miércoles, 21 de diciembre de 2016

Munilla recuerda el profético discurso de Benedicto XVI en Ratisbona


Lola González, 21 diciembre, 2016

Infovaticana

El embajador ruso en Turquía, Andrei Karlov, fue asesinado el pasado lunes al grito de “Alá es grande” y “Venganza por Alepo”. El ataque fue calificado por Moscú como un atentado terrorista.

Tras el asesinato de Andrei Karlov, el obispo de San Sebastián, José Ignacio Munilla, ha recordado a través de las redes sociales el discurso que pronunció Benedicto XVI en la Universidad de Ratisbona en el año 2006 titulado “Fe, razón y universidad. Recuerdos y reflexiones”.
Junto a una imagen del ataque perpetrado en Ankara, Munilla ha resaltado una frase pronunciada por Benedicto XVI en su conocido discurso en Ratisbona: “No actuar según la razón es contrario a la naturaleza de Dios”
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El obispo de San Sebastián ha calificado el discurso de Benedicto XVI como “profético” y ha añadido que algunos lo han llegado a considerar “el discurso del siglo”.
En este discurso sobre la relación entre fe y razón, Benedicto XVI hace referencia al diálogo que el emperador bizantino Manuel II Paleólogo mantuvo con un persa culto sobre el cristianismo y el islam, y sobre la verdad de ambos.
Uno de los temas abordados por el emperador en este diálogo fue el de la yihad, la guerra santa, y se dirigió a su interlocutor diciendo: “Muéstrame también lo que Mahoma ha traído de nuevo, y encontrarás solamente cosas malas e inhumanas, como su disposición de difundir por medio de la espada la fe que predicaba“.

Esta cita de un texto del emperador Manuel II suscitó la indignación del mundo musulmán al ser considerada expresión de la posición personal de Benedicto XVI, aunque el pontífice aclaró posteriormente que la frase no reflejaba su valoración personal con respecto al Corán.

Benedicto XVI continuó su discurso en Ratisbona explicando que el emperador defiende que la difusión de la fe mediante la violencia es algo insensato y que la violencia está en contraste con la naturaleza de Dios y la naturaleza del alma.



martes, 20 de diciembre de 2016

El jesuita Masiá niega públicamente el dogma católico de la virginidad de María



Infocatólica, 20/12/16

 El sacerdote jesuita, en un artículo publicado en Religión Digital, niega la historicidad de «la anunciación a María y la anunciación a José», asegurando que «no son ni una clase de biología, ni una sesión de sexología, ni una crónica histórica de un matrimonio excepcional, ni siquiera de un nacimiento sobrenatural. Estas narraciones son poesía y teología, mejor dicho, simbólicas y de fe».

Igualmente opina que «Los antiguos catecismos decían inapropiadamente "virgen antes del parto, en el parto y después del parto". Pensaban que, antes del parto, la penetración sexual rompe la virginidad; pensaban también que la criatura que nace, al romper y herir esa puerta, mancha a la madre, que tendría que purificarse; pensaban también que si María y José engendraban otros hijos e hijas, hermanos y hermanas de Jesús, María dejaba de ser virgen. Pero hay que decir que ni la unión por amor mancha, ni la sangre contamina, ni el dar a luz produce impureza».

Y por último, tras despreciar burlonamente la doctrina católica asegurado que «hoy no podemos pensar así. Quien insista en seguir usando imágenes medievales, podrá decir que hay que cuidar esa puerta del castillo. Bien, pero... según quien vaya a entrar y salir, se abrirá o se cerrará», niega expresamente el dogma sobre la virginidad de María:


Concebir y dar a luz es la consumación de la virginidad. No se pierde, se realiza. No rompe la virginidad de María, ni la mancha, sino que la realiza, el hecho de que José entre con amor por esa puerta. No hace impura ni mancha a María el nacimiento de Jesús hiriendo físicamente y causando dolor en esa puerta de María. La paternidad y maternidad carnal, biológica y humana de José y María no es incompatible con que ambos sean vírgenes que realizan y consuman su virginidad al engendrar a Jesús con el soplo del Espíritu de Vida que actúa desde dentro de José y María».

Burke pone fecha al posible acto formal de corrección al Papa


Lola González, 20 diciembre, 2016
InfoVaticana


Si el Papa Francisco continúa sin responder formalmente a las “dubia” planteadas por los cuatro cardenales, la “corrección” podría llegar después de la fiesta de la Epifanía.


El cardenal Burke ha concedido una entrevista al portal estadounidense Lifesitenews en la que aborda la posible “corrección formal al Papa” de la que habló hace unas semanas.

Esta “corrección formal”, señala el cardenal Burke, podría tener lugar después de las fiestas de Navidad y Epifanía, en el caso de que el pontífice no responda a las preguntas que le plantearon cuatro cardenales sobre algunos puntos de Amoris Laetitia.

A continuación, puede leer un fragmento de la entrevista publicada por Lifesitenews:

Usted ha hablado de una posible y próxima corrección formal al Papa Francisco, si continúa negándose a responder a las dubia expresadas por usted y los otros cardenales – con el apoyo vocal de numerosos teólogos y decenas de miles de fieles. ¿Cuando se llevaría a cabo tal acción y cómo sería?

Las dubia tienen que tener una respuesta porque tienen que ver con los fundamentos de la vida moral y de la enseñanza constante de la Iglesia con respecto al bien y al mal, con respecto a las diversas realidades sagradas como el matrimonio y la Santa Comunión.

Qué formato tendría es muy simple; sería directa, así como lo son las dubia, sólo que en este caso ya no sería plantear preguntas, sino confrontar las declaraciones confusas en Amoris Laetitia con lo que ha sido la constante enseñanza y práctica de la Iglesia, corrigiendo de este modo Amoris Laetitia.

Es una antigua práctica en la Iglesia, la corrección al Papa. Esto no ha ocurrido en los últimos siglos, pero hay ejemplos y se lleva a cabo con respeto absoluto al sucesor de San Pedro, de hecho, la corrección al Papa es en realidad una forma de salvaguardar ese oficio y su ejercicio.

¿Cuándo tendría lugar? 
Ahora, por supuesto, estamos en los últimos días, los días de fuerte gracia, antes de la Solemnidad de la Natividad de Nuestro Señor, y tenemos la octava de la solemnidad y las celebraciones en el comienzo del Año Nuevo – todo el misterio del Nacimiento de Nuestro Señor y Su Epifanía – por lo que probablemente tendrá lugar en algún momento después de eso.

¿Cuál es la obligación de los fieles laicos ahora en este tiempo de gran agitación en la Iglesia? ¿Qué pueden hacer, más allá, por supuesto, de la oración, para ayudar a rectificar la situación actual de confusión perjudicial que incluso está causando escándalo entre sus hijos? Por ejemplo, cuando escuchan el Papa y aquellos cercanos a él diciendo una cosa – mientras que lo que sus padres dicen que es muy diferente – y, a menudo éstos se oponen a las enseñanzas del Papa San Juan Pablo II?

Tenemos que hacer una distinción entre dos voces o dos cuerpos de la persona que es el Papa. Una voz, un solo cuerpo, es la del Vicario de Cristo en la tierra. Y esa voz que oímos cuando el Papa anuncia lo que la Iglesia siempre ha enseñado y practicado, lo promueve, o nos ayuda a entenderlo y aplicarlo en nuestra vida diaria.

