miércoles, 20 de junio de 2018

Oración por la vida




La restauración de la cultura cristiana




Centro Jurídico Tomás Moro, 18.06.2018

La crisis del catolicismo actual se puede explicar de múltiples formas, y se puede argumentar y sustentar desde una gran amplitud de perspectiva, pero en síntesis podríamos resumir la crisis del catolicismo como lucha entre el entreguismo a la modernidad, o la fidelidad de la tradición.

John Senior en su libro “la restauración de la cultura cristiana” aborda precisamente la crisis religiosa de occidente planteando al lector la única solución posible: la vuelta a los principios. La principal tesis (la única tesis posible) que nos plantea Senior para restaura la cultura cristina es volver nuestros ojos y nuestra experiencia a la realidad, redescubrir el mundo desde el contacto directo con la naturaleza, con la realidad del ser humano, y alejarnos de tecnologías que no han servido para liberar al hombre, sino más bien todo lo contrario, han servido para desplazar al hombre desde el centro de la creación a los recónditos espacios de lo accesorio.

La editorial Homo Legens nos presente uno de los libros claves para entender al sorprendente John Senior, que ya en la década de los 70 del siglo pasado demostró que la restauración de los valores cristianos era una realidad posible y alcanzable. Su experiencia en la instauración del Programa de Humanidades Integradas Pearson, demostró que solo era necesario acercar la tradición a la juventud universitaria (de la Universidad de Kansas) para que la semilla de la tradición germinara en cientos de conversiones al catolicismo entre una población que vivía instalada en el relativismo y la artificialidad.

En uno de los pasajes magistrales de su libro, Senior llega a afirmar que “ninguna restauración seria de la Iglesia o de la sociedad podrá ocurrir sin el retorno a los primeros principios, pero antes que a los principios debemos retornar a la realidad ordinaria de la que se alimentan los principios”.
En este camino a los principios el católico se tiene que armar de intelecto y voluntad, intelecto para depurar lo esencial de lo accidental, la modernidad de la tradición, y voluntad para enfrentarse a un mundo hostil con la verdad y la belleza.
Como cristianos la tarea de la restauración no es nueva, ya que el desafío es similar al que enfrentaron los cristianos en el siglo V con las invasión bárbara; no obstante nuestra situación actual es más compleja por cuanto la caída del Imperio Romano fue provocada por pueblos que conservaban la capacidad de creer y que conservaban el contacto con la naturaleza, sin embargo en el presente los barbaros viven instalados en el relativismo (religioso, moral, económico, social …) e instalados en una sociedad artificial. Senior llega a afirmar que nuestros tiempos son similares a los de San Jerónimo, dado que los bárbaros han destruido nuestras instituciones culturales, aunque esta vez desde dentro.

El grito desesperado de Senior no recuerda a las palabras pronunciados por San Juan Pablo II, en su discurso en Santiago de Compostela (9 de noviembre de 1982), al reconocer que “Europa está además dividida en el aspecto religioso: No tanto ni principalmente por razón de las divisiones sucedidas a través de los siglos, cuanto por la defección de bautizados y creyentes de las razones profundas de su fe y del vigor doctrinal y moral de esa visión cristiana de la vida, que garantiza equilibrio a las personas y comunidades” discurso que finalizó con aquella famosa admonición dirigida a Europa “Vuelve a encontrarte. Sé tú misma.”

No obstante, por desgracia constatamos que algunas de las afirmaciones realizadas por Senior han sido tristemente superadas, así para el profesor estadounidense la crisis de fe “no se trata de una merma de fe entre los humildes sino de una desintegración de la razón en las clases dirigentes, entre los jueces, los escritores, los profesores y, sobre todo, entre los clérigos”, crisis que por desgracia hoy en día ya afecta a los humildes y a los cristianos de base, que viviendo tantos años sin pastores dignos de ese nombre van perdiendo poco a poco el sentido natural de la fe, contagiándose del relativismo destructor de la verdad.
“La restauración de la cultura cristiana” denuncia igualmente el relativismo instalado incluso en la vida universitaria, y lo que es más peligro, instalado incluso en las universidades católicas en donde “la religión cristiana puede ser estudiada siempre y cuando no se crea en ella”. Senior ya en el siglo pasado nos anticipaba que el relativismo ha tomado un carácter totalitario que cercena cualquier tipo de libertad científica, artística, y desde luego cualquier posibilidad de libertad religiosa.

La obra que la editorial Homo Legens nos presenta, no es solo una obra de denuncia, sino una obra de esperanza al aportarnos su autor el único verdadero camino de la salvación social: volver a la tradición, volver a los orígenes, creando círculos de resistencia en las familias y las comunidades convencidas del triunfo definitivo de la verdad y la belleza.



viernes, 15 de junio de 2018

Comunicado de la CEA





VALE TODA VIDA

La Cámara de Diputados de la Nación ha aprobado el proyecto de despenalización del aborto. Nos duele como argentinos esta decisión.

Pero el dolor por el olvido y la exclusión de los inocentes debe transformarse en fuerza y esperanza, para seguir luchando por la dignidad de toda vida humana.

Seguimos sosteniendo la necesidad que en el debate legislativo que continúa, pueda haber diálogo. La situación de las mujeres frente a un embarazo no esperado, la exposición a la pobreza, a la marginalidad social y la violencia de género, siguen sin tener respuesta. Simplemente se ha sumado otro trauma, el aborto. Seguimos llegando tarde.

Tenemos la oportunidad de buscar soluciones nuevas y creativas para que ninguna mujer tenga que acudir a un aborto. La Cámara de Senadores puede ser el lugar donde se elaboren proyectos alternativos que puedan responder a las situaciones conflictivas, reconociendo el valor de toda vida y el valor de la conciencia.

Es necesario un diálogo sereno y reflexivo para responder a estas situaciones. Vivir el debate como una batalla ideológica nos aleja de la vida de las personas concretas. Si sólo buscamos imponer la propia idea o interés y acallar otras voces, seguimos reproduciendo violencia en el tejido de nuestra sociedad.

Como Pastores, este último tiempo nos ha servido para reconocer debilidades en nuestra tarea pastoral: la educación sexual integral en nuestras instituciones educativas, el reconocimiento más pleno de la común dignidad de la mujer y el varón, y el acompañamiento a las mujeres que se ven expuestas al aborto o que han sido atravesadas por dicho trauma. Todas estas son llamadas de la realidad que nos convocan a una respuesta como Iglesia.

