Las dudas católicas del New
York Times
Sandro
MAGISTER, periodista
catolicos-on-line, 6-12-16
Como es bien sabido, cuatro cardenales han pedido al
Papa que se exprese claramente acerca de cinco "dudas" planteadas por
los pasajes más controvertidos de "Amoris laetitia". Pero no han
recibido respuesta y probablemente no la reciban nunca. Porque para el Papa
Francisco es "en el flujo de la vida en donde hay que discernir", no
a golpes de "blanco o negro", como algunos "siguen sin
comprender"".
Sin embargo, hace algunos días le llegó, por una vía
insólita, otra apremiante solicitud de pronunciarse con claridad. A ésta le
será más difícil sustraerse. Dicha solicitud procede del periódico laico más
famoso del mundo, "The New York Times", y más concretamente de uno de sus
editorialistas, el católico Ross Douthat. El cual, a su vez, ha citado las
instrucciones que mons. Robert W. McElroy, obispo de San Diego, en
California, ha dado sobre "Amoris laaetitia" a su diócesis. En ellas,
el abandono de la indisolubilidad del matrimonio y la admisión de las segundas
nupcias son tan clamorosamente evidentes que obligan, de hecho, a la máxima
autoridad de la Iglesia, y en concreto al Papa, a tomar una posición y a
pronunciarse en contra, porque callar equivaldría a dar libre curso a una
indudable y significativa ruptura con un fundamento de la fe católica de
siempre.
Esta petición al Papa de expresarse claramente es
incluso más urgente porque el obispo en cuestión, McElroy, es un predilecto de
Jorge Mario Bergoglio, que lo ha promovido a la importante diócesis de San
Diego precisamente para reforzar su peso entre los obispos de los Estados
Unidos. Pero, ¿qué dicen las instrucciones dadas por McElroy a su diócesis? El
texto íntegro se puede leer en la página web de la diócesis de San Diego.
Estos son los pasajes que rompen con la doctrina
bimilenaria del matrimonio católico:
"Muchos católicos que se han divorciado y se han
vuelto a casar concluyen, a causa de una serie de razones legítimas -muchas de
las cuales surgen por la afectuosa preocupación de que un proceso de nulidad
afecte a los sentimientos de los hijos de edad más adulta o del anterior
cónyuge-, que no pueden iniciar este proceso de anulación. ¿Cuál es su estatus
en la Iglesia?
"'Amoris Laetitia' subraya que ninguna norma
abstracta puede plasmar la gran complejidad de circunstancias, intenciones,
niveles de comprensión y madurez que originalmente envolvieron la acción del
hombre o de la mujer en su primer matrimonio, o que envuelven las nuevas
obligaciones morales que surgen del cónyuge o de los niños del segundo
matrimonio. Por lo tanto, el Papa Francisco rechaza la validez de cualquier
afirmación general de que 'todos los que se encuentran en alguna situación así
llamada «irregular» viven en una situación de pecado mortal, privados de la
gracia santificante'".
"Esto no significa que no haya un gran nivel de
contradicción en la vida de los católicos que se han divorciado y vuelto a casar, como el
Señor observó en el Evangelio de Mateo. Pero el Papa Francisco explica que
incluso ante contradicciones fundamentales entre el Evangelio y la vida existencial
del discípulo, la lógica inexorable de la gracia divina busca una reintegración
progresiva en la vida plena de la Iglesia. […]".
"En conversación con un sacerdote, el creyente
busca reflexionar con humildad, discreción y amor hacia la Iglesia y sus
enseñanzas acerca de su nivel de responsabilidad por el fracaso del primer
matrimonio, sobre su atención y amor por los hijos de ese matrimonio, sobre las
obligaciones morales que han surgido en su nuevo matrimonio y sobre el posible
daño que puede conllevar su vuelta a los sacramentos, minando así la
indisolubilidad del matrimonio. Es importante subrayar que el papel del
sacerdote es de acompañamiento, es decir, informando sobre los principios de la
fe católica la conciencia de la persona que discierne. El sacerdote no tiene
que tomar decisiones en lugar del creyente, porque tal como resalta el Papa
Francisco en 'Amoris Laetitia', la Iglesia está llamada 'a formar las
conciencias, pero no a pretender sustituirlas'".