La otra voz, el otro cuerpo, es la del hombre, que puede tener muchos pensamientos y hacer muchas declaraciones, que no están relacionados en absoluto con el ejercicio del Oficio de Pedro.

Así cuando el Papa parece decir cosas que son contrarias a la enseñanza de la Iglesia, no es razonable, ni tampoco es una expresión de fe, adherirse a ese tipo de declaraciones como si fueran el ejercicio del magisterio papal. Y de esta manera, los padres pueden ayudar a sus hijos a encontrar lo que es el corazón de la fe, qué es nuestra vida en Cristo – de otras declaraciones o escritos que no son una expresión de la fe y la vida sacramental y la disciplina.

¿Cómo pueden los católicos responder a casos concretos de confusión generados desde el mismo Papa, por ejemplo cuando dijo que la cohabitación es un matrimonio real y tiene la gracia del matrimonio real, o cuando él invitó a una pareja de lesbianas al Vaticano y se refirió a esta pareja como “casada y feliz”? ¿Cómo pueden los católicos responder cuando dice estas cosas para que no parezca que critican al Papa por el mero hecho de ser críticos?


Creo que lo importante para nosotros como católicos es simplemente afirmar una vez más lo que la Iglesia siempre ha enseñado y practicado. Y tenemos en el Catecismo de la Iglesia Católica y en otros documentos papales – por ejemplo Familiaris Consortio, la exhortación apostólica del Papa San Juan Pablo II, Veritatis Splendor, su carta encíclica sobre la vida moral – tenemos estas enseñanzas seguras, y es importante para dar testimonio de esas enseñanzas, para expresarlas, conocerlas nosotros mismos, y luego simplemente decir: “Pero esto es lo que la Iglesia enseña”. No importa lo que los medios de comunicación u otras personas estén diciendo, o incluso si alguna cita del mismo Papa parece decir otra cosa. Debemos dar testimonio de lo que la Iglesia siempre ha enseñado y practicado, y de esa manera nos mantendremos serenos, no cederemos a la confusión, e incluso a la división.

lunes, 19 de diciembre de 2016

Martín Lutero: el canto del gallo de la modernidad



La tesis central de este nuevo libro de Danilo Castellano es que Lutero es la modernidad. 
En los contenidos filosóficos y teológicos de la reforma protestante están presentes todos los principios de la modernidad, incluidos los principios morales, políticos y jurídicos. El primado de la conciencia individual; la democracia fundada en la soberanía del número; la separación entre Estado, ética y religión; la contractualismo político; la secularización y la exclusión de Dios de la escena pública; el rechazo de la naturaleza y la superación del hombre en la modernidad tardía; el nihilismo occidental… si se analizan sus fundamentos, vemos que su matriz es la reforma protestante. Martin Lutero es el canto del gallo de la modernidad, del mismo modo que en el canto del gallo está contenida virtualmente toda la jornada. No lo es sólo como "inicio", sino también como "principio".

La tesis es importante, clara, está bien definida y argumentada. Precisamente por esto es también una tesis urticante, sobre todo en el actual contexto "ecumenizante" que parece querer seguir adelante a costa de todo, es decir, sin demasiada claridad teórica y privilegiando la prioridad de la praxis y de los comportamientos; esto es también, en el fondo, una herencia luterana. Se trata también de un importante desafío a la Iglesia de hoy, a la que se invita a tomar o a dejar todo en bloque: Lutero y la modernidad como único paquete. 

La claridad de la tesis pone en jaque todas las tácticas. Si se hace referencia a lo que caracteriza la modernidad en su esencia -entendida, obviamente, no en sentido histórico, sino como visión- se llega a Lutero, por lo que la aceptación de la modernidad conduciría la Iglesia a su propia protestantización, a una verdadera y propia mutación genética; del mismo modo, acoger la sustancia de la revolución luterana comportaría la consiguiente aceptación de toda la modernidad, incluido su nihilismo: su canto del cisne, diríamos, en relación con el canto del gallo. 
La gravedad del problema planteado por Castellano es, por lo tanto, evidente.

Al profundizar en el libro después de esta valoración de conjunto, vemos como para Castellano el pensamiento de Lutero es una forma de gnosis y como el ataque de la Reforma a la Iglesia católica es una herejía gnóstica, impregnada de racionalismo y reedición del pecado de los orígenes. Vuelve así la idea de que, al ser la modernidad una macro-forma de gnosis, expresión del mismo racionalismo de los progenitores en el Edén, la aceptación de los principios luteranos representa la negación completa del catolicismo. Por lo tanto, no una reforma, sino una revolución.

Si tomamos, por ejemplo, el nudo libertad-conciencia-autodeterminación, fácilmente encontramos que en Lutero está la matriz de estos conceptos que hoy son absolutamente dominantes en el campo social, jurídico o político. Para Lutero la libertad del cristiano es absoluta, y la libertad es entendida como soberanía. Esto tiene consecuencias tanto en el ámbito religioso como político. 
En este último nace el voluntarismo -que Lutero retoma también de sus maestros ockhamistas- y, por lo tanto, el contractualismo y el positivismo jurídico. La negación de la naturaleza comporta (gnósticamente) la negación del orden de la creación; el resultado es que la libertad está desvinculada de leyes con fundamente ontológico y se hace soberana de sí misma. Nace aquí la concepción moderna de la democracia que no es otra cosa que la transferencia del voluntarismo individual al plano colectivo. 
Como el individuo elige y quiere más alla de cualquier razón, del mismo modo los miembros de la comunidad política eligen y quieren sin razón y sus elecciones son, por eso mismo, siempre justas, no porque expresen una verdad o un bien, sino porque son independientes. En este caso la expresión "comunidad política" es, mirándolo bien, impropia, porque es tal sólo si es mantenida unida por algo que la precede y la constituye, pero en el caso del voluntarismo luterano y de la democracia moderna de la alzada de mano hay una soberanía absoluta que no está vinculada por nada. Por esto, en la democracia moderna se cuentan los ciudadanos individualmente, pero no hay comunidad y, siempre por este motivo, la democracia individualista moderna está naturalmente abierta al totalitarismo. La conciencia, según Lutero, no tiene obligaciones que no dependan de ella misma y, por lo tanto, no es conciencia del bien y del mal, sino que es conciencia que produce el bien y el mal. 

Así es para los ciudadanos de una comunidad política: su conciencia social no reconoce un orden de bien común, pero lo produce. En este caso, sin embargo, se da un conflicto entre las conciencias individuales -una anarquía originaria- que no encuentra solución más que en la sumisión a un poder, de hecho, más fuerte que todos. He aquí el paso de la democracia moderna al totalitarismo. ¿Se trata de un paso obligado, como acabo de decir, o contingente? El hecho de que la Iglesia católica no haya canonizado nunca a la democracia puede hacer pensar que se trate verdaderamente -como sostiene Castellano- de una vinculación obligada. De hecho, muchos pasajes de la Evangelium vitae  y de la Centesimus annus de Juan Pablo II parecen confirmarlo. También es fácil comprender que si se parte de una anarquía originaria ya no habrá modo de superarla en una comunidad si no es con una reductio ad unum (como decían Marsilio de Padua, Hobbes o Bodin) forzada e impuesta.