Queremos agradecer a todas las personas que, con auténtico respeto hacia el otro, han expresado sus ideas y convicciones aunque hayan sido distintas a las nuestras.

Valoramos la honestidad y valentía de todos aquellos que en distintos ambientes de la sociedad han sostenido que vale toda vida y, de un modo particular, a los legisladores que han expresado esta mirada.

Con humildad y coraje, nos proponemos seguir trabajando en el servicio y el cuidado de la vida.

Que María de Luján, que conoció la incertidumbre de un embarazo inesperado, interceda por el Pueblo argentino, especialmente por todas las mujeres que esperan un hijo, y por todos los niños y niñas que están en el vientre de su madre.+

Buenos Aires, 14 de junio de 2018

Comisión Ejecutiva
Comisión Episcopal de Laicos y Familia (CELAF)
Conferencia Episcopal Argentina

miércoles, 13 de junio de 2018

La fe católica disminuye en el mundo





Por Aciprensa | 13 junio, 2018

Casi la mitad de los católicos se encuentran en América, el 13,3% en Brasil. África sigue siendo un lugar de crecimiento. Disminuye ligeramente el número de sacerdotes. Son los datos que se desprenden tras la publicación del Anuario Pontificio.

La Tipografía Vaticana publicó ayer 12 de junio el Anuario Pontificio 2017 y el Anuario de Estadísticas de la Iglesia 2015, en donde se dan a conocer las últimas cifras sobre el número de católicos en todo el mundo.

Entre las cifras más importantes, presentamos estas cinco:

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1.- Hay 1299 millones de católicos, que suman el 17,67% de la población mundial



En el año 2015 esa cifra era de 1285 millones. Aunque el aumento ha sido de 14 millones, en porcentaje se aprecia una ligera disminución ya que se pasó del 17,73% de la población del mundo al 17,67%.

En abril de 2015, el Pew Research Center publicó una investigación que señalaba que la población cristiana (católicos y otras denominaciones) llegaba a 2300 millones, seguidos por los musulmanes con 1800 millones, y los que afirman no tener religión con 1200 millones de habitantes.

El mismo estudio indica que para el año 2035 los musulmanes superarán en nacimientos a los cristianos con 235 y 224 millones respectivamente.

2.- América tiene al 48,6% de católicos



De este porcentaje, informa el diario del Vaticano, L’Osservatore Romano, el 57,5% está en América del Sur.

Europa aparece en segundo lugar con casi 22%, mientras que en África está el 17,6%, seguido de Asia con el 11%.

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Oceanía, con un aproximado de 10 millones de católicos, aparece en último lugar con un aproximado de 0,76%.

3.- Brasil es el país con más católicos en el mundo

En Brasil viven alrededor 173,6 de millones de católicos, lo que representa el 13,3% de fieles del mundo y el 27,5% de América del Sur.

4.- Hay 687 sacerdotes menos



El año 2016 marca un descenso en el número de sacerdotes respecto a 2015. Ahora hay 687 presbíteros menos ya que los sacerdotes pasaron de ser 415,656 a 414,969.

De los sacerdotes, el 67,9% pertenece al clero diocesano, mientras que el otro 32,1% es parte del clero religioso.



5.- El aumento de los católicos se debe a África

L’Osservatore Romano explica que África, con el 17,6% de los católicos del mundo, se caracteriza por “una difusión de la Iglesia Católica muy dinámica: el número de católicos pasó de poco más de 185 millones en 2010 a más de 228 millones en 2016, con una variación de 23,2%”.

En África, la República Democrática del Congo está en el primer lugar de católicos con más de 44 millones, seguidos por Nigeria con 28 millones; y Uganda, Tanzania y Kenia que registran cifras similares.

Artículo publicado en Aciprensa (gráficos de Fiorella Garrido)

lunes, 11 de junio de 2018

Creí, por eso hablé





Homilía de monseñor Héctor Aguer, arzobispo emérito de La Plata, en la Misa de despedida de la arquidiócesis

(Iglesia catedral, 10 de junio de 2018)

Aica, 11-6-18

El Génesis, primer libro de la Torá hebrea, comienza con la palabra Bereshit, en el principio. El texto, en el que se transmite la revelación divina sobre la protohistoria de la humanidad, asume tradiciones, estilos y elementos culturales muy diversos, como corresponde a la encarnación de la Palabra. El Evangelio de Juan comienza con la misma expresión: En arjé, en el principio era el Lógos, el Verbo, y este principio es el de la nueva creación. El fragmento del capítulo tercero del Génesis, que escuchamos como primera lectura de esa liturgia, expone las consecuencias dramáticas de lo que la teología católica llama pecado original. La protohistoria da paso a la historia, que empieza mal, con la pérdida de la situación edénica, paradisíaca; la cercanía con Dios queda perturbada por el hombre mismo, que pretende ponerse en el lugar de su creador. Entonces sobreviene el exilio de los desterrados hijos de Eva; habrá que esperar que la Mujer, la nueva Eva, y su descendencia que es Cristo, aplasten la cabeza de la serpiente. Entre tanto, y aun después de la realidad efectiva de la redención de la que gozamos, falta que podamos echar mano, finalmente, al árbol de la vida, en el post exsilium en el que María nos muestre el rostro de Jesús, como aspiramos en la Salve Regina.

Los símbolos que se destacan en el relato genesíaco son ancestrales, tienen raíces en las más diversas culturas. A la luz de la fenomenología de las religiones, la historia comparada de éstas, y sobre todo a la luz de la fe cristiana, las figuras empleadas resultan fácilmente comprensibles. En el ambiente cultural de la época de la redacción, fecha que es todavía discutible, el árbol, la serpiente, la mujer y su relación con el varón corresponden a conceptos arraigados en la experiencia humana, y de valor sagrado. En el libro del Apocalipsis (12, 9) se habla de la antigua Serpiente, llamada Diablo o Satanás, seductor del mundo entero; allí se la identifica también como Dragón. Al lector de la antigüedad no podían sorprenderle estas expresiones, simbólicas o míticas, que hablan de una realidad, la de ese siniestro entrometido en la historia humana, cuya existencia y actuación son indiscutibles para la fe que profesamos; y comprobable en los hechos, en muchísimos hechos que resultarían incomprensibles si se descartara este dato. Quiero decir que el diablo existe.

