martes, 30 de agosto de 2016

De monjas, penitencias y torturas


Reflexión de monseñor Sergio Buenanueva, obispo de san Francisco, publicada el 29 agosto de 2016

Aica

¿La Iglesia permite prácticas contra el propio cuerpo? El irracional allanamiento del convento de carmelitas de Nogoyá, acusado de ser lugar de torturas, ha disparado preguntas como esta.

Dos palabras entonces las prácticas penitenciales cristianas. “Penitencia” suena a castigo por un mal comportamiento. En cristiano, sin embargo, quiere decir: cambio del corazón. Es la penitencia interior, hecha de humildad y confianza en Dios, amor y generosidad con los demás.

La penitencia interior se manifiesta en actos externos. Así, basada en la palabra de Jesús y en la Biblia, la Iglesia recomienda el ayuno, la oración y la limosna. Y las tres juntas: me privo de algo para compartir con los más necesitados, y todo esto acompañado de la oración que me abre a Dios.

De todo esto, lo único que regula la Iglesia es el ayuno con la abstinencia: obligatorio el miércoles de ceniza y el viernes santo. Y cada viernes del año, abstinencia, por ser día penitencial.

La Iglesia suele insistir en las obras de misericordia que nos acercan a los que sufren; en el cumplimiento de los propios deberes cotidianos, tan áridos como importantes; y en la paciencia ante las adversidades que tiene la vida por sí misma. Ahí está la mejor penitencia. Y la más real.

La enseñanza de la Iglesia es clara: la penitencia interior es siempre la más importante. A ella apuntan todas las prácticas externas y corporales.

También la palabra “mortificación” (dar muerte) nos ayuda a entender qué es la penitencia. Todo gesto penitencial apunta, como decíamos al cambio interior, y tiene su modelo en la pasión del Señor: nos une a Cristo paciente que, por amor, abraza la cruz. Con Cristo morir, ser sepultado y resucitar a una vida nueva. Ese es el dinamismo de la vida cristiana según Rom 6,1-11.

Pero también, la penitencia es mortificación porque busca disciplinar el egoísmo que nos lleva a buscar el propio interés por encima del verdadero bien, para nosotros y para los demás.

Aquí aparece otra palabra, “ascesis”, que quiere decir: ejercicio. San Pablo le escribía a los corintios que, cada dos años, participaban de los juegos ístmicos, casi tan célebres como los olímpicos: “¿No saben que en el estadio todos corren, pero uno solo gana el premio? Corran, entonces, de manera que lo ganen. Los atletas se privan de todo, y lo hacen para obtener una corona que se marchita; nosotros, en cambio, por una corona incorruptible. Así, yo corro, pero no sin saber adónde; peleo, no como el que da golpes en el aire. Al contrario, castigo mi cuerpo y lo tengo sometido, no sea que, después de haber predicado a los demás, yo mismo quede descalificado”.
(1 Co 9,24-27).

Acabamos de ver los Juegos Río, emocionándonos con nuestros deportistas, con su sacrificio, disciplina, llevar el cuerpo al límite, espíritu de equipo y garra para llegar hasta el final. Es una metáfora preciosa de la vida misma. San Pablo la usa para mostrar el dinamismo de la vida cristiana: una lucha o una carrera tras la corona más preciosa que es la vida eterna.

Seguir a Cristo ha sido, es y será siempre un ejercicio, semejante al que supone cualquier deporte. Una lucha contra nosotros mismos y tantas fuerzas que amenazan con deshumanizar nuestra vida. Cualquier educador lo sabe: para alcanzar una meta hay que estar dispuestos a varias renuncias, a la abnegación y al sacrificio. Es el precio que hay que pagar para ser libres.

En la Iglesia hay varias corrientes ascéticas, que han ido admitiendo diversas penitencias corporales. Son los maestros espirituales los que nos ayudan a discernir su sentido y conveniencia. Señalan que nadie debe buscarlas sin el consejo de un buen director espiritual, que deben ser practicadas con mesura, que no son las más importantes y que tienen también varios peligros. Uno de ellos es la soberbia espiritual; pero también formas más o menos intensas de patologías psíquicas. Si se dan ambas, el cóctel es peligrosísimo. No suelen ser extrañas prácticas así en movimientos rigoristas que se someten a diversas penitencias corporales, pero que, llegado el caso, no se les mueve un pelo si tienen que romper la comunión eclesial.

La penitencia, la mortificación y la ascesis cristiana buscan que los discípulos de Jesús lo busquemos a Él, su voluntad en nuestras vidas y la salvación de los demás no menos que la propia. De ahí la necesidad de estar atentos a nuestro corazón y sus movimientos interiores que nos quitan libertad para ver con claridad lo que Dios nos pide en cada situación concreta de la vida.

Mucho más en una sociedad en la que, la cultura dominante, apunta en una dirección totalmente contraria: consumo, bienestar, placer y diversión por encima de todo. Es también la cultura de la evasión, las adicciones y diversas formas de autoagresión a sí mismo, sometiendo el propio cuerpo a un desgaste extenuante que, en muchos y lamentables casos, lleva a la muerte o al hundimiento moral. No es extraño entonces que semejante mentalidad no comprenda o que incluso se burle y desprecie como locuras las formas cristianas de penitencia.

En este contexto, el testimonio cristiano ha de hacer resplandecer el camino penitencial del Evangelio como un camino de genuina humanización, en la misma medida que transfigura al penitente a imagen de Cristo resucitado.

Siempre recuerdo algo que contaba el cardenal Pironio: cuando había una situación difícil, sobre todo mientras trabajaba en la Curia romana, el cardenal se tomaba una tarde para visitar enfermos, ancianos o personas en situación de riesgo. Ese sumergirse en dolor, saliendo al encuentro de quienes viven la pasión de Cristo, era un camino genuinamente evangélico de conversión que le devolvía libertad interior para ver con claridad por dónde pasaba Dios en la propia vida.

Ese es el camino de conversión al que todos estamos invitados.