Permaneciendo en el tema de la conciencia en Lutero, me han parecido interesantes dos profundizaciones de Castellano: una en relación a Rousseau y la otra en relación a Hegel. Hoy, como es bien sabido, la única forma de "verdad" públicamente admitida es la sinceridad, o coherencia con uno mismo. El enorme y trágico daño que este principio de autodeterminación produce en el ámbito de la vida, de la procreación y de la familia -por limitarnos sólo a estos- están tan a la vista de todos, como es ideológica y culpablemente negado y silenciado. Las críticas a este principio -como, por ejemplo, la expresada por Charles Taylor-, cuyo objetivo es captar su contradicción interna, son útiles pero no son suficientes, porque se reducen a hacer emerger una contradicción interna de la conciencia más que en la relación entre conciencia y realidad. 

Castellano nos recuerda que para Rousseau basta con escucharse a sí mismo para hacer el bien, dado que la conciencia es un sentimiento natural del hombre, naturalmente bueno. Hegel, por su parte, propone como verdad la coherencia del sistema. Los dos están de acuerdo acerca de la verdad como coherencia desencarnada de la realidad (otro elemento gnóstico), es decir, como totalitarismo del yo (es el caso de Rousseau; Benedicto XVI hablaba del totalitarismo del yo y de sus deseos) o de un yo transcendental e histórico que se sintetiza en el Estado (es el caso de Hegel). También desde este punto de vista la lógica de la coherencia consigo mismo o de la coherencia del sistema produce el totalitarismo. El voluntarismo es un totalitarismo del individuo sobre sí mismo, que en Hegel se convierte en el totalitarismo del Estado, visto como un sujeto individual encarnación del Bien.

Danilo Castellano examina sobre todo las consecuencias sociales, jurídicas y políticas de la Reforma protestante. Pero alude también a algunas consecuencias teológicas, sobre todo en lo que atañe a la relación entre la conciencia y la ley, y en lo que concierne el origen y la naturaleza del Cuerpo eclesial.

Para Lutero -observa Castellano-, la Iglesia «es la unión de todos los creyentes en Cristo sobre la tierra». Se trata de una unión puramente espiritual en la libertad absoluta de los hijos de Dios. No es un Cuerpo constituido por Cristo y no está sometida a dogmas, leyes, instituciones. Se podría decir -como en el mundo de lengua alemana dicen hoy también muchos católicos con la expresión: "La Iglesia somos nosotros"- que no es la Iglesia la que hace a los cristianos, sino que son los cristianos lo que hacen la Iglesia. La consecuencia es el principio según el cual en el pueblo de Dios todos somos iguales, siguiendo el principio de la propia democracia moderna de la soberanía popular por lo que la Iglesia debería ser gobernada desde abajo.

En la versión luterana del cristianismo se rompe la unidad entre razón y fe y, en consecuencia, se rompe también la unidad entre política y religión, entre Estado e Iglesia. La definición que había dado del problema el Papa Gelasio en el siglo V, a saber; que a la Iglesia le correspondía la auctoritas y al Estado la potestas, pero que esta última dependía de la primera por su legitimación de derecho, decae. El Estado es ahora la pura fuerza apta para controlar a los hombres, cuya naturaleza es irremediablemente corrupta. 

La actividad del Estado está separada de cualquier finalidad ética o finalística, no está ordenada al bien común. Sirve sólo para tener bajo control la anarquía con mano dura. Esto comporta, de hecho, una supremacía del Estado sobre la Iglesia en ámbito público, con el nacimiento de la moderna laicidad que no puede dejar de transformarse en laicismo. La Iglesia es un asunto íntimo y privado porque es una comunidad sólo espiritual. El Estado gobierna directamente la expresión pública del culto, según las intenciones del propio Lutero, o elimina cualquier forma de culto público, tal como sucede en la forma dura del jacobinismo o en la forma, atenuada en los modos pero no en la sustancia, del americanismo.

Stefano Fontana

Danilo Castellano, Martin Lutero. Il canto del gallo della modernità (Martín Lutero. El canto del gallo de la modernidad), Edizioni Scientifiche Italiane, Nápoles 2016.


Osservatorio Internazionale Cardinale Van Thuân, 19-12-16

viernes, 16 de diciembre de 2016

Dos grandes intelectuales piden al Papa que condene ocho errores derivados de Amoris Laetitia

  

Gabriel Ariza, 10 diciembre, 2016
InfoVaticana

“No hay nada oculto que no se descubra algún día, ni nada secreto que no deba ser conocido y divulgado.” (Lucas 8, 17)

A Francisco se le acumula la correspondencia: Los prestigiosos profesores John Finnis y Germain Grisez piden a Francisco que aclare y condene las interpretaciones incorrectas de Amoris Laetitia que no son conforme al magisterio de la Iglesia, y piden a los obispos que se adhieran a su petición.

A continuación, la nota en la que los profesores explican la carta enviada a Francisco y que no ha obtenido respuesta:
Nosotros llamamos la atención de los lectores hacia El abuso de Amoris laetitia para apoyar errores contra la fe católica, la carta que hemos dirigido “al Sumo Pontífice Francisco, a todos los obispos en comunión con él y al resto de los fieles cristianos”. La carta fue enviada el 21 de noviembre para ser entregada al Papa Francisco.

En esta carta le solicitamos al Papa Francisco que condene ocho posiciones contrarias a la fe católica que están recibiendo apoyo, o probablemente lo recibirán, mediante el abuso de su Exhortación Apostólica Amoris laetitia. Les pedimos a todos los obispos que se adhieran a esta solicitud y que pronuncien sus propias condenaciones de las posiciones erróneas que identificamos, reafirmando a la vez las enseñanzas católicas que estas posiciones contradicen.

Las siguientes consideraciones muestran con claridad por qué apelar a Amoris laetitia para apoyar estas posiciones es algo que correctamente describimos como un abuso del documento del Papa.

Cuando un obispo actúa in persona Christi, cumpliendo su deber de enseñar en materias de fe y moral mediante la identificación de proposiciones a las cuales exige que los fieles presten su asentimiento, cabe presumir que intenta exponer verdades que pertenecen a un único e idéntico conjunto de verdades: primariamente, aquellas confiadas por Jesús a su Iglesia, y, secundariamente, aquellas necesarias para preservar las verdades primarias como inviolables y/o para exponerlas con fidelidad. Puesto que las verdades de este tipo no pueden sustituirse o anularse entre sí, debe presumirse que las expresiones del Papa o de otros obispos proferidas al enseñar in persona Christi son coherentes entre sí cuando se las interpreta cuidadosamente. En consecuencia, es un abuso de una expresión magisterial de tal tipo pretender apoyarse en ella sin haber procurado interpretarla antes de esta manera.

Además, si emerge una aparente incoherencia después de una interpretación cuidadosa, una expresión magisterial que no es definitiva es usada incorrectamente a menos que se la entienda con salvedades y delimitaciones suficientes para hacerla coherente con la Sagrada Escritura y con las enseñanzas que definitivamente pertenecen a la Tradición, interpretada cada una a la luz de la otra.

En nuestra carta nos ocupamos solamente del abuso de Amoris laetitia para apoyar posiciones sostenidas por teólogos y pastores que no enseñan in persona Christi. Nosotros no afirmamos ni negamos que Amoris laetitia contenga enseñanzas que requieran salvedades o delimitación, ni tampoco hacemos sugerencias sobre cómo hacerlo, en el supuesto de que fuese necesario.

