jueves, 30 de abril de 2015

El vasto campo de la política



Homilía de monseñor Miguel Esteban Hesayne, obispo emérito de Viedma, para el domingo 26 de abril de 2014


Desde que tengo uso de razón vengo percibiendo en la sociedad argentina reclamos de gobiernos mejores… En mis 92 años he vivido numerosas “elecciones” y hasta no pocas revoluciones y todas despertando esperanzas de una mejor administración gubernamental. Y en todos los casos, la aprobación entusiasta en los comienzos, a poco tiempo transformada en desesperanzada animosidad política partidaria y hasta en ruptura institucional…

Desde el Magisterio de la Iglesia no faltan Documentos aleccionadores para votar en conciencia, buscando el bien común… principalmente cuando llegan épocas de elecciones gubernamentales…

Sin embargo la voz de los Pastores de la Iglesia Católica no incide en la conciencia de la mayoría de los cristianos y cristianas argentinos. El Evangelio de Jesús- no cuenta en el discernimiento político ni antes ni después de las elecciones…De hecho, hasta se interpreta erróneamente la frase de Jesús den al César lo que es del César y a Dios lo que es Dios…como que Jesús hubiera enseñado que “Dios no interviene en política…” Por lo contrario el pensamiento de Jesús fue enseñar que todo acto humano o está aprobado por Dios o por el Demonio Cfr (Mateo 6,24)

¿Qué pasa? Lo que pasa es algo incomprensible pensándolo desde la Fe Cristiana. La dimensión social-política del Evangelio de Jesús no ha rozado la conciencia de la ciudadanía de los bautizados argentinos. Con una mayoría de bautizados aún en la Argentina de hoy…; con una nutrida feligresía en las parroquias del país, principalmente, en las misas dominicales... ¿Los que se llaman “católicos” conocen la insistente enseñanza de los papas de los últimos tiempos? Con León XIII en sus dos Encíclicas Sociales a fines del siglo XIX. Y desde el Siglo XX con Pio XI que eleva la actividad política del Bautizado a supremo acto de Amor a Dios; Pió XII con una Encíclica sobre la democracia y encarecidas recomendaciones a miembros de la Acción Católica para que pongan en práctica la doctrina social de la iglesia a modo de levadura en las sociedad dónde habitan y de la cual son parte.

¿Y qué decir del Beato Paulo VI? que convocó un Sínodo mundial para tratar entre los temas más destacados, el compromiso social político del laicado, cerrándolo con una carta postsinodal en la que explicita como primer compromiso bautismal del laicado: “el vasto campo de la política…” (en.71) para hacer posible la “nueva civilización del amor”

En la cumbre del Magisterio Eclesial se destaca el CONCILIO VATICANO tan mentado en sus comienzos como olvidado a la hora de poner en práctica los programas pastorales a la luz de sus orientaciones doctrinales. Limitándome al compromiso político de los católicos, recomiendo leer y poner en práctica el Documento Conciliar gozo y esperanza que finaliza definiendo a la Iglesia como servidora de la humanidad... En consecuencia es hora que los católicos entiendan que serán auténticos discípulos de Jesús en tanto en cuanto se pongan a servir al mundo…[c]

El Papa Francisco no se cansa de insistir en una [c] “Iglesia en salida” y no encerrada en ceremonias y ritos… Es la versión actual de la voz de orden de Jesús al pedir a sus discípulos que sean levadura, sal, luz (Mateo 5, 14-16)

¿Cómo la Iglesia en salida mediante sus fieles laicos se convertirá en sal y luz del mundo de la política, de la economía, de los medios de comunicación tal como exigen los documentos de la Iglesia Católica? En próximas homilías se desarrollará este tema.


Mons. Miguel Esteban Hesayne, obispo emérito de Viedma 

martes, 28 de abril de 2015

Martirio y persecución en nuestros días

Episcopado Argentino

“Estos son los que vienen de la gran tribulación...
y Dios secará toda lágrima de sus ojos”
(Ap. 7, 14.17b)


El mundo asiste con horror a un incremento de formas de violencia que, desde distintos fundamentalismos religiosos, disfrazan intereses políticos y económicos, y afecta a muchas comunidades y grupos humanos de diversos credos, particularmente a cristianos en Medio Oriente, en el norte y centro de África y en otros lugares del mundo.

En este contexto de conflictos extendidos y persistentes, queremos llamar la atención sobre un aspecto de especial preocupación: la creciente e inadmisible violación del derecho a la libertad religiosa. La misma ha sido proclamada por la Declaración Universal de los Derechos Humanos y garantizada por diversas convenciones internacionales tanto universales como regionales, obligando a los Estados a asegurarla para todas las personas, enseñada con tanta claridad en el Concilio Vaticano II.

Hay manifestaciones violentas que producen especial estupor y reclaman una fuerte condena. Nos referimos a lo que ocurre en zonas de Siria e Irak donde los cristianos -ciudadanos de esos países y presentes en esas tierras desde hace más de dos mil años- están siendo asesinados u obligados a dejar sus casas y ciudades sin poder llevar consigo más que la ropa que tienen puesta, además de la destrucción de templos y monumentos culturales que son patrimonio de la humanidad. También señalamos lo que acontece en Nigeria, Sudán y Pakistán, donde es corriente el secuestro –especialmente de mujeres y niñas- y las conversiones forzadas bajo pena de muerte. Sabemos, no obstante, que la gran mayoría de los musulmanes no se reconoce en estas atrocidades y las rechaza.

Actualmente son los cristianos quienes sufren las mayores persecuciones. Como ha dicho el Papa Francisco, hay muchos más mártires hoy que en los primeros siglos. Ese martirio no distingue entre católicos, ortodoxos o evangélicos, hermanados en un “ecumenismo de la sangre”. Nos estremece la crueldad con la cual hermanos en el bautismo son decapitados, quemados o crucificados por el solo hecho de ser cristianos.