Mons. Sergio Buenanueva, obispo de san Francisco

Una monja católica


Santiago MARTÍN, sacerdote
catolicos-on-line, 30-8-16

La Madre Teresa de Calcuta será canonizada esta semana, si Dios quiere. En el Año de la Misericordia, la Iglesia reconocerá la santidad de una de las personas que más ha hecho por los que sufren durante el pasado siglo XX. No fue la única, ciertamente, pero sin duda se le puede dar ese título: la santa de la caridad. Así quiso que se llamaran sus hijas e hijos: Misioneros de la caridad.

Sin embargo, no puedo evitar un cierto temor. Temo que, en el contexto actual, la figura de la Madre Teresa sea manipulada, como lo está siendo el propio Papa Francisco. Temo que se vea a la santa de Calcuta como una figura comprometida con la causa de los pobres y nada más, algo así como una gran activista social, una eximia representante del gran hermano universal que hoy nos domina y que indica lo que es políticamente correcto -ayudar a los necesitados, entre otras cosas- y lo que no lo es -defender la moral católica-. 

Podrían robarnos a la Madre Teresa para convertirla en un icono ligth de esa falsa Iglesia, reducida por obra y gracia de los medios de comunicación a una ONG hippie que predica la misericordia y que no condena a nada ni a nadie, porque no está para condenar, ni siquiera a los criminales más crueles del mundo. Esta Iglesia meliflua, amilbarada, edulcorada y, por eso mismo, intragable -es como si a un dulce helado le añadieras miel, almíbar, sirope y diez cucharadas de azúcar- no es la de Jesucristo. Es un invento que se han montado algunos, de dentro y de fuera, y que desfigura totalmente la realidad. La Iglesia fundada por Cristo habla de amor y de misericordia, efectivamente, pero también habla de sacrificio, de aceptación de la cruz, de conversión, de la necesidad de obras buenas para salvarse, de generosidad. La Iglesia de Cristo no dice que se va a salvar todo el mundo, sino que a Dios le gustaría que se salvara todo el mundo, que no es lo mismo, y que el Señor mantiene la puerta abierta de la salvación hasta el último instante de la vida del hombre. 

La Iglesia de Cristo habla de amor al prójimo y, en especial, al prójimo necesitado e incluso recuerda que el Señor vendrá a juzgar -con premio y castigo y no sólo con premio- en función de cómo hayamos tratado a nuestro hermano, pero también habla de la necesidad de oración y de que no se puede acceder a la Eucaristía en pecado mortal.


La ya próxima Santa Teresa de Calcuta era una monja católica y no un ilustre miembro de esa falsa Iglesia que ni los hippies aceptarían por ser más dañina que la droga que consumían. La Madre Teresa ayudaba a los pobres, ciertamente, pero rezaba varias horas al día, se confesaba, comulgaba en gracia y era fiel a las enseñanzas de la Iglesia. La Madre Teresa no obligaba a nadie a hacerse católico, ni condicionaba su asistencia a la conversión, pero ofrecía sin miedo ni vergüenza el mensaje católico a los que no pertenecían a la Iglesia o se habían alejado de ella. Es esta monja católica la que va a ser reconocida como santa y no la caricatura que algunos están ya presentando y que, si ella pudiera, rechazaría con todas sus fuerzas. Es a ella a la que debemos imitar, para amar a Dios con todo el corazón y al prójimo como nos pide Cristo.

miércoles, 24 de agosto de 2016

El vicio de la fornicación



Artículo de Mons. Aguer, publicado en un diario de La Plata

Aica,  23 Ago 2016 



Encabezo deliberadamente esta nota con un título chocante; lo es porque la palabra empleada ha caído en desuso y puede causar extrañeza. No cito la definición del catecismo sino la del diccionario: “tener ayuntamiento o cópula carnal fuera del matrimonio”. Este vicio se ha convertido en algo trivial, común, insustancial. Lo llamo vicio porque el diccionario define “fornicario: que tiene el vicio de fornicar”. Él o ella en principio, aunque hoy día la “igualdad de género” permite otras combinaciones, antinaturales. 

Indico dos ejemplos de banalización. En la Sección Espectáculos de El Día se puede seguir una crónica diaria de la fornicación en el mundo de la farándula; hay records notables de señoritas (no estoy seguro de que sea ésta la identificación que corresponde) que cambian de “novio” cinco o seis veces al año; se supone que no se reúnen con ellos a leer la Biblia. Antes, a estos comportamientos y a las personas que los practicaban se les aplicaban otros nombres. Se puede pensar que son casos extremos, que se exhiben en un escaparate para suscitar envidia y la ilusión de llegar a imitarlos. Escándalo, como se lo llamaba antaño: inducir a otro al mal, más intenso cuando la conducta desviada es promovida como una moda. La superficialidad de esos casos resulta irrisoria: escarceos, idas y vueltas, traiciones y arrepentimientos, cada tanto algún rumor de embarazo que no se confirma. 

La protagonista innombrada, por supuesto, es siempre la cama. Felizmente, la mayor parte de la gente no tiene tiempo ni plata para gastar en esas placenteras ociosidades. Pero el mal ejemplo cunde, fascina, lo anormal se puede ir convirtiendo en deseable primero, luego en moralmente neutro y finalmente en normal. “Lo hacen todos”, ese es el lema. 

El segundo ejemplo prometido procede de los Juegos Olímpicos. El Ministerio de Salud de Brasil envió a Río de Janeiro nueve millones de profilácticos, 450.000 destinados a la Villa de los Atletas, donde se hospedaban 10.500 deportistas de todo el mundo, más los técnicos. La prensa brasileña hizo un cálculo: 42 condones por cada atleta, teniendo en cuenta los 17 días de duración de las competencias. La preparación para las mismas impone, como es lógico, la abstinencia, pero después de cada competición; ¡a coger atléticamente! No se asuste el lector por el uso de este verbo, no incurro en una grosería impropia de un obispo. 

El Diccionario de la Academia, en la acepción 24 del término señala que es un vulgarismo americano: “realizar el acto sexual”; pero en la acepción 19 define: “cubrir el macho a la hembra”; aquí entonces aparece en el significado de la palabra un matiz de animalidad. Quiero decir en consecuencia que la cultura fornicaria que se va extendiendo sin escrúpulo alguno es un signo de deshumanización, no es propia de mujeres y varones como deben ser según su condición personal. Algo de no humano, de animaloide aparecería en esa conducta. 