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La carta explica de qué manera quienes proponen las ocho posiciones que nosotros identificamos pueden hallar apoyo en expresiones o en omisiones de la Exhortación Apostólica, y explica cómo estas posiciones son o incluyen errores contra la fe católica. En cada caso explicamos brevemente cómo ha emergido esa posición entre los pastores o teólogos católicos y mostramos cómo ciertas expresiones u omisiones de Amoris Laetitia están siendo usadas, o probablemente serán usadas, para apoyarla. Luego exponemos los argumentos para juzgar que la posición es contraria a la fe católica, esto es, a la Sagrada Escritura y a las enseñanzas que pertenecen definitivamente a la Tradición, interpretadas cada una a la luz de la otra.

Las ocho posiciones son estas:

Posición A:    Un sacerdote que administra el Sacramento de la Reconciliación puede a veces absolver a un penitente que carece de propósito de enmienda respecto de un pecado en materia grave que pertenece a su forma de vivir continua o que es habitualmente repetitivo.

Posición B:    Algunos de los fieles son demasiado débiles para cumplir los mandamientos de Dios; aunque estén resignados a cometer pecados en materia grave continuos y habituales, pueden vivir en gracia.

Posición C:    No existe ninguna regla moral general que no admita excepciones. Incluso los mandamientos divinos que prohíben clases específicas de actos están sometidos a excepciones en algunas situaciones.

Posición D:    Aun cuando algunos de los preceptos o mandamientos de Dios parecen exigir que uno nunca elija un acto de una de las clases a los que ellos se refieren, en realidad esos preceptos y mandamientos son reglas que expresan ideales y que identifican bienes que uno siempre debiera servir y esforzarse por realizar lo mejor que pueda, atendidas las propias debilidades y la situación concreta, compleja, de cada uno, que puede exigirle a uno elegir un acto en contraste con la letra de la ley.

Posición E:    Si uno tiene en cuenta su situación concreta y sus limitaciones personales, su conciencia puede a veces discernir que realizar un acto de cierta clase incluso contraria al mandamiento divino será hacer lo mejor de que uno es capaz para responder a Dios, que es todo lo que Él reclama, y entonces uno debe elegir realizar ese acto, pero también estar dispuesto a conformarse plenamente al mandamiento divino, si y cuando uno sea capaz de hacerlo.

Posición F:     Elegir provocar la excitación o la satisfacción sexual de uno o de otro u otros es moralmente aceptable a condición solamente de que (1) ningún adulto tenga contacto corporal con un niño; (2) no sea tocado el cuerpo de ningún participante sin su consentimiento claro y libre tanto respecto del modo como de la extensión del contacto; (3) no se haga conscientemente nada que provoque o cree un riesgo excesivo de daño físico significativo, transmisión de alguna enfermedad o embarazo no deseado; y (4) no se transgreda ninguna norma que rija la conducta en general.

Posición G:    Un matrimonio sacramental consumado es indisoluble en el sentido de que los esposos deben siempre fomentar el amor matrimonial y no deben nunca elegir disolver su matrimonio. Pero por causas fuera del control de los esposos y/o por faltas graves de al menos uno de ellos, su relación humana como pareja casada a veces se deteriora hasta que deja de existir. Cuando la relación matrimonial de una pareja ya no existe, su matrimonio se ha disuelto, y al menos una de las partes puede legítimamente obtener un divorcio y casarse de nuevo.

Posición H:    Un católico no necesita creer que muchos seres humanos terminarán en el Infierno.

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Nuestra carta concluye indicando cómo los pastores y los teólogos que enseñan y ponen en práctica cualquiera de estas ocho posiciones pueden de esa manera causar un perjuicio grave a muchas almas, y señalando algunas formas en que esto puede suceder. También llama la atención sobre el daño que estos errores infligen al matrimonio y a los jóvenes que en otro caso podrían haber participado en una vida matrimonial auténtica con corazones buenos y que podrían haber sido signos del amor esponsal de Cristo por su Iglesia.

Muchos teólogos y pastores que defienden posiciones contrarias a la fe suponen que están tratando de forma realista con los católicos influidos por la cultura secularizada que están rompiendo con la Iglesia o apartándose de ella. Pero su estrategia deja de lado la tradición de la Iglesia y su misión primaria: predicar el Evangelio en todas partes y siempre, y enseñar a los creyentes todo lo que Jesús ha mandado.

La experiencia de las comunidades eclesiales cristianas que han adoptado estrategias similares en los dos siglos pasados sugiere fuertemente que aquellos que hicieron concesiones sobre su identidad cristiana en una generación fueron de poco interés para las generaciones sucesivas. Aquellos a quienes se les ha ordenado actuar en la persona de Jesús hacen bien en enseñar la verdad tal como Él lo hizo y continuó haciendo incluso cuando muchos de sus discípulos dijeron que su palabra les parecía demasiado dura y se alejaron de Él.

John Finnis
Profesor Emérito de Derecho y Filosofía Jurídica, Universidad de Oxford
Miembro de la Academia Británica (secciones de Derecho y Filosofía)
Catedrático Biolchini Family, Universidad de Notre Dame, Indiana
Miembro de la Comisión Teológica Internacional de la Santa Sede 1986–91

Germain Grisez
Profesor Emérito de Ética Cristiana, Universidad Mount St. Mary
Profesor de Filosofía, Universidad de Georgetown 1957–72 y
Campion College, Universidad de Regina 1972–79
Profesor Emérito de Ética Cristiana Most Rev. Harry J. Flynn
Universidad Mount St. Mary 1979–2009


Publicado originalmente en First Things. Traducción para InfoVaticana

miércoles, 14 de diciembre de 2016

Obispos canadienses aprueban dar los sacramentos a los que quieren suicidarse



(InfoCatólica) 14-12-16

En junio de este año, se aprobó en Canadá una legislación federal que legalizaba el suicidio asistido. La nueva ley canadiense permite que los médicos y enfermeras o bien causen directamente la muerte del paciente (eutanasia) o le receten medicinas para provocar su muerte (suicidio asistido).

En ese contexto, los obispos canadienses de la región del atlántico publicaron el pasado 27 de noviembre la carta titulada «Una reflexión pastoral sobre la asistencia médica para morir». En ella, se dan los criterios pastorales apropiados, a juicio de los obispos, para que los sacerdotes traten con las personas que han decidido suicidarse aprovechando las facilidades que les confiere la nueva ley.

En la carta, se indica que la nueva legislación «plantea muchas preguntas y preocupaciones para los enfermos, sufrientes y sus familias y amigos», además de «plantearnos el reto como Iglesia y como Católicos individuales de crecer en nuestra comprensión de la enseñanza moral de la Iglesia sobre este tema». Los obispos recuerdan que la eutanasia y el suicidio asistido «no reflejan nuestra visión cristiana de la vida, el sufrimiento y la muerte», aunque en ningún momento se denuncia la ley como gravemente inmoral e injusta.

Monseñor Claude Champagne, obispo de Edmunston y Presidente de la Conferencia Episcopal del Atlántico, explicó al Catholic Register que el documento pone más énfasis en el cuidado pastoral que en la doctrina, para asegurarse de que los católicos se sientan acogidos. «Intentamos no condenar ni juzgar, sino que tratamos de acercarnos a la gente para expresar la visión católica, a la vez que acompañamos a la gente». De esa forma, quieren seguir lo expresado en Amoris Laetitia, sobre reconocer que «hay gente que todavía no ha llegado» a aceptar la visión católica. «Los acogeremos, intentaremos comprenderlos y los acompañaremos». La carta afirma que el Santo Padre «nos recuerda que quien acompaña a otros debe darse cuenta de que la situación de cada persona ante Dios y su vida de gracia son misterios que nadie puede conocer plenamente desde fuera. Por lo tanto, no debemos juzgar la responsabilidad y culpabilidad de la gente».

