podría causar
daños incalculables a la Iglesia
(InfoCatólica), 21-9-17
Cualquier decisión papal que ponga en tela de juicio
la prohibición de la Iglesia sobre la anticoncepción artificial, ya sea expresa
o implícitamente, haría «un daño incalculable al magisterio de la Iglesia»,
advirtió un especialista en teología moral.
El P. George Woodall, profesor de teología moral en el
Pontificio Ateneo Regina Apostolorum de Roma, también expresó su preocupación
porque una comisión encargada de examinar y revisar la encíclica Humanae Vitae
del Beato Pablo VI provoque «serios problemas» si la «revisión», aboga por
excepciones que permitan la anticoncepción artificial en oposición a la
enseñanza moral de la Iglesia.
Dijo que también debilitaría la capacidad de la
Iglesia para combatir el relativismo moral y desencadenaría «una nueva crisis
pastoral al menos tan grave» como la que siguió a la publicación de la
encíclica que conmemora su quincuagésimo aniversario el próximo año.
La reafirmación de Pablo VI respecto a la enseñanza
infalible de la Iglesia de que el uso de anticonceptivos es «intrínsecamente
desordenado» llegó en un momento en que el mundo occidental estaba adoptando la
anticoncepción de manera generalizada, convirtiéndola en una de las encíclicas
más controvertidas y resistidas de la historia de la Iglesia.
Inmediatamente muchos clérigos y académicos rechazaron
rotundamente las enseñanzas de Humanae vitae.
Caracter profético de la Humanae Vitae
Muchos, sin embargo, defienden vigorosamente como
profético el carácter de la Humanae Vitae, argumentando que la aceptación
generalizada del control artificial de la natalidad ha separado los propósitos
unitivos y procreadores de las relaciones sexuales, llevando a la sexualización
de la cultura en Occidente, la promiscuidad, el aborto legalizado, el colapso
del matrimonio, e infligiendo un profundo daño a la familia.
A medida que se acerca el 50 aniversario de la
promulgación de la encíclica, varios intentos de algunas de las figuras más
importantes de la Iglesia están ahora en marcha para desafiar la encíclica.
Preocupaciones del padre Woodall
A este respecto, el P. Woodall ha explicado sus
preocupaciones, centrándose en los peligros de que cualquier revisión utilice la
misma clave interpretativa de Amoris laetitia, afirmando erróneamente que
aunque la práctica pastoral se ha alterado, la doctrina sigue siendo la misma.
Ha habido importantes acontecimientos desde la
encíclica de Pablo VI, en particular la confirmación por parte de Juan Pablo II
de su cuerpo doctrinal en la Familiaris Consortio y su intento de proporcionar
un fundamento antropológico y una explicación doctrinal de la encíclica en lo
que comúnmente es llamado «teología del cuerpo». Varios aspectos de esta
doctrina han sido incorporados al texto de Amoris laetitia. No habría ninguna
dificultad en anticiparse a una comisión destacando estos aspectos porque están
en completa armonía con la doctrina de Pablo VI.
En Amoris laetitia se ha prestado considerable
atención a la naturaleza del amor conyugal, a los diversos factores que deben
considerarse para evaluar si una persona tiene o no una vocación matrimonial, a
lo que implica vivir esa vocación a través de los años y a través de las
diversas etapas de la vida matrimonial. La exhortación contiene una sección
sobre la fecundidad, que trata en gran medida un amplio concepto de la
fecundidad del matrimonio en general, en términos de enriquecer a la pareja, a
la familia y a la sociedad. No hay nada especialmente nuevo en estas
reflexiones, pero son útiles a nivel pastoral. Nada en estos enfoques está
necesariamente en desacuerdo con la Humanae vitae y se podría esperar que la
compatibilidad de la reciente exhortación con la encíclica de Pablo VI fuera
sacada a relucir por la comisión.
Los puntos precisos de la doctrina en la Humanae vitae
que se podría esperar serían objeto de escrutinio sería el principio de la
inseparabilidad de los significados unitivos y procreativos del acto conyugal
(HV, 12), declarado por Pablo VI como la base de la condena para la
anticoncepción artificial (HV, 14), la enseñanza de que todo acto conyugal debe
permanecer abierto a la procreación (HV, 11), la condena de la anticoncepción
artificial como intrínsecamente y moralmente desordenada y por lo tanto incapaz
de justificarse bajo la excusa de la «buena intención» o en circunstancias
apremiantes sobre la base de que podría ser un mal menor, o que podría
participar de la bondad de los actos conyugales antes, y durante toda la vida
matrimonial, debido a que aquello que es intrínsecamente desordenado nunca se
debe cometer ni siquiera con «buena» intención (HV, 14). A esto se añade que la
enseñanza constante del Magisterio en esta materia es inmutable porque el
Magisterio no tiene poder para decidir lo que es verdad, sino solo para
proclamarlo (HV, 6, 18).
