del Sínodo para la Amazonía
Autor: Walter
BRANDMÜLLER, historiador y cardenal
Católicos on
line, junio 2019
Realmente causa
asombro que, en oposición a las asambleas anteriores, esta vez el sínodo de los
obispos trate exclusivamente de una región de la tierra cuya población es la
mitad de la población de Ciudad de Méjico, es decir, cuatro millones. Esto
también levanta sospechas sobre las verdaderas intenciones, que se quieren
poner en marcha de manera subrepticia. Pero lo que tenemos que preguntarnos,
sobre todo, es cuáles son los conceptos de religión, de cristianismo y de la
Iglesia que son la base del «Instrumentum Laboris» recientemente publicado.
Examinaremos todo esto con la ayuda de elementos individuales extraídos del
texto.
¿Por qué un
sínodo sobre este región?
Para empezar
debemos preguntarnos por qué un sínodo de los obispos tiene que tratar temas
que, como mucho, tienen que ver con los Evangelios y la Iglesia sólo de manera
marginal, como es ahora el caso con las ¾ partes del «Instrumentum Laboris».
Obviamente, este sínodos de los obispos también está llevando a cabo una
intrusión agresiva en los asuntos puramente mundanos del Estado y la sociedad
de Brasil. Deberíamos preguntarnos: ¿qué tienen que ver la ecología, la
economía y la política con el mandato y la misión de la Iglesia?
Y sobre todo,
¿qué experiencia profesional autoriza a un sínodo eclesial de los obispos a
hacer declaraciones en estos ámbitos?
Si de verdad el
sínodo de los obispos va a dar este paso, estaría sobrepasando los límites y
sería una presunción clerical, que las autoridades estatales deberían, con
motivo, rechazar.
Sobre las
religiones naturales y la inculturación
Hay que tener
presente otro elemento que se encuentra en todo el «Instrumentum Laboris», a
saber: la valoración muy positiva que se hace de las religiones naturales,
incluyendo las prácticas de sanación indígenas y similares; sí, incluso las
prácticas y formas de culto mítico-religiosas. Se habla incluso del diálogo con
los espíritus en el contexto de una llamada a la armonía con la naturaleza (n.
75).
No es sólo el
ideal del «buen salvaje» tal como lo presentaron Rousseau y la Ilustración el
que se está comparando con el decadente hombre europeo. Esta línea de
pensamiento va más allá, hasta llegar al siglo XX, cuando culmina en una
idolatría panteísta de la naturaleza. Hermann Claudius (1913) creó el himno del
movimiento obrero socialista: «Cuando caminamos uno al lado del otro», una
estrofa del cual dice lo siguiente: «El verde de los abedules y el verde de las
semillas, que la anciana Madre Tierra siembra a manos llenas, con un gesto de
súplica para que el hombre sea suyo…». Es llamativo que este texto fuera
incluido más tarde en el libro de cantos de la juventud hitleriana,
probablemente porque correspondía al mito de «la sangre y la tierra» del
nacionalsocialismo. La proximidad ideológica es asombrosa. Este rechazo
anti-racional a la cultura «occidental» que resalta la importancia de la razón es
típico del «Instrumentum Laboris», que habla, respectivamente, de la «Madre
Tierra» en el n. 44 y del «grito de dolor de la tierra y de los pobres» en el
n. 101.
En consecuencia,
el territorio -es decir, la junglas de la región amazónica- es incluso declarado
“locus theologicus”, una fuente especial de la Divina Revelación. En él habría
lugares epifánicos en los que se manifiestan las reservas de vida y de
sabiduría para el planeta, que hablan de Dios (n. 19). Además, la consiguiente
regresión del Logos al Mythos es elevada a criterio de lo que el «Instrumentum
Laboris» llama la inculturación de la Iglesia. El resultado es una religión
natural disfrazada de cristianismo.
La noción de
inculturación es, aquí, literalmente pervertida, puesto que significa lo
contrario de lo que la Comisión Teológica Internacional presentó en 1988, y de
lo que había enseñado anteriormente el decreto “Ad Gentes” del Concilio
Vaticano II sobre la actividad misionera de la Iglesia.
Sobre la
abolición del celibato y la introducción del sacerdocio femenino
Es imposible
esconder que este «sínodo» quiere implementar sobre todo los dos proyectos más
deseados y que hasta ahora no han sido nunca puestos en marcha, a saber: la
abolición del celibato y la introducción del sacerdocio femenino, empezando por
las diaconisas. En cualquier caso, se trata de tener «en cuenta el papel
central que hoy desempeñan las mujeres en la Iglesia amazónica» (n. 129a3). Y
se trata también de «abrir nuevos espacios para recrear ministerios adecuados a
este momento histórico. Es el momento de escuchar la voz de la Amazonía…» (n.