Junto a la consternación que nos provocan estos hechos de crueldad sentimos admiración por el testimonio y la coherencia de muchos hermanos que están entregando su vida para guardar la integridad de su fe religiosa.

Afirmamos con fuerza que nunca la religión o el nombre de Dios pueden ser invocados para justificar la violencia, la muerte, la destrucción y la falta de respeto a los derechos humanos más elementales que nacen de la dignidad de toda persona. Llama la atención la débil repercusión de esta barbarie en la prensa internacional.
Urge una acción internacional eficaz que ponga fin a tanto sufrimiento provocados por estos actos de brutalidad. Apelamos al deber y a la fuerza institucional de la ONU, la Unión Europea, las organizaciones de Derechos Humanos y los diversos credos a asumir la propia responsabilidad ante estos graves acontecimientos.

Invitamos a todos los creyentes -católicos y no católicos- a orar intensamente pidiendo al Señor de la historia perdón por tanto sufrimiento y sangre derramada, y que mueva los corazones de quienes causan dolor y ofenden gravemente al Creador a cesar en ese camino. Comprometemos a nuestras comunidades de modo particular a rezar por esta intención el próximo 8 de mayo, Solemnidad de Nuestra Señora de Luján.

Como Obispos de la Conferencia Episcopal Argentina, expresamos nuestra solidaridad y cercanía con nuestros hermanos sufrientes y perseguidos, y pedimos a Jesús Buen Pastor les conceda el consuelo y la Paz.

Los Obispos Argentinos
109° Asamblea Plenaria

25 de abril de 2015

sábado, 25 de abril de 2015

Como testigos de la resurrección del Señor, recordemos y proclamemos lo que hemos visto


P. Ricardo Mazza

La noche del domingo de la resurrección del Señor (Lc. 24, 35-48), los discípulos que se habían encontrado con Jesús en Emaús, regresan a Jerusalén contando a los apóstoles su experiencia con el resucitado y, que a pesar de arder sus corazones al oírlo explicar las Escrituras, lo reconocieron finalmente al partir el pan. Sin embargo, los discípulos encerrados en el Cenáculo por temor a los judíos, siguen dudando, a pesar de haber recibir el testimonio de las mujeres que fueron al sepulcro, de María Magdalena que lo contempló vivo, y de la experiencia de Pedro y Juan ante la tumba vacía. Era necesario, por lo tanto, que las inteligencias de ellos se abrieran para contemplar la verdad. De allí que el mismo texto del evangelio afirma que Jesús les abrió la inteligencia para que pudieran comprender.
Y esto es así, porque no es fácil al ser humano comprender aquello que pertenece al campo del misterio, lo que es objeto de fe.

Generalmente exigimos pruebas de la existencia de las cosas, necesitamos tocar, ver, oír, gustar y oler, es decir, pasar por la experiencia de los sentidos para conocer, como si solamente este modo de captar la realidad tuviera sentido en nuestro cotidiano vivir y no necesitáramos de la captación perfecta que nos permite la fe sobrenatural, que recibimos como don divino.

Como Jesús conoce este modo de ser de los hombres, se aparece en varias oportunidades a sus discípulos para que tengan experiencia de su  resurrección.
Sin embargo, siguen dudando aunque les diga que toquen su cuerpo, llegando incluso hasta a pedir de comer para que adviertan que es Él mismo.
¿A que responde esta insistencia de Jesús a que lo reconozcan como vuelto a la vida en un cuerpo glorificado? Es que los apóstoles serán enviados al mundo entonces conocido para anunciarlo en todas partes y, bautizar a aquellos que crean en su resurrección, de modo que si dudaban serían incapaces de llegar al corazón de los que recibieran su palabra.

Si Cristo no hubiera resucitado, su enseñanza sería desestimada, como había sucedido con otros líderes que arrastraron a muchos tras de sí y sus doctrinas, y que al morir dejaron sólo confusión, dispersándose sus seguidores.
De allí que busque reafirmarlos en la fe, les explique que se cumplió lo que les había anunciado, se arma de paciencia para iluminar sus inteligencias y fortalecer sus voluntades en orden a la misión que  les encomendaría.

Esto mismo hace Jesús con nosotros llevándonos por el camino de la fe viva, que no sólo lo acepte a Él personalmente,  sino que convirtiéndonos de corazón podamos llevar al mundo toda la verdad de su presencia entre nosotros como enviado del Padre. 
Precisamente advertimos la falta de compromiso del católico en general para con el evangelio, porque la verdad de la presencia del resucitado en nuestras vidas no va más allá de un pensamiento piadoso en lugar de ser una vivencia fundante de nuestro diario caminar por este mundo temporal.

A nosotros como a los apóstoles, recuerda Jesús que es necesario se predique en su nombre hasta los confines de la tierra y que se enseñe la conversión de los pecados diciéndoles  y diciéndonos “ustedes son testigos de todo esto”.
¿Qué significa ser testigo? El papa Francisco en el rezo del Regina Coeli en la plaza de san Pedro explicaba hoy las tres características propias del testigo: es el que ve, el que recuerda y el que proclama.

El testigo ha tenido la experiencia de haber visto como los apóstoles a Cristo resucitado. Nosotros de alguna manera lo hemos visto con la mirada de la fe, no con los ojos de la carne, por ello, Jesús nos decía el domingo pasado que “felices aquellos que sin haber visto han creído”.

El segundo paso para los apóstoles es el recordar la alegría que los embarga en cada encuentro que tienen con el Señor, cada vez que lo contemplan; y para nosotros será  recordar la experiencia de haberlo visto con la mirada de la fe y todo lo que ello ha significado para nosotros.

En tercer lugar los apóstoles anuncian lo que han visto y recuerdan, dejándonos el ejemplo de que hagamos también nosotros lo mismo.
Precisamente esto es lo que realiza el apóstol Pedro (Hechos. 3, 13-15.17-19) como lo escuchamos en la primera lectura.

