martes, 14 de abril de 2015

Se necesitan laicos católicos comprometidos de manera convencida y convincente en política



 S. E. Mons. Giampaolo Crepaldi

Observatorio Cardenal Van Thuan, 20-03-2015

Publicamos el texto íntegro de la Comunicación del Obispo Giampaolo Crepaldi para la presentación e inauguración de la Escuela de Doctrina Social de la Iglesia para la formación al compromiso social y político, que tuvo lugar en Palazzo Economo (Trieste) el 19 de marzo. La Escuela está organizada en colaboración con el Observatorio Cardenal Van Thuân.

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Cuando la Iglesia se interesa por la política no es nunca por motivos políticos, sino religiosos y morales. Religiosos porque la política es un campo que hay que evangelizar y que, a su vez, puede ser evangelizador. Morales, para que la política sea un terreno donde se respete y se complete el orden de la creación. 
Esto es así también para la Escuela de Doctrina Social de la Iglesia para la formación al compromiso social y político de la diócesis de Trieste, que hoy presento e inauguro.

Actualmente constatamos una dolorosa paradoja. La política, sobre la que se pensaba que estaba en retroceso después de la crisis de las ideologías clásicas, más que retroceder está teniendo un cambio brusco y repentino. Hoy, los parlamentos y los gobiernos, las juntas regionales y municipales se atribuyen el deber de intervenir en ámbitos muy delicados de la vida personal y comunitaria: el inicio y el final de la vida, la procreación, el matrimonio… incluso la identidad sexual. 
Los movimientos libertarios de los años Sesenta y Setenta querían eliminar estos ámbitos de las instituciones, para devolvérselos al sujeto. Hoy sucede lo contrario: estas mismas corrientes ideológicas confían precisamente a las instituciones políticas la misión de cambiar la naturaleza de las cosas en áreas tan delicadas. En los años Sesenta y Setenta, los movimientos revolucionarios y contestatarios le dieron al sexo un significado político. No asombra que ahora se le de a la política la tarea de intervenir en el ámbito del sexo. Lo que antes se practicaba en tono contestatario y antisistema, hoy se enseña en la escuela.

Una dolorosa paradoja de nuestros tiempos

Mientras la política invade estos ámbitos neurálgicos de la vida personal y comunitaria y trastoca el orden natural de la creación, mientras la política no sólo se convierte en ingeniería social, sino también en ingeniería antropológica, se asiste a la desaparición de los católicos en política

En los días pasados, el Parlamento de Estrasburgo aprobó dos informes - el Informe Tarantella y el Informe  Panzeri - con el voto favorable también de muchos católicos diputados y sólo con el voto contrario de algún desaparecido diputado católico. Lo mismo sucede desde hace tiempo en el Parlamento italiano y en los organismos representativos de nuestra Región y de nuestro Ayuntamiento. La confrontación que ha surgido en Triste en los últimos días, extendida a nivel nacional, demuestra que la política ya ha entrado en las aulas y en las familias y pretende “ocuparse y cuidar” de nuestros niños con intervenciones que el cardenal Bagnasco ha llamado “de reeducación”, mientras que el Papa Francisco ha hablado de “colonización de la familia”. En estos casos la Iglesia prefiere dejar el protagonismo a los padres, pero con esto no se retira del juego: está de parte de los padres que defienden a los propios hijos y reivindican su derecho originario a ocuparse de su educación.

Tenemos, entonces, por un lado una politica que quiere administrarlo todo, incluidos los datos de nuestra identidad natural de hombres y mujeres, de madres y de padres; por el otro, una carencia de católicos comprometidos de manera convencida y convincente en política. El cuadro que tenemos delante es realmente estridente y nos hace pensar que estamos en un momento de refundación y que muchas cosas deben ser replanteadas desde la raíz.

El punto sobre la Doctrina Social de la Iglesia
He hecho esta premisa porque precisamente esta paradoja vincula mi libro-entrevista, publicado hace poco, con la inauguración de la Escuela de Doctrina Social de la Iglesia de esta tarde.
El libro-entrevista[1] es una valoración de la Doctrina Social de la Iglesia diez años después del Compendio, publicado por el Pontificio Consejo para la Justicia y la Paz en 2004. En él dedico una mirada sintética a un largo periodo que ha quedado a nuestras espaldas y que viví directamente, primero en la CEI y después en la Santa Sede. La conmemoración del Compendio me ha proporcionado la ocasión para hacerlo. Algunas reflexiones contenidas en este librito están en la base también de la Escuela diocesana de Doctrina Social y de cómo la hemos planteado.