Las consecuencias del pecado son registradas como un inmediato desequilibrio: el temor ante la voz de Dios, y la conciencia de la desnudez, hoy día desafiada por los estúpidos alardes nudistas en las playas o en las selfies. Aquel miedo, razonable para la razón caída fuera del ámbito restaurado de la fe, puede ser acallado misteriosamente, por ejemplo, en las incredulidades ligeras, contagiosas, de quienes promueven hoy la apostasía de los paganos bautizados, aquí en La Plata.

Es llamativo el orden inverso que el redactor observa al registrar la cobarde acusación del hombre a la mujer, y de esta a la serpiente; y, por otra parte, en la maldición del Creador al tentador, seguido del castigo a la mujer, el dolor del parto y el dominio machista del marido, y la pena que cae sobre el hombre. Y que es ganar el pan con el sudor de su frente. En el original hebreo, al varón se lo llama adam, o ish, y a la mujer, varona, ishshá. El pasaje escogido para esta liturgia omite, de la segunda serie, el castigo del varón y la varona, y concluye con la auspiciosa profecía del triunfo final de la mujer y su descendencia, objeto de nuestra esperanza; ese triunfo resolverá la enemistad que explica en profundidad la dialéctica de la historia humana.

Me he detenido en el comentario del pasaje del Génesis, porque en los domingos del tiempo ordinario, la primera lectura, tomada del Antiguo Testamento –profecía del Nuevo– es elegida para preparar el Evangelio anticipando la temática en éste expuesta.

El texto del capítulo tercero de San Marcos que se ha proclamado exigiría un detenimiento en varias cuestiones que parecen de detalle y que han suscitado problemas en la historia de la interpretación; sin embargo, prefiero centrarme en el mensaje, el kérygma, en relación con el anticipo ofrecido en el pasaje del Génesis. Es la respuesta del Señor a la cuestión ridículamente calumniosa que plantean los escribas judíos, doctores de la Ley, que hurgaban en la Sagrada Escritura. Se encontraba Jesús, probablemente en casa de Pedro. Conocían la actividad taumatúrgica del Señor, que curaba a los enfermos y expulsaba a los demonios del cuerpo de los posesos; no podían negar el carácter extraordinario de los hechos y del poder que los causaba.

Incapaces de reconocer la obra de Dios, o mejor dicho, enceguecidos y empecinados en no hacerlo, lo atribuían al mismo Sátanas, príncipe de los demonios. Belzebul es un nombre discutido; quizá significa “Baal de las moscas”, el dios pagano de Eqrón, con él se quiere indicar al enemigo por excelencia. Jesús refuta el planteo de los escribas con una sencilla parábola, y pronuncia una condenación definitiva contra los blasfemos de la peor especie, los que lo hacen contra el Espíritu Santo. El término blasphemía[c] pasa tal cual al castellano; en el griego clásico significaba ya una injuria, una impiedad contra los dioses. Más técnicamente: eran las palabras que desvirtuaban los ritos como un mal augurio, como una plegaria inconsiderada, como maldición, y se introducían en la ceremonia de un sacrificio religioso.

En el Catecismo de la Iglesia Católica aparecen seis referencias a la blasfemia, una de ellas citando el pasaje que vamos comentando; también para ilustrar la existencia del infierno y su eternidad; otra vez como ejemplo de los actos intrínsecamente malos, siempre gravemente ilícitos por razón de su objeto, y como muestra misma del pecado mortal. Al explicar el segundo mandamiento, el Catecismo extiende la prohibición de la blasfemia [c]a las palabras contra la Iglesia de Cristo, los santos y las cosas sagradas (2148). Resulta ahora que para la tilinguería cultural de la pobre Argentina que vivimos, es una obra de arte la torta que representan a Cristo yacente, y arte en acción el comérsela. La blasfemia hace valer sus derechos al condenar la justa protesta del Cardenal Primado y al reprochar como cobarde la retórica disculpa del Jefe de Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires. Pero volvamos al texto del Evangelio.

Jesús es el hombre fuerte que ató al Enemigo y saqueó sus bienes, esto es, la masa de hombres que él tiranizaba. Por eso recibimos los creyentes el perdón de los pecados y podemos formar parte de la verdadera familia de Jesús, integrada por aquellos que como Él hacen la voluntad del Padre; los que creen, como María, dichosa porque creyó y por eso, por su fiat, fue Madre. Satanás no se dividió, no se levanta contra sí mismo; al contrario, intenta filtrarse por cualquier rendija que encuentra en la Casa de Dios que es la Iglesia, y en el corazón de cada uno de nosotros. La simple comparación evangélica permite advertir la inteligencia, la astucia del Enemigo, que se empeña en una obra de desgaste de nuestra fe, de entibiamiento de nuestro amor; él sabe armar un tinglado para el engaño y cuenta con marionetas ingenuas o voluntarias que ejecutan sus designios.

Cultura se llama al conjunto de conocimientos, modos de vida y costumbres que tienen vigencia en una época o sociedad determinada. Cuando este complejo se descristianiza, y la Iglesia por falta de recursos o por incuria lo abandona, se retira, se recluye, la cultura queda a merced del príncipe de este mundo, del padre de la mentira. Él es un inspirador invencible de ese tipo de diálogo o encuentro en el cual los hombres son inducidos con arte refinado a la blasfemia contra el Espíritu Santo. Solo los santos advierten plenamente, con perspicacia sobrenatural, tan delicadas artimañas, y no le dejan al que te dije el campo abierto.

En el fragmento de la Segunda Carta a los Corintios, que nos presenta también la liturgia de este Domingo, San Pablo habla de su ministerio apostólico, que tiene por base la fe. En ese servicio que el Señor le ha encomendado, el poder de Dios se manifiesta a través de la fragilidad del enviado, que es un recipiente quebradizo de tierra cocida. Un exégeta del siglo XX, el Padre E. B. Állo, comentando esa Carta escribía: el apóstol cree con toda su alma en la acción divina de Cristo en él y por medio de él; por eso no teme hablar, con una apertura y una audacia que escandaliza. Su propósito es defender su manera sin compromisos de predicar el Evangelio.

