S. E. Mons.
Giampaolo Crepaldi
Observatorio Cardenal Van Thuan, 20-03-2015
Publicamos el texto íntegro de la Comunicación del
Obispo Giampaolo Crepaldi para la presentación e inauguración de la Escuela
de Doctrina Social de la Iglesia para la formación al compromiso social y
político, que tuvo lugar en Palazzo Economo (Trieste) el 19 de marzo. La
Escuela está organizada en colaboración con el Observatorio Cardenal Van Thuân.
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Cuando la Iglesia se interesa por la política no es
nunca por motivos políticos, sino religiosos y morales. Religiosos porque la
política es un campo que hay que evangelizar y que, a su vez, puede ser
evangelizador. Morales, para que la política sea un terreno donde se respete y
se complete el orden de la creación.
Esto es así también para la Escuela de
Doctrina Social de la Iglesia para la formación al compromiso social y político
de la diócesis de Trieste, que hoy presento e inauguro.
Actualmente constatamos una dolorosa paradoja. La
política, sobre la que se pensaba que estaba en retroceso después de la crisis
de las ideologías clásicas, más que retroceder está teniendo un cambio brusco y
repentino. Hoy, los parlamentos y los gobiernos, las juntas regionales y
municipales se atribuyen el deber de intervenir en ámbitos muy delicados de la
vida personal y comunitaria: el inicio y el final de la vida, la procreación,
el matrimonio… incluso la identidad sexual.
Los movimientos libertarios de los
años Sesenta y Setenta querían eliminar estos ámbitos de las instituciones,
para devolvérselos al sujeto. Hoy sucede lo contrario: estas mismas corrientes
ideológicas confían precisamente a las instituciones políticas la misión de
cambiar la naturaleza de las cosas en áreas tan delicadas. En los años Sesenta
y Setenta, los movimientos revolucionarios y contestatarios le dieron al sexo
un significado político. No asombra que ahora se le de a la política la tarea de
intervenir en el ámbito del sexo. Lo que antes se practicaba en tono
contestatario y antisistema, hoy se enseña en la escuela.
Una dolorosa paradoja de nuestros tiempos
Mientras la política invade estos ámbitos neurálgicos
de la vida personal y comunitaria y trastoca el orden natural de la creación,
mientras la política no sólo se convierte en ingeniería social, sino también en
ingeniería antropológica, se asiste a la desaparición de los católicos en
política.
En los días pasados, el Parlamento de Estrasburgo aprobó dos informes
- el Informe Tarantella y el Informe
Panzeri - con el voto favorable también de muchos católicos diputados y
sólo con el voto contrario de algún desaparecido diputado católico. Lo mismo sucede
desde hace tiempo en el Parlamento italiano y en los organismos representativos
de nuestra Región y de nuestro Ayuntamiento. La confrontación que ha surgido en
Triste en los últimos días, extendida a nivel nacional, demuestra que la
política ya ha entrado en las aulas y en las familias y pretende “ocuparse y
cuidar” de nuestros niños con intervenciones que el cardenal Bagnasco ha
llamado “de reeducación”, mientras que el Papa Francisco ha hablado de
“colonización de la familia”. En estos casos la Iglesia prefiere dejar el
protagonismo a los padres, pero con esto no se retira del juego: está de parte
de los padres que defienden a los propios hijos y reivindican su derecho
originario a ocuparse de su educación.
Tenemos, entonces, por un lado una politica que quiere
administrarlo todo, incluidos los datos de nuestra identidad natural de hombres
y mujeres, de madres y de padres; por el otro, una carencia de católicos
comprometidos de manera convencida y convincente en política. El cuadro que
tenemos delante es realmente estridente y nos hace pensar que estamos en un
momento de refundación y que muchas cosas deben ser replanteadas desde la raíz.
El punto sobre la Doctrina Social de la Iglesia
He hecho esta premisa porque precisamente esta
paradoja vincula mi libro-entrevista, publicado hace poco, con la inauguración
de la Escuela de Doctrina Social de la Iglesia de esta tarde.
El libro-entrevista[1] es una valoración de la
Doctrina Social de la Iglesia diez años después del Compendio, publicado por el
Pontificio Consejo para la Justicia y la Paz en 2004. En él dedico una mirada
sintética a un largo periodo que ha quedado a nuestras espaldas y que viví
directamente, primero en la CEI y después en la Santa Sede. La conmemoración
del Compendio me ha proporcionado la ocasión para hacerlo. Algunas reflexiones
contenidas en este librito están en la base también de la Escuela diocesana de
Doctrina Social y de cómo la hemos planteado.