"Los católicos que participan de manera auténtica
en este discernimiento de conciencia deben tener en cuenta la permanencia del
matrimonio y la enseñanza de la Iglesia de que 'la Eucaristía no es un premio
para los perfectos sino un generoso remedio y un alimento para los débiles'. Y
lo más importante, este discernimiento debe situar siempre en el centro la
pregunta: '¿Qué es lo que Dios quiere de mí ahora?'".
"Algunos católicos que se involucran en este proceso de
discernimiento concluirán que Dios les está llamando a volver a una plena participación
en la vida de la Iglesia y la Eucaristía. Otros concluirán que deben esperar, o
que su vuelta puede herir a otros".
"El Papa Francisco, al indicar el camino de la
conciencia para los divorciados que se han vuelto a casar, no está indicando un
elemento de la vida moral cristiana que es excepcional. Porque es en el ámbito
de la conciencia donde el discípulo cristiano está llamado, precisamente, a
discernir cualquier decisión moral importante que deba tomar".
Como observa Douthat en su columna del "The New
York Times", de estas instrucciones han desaparecido tanto la palabra como
la noción de "pecado", con excepción de una cita de "Amoris
laetitia" recordada precisamente para excluirlo.
Desaparecen también la palabra y la noción de
confesión sacramental. Toman su lugar una conversación con un sacerdote que ni
juzga ni absuelve, sino que sólo aconseja, dejando la decisión final a la
conciencia del individuo con el que dialoga.
Pero sobre todo desaparecen la indisolubilidad del
matrimonio y la inadmisibilidad de las segundas nupcias cuando el primer
cónyuge, con el que el matrimonio es aún válido, todavía vive. Las realidades
que en cambio tienen importancia se convierten en la felicidad o menos de la
nueva unión, con las "nuevas obligaciones morales" que ésta comporta,
las exigencias del primer y del segundo cónyuge, el cuidado de los hijos del
primer o del segundo matrimonio.
También recurrir a un proceso acerca de la validez del
"primer" matrimonio debe estar subordinando a los sentimientos de las
personas en juego, pasadas y presentes, a las que no hay que herir de ninguna
manera. Ciertamente, el divorcio y un segundo matrimonio civil siguen estando
en contradicción con las palabras de Jesús, pero el "Papa Francisco
explica" que la lógica de la gracia divina alienta también en este caso a
una reintegración en la vida plena de la Iglesia.
¿Y el acceso a la Eucaristía? Según estas
instrucciones basta con que cada uno se pregunte sobre lo que Dios le pide en
ese momento. Así, habrá quien se acerque a la comunión, quién la posponga para
otro momento, quien valore el efecto sobre las personas. La cuestión, en
resumen, ya no es "si" tomar la comunión, sino "cuándo"
tomarla.
Por lo tanto, la comunión a los divorciados que se han
vuelto a casar, planteada así, ya no es una excepción para casos difíciles poco
comunes y que están dentro de un recorrido sometido a la valoración de la
Iglesia, como el propio cardenal Walter Kasper, el jefe de los innovadores, ha
subrayado repetidamente y como el propio Papa Francisco ha mostrado entender en
diversas ocasiones, bien con palabras suyas, bien por interpuesta persona como
el cardenal Agostino Vallini, su vicario para la diócesis de Roma.
No. En el formato establecido por el obispo McElroy
para la diócesis de San Diego, la comunión a los divorciados que se han vuelto
a casar entra plenamente en la normalidad. Una normalidad en la que el
matrimonio, sin embargo, ya no es indisoluble, en la que las segundas nupcias
están tranquilamente admitidas, en la que la confesión sacramental desaparece y
en la que la comunión eucarística es accesible "ad libitum". Como en
cualquier iglesia protestante.
¿Está todo esto incluido en las múltiples, y a menudo
contrapuestas, interpretaciones y aplicaciones de "Amoris laetitia" que
Francisco ha dejado convivir hasta ahora deliberadamente? ¿Se puede considerar
también esta interpretación de "Amoris laetitia" compatible con la
doctrina de siempre del matrimonio católico?
Estas son dos preguntas que difícilmente el Papa puede
arrinconar.
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