una vida
ejemplar al servicio de la defensa de la fe
Por INFOVATICANA
| 16 junio, 2019
El 22 de abril
de 1451, Madrigal de la Altas Torres fue el escenario del nacimiento de la hija
del rey Juan II de Castilla e Isabel de Portugal. Esta niña, que pasaría a la
Historia como Isabel la Católica, pasó su infancia en Arévalo, distanciada de
las vanidades de la Corte y cerca de su madre, de quien aprendió a orar y la
importancia de llevar una vida virtuosa. Fue en estos primeros años cuando se
forjó el carácter de la futura reina de Castilla, conocida por sus virtudes, su
integridad moral, su sentido de la justicia y su defensa inquebrantable de la
fe católica.
En su libro
Isabel la Católica. Por qué es santa, José María Zavala se asoma al alma de la
célebre reina, guiado por la documentación recogida en el proceso de
beatificación y examinada por el postulador Anastasio Gutiérrez. A la luz de
esta investigación, presenta la apasionante historia de Isabel I de Castilla y
desmonta la leyenda negra creada en torno a su figura, abordando sin tapujos
cuestiones como la expulsión de los judíos, la reconquista de Granada o el
Descubrimiento de América.
Quien se adentre
en la lectura de esta obra descubrirá a una reina prudente y justa que se
guiaba por la voluntad de cumplir su deber y proteger a su pueblo; a una mujer
que amaba profundamente a su esposo; a una madre que padeció terriblemente a
causa de la irreparable pérdida y el sufrimiento de sus hijos; y a una hija de
la Iglesia que defendió la fe católica hasta su último aliento.
Fuerte,
inteligente, piadosa, amante de los libros y la música, singularmente bella…
Estas son algunas de las cualidades que señala José María Zavala en su
semblanza de una de las mujeres más fascinantes de la Historia. “En hermosura,
puestas delante de Su Alteza todas las mujeres que yo he visto, ninguna tan
graciosa ni tanto de ver como su persona, ni de tal manera y santidad
honestísima”, llegaría a decir de ella el historiador de Indias Gonzalo
Fernández de Oviedo.
En octubre de
1469, Isabel contrajo matrimonio con Fernando de Aragón, al que siempre amó
incondicionalmente. Fruto de este matrimonio fueron sus cinco hijos: Isabel,
Juan, Juana, María y Catalina. La Reina siempre se preocupó de su educación y
de su formación religiosa y quiso inculcarles las mismas virtudes que ella
procuraba cultivar. Así, en su testamento, les encarga que obedezcan a Dios
antes que a nadie y que “tengan mucho cuidado de las cosas de la honra de
Dios”, procurando proteger siempre la fe católica y ser obedientes a los
mandamientos de la Santa Madre Iglesia.
Pero la
semblanza de Isabel estaría incompleta sin hablar de las pruebas que atravesó a
lo largo de su vida y en las que demostró una fortaleza de espíritu heroica y
una profunda confianza en Dios. Desde la muerte de su hermano o el sufrimiento
de su madre en Arévalo, hasta la angustia por el atentado contra su esposo
Fernando o la muerte prematura de su heredero, el príncipe Juan, y de su
primogénita Isabel, y las tribulaciones de su hija Juana. En todos estos
padecimientos, conservó la fortaleza necesaria para seguir ejerciendo sus
obligaciones como soberana, sin descuidar su deber.
La reina
El 13 de
diciembre de 1474, la nueva soberana juraba en Segovia obedecer y defender a la
Santa Iglesia, buscar el bien común de su reino y dirigir a sus súbditos con
justicia. Durante los años en los que ocupó el trono, Isabel tuvo que
enfrentarse a decisiones difíciles, algunas de las cuales han sido
distorsionadas hasta el punto de crear una leyenda negra en torno a su reinado.
De la mano del
postulador Anastasio Gutiérrez, José María Zavala analiza algunas de las
cuestiones más discutidas del reinado de Isabel la Católica, como la
reconquista de Granada o el Descubrimiento de América.
Sobre la
reconquista de Granada, el autor subraya que Isabel y Fernando no hicieron sino
coronar una empresa que comenzó en el año 718 en Covadonga. Una empresa que
tenía como principal objetivo la defensa de la fe católica y no la codicia o el
mero deseo de conquista. Así lo explicaron los Reyes Católicos al Papa Sixto IV
al afirmar que su intención era librar a la Cristiandad “de un tan continuo
peligro como tiene aquí a las puertas”.
Asimismo, Zavala
señala la evangelización como principal motor del respaldo de la reina Isabel
al Descubrimiento de América. Caracterizada por su celo por la salvación de las
almas, en las primeras reuniones que mantuvo con Cristóbal Colón quedó
impresionada ante las posibilidades que el proyecto ofrecía a la extensión de
la fe católica. Así lo recalca Colón en uno de sus escritos: “Y digo que
Vuestras Altezas no deben consentir que aquí trate ni faga pie ningún
extranjero, salvo católicos cristianos, puesto fue el fin y el comienzo del
propósito, que fuese por acrecentamiento y gloria de la religión cristiana; ni
venir a estas partes ninguno que no sea buen cristiano”. En su testamento, Isabel
encomienda a sus sucesores la evangelización de las Indias, siendo este