirtió un especialista en teología moral.

El P. George Woodall, profesor de teología moral en el Pontificio Ateneo Regina Apostolorum de Roma, también expresó su preocupación porque una comisión encargada de examinar y revisar la encíclica Humanae Vitae del Beato Pablo VI provoque «serios problemas» si la «revisión», aboga por excepciones que permitan la anticoncepción artificial en oposición a la enseñanza moral de la Iglesia.

Dijo que también debilitaría la capacidad de la Iglesia para combatir el relativismo moral y desencadenaría «una nueva crisis pastoral al menos tan grave» como la que siguió a la publicación de la encíclica que conmemora su quincuagésimo aniversario el próximo año.

La reafirmación de Pablo VI respecto a la enseñanza infalible de la Iglesia de que el uso de anticonceptivos es «intrínsecamente desordenado» llegó en un momento en que el mundo occidental estaba adoptando la anticoncepción de manera generalizada, convirtiéndola en una de las encíclicas más controvertidas y resistidas de la historia de la Iglesia.

Inmediatamente muchos clérigos y académicos rechazaron rotundamente las enseñanzas de Humanae vitae.

Caracter profético de la Humanae Vitae

Muchos, sin embargo, defienden vigorosamente como profético el carácter de la Humanae Vitae, argumentando que la aceptación generalizada del control artificial de la natalidad ha separado los propósitos unitivos y procreadores de las relaciones sexuales, llevando a la sexualización de la cultura en Occidente, la promiscuidad, el aborto legalizado, el colapso del matrimonio, e infligiendo un profundo daño a la familia.

A medida que se acerca el 50 aniversario de la promulgación de la encíclica, varios intentos de algunas de las figuras más importantes de la Iglesia están ahora en marcha para desafiar la encíclica.

Preocupaciones del padre Woodall

A este respecto, el P. Woodall ha explicado sus preocupaciones, centrándose en los peligros de que cualquier revisión utilice la misma clave interpretativa de Amoris laetitia, afirmando erróneamente que aunque la práctica pastoral se ha alterado, la doctrina sigue siendo la misma.

Ha habido importantes acontecimientos desde la encíclica de Pablo VI, en particular la confirmación por parte de Juan Pablo II de su cuerpo doctrinal en la Familiaris Consortio y su intento de proporcionar un fundamento antropológico y una explicación doctrinal de la encíclica en lo que comúnmente es llamado «teología del cuerpo». Varios aspectos de esta doctrina han sido incorporados al texto de Amoris laetitia. No habría ninguna dificultad en anticiparse a una comisión destacando estos aspectos porque están en completa armonía con la doctrina de Pablo VI.

En Amoris laetitia se ha prestado considerable atención a la naturaleza del amor conyugal, a los diversos factores que deben considerarse para evaluar si una persona tiene o no una vocación matrimonial, a lo que implica vivir esa vocación a través de los años y a través de las diversas etapas de la vida matrimonial. La exhortación contiene una sección sobre la fecundidad, que trata en gran medida un amplio concepto de la fecundidad del matrimonio en general, en términos de enriquecer a la pareja, a la familia y a la sociedad. No hay nada especialmente nuevo en estas reflexiones, pero son útiles a nivel pastoral. Nada en estos enfoques está necesariamente en desacuerdo con la Humanae vitae y se podría esperar que la compatibilidad de la reciente exhortación con la encíclica de Pablo VI fuera sacada a relucir por la comisión.

Los puntos precisos de la doctrina en la Humanae vitae que se podría esperar serían objeto de escrutinio sería el principio de la inseparabilidad de los significados unitivos y procreativos del acto conyugal (HV, 12), declarado por Pablo VI como la base de la condena para la anticoncepción artificial (HV, 14), la enseñanza de que todo acto conyugal debe permanecer abierto a la procreación (HV, 11), la condena de la anticoncepción artificial como intrínsecamente y moralmente desordenada y por lo tanto incapaz de justificarse bajo la excusa de la «buena intención» o en circunstancias apremiantes sobre la base de que podría ser un mal menor, o que podría participar de la bondad de los actos conyugales antes, y durante toda la vida matrimonial, debido a que aquello que es intrínsecamente desordenado nunca se debe cometer ni siquiera con «buena» intención (HV, 14). A esto se añade que la enseñanza constante del Magisterio en esta materia es inmutable porque el Magisterio no tiene poder para decidir lo que es verdad, sino solo para proclamarlo (HV, 6, 18).