La deshumanización del eros, que por su propia naturaleza es carnal y espiritual, comienza por el descarte del pudor, de la honestidad, de la modestia, del recato. En estos valores cifra la plena humanidad de la actuación sexual, que no se exhibe obscenamente, ni en sus preparaciones. Pienso en el “petting” descontrolado en lugares públicos. Valga una muestra del impudor hodierno: los “trajes” de baño femeninos que se reducen a tres trocitos simbólicos de tela; ¿no sería más sincero que en la playa o la pileta se presentasen desnudas? No cargo la cuenta sobre el bello sexo; era tradicional que el varón tomara la iniciativa, y lo hace muchas veces abusando de su vigor, aunque las artes de la seducción no le sean ajenas, ahora desplegando instrumentos cosméticos, gimnásticos y hasta quirúrgicos. Por no hablar del cine, la televisión y las series de internet; a la pornografía la camuflan verbalmente hablando de “escenas fuertes”. 

La banalización que he señalado implica asimismo una confusión fatal acerca del amor: no es éste una mera efusión sentimental, ni la sola atracción física, sino especial y esencialmente un acto electivo de la voluntad, en el que se ejercita en pleno la libertad, una libertad lúcida, consciente, una decisión de permanencia que aquieta para siempre en el bien amado. La seducción de la belleza, por cierto, cumple su papel -Platón asociaba sabiamente belleza y eros- en el conjunto de la elección personal. 

Lo propiamente humano es que tal decisión electiva sea para siempre, como signo de madurez, preparada en una educación para el respeto mutuo, la amistad sin fingimiento, la disposición a afrontar juntos -él y ella- las dificultades de la vida tanto como las infaltables alegrías. Entonces cobra sentido la unión sexual de un varón y una mujer. 

En el contexto de una recta antropología, de una idea completa del ser humano en la que se asume su realidad biológica y psicológica, es fácil comprender que el acto sexual tiene una doble finalidad: es unitivo y procreativo. El gesto de la unión corporal acompaña, ratifica e incentiva la unión de las almas. La fornicación lo convierte en una gimnasia superficial y provisoria, propia de parejas desparejas, sin el compromiso de por vida que integra la expresión sexual en el conjunto de la convivencia matrimonial, con la apertura a los hijos. 

Una señal alarmante de deshumanización se manifiesta en el lenguaje: novio-novia, ex novio- ex novia, pareja-ex pareja, ya no marido y mujer, esposo y esposa; aquello debe llamarse, en realidad, concubinato. Las consecuencias personales y sociales se pueden percibir en la orfandad afectiva –e incluso efectiva- de tantos niños y adolescentes y la cantidad superior de abusos que se registra precisamente en el interior de esas formas de “rejunte”, que no son verdaderas familias. Además la generalización de las relaciones sexuales entre adolescentes no permite augurar nada bueno. Comienza cada vez más temprano la banalización del sexo. 

La finalidad procreativa del acto sexual es frecuentemente bloqueada, de modo expreso, intencional, en las fornicaciones ocasionales, pero también en la convivencia marital. El negocio de los anticonceptivos ha ocultado la sabia disposición de la naturaleza, que ordena en la mujer los ritmos de fertilidad. Todo ha sido bien hecho por el Creador, y el capricho humano se niega a utilizarlo, lo burla a su placer. La misma etimología lo esclarece de manera indiscutible: “genital”, “generación”, “génesis” integran una familia de palabras; en griego, en latín y en castellano: los órganos genitales y su uso sirven para dar origen a un nuevo ser. 

Existe además –no lo olvidemos- la fornicación “contra naturam”, ahora avalada por las leyes inicuas que han destruido la realidad natural del matrimonio y que se fundan en la negación del concepto mismo de naturaleza y de la noción de ley natural. La razón comprende que el cuerpo del varón y el de la mujer se ensamblan complementariamente porque están hechos el uno para el otro; y también sus almas. La discriminación de los antidiscriminadores ha llegado a límites inconcebibles, como el de negar el derecho de los niños a ser criados y educados por un padre y una madre; así se ha visto en la entrega en adopción de niños a “matrimonios igualitarios”. Los enciclopedistas anticatólicos del siglo XVIII se horrorizarían de semejante atentado a la razón. 

El laborioso remedio de una cultura fornicaria, del desenfreno, “akolasía” como lo llama Aristóteles, es la “sofrosyne”, la templanza, según el mismo Filósofo lo explicaba en el Libro III de su Ética a Nicómaco varios siglos antes de Cristo. Para nosotros, cristianos, a la destemplanza del incontinente la sana una especie concretísima de la templanza que se llama castidad. Aquel gran pensador observaba que hay algo de infantil, por la irreflexión, en el desenfreno, en la intemperancia; y añadía además que “se da en nosotros no en cuanto somos hombres, sino en cuanto animales”. Lo propiamente humano es que la potencia sexual y su actuación se integren armoniosamente a la riqueza de la personalidad, y que ese ejercicio se desarrolle en el orden familiar. Es este el logro de la virtud. 

Tengo pleno respeto por las personas concernidas en todo lo que he dicho, y comprendo con cercanía y afecto sus conflictos, pero no puedo dejar de proclamar la verdad. Mal que le pese al INADI, si se entera.+ 

viernes, 19 de agosto de 2016

México: manifestaciones


Aci, 18/08/16 

Los obispos de México expresaron su respaldo a las dos marchas multitudinarias convocadas para el 10 y 24 de septiembre por el Frente Nacional por la Familia, para defender la institución matrimonial ante el proyecto de legalización de las uniones homosexuales impulsado por el Presidente Enrique Peña Nieto.

El 17 de mayo Peña Nieto anunció desde su cuenta de Twitter que su gobierno promoverá el reconocimiento del «matrimonio» gay. «Firmé iniciativas de reforma para impulsar que el matrimonio igualitario quede plasmado en la Constitución y en el Código Civil Federal», afirmó.
Sin embargo, su propuesta fue criticada por los obispos y las organizaciones de defensa de la familia, que en diferentes ciudades organizaron manifestaciones públicas para defender el matrimonio como la unión entre un hombre y una mujer.

