viernes, 7 de febrero de 2014

Entrevista



La mayor revolución política: la libertad de educación.

Entrevista al Arzobispo Giampaolo Crepaldi.

Stefano Fontana

Observatorio Van Thuan, 07-02-2014

Excelencia, es casi una obligación dedicar este Caminetto a la situación de la escuela, por dos motivos. Primero por el Mensaje que ustedes los Obispos del Triveneto han publicado recientemente sobre la educación (véase el número pasado de Vita Nuova). Y en segundo lugar porque la Iglesia italiana se prepara para un encuentro, el próximo 10 de mayo, con el Papa Francisco precisamente sobre el tema de la escuela. El aspecto central es el problema de la libertad de educación de las familias.

Sobre la escuela hablo con gusto. La emergencia educativa había sido señalada con gran preocupación por Benedicto XVI. En su origen —dijo— se encuentra la crisis antropológica: ya no sabemos quién es el hombre al que queremos educar. El Observatorio Cardenal Van Thuân, del que soy presidente, ha advertido que ya hemos excedido la emergencia educativa y ahora nos enfrentamos a la alarma educativa, ya que ha ingresado abruptamente en la escuela una ideología que pretende educar a un niño o un joven abstracto, ni varón ni mujer, privados de una identidad sexual natural con el pretexto de respetar todas las orientaciones sexuales. 

Finalmente hemos intervenido nosotros los obispos del Triveneto para señalar el grave problema y para poner en guardia frente a una ola que trae el riesgo de distorsionar el sentido de la educación de nuestros niños y jóvenes. Es lógico que, dado este contexto, regrese con una fuerza extraordinaria el problema de la libertad de educación de las familias.

Libertad de educación significa dar a las familias la posibilidad de ser realmente protagonistas de la educación de sus hijos, que no son súbditos de un Estado que impone un pensamiento único, sino personas abiertas a la verdad. ¿Cómo ve este gran problema?

Si la integración se lleva a cabo en la escuela estatal, como sucede hoy, su proyecto educativo debería perder fuerza y diluirse; sin embargo si la integración ocurre en la sociedad civil con la participación de la familia, entonces la integración ganaría fuerza, y así las familias espirituales de la sociedad podrían desarrollar propuestas educativas según sus legítimas aspiraciones. 
La mayor revolución a hacerse en Italia es la de la escuela. Y sería una revolución no sólo educativa, sino política en el sentido más profundo del término. Provocaría entusiasmo, participación, compromiso, adhesión a ideales, estimularía la comparación y, sobre todo, la capacidad de dar respuestas, que luego se extenderían positivamente a otros campos de la vida social. Se favorecería la iniciativa cultural, la expresión de ideas, la movilización popular, el asumir responsabilidades, el debate sano de ideas.

En Italia se sigue pensando que la síntesis debe realizarse en el Estado. En cambio usted propone la centralidad de la sociedad civil. Pero ¿la sociedad civil está lista? ¿Las familias son capaces de hacerse cargo responsablemente de espacios de subsidiariedad?

Nada en Italia será como antes si se implementa esta revolución educativa. Los modelos empleados ya en otros países y que pueden ser aplicados son muy diversos. Es la esencia lo que importa: la síntesis no se realiza en el Estado sino en la sociedad civil. De este modo también la sociedad civil se perfecciona. Para realizar una síntesis hay que estar en capacidad, pero si no se realiza, entonces nunca se podrá desarrollar esa capacidad. La sociedad civil seguirá estando siempre subordinada, presente en las palabras, pero realizando una función solo complementaria en relación al Estado y, por tanto, a la política estrictamente entendida. La liberación, y la mayoría de edad de la sociedad civil pasa, antes que nada y esencialmente, por la responsabilidad educativa. Es por la capacidad de dar una propuesta a nuestros hijos, para su futuro, que se evidencia la forma cómo asumimos la responsabilidad y se define nuestra propia identidad de familias y grupos sociales. Si la propuesta sólo la hace el Estado, las identidades culturales se debilitan y la sociedad civil pasa a ser fluida e inconsistente.

¿En qué sentido el monopolio estatal de la educación es negativo?
¡Cuántas actitudes de cómplices, en lugar de protagonistas, están relacionadas con la persistencia del monopolio estatal de la educación! Burocracia, uniformismo y conformismo, inercia, esperas interminables, revanchismos, dependencia de las circulares y las clasificaciones, prevalencia de los aspectos cuantitativos sobre los cualitativos. En lugar de esto cuánta energía ciudadana se desplegaría a través de la libertad de educación. 