He intentado valorar con objetividad el periodo que va desde el inicio del largo pontificado de Juan Pablo II a hoy, y he tenido que constatar que el “relanzamiento” de la Doctrina Social de la Iglesia, con la formación densa y bien estructurada de los laicos y una pastoral social difundida y orgánica, no ha iniciado nunca verdaderamente y no ha dado los frutos esperados. Juan Pablo II y Benedicto XVI han dedicado esfuerzos enormes, pero ha habido también el freno de mucha parte de la Iglesia y del mundo católico que se inspiraba en otras teologías y no seguía las indicaciones del Magistero. La afirmación que hacia el Padre Chenu en los años Setenta, es decir, que la Doctrina Social de la Iglesia o no existe o es una ideología, recibió entonces la adhesión de muchos y sigue teniéndola aún hoy. 
Las dificultades para realizar una formación orgánica y de recta doctrina sobre la enseñanza social de la Iglesia ha puesto en dificultad también a las Escuelas de formación en lo que se refiere al compromiso social y político.

 Hay algo que precede a la propia Doctrina Social de la Iglesia
Este punto es muy importante para la Escuela que inauguramos hoy. Ésta tiene una característica particular: sabe que detrás y antes de la Doctrina Social de la Iglesia hay algo más. La Doctrina social no parte de ella misma, sino del depósito de la fe, de la doctrina de la Iglesia, de la dogmática católica, de la moral enseñada por la Iglesia, de la enseñanza del magisterio, de la tradición ininterrumpida. Si los católicos no convergen en esto, divergirán también sobre la Doctrina Social de la Iglesia y sus aplicaciones.

 Recordaba al inicio el hecho de que los europarlamentarios católicos, ante las recientes propuestas concernientes a cosas fundamentales para la razón y la fe, se han comportado de manera distinta el uno del otro. El motivo hay que buscarlo en el origen, no sólo en una visión distinta de la Doctrina Social de la Iglesia, sino también en una visión diferente sobre qué es la Iglesia en relación con el mundo. He aquí porqué la primera sesión de la Escuela diocesana no se ocupará de problemas particulares - del sueldo o de hacienda, de la escuela o de la familia, del sindicato o de la empresa … - sino que aclarará los presupuestos de la doctrina y de la fe, sin los que somos víctimas de las propias opiniones o, peor aún, de las ideologías del mundo. En este caso la fe de los católicos tendrá muy poco que decir a la política; más bien al contrario, serán las ideologías políticas las que enseñarán sus verdades a los creyentes.
No se puede separar el orden de la salvación del orden de la creación

Con esto no es mi intención negar el legítimo pluralismo de las elecciones políticas. Ciertamente el pluralismo debe ser, como dice el Concilio, “legítimo”, es decir, según la ley. Según la ley antigua y según la ley nueva, que la ha asumido y la ha renovado. En política hay un amplísimo campo de elecciones legítimamente plurales, fruto del discernimiento de la recta conciencia en sectores dejados a la deliberación humana dada su complejidad o su contingencia. Sin embargo, en política hay también otras elecciones que no se pueden hacer nunca y elecciones que se deben absolutamente tomar cada vez que están en juego la transcendente dignidad de la persona humana y el derecho divino. No olvidemos que el primer Legislador es Dios. El pluralismo es “legítimo”, es decir, según la ley, cuando respeta la ley de Dios.

Los laicos comprometidos en política - dice el Concilio – deben ordenar a Dios las cosas temporales. Me pregunto: ¿cómo pueden hacerlo votando a favor de leyes que contradicen el orden de la creación? ¿Cómo se puede pensar - y permanecer al mismo tiempo católicos - que el orden de la salvación puede ser contrario e independiente del orden de la creación? 

¿Cómo se puede pensar, por ejemplo, que el bien común puede ser alcanzado a través de leyes y políticas contrarias al orden de la creación? A lo largo de la historia de la Iglesia, muchas herejías han separado el orden de la creación y el orden de la salvación, y ahora tampoco es distinto.
La formación al compromiso social pasa por el vínculo con toda la vida de la Iglesia.

En susodicho libro-entrevista sostengo que el relanzamiento de la Doctrina Social de la Iglesia, la recuperación de una formación adecuada y que esté a la altura tanto de la tarea de los laicos como de los tiempos que vivimos, pasa a través de su conexión con toda la vida de la Iglesia. La Doctrina Social no puede ser “laicizada” hasta el punto de ser transformada en una serie de indicaciones que la etiquetan más o menos en sintonía con las modas del momento. Ella es “anuncio de Cristo en las realidades temporales”, es evangelización y sabemos que el sujeto de la evangelización es la Iglesia entera en toda su vida-acción. Necesitamos redescubrir este sentido “alto” de la Doctrina Social de la Iglesia, tras haber sido reducida excesivamente a una forma de diálogo indistinto con el mundo, en relación a un igualmente indistinto concepto de bien común. La Escuela diocesana tendrá en cuenta esto. La liturgia, la catequesis, la oración, la espiritualidad vividas dentro de la Iglesia no son sectores ajenos a la Doctrina Social de la Iglesia. Esto tiene gran importancia para reconstruir una relación positiva entre los laicos católicos comprometidos en política y el tejido eclesial, como también para impedir que las divisiones políticas repercutan dentro de las comunidades cristianas creando división.