En efecto, Pedro y Juan habían curado a un tullido, alejado por ello de la sinagoga, provocando la admiración de la gente, a la que sigue la enseñanza de Pedro a los presentes sobre cómo fueron los últimos momentos de Jesús antes de su muerte, asegurando al mismo tiempo que “Dios lo resucitó de entre los muertos, de lo cual nosotros somos testigos” y que es necesario hacer penitencia y convertirse “para que sus pecados sean perdonados” y poder llegar así a experimentar la vida de resucitados.

Y seguirá Pedro asegurando (Hechos. 4,8s) que la curación se realiza en el nombre de Nuestro Señor Jesucristo, de modo que como testigo del poder de Cristo, lo recuerda y lo proclama abiertamente, sanando en su Nombre.
Esto ciertamente nos interpela a cada uno de nosotros e invita a vivir de un modo nuevo, que prolongue  el conocimiento que tenemos del Señor, y así como lo destaca el apóstol san Juan (I Jn. 2,1-5) “la señal de que lo conocemos, es que cumplimos sus mandamientos”.

El amor a Cristo resucitado se manifiesta en la observancia de los mandamientos, amor al que se llega como plenitud del conocimiento verdadero del Salvador, observancia de los mandamientos que liberan de la esclavitud del pecado
Por ello en la primera oración de esta misa pedíamos que ya que nos alegramos por la nueva vida recibida, podamos con el gozo de los hijos, aguardar con firme esperanza el día de la resurrección final.

Hermanos: Pidamos este don de lo alto para transformar nuestra existencia de tal modo que sin temor llevemos al mundo nuestra fe en Jesús resucitado que transforma la vida humana.
  


Padre Ricardo B. Mazza. Cura párroco de la parroquia “San Juan Bautista”, en Santa Fe de la Vera Cruz. Argentina. Homilía en el  Domingo III° de Pascua. Ciclo “B”. 19 de abril de 2015. 













viernes, 24 de abril de 2015

Principios no negociables: si no son sólo una "expresión torpe"



Stefano Fontana

Osservatorio Internazionale Cardinale Van Thuân, 24-4-15

Principios no negociables: Giuseppe Angelini, director de la Facultad Teológica de Italia del Norte, en el número de “Teologia” que se acaba de publicar, ha dicho que es una  «expresión torpe». 
Por otra parte, en el número anterior de la misma revista, Antonio Lattuada había planteado una serie de observaciones críticas a la noción de principios no negociables, de las que se salvaba bien poco. Precedentemente, Giorgio Campanini, Luigi Alici, Antonio Maria Baggio, Giuseppe Savagnone habían demostrado su intolerancia ante esta doctrina enunciada por Benedicto XVI. 

Alguno de ellos había negado que existiera una doctrina de los principios no negociables, olvidando que ésta no es más que la tradicional noción de ley natural. Otros habían afirmado que como la política es el reino de lo relativo en ella no hay nada que no sea negociable, olvidando que la Nota Ratzinger del 2002 dice:  «No se puede negar que la política debe hacer también referencia a principios dotados de valor absoluto».

A pesar de todo esto, el pasado sábado 18 de abril tuvo lugar en Biella un importante congreso que llevaba el título: “Los principios no negociables, hoy”. Relatores: Stefano Fontana, Tommaso Scandroglio, Marisa Orecchia, el obispo Mons. Luigi Negri. Pero estos principios no negociables, ¿existen o no? ¿Tienen razón los teólogos de la Facultad milanesa cuando los consideran humo en los ojos o los organizadores de Biella que los consideran un baluarte que hay que defender a toda costa?

El hecho es que los principios no negociables se han convertido en piedra de escándalo, fuente de división, signo de contradicción dentro de la Iglesia. Y esto se debe al hecho de que se han convertido en la encrucijada de elecciones importantes sobre las que hoy, en la Iglesia, se habla dos lenguas distintas. La puesta en juego es muy alta. De ella depende la propia identidad de la Iglesia.

Los principios no negociables se refieren al orden de la creación, que está en relación orgánica con el orden de la redención y que a ella ya está orientado. El católico que en una junta municipal vota a favor de una ley que contempla el aborto, la eutanasia o el matrimonio homosexual rompe la continuidad entre orden de la creación y orden de la salvación. Niega que haya un orden de la creación – salvo quizá reafirmarlo en temas como la recogida selectiva de basura y el ahorro energético – en el que se injerta el orden de la salvación para purificarlo y elevarlo, pero sin contradecirlo. 

Al romper este vínculo se reduce la esencia de la catolicidad: la relación entre razón y fe, entre naturaleza y sobre naturaleza, entre naturaleza y gracia. Si se quita el orden de la creación, la resurrección de Cristo ya no se entiende como una re-creación y la salvación recorrerá otros caminos respecto a la construcción de lo humano en la comunidad de los hombres. Se explican así las distintas herejías reconducibles al gnosticismo o al pelagianismo, que rompen la relación entre orden de la creación y orden de la salvación.

La fe católica necesita el orden natural, sin el cual no hay naturaleza decaída a causa del pecado original ni exigencia del Salvador. Necesita el orden natural para poder hablar el lenguaje universal de todos los hombres. Necesita el orden natural para llamarse religio vera y religión “del rostro humano”. Sin esta relación, la fe católica se convierte en sentimiento, en experiencia y no en conocimiento, en opinión y no en verdad. Esto es lo que salvaguardan los principios no negociables.

Si se elimina la referencia a los principios no negociables se acelerará el proceso de protestantización de la Iglesia Católica. Lutero o Karl Barth anulan la naturaleza. Pero, de hecho, también el católico que niega los principios no negociables anula la naturaleza. Para la Reforma, la naturaleza está irremediablemente corrompida y el poder político es esencialmente el mal, obligado, como escribía Barth, a «hacer la guerra al mal mediante el mal». 