En ese sentido, tras rechazar la intención del gobierno, la Comisión Episcopal de Familia, Adolescentes, Jóvenes, Laicos y Vida, publicó ayer 16 de agosto un comunicado en el que los obispos afirman que «respaldamos y animamos la coalición de grupos que se ha constituido, llamada ‘Frente Nacional por la Familia’, y que está convocando y organizando dos marchas o concentraciones masivas para expresar que: ‘el futuro de la humanidad se fragua en el matrimonio y la familia natural’».

«La primera para el próximo sábado 10 de septiembre en cada uno de los Estados y ciudades grandes; la segunda, el sábado 24 de septiembre en la ciudad de México y con un sentido nacional», indicó el texto firmado por el Presidente de la Conferencia del Episcopado Mexicano (CEM), Cardenal José Francisco Robles Ortega.

Por ello, se alentó a los obispos a considerar la forma de respaldar estas iniciativas «mediante la Comisión Diocesana de Familia, así como desde las parroquias, para animar y promover la participación entusiasta y creativa de todas las personas, familias y grupos», con la posibilidad «de implementar alguna forma de seguimiento-colaboración para otros procesos y eventos con los participantes».
«También se puede organizar y animar a participar en otras iniciativas de tipo cultural, académico, legislativo y social. De esta manera, en la coyuntura actual de nuestra patria y a nivel internacional, es trascendental compartir, respaldar y dar resonancia social a nuestra convicción en bien del matrimonio, la familia y la vida», indicó.

La ideología de género niega la diferencia y la reciprocidad natural de hombre y de mujer  
Los obispos advirtieron que el llamado «matrimonio igualitario» es solo «una parte de una serie de propuestas legislativas con amplio espectro, unas ya aprobadas y otras en proceso y con consecuencias de un profundo cambio antropológico».

Se quiere presentar a la ideología de género como «una ‘bandera’ de aceptación» a favor de la diversidad y la no discriminación; «pero lo hace con criterios de verdadera ideología, pues niega la diferencia y la reciprocidad natural de hombre y de mujer» y «vacía el fundamento antropológico de la familia», señalaron.
Los obispos recordaron que «debilitar a la familia como sociedad natural fundada en el matrimonio» no favorece a la sociedad, sino que «perjudica la maduración de las personas, el cultivo de los valores comunitarios y el desarrollo ético de las ciudades y de los pueblos». «Las uniones de hecho o entre personas del mismo sexo (…) no pueden equipararse sin más al matrimonio», expresaron.

martes, 16 de agosto de 2016

Ciclo de conferencias

 por los 800 años de la Orden de Predicadores

Aica, 15 Ago 2016


En el marco del Jubileo de la Orden Dominicana, que cumple 800 años, se organizó un ciclo de conferencias titulado “Enviados a predicar: La misión de la Orden de Predicadores. Historia y proyección”.

Los encuentros se realizarán los días jueves 18 de agosto, 15 de septiembre, 6 de octubre y 3 de noviembre, en el convento Santo Domingo, ubicado en la avenida Belgrano 380 (Buenos Aires), a las 20.

“Santo Domingo y la familia dominicana”, será el tema de la primera exposición del 18 de agosto, a cargo de Fray Javier María Pose OP, y de la doctora Bibiana Cano. Hablarán sobre el origen y la misión de la Orden de Predicadores, y sobre la familia dominicana y la actualidad de la vocación laical dominicana.

En el segundo encuentro, el 15 de septiembre, Fray José María Cabrera OP y Fray Alberto Saguier Fonrouge OP tratarán el tema “Teólogos y místicos en la Orden de Predicadores”, y expondrán sobre “Santo Tomás de Aquino, originalidad, proyección y actualidad”, y “La tradición mística dominicana: figuras y rasgos”.

Además, el presbítero doctor Ernesto Salvia y Fray Juan Pablo Corsiglia OP hablarán sobre “Los dominicos en América Latina y en la Argentina”, el jueves 6 de octubre.


Finalmente, el 3 de noviembre, Fray Pablo C. Sicouly OP y Fray Jorge A.Scampini OP, el tema la temática “Los dominicos en los siglos XX y XXI: Algunos aportes teológicos y espirituales”. También serán parte del contenido de la exposición los temas: “Los dominicos en el Concilio Vaticano II” y “La renovación teológica desde la tradición dominicana: M.-D. Chenu e Y. Congar”. 

La Asunción de la Virgen


 nos asegura que todos los hombres, de los que Ella es Madre, estaremos también en el Cielo con nuestro cuerpo glorificado

El texto del evangelio de la misa del día (Lc. 1, 39-56) comienza afirmando  que “María partió y fue sin demora a un pueblo de la montaña de Judá”.
Pues bien, durante toda su vida la Virgen estuvo “partiendo”, es decir, saliendo de sí misma para consagrar su vida a Dios Padre, de quien es su hija predilecta, a Dios Hijo, de quien es su madre según la carne, a Dios Espíritu Santo, de quien es la esposa fidelísima que contestara ante el anuncio del ángel su decisión de ser servidora fiel a lo largo de su existencia temporal.

En la visitación a su prima Isabel confirma que también está de partida para donarse a las necesidades de los demás, como lo ha estado haciendo a lo largo del tiempo con sus múltiples apariciones en diversos países, siempre para confirmar a los creyentes en su amor a Jesucristo, su Divino Hijo, y consolar en sus múltiples necesidades a quienes somos débiles y necesitados siempre de la ayuda divina.

Partió sin demora también para estar con su Hijo a lo largo de su vida pública, manteniéndose en el silencio de la que sirve siempre por amor y de una forma incondicional, partió para encontrarse con Él en el árbol de la cruz, y hoy parte a la gloria que se la ha preparado desde toda la eternidad.
Porque la Asunción de María al cielo es también una partida hacia la meta para la que fue creada, y aunque pareciera que nos ha dejado solos, de hecho siempre nos protege porque no se olvida que se le ha encomendado ser madre de todos los que formamos parte de la Iglesia por el sacramento del bautismo.

Por su muerte temporal, se une  a Jesús,  y deja en evidencia que es la primera en triunfar sobre la muerte, destruyendo su aguijón (I Cor.15, 54b-57), dejándonos la certeza de que aunque aún estemos sometidos a la misma, ya que “el último enemigo que será vencido es la muerte” (I Cor. 15, 20-27ª), y que tengamos que sufrir la temporal separación del alma y del cuerpo, está asegurada la futura resurrección que nos permitirá, como Ella, participar en plenitud la vida con Dios, si le somos fieles en este mundo.