He intentado valorar con objetividad el periodo que va
desde el inicio del largo pontificado de Juan Pablo II a hoy, y he tenido que
constatar que el “relanzamiento” de la Doctrina Social de la Iglesia, con la
formación densa y bien estructurada de los laicos y una pastoral social
difundida y orgánica, no ha iniciado nunca verdaderamente y no ha dado los
frutos esperados. Juan Pablo II y Benedicto XVI han dedicado esfuerzos enormes,
pero ha habido también el freno de mucha parte de la Iglesia y del mundo
católico que se inspiraba en otras teologías y no seguía las indicaciones del
Magistero. La afirmación que hacia el Padre Chenu en los años Setenta, es
decir, que la Doctrina Social de la Iglesia o no existe o es una ideología,
recibió entonces la adhesión de muchos y sigue teniéndola aún hoy.
Las
dificultades para realizar una formación orgánica y de recta doctrina sobre la
enseñanza social de la Iglesia ha puesto en dificultad también a las Escuelas
de formación en lo que se refiere al compromiso social y político.
Hay algo que
precede a la propia Doctrina Social de la Iglesia
Este punto es muy importante para la Escuela que inauguramos
hoy. Ésta tiene una característica particular: sabe que detrás y antes de la
Doctrina Social de la Iglesia hay algo más. La Doctrina social no parte de ella
misma, sino del depósito de la fe, de la doctrina de la Iglesia, de la
dogmática católica, de la moral enseñada por la Iglesia, de la enseñanza del
magisterio, de la tradición ininterrumpida. Si los católicos no convergen en
esto, divergirán también sobre la Doctrina Social de la Iglesia y sus
aplicaciones.
Recordaba al inicio el hecho de que los europarlamentarios
católicos, ante las recientes propuestas concernientes a cosas fundamentales
para la razón y la fe, se han comportado de manera distinta el uno del otro. El
motivo hay que buscarlo en el origen, no sólo en una visión distinta de la Doctrina
Social de la Iglesia, sino también en una visión diferente sobre qué es la
Iglesia en relación con el mundo. He aquí porqué la primera sesión de la
Escuela diocesana no se ocupará de problemas particulares - del sueldo o de
hacienda, de la escuela o de la familia, del sindicato o de la empresa … - sino
que aclarará los presupuestos de la doctrina y de la fe, sin los que somos
víctimas de las propias opiniones o, peor aún, de las ideologías del mundo. En
este caso la fe de los católicos tendrá muy poco que decir a la política; más
bien al contrario, serán las ideologías políticas las que enseñarán sus
verdades a los creyentes.
No se puede separar el orden de la salvación del orden
de la creación
Con esto no es mi intención negar el legítimo
pluralismo de las elecciones políticas. Ciertamente el pluralismo debe ser,
como dice el Concilio, “legítimo”, es decir, según la ley. Según la ley antigua
y según la ley nueva, que la ha asumido y la ha renovado. En política hay un
amplísimo campo de elecciones legítimamente plurales, fruto del discernimiento
de la recta conciencia en sectores dejados a la deliberación humana dada su
complejidad o su contingencia. Sin embargo, en política hay también otras
elecciones que no se pueden hacer nunca y elecciones que se deben absolutamente
tomar cada vez que están en juego la transcendente dignidad de la persona
humana y el derecho divino. No olvidemos que el primer Legislador es Dios. El
pluralismo es “legítimo”, es decir, según la ley, cuando respeta la ley de
Dios.
Los laicos comprometidos en política - dice el
Concilio – deben ordenar a Dios las cosas temporales. Me pregunto: ¿cómo pueden
hacerlo votando a favor de leyes que contradicen el orden de la creación? ¿Cómo
se puede pensar - y permanecer al mismo tiempo católicos - que el orden de la
salvación puede ser contrario e independiente del orden de la creación?
¿Cómo
se puede pensar, por ejemplo, que el bien común puede ser alcanzado a través de
leyes y políticas contrarias al orden de la creación? A lo largo de la historia
de la Iglesia, muchas herejías han separado el orden de la creación y el orden
de la salvación, y ahora tampoco es distinto.
La formación al compromiso social pasa por el vínculo
con toda la vida de la Iglesia.
En susodicho libro-entrevista sostengo que el
relanzamiento de la Doctrina Social de la Iglesia, la recuperación de una
formación adecuada y que esté a la altura tanto de la tarea de los laicos como
de los tiempos que vivimos, pasa a través de su conexión con toda la vida de la
Iglesia. La Doctrina Social no puede ser “laicizada” hasta el punto de ser
transformada en una serie de indicaciones que la etiquetan más o menos en
sintonía con las modas del momento. Ella es “anuncio de Cristo en las
realidades temporales”, es evangelización y sabemos que el sujeto de la
evangelización es la Iglesia entera en toda su vida-acción. Necesitamos
redescubrir este sentido “alto” de la Doctrina Social de la Iglesia, tras haber
sido reducida excesivamente a una forma de diálogo indistinto con el mundo, en
relación a un igualmente indistinto concepto de bien común. La Escuela
diocesana tendrá en cuenta esto. La liturgia, la catequesis, la oración, la
espiritualidad vividas dentro de la Iglesia no son sectores ajenos a la
Doctrina Social de la Iglesia. Esto tiene gran importancia para reconstruir una
relación positiva entre los laicos católicos comprometidos en política y el
tejido eclesial, como también para impedir que las divisiones políticas
repercutan dentro de las comunidades cristianas creando división.