La politica es, de este modo, esencialmente “sucia”. El creyente no le pertenece en absoluto, pero debe someterse a ella: «¡Someteos! Es decir, ¡dejad que el Estado vaya por su camino y vosotros, como cristianos, id por el vuestro!». Son, de nuevo, palabras de Karl Barth
Los cristianos deben someterse «no por sumisión, sino por deprecio radical de lo existente». El resultado es, sin embargo, la sumisión y de hecho las sectas protestantes niegan, poco a poco, los principios no negociables, sometiéndose a la voluntad política dominante.

Por último, los principios no negociables son signo de contradicción entre una visión metafísica de la realidad y una hermenéutica. Está en juego la posibilidad para la razón de conocer algo que es metahistórico o bien de permanecer vinculada dentro de una interpretación de interpretaciones siempre históricamente limitadas. Desde este punto de vista, abandonarlos significa arrinconar la Fides et Ratio de Juan Pablo II, y no solo.

He indicado tres puntos de la cumbre donde se sitúan los principios no negociables. Es difícil estar en el medio, o aquí o allá. La Iglesia vive, hoy, esta fatiga.


miércoles, 22 de abril de 2015

Políticos y gremialistas participaron de un retiro espiritual


Aica, 22 Abril 2015

El sábado 18 de abril se realizó en San Juan una jornada de espiritualidad para dirigentes políticos y gremiales organizada por la Comisión Arquidiocesana de Justicia y Paz.

La jornada tuvo lugar en una quinta en Santa Lucía, en las afueras de la capital, y se desarrolló entre las 9 y las 17. El arzobispo de San Juan de Cuyo, monseñor Alfonso Delgado, presidió la misa de clausura.

Según los organizadores, la convocatoria superó las expectativas al recibir más de 130 participantes, enrolados en distintos partidos políticos y gremios de la provincia. Faltó a la convocatoria el gobernador, José Luis Gioja, debido a una intervención quirúrgica que lo tuvo convaleciente.


La jornada contó con tres exposiciones, a cargo del presbítero y doctor José Juan García, el fraile dominico Pablo Condrac y el director de la revista Criterio, José María Poirier. Esta última plática trató sobre "La enseñanza social del papa Francisco". 

lunes, 20 de abril de 2015

Reflexión dominical de Mons. Juan Martinez, Obispo de Posadas


MisionesOnline, ABRIL 19, 2015 

El texto del Evangelio de este domingo (Lc. 24,35-48), nos relata la aparición de Jesús Resucitado a los Apóstoles. Ellos necesitaban tener este encuentro Pascual para llevar adelante la misión de anunciar el Reino. Habían convivido con el Señor, sabían de su muerte y resurrección, pero aún estaban turbados y con temor. Por eso el texto señala: “Entonces les abrió la inteligencia, para que pudieran comprender las Escrituras, y añadió: “Así estaba escrito; el Mesías, debía sufrir y resucitar de entre los muertos al tercer día, y comenzando en Jerusalén, en su nombre debía predicarse a todas las naciones la conversión para el perdón de los pecados. Ustedes son testigos de todo esto” (Lc.24,45-48).

Al reflexionar sobre la necesidad de centrar nuestra fe en Jesucristo Resucitado y sus enseñanzas, llegamos a una conclusión que aunque obvia, es bueno recordar: no podemos llamarnos cristianos, si no buscamos y deseamos tener un encuentro con Jesucristo, el Señor, el que murió y Resucitó. Para los Apóstoles fue fundamental este encuentro personal y pascual con el Señor. Esto les cambió la vida y permitió ser sus “testigos”.

En realidad esto que vivieron los Apóstoles no fue una experiencia exclusiva de ellos, todos estamos llamados a tener esa experiencia pascual, con Jesucristo vivo y resucitado, para ser testigos. ¿Esto es solo algo teórico? ¿Una abstracción distanciada de la realidad? Considero conveniente acentuar que hay muchos hombres y mujeres que nos dan testimonio y responden con sus vidas ejemplares a estos interrogantes.
En este tiempo, y con la gracia del acontecimiento y el documento de Aparecida, vamos acentuando la necesidad de asumir como cristianos un camino discipular para la misión. Es cierto que esto es difícil en un contexto que a veces es hasta agresivo con las propuestas del Evangelio, e incluso con los valores y la visión del hombre que la revelación cristiana nos propone. Hay que señalar que los malos ejemplos que puedan dar quienes se apartan de la fe cristiana, así como nuestras propias fragilidades, no invalidan el “Don de Dios” del encuentro con Jesucristo y su revelación, ratificado en el testimonio de tantísimos hombres y mujeres que viven con fidelidad y entrega este regalo maravilloso de ser cristianos.

Por esta misma razón en este tiempo deberemos acentuar este discipulado y misión, en todos pero especialmente en nuestros laicos que son la mayoría del pueblo de Dios, para humanizar y evangelizar nuestra cultura habitualmente bombardeada por ideologías materialistas que consideran a la persona como objeto de consumo, potenciando solo sus instintos, y eliminando su espiritualidad que implican la inteligencia, voluntad, libertad y la capacidad de trascendencia.

En relación a la necesidad de humanizar y evangelizar la cultura, Aparecida señala: “Son los laicos de nuestro continente, conscientes de su llamados a la santidad en virtud de su vocación bautismal, los que tienen que actuar a manera de fermento en la masa para construir una ciudad temporal que esté de acuerdo con el proyecto de Dios. La coherencia entre fe y vida en el ámbito político, económico y social exige la formación de la conciencia, que se traduce en un conocimiento de la Doctrina Social de la Iglesia. Para una adecuada formación de la misma, será de mucha utilidad el compendio de la Doctrina Social de la Iglesia. La V Conferencia se compromete a llevar a cabo una catequesis social incisiva, porque “la vida cristiana no se expresa solamente en las virtudes personales, sino también en las virtudes sociales y políticas.

El discípulo y misionero de Cristo que se desempeña en los ámbitos de la política, de la economía y en los centros de decisiones sufre el influjo de una cultura frecuentemente dominada por el materialismo, los intereses egoístas y una concepción del hombre contraria a la visión cristiana. Por eso, es imprescindible que el discípulo se cimiente en su seguimiento del Señor, que le dé la fuerza necesaria no solo para no sucumbir ante las insidias del materialismo y del egoísmo, sino para construir en torno a él un consenso moral sobre valores fundamentales que hacen posible la construcción de una sociedad justa” (505-506).