En efecto, la Asunción de la Virgen es un argumento prueba de que todos los hombres, de los que Ella es Madre, estaremos también en el Cielo con nuestro cuerpo glorificado, si aprendemos a gastar la vida en el cumplimiento de la voluntad de Dios como lo hizo Santa María.
Es tan grande la unión de María con su Creador que exulta de alegría diciendo a todo el mundo “mi alma canta la grandeza del Señor; y mi espíritu se estremece de gozo en Dios mi Salvador”.

¡Qué expresión tan profunda de quien vive a fondo lo que canta! Es una invitación a que consideremos si para nosotros es también motivo de alegría la unión con Dios y preguntarnos si este gozo es mayor al que experimentamos con las realidades de este mundo que son tan fugaces.
El ser humano, tan limitado, se esfuerza por  alcanzar los gozos y placeres temporales, a pesar de experimentar que éstos son fugaces y dejan en el corazón el sabor amargo de lo que es caduco y pasajero y, no aprende que el verdadero descanso está en permanecer junto a nuestro Dios y Señor que con su bondad y ternura siempre nos cuida y alienta a ser mejores para alcanzar la perfección evangélica, que aunque lejos, no es imposible de lograr.

Como  María estamos llamados a vivir en la pequeñez del ocultamiento de nosotros para que brille siempre la presencia divina que hace grandes cosas en quienes se le entregan con totalidad y fidelidad, ya que “su misericordia se extiende de generación en generación sobre aquéllos que lo temen”.
El cántico de María es también profecía de lo que se cumplirá cuando Dios disponga, en el sentido que se manifestará claramente quienes serán despojados de sí y de toda vanidad y quienes serán enaltecidos porque se hicieron pequeños servidores de su único Señor y Dios.

Queridos hermanos, alentados por la presencia de la Virgen Madre ya en el cielo, caminemos con firmeza por la senda de la verdad y del bien, implorando de Ella nos guíe y muestre el camino de la plenitud de vida en el Cielo que nos ha prometido Jesús cuando afirmara que volvía al Padre para prepararnos un lugar.
Vivamos intensamente nuestra fe sin miedo alguno, conscientes que a pesar de las penas de este valle de lágrimas, María enjuga nuestro dolor y nos asegura la victoria final sobre el maligno que como quisiera devorar a Jesús  en otro tiempo, sin conseguirlo, pretende hacerlo también con nosotros en el transcurso de nuestra vida terrenal (Apoc. 11, 19ª; 12, 1-6ª.10 ab).

Confiemos, pues, en el cumplimiento cierto de estas palabras: “Ya llegó la salvación, el poder y el reino de nuestro Dios y la soberanía de su Mesías”.

Canónigo Ricardo B. Mazza. Cura párroco de la parroquia “San Juan Bautista”, en Santa Fe de la Vera Cruz. Argentina. Homilía en la fiesta de la Asunción de María Santísima. 15 de agosto de 2016. 






















lunes, 15 de agosto de 2016

De acuerdo, hablemos sobre religión y política


 Joseph PEARCE, escritor 
catolicos-on-line, 15-8-16

 En más de una ocasión se ha dicho que, por mera cortesía, no debemos hablar sobre religión ni política. El resultado de esta costumbre es que nunca discutimos nada de importancia alguna. Limitamos nuestra conversación “en gentil compañía” a banalidades cuando mucho, y a chismes cuando menos. Sin embargo, conversar sobre la religión y la política en público, en “plaza principal" como solíamos hacer, es de crucial importancia para la vida de una sociedad auténticamente libre. Ya sea el miedo a la policía la razón de nuestro silencio, ya lo sea el temor del trato descortés, el resultado es el mismo: el acallar la libre discusión de los dos temas más importantes que gobiernan la vida de la humanidad. 

 Religión y política son inseparables para el cristiano dada la inseparabilidad de los dos grandes mandamientos de Cristo, que amemos al Señor nuestro Dios y que amemos a nuestro prójimo. Así, el objetivo de los laicistas fundamentalistas de separar la religión de la política es más que una afrenta al cristiano: es una estrategia para prohibirle a los cristianos participar en la vida política. Pero esto no es nada nuevo. El fundamentalismo laicista siempre ha sido intolerante hacia el cristianismo y siempre ha tratado de excluir a los cristianos de la vida política de la sociedad. 

Desde la persecución de la Iglesia primitiva (siglos I al III) y el martirio de innumerables primeros cristianos, hasta la Revolución Francesa y su Reino del Terror, incluyendo el siglo pasado con la exterminación de cristianos en los campos de concentración del socialismo internacional y nacional, la intolerancia del fundamentalismo laicista ha crucificado continuamente el cuerpo de Cristo y ha corrompido el sector político de igual manera. 
 A pesar de utilizar medios maléficos correspondientes a sus ignominiosos fines, el fundamentalismo laicista siempre ha preferido el poder de la mentira para promover sus objetivos, manejando el engaño y practicando el nefasto arte de la propaganda. El doble discurso y la neolengua orwelliana han conformado su mentalidad y vocabulario desde sus inicios. En nombre de la sacrílega trinidad liberté, egalité y fraternité, los revolucionarios franceses y rusos le robaron la libertad a los cristianos, los discriminaron invocando la igualdad, y los asesinaron en nombre de la fraternidad. 

Por lo tanto, no es de sorprender que la nueva generación de fundamentalistas laicistas no tolere el cristianismo en nombre de la tolerancia o que sancione matar a niños por nacer en nombre de la libertad. Sin embargo, la mayor hipocresía del fundamentalismo laicista no ha de encontrarse en su abuso de la lengua sino en su insistencia de excluir la religión de la plaza pública a pesar de constituir en sí otra religión. Si el teísmo constituye una posición religiosa, también lo es el ateísmo. Mantener como dogma que Dios no existe o debe excluirse del ámbito público constituye una posición religiosa. Creamos o no que Dios existe, su existencia está al centro [de la dialéctica en cuestión]. La existencia de Dios es la piedra de toque, el criterio conceptual sobre el cual se fundamentan todas las demás premisas de nuestros argumentos. Para el teísta, la presencia real de Dios es el principio definidor que se encuentra en el corazón de la realidad: para el ateo ese principio es la ausencia real de Dios. Dios es crucial en ambos casos, y por lo tanto, en ambos -irónicamente- está presente. 