Los obispos señalan que, «en el cuidado pastoral de aquellos que están contemplando la posibilidad de recurrir a la asistencia médica para morir, debemos recordar que la finalidad del cuidado pastoral es comunicar la compasión de Cristo, su amor que sana y su misericordia». Asimismo, indican que las personas «que estén considerando la posibilidad de acudir a la eutanasia o al suicidio asistido y que pidan el ministerio de la Iglesia deberán ser acompañadas con diálogo y apoyo compasivo y orante».

El documento de los obispos indica que aquellos que estén «considerando recurrir a la eutanasia o al suicidio asistido» podrán recibir la Comunión, la Confesión y la Unción de Enfermos además de tener un funeral católico después de suicidarse. Para concederles estos sacramentos, los sacerdotes deberán tener en cuenta su «contexto emocional, familiar y de fe». Es el «encuentro pastoral» el que «arrojará luz sobre situaciones pastorales complejas e indicará la acción más apropiada a tomar, incluida la decisión de si la celebración de los sacramentos es adecuada». La decisión de si se va a celebrar un funeral católico deberá tomarse en «diálogo con las personas involucradas de forma compasiva, sensible y abierta», aunque parecen indicar que siempre deberá celebrarse ese funeral, porque «como personas de fe y ministros de la gracia de Dios, estamos llamados a confiar a todos, sin importar sus decisiones, a la misericordia de Dios».


Con estas directrices pastorales, los obispos del Atlántico se separan por completo de lo que determinaron en septiembre los obispos canadienses de Alberta y los Territorios del Noroeste. Los obispos de esta otra región publicaron un Vademécum en el que se indicaba que las personas que rechazaran de forma «obstinada» la doctrina de la Iglesia sobre el suicidio asistido no podían recibir la Unción de Enfermos. Sí que admitían, en cambio, la posibilidad de un funeral católico en algunas situaciones. Monseñor Champagne resaltó que la postura de los obispos de Alberta y el Noroeste no expresa la visión de todos los obispos católicos del Canadá.

martes, 13 de diciembre de 2016

No dejar que nos roben la Navidad


Reflexión de monseñor Héctor Aguer, arzobispo de La Plata, en el programa "Claves para un Mundo Mejor"
 (10 de diciembre de 2016) 

Queridos amigos: hoy es el tercer sábado de Adviento. Este tiempo que la Iglesia nos ofrece para que preparemos bien la celebración de Navidad. Acá se juega algo que es importantísimo porque esta es una fiesta central del año cristiano así como la Semana Santa y sobre todo el Triduo Pascual que es el otro polo del año cristiano. 

La cuestión es: ¿cómo se celebra bien la Navidad? Una celebración no implica solamente la misa aunque ojalá todos los bautizados fueran a misa el Día de Navidad, ojalá todos los bautizados, acá en la Argentina, supieran que pasó en Navidad y porqué celebramos Navidad, porqué se brinda en la Nochebuena. Hace poco le preguntaba a una persona que no tiene mucha formación si iba a festejar la Navidad, me dijo que sí, y le pregunté si sabía lo que se festejaba y me dijo “no sé bien, fin de año”. Así es y esa es la cuestión. 

Notemos que los cambios culturales han hecho evaporar la cultura cristiana de la Navidad. Antes todo el mundo sabía que en Navidad había nacido Jesucristo y que era eso lo que se festejaba y que el signo era el pesebre. Permítanme un recuerdo de mi infancia: en casa, con mamá y una tía comenzábamos a preparar el pesebre como quince días antes porque era una cosa fantástica, ocupaba todo el rincón del vestíbulo, con montañas y un montón de figuras y después estaban los 3 Reyes que aparecían e iban caminando poco a poco hasta llegar el 6 de enero. Todo eso hoy día se ha perdido desgraciadamente. 

Antes en público aparecían figuras de la Navidad y eso también se ha perdido. ¿Cuál es la figura cultural, hoy, de la Navidad? Es ese gordo vestido de colorado, barbudo, que parece que sale del invierno porque, efectivamente, viene de otros horizontes, de otro hemisferio. La Coca Cola nos ha birlado la Navidad porque este señor, el gordo Papá Noel, ha sido la imagen de esa gaseosa. Cuando decimos Papá Noel, si sabemos algo de francés, sabemos que Noel significa Navidad pero detrás está Santa Claus aunque ahora ya nadie lo llama Santa Claus que es San Nicolás y, en realidad, es verdad que es una tradición cristiana que viene de los países del norte de Europa pero pasó a Estados Unidos y lo agarró la Coca Cola y allí se acabó el pesebre, se acabó Jesús y queda Papá Noel. 

Por otra parte, antes, los regalos, nosotros, los chicos, los esperábamos el 6 de enero. Como les decía, iban caminando los Reyes Magos por el pesebre hasta ese día. Y también nosotros la noche del 5 de enero poníamos los zapatos, hasta poníamos pastito y agua para los camellos. Todo eso desapareció. Los regalos, en todo caso, aparecen en Navidad, a fin del año y algunos en Reyes, aunque no tanto. 

La cuestión es esta: nos han birlado la cultura de la Navidad. Y eso es algo que, nosotros, con delicadeza pero también con claridad tenemos que restaurar, tenemos que recordar y hacer recordar que en Navidad se celebra el Nacimiento de Jesús Nuestro Salvador, que nació en el parto virginal de la Virgen María, que lo concibió virginalmente por obra del Espíritu Santo. Hace un par de días, el 8 de diciembre, hemos celebrado la Inmaculada Concepción de la Virgen, es decir que Ella era totalmente pura. 

El Pesebre de Navidad, la Gruta de Navidad, está iluminado por la presencia del Niño Dios y de su Madre. Hay pinturas preciosas, clásicos de grandes autores de los siglos XVI y XVII, que han pintado la escena de la Navidad y lo que llama la atención es que la luz sale del Niño y de su Madre. Los bordes son oscuros pero el que ilumina es el Señor, la pequeña figura del Señor. Esa es la verdad y a través de estos signos es cómo vamos comprendiendo las cosas. 

Por eso la cuestión que yo digo acerca de la Coca Cola y Papá Noel no hay que tomarla a la ligera porque van a ver ustedes que la propaganda es esa: un arbolito con globitos y el gordo muchas veces sin el trineo. Por eso lo importante es volver al Pesebre y mostrar que allí está figurada la escena central de la historia humana que es el Nacimiento del Redentor. 

Esta es una dimensión importante de nuestra preparación para la Navidad. Por supuesto que esta preparación es sobre todo la interior. En lo posible vamos a hacer una buena confesión de Navidad, vamos a comulgar en la Misa de Nochebuena o en la Misa del Día de Navidad. Pero los aspectos exteriores, sobre todo para la gente sencilla y para aquellos que no son practicantes, son valiosos. 