Convocados por tantos testigos de la Pascua nuestro tiempo necesita de discípulos y discípulas portadores de esperanza.

¡Un saludo cercano y hasta el próximo domingo!      

Mons. Juan Rubén Martínez, obispo de Posadas

sábado, 18 de abril de 2015

La fe en el Señor resucitado ha de crecer cada día y manifestarse gozosamente en el testimonio en medio del mundo


P. Ricardo Mazza

“Los discípulos se llenaron de alegría cuando vieron al Señor” (Juan 20, 19-31), afirma el evangelio que acabamos de proclamar. Esta debería ser una actitud constante en cada uno de nosotros, por haber resucitado a una vida nueva con Cristo al morir al pecado. Hemos comenzado a experimentar en esta Pascua, pues, una condición nueva, la de aquellos que han sido constituidos en grandeza por la gracia del bautismo, regenerados por el Espíritu y redimidos por la sangre  de Jesús (cf. oración colecta).

Llenarnos de alegría al contemplar al Señor en la Eucaristía, ya que la fe nos asegura su presencia viva después de la conversión de las especies de pan y vino en su cuerpo y sangre gloriosos.
Lo contemplamos también, y nos colmamos de gozo, al anunciar estos misterios junto a todos los que profesan la fe en el resucitado.
Una manera de contemplar al Señor consiste, también, en escucharlo, tratando de llevar a la práctica con gozo, su mensaje salvador, sabiendo que su Palabra colma con la verdad nuestros corazones.

A su vez, el apóstol san Juan (1 Jn. 5, 1-6) nos dice que “el que ha nacido de Dios –como es la condición del cristiano resucitado- vence al mundo. Y la victoria que triunfa sobre el mundo es nuestra fe”.
El creyente vence al mundo porque la fe en el resucitado le otorga un sentido nuevo al transcurrir humano en este mundo temporal.
En efecto, percibimos en nuestros días, que muchas personas viven sin futuro, aspirando únicamente metas humanas, mientras que quien ha resucitado con el Señor, liberándose del pecado, tiene la certeza de una meta superior, el encuentro definitivo con quien se entrega plenamente a lo largo de nuestra existencia, permitiendo la fe en Cristo, vencer al mundo al dar testimonio del resucitado.

Esto es así, porque como los apóstoles le dicen a Tomás “¡Hemos visto al Señor!”, también nosotros estamos llamados a proclamar este hecho por todas partes, en nuestras familias, círculo de amigos, en el trabajo, ya que el Señor ha muerto por nosotros, nos ha dado una esperanza nueva con su resurrección y queremos seguir viéndolo.
Y la única forma de seguir viéndolo es hacerlo visible en nuestras vidas, siendo en nuestro peregrinar temporal  reflejo de su presencia.

Por nuestra forma de vida, la de resucitados, seremos signo de esperanza en un mundo que margina lo que pueda hacerlo más pleno.
En el texto del evangelio proclamado, se nos dice que Cristo deja su paz, más aún, Él es nuestra paz, y cuando se une a nuestro corazón, somos pacificados plenamente y pacificamos a su vez a los demás.
Jesús pacifica especialmente por medio de su misericordia prometida, ofrecida y otorgada de continuo por la acción de su benevolencia.
Precisamente hoy, celebramos el domingo de la misericordia divina, presente no sólo en el calvario por medio de la sangre martirial derramada, sino también a lo largo de nuestro cotidiano existir, ya que soportó las miserias y pecados de toda la humanidad, para del mal liberarnos en el árbol de la Cruz.

Pero a su vez la misericordia divina nos interpela en la tarde de la resurrección, para que respondamos  con generosidad al amor recibido, y la prolonga entregando a los discípulos el poder de otorgarla causando la reconciliación por el sacramento del perdón.
Pero, al afirmar Jesús “Los pecados serán perdonados a los que ustedes se los perdonen, y serán retenidos a los que ustedes se los retengan”, nos preguntamos qué tipo de misericordia es esa ya que es posible que los pecados no sean perdonados sino retenidos.
La razón de esto es que la misericordia se ofrece con toda amplitud, pero reclama la respuesta del hombre que, arrepentido se decide a convertirse y realizar un cambio verdadero de vida.

Acontece no pocas veces que el creyente no está dispuesto a rectificar su rumbo de vida, o considera que sus acciones no son pecaminosas porque así lo piensa subjetivamente, negándose a veces, culpablemente, a buscar la verdad acerca de su obrar,  permaneciendo así en sus errados puntos de vista, negando incluso la exigencia de los mandamientos divinos, expresión del amor a Dios.
Es muy claro san Juan cuando afirma al respecto que “el amor a Dios consiste en cumplir sus mandamientos, y sus mandamientos no son una carga”, y más aún, prolongando este amor a Dios en las relaciones con el prójimo, ya que “la señal de que amamos a los hijos de Dios es que amamos a Dios y cumplimos sus mandamientos”.

El texto del evangelio proclamado, asegura además, que la fe en Jesús como el Hijo de Dios, permite que tengamos Vida en su nombre.
Claro ejemplo de esto lo percibimos en la persona del apóstol Tomás que comienza a tener vida en el nombre de Jesús, cuando dejando de lado sus pretensiones mundanas, se lanza al misterio que se le ofrece, diciendo “¡Señor mío y Dios mío!”, anticipando la vida en Jesús de todos los que sin haber visto –como nosotros- creemos en el Hijo Único del Dios vivo.
Esta Vida la vemos plasmada también, en la comunión de los creyentes entre sí, que lleva no sólo a participar de la común oración y fracción del pan, sino también a estar dispuestos a compartir los bienes –según las formas que cada etapa histórica sugiera-, entre los hermanos más necesitados (Hechos 4, 32-35), llegando así a imitar a Jesús que se despojó de sí mismo para que aprendamos a vivir en la abundancia de la gracia salvadora que de Él proviene.