Si la comisión recomendara y si el Magisterio enseñara formalmente que las «normas morales objetivas» como éstas, y otras en la Humanae vitae, deberían ser rechazadas o, probablemente, no deberían ser interpretadas de manera legalista, ni ser impuestas como cargas a las parejas incapaces de soportarlas por quienes desean arrojar pedradas a las personas en dificultades, sino que deben ser presentadas como meros «ideales» que los matrimonios deben tratar de cumplir, pero que no podrían ser capaces de cumplir siempre en circunstancias apremiantes y que , para bajo una «buena» intención y quizás a través del discernimiento, asistido por un pastor a la luz de sus circunstancias «únicas», podrían violar, dejar de lado o interpretar creativamente, lo cual, ocasionaría graves problemas.

Esta «revisión» de la Humanae vitae implicaría una revisión igualmente radical de la Veritatis Splendor, que rechazaba el consecuencialismo, el proporcionalismo y una interpretación «creativa» de la conciencia moral entre otros graves errores que afligen la teología moral reciente y reafirmó firmemente la enseñanza de que elegir deliberadamente qué es moralmente desordenado, el objeto moral del acto, incluso bajo una buena intención en circunstancias apremiantes, haría el acto inmoral (VS, nn 75-78) y que algunos actos, incluyendo la contracepción, eran de naturaleza intrínsecamente inmoral, de tal manera que nunca podrían ser «ordenados» al verdadero bien de los seres humanos o a Dios y a su voluntad (VS, nn 79-83).

El «enfoque pastoral» de la «gradualidad» sería muy problemático si implicaba la idea de que las normas de la Humanae Vitae no se aplicaban realmente a algunas parejas porque, en sus circunstancias, no se podía esperar que las respetaran; sugiriendo que ahora podrían no respetarlas como parte de un plan de no violarlas en el futuro según la gradualidad de la ley, no la ley de la gradualidad, en la que alguien se esfuerza por seguir la verdad expresada en la norma, cuyos pecados él o ella se arrepienten y son menos que en el pasado, se animan a renovar el compromiso de vivir plenamente esa verdad. El rechazo de la gradualidad de la ley y la aceptación de la ley genuina de la gradualidad apareció en Familiaris consortio (34).

Puede ser improbable que exista una negación explícita de las doctrinas clave de Humanae vitae y / o de la Veritatis Splendor, pero la situación sería muy grave en mi opinión si alguna recomendación de la comisión fuera incorporada en de una manera magisterial formal , que implicase o parezca implicar tal negación, y cuya ambiguedad la haga parecer incompatible con las doctrinas recién mencionadas. La crisis pastoral que rodeaba a Humanae vitae era grave, pero una nueva crisis pastoral por lo menos tan grave sería desencadenada, lo cual implicaría un grave daño al respeto al Magisterio dentro de la Iglesia Católica.

Ese sería el resultado de la comisión, si fuera aprobado y promulgado en la enseñanza magisterial formal, a menos que el Magisterio fuese capaz de ofrecer una explicación muy convincente de cómo esto no contradiría las doctrinas de una o ambas de estas encíclicas principales, doctrinales y pastorales.

Una negación formal o implícita, la contradicción o el descarte de lo que Pablo VI y Juan Pablo II enseñaron, en plena armonía con la tradición centenaria de la doctrina moral católica de la teología moral, podría llevar a la afirmación de que el actual pontífice debe ser seguido en contra sus predecesores. Una norma moral enseñada por el Magisterio requiere un obsequio religioso de la voluntad y el entendimiento, pero tal afirmación se reduciría entonces a obediencia ciega a la voluntad de un papa o del Magisterio actual en contradicción con la del Magisterio moral anterior - obediencia a la mera voluntad de un superior (voluntarismo) lo cual está totalmente desacreditado porque es contrario a la razón.

Tampoco se puede comparar con un mero cambio disciplinario, como el color de las vestiduras, la fecha de una fiesta o las reglas del ayuno, porque involucra la verdad moral. La explicación de que las cosas han cambiado entretanto no convencería tampoco porque la verdad moral objetiva no es cambiante en sus aspectos esenciales; precisamente ese relativismo fue condenado en Veritatis splendor. El Magisterio no puede inventar la verdad moral. No puede contradecirla, sino que está vinculado a ella, al Evangelio de Cristo, a la Revelación, a las verdades dogmáticamente definidas y a las doctrinas constantemente enseñadas que se han propuesto definitivamente para la Iglesia universal.