Si tienen un pesebre en su casa y entra un vecino cualquiera ustedes pueden explicarle allí estas verdades fundamentales de la fe cristiana. Y es así como la Iglesia conserva su vigencia en la cultura de lo contrario nosotros nos recluimos en nosotros mismos y dejamos que el vasto campo del mundo quede para el Diablo, al cual Jesús llamaba el Príncipe de este mundo. Por favor que no sea así. 

Mons. Héctor Aguer, arzobispo de La Plata

lunes, 12 de diciembre de 2016

El Arzobispo de Santiago de Compostela

ordenó sacerdotes a dos homosexuales sabiendo que eran pareja

Gabriel Ariza 

InfoVaticana, 12 diciembre, 2016

Aquella mañana en Santiago de Compostela no iba a dejar indiferente al clero y la feligresía de la capital gallega. La lluvia que se adivinaba detrás de los cristales del palacio episcopal no sería capaz de limpiar la grave ofensa que, deliberadamente, el obispo iba a practicar contra su propia Iglesia.

A las doce de la mañana, en una de las catedrales más espectaculares y visitadas del mundo, seis hombres iban a ser ordenados sacerdotes para la eternidad por el arzobispo Julián Barrio.

La norma no es nueva, y el arzobispo Barrio no la desconocía, pero prefirió hacer caso omiso a la doctrina tantas veces expuesta y tantas veces recogida por la tradición de la Iglesia, y ordenó presbíteros, sacerdotes de la Iglesia Católica, a dos personas que públicamente se habían manifestado como homosexuales, y que además se habían presentado ante la feligresía como pareja.

No solo lo sabía Don Julián, sino que uno de sus vicarios había estado pocos días antes de la ordenación cenando en casa de la pareja de artistas. La ordenación de estos dos sacerdotes, cuya identidad no haremos pública por razones obvias, causó un enorme malestar entre el clero compostelano, que no puede entender cómo su arzobispo “impone cargas pesadas sobre los demás” que él esquiva.

El arzobispo de Santiago de Compostela, Julián Barrio, en la cuerda floja.

El asunto, sobradamente conocido por la curia diocesana, ha llegado ya a oídos de la Congregación para el Clero del Vaticano, que se encuentra estudiando el asunto, y podría suponer para Barrio su renuncia anticipada de la Archidiócesis compostelana, como ya le ocurriera, por un asunto similar, a su compañero en el episcopado Manuel Ureña, apartado del arzobispado de Zaragoza tras un escándalo con un diácono.

No es el primer escándalo en el que se ve envuelto el arzobispo Barrio. InfoVaticana reveló hace dos años la existencia de varias libretas en las que el electricista autor del robo del códice calixtino relataba los encuentros sexuales de algunos miembros del Cabildo con seminaristas y peregrinos.

Doctrina de varios papas

Este episodio, que ha sido soslayado por las autoridades eclesiásticas gallegas, resulta especialmente grave a la luz del documento recientemente publicado por Francisco, en el que recuerda que “las personas homosexuales no pueden ser admitidas a las órdenes sagradas”

En concreto ha sido la Congregación para el Clero, con aprobacioón expresa de Francisco, la que ha publicado el documento El Don de la vocación presbiteral – Ratio Fundamentalis Institutionis Sacerdotalis, sobre la formación de los presbíteros (Lea-aquí-el-don-de-la-vocación-presbiteral).

“Sería gravemente imprudente admitir al sacramento del Orden a un seminarista que no hubiese madurado una afectividad serena y libre, fiel en la castidad celibataria, a través del ejercicio de las virtudes humanas y sacerdotales, entendida como apertura a la acción de la gracia y no sólo como esfuerzo de la voluntad”, se señala en el documento.

El letargo de los Guardianes de la Fe


Dietrich Von Hildebrand
Centro Pieper, 9-12-16

Reproducimos a continuación el primer capítulo del libro “The Devastated Vibeyard” [La Viña Devastada] de Dietrich Von Hildebrand, traducido de la versión inglesa del original en alemán “Der verwuestete Weinberg” del año 1973. El libro fue reeditado en inglés por “Roman Catholic Books”, New York, USA, en el año 1985.


Una de las enfermedades más horripilantes y difundidas en la Iglesia de hoy es el letargo de los Guardianes de la Fe de la Iglesia. No estoy pensando aquí en aquellos Obispos que son miembros de la “quinta columna”, que desean destruir la Iglesia desde adentro, o transformarla en algo completamente diferente. Estoy pensando en los Obispos mucho más numerosos que no tienen esas intenciones, pero que no hacen ningún uso de la autoridad cuando es el caso de intervenir contra teólogos o sacerdotes heréticos, o contra prácticas blasfemas de culto público. O cierran los ojos y tratan, al estilo de las avestruces, de ignorar tanto los tristes abusos como los llamados al deber de intervenir, o temen ser atacados por la prensa o los mass-media y difamados como reaccionarios, estrechos de mente o medievales. Temen a los hombres más que a Dios. Se les pueden aplicar las palabras de San Juan Bosco: “El poder de los hombres malos reside en la cobardía de los buenos”. 

Es verdad que el letargo de aquellos en posición de autoridad es una enfermedad de nuestros tiempos que está ampliamente difundida fuera de la Iglesia. Se la encuentra entre los padres, los rectores de colegios y universidades, las cabezas de otras numerosas organizaciones, los jueces, los jefes de estado y otros. Pero el hecho de que este mal haya penetrado hasta en la Iglesia es una clara indicación de que la lucha contra el espíritu del mundo ha sido reemplazada por [un] dejarse llevar por el espíritu de los tiempos en nombre del “aggiornamento”. Uno se ve forzado a pensar en el Pastor que abandona sus rebaños a los lobos cuando reflexiona sobre el letargo de tantos Obispos y Superiores que, aun siendo ortodoxos ellos mismos, no tienen el coraje de intervenir contra las más flagrantes herejías y abusos de todo tipo tanto en sus Diócesis como en sus Órdenes. 

Pero enfurece aún más el caso de ciertos Obispos, que mostrando este letargo hacia los herejes, asumen una actitud rigurosamente autoritaria hacia aquellos creyentes que están luchando por la ortodoxia, ¡haciendo lo que los Obispos deberían estar haciendo ellos mismos! Una vez me fue dada a leer una carta escrita por un hombre de alta posición en la Iglesia, dirigida a un grupo que había tomado heroicamente la causa de la verdadera Fe, de la pura, verdadera enseñanza de la Iglesia y del Papa. Ese grupo había vencido la “cobardía de los buenos” de la que hablaba San Juan Bosco, y de ese modo debían constituir la mayor alegría para los Obispos. La carta decía: «como buenos católicos, ustedes deben hacer una sola cosa: ser obedientes a todas las ordenanzas de su Obispo». 