 El hecho es que toda política tiene raíces en los primeros principios filosóficos, entre las cuales las premisas metafísicas sobre la existencia o la no-existencia de Dios son las de mayor importancia. La historia reciente demuestra que extraer a Dios crea un vacío que se llena con todo tipo de peligrosas y fatales estupideces. Rousseau creía que el pecado no le era inherente al hombre, es decir, que no hubo una rebelión primordial contra Dios. Esa rebelión primordial nos trajo múltiples formas de salvajismo en la búsqueda del mítico bon sauvage [salvaje noble], entre las cuales una de las más destructivas fue el mencionado Reino de Terror que acompaño a la Revolución Francesa. Que las ideas rousseaunianas han penetrado la sociedad moderna se nota todavía más en el desprecio contemporáneo por la civilización. 

La sabiduría de los siglos y la herencia de los sabios se descartan con la arrogancia de la ignorancia. Por lo cual el hombre moderno queda reducido a ser un fanático dedicado a seguir teorías necias y pasajeras. El determinismo de Hegel, politizado por Marx, condujo al asesinato de millones en el altar del progreso inalterable hacia la dictadura del proletariado sobre el hombre. El Übermensch [superhombre] de Nietzsche, politizado por Hitler, condujo a la raza maestra de los nazis y al asesinato de millones en el altar de orgullo racial. Como nos recuerda Richard Weaver, las ideas traen consecuencias, e ideas perversas traen consecuencias perversas. Y como nos repitiera incansablemente G. K. Chesterton, cuando la gente deja de creer en Dios, no es que entonces crean en Nada, sino que ahora creen en cualquier cosa. Dios existe, la Nada no. Como consecuencia, la gente puede creer en Dios, pero nadie puede creer en Nada. 

Es imposible para un ateo ser simple y llanamente un ateo: tiene que convertirse en algo más, y ese algo más es casi siempre algo peor. Sea que a Dios lo reemplace la ausencia de Dios de Marx, o la de Nietzsche, o la de Stalin, o la de Hitler, o la de Margaret Sanger y su Planned Parenthood [Paternidad Planificada] que concluye en la masacre de los inocentes, la ausencia de Dios inevitablemente conduce a la presencia del mal. Las lecciones de la historia son lo suficientemente claras para que cualquiera que tenga ojos puede verlas. La remoción de Dios de la plaza pública nos lleva a una plaza en la que erigiremos guillotinas en Su lugar. La separación forzada de la religión y la política conduce al más mortal de los divorcios: la única alternativa para una nación bajo Dios, es la de todas las naciones bajo Dios-sabe-qué. ¡Que Dios nos libre de caer en manos de tal Sin-Dios!

Adversus stultitiam


Francisco Javier GARCÍA, catedrático de Química
catolicos-on-line, 15-8-16

Hubo un tiempo en que se pretendió oponer la luz de la razón al oscurantismo de la Iglesia. Hoy nos toca vivir un tiempo en que el hombre, habiendo abandonado a Dios, desprecia la razón.

No se entiende de otra manera lo que la Sra. Cifuentes, del PP, desea llevar a cabo en el campo de la educación de nuestros  hijos. Me refiero a la Ley de Protección Integral contra la Discriminación por Diversidad Sexual y de Género, recientemente aprobada por el Parlamento de la Comunidad de Madrid.

Cabría esperar que los distintos gobiernos, especialmente aquellos que pretenden respetar la sana autonomía de la sociedad civil (Programa de las Elecciones Municipales 2015 del PP), tuvieran el buen juicio de dejar que sigan funcionando las instituciones cuyos buenos resultados vienen avalados por siglos de experiencia. Me refiero, naturalmente, a la familia constituida por un padre, una madre y unos hijos. Además, dado que nos enfrentamos a un crudo invierno demográfico 


parece evidente que no debieran favorecerse con tanto entusiasmo las uniones infértiles.

De otro lado, la neurociencia afirma que somos hombres o mujeres desde antes de nacer, no solo a nivel cromosómico, sino a nivel cerebral.  “Durante el desarrollo fetal tiene lugar la mayor parte de la construcción de los circuitos neuronales específicos de cada sexo debido a que las hormonas específicas regulan la expresión de los genes de las áreas cerebrales: realizan una impregnación sexual del cerebro” 


Por lo visto, los parlamentarios de Madrid lo ignoran o, acaso, prefieren oír otras voces. Pero es que, una vez nacidos y aún antes de hablar, resulta que las niños eligen un tipo de juguetes y las niñas otro diferente, pero, claro, hay que ser un cómico para atreverse decirlo en televisión 


O sea, que una cosa es la generalidad y otra los casos particulares. Y lo que no tiene sentido es que los casos particulares se impongan como caso general.


Ahora bien, si algunos obispos españoles, siguiendo la doctrina de la Iglesia (ver, por ejemplo, Amoris laetitia) pretenden decir en voz alta lo que muchos padres pensamos, amparados en el sentido común y en lo que dice la ciencia, entonces resulta que hay que procesar a los prelados 

 ¿Hasta cuándo debemos soportar tanta insensatez?

viernes, 12 de agosto de 2016

Informe discutible de la Conferencia Episcopal Alemana



Los obispos católicos alemanes califican a Lutero de «maestro de la fe y testigo del Evangelio»

InfoCatólica, 12/08/16 

(Catholic Herald/InfoCatólica)

 En un informe de 206 páginas, «La Reforma en perspectiva ecuménica», el obispo Gerhard Feige de Magdeburgo, presidente de la Comisión Ecuménica de los obispos alemanes, dijo que la «historia de la Reforma se ha ido recibiendo de formas distintas en la Iglesia Católica, y durante mucho tiempo sus acontecimientos y protagonistas se vieron a una luz negativa y despectiva».

«Mientras que las heridas se dejan sentir hasta nuestros días, es gratificante que la teología católica ha tenido éxito, durante este tiempo, en reexaminar con seriedad los acontecimientos del siglo XVI», dijo en el informe, publicado esta semana por la conferencia episcopal alemana, cuya sede se encuentra en Bonn.