Si una decisión, como consecuencia de la comisión, pusiera esto en tela de juicio, expresa o implícitamente, a mi juicio, sería un daño incalculable para el Magisterio de la Iglesia, el respeto por el Magisterio Católico y a la capacidad de la Iglesia en su Magisterio para enseñar eficazmente la doctrina moral en general y la misión de la Iglesia para combatir el relativismo moral que es la plaga del mundo contemporáneo.

martes, 19 de septiembre de 2017

Monseñor Aguer

 "No hay que macanear con los sacramentos"

Aica, 19 Sep 2017

El arzobispo de La Plata, monseñor Héctor Aguer, consideró oportuno hablar de la pastoral de los sacramentos, especialmente de la pastoral del Bautismo, porque “hubo macaneos muy graves", y expresó que "no se puede manosear los sacramentos. El manoseo de los sacramentos tiene un nombre terrible: sacrilegio. Es la manipulación de lo sagrado en función de posturas relativistas, ajenas a la doctrina y a la praxis de la Iglesia Católica”.

Lo dijo en el programa "Claves para un Mundo Mejor" que se emitió el sábado 16 de septiembre por el Canal 9 de TV.

“Si mal no recuerdo -comenzó diciendo el pastor platense-, hace poco hablé, en esta columna televisiva, sobre el Bautismo; repito lo que entonces dije y es que creo que la mayoría del pueblo argentino bautiza a sus hijos. Eso es un valor inestimable porque el Bautismo es el inicio de la vida cristiana. Quien bautiza a su hijo es porque quiere que su hijo sea cristiano, que sea católico”.

Y prosiguió explicando: “Tenemos mucho que trabajar todavía en cuanto a la pastoral del Bautismo porque, si ustedes han asistido a un Bautismo, habrán visto que lo que se pide allí, no al bebé que no puede hablar sino a sus padres y padrinos, es que se comprometan en nombre y representación del niño a vivir en la fe cristiana y a cumplir con todo lo que Jesús nos ha ordenado. Eso es lo que, a veces, no resulta tan bien y es, insisto, porque, en mi opinión, nuestra pastoral del Bautismo anda un tanto descaminada. Tendríamos que estar muy cercanos a los padres. El asunto de los padrinos yo lo pondría entre paréntesis, porque me parece que los padrinos no hacen tanta falta; la cuestión son los padres. Los padres, en cualquier situación en que se encuentren, si traen a su chiquito para bautizar tienen que darse cuenta, tienen que hacerse conscientes de que ellos son los responsables de que el chico sea educado en la fe cristiana. El padrino puede eventualmente cumplir una función supletoria, que resulta fundamental”.

“Lo que se dice en la celebración del Bautismo -subrayó monseñor Aguer-: ese “sí, quiero” o “sí, creo”, va en serio y no es simplemente un compromiso ritual, circunstancial, sino un compromiso para siempre con Cristo y con la Iglesia. Este valor del Bautismo tiene que ser muy marcado hoy. El Bautismo es el inicio, pero va unido de inmediato a otros dos sacramentos: la confirmación y la eucaristía. El bautismo debe ser complementado por la confirmación, y ambos están en función de la eucaristía. De hecho los cristianos de Oriente, los ortodoxos, confieren los tres sacramentos juntos mientras que nosotros en el rito romano o latino los separamos en el tiempo”.

“Aquí, en la arquidiócesis de La Plata -prosiguió explicando el arzobispo platense-, hemos restaurado el orden tradicional y teológico de los sacramentos: Bautismo, Confirmación y Eucaristía, porque en realidad solo el cristiano que está plenamente formado por el Espíritu Santo puede acercarse a la mesa del Señor”.

“El Bautismo se recibe una sola vez porque es la generación cristiana, es el nacimiento a la vida de hijos de Dios. La Confirmación también una sola vez porque es como una llegada a la adultez. Cuando yo era joven, a los 18 años nos daban la Libreta de Enrolamiento y eso era como convertirse un adulto, y las chicas festejaban sobre todo el cumpleaños de 15. Hoy todo se ha hecho más prematuro. La Comunión, la Eucaristía, en cambio es el alimento continuo. Entonces no se trata de valorar exclusivamente la Primera Comunión, que muchas veces resulta ser la única, sino la comunión asidua en la asamblea dominical, en la Misa”.