Queridos hermanos, que la fe en el Señor resucitado a Quien no vimos con los ojos de la carne, se acreciente cada día y, se manifieste gozosamente en el testimonio que cada día presentemos al mundo con palabras y obras de amor.


Padre Ricardo B. Mazza
Cura párroco de la parroquia “San Juan Bautista”, en Santa Fe de la Vera Cruz. Argentina. Homilía en el  Domingo II° de Pascua. 
































jueves, 16 de abril de 2015

Anuario Pontificio


Aica,  16 Abr 2015


Esta mañana se publicaron el Anuario Pontificio 2015 y el nuevo Anuario Estadístico de la Iglesia Católica. El primero registra las novedades relativas a la vida de la Iglesia de febrero de 2014 al mismo mes de 2015 y en el segundo los cambios que tuvieron lugar en 2013.

En ese período cabe destacar que se elevaron una sede episcopal y dos eparquías al rango de metrópolis, se erigieron tres nuevas sedes episcopales, tres eparquías y un exarcado arzobispal. Se ha elevado una prelatura territorial al rango diócesis y una prefectura apostólica al de vicariato apostólico.


Estadísticas
Las estadísticas, que se refieren al año 2013, muestran las dinámicas de la Iglesia Católica en las 2.989 circunscripciones eclesiales del planeta.

Por lo que respecta al número de católicos en el mundo, en 2005 era de 1.115 millones frente a los 1.254 millones de 2013 con un aumento de 139 millones de fieles.

En el transcurso de los dos últimos años la presencia de católicos bautizados en el mundo aumentaron del 17,3%, al 17,7%.

Los católicos aumentaron en África (34%) que registraron, entre 2005 y 2013, un aumento de su población del 1,9%.

En el continente asiático también se registraron un aumento de católicos superior al de la población (2,9% frente al 3,2%). En América el aumento de los católicos es igual al aumento de la población (los católicos son aquí el 63%) de la población. Su número es estacionario en Europa y en Oceanía es también estable.

De 2012 a 2013 se ordenaron cuarenta nuevos obispos, pasando así de 5.133 a 5.173. Cinco menos en Oceanía, seis menos en Norteamérica, mientras en el resto del continente americano su número aumentó en veintitrés. En África hubo cinco nuevos obispos, en Asia catorce y en Europa nueve.

El número total de sacerdotes, seculares y religiosos pasó de 414.313 en 2012 a 415.348, a finales de 2013.

Los candidatos al sacerdocio, diocesanos y religiosos pasaron de los 120.616 de 2011 a los 118.251 de 2013 con una disminución del 2%.

El único incremento es el de África (+1,5%), mientras Asia, Europa y Norte América registran una contracción del 0,5%, 3,6% y del 5,2% respectivamente.

Prosigue la fuerte expansión de los diáconos permanentes que pasaron de los 33.391 de 2005 a los 43.000 de 2013. Están presentes sobre todo en América del Norte y en Europa que cuentan con el 97,6% del total, mientras el 2,4% restante se reparte entre África, Asia y Oceanía.

Los religiosos profesos no sacerdotes aumentan en 1% pasando de 54.708 en 2005 a 55.000 en 2013. Su número crece en África (+6%) y Asia (+30%) y disminuye en América (-2,8%), en Europa (-10,9 %) y Oceanía (-2%).


Una dinámica en fuerte decremento atraviesa el mundo de las religiosas profesas que en este momento son 693.575, frente a las 760.529 de 2005. Hay menos religiosas en Europa (-18,3%), Oceanía (-17,1%) y América (-15,5%). Sin embargo, su aumento es significativo en África (+18%) y Asia (+10%).+ 

martes, 14 de abril de 2015

Se necesitan laicos católicos comprometidos de manera convencida y convincente en política



 S. E. Mons. Giampaolo Crepaldi

Observatorio Cardenal Van Thuan, 20-03-2015

Publicamos el texto íntegro de la Comunicación del Obispo Giampaolo Crepaldi para la presentación e inauguración de la Escuela de Doctrina Social de la Iglesia para la formación al compromiso social y político, que tuvo lugar en Palazzo Economo (Trieste) el 19 de marzo. La Escuela está organizada en colaboración con el Observatorio Cardenal Van Thuân.

*****
Cuando la Iglesia se interesa por la política no es nunca por motivos políticos, sino religiosos y morales. Religiosos porque la política es un campo que hay que evangelizar y que, a su vez, puede ser evangelizador. Morales, para que la política sea un terreno donde se respete y se complete el orden de la creación. 
Esto es así también para la Escuela de Doctrina Social de la Iglesia para la formación al compromiso social y político de la diócesis de Trieste, que hoy presento e inauguro.

Actualmente constatamos una dolorosa paradoja. La política, sobre la que se pensaba que estaba en retroceso después de la crisis de las ideologías clásicas, más que retroceder está teniendo un cambio brusco y repentino. Hoy, los parlamentos y los gobiernos, las juntas regionales y municipales se atribuyen el deber de intervenir en ámbitos muy delicados de la vida personal y comunitaria: el inicio y el final de la vida, la procreación, el matrimonio… incluso la identidad sexual. 
Los movimientos libertarios de los años Sesenta y Setenta querían eliminar estos ámbitos de las instituciones, para devolvérselos al sujeto. Hoy sucede lo contrario: estas mismas corrientes ideológicas confían precisamente a las instituciones políticas la misión de cambiar la naturaleza de las cosas en áreas tan delicadas. En los años Sesenta y Setenta, los movimientos revolucionarios y contestatarios le dieron al sexo un significado político. No asombra que ahora se le de a la política la tarea de intervenir en el ámbito del sexo. Lo que antes se practicaba en tono contestatario y antisistema, hoy se enseña en la escuela.