Se recompensaría el mérito y el compromiso, se vería revalorada la formación permanente y la actualización, se transferiría a las familias la evaluación sustancial de la enseñanza. Estrechamente ligado al monopolio escolar estatal hay una gran cantidad de grupos corporativos y de posiciones rentables. Cambiar esta situación es algo dificilísimo precisamente por esas enormes resistencias, pero los católicos deberán plantearse este objetivo, aunque difícil, como primario. Estas ideas mías no afectan a las personas individuales. Muchos dirigentes y profesores están fuertemente comprometidos en el plano personal, pero el sistema tiene estos límites.

Usted acaba de mencionar a los católicos. ¿Por qué los católicos deberían esforzarse por la libertad de educación?
Porque si no contamos con un lugar en el que la libertad de nuestros niños y jóvenes se encuentre con la verdad, se hará imposible que ellos puedan encontrarse con Cristo. Este lugar debe ser un lugar público porque la verdad es de todos y la libertad implica la relación. Público, pero no limitado a lo estatal. La escuela estatal no es propiamente pública, porque se ve obligada a reducir el alcance de su relación con la verdad. La primera libertad es la libertad de educar, cuando nos la quitan, nos quitan todo. Sin esta libertad también se ve comprometido el rol público de la fe católica, que sería admisible sólo en ámbitos restringidos o incluso privados.

Sin embargo entre los católicos todavía tiene mucho apoyo la escuela estatal única.
No se trata de desmantelar la escuela estatal, sino de buscar la manera en que ya no sea la única. Si la integración se lleva a cabo en la escuela estatal, como sucede hoy, su proyecto educativo debería perder fuerza y diluirse; sin embargo si la integración ocurre en la sociedad civil con la participación de la familia, entonces la integración ganaría fuerza, en la sana competencia y la planificación.

¿Mayor autonomía y libertad darían además una educación de calidad superior? ¿Por qué?
Todo el País tiene necesidad de esta revolución política. El retraso de nuestra escuela está bajo los ojos de todos debido a que afecta la capacidad de preparar y orientar a los jóvenes para las profesiones, y por la caída del nivel de calidad en lo estrictamente educativo. Una mayor flexibilidad, la creación de experiencias de excelencia que hagan de arrastre y piloto, incluso un reporte real sobre el territorio para una sana obtención de fondos, una mayor cautela en la administración manteniendo la autonomía, un acuerdo sindical diferente, son todos elementos de innovación que harían respirar al sistema educativo en nuestro país.
Las dificultades en la educación escolar también se deben a la fragmentación del conocimiento que se transmite. Los estudiantes son, a menudo, desorientados antes que formados.
Hoy tenemos una organización muy centralizada y una pluralidad muy amplia de líneas formativas tanto en la escuela superior como en la universidad. Se trata de revocar el esquema: pluralismo educativo y reorganizar la estructura mayormente unitaria del conocimiento, permitir la multiplicación subsidiaria de los temas educativos y la unión entre las disciplinas. 

La búsqueda de la microespecialización debe dejarse a las últimas fases de la educación universitaria y a la investigación especializada, para que el resto del marco del conocimiento pueda venir simplificado y reorganizado de una forma más homogénea. La excesiva especialización, la artificialidad de las líneas de instrucción, la libertad de enseñanza entendida de forma individualista provocan un desconcierto educativo ya que sí es cierto que el joven necesita de lo específico, pero dentro un marco de sentido unitario. Este marco de sentido unitario no puede ser otorgado por el Estado, sino que debe ser formulado por los distintos proyectos educativos libremente propuestos por los sujetos educativos de la sociedad civil dentro de un marco de referencia válido para todos que anteriormente habíamos llamado pacto constitucional esencial.

¿La universidad también necesita de subsidiariedad?
La universidad necesita, de manera particular, de esta autonomía y libertad, ya que está en el nivel de instrucción-educación de mayor potencial constructivo para el país, con repercusiones muy importantes, también sobre la economía y la vida social en general. El pluralismo educativo debe aplicarse también a ella para que libere muchas energías culturales e intelectuales en beneficio de toda la nación.
Sin embargo las revoluciones no se hacen en un día...
Se trataría de una verdadera revolución, de un impacto muy fuerte sobre las estructuras, la normatividad, los empleados, los usuarios. Esto necesita un proyecto de largo plazo y aplicación gradual que prevea intervenciones progresivas y el desplazamiento de recursos materiales y humanos del Estado hacia los nuevos actores de la sociedad civil, del ámbito privado y del sector privado-social.


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