Esta concepción de “buenos” católicos es particularmente sorprendente en momentos en que se enfatiza continuamente la mayoría de edad del laico moderno. Pero además es completamente falsa por esta razón: lo que es apropiado en tiempos en que no aparecen herejías en la Iglesia que no sean inmediatamente condenadas por Roma, se vuelve inapropiado y contrario a la conciencia en tiempos en que las herejías sin condenar prosperan dentro de la Iglesia, infectando hasta a ciertos Obispos que sin embargo permanecen en sus funciones. ¿Qué hubiera ocurrido si, por ejemplo, en tiempos del arrianismo, en que la mayoría de los Obispos eran arrianos, los fieles se hubieran limitado a ser agradables y obedientes a las ordenanzas de esos Obispos, en lugar de combatir la herejía? ¿No debe acaso la fidelidad a la verdadera enseñanza de la Iglesia tener prioridad sobre la sumisión al Obispo? ¿No es precisamente en virtud de la obediencia a la verdad Revelada que recibieron del Magisterio de la Iglesia que los fieles ofrecen resistencia a esas herejías? ¿No se supone que los fieles se aflijan cuando desde el púlpito se predican cosas completamente incompatibles con la enseñanza de la Iglesia? ¿O cuando se mantiene como profesores a teólogos que proclaman que la Iglesia debe aceptar el pluralismo en filosofía y teología, o que no hay supervivencia de la persona después de la muerte, o que niegan que la promiscuidad es un pecado, o inclusive toleran despliegues públicos de inmoralidad, demostrando así una lamentable falta de entendimiento de la hondamente cristiana virtud de la pureza? 

La tontería de los herejes es tolerada tanto por Sacerdotes como por  laicos; los Obispos consienten tácitamente el envenenamiento de los fieles. Pero quieren silenciar a los fieles creyentes que toman la causa de la ortodoxia, aquella propia gente que debería de pleno derecho ser la alegría del corazón de los Obispos, su consuelo, una fuente de fortaleza para vencer su propio letargo. En cambio de esto, estas gentes son vistas como perturbadoras de la paz. Y en caso de que expresen su celo con alguna falta de tacto o en forma exagerada, hasta son excomulgados. Esto muestra claramente la cobardía que se esconde detrás del fracaso de los Obispos en el uso de su autoridad. Porque no tienen nada que temer de los ortodoxos: los ortodoxos no controlan los mass-media ni la prensa; no son los representantes de la opinión pública. Y a causa de su sumisión a la autoridad eclesiástica, los luchadores por la ortodoxia jamás serán agresivos como los así llamados progresistas. Si son reprendidos o disciplinados, sus Obispos no corren el riesgo de ser atacados por la prensa liberal y ser difamados como reaccionarios.

Esta falta de los Obispos de hacer uso de su autoridad, otorgada por Dios, es tal vez por sus consecuencias prácticas, la peor confusión en la Iglesia de hoy. Porque esta falta no solamente no detiene las enfermedades del espíritu, las herejías, ni tampoco (y esto es mucho peor) la flagrante como insidiosa devastación de la viña del Señor; hasta les da vía libre a esos males. El fracaso del uso de la santa autoridad para proteger la Sagrada Fe lleva necesariamente a la desintegración de la Iglesia. 

Aquí, como con la aparición de todos los peligros, debemos decir “principiis obsta” (“detengamos el mal en su origen”) [Nota del Centro Pieper: una traducción más fiel sería “detengamos [el mal] en sus principios”]. Cuanto más tiempo se permite al mal desarrollarse, más difícil será erradicarlo. Esto es verdad para la crianza de los niños, para la vida del estado, y en forma especial, para la vida moral del individuo. Pero es verdad en una forma completamente nueva para la intervención de las autoridades eclesiásticas para el bien de los fieles. Como dice Platón, “cuando los males están muy avanzados nunca es agradable eliminarlos”. 

Nada es más erróneo que imaginar que muchas cosas deben ser autorizadas a irrumpir y llegar a su peor punto y que uno debería esperar pacientemente que se hundan por su propio peso. Esta teoría puede ser correcta a veces respecto a los jóvenes que atraviesan la pubertad, pero es completamente falsa en cuestiones referentes al “bonum commune” (el bien común). Esta falsa teoría es especialmente peligrosa cuando se aplica al “bonum commnune” de la Santa Iglesia, que involucra blasfemias en el culto público y herejías que, si no son condenadas, continúan envenenando incontables almas. Aquí es incorrecto aplicar la parábola del trigo y la cizaña.

sábado, 10 de diciembre de 2016

La barca de Pedro avanza peligrosamente a la deriva


Veinticuatro sacerdotes y académicos católicos firman una carta de apoyo a los cardenales que plantearon las dubia

Infocatólica, 10/12/16

 Los firmantes de la carta manifiestan que «como pastores de almas e intelectuales católicos, deseamos expresar nuestra profunda gratitud y pleno apoyo a la valiente iniciativa de cuatro miembros del Colegio Cardenalicio, Sus Eminencias Walter Brandmüller, Raymond Leo Burke, Carlo Caffarra y Joachim Meisner».

Tras manifestar el sentido de la iniciativa de los cardenales, los firmantes reconocen que han «leído los intentos de Christoph Cardenal Schӧnborn y del Profesor Rocco Buttiglione de interpretar la exhortación apostólica según una “hermenéutica de la continuidad”», pero añaden que, «a nuestro juicio no han conseguido demostrar su tesis fundamental, según la cual los elementos novedosos contenidos en AL no ponen en peligro la ley divina».

Al citar el artículo del profesor Pierantoni sobre la crisis arriana, recuerdan que entonces «la gran mayoría de los obispos, entre ellos incluso el Sucesor de Pedro, vacilaron acerca de la cuestión de la Divinidad de Cristo. Muchos no cayeron plenamente en la herejía; sin embargo, desarmados por la confusión o debilitados por la pusilanimidad, buscaron fórmulas de compromiso fácil en aras de la “paz” y la “unidad”» Y opinan que:

«Hoy en día asistimos a una crisis metastásica semejante, que en esta ocasión afecta a aspectos fundamentales de la vida cristiana. Se continúa rindiendo un tributo simbólico a la indisolubilidad del matrimonio, el carácter de pecado grave objetivo de la fornicación, el adulterio y la sodomía, la santidad de la Sagrada Eucaristía y la terrible realidad del pecado mortal. Pero en la práctica, un número creciente de eminentes prelados y teólogos están menoscabando o negando de hecho estos dogmas – y por ende, la existencia de prohibiciones sin excepciones en la ley divina sobre el comportamiento sexual– en virtud de su énfasis exagerado y unilateral en la “misericordia”, el “acompañamiento pastoral” y las “circunstancias atenuantes”».

Igualmente creen que «con el Pontífice reinante, la trompeta emite ahora un sonido muy incierto en esta batalla contra los «principados y potestades» del enemigo, de forma que la barca de Pedro avanza peligrosamente a la deriva como un navío sin timón e incluso muestra síntomas de una desintegración incipiente» y por ello advierten que todos los obispos tienen el deber de defender la doctrina católica.
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Declaración de respaldo a las «dubia» planteadas por cuatro cardenales

Como pastores de almas e intelectuales católicos, deseamos expresar nuestra profunda gratitud y pleno apoyo a la valiente iniciativa de cuatro miembros del Colegio Cardenalicio, Sus Eminencias Walter Brandmüller, Raymond Leo Burke, Carlo Caffarra y Joachim Meisner. Es bien sabido que dichos cardenales han planteado de manera formal cinco “dubia” (dudas) al Papa Francisco, solicitándole que aclare cinco puntos fundamentales de la doctrina católica y la disciplina de los sacramentos, que en el capítulo 8 de la reciente exhortación apostólica Amoris Laetitia (en adelante, “AL”) parecen ser tratados de forma contradictoria con la Sagrada Escritura, la Tradición y el magisterio de documentos papales anteriores, en particular la encíclica Veritatis Splendor y la exhortación apostólica Familiaris Consortio de San Juan Pablo II. Hasta el momento, el Papa Francisco ha declinado responder; ahora bien, habida cuenta de que estos cuatro cardenales preguntan en realidad si los importantes documentos magisteriales citados requieren todavía nuestro pleno asentimiento, creemos que el persistente silencio del Santo Padre podría considerarse una negligencia en el ejercicio del ministerio petrino de confirmar en la fe a sus hermanos.