Los dogmas marianos y la Doctrina Social de la Iglesia
A este propósito quisiera retomar aquí una observación
del libro-entrevista que concierne la inspiración mariana de la Doctrina Social
de la Iglesia. ¿Hay algo aparentemente más lejano de la Doctrina Social de la
Iglesia que los dogmas marianos? Y sin embargo, el compromiso social y político
de generaciones y generaciones de católicos está animado por una viva fe
mariana. También la firme voluntad de San Juan Pablo II de relanzar la Doctrina
Social de la Iglesia ha tenido una clara animación mariana.
Son aspectos que no
hay que olvidar si no se quiere que la Doctrina Social de la Iglesia se reduzca
a un listado de cosas que hay que hacer. Entre las muchas cosas que podría
decir sobre María y la Doctrina Social de la Iglesia, desearía detenerme aquí
sólo en la proclamación del dogma de la Inmaculada Concepción, proclamado por
Pío IX en 1854. La Inmaculada Concepción de María es el antídoto más grande al
naturalismo, es decir, a la idea de que la historia humana, ella sola, puede
conseguir la salvación a través de alguna forma de progreso del que sería capaz
con sus únicas fuerzas. Recientemente, hemos leído en los periódicos que
intelectuales laicos y ateos han propuesto “exiliar a Dios de la democracia”.
También en los tiempos de la proclamación del dogma de la Inmaculada Concepción
las ideologías del tiempo pedían la expulsión de Dios de la plaza pública. A
estas formas de naturalismo, la Iglesia recuerda la existencia del pecado
original y, por lo tanto, de una herida del orden natural que no le permite ser
sí mismo sin la apertura al orden sobrenatural.
Y es precisamente por esto que existe la Doctrina Social de la Iglesia.
Algunas características organizativas
He intentado explicar el nexo que une la Escuela diocesana
que hoy inauguramos y mi libro-entrevista. Quisiera recordar también que hace
unos años escribí otro pequeño libro sobre la realidad de Trieste. Se titulaba:
“Laboratorio Trieste. La formazione all’impegno sociale e politico dei fedeli
laici”[2]. La ideación y la programación de esta escuela viene, por lo tanto,
de lejos y estoy feliz de poderla inaugurar por fin.
Deseo, por último detenerme sobre algunas
características organizativas de la Escuela, sin entrar en detalles operativos.
Ante todo, hago notar que el nombre que hemos dado a
la Escuela es distinto de lo que suele suceder. Creo que he explicado
suficientemente el motivo en lo que he dicho hasta ahora.
En segundo lugar, hago notar que la Escuela tiene una
estructura orgánica, que no es una serie de conferencias. A los participantes
se les requerirá, ciertamente, aprender las nociones, pues la Doctrina Social
de la Iglesia es también un “corpus doctrinal”, pero se pide mucho más: se les
pide que se adentren en la sabiduría social de la Iglesia y que cojan la fuerza
para un compromiso social y político coherente de toda la realidad de la
Iglesia, que es Madre también de la Doctrina social y de nuestro compromiso que
en ella se inspira. La fe de la Iglesia hace “renacer”, también como ciudadanos
del mundo. La Escuela quiere formar “ciudadanos nuevos”, sabiendo que para esto
se necesitan “cristianos nuevos”. Nova adgrediuntur novi, las cosas nuevas
requieren personas nuevas.
En tercer lugar hago notar que la Escuela será también
un laboratorio. La actividad no se limitará al encuentro semanal, sino que
continuará en los días sucesivos tanto a través del examen de los textos
escritos de las lecciones, como a través de un trabajo común de profundización
y de reflexión sobre casos de estudio, también en internet.
Esta inauguración tiene lugar hoy, Festividad de San
José Trabajador. Tradicionalmente esta fiesta estaba dedicada al mundo del
trabajo, a la Doctrina Social de la Iglesia y a las asociaciones católicas
comprometidas en este campo. Tiene, por lo tanto, un gran significado, al que
se añade también el aniversario de mi ordenación episcopal y esto hace que este
acontecimiento sean aún mas alegre, por lo que invocamos la protección
celestial.
[1] G. Crepaldi (con S. Fontana), La Dottrina sociale
della Chiesa. Una verifica a dieci anni dal Compendio (2004-2014), Cantagalli,
Siena 2014.
[2] G. Crepaldi, Laboratorio Trieste. La formazione
dei cattolici all’impegno sociale e politico, Cantagalli, Siena 2012.