“Yo, a veces, disculpen si exagero un tanto, defino a la Argentina como un país de paganos bautizados, o un país donde los bautizados en la Iglesia Católica no van a misa. Esto es lo que hay que corregir, aunque sea difícil; los primeros responsables somos nosotros, los pastores. Tenemos que corregir eso mediante una buena orientación pastoral y no metiendo la pata con soluciones extravagantes".

Respecto de estas soluciones extravagantes, monseñor Aguer contó que se había enterado de que "en algún lugar se celebró un bautismo colectivo de adultos que vivían en concubinato. Eso no puede ser -manifestó- porque el bautismo supone la conversión, supone abandonar la vida de pecado, supone iniciar la vida de la gracia y, además, como insinué antes, cuando se bautiza a un adulto se confieren, además, los otros dos sacramentos, la Confirmación y la Eucaristía". Para ello "debe preceder un tiempo de preparación, de duración variable, que es el catecumenado, una institución antiquísima, renovada en la actualidad, según el ritual de la Iniciación Cristiana de Adultos".

"Esto -observó el prelado en un paréntesis- no tiene nada que ver con el Movimiento Neocatecumental, que yo no comprendo bien, porque convierte a los que ya son cristianos en catecúmenos para toda la vida (por más neo que se pongan delante). Pero no se puede bautizar para que formen parte del Pueblo de Dios, entendiendo esta verdad subrayada por el Concilio Vaticano II en un sentido puramente sociológico y, aún a veces, ideológico y político”.

En la parte final de su columna editorial, monseñor Aguer prosiguió en estos términos: “El Pueblo de Dios es la Iglesia. Se los bautiza porque se han convertido y quieren vivir como cristianos. Eso es lo que enseña el Señor al final del Evangelio de San Mateo; antes de volver al Padre les encarga a los Apóstoles: 'vayan y hagan que todos los pueblos sean discípulos míos, bautizándolos en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo y enseñándoles a cumplir todo lo que Yo les he mandado'. Por eso no se puede bautizar a una persona que no está dispuesta a cumplir todo lo que el Señor nos ha mandado, aunque eso cueste”.

“En la tradición de la Iglesia el sacramento de la Confesión o Reconciliación ha sido llamado Penitencia Segunda porque la Penitencia Primera es el Bautismo. Penitencia equivale a Conversión. Por eso un Bautismo sin conversión es una ficción, y en el bautismo de los niños los papás, y eventualmente los padrinos, se comprometen a que ese chico va a ser criado y educado como cristiano; si no se da este requisito hay algo allí que no funciona, y porque estas cosas no funcionan pasan muchas otras también en la sociedad argentina. Una 'teología del pueblo' parcializada, concebida como una realidad cultural o sociológica desfigura el misterio de la Iglesia, que expuso maravillosamente el Vaticano II en la Constitución Dogmática 'Lumen Gentium'.


Y concluyó: “Nosotros tenemos que tener esto en claro, porque la Iglesia lo ha sostenido siempre así. No hubo cambios en esto; lo que hubo han sido macaneos y macaneos muy graves, porque no se puede manosear los sacramentos. El manoseo de los sacramentos tiene un nombre terrible: sacrilegio. Es la manipulación de lo sagrado en función de posturas relativistas, ajenas a la doctrina y a la praxis de la Iglesia Católica.”.+ 

martes, 5 de septiembre de 2017

Legisladores que han votado el aborto y la comunión eucarística



+ Francisco Javier Stegmeier, obispo de Vilarrica (Chile)

Infocatolica, 4-9-17
Hermanas y hermanos en Jesucristo:

Con dolor he visto cómo legisladores católicos que frecuentan la Misa y se acercan a la comunión eucarística han aprobado con su voto la ley de aborto.

Con igual dolor, mi conciencia de cristiano y de pastor me impone el grave deber de recordar a los fieles de la Diócesis de Villarrica y a los legisladores católicos que los representan lo que escribí en mi Carta Pastoral «Reflexiones en torno a la vida», del 11 de enero de 2015.