Los dogmas marianos y la Doctrina Social de la Iglesia
A este propósito quisiera retomar aquí una observación del libro-entrevista que concierne la inspiración mariana de la Doctrina Social de la Iglesia. ¿Hay algo aparentemente más lejano de la Doctrina Social de la Iglesia que los dogmas marianos? Y sin embargo, el compromiso social y político de generaciones y generaciones de católicos está animado por una viva fe mariana. También la firme voluntad de San Juan Pablo II de relanzar la Doctrina Social de la Iglesia ha tenido una clara animación mariana. 

Son aspectos que no hay que olvidar si no se quiere que la Doctrina Social de la Iglesia se reduzca a un listado de cosas que hay que hacer. Entre las muchas cosas que podría decir sobre María y la Doctrina Social de la Iglesia, desearía detenerme aquí sólo en la proclamación del dogma de la Inmaculada Concepción, proclamado por Pío IX en 1854. La Inmaculada Concepción de María es el antídoto más grande al naturalismo, es decir, a la idea de que la historia humana, ella sola, puede conseguir la salvación a través de alguna forma de progreso del que sería capaz con sus únicas fuerzas. Recientemente, hemos leído en los periódicos que intelectuales laicos y ateos han propuesto “exiliar a Dios de la democracia”. También en los tiempos de la proclamación del dogma de la Inmaculada Concepción las ideologías del tiempo pedían la expulsión de Dios de la plaza pública. A estas formas de naturalismo, la Iglesia recuerda la existencia del pecado original y, por lo tanto, de una herida del orden natural que no le permite ser sí mismo sin la apertura al orden sobrenatural.  Y es precisamente por esto que existe la Doctrina Social de la Iglesia.

Algunas características organizativas
He intentado explicar el nexo que une la Escuela diocesana que hoy inauguramos y mi libro-entrevista. Quisiera recordar también que hace unos años escribí otro pequeño libro sobre la realidad de Trieste. Se titulaba: “Laboratorio Trieste. La formazione all’impegno sociale e politico dei fedeli laici”[2]. La ideación y la programación de esta escuela viene, por lo tanto, de lejos y estoy feliz de poderla inaugurar por fin.
Deseo, por último detenerme sobre algunas características organizativas de la Escuela, sin entrar en detalles operativos.
Ante todo, hago notar que el nombre que hemos dado a la Escuela es distinto de lo que suele suceder. Creo que he explicado suficientemente el motivo en lo que he dicho hasta ahora.

En segundo lugar, hago notar que la Escuela tiene una estructura orgánica, que no es una serie de conferencias. A los participantes se les requerirá, ciertamente, aprender las nociones, pues la Doctrina Social de la Iglesia es también un “corpus doctrinal”, pero se pide mucho más: se les pide que se adentren en la sabiduría social de la Iglesia y que cojan la fuerza para un compromiso social y político coherente de toda la realidad de la Iglesia, que es Madre también de la Doctrina social y de nuestro compromiso que en ella se inspira. La fe de la Iglesia hace “renacer”, también como ciudadanos del mundo. La Escuela quiere formar “ciudadanos nuevos”, sabiendo que para esto se necesitan “cristianos nuevos”. Nova adgrediuntur novi, las cosas nuevas requieren personas nuevas.

En tercer lugar hago notar que la Escuela será también un laboratorio. La actividad no se limitará al encuentro semanal, sino que continuará en los días sucesivos tanto a través del examen de los textos escritos de las lecciones, como a través de un trabajo común de profundización y de reflexión sobre casos de estudio, también en internet.
Esta inauguración tiene lugar hoy, Festividad de San José Trabajador. Tradicionalmente esta fiesta estaba dedicada al mundo del trabajo, a la Doctrina Social de la Iglesia y a las asociaciones católicas comprometidas en este campo. Tiene, por lo tanto, un gran significado, al que se añade también el aniversario de mi ordenación episcopal y esto hace que este acontecimiento sean aún mas alegre, por lo que invocamos la protección celestial.

[1] G. Crepaldi (con S. Fontana), La Dottrina sociale della Chiesa. Una verifica a dieci anni dal Compendio (2004-2014), Cantagalli, Siena 2014.

[2] G. Crepaldi, Laboratorio Trieste. La formazione dei cattolici all’impegno sociale e politico, Cantagalli, Siena 2012.

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