"No hay que macanear con los
sacramentos"
Aica, 19 Sep 2017
El arzobispo de La Plata, monseñor Héctor Aguer,
consideró oportuno hablar de la pastoral de los sacramentos, especialmente de
la pastoral del Bautismo, porque “hubo macaneos muy graves", y expresó que
"no se puede manosear los sacramentos. El manoseo de los sacramentos tiene
un nombre terrible: sacrilegio. Es la manipulación de lo sagrado en función de
posturas relativistas, ajenas a la doctrina y a la praxis de la Iglesia
Católica”.
Lo dijo en el programa "Claves para un Mundo
Mejor" que se emitió el sábado 16 de septiembre por el Canal 9 de TV.
“Si mal no recuerdo -comenzó diciendo el pastor
platense-, hace poco hablé, en esta columna televisiva, sobre el Bautismo;
repito lo que entonces dije y es que creo que la mayoría del pueblo argentino
bautiza a sus hijos. Eso es un valor inestimable porque el Bautismo es el
inicio de la vida cristiana. Quien bautiza a su hijo es porque quiere que su
hijo sea cristiano, que sea católico”.
Y prosiguió explicando: “Tenemos mucho que trabajar
todavía en cuanto a la pastoral del Bautismo porque, si ustedes han asistido a
un Bautismo, habrán visto que lo que se pide allí, no al bebé que no puede
hablar sino a sus padres y padrinos, es que se comprometan en nombre y
representación del niño a vivir en la fe cristiana y a cumplir con todo lo que
Jesús nos ha ordenado. Eso es lo que, a veces, no resulta tan bien y es,
insisto, porque, en mi opinión, nuestra pastoral del Bautismo anda un tanto
descaminada. Tendríamos que estar muy cercanos a los padres. El asunto de los
padrinos yo lo pondría entre paréntesis, porque me parece que los padrinos no
hacen tanta falta; la cuestión son los padres. Los padres, en cualquier
situación en que se encuentren, si traen a su chiquito para bautizar tienen que
darse cuenta, tienen que hacerse conscientes de que ellos son los responsables
de que el chico sea educado en la fe cristiana. El padrino puede eventualmente
cumplir una función supletoria, que resulta fundamental”.
“Lo que se dice en la celebración del Bautismo
-subrayó monseñor Aguer-: ese “sí, quiero” o “sí, creo”, va en serio y no es
simplemente un compromiso ritual, circunstancial, sino un compromiso para
siempre con Cristo y con la Iglesia. Este valor del Bautismo tiene que ser muy
marcado hoy. El Bautismo es el inicio, pero va unido de inmediato a otros dos
sacramentos: la confirmación y la eucaristía. El bautismo debe ser
complementado por la confirmación, y ambos están en función de la eucaristía.
De hecho los cristianos de Oriente, los ortodoxos, confieren los tres
sacramentos juntos mientras que nosotros en el rito romano o latino los
separamos en el tiempo”.
“Aquí, en la arquidiócesis de La Plata -prosiguió
explicando el arzobispo platense-, hemos restaurado el orden tradicional y
teológico de los sacramentos: Bautismo, Confirmación y Eucaristía, porque en
realidad solo el cristiano que está plenamente formado por el Espíritu Santo
puede acercarse a la mesa del Señor”.
“El Bautismo se recibe una sola vez porque es la
generación cristiana, es el nacimiento a la vida de hijos de Dios. La
Confirmación también una sola vez porque es como una llegada a la adultez.
Cuando yo era joven, a los 18 años nos daban la Libreta de Enrolamiento y eso
era como convertirse un adulto, y las chicas festejaban sobre todo el
cumpleaños de 15. Hoy todo se ha hecho más prematuro. La Comunión, la
Eucaristía, en cambio es el alimento continuo. Entonces no se trata de valorar
exclusivamente la Primera Comunión, que muchas veces resulta ser la única, sino
la comunión asidua en la asamblea dominical, en la Misa”.
“Yo, a veces, disculpen si exagero un tanto, defino a
la Argentina como un país de paganos bautizados, o un país donde los bautizados
en la Iglesia Católica no van a misa. Esto es lo que hay que corregir, aunque
sea difícil; los primeros responsables somos nosotros, los pastores. Tenemos
que corregir eso mediante una buena orientación pastoral y no metiendo la pata
con soluciones extravagantes".
Respecto de estas soluciones extravagantes, monseñor
Aguer contó que se había enterado de que "en algún lugar se celebró un
bautismo colectivo de adultos que vivían en concubinato. Eso no puede ser
-manifestó- porque el bautismo supone la conversión, supone abandonar la vida
de pecado, supone iniciar la vida de la gracia y, además, como insinué antes,
cuando se bautiza a un adulto se confieren, además, los otros dos sacramentos,
la Confirmación y la Eucaristía". Para ello "debe preceder un tiempo
de preparación, de duración variable, que es el catecumenado, una institución
antiquísima, renovada en la actualidad, según el ritual de la Iniciación
Cristiana de Adultos".
"Esto -observó el prelado en un paréntesis- no
tiene nada que ver con el Movimiento Neocatecumental, que yo no comprendo bien,
porque convierte a los que ya son cristianos en catecúmenos para toda la vida
(por más neo que se pongan delante). Pero no se puede bautizar para que formen
parte del Pueblo de Dios, entendiendo esta verdad subrayada por el Concilio
Vaticano II en un sentido puramente sociológico y, aún a veces, ideológico y
político”.
En la parte final de su columna editorial, monseñor
Aguer prosiguió en estos términos: “El Pueblo de Dios es la Iglesia. Se los
bautiza porque se han convertido y quieren vivir como cristianos. Eso es lo que
enseña el Señor al final del Evangelio de San Mateo; antes de volver al Padre
les encarga a los Apóstoles: 'vayan y hagan que todos los pueblos sean
discípulos míos, bautizándolos en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu
Santo y enseñándoles a cumplir todo lo que Yo les he mandado'. Por eso no se
puede bautizar a una persona que no está dispuesta a cumplir todo lo que el
Señor nos ha mandado, aunque eso cueste”.
“En la tradición de la Iglesia el sacramento de la
Confesión o Reconciliación ha sido llamado Penitencia Segunda porque la
Penitencia Primera es el Bautismo. Penitencia equivale a Conversión. Por eso un
Bautismo sin conversión es una ficción, y en el bautismo de los niños los
papás, y eventualmente los padrinos, se comprometen a que ese chico va a ser
criado y educado como cristiano; si no se da este requisito hay algo allí que
no funciona, y porque estas cosas no funcionan pasan muchas otras también en la
sociedad argentina. Una 'teología del pueblo' parcializada, concebida como una
realidad cultural o sociológica desfigura el misterio de la Iglesia, que expuso
maravillosamente el Vaticano II en la Constitución Dogmática 'Lumen Gentium'.
Y concluyó: “Nosotros tenemos que tener esto en claro,
porque la Iglesia lo ha sostenido siempre así. No hubo cambios en esto; lo que
hubo han sido macaneos y macaneos muy graves, porque no se puede manosear los
sacramentos. El manoseo de los sacramentos tiene un nombre terrible:
sacrilegio. Es la manipulación de lo sagrado en función de posturas
relativistas, ajenas a la doctrina y a la praxis de la Iglesia Católica.”.+
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