«De parte de un legislador es ciertamente un pecado grave promover la ley de aborto y más aún votar a favor de ella. En sentido positivo, esto significa que «quienes se comprometen directamente en la acción legislativa tienen la precisa obligación de oponerse a toda ley que atente contra la vida humana. Para ellos, como para todo católico, vale la imposibilidad de participar en campañas de opinión a favor de semejantes leyes, y a ninguno de ellos les está permitido apoyarlas con el propio voto» 
(CONGREGACIÓN PARA LA DOCTRINA DE LA FE, Nota doctrinal sobre algunas cuestiones relativas al compromiso y la conducta de los católicos en la vida pública, 24 de noviembre de 2002, 4).

El legislador católico que promueve y vota leyes atentatorias contra la inviolabilidad de la vida humana y el fundamental derecho a nacer y vivir se auto excluye de la comunión plena con la Iglesia en una verdad esencial de su enseñanza. En coherencia, en tal caso, aunque no corresponda aplicar la pena de excomunión, no debe acercarse a la comunión eucarística. Para que pueda acercarse a la comunión, debe primero restablecer la comunión con Cristo y con la Iglesia.

Pero si un legislador católico permanece en su intención de favorecer una ley de aborto y votar a favor de ella, debe abstenerse de acercarse a la comunión eucarística, y si lo hiciera con peligro de escándalo para los fieles se le debe negar la admisión a la comunión, como lo establece el Código de Derecho Canónico: «No deben ser admitidos a la sagrada comunión […] los que obstinadamente persistan en un manifiesto pecado grave» (canon 915). Podrá volver a comulgar una vez que cambie su modo de pensar, se arrepienta, tenga propósito de enmienda, rectifique públicamente su postura y recurra al sacramento de la Penitencia».

Aplicar una medida pública a actos públicos, no significa un juicio a la conciencia e intenciones de la persona. Ese juicio sólo le corresponde a cada uno en su fuero interno y a Dios, quien «discierne los pensamientos y las intenciones del corazón. Todo está desnudo y patente a los ojos de Aquel a quien hemos de dar cuenta» (Hb 4,12.13).


+ Francisco Javier Stegmeier, obispo de Vilarrica (Chile) 

El milagro que permitió canonizar a Teresa de Calcuta


Almudena Martínez-Bordiú
Infovaticana, 3 Septiembre, 2016

En diciembre de 2015 tuvo lugar la votación unánime de la Congregación para la Causa de los Santos llamada a pronunciarse sobre el caso del brasileño de 35 años curado de inmediato y en modo científicamente inexplicable, en 2008, cuando ya estaba agonizante sobre la mesa de operaciones, mientras su esposa imploraba la intercesión de Madre Teresa.

La aprobación del decreto de parte del Papa representó fue el último escalón del procedimiento de juicio en la fase romana del proceso sobre el milagro, iniciado en junio de 2015 en la diócesis de Santos, Brasil.

El 9 de diciembre del 2008 ocurrió la curación milagrosa. AciPrensa la explica así:

Por obra de la Madre Teresa

El brasileño Marcilio Haddad Andrino, la persona que recibió el milagro que llevará a la canonización de la Madre Teresa el 4 de septiembre, compartió su increíble historia a la prensa de Italia y comentó que él y su esposa son solo unos “creyentes normales que recibieron un extraordinario signo de la Misericordia de Dios”.

Marcilio, que proviene del municipio de Santos en Brasil, fue curado inexplicablemente en diciembre del 2008 cuando tenía problemas con una infección bacteriana en el cerebro que le generó ocho abscesos cerebrales graves y un dolor de cabeza insoportable.

“Desde el principio el diagnóstico no era bueno y solo parecía empeorar. Pero en el interior de este gran sufrimiento comprendimos que algo había ocurrido. Estaba seguro de que fue la Madre Teresa quien me sanó”, explicó Marcilio al canal de televisión italiano Rai1 durante el Encuentro para las Amistades de los Pueblos, conocido como el Meeting de Rimini, que se llevó a cabo en Italia entre el 19 y 25 de agosto.

La historia del milagro comenzó cuando un sacerdote amigo, el P. Elmiram Ferreira, animó al joven recién casado y a su esposa, Fernanda Nascimento Rocha, a orar pidiendo la intercesión de la Madre Teresa.