Una dolorosa paradoja de nuestros tiempos

Mientras la política invade estos ámbitos neurálgicos de la vida personal y comunitaria y trastoca el orden natural de la creación, mientras la política no sólo se convierte en ingeniería social, sino también en ingeniería antropológica, se asiste a la desaparición de los católicos en política

En los días pasados, el Parlamento de Estrasburgo aprobó dos informes - el Informe Tarantella y el Informe  Panzeri - con el voto favorable también de muchos católicos diputados y sólo con el voto contrario de algún desaparecido diputado católico. Lo mismo sucede desde hace tiempo en el Parlamento italiano y en los organismos representativos de nuestra Región y de nuestro Ayuntamiento. La confrontación que ha surgido en Triste en los últimos días, extendida a nivel nacional, demuestra que la política ya ha entrado en las aulas y en las familias y pretende “ocuparse y cuidar” de nuestros niños con intervenciones que el cardenal Bagnasco ha llamado “de reeducación”, mientras que el Papa Francisco ha hablado de “colonización de la familia”. En estos casos la Iglesia prefiere dejar el protagonismo a los padres, pero con esto no se retira del juego: está de parte de los padres que defienden a los propios hijos y reivindican su derecho originario a ocuparse de su educación.

Tenemos, entonces, por un lado una politica que quiere administrarlo todo, incluidos los datos de nuestra identidad natural de hombres y mujeres, de madres y de padres; por el otro, una carencia de católicos comprometidos de manera convencida y convincente en política. El cuadro que tenemos delante es realmente estridente y nos hace pensar que estamos en un momento de refundación y que muchas cosas deben ser replanteadas desde la raíz.

El punto sobre la Doctrina Social de la Iglesia
He hecho esta premisa porque precisamente esta paradoja vincula mi libro-entrevista, publicado hace poco, con la inauguración de la Escuela de Doctrina Social de la Iglesia de esta tarde.
El libro-entrevista[1] es una valoración de la Doctrina Social de la Iglesia diez años después del Compendio, publicado por el Pontificio Consejo para la Justicia y la Paz en 2004. En él dedico una mirada sintética a un largo periodo que ha quedado a nuestras espaldas y que viví directamente, primero en la CEI y después en la Santa Sede. La conmemoración del Compendio me ha proporcionado la ocasión para hacerlo. Algunas reflexiones contenidas en este librito están en la base también de la Escuela diocesana de Doctrina Social y de cómo la hemos planteado.

He intentado valorar con objetividad el periodo que va desde el inicio del largo pontificado de Juan Pablo II a hoy, y he tenido que constatar que el “relanzamiento” de la Doctrina Social de la Iglesia, con la formación densa y bien estructurada de los laicos y una pastoral social difundida y orgánica, no ha iniciado nunca verdaderamente y no ha dado los frutos esperados. Juan Pablo II y Benedicto XVI han dedicado esfuerzos enormes, pero ha habido también el freno de mucha parte de la Iglesia y del mundo católico que se inspiraba en otras teologías y no seguía las indicaciones del Magistero. La afirmación que hacia el Padre Chenu en los años Setenta, es decir, que la Doctrina Social de la Iglesia o no existe o es una ideología, recibió entonces la adhesión de muchos y sigue teniéndola aún hoy. 
Las dificultades para realizar una formación orgánica y de recta doctrina sobre la enseñanza social de la Iglesia ha puesto en dificultad también a las Escuelas de formación en lo que se refiere al compromiso social y político.

 Hay algo que precede a la propia Doctrina Social de la Iglesia
Este punto es muy importante para la Escuela que inauguramos hoy. Ésta tiene una característica particular: sabe que detrás y antes de la Doctrina Social de la Iglesia hay algo más. La Doctrina social no parte de ella misma, sino del depósito de la fe, de la doctrina de la Iglesia, de la dogmática católica, de la moral enseñada por la Iglesia, de la enseñanza del magisterio, de la tradición ininterrumpida. Si los católicos no convergen en esto, divergirán también sobre la Doctrina Social de la Iglesia y sus aplicaciones.

 Recordaba al inicio el hecho de que los europarlamentarios católicos, ante las recientes propuestas concernientes a cosas fundamentales para la razón y la fe, se han comportado de manera distinta el uno del otro. El motivo hay que buscarlo en el origen, no sólo en una visión distinta de la Doctrina Social de la Iglesia, sino también en una visión diferente sobre qué es la Iglesia en relación con el mundo. He aquí porqué la primera sesión de la Escuela diocesana no se ocupará de problemas particulares - del sueldo o de hacienda, de la escuela o de la familia, del sindicato o de la empresa … - sino que aclarará los presupuestos de la doctrina y de la fe, sin los que somos víctimas de las propias opiniones o, peor aún, de las ideologías del mundo. En este caso la fe de los católicos tendrá muy poco que decir a la política; más bien al contrario, serán las ideologías políticas las que enseñarán sus verdades a los creyentes.
No se puede separar el orden de la salvación del orden de la creación

Con esto no es mi intención negar el legítimo pluralismo de las elecciones políticas. Ciertamente el pluralismo debe ser, como dice el Concilio, “legítimo”, es decir, según la ley. Según la ley antigua y según la ley nueva, que la ha asumido y la ha renovado. En política hay un amplísimo campo de elecciones legítimamente plurales, fruto del discernimiento de la recta conciencia en sectores dejados a la deliberación humana dada su complejidad o su contingencia. Sin embargo, en política hay también otras elecciones que no se pueden hacer nunca y elecciones que se deben absolutamente tomar cada vez que están en juego la transcendente dignidad de la persona humana y el derecho divino. No olvidemos que el primer Legislador es Dios. El pluralismo es “legítimo”, es decir, según la ley, cuando respeta la ley de Dios.

Los laicos comprometidos en política - dice el Concilio – deben ordenar a Dios las cosas temporales. Me pregunto: ¿cómo pueden hacerlo votando a favor de leyes que contradicen el orden de la creación? ¿Cómo se puede pensar - y permanecer al mismo tiempo católicos - que el orden de la salvación puede ser contrario e independiente del orden de la creación? 