Monseñor Feige dijo que la «historia y consecuencias» de la Reforma se debatirían durante su próximo 500º aniversario, pero añadió que había consenso en que las condenas recíprocas anteriores no eran válidas.
«Los recuerdos de la Reforma y de la posterior separación del cristianismo occidental no están libres de dolor», dijo Mons. Feige. «Pero a través de un largo diálogo ecuménico, las diferencias teológicas con raíces en el período se han reevaluado, como se documenta en el trabajo presentado por nuestra Comisión Ecuménica.»

Martin Lazar, el portavoz de la diócesis de Magdeburgo, declaró a Catholic News Service el miércoles que la Reforma todavía causa tensiones en Alemania, sobre todo «en las familias con separación religiosa».
El informe de los obispos dijo que la «Iglesia Católica puede reconocer hoy lo que era importante en la Reforma, es decir, que la Sagrada Escritura es el centro y estándar para toda la vida cristiana».

«Unido a esto está la idea fundamental de Martin Lutero de que la autorrevelación de Dios en Jesucristo para la salvación de los hombres se proclama en el Evangelio, que Jesucristo es el centro de la Escritura y el único mediador».
La Reforma se fecha tradicionalmente a partir de la publicación en octubre de 1517 de las 95 Tesis de Lutero, que cuestionaban la venta de indulgencias y las bases evangélicas de la autoridad papal.

¿Hereje y a la vez maestro de la fe?
Lutero fue excomulgado por el Papa León X en enero de 1521 y proscrito por el emperador Carlos V.

Los obispos alemanes describen a Lutero como «un pionero religioso, testigo del Evangelio y maestro de la fe», cuya «preocupación por la renovación en el arrepentimiento y la conversión» no había recibido una «audiencia adecuada» en Roma.
Dicen que el trabajo del reformador sigue planteando un «desafío teológico y espiritual» y tiene «consecuencias eclesiales y políticas para la comprensión de la Iglesia y del Magisterio».
Según el informe, una declaración católica-luterana conjunta de 1980 en conmemoración de la Confesión de Augsburgo, que estableció la nueva fe luterana, había sido esencial para acercar a las dos confesiones cristianas, mientras que otra declaración ecuménica en 1983, en el 500º aniversario del nacimiento de Lutero, había iniciado una «implicación intensiva» en la obra del reformador.

La histórica declaración conjunta de 1999 sobre la doctrina de la justificación fue un «hito en el diálogo ecuménico», según el informe, por su reconocimiento de que las diferencias restantes ya no deberían «tener un efecto de división de la Iglesia». La realidad es que centenares de teólogos luteranos y la Iglesia Evangélica de Dinamarca (luterana), rechazaron esa declaración.
El informe de los obispos incluye cartas conciliadoras de junio de 2015 entre el presidente de la conferencia de obispos alemanes, el cardenal Reinhard Marx, y el obispo luterano Heinrich Strohm, presidente de la Iglesia Evangélica de Alemania, que esbozan planes para una peregrinación ecuménica a Tierra Santa y una celebración de Cuaresma dedicada a «la sanación del recuerdo» en 2017.
En una entrevista con CNS, el vicepresidente de la Comisión Ecuménica, el obispo Heinz Algermissen de Fulda, dijo que las relaciones católico-luteranas habían mejorado desde el Concilio Vaticano II, pero que las confesiones deben trabajar por «la unidad visible, no sólo una diversidad reconciliada».

«Esto significa no sólo orar juntos, sino afrontar el reto de hablar con una sola voz como cristianos cuando todos nos vemos desafiados por el ateísmo y el laicismo agresivo, así como por el Islam [radicalizado]. De lo contrario vamos a perder más y más terreno», dijo.
«No podemos ver la conmemoración de la Reforma como un jubileo, pero también hay que admitir nuestra culpa por los errores del pasado y arrepentirnos en ambos lados por los últimos 500 años», agregó.
Los católicos son el 29 por ciento de los 82 millones de habitantes de Alemania, mientras que la Iglesia Evangélica de Alemania representa el 27 por ciento, si bien todas las confesiones han experimentado una disminución del número de sus miembros.

martes, 9 de agosto de 2016

Formación



COFRADÍA DEL ROSARIO



CURSO DE DOCTRINA SOCIAL DE LA IGLESIA

Semipresencial

  • El curso está basado en el “Sumario de Doctrina Social” que se encuentra en Internet.

  • Los cursantes leerán los módulos, en el orden que se indicará.

  • Desde el 3 de setiembre, se harán tres reuniones presenciales, el primer sábado del mes, de 10 a 11,30 hs., en el Centro Apostólico Santo Domingo.

  • Coordinador: Dr. Mario Meneghini

  • Este curso será gratuito y podrá ser realizado por cualquier persona interesada, previa inscripción.


Consultas e inscripción: guardiadehonor@gmail.com

Nota de los Obispos de Getafe y Alcalá



Nota sobre la «Ley de protección integral contra la LGTBIfobia y la discriminación por razón de orientación e identidad sexual en la Comunidad de Madrid»

(Fuente: Ecclesia)

El pasado día 14 de julio, la Asamblea de la Comunidad Autónoma de Madrid aprobó la «Ley de protección integral contra la LGTBIfobia y la discriminación por razón de orientación e identidad sexual en la Comunidad de Madrid». La Ley ha sido publicada, el pasado 21 de julio, en el Boletín Oficial de la Asamblea de Madrid. Ante este hecho, queremos, con todo el respeto hacia los que han promovido esta ley y sus posibles destinatarios, manifestar públicamente las siguientes consideraciones dirigidas a los fieles católicos de nuestras diócesis, sin menoscabo de otras profundizaciones posteriores.

Inspirada por una antropología no adecuada que niega la diferencia sexual varón-mujer y la unidad de la persona cuerpo-espíritu, esta ley se halla en contradicción con la moral natural, acorde con la recta razón, y pretende anular la enseñanza pública de la Biblia (Cf. Carta a los Romanos 1, 24-27; Primera carta a los Corintios 6, 9-10; Primera carta a Timoteo 1, 10, etc.), del Catecismo de la Iglesia Católica (nn. 2357-2359) y del resto del Magisterio de la Iglesia referido al designio de Dios sobre el varón y la mujer. 

