“Tengo la prueba de la honestidad de
Viganò”
Por INFOVATICANA | 18 septiembre, 2018
George Weigel, el más grande intelectual católico
estadounidense, se alinea junto al ex nuncio: “Es un hombre de fe, educado en
la defensa de la Iglesia. Nunca criticaría al Papa si no tuviera razones muy
serias para hacerlo».
Por Emanuele Boffi
“El arzobispo Carlo Maria Viganò y yo hemos hablado de
muchas cosas durante sus años en Washington, y nos hicimos amigos. Creo que
deben tomarse en serio las afirmaciones específicas que hace sobre su encuentro
con el Santo Padre en junio de 2013, esto es, que había advertido al Papa que
había cuestiones problemáticas que involucraban al ex cardenal Theodore McCarrick
y de las cuales el Pontífice tenía que ser puesto al corriente”.
¿Y todo lo demás?
“El resto es marginal”.
Al dar una respuesta a los interrogantes planteados
por el informe de Viganò, ¿la Iglesia está tergiversando?
“Muchos obispos estadounidenses están decididos a
emprender una reforma que comience, en este caso, arrojando luz sobre la carrera
de Theodore McCarrick”.
¿Y el Vaticano?
«El Vaticano, lamento decirlo, parece moverse con la
misma lentitud que en 2002 (cuando salieron a la luz los primeros escándalos
sexuales relacionados con el clero, ndr)».
George Weigel está unánimemente considerado con uno de
los intelectuales católicos estadounidenses más importantes. Autor de una
veintena de volúmenes, debe su fama a la monumental biografía de Juan Pablo II,
Witness to Hope (1999), que le permitió convertirse en el punto de referencia
del catolicismo del otro lado del océano. Hoy en día, Weigel es miembro del
Centro de Ética y Política Pública en Washington y uno de los comentaristas
sobre asuntos religiosos y del Vaticano más respetados en la escena
internacional.
Hablando del informe Viganò, Weigel ha escrito dos
artículos: el primero apareció en First Things, la revista católica más
influyente del mundo; el segundo en el Wall Street Journal, la Biblia del
pensamiento laico. En ambos casos, le gustó ir contracorriente respecto al
público de lectores a los que se dirigía: en First Things defendió el honor del
ex nuncio de los rumores y los ataques de otros exponentes e intelectuales
católicos («Nunca tuve la impresión de que me estaba diciendo algo distinto a
lo que él creía era la verdad», ha escrito). En el Wall Street Journal recordó
a sus interlocutores no creyentes que la Iglesia no puede ser reducida a los
errores de sus miembros.
«Inmediatamente después de la publicación del
informe», escribió Weigel en First Things, «las polémicas dentro de la Iglesia
se intensificaron, rebotando a través de los medios. En este ambiente febril es
prácticamente imposible que alguien diga algo sin levantar sospechas y
acusaciones. Pero como he tenido la ocasión de conocer bien al arzobispo Viganò
durante su servicio como representante diplomático pontificio en Washington, me
siento obligado a hablar de él de esa manera, esperando poder ser de ayuda para
que otros reflexionen detenidamente sobre sus muy, muy serias declaraciones».
En este sentido, usted escribe que el Arzobispo Viganò
es “un reformador valiente” y, en su experiencia, “un hombre honesto”. Sin
embargo, como usted sabe, después de la publicación de su informe, la prensa le
ha desacreditado mucho, presentándole como un arzobispo poco fiable porque está
resentido con el Vaticano y el Papa Francisco.
«Matar al mensajero es una táctica muy antigua y
bastante reprobable, que es utilizada por personas que no tienen la intención
de tomarse en serio las cuestiones planteadas por ese mensajero».
Además de su relación personal, ¿qué pruebas tiene de
la honestidad del ex nuncio en Washington?
«En realidad, tengo una muy importante».
¿Cuál?
«En su testimonio, Monseñor Viganò dice que está
“dispuesto a confirmarlos [los hechos] bajo juramento llamando a Dios como mi
testigo”».
¿Y entonces?
«Viganò es un hombre de fe, un creyente. Él sabe que
hacer un juramento es como desnudar su propia alma ante Dios. Sabiéndolo, se da
cuenta de que si no dijese aquello que él, en conciencia, sabe que es la
verdad, se condenaría a sí mismo para toda la eternidad».
Pero, ¿no actuó Viganò con otras intenciones? Muchos,
aquí en Italia, lo presentan como una persona que pertenece a la “derecha”
católica y conservadora, que se opondría a la “izquierda” progresista
encabezada por el Pontífice.
«Este viejo hábito de dividir todo y a todos en la
Iglesia entre progresistas y conservadores es un ejercicio de pereza
intelectual al que las personas serias no deberían dedicar sus esfuerzos».
¿Por qué dice esto?
«Porque no es razonable pensar que un hombre educado
en la defensa del papado criticaría a cualquier costa al Papa públicamente, a
menos que creyera que tenía motivaciones muy serias para hacerlo».
En el Wall Street Journal usted escribió que la serie
de escándalos que ha golpeado al mundo católico es “un desafío para comprender
qué es realmente la Iglesia”. Pero usted también escribe que es el momento de la
purificación y que “los obispos que fallaron en sus responsabilidades como
docentes, pastores y administradores, en general lo han hecho porque pusieron
el mantenimiento institucional por delante de la misión evangélica”. ¿Qué
quiere decir?
«El catolicismo podría vivir con obispos de la
“conservación institucional”, en los períodos en los que la cultura pública
circundante fuese de ayuda para transmitir la fe. Entonces, todo aquello que es
necesario para la Iglesia es mantener sus escuelas, parroquias y hospitales.
Pero ahora ya no estamos en esta situación».
¿En qué situación estamos?
«En Occidente, ha llegado a su fin el período durante
el cual el catolicismo era transmitido por una cultura, o por pertenecer a un
determinado grupo étnico o de personas. El Papa Francisco también lo detectó
cuando, en 2007, mucho antes de convertirse en Pontífice, ayudó a redactar el
documento de Aparecida de los Obispos latinoamericanos».
Si esta es la situación, es decir, la de un mundo que
ya no es cristiano, ¿cuál es la tarea de la Iglesia?
«Hoy necesitamos obispos que encarnen el apostolado
misionero: evangelizadores hábiles que hayan demostrado su capacidad de
presentar a Jesucristo a las personas y de llevarlas a la comunión de los
santos, que es en lo que consiste la Iglesia».
¿Cómo se hace?
«Debemos volver a aquella expresión que solía usar el
Papa Benedicto XVI durante su pontificado: “amistad con Cristo”, es decir, una
relación personal con el Señor, nutrida por la oración, la inmersión en la Biblia
y los sacramentos».
Usted, sin embargo, ha escrito que una verdadera
reforma de la Iglesia sólo la podrán hacer aquellos que no se contentan con
preservar la institución y que, aunque estén mortificados por los escándalos,
no verán “tambalearse su fe”.
«Sí, estos católicos todavía existen y son muchos. No
diría que la mayoría de los católicos están compuestos por reformistas
evangélicos, pero las minorías creativas pueden cambiar las grandes
instituciones. Y también diría que los miembros vivos de la Iglesia en todo el
mundo son los que han abrazado la nueva evangelización y que comprenden cómo la
verdad plena de la fe católica es liberadora. Las partes moribundas de la
Iglesia, incluidas las corruptas, son las que aún viven un catolicismo
consagrado exclusivamente a la preservación de la institución».
Publicado por La Verità; traducción de Pablo Rostán
para InfoVaticana.
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