Aica, 19 Ago
2015
El arzobispo de La Plata, monseñor Héctor Aguer,
advirtió que "en la Argentina, en nuestra sociedad farandulizada de la
modernidad líquida nos farandulizan, también a nosotros, los católicos... El
Señor nos advirtió que todas las naciones nos odiarían a causa de su nombre.
Pero en esta Argentina líquida ni siquiera eso... ¡nos toman en solfa!"
Al presidir en el monasterio carmelita Regina Martyrum
y San José la solemnidad de la Asunción de María, y la profesión solemne de la
hermana María de los Ángeles de Jesús Sacramentado OCD, el prelado elogió la
tarea de esa congregación religiosa y se refirió a la banalización que se hace
de ella en ciertos medios.
"En estos días -indicó- hace furor, en sus
versiones teatral y televisiva una novela titulada 'Esperanza mía', que
presenta el amorío de un curita y una monjita -así en diminutivo, así de
infantil y adolescente-, y destinada a corromper subrepticiamente a la platea
infantil y adolescente".
El arzobispo platense cuestionó que la farándula
“jamás” busque representar los dramas, las luchas y las muertes del amor
verdadero y del pecado.
“La obra es un éxito de taquilla y de pantalla, y para
completar el fenómeno de economía de mercado el disfraz de monja es reclamado
por las niñas, y por supuesto las mamás se lo compran; hay medidas para las
chicas entre tres y trece años, y se venden a un precio triple al de cualquier
otro disfraz. He leído que un sociólogo califica así este boom de la moda: hay
una reapropiación sarcástica del traje de monja", graficó.
"Lo que ocurre hoy aquí (la profesión solemne de
la religiosa) es algo extraño, misterioso, incomprensible para la inmensa
mayoría de la gente. Una mujer joven elige encerrarse aquí para siempre, elige
la soledad y el silencio, promete dedicarse -subrayemos otra vez: para siempre-
a la oración asidua, a una generosa penitencia, al trabajo humilde, a las obras
santas. El mundo no puede entender esto; me refiero a la noción bíblica,
evangélica, de mundo, que habría que recuperar sin falsos pudores",
aseveró.
La vida monástica en un rincón platense
Monseñor Aguer destacó que "este monasterio es
hoy, notoriamente, un rincón ínfimo, una periferia social y existencial. No
cabe en el mundo de la 'modernidad líquida', que describió el sociólogo Zygmunt
Bauman. La decisión de la Hermana María de los Ángeles de Jesús Sacramentado,
más allá del ensayo previo, del estadio provisorio de su consagración, la hace
ser radicalmente ella misma, ser definitivamente lo que Dios pensó de ella. Su
elección es un acto por excelencia de la fe, que la conecta singularmente con
la eternidad”.
“Nuestra Hermana elige la eternidad y empieza a vivir
en ella... Se me ocurre que lo dicho ilustra qué significa votos perpetuos, los
que ella profesa solemnemente; la perpetuidad de una promesa, de una elección,
que en el acto mismo de profesarlos, como una flecha atraviesa el tiempo y se
clava en la eternidad. Abandona la indiferencia de lo universal y recala en lo
singularísimo de lo personal, se hurta a la fluidez de lo relativo y se somete
a lo absoluto de la Verdad", añadió.
Para reafirmar el don que es para la Iglesia la
consagración, monseñor Aguer tuvo emotivas palabras para la religiosa que hizo
sus votos perpetuos; correntina, de 25 años, y formada durante cinco años para
este acontecimiento.
"Es perfectamente compatible -enfatizó- la
seriedad de lo que estamos haciendo aquí, la sencilla y tremenda seriedad, con
la verdadera alegría, con el gozo en el Espíritu Santo. Como corresponde a la
vocación cristiana y, después de todo, a la aventura de la vida humana. No solo
es compatible, sino complementario, inseparable, necesario lo uno y lo otro.
Por eso estamos tan contentos, porque nos damos cuenta de lo que esta
consagración significa para el monasterio, para la Arquidiócesis, para la
Iglesia entera, para el mundo que sin saberlo tiene sed de redención. Es la
grandeza de la pequeñez.
"Hermana María de los Ángeles de Jesús
Sacramentado -concluyó-: quedás colgada de la gracia de Dios, sobre el abismo;
que no hay sin coraje consagración verdadera. Pero la Virgen Santa desde el
cielo, donde está corporalmente glorificada, te mira y te sonríe”.
Veinte son las carmelitas del monasterio Regina
Martyrum y San José, de la calle 7 y 35, de La Plata. La menor de ellas tiene
18 años, y la mayor, 90.
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