Más aún, pretende prohibir, incluso, rezar públicamente por las personas que suplican la oración para un cambio de orientación en su vida (Ej: Art. 4-b, Art. 3-o, Art. 70-4-c, Art.72-3).

La mencionada Ley, desde sus presupuestos y normativa, nos parece, sin afrontar exhaustivamente todos sus aspectos:
Un ataque a la libertad religiosa y de conciencia (Ej: Art. 3-o, Art. 70-4-c, Art. 72-3).
Un ataque y censura al derecho de los padres a educar a sus hijos según sus propias creencias y convicciones. Del mismo modo es un atropello a los idearios que inspiran la libertad de enseñanza (Cf. Capítulo XI, Medidas en el ámbito educativo. Ej: Art. 29-2, Art. 31-9, Art. 32, Art. 34).

Un atentado a la libertad de expresión, a la libertad de cátedra, a la libertad de los científicos y profesionales en la búsqueda de la verdad, y a la libertad de las personas para orientar su vida o para pedir ayuda, incluso religiosa, en aquello que crean necesitar (Cf. Capítulo XI, Medidas en el ámbito educativo; y Capítulo XII, Medidas en el ámbito de la salud. Ej: Art. 3-o, Art. 31, Art. 36, Art. 70-4-c, Art. 72-3). Consideramos, por ello, que se trata, en su esencia, de una ley arbitraria que no contempla ni siquiera la objeción de conciencia.

Los partidos políticos del arco parlamentario, también los grandes sindicatos, la mayoría de los medios de comunicación y muchas de las grandes empresas quieren imponer “ideológicamente” un “pensamiento único” que anule la libertad y el coraje de buscar la verdad de la persona humana, en su unidad cuerpo-espíritu y en su diferencia sexual varón-mujer. 
Cuando no se busca la Verdad, cuando no se respetan ni siquiera los argumentos de la biología inherente a la genealogía de la persona, se impone por ley la ideología – en este caso la “ideología de género” – y se coacciona la libertad con sanciones y persecución: nada nuevo bajo el sol.

Al recibir el premio Carlomagno, el papa Francisco ha invitado a construir un nuevo humanismo para Europa basado en la capacidad de integrar, de dialogar y de construir, recordando que en esta tarea la Iglesia puede y debe ayudar, cumpliendo su misión: «el anuncio del Evangelio, que hoy más que nunca se traduce principalmente en salir al encuentro de las heridas del hombre, llevando la presencia fuerte y sencilla de Jesús, su misericordia que consuela y anima» (Discurso, 6.5.2016). 

Entre las víctimas reales de nuestra cultura del relativismo no lo son menos quienes sufren la confusión sobre su propia identidad; una confusión que, con leyes como esta, se verá aún más agravada. El mismo Papa Francisco nos ha pedido no caer «en el pecado de pretender sustituir al Creador. Somos creaturas, no somos omnipotentes. Lo creado nos precede y debe ser recibido como don. Al mismo tiempo, somos llamados a custodiar nuestra humanidad, y eso significa ante todo aceptarla y respetarla como ha sido creada» (Exhortación Apostólica Postsinodal Amoris laetitia, 56).

«No es tiempo de lamentaciones, sino de sanación», como ha recordado nuestro hermano el obispo de Lincoln (EEUU), citando a Boecio, ante medidas legislativas similares de la administración Obama (cf. Carta17.5.2016). Para salir al encuentro de las heridas del corazón, como nos pide el papa Francisco, es necesario y urgente promover una acción conjunta de las familias y de las asociaciones católicas en orden a defender, con todos los medios legítimos y en todas las instancias que corresponda, la libertad religiosa y de conciencia, la libertad de los padres a educar a sus hijos según sus propias creencias y convicciones, la libertad de enseñanza y los demás derechos fundamentales que, creemos, se conculcan gravemente en esta Ley. 

Si nosotros callamos gritarán las piedras (Cf. Lc 19, 40). La sanación de las heridas provocadas por estas medidas legislativas no se logra con la confrontación, que deriva en descalificaciones y amenazas de demandas judiciales. Porque queremos integrar, dialogar y construir, pedimos la colaboración de todas las personas de buena voluntad con verdaderos criterios de comunión, y especialmente a nuestros fieles les pedimos su oración y su participación activa que nazca de auténticos criterios eclesiales.

Ahora, más que nunca, es necesario llevar la misericordia sanadora de Jesucristo a este mundo. Llamamos a los católicos de nuestras diócesis comprometidos en el servicio de la política, de la sanidad y de la educación, así como a los esposos y padres de familia, a las personas consagradas y sacerdotes, a colaborar, cada cual según su propia vocación, en la edificación de una cultura que venza las mentiras de las ideologías y se abra a la verdad de la creación y de la persona humana, garantía ineludible de la libertad. Bien sabemos que en esta tarea, verdaderamente misionera, necesitamos orar con las palabras del mismo Cristo, pidiendo al Padre: líbranos del mal. 

Luchamos contra el mal ganando para Jesucristo cada corazón, acudiendo a la intercesión de la Santísima Virgen María e invocando a San Miguel Arcángel. Luchamos contra el mal llevando el bálsamo de la misericordia a los que sufren la herida de la confusión y del error: su médico es Cristo y el hospital de campaña donde llevarlos y sanarlos es la posada de la Iglesia. Luchamos contra el mal, llevando a nuestras vidas lo realizado el pasado tres de junio al consagrar nuestras diócesis al Sagrado Corazón de Jesús, fuente de la verdadera misericordia y de la verdadera paz.
Que la Sagrada Familia de Nazaret y Santiago Apóstol, protejan e intercedan por el futuro de nuestras familias y la paz de nuestro pueblo.

Con nuestra bendición,

+ Joaquín Mª López de Andújar y Cánovas del Castillo, Obispo de Getafe
+ José Rico Pavés, Obispo Titular de Mentesa y Auxiliar de Getafe
+ Juan Antonio Reig Pla, Obispo Complutense



7 de agosto de 2016
XIX Domingo del Tiempo Ordinario

Año Jubilar de la Misericordia