43).
Pero aquí se
omite el hecho de que no está en poder de la Iglesia administrar el sacramento
del orden a las mujeres, tal como también declaró Juan Pablo II con la mayor
autoridad magisterial. De hecho, en dos mil años la Iglesia nunca ha
administrado el sacramento del orden a una mujer. La petición, que se opone de
manera directa a este hecho, demuestra que la palabra «Iglesia» es utilizada
exclusivamente como término sociológico por los autores del «Instrumentum
Laboris», negando implícitamente el carácter sacramental-jerárquico de la
Iglesia.
Sobre la
negación del carácter sacramental-jerárquico de la Iglesia
De manera
similar -aunque expresado de pasada-, el n. 127 contiene un ataque directo a la
constitución jerárquico-sacramental de la Iglesia cuando se pregunta si no
sería oportuno «reconsiderar la idea de que el ejercicio de la jurisdicción
(potestad de gobierno) ha de estar vinculado en todos los ámbitos (sacramental,
judicial, administrativo) y de manera permanente al sacramento del orden».
Desde una visión tan equivocada deriva, en el n. 129, la llamada a la creación
de nuevos ministerios que correspondan a las necesidades de los pueblos
amazónicos.
Sin embargo, es
en el ámbito de la liturgia, del culto, en el que la ideología de una
inculturación falsamente comprendida encuentra su expresión de una manera
especialmente llamativa. Aquí, algunas formas de las religiones naturales son
asumidas positivamente. El «Instrumentum Laboris» no se echa atrás a la hora de
pedir que «el pueblo pobre y sencillo» pueda expresar «su (!) fe a través de
imágenes, símbolos, tradiciones, ritos y demás sacramentales» (!!) (n. 126e).
Esto,
ciertamente, no corresponde a los preceptos de la Constitución “Sacrosanctum
Concilium”, como tampoco a los del Decreto “Ad Gentes” sobre la actividad
misionera de la Iglesia, y demuestra una comprensión meramente horizontal de la
liturgia.
Conclusión
Summa summarum:
el «Instrumentum Laboris» carga al Sínodo de los Obispos y, en última
instancia, al papa, con una seria violación del “Depositum fidei”, lo que
significa, en consecuencia, la autodestrucción de la Iglesia o el cambio del
“Corpus Christi mysticum”, convertido en una ONG secular con una tarea
ecológica-social-psicológica.
Obviamente,
después de estas observaciones se plantean preguntas: ¿se puede deducir, sobre
todo en lo que respecta a la estructura sacramental-jerárquica de la Iglesia,
una ruptura decisiva con la Tradición Apostólica en cuanto constitutiva para la
Iglesia? ¿O los autores tienen, más bien, una idea del desarrollo de la
doctrina que es sostenida teológicamente con el fin de justificar susodicha
ruptura?
Este parece ser
claramente el caso. Estamos asistiendo a una nueva forma del Modernismo clásico
de principios del siglo XX. En esa época se empezaba con un enfoque
decididamente evolutivo y después se defendía la idea que, en el curso del
continuo desarrollo del hombre a grados más altos, deben encontrarse en
consecuencia también niveles más elevados de conciencia y de cultura, por lo
que puede resultar que lo que era falso ayer puede ser verdadero hoy. Esta
dinámica evolutiva se aplica también a la religión, es decir, a la conciencia
religiosa con sus manifestaciones en la doctrina, el culto y, obviamente,
también en la moral.
Aquí, por lo
tanto, se presupone una comprensión del desarrollo del dogma que está en clara
oposición a la comprensión católica genuina, que comprende el desarrollo del
dogma y de la Iglesia no como un cambio, sino más bien como un desarrollo
orgánico de un tema que permanece fiel a su propia identidad.
Esto es lo que
los Concilios Vaticanos I y II nos enseñan con sus Constituciones “Dei Filius”,
“Lumen Gentium” y “Dei Verbum”.
Hay que afirmar
con determinación que el «Instrumentum Laboris» contradice la enseñanza
vinculante de la Iglesia en puntos decisivos y que, por consiguiente, debe ser
considerado herético. En la medida en que incluso la Divina Revelación es
puesta en duda, o malinterpretada, se debe también hablar de apostasía.
Esto está aún
más justificado a la luz del hecho de que el «Instrumentum Laboris» utiliza una
noción meramente inmanentista de la religión, y considera la religión como el
resultado y la forma de expresión de la experiencia espiritual personal del
hombre. El uso de palabras y nociones cristianas no puede ocultar que estas son
utilizadas sólo como palabras vacías, a pesar de su significado original.
El «Instrumentum
Laboris» para el Sínodo de la Amazonia constituye un ataque a los fundamentos
de la fe de una manera impensable hasta ahora, por lo que debe ser rechazado
con la máxima firmeza.
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