Pablo cita un versículo del Salmo 115 con el que desea expresar su confianza. Las traducciones actuales del Salterio varían levemente, sin alterar demasiado el sentido. Por ejemplo: Tenía confianza, incluso cuando dije: ‘¡Qué grande es mi desgracia!’; o bien: “yo creía cuando decía: qué desdichado soy”. El texto de la Segunda Carta a los Corintios reproduce la versión griega llamada de los LXX, según la cual el salmista dice epísteusa, diò elálesa: creí, por eso hablé. Del mismo modo entiende el pasaje la Vulgata latina: credidi, propter quod locutus sum. El Apóstol se apropia de esa confesión: también nosotros creemos -dice- y por lo tanto hablamos (2 Cor 4, 13). Muy de lejos, modestamente, me atrevo a sumarme a ese “nosotros”; epísteusa, diò elálesa, yo también: creí, por eso hablé.

Mons. Héctor Aguer, arzobispo emérito de La Plata

domingo, 10 de junio de 2018

El Papa agradece a Gutierrez




Por Carlos Esteban
Infovaticana, | 09 junio, 2018

En su 90 cumpleaños, el sacerdote y teólogo Gustavo Gutiérrez ha recibido una cariñosa felicitación del Papa en la que Francisco le agradece su “contribución a la Iglesia y a la humanidad”. ¿Cuál?

Que Su Santidad mande una cariñosa carta de felicitación a un sacerdote por su 90 cumpleaños es noticia, aunque solo sea porque no es algo que haga habitualmente con todos los sacerdotes longevos, pero una noticia menor. Más significativo, en cambio, es cuando este sacerdote especialmente elegido es Gustavo Gutiérrez, ‘padre’ de la Teología de la Liberación.

La carta es esta:

“Estimado hermano:

Con motivo de tu 90 cumpleaños, te escribo para felicitarte y pasa asegurarte mi oración en este momento significativo de tu vida.

Me uno a tu acodo de gracias a Dios, y también a ti te agradezco por cuanto has contribuido a la Iglesia y a la humanidad, a través de tu servido teológico y de tu amor preferencial por los pobres y los descartados de la sociedad. Gracias por todos tus esfuerzos y por tu forma de interpelar la conciencia de cada uno, para que nadie quede indiferente ante el drama de la pobreza y la exclusión.

Con estos sentimientos, te animo a que sigas con tu oración y tu servicio a los demás, dando testimonio de la alegría del Evangelio.

Y, por favor, te pido que reces por mi.

Que Jesús te bendiga y la Virgen Santa te cuide”.
..............
No es que sea el primer detalle de Francisco con Gutiérrez, con quien Su Santidad se reunió en la Nunciatura Apostólica de Lima durante su último viaje a Perú, donde vive el nonagenario teólogo.

Tampoco es que le hayan faltado buenos amigos en la Curia de Francisco, presentes o pasados. En febrero de 2015, por ejemplo, nada menos que el entonces prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe y hoy cada vez más distante de este pontificado, el Cardenal Gerhard Müller, invitó a Gutiérrez -con quien es coautor de un libro- a hablar en el Vaticano.

Müller hizo en su momento un ‘lavado de imagen’ de este curioso movimiento teológico que dominó la acción eclesial en Latinoamérica durante décadas, asegurando que “está basada en una teología de la palabra y no es una ideología humana”.

En esto hay que decir que el cardenal alemán disiente de San Juan Pablo II, que aprovechó diversas ocasiones para señalar que la teoría marxista había tenido una influencia decisiva -y nefasta- en la obra de Gutiérrez y sus seguidores.

Según el propio Gutierrez, Ratzinger sí “entendía” la Teología de la Liberación, y se la intentó explicar al entonces Papa Juan Pablo.

Y es cierto que Benedicto, como indicó en su momento Gutiérrez, contribuyó a organizar un encuentro de obispos lationoamericanos para discutir la cuestión en Aparecida, Brasil, en 2007, donde el actual Papa fue ponente.

Pero esa interpretación de Gutiérrez se compadece mal con la instrucción que Joseph Ratzinger, en su condición de prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe, hizo pública en 1984 sobre los peligros de este movimiento. En ella, el que luego fuera Papa Benedicto XVI advierte: “Conceptos adaptados acríticamente de la ideología marxista y el recurso a tesis de una hermenéutica bíblica marcadas por el racionalismo constituyen la base de la nueva interpretación que está corrompiendo lo que pudiera haber de auténitoc en el generoso compromiso inicial a favor de los pobres”.

El texto sigue explicando la “desastrosa confusión” del ‘pobre’ de que habla la Escritura con el ‘proletariado’ de acepción marxista, pervirtiendo el significado cristiano y transformando la lucha por los derechos del pobre en lucha de clases. “Para ellos, la ‘Iglesia de los pobres’ significa la Iglesia de la clase que ha tomado consciencia de los requisitos de la lucha revolucionaria como paso hacia la liberación y la cual celebra esta liberación en su liturgia”.

Después de leer las palabras del predecesor de Francisco uno entiende que el actual pontífice se complazca en ser llamado “revolucionario”, aunque la referencia, para otros sectores de la Iglesia, puede resultar más ominosa.

Amazonía


Los medios dan por hecho que el Sínodo de la Amazonía abolirá el celibato sacerdotal

Infovaticana, 10 junio, 2018

Dimos en estas páginas el documento que da el pistoletazo de salida al Sínodo de la Amazonía, un encuentro en el que Su Santidad ha puesto una evidente ilusión y considerable esfuerzo, quizá desproporcionado dalo lo exiguo de la población a la que afecta. Aunque enorme en área, la zona está muy escasamente poblada.

El Sínodo de la Amazonía, un experimento
En el momento de su anuncio, no pocos comentaristas apuntaron que lo que se presenta como núcleo -la evangelización de los nativos- es, en realidad, pretexto, y que su transcendencia para la Iglesia estriba en que servirá de ‘laboratorio’ para una innovación eclesial que lleva décadas proponiéndose desde los sectores más progresistas.