¿Cómo se puede pensar, por ejemplo, que el bien común puede ser alcanzado a través de leyes y políticas contrarias al orden de la creación? A lo largo de la historia de la Iglesia, muchas herejías han separado el orden de la creación y el orden de la salvación, y ahora tampoco es distinto.
La formación al compromiso social pasa por el vínculo con toda la vida de la Iglesia.

En susodicho libro-entrevista sostengo que el relanzamiento de la Doctrina Social de la Iglesia, la recuperación de una formación adecuada y que esté a la altura tanto de la tarea de los laicos como de los tiempos que vivimos, pasa a través de su conexión con toda la vida de la Iglesia. La Doctrina Social no puede ser “laicizada” hasta el punto de ser transformada en una serie de indicaciones que la etiquetan más o menos en sintonía con las modas del momento. Ella es “anuncio de Cristo en las realidades temporales”, es evangelización y sabemos que el sujeto de la evangelización es la Iglesia entera en toda su vida-acción. Necesitamos redescubrir este sentido “alto” de la Doctrina Social de la Iglesia, tras haber sido reducida excesivamente a una forma de diálogo indistinto con el mundo, en relación a un igualmente indistinto concepto de bien común. La Escuela diocesana tendrá en cuenta esto. La liturgia, la catequesis, la oración, la espiritualidad vividas dentro de la Iglesia no son sectores ajenos a la Doctrina Social de la Iglesia. Esto tiene gran importancia para reconstruir una relación positiva entre los laicos católicos comprometidos en política y el tejido eclesial, como también para impedir que las divisiones políticas repercutan dentro de las comunidades cristianas creando división.

Los dogmas marianos y la Doctrina Social de la Iglesia
A este propósito quisiera retomar aquí una observación del libro-entrevista que concierne la inspiración mariana de la Doctrina Social de la Iglesia. ¿Hay algo aparentemente más lejano de la Doctrina Social de la Iglesia que los dogmas marianos? Y sin embargo, el compromiso social y político de generaciones y generaciones de católicos está animado por una viva fe mariana. También la firme voluntad de San Juan Pablo II de relanzar la Doctrina Social de la Iglesia ha tenido una clara animación mariana. 

Son aspectos que no hay que olvidar si no se quiere que la Doctrina Social de la Iglesia se reduzca a un listado de cosas que hay que hacer. Entre las muchas cosas que podría decir sobre María y la Doctrina Social de la Iglesia, desearía detenerme aquí sólo en la proclamación del dogma de la Inmaculada Concepción, proclamado por Pío IX en 1854. La Inmaculada Concepción de María es el antídoto más grande al naturalismo, es decir, a la idea de que la historia humana, ella sola, puede conseguir la salvación a través de alguna forma de progreso del que sería capaz con sus únicas fuerzas. Recientemente, hemos leído en los periódicos que intelectuales laicos y ateos han propuesto “exiliar a Dios de la democracia”. También en los tiempos de la proclamación del dogma de la Inmaculada Concepción las ideologías del tiempo pedían la expulsión de Dios de la plaza pública. A estas formas de naturalismo, la Iglesia recuerda la existencia del pecado original y, por lo tanto, de una herida del orden natural que no le permite ser sí mismo sin la apertura al orden sobrenatural.  Y es precisamente por esto que existe la Doctrina Social de la Iglesia.

Algunas características organizativas
He intentado explicar el nexo que une la Escuela diocesana que hoy inauguramos y mi libro-entrevista. Quisiera recordar también que hace unos años escribí otro pequeño libro sobre la realidad de Trieste. Se titulaba: “Laboratorio Trieste. La formazione all’impegno sociale e politico dei fedeli laici”[2]. La ideación y la programación de esta escuela viene, por lo tanto, de lejos y estoy feliz de poderla inaugurar por fin.
Deseo, por último detenerme sobre algunas características organizativas de la Escuela, sin entrar en detalles operativos.
Ante todo, hago notar que el nombre que hemos dado a la Escuela es distinto de lo que suele suceder. Creo que he explicado suficientemente el motivo en lo que he dicho hasta ahora.

En segundo lugar, hago notar que la Escuela tiene una estructura orgánica, que no es una serie de conferencias. A los participantes se les requerirá, ciertamente, aprender las nociones, pues la Doctrina Social de la Iglesia es también un “corpus doctrinal”, pero se pide mucho más: se les pide que se adentren en la sabiduría social de la Iglesia y que cojan la fuerza para un compromiso social y político coherente de toda la realidad de la Iglesia, que es Madre también de la Doctrina social y de nuestro compromiso que en ella se inspira. La fe de la Iglesia hace “renacer”, también como ciudadanos del mundo. La Escuela quiere formar “ciudadanos nuevos”, sabiendo que para esto se necesitan “cristianos nuevos”. Nova adgrediuntur novi, las cosas nuevas requieren personas nuevas.

En tercer lugar hago notar que la Escuela será también un laboratorio. La actividad no se limitará al encuentro semanal, sino que continuará en los días sucesivos tanto a través del examen de los textos escritos de las lecciones, como a través de un trabajo común de profundización y de reflexión sobre casos de estudio, también en internet.
Esta inauguración tiene lugar hoy, Festividad de San José Trabajador. Tradicionalmente esta fiesta estaba dedicada al mundo del trabajo, a la Doctrina Social de la Iglesia y a las asociaciones católicas comprometidas en este campo. Tiene, por lo tanto, un gran significado, al que se añade también el aniversario de mi ordenación episcopal y esto hace que este acontecimiento sean aún mas alegre, por lo que invocamos la protección celestial.

[1] G. Crepaldi (con S. Fontana), La Dottrina sociale della Chiesa. Una verifica a dieci anni dal Compendio (2004-2014), Cantagalli, Siena 2014.

[2] G. Crepaldi, Laboratorio Trieste. La formazione dei cattolici all’impegno sociale e politico, Cantagalli, Siena 2012.