Fernanda explicó que Marcilio estuvo enfermo durante dos años y que acudieron a innumerables médicos pero sin recibir un diagnóstico certero. “Fue una espera llena de angustia y no sabíamos qué era lo que estaba mal. El primer intento de tratamiento no tuvo éxito. Así que el médico cambió la terapia, pero Marcilio continuó emperando”.

Tras el fracaso del tratamiento, Andrino se despertó un 9 de diciembre del 2008 con un dolor de cabeza “insoportable” que lo dejó incapaz de hablar. Mientras su esposa oraba, fue llevado para una cirugía como último recurso.

Después de ejecutar una serie de pruebas “el médico miró el examen, e iluminado por el Espíritu Santo, entendió que mi esposo tenía ocho abscesos cerebrales”, agregó Fernanda.

Asimismo, la esposa aseguró que ambos siempre habían orado a la Madre Teresa, y que inclusive, su párroco les obsequió una reliquia de la Beata antes de su boda. “Puse la reliquia en la cabeza de Marcilio, donde tenía los abscesos. Recité la oración de beatificación y también lo que venía de mi corazón. No fue fácil, pero este período me enriqueció mucho, enriqueció nuestro amor, nuestra fe… Hoy puedo decir que valió la pena”.

Cuando el cirujano entró en la sala de operaciones se encontró con Marcilio despierto. “Sentí una gran paz dentro de mí y ya no tenía dolor de cabeza. No entendía lo que me estaba pasando”, expresó.

Al ver la mejora, los médicos decidieron trasladarlo a cuidados intensivos y aplazar la cirugía hasta el día siguiente. Marcilio durmió toda la noche sin ningún problema, y al día siguiente tras reunirse con su médico, éste le dijo que volvería a su habitación.

«La Madre Teresa lo había sanado»
“Vi que los abscesos se redujeron en gran medida, al igual que la hidrocefalia”, dijo Marcilio refiriéndose al término médico para la acumulación anormal de líquido en el cráneo.
“Los abscesos se redujeron en un 70% y la hidrocefalia había desaparecido, ni siquiera las cicatrices de los abscesos eran visibles. En ese momento descubrí que estaba curado“, añadió.

Su esposa Fernanda afirmó que si bien el médico no confirmó que Marcilio estaba curado, ella “ya lo sabía enérgicamente” porque “había orado a Dios por medio de la intercesión de la Madre Teresa”, y añadió que cuando fue a la habitación de su esposo y lo vio sentado y hablando, entendió que “la Madre Teresa lo había sanado”.

“Mi caso fue muy difícil clínicamente. Pero estoy seguro de que ocurrió un milagro… Yo estaba seguro de que la Madre Teresa me había sanado”, agregó Marcilio.

Tiempo después la pareja tuvo dos hijos, a pesar de que los médicos les dieron la mala noticia a Marcilio de que nunca sería capaz de tener hijos debido a los tratamientos. Aunque estaban devastados, la pareja aceptó, diciéndose a sí mismos que “si Dios quiere, vamos a tener hijos”.

Ahora Marcilio lleva una vida normal
Seis meses después de su curación, la pareja se trasladó a Río de Janeiro y Marcilio volvió al trabajo. Fernanda comenzó a experimentar náuseas y el médico les confirmó que estaba embarazada.

“Mi fe ha crecido mucho, veo la gracia. Yo estaba enfermo, no podía caminar, siempre tenían que ayudarme. Hoy camino, tengo una familia y estoy muy agradecido”, cuenta Marcilio.
Ahora, ocho años después del milagro la pareja de esposos siguen llevando la reliquia de la Madre Teresa a donde quiera que vayan, y oran junto a sus hijos.

“Cuando veo a mis hijos, veo a la Madre Teresa. Este milagro hizo a mi familia más fuerte y unida. Ellos saben todo acerca de mi enfermedad y la curación. Siempre nos acompañan, y cuando vamos con las hermanas a rezar, entienden todo y rezan con nosotros”, explicó Marcilio.

“Dios elige a los que dan a conocer su Misericordia a todos, como en el caso de la Madre Teresa, que curó a todos sin distinción. Ella enseña a todos los pueblos a tener compasión del otro”.

En septiembre de 2015, la Congregación para las Causas de los Santos aceptó las conclusiones de la comisión médica y presentó el informe al Papa Francisco para su aprobación final.