Y, de hecho, aunque el documento inicial no es en ningún momento explícito en este sentido, la prensa secular de todo el mundo, los grandes medios, lo dan por hecho:

Europa Press: ‘El Vaticano afirma que “es urgente evaluar y replantear los ministerios” pensados para mujeres en la Amazonía’

Reuters: ‘Documento vaticano sugiere papel para sacerdotes casados, mujeres en el Amazonas’

Associated Press: ‘Vaticano pide ideas “valientes” para combatir falta de curas’. En este caso, hay que entrar en el texto para descubrir de qué ‘valentía’ estamos hablando: “La Santa Sede alienta el debate sobre si hombres casados de probada virtud -los llamados viri probati- pueden oficiar la misa cuando hay escasos sacerdotes”.

CNN (en español): ‘Vaticano propondría incluir a mujeres y hombres casados en roles sacerdotales’.

Lo dijimos: La “Iglesia con rostro amazónico” pasa por la ordenación de hombres casados.

El documento no hace más que referirse a ideas ‘valientes’, a una ‘acción ministerial inclusiva’ y vaguedades por el estilo, pero quienes organizan y preparan el sínodo han hablado con mayor claridad, por lo que podemos descartar que estas ‘ideas valientes’ se refieran a establecer el tipo de órdenes y congregaciones que están fomentando un mayor número de vocaciones sacerdotales en todo el mundo, como la -ahora defenestrada- Fraternidad de los Santos Apóstoles de Bélgica.

Es el caso de uno de los principales organizadores de la reunión, Erwin Kräutler, Obispo Emérito de la Prelatura Territorial de Xingu, en el estado brasileño de Pará. Kräutler ha dejado muy claro que las reformas a las que vagamente se refiere el documento incluyen los sacerdotes casados y no descarta el sacerdocio femenino.

“No hay nada imposible”, sugiere el obispo Kräutler
Kräutler, cuya mano disciernen mucho tras la encíclica ecológioca Laudato Sì y que ha participado en la redacción del documento preparatorio del sínodo, ha sugerido ya en el pasado la posibilidad de ordenación de mujeres.

En una entrevista concedida en 2016, Kräutler aseguró que la Carta Apostólica Ordinatio Sacerdotalis de 1994, que descarta el sacerdocio femenino y cita el Cardenal Luis Ladaria para insistir sobre esta prohibición ‘in aeternum’, “no es un dogma no tiene siquiera el peso de una encíclica”.


Y preguntado sobre la posibilidad de que se emprenda una revisión de este texto magisterial, el obispo se limitó a responder: “¡Aquí no hay nada imposible!”.

Los dominicos



 desafían el consenso secular en las universidades de élite

(Catholic Herald/InfoCatólica), 9-6-18

 La lucha por el alma de Estados Unidos se está librando, y, al parecer, se pierde en los campus universitarios. Según una encuesta realizada en 2017 por el Pew Research Center, es más probable que los millennials se identifiquen como demócratas que republicanos por un margen de 20 puntos. Una encuesta aún más asombrosa, realizada en 2016, encontró que solo el 37 por ciento tenía una visión «muy desfavorable» del comunismo. El 64 por ciento estuvo de acuerdo con el mantra marxista: «De cada cual según sus capacidades, a cada cual según sus necesidades».

Los cristianos luchan por enfrentar esta tendencia hacia la izquierda que se avecina. La derecha evangélica ha forjado fuertes alianzas políticas con políticos como Donald Trump (que difícilmente puede llamarse tradicionalista) con la esperanza de obtener concesiones sobre la libertad religiosa. Otros han abogado por un retiro de la sociedad dominante, al igual que Rod Dreher en su best-seller The Benedict Option.

Pero la Orden de Predicadores están redoblando sus esfuerzos para retomar el mundo académico. Hace diez años, la Casa de Estudios Dominicana (DHS) en Washington, DC estableció el Instituto Tomístico con el fin de llevar su carisma a los estudiantes estadounidenses y británicos. ¿Qué es ese carisma exactamente? «Compartir con los demás la verdad acerca del Dios a quien contemplamos en nuestros corazones».

Y así lo han hecho. El Thomistic Institute (TI) tiene capítulos dirigidos por estudiantes en 30 campus, incluido Oxford, en asociación con dominicos ingleses. Según el P. Thomas Petri, decano de la Facultad Pontificia de la Inmaculada Concepción del DHS, el Instituto alienta «la formación intelectual sobre temas sustantivos y asuntos que están en juego en la sociedad actual».

De hecho, algunos de sus caminos más importantes últimamente han estado en la Ivy League: esas famosas universidades de élite que son omnipresentes con la política liberal-progresista. Eso no sorprende al P. Dominic Legge, el nuevo Director del Instituto. «Las universidades seculares contemporáneas no siempre hacen un buen trabajo al abordar las preguntas existenciales más importantes de los estudiantes», me dijo por correo electrónico.

«Hemos encontrado que los estudiantes se sienten muy capacitados cuando pueden traer un orador al campus que aborda las preguntas que otros profesores no tocan, especialmente si se hace de una manera inteligente y responsable, aprovechando las riquezas de la tradición intelectual cristiana».

Asistí a un simposio del Instituto Tomista en Harvard en marzo sobre el tema «Liberalismo y cristianismo». Los oradores incluyeron algunos nombres importantes (y controvertidos) de la derecha estadounidense, incluidos RR Reno de First Things y Julius Kerin de American Affairs. Esperaba interrupciones, o al menos protestas. Sin embargo, la conferencia se desarrolló sin problemas. No hubo ni una sola burla, ni una pregunta grosera y puntiaguda durante la sesión de preguntas y respuestas.

¿Cuál es su secreto? El Instituto Thomistic no necesita irritar a los izquierdistas para generar debate. Su estilo de catolicismo gentil pero intelectualmente riguroso es tan ajeno a la experiencia de muchos estudiantes que no pueden resistir la oportunidad de conocerlos. Según el predecesor de Legge, el padre Thomas Joseph White, los estudiantes a menudo acuden a su universidad para preguntar sobre la fe. «Las preguntas que generalmente encontramos se refieren a la compatibilidad de la ciencia y la religión, y la naturaleza de las afirmaciones objetivas de la verdad moral, pero también hay un gran interés en el dogma católico básico», me dijo.

Los dominicos, la orden religiosa más intelectual excepto, tal vez, los jesuitas, son los únicos en evangelizar en este clima. «La mayoría de los estudiantes tienen poca capacitación formal en teología o, en algunos casos, incluso en catequesis básica, pero son intelectualmente sofisticados», continúa el P. White. «Tratamos de dar las introducciones a la teología de una manera apropiadamente adecuada a su nivel. Esto ha demostrado ser bastante popular».