Algunos eminentes prelados se han mostrado muy críticos con el planteamiento de las “dubia” por los cuatro cardenales, aunque sin arrojar luz alguna sobre las cuestiones pertinentes y profundas suscitadas. Hemos leído los intentos de Christoph Cardenal Schӧnborn y del Profesor Rocco Buttiglione de interpretar la exhortación apostólica según una “hermenéutica de la continuidad”, pero a nuestro juicio no han conseguido demostrar su tesis fundamental, según la cual los elementos novedosos contenidos en AL no ponen en peligro la ley divina, sino que simplemente promueven cambios en la práctica pastoral y la disciplina eclesiástica.

En efecto, una serie de autores, entre ellos el Profesor Claudio Pierantoni en su nuevo y exhaustivo estudio histórico-teológico, han sostenido que como consecuencia de la confusión y desunión generalizadas a raíz de la promulgación de AL, la Iglesia universal está entrando ahora en un momento gravemente crítico de su historia que presenta semejanzas alarmantes con la gran crisis arriana del siglo IV. Durante ese conflicto catastrófico, la gran mayoría de los obispos, entre ellos incluso el Sucesor de Pedro, vacilaron acerca de la cuestión de la Divinidad de Cristo. Muchos no cayeron plenamente en la herejía; sin embargo, desarmados por la confusión o debilitados por la pusilanimidad, buscaron fórmulas de compromiso fácil en aras de la “paz” y la “unidad”. Hoy en día asistimos a una crisis metastásica semejante, que en esta ocasión afecta a aspectos fundamentales de la vida cristiana. Se continúa rindiendo un tributo simbólico a la indisolubilidad del matrimonio, el carácter de pecado grave objetivo de la fornicación, el adulterio y la sodomía, la santidad de la Sagrada Eucaristía y la terrible realidad del pecado mortal. Pero en la práctica, un número creciente de eminentes prelados y teólogos están menoscabando o negando de hecho estos dogmas – y por ende, la existencia de prohibiciones sin excepciones en la ley divina sobre el comportamiento sexual– en virtud de su énfasis exagerado y unilateral en la “misericordia”, el “acompañamiento pastoral” y las “circunstancias atenuantes”.

Con el Pontífice reinante, la trompeta emite ahora un sonido muy incierto en esta batalla contra los “principados y potestades” del enemigo, de forma que la barca de Pedro avanza peligrosamente a la deriva como un navío sin timón e incluso muestra síntomas de una desintegración incipiente. En esta situación, creemos que todos los Sucesores de los Apóstoles tienen el deber grave y acuciante de pronunciarse de manera clara y firme reiterando las enseñanzas morales expuestas con gran claridad en el magisterio de los papas precedentes y en el Concilio de Trento. Varios obispos y otro cardenal han declarado ya que consideran las “dubia” oportunas y adecuadas. Esperamos ardientemente y oramos con fervor para que muchos otros se unan públicamente no sólo a la respetuosa petición de los cuatro cardenales de que el Sucesor de Pedro confirme a sus hermanos en estos cinco puntos de la fe “que ha sido entregada a los santos de una vez por todas” (San Judas, 3), sino también a la propuesta del Cardenal Burke de que si el Santo Padre así no lo hiciere, los cardenales se dirijan colectivamente a él con alguna forma de corrección fraternal, siguiendo el espíritu de la admonición dirigida en Antioquía por San Pablo a San Pedro (Gal. 2, 11).

Encomendamos este grave problema al cuidado y la intercesión celestial de María Inmaculada, Madre de la Iglesia y debeladora de todas las herejías.

8 de diciembre de 2016, Solemnidad de la Inmaculada Concepción

Firmado:
Mons. Ignacio Barreiro Carambula, STD, JD, Capellán y miembro de la Facultad, Roman Forum
Rev. Claude Barthe, Francia  
Dr. Robert Beddard, MA (Oxon et Cantab), D.Phil (Oxon), Fellow emeritus and former Vice Provost of Oriel College Oxford.
Carlos A. Casanova Guerra, Doctor en Filosofía, Profesor, Universidad Santo Tomás, Santiago de Chile
Salvatore J. Ciresi MA, Notre Dame Graduate School of Christendom College
Director de St. Jerome Biblical Guild  
Luke Gormally, PhL, Director Emeritus, The Linacre Centre for Healthcare Ethics (1981-2000), Sometime Research Professor, Ave Maria School of Law, Ann Arbor, Michigan (2001-2007)
Miembro Ordinario, Pontificia Academia de la Vida
Rev. Brian W. Harrison OS, MA, STD, Profesor Asociado de Teología (jubilado), Universidad Pontificia Católica de Puerto Rico; Scholar-in-Residence, Oblates of Wisdom Study Center, St. Louis, Missouri
Rev. John Hunwicke, MA (Oxon.), Former Senior Research Fellow, Pusey House, Oxford; Priest of the Ordinariate of Our Lady of Walsingham; Member, Roman Forum
Peter A. Kwasniewski PhD (Philosophy)
Professor, Wyoming Catholic College
Rev. Dr. Stephen Morgan DPhil (Oxon), Academies Conversion Project Leader & Oeconomus
Diócesis de Portsmouth
Don Alfredo Morselli STL, Párroco de la Arhidiócesis de Bolonia
Rev. Richard A. Munkelt PhD (Philosophy), Capellán y miembro de la Facultad, Roman Forum
Rev. John Osman MA, STL, Párroco de la arhidiócesis de Birmingham,
Ex capellán de la University of Cambridge
Dr Paolo Pasqualucci, Profesor de filosofía (jubilado), Universidad de Perugia
Dr Claudio Pierantoni, Profesor de Filosofía Medieval en la Facultad de Filosofía de la Universidad de Chile
Ex profesor de Historia de la Iglesia y Patrología en la Facultad de Teología de la Pontificia Universidad Católica de Chile, Member of the International Association of Patristic Studies
Dr John C. Rao D.Phil (Oxon.)
Profesor Asociado de Historia, St. John's University (NYC) Presidente, Roman Forum
Dr Nicholas Richardson. MA, DPhil (Oxon.), Fellow emeritus and Sub-Warden of Merton College, Oxford and former Warden of Greyfriars, Oxford.
Dr Joseph Shaw MA, DPhil (Oxon.) FRSA, Senior Research Fellow (Philosophy) at St Benet's Hall, Oxford University
Dr Anna M. Silvas FAHA, Adjunct research fellow, University of New England,
Armidale, NSW, Australia.
Michael G. Sirilla PhD
Director of Graduate Theology, Franciscan University of Steubenville, Ohio
Professor Dr Thomas Stark- Phil.-Theol. Hochschule Benedikt XVI, Heiligenkreuz
Rev.  Glen Tattersall
Parish Priest, Parish of Bl. John Henry Newman, Archdiocese of Melbourne
Rector, St Aloysius' Church, Melbourne
Rev. Dr David Watt STL, PhD (Cantab.)
Sacerdote de la Archidiócesis de Perth
Capellán, St Philomena’s chapel, Malaga
(Publicado en Rorate Caeli- Traducido por Víctor Lozano para InfoCatólica)