Si la comisión recomendara y si el Magisterio enseñara
formalmente que las «normas morales objetivas» como éstas, y otras en la
Humanae vitae, deberían ser rechazadas o, probablemente, no deberían ser
interpretadas de manera legalista, ni ser impuestas como cargas a las parejas
incapaces de soportarlas por quienes desean arrojar pedradas a las personas en
dificultades, sino que deben ser presentadas como meros «ideales» que los
matrimonios deben tratar de cumplir, pero que no podrían ser capaces de cumplir
siempre en circunstancias apremiantes y que , para bajo una «buena» intención y
quizás a través del discernimiento, asistido por un pastor a la luz de sus
circunstancias «únicas», podrían violar, dejar de lado o interpretar
creativamente, lo cual, ocasionaría graves problemas.
Esta «revisión» de la Humanae vitae implicaría una
revisión igualmente radical de la Veritatis Splendor, que rechazaba el
consecuencialismo, el proporcionalismo y una interpretación «creativa» de la
conciencia moral entre otros graves errores que afligen la teología moral
reciente y reafirmó firmemente la enseñanza de que elegir deliberadamente qué
es moralmente desordenado, el objeto moral del acto, incluso bajo una buena
intención en circunstancias apremiantes, haría el acto inmoral (VS, nn 75-78) y
que algunos actos, incluyendo la contracepción, eran de naturaleza
intrínsecamente inmoral, de tal manera que nunca podrían ser «ordenados» al
verdadero bien de los seres humanos o a Dios y a su voluntad (VS, nn 79-83).
El «enfoque pastoral» de la «gradualidad» sería muy
problemático si implicaba la idea de que las normas de la Humanae Vitae no se
aplicaban realmente a algunas parejas porque, en sus circunstancias, no se
podía esperar que las respetaran; sugiriendo que ahora podrían no respetarlas
como parte de un plan de no violarlas en el futuro según la gradualidad de la
ley, no la ley de la gradualidad, en la que alguien se esfuerza por seguir la
verdad expresada en la norma, cuyos pecados él o ella se arrepienten y son
menos que en el pasado, se animan a renovar el compromiso de vivir plenamente
esa verdad. El rechazo de la gradualidad de la ley y la aceptación de la ley
genuina de la gradualidad apareció en Familiaris consortio (34).
Puede ser improbable que exista una negación explícita
de las doctrinas clave de Humanae vitae y / o de la Veritatis Splendor, pero la
situación sería muy grave en mi opinión si alguna recomendación de la comisión
fuera incorporada en de una manera magisterial formal , que implicase o parezca
implicar tal negación, y cuya ambiguedad la haga parecer incompatible con las
doctrinas recién mencionadas. La crisis pastoral que rodeaba a Humanae vitae
era grave, pero una nueva crisis pastoral por lo menos tan grave sería
desencadenada, lo cual implicaría un grave daño al respeto al Magisterio dentro
de la Iglesia Católica.
Ese sería el resultado de la comisión, si fuera
aprobado y promulgado en la enseñanza magisterial formal, a menos que el
Magisterio fuese capaz de ofrecer una explicación muy convincente de cómo esto
no contradiría las doctrinas de una o ambas de estas encíclicas principales,
doctrinales y pastorales.
Una negación formal o implícita, la contradicción o el
descarte de lo que Pablo VI y Juan Pablo II enseñaron, en plena armonía con la
tradición centenaria de la doctrina moral católica de la teología moral, podría
llevar a la afirmación de que el actual pontífice debe ser seguido en contra
sus predecesores. Una norma moral enseñada por el Magisterio requiere un
obsequio religioso de la voluntad y el entendimiento, pero tal afirmación se
reduciría entonces a obediencia ciega a la voluntad de un papa o del Magisterio
actual en contradicción con la del Magisterio moral anterior - obediencia a la
mera voluntad de un superior (voluntarismo) lo cual está totalmente
desacreditado porque es contrario a la razón.
Tampoco se puede comparar con un mero cambio
disciplinario, como el color de las vestiduras, la fecha de una fiesta o las
reglas del ayuno, porque involucra la verdad moral. La explicación de que las
cosas han cambiado entretanto no convencería tampoco porque la verdad moral objetiva
no es cambiante en sus aspectos esenciales; precisamente ese relativismo fue
condenado en Veritatis splendor. El Magisterio no puede inventar la verdad
moral. No puede contradecirla, sino que está vinculado a ella, al Evangelio de
Cristo, a la Revelación, a las verdades dogmáticamente definidas y a las
doctrinas constantemente enseñadas que se han propuesto definitivamente para la
Iglesia universal.
Si una decisión, como consecuencia de la comisión,
pusiera esto en tela de juicio, expresa o implícitamente, a mi juicio, sería un
daño incalculable para el Magisterio de la Iglesia, el respeto por el
Magisterio Católico y a la capacidad de la Iglesia en su Magisterio para
enseñar eficazmente la doctrina moral en general y la misión de la Iglesia para
combatir el relativismo moral que es la plaga del mundo contemporáneo.
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