Entonces, incluso los estudiantes no católicos están agradecidos por este remanente de la idea de una universidad del cardenal John Henry Newman. En su libro del mismo nombre, Newman escribió que la educación terciaria «le da a un hombre una clara visión consciente de sus propias opiniones y juicios, una verdad al desarrollarlos, una elocuencia para expresarlos y una fuerza para exhortarlos».

Deberíamos notar que la «idea» de Newman no se trata del discurso por sí mismo. Aquellos que critican los prejuicios izquierdistas en el campus a menudo lo hacen en nombre de una especie de relativismo. Cristianismo o marxismo, conservadurismo o socialismo: todos deberían ser tratados como igualmente válidos. Otra cosa es proporcionar un foro para el debate cuyo objetivo es evitar el error y afirmar la verdad. Luego TI entra en la refriega, como Jenofonte, superado en número en un país hostil, preparado para luchar en nombre de la fe.

El renacimiento intelectual católico que estos dominicos están llevando a cabo es ciertamente asombroso. También podría ser un modelo funcional para las universidades católicas: en lugar de diluir la Fe, pueden abrazarla con consideración y caridad.

Pero la misión del Instituto también tiene implicaciones para los no católicos. Pocas otras instituciones están dispuestas a oponerse a esta nueva cultura académica, que se aleja cada vez más del debate por temor a ofender a una u otra parte. Mientras el Instituto Tomista permanezca en la refriega, la guerra por los campus de América continuará.

sábado, 9 de junio de 2018

El proceso de beatificación y canonización



Por: Pedro María Reyes Vizcaíno | Fuente: Catholic.net

Por canonización se entiende el acto pontificio por el que el Santo Padre declara que un fiel ha alcanzado la santidad. El proceso de canonización es uno de los procesos especiales que están regidos por una norma específica. Por la canonización, se autoriza al pueblo cristiano la veneración del nuevo santo de acuerdo con las normas litúrgicas. La canonización actualmente es un acto reservado exclusivamente a la autoridad pontificia. 

Pero -sin dejar de ser de competencia exclusiva del Pontífice- al acto de la canonización precede un verdadero proceso judicial de los más rigurosos que existen en el mundo. Baste decir que una causa de canonización se desarrolla generalmente durante decenios, y no es extraño encontrar causas que han durado siglos; para llegar a la canonización de un fiel se siguen varios procesos ante diversos tribunales -muchas veces en países distintos- e intervienen diversos organismos de la Santa Sede. Con el paso de los años, hasta llegar a la declaración de canonización, pueden haber intervenido decenas de jueces y oficiales especializados de la Santa Sede que examinan con detalle todos y cada uno de los pasos que se han dado.

El acto de canonización se suele celebrar en una Misa presidida por el Papa, y constituye una de las ceremonias más solemnes de la Iglesia Católica. Hasta fechas muy recientes las canonizaciones se han celebrado siempre en el Vaticano -en la Basílica de San Pedro, o en la plaza de San Pedro si la congregación de fieles es muy numerosa- pero Juan Pablo II ha celebrado varias canonizaciones en sus viajes apostólicos, y en algunos casos la canonización ha supuesto uno de los acontecimientos más importantes en la memoria colectiva de una nación: así ocurrió con la canonización del Hermano Pedro (San Pedro de Bethencour) en Guatemala, o la de San Juan Diego en México.

Canon 1403 § 1: Las causas de canonización de los Siervos de Dios se rigen por una ley pontificia peculiar.

El procedimiento que se debe seguir en las causas de canonización está recogido actualmente en la Constitución Apostólica Divinus perfectionis Magister, de 25 de enero de 1983 (AAS 75 (1983) 349-355) y en las Normae servandae in inquisitionibus ab episcopis faciendis in causis sanctorum promulgadas por la Congregación para las Causas de los Santos el 7 de febrero de 1983 (AAS 75 (1983) 396-403). Estas normas modifican y actualizan lo relativo a las causas de canonización, normas que recogen a veces experiencias muy antiguas.

En una causa de canonización de un fiel, se desarrollan varios procesos. En primer lugar, se debe proceder a la beatificación, que a su vez -normalmente- requiere dos procesos, uno de virtudes heroicas y otro por el que se declarar probado que Dios ha obrado un milagro por intercesión del fiel que se pretende beatificar. Una vez beatificado, para proceder a la canonización se debe declarar probado un nuevo milagro por intercesión del beato. 

A continuación se describe el proceso de beatificación y canonización.

Fase previa al proceso de beatificación
La Iglesia pide que se introduzcan causas de beatificación de fieles que hayan fallecido con fama de santidad, y que ésta sea constante y difundida en diversos lugares. Por ello, para introducir una causa de beatificación se exige que transcurra un plazo. El derecho exige actualmente que haya transcurrido un plazo de cinco años desde la muerte del fiel, y que no hayan pasado cincuenta años. Anteriormente el plazo era de más de cincuenta años; la legislación actual ha decidido reducir el plazo para evitar la desaparición de pruebas. En este tiempo, y hasta que se proceda a su beatificación, la Iglesia prohibe que bajo cualquier aspecto se dé siquiera la apariencia de culto público al fiel que ha muerto con fama de santidad.

Quienes deseen promover la beatificación de un fiel, pueden editar y distribuir estampas, hojas informativas y otros impresos en las que se contengan oraciones al fiel, pero en ellos debe constar la finalidad de la devoción privada de dicho material impreso.
La espera de cinco años o más, sin embargo, puede ser muy fructífera. Los promotores de una causa de beatificación pueden aprovechar estos años para recoger testimonios de personas que conozcan la vida del candidato a santo, así como para redactar una biografía de exquisito rigor histórico y con buen aparato crítico y cuidada documentación, que eventualmente pueda servir para presentarla en los procesos competentes. Además será muy útil que difundan la devoción privada al fiel cuya canonización desean promover. Se suele hacer mediante la difusión de estampas u hojas informativas, y actualmente se incorporan nuevos medios: documentales y vídeos, páginas web, etc. También se pueden editar libros y folletos, como la biografía que se ha preparado para el proceso, u otras más sencillas para la divulgación, con tal de que sean rigurosamente históricas.
Fase diocesana del proceso de beatificación

Existen dos vías para la beatificación: se puede introducir un proceso de beatificación por virtudes heroicas, o bien puede incoarse un proceso de martirio. Los recorridos procesales, en ambos casos, son distintos.