El 18 de diciembre, el Santo Padre reconoció oficialmente el milagro que se necesitaba para que la Madre Teresa sea canonizada.

domingo, 3 de septiembre de 2017

Cómo los católicos pueden recibir a los creyentes LGTB


Robert SARAH, cardenal prefecto de la Congregación para el Culto

catolicos-on-line, 3-9-17

La Iglesia Católica ha sido criticada por muchos, incluyendo algunos de sus propios seguidores, por su respuesta pastoral a la comunidad LGBT. […] Entre los sacerdotes católicos, uno de los críticos más francos del mensaje de la Iglesia con respecto a la sexualidad es el padre James Martin, un jesuita estadounidense. En su libro “Building a Bridge” [Construyendo un puente], publicado a comienzos de este año, repite la crítica común que afirma que los católicos han sido duramente críticos de la homosexualidad, mientras descuidan la importancia de la integridad sexual entre todos sus seguidores.

El padre Martin tiene razón cuando argumenta que no debería haber ningún doble estándar con respecto a la virtud de la castidad, que por más desafiante que pueda ser es parte de la Buena Noticia de Jesucristo para todos los cristianos. Para los no-casados –no importa cuáles sean sus atracciones- la castidad fiel exige la abstención sexual.

Esto podría parecer un estándar elevado, especialmente hoy. Pero sería contrario a la sabiduría y bondad de Cristo exigir algo que no puede ser alcanzado. Jesús nos llama a esta virtud porque ha hecho nuestros corazones para la pureza, así como ha hecho nuestras mentes para la verdad. Con la gracia de Dios y nuestra perseverancia la castidad no sólo es posible, sino que se convertirá también en la fuente de la verdadera libertad.

No necesitamos mirar muy lejos para ver las tristes consecuencias cuando se rechaza el plan de Dios para la intimidad y el amor humanos. La liberación sexual que el mundo promueve no cumple su promesa. Más bien, la promiscuidad es la causa de tanto sufrimiento innecesario, de corazones rotos, de soledad y de tratar a otros como medios para la gratificación sexual. Como una madre, la Iglesia busca proteger a sus hijos del daño que provoca el pecado,  como expresión de su caridad pastoral.

En su enseñanza sobre la homosexualidad, la Iglesia guía a sus seguidores mediante la distinción de sus identidades respecto a sus atracciones y acciones. Primero están las personas mismas, quienes son siempre buenas porque son hijos de Dios. Después están las atracciones del mismo sexo, que no son pecaminosas si no son deseadas o llevadas a cabo, pero que sin embargo están en desacuerdo con la naturaleza humana. Y finalmente están las relaciones homosexuales, que son gravemente pecaminosas y perjudiciales para el bienestar de los que participan en ellas. Las personas que se identifican como miembros de la comunidad LGBT son acreedoras a esta verdad en la caridad, especialmente por parte de clero que habla en nombre de la Iglesia sobre este tema complejo y difícil.

Rezo para que el mundo finalmente haga caso a las voces de los cristianos que experimentan atracciones homosexuales y que han descubierto la paz y la alegría al vivir la verdad del Evangelio. He sido bendecido en mis encuentros con ellos, y su testimonio me conmueve profundamente. Escribí el prólogo para uno de esos testimonios en el libro de Daniel Mattson, “Why I Don’t Call Myself Gay: How I Reclaimed My Sexual Reality and Found Peace [Por qué no me llamo a mí mismo gay: como recuperé mi realidad sexual y encontré paz]", con la esperanza de hacer que su voz y otras similares a la suya sean mejor escuchadas.


Estos hombres y mujeres dan testimonio del poder de la gracia, de la nobleza y resistencia del corazón humano y de la verdad de la enseñanza de la Iglesia sobre la homosexualidad. En muchos casos ellos han vivido apartados del Evangelio durante cierto tiempo, pero se han reconciliado con Cristo y con su Iglesia. Sus vidas no son fáciles, ni tampoco sin sacrificios. Sus inclinaciones homosexuales no han sido derrotadas, pero han descubierto la belleza de la castidad y de las amistades castas. Su ejemplo merece respeto y atención, porque tienen mucho que enseñarnos a todos nosotros sobre como recibir mejor y acompañar a nuestros hermanos y hermanas en una actitud de auténtica caridad pastoral.