El proceso de beatificación por la vía de virtudes heroicas tiene como finalidad la declaración de que el fiel vivió las virtudes cristianas en grado heroico. Al introducir el proceso, se establece la duda procesal de si el fiel vivió las virtudes cristianas en grado heroico. Mientras que si el proceso se desarrolla por la vía de martirio, la duda sobre la que se establece el proceso es si el fiel sufrió martirio por su fe.
En todo proceso -y también en el de beatificación y de canonización- hay un actor, que es quien asume la responsabilidad de impulsar el proceso hasta terminarlo. Puede ser actor del proceso de beatificación cualquier persona, física o jurídica, aunque en estos procesos, dados los grandes plazos de tiempo que se requieren, lo normal es que sea una persona jurídica: una diócesis, la familia religiosa a la que pertenecía el fiel, etc. En algunos casos se han constituido Asociaciones con el fin de promover la beatificación y canonización de una persona que han sido quienes se han personado como actores. Quien desee promover una canonización, ha de tener en cuenta que es una tarea que excede a una sola persona, por los plazos de tiempo que requiere y por el trabajo que exige.

El actor, además, ha de nombrar un postulador de la causa. El postulador tiene la función de representar al actor en la causa: es él quien de hecho se encarga de impulsar la causa. Según las Normae servandae, promulgadas por la Congregación para las Causas de los Santos, el Postulador debe residir en Roma en el momento en que la causa se lleve a la Congregación. Pueden ser Postuladores sacerdotes, miembros de Institutos de Vida Consagrada o laicos, peritos en historia, teología y derecho canónico y expertos en la práctica de la Congregación. Se pueden nombrar Vicepostuladores, que ejercen sus funciones en las diversas partes del mundo como delegados del Postulador.

El tribunal competente para iniciar la causa de beatificación es el del lugar en que ha fallecido el fiel (Normae, 5, a). El postulador ha de presentar una biografía del fiel, todos los escritos del fiel -publicados e inéditos, como cartas, notas de conciencia, etc.- y una lista de personas que puedan testificar sobre la vida del fiel. También ha de añadir las razones que avalan la petición: difusión de la devoción privada, atribución de favores por su intercesión, etc. Desde el momento de la introducción de la causa, al fiel cuya canonización se pretende se le llama siervo de Dios. El hecho de que un fiel sea siervo de Dios no prejuzga de ningún modo su santidad; es más, se pueden ofrecer sufragios (Misas de difuntos y oraciones) por su alma.

Una vez introducida la causa por el actor, el Obispo ha de designar censores teólogos que examinen los escritos del siervo de Dios, los cuales deben certificar que en ellos no se contiene ninguna doctrina contraria a la fe y a las buenas costumbres. Una vez examinados los escritos, y si el examen de los escritos es negativo (no hay nada contrario a la fe y las buenas costumbres), el Obispo debe tomar la decisión de abrir o no el proceso. De todas maneras, si urge tomar declaraciones a los testigos para que no se pierdan pruebas, se puede seguir adelante sin esperar a que los censores emitan su dictamen. Esto es importante en las causas de siervos de Dios que tienen muchos escritos.
La decisión de Obispo debe tener en cuenta el bien de la Iglesia universal, para lo cual le puede ayudar conocer la fama de santidad del siervo de Dios y la difusión de su devoción. Si decide que la causa de beatificación se inicie, promulga un decreto por el que constituye un tribunal, nombrando al menos un juez y un promotor de justicia. El promotor de justicia tiene la función de buscar la verdad del caso: a veces se le ha designado “el abogado del diablo”, porque en otras épocas no buscaba la verdad, sino que su función era poner dificultades. Muchas veces participa también en el tribunal un secretario-notario. En el decreto el Obispo ordena también la recogida de pruebas y de testimonios.

El objetivo del proceso es establecer si el siervo de Dios vivió en grado heroico las virtudes cristianas y su fama de santidad; para ello se examina la vida del siervo de Dios, y se intenta averiguar, por los hechos de su vida, el modo de vivir las virtudes. Nótese que importan poco los hechos extraordinarios que puede haber habido en la vida de un siervo de Dios: una causa en las que el postulador aporte sólo hechos extraordinarios, y no aporte pruebas del modo en que el siervo de Dios vivió las virtudes, difícilmente prosperará. Existe la práctica de considerar que se han vivido las virtudes heroicas, si el siervo de Dios luchó por vivirlas al menos los últimos cinco últimos años de su vida. Este criterio se ha flexibilizado recientemente en las causas de niños.

Naturalmente, lo dicho vale para las causas por virtudes heroicas: si la causa es de martirio, se centrará en el momento de la muerte del siervo de Dios, pues se trata de demostrar que murió por odio a la fe. No importarán, por lo tanto, el modo de vivir las virtudes heroicas. Las pruebas que se han de aportar se referirán, por lo tanto, al momento de su muerte.

Una vez constituido el tribunal, en él se interrogan a los testigos, los cuales preferiblemente deben ser de visu (de vista); si no existen, o alguno aporta datos importantes, se pueden proponer testigos ex auditu (de oído). Se deben proponer un número notable de testigos que no pertenezcan al mismo instituto de vida consagrada del siervo de Dios, si es el caso, y también a personas contrarias a la causa.
Una vez terminada la fase probatoria, se redacta un documento en el que se examinan los datos recogidos (la llamada positio) y se envían todas las actas a la Congregación para las Causas de los Santos.

Fase romana del proceso de beatificación
En la Santa Sede es competente la Congregación para las Causas de los Santos. Dentro de la Congregación, existe un Colegio de Relatores. Su función es recibir las causas que llegan e impulsarlas, de acuerdo con las normas de la propia Congregación y con el máximo rigor.
Una vez recibida la causa, se asigna a uno de los Relatores, el cual preparara las ponencias sobre las virtudes o sobre el martirio del Siervo de Dios. Esta tarea se suele prolongar durante muchos años, pues depende ante todo de la importancia de las causas; y la importancia la determina principalmente la fama de santidad. Por eso si el postulador quiere impulsar un causa, puede recoger relatos de favores atribuidos a la intercesión del siervo de Dios, si es posible con documentación que avalen el milagro como informes médicos, declaraciones juradas, etc. También son útiles otros documentos que avalen la fama de santidad, como cartas que escriben los fieles. Otro hecho que impulsa la causa es que se haya iniciado ya el proceso de un presunto milagro.

La ponencia sobre las virtudes o sobre el martirio se presenta a la Comisión de Teólogos, los cuales emiten su voto. Si éste es favorable, se entrega a los Cardenales y Obispos miembros de la Congregación. Si su voto también es favorable, se presenta al Santo Padre la propuesta de que se apruebe el decreto de virtudes heroicas del siervo de Dios: una vez aprobado, el siervo de Dios recibe el título de Venerable. 

Las normas litúrgicas no permiten dar ningún culto a los siervos de Dios declarados Venerables, pero desde el momento de su declaración han de cesar los sufragios por su alma, puesto que la Santa Sede ha juzgado que ha vivido en grado heroico las virtudes cristianas.

Si la causa de beatificación se sigue por vía de martirio, no se procede a la declaración de Venerable. Como se sabe, para la beatificación de los mártires no es necesario el proceso del milagro. Una vez aprobada la ponencia por las dos grupos -Comisión de Teólogos y Congregación de Cardenales y Obispos- se presenta al Santo Padre, el cual, si lo estima conveniente, procederá a promulgar el decreto por el que se aprueba el martirio del siervo de Dios, y ordenará su beatificación.

El proceso del milagro
Es competencia del Obispo del lugar en que haya ocurrido la investigación del milagro que se atribuye a la intercesión de un siervo de Dios. Se considera milagro a estos efectos un hecho que no es explicable por causa naturales, y que se atribuye a la intercesión de un siervo de Dios. La mayoría de los milagros son de naturaleza médica, pero es posible investigar milagros de otro tipo; en cualquier caso, el milagro debe ser físsico: "la práctica ininterrumpida de la Iglesia establece la necesidad de un milagro físico, pues no basta un milagro moral", según recordó Benedicto XVI en el Mensaje al prefecto de la Congregación para las Causas de los Santos. Así, un milagro no médico que ha valido para una beatificación ha sido una multiplicación de arroz: a modo semejante a la multiplicación de los panes y los peces, una gran multitud pudo comer con el contenido de un poco de arroz. El hecho ocurrió el 25 de enero de 1949 en Olivenza (Badajoz, España) por intercesión de San Juan Macías, y de tres tazas de arroz echados en una olla salieron bastantes ollas de arroz hervido. Fueron testigos todos los habitantes del pueblo. El milagro sirvió para la canonización del santo.

Al igual que en el proceso de virtudes heroicas, el postulador iniciará el proceso en el tribunal competente y propondrá las pruebas pertinentes. En el caso de milagros médicos, son útiles las pruebas médicas anteriores a la curación y posteriores, así como el testimonio de los médicos. No se debe olvidar demostrar que la curación fue por intercesión del siervo de Dios: deberá testificar, por lo tanto, la persona que haya pedido el favor al siervo de Dios (que puede ser el beneficiado por el milagro, u otra persona).
Sólo serán relevantes los milagros que bajo ningún aspecto pueda ser explicable por causas naturales. En el caso de las curaciones, por ejemplo, se debe descartar una curación por causas médicas que aún no se explican, pero quizá algún día se conocerán. El postulador deberá buscar asesoramiento de un buen médico con recto criterio antes de iniciar el proceso.

Al igual que en el proceso ordinario, se redacta una positio y se envían las actas a la Congregación para las Causas de los Santos. En este caso, sin embargo, no se interviene un relator. Los milagros atribuidos se estudian en una Comisión de peritos (que será de médicos, si el favor es una curación), después en un Congreso especial de los teólogos, y por fin en la Congregación de los padres cardenales y obispos. Si los informes de los tres grupos es favorable, se presenta al Papa, que es quien tiene la competencia de determinar lo que sea conveniente.

Si el Santo Padre lo estima conveniente, emite un decreto por el que se aprueba el milagro y se ordena la beatificación. Tanto en este caso, como si la beatificación es de un mártir, la fecha de la beatificación se decidirá más adelante en un Consistorio de Cardenales.
Para la beatificación, el Papa suele designar un Cardenal que la realice en su nombre. Desde el Año Santo de 1975, Pablo VI comenzó a realizar personalmente las beatificaciones, costumbre que continuó Juan Pablo II. Benedicto XVI ha retomado la norma de delegar a Cardenales la beatificación de los siervos de Dios.

El 29 de septiembre de 2005, la Congregación para las Causas de los Santos emitió un comunicado en el que indica que la beatificación, siendo un acto pontificio, será realizada por un Cardenal en nombre del Santo Padre, que normalmente será el Prefecto de la misma Congregación. De acuerdo con estas normas, el rito tiene lugar en la diócesis que ha promovido la beatificación o en otro lugar considerado idóneo, aunque a petición de los Obispos puede ser en Roma. La beatificación se celebra dentro de la celebración eucarística.

La canonización
Una vez beatificado el siervo de Dios, para llegar a la canonización se debe hacer un nuevo proceso. El procedimiento para la canonización es similar para los beatos mártires y los beatos por vía de virtudes heroicas.
En la canonización se espera a la intervención de Dios: es decir, lo que se debe probar es que ha habido un milagro atribuible a la intercesión del beato. Por lo tanto, se requiere un milagro para proceder a la canonización de un beato. El milagro debe ser posterior a la beatificación. Si se da un hecho extraordinario que puede ser milagro, se procede de modo similar al milagro anterior a la beatificación: se inicia un proceso de milagro, que es similar al proceso del milagro para la beatificación. Vale por lo tanto todo lo dicho en su lugar. Una vez terminado el proceso en el que se prueba que ha habido un milagro, el Santo Padre -si lo estima procedente- promulgará el decreto por el que se ordena la canonización, y la fecha se decide en un Consistorio de Cardenales.

Por lo tanto, para proceder a la canonización de un siervo de Dios, se ha debido probar en juicio que ha habido dos milagros. Sin embargo, si el proceso es por vía de martirio, se debe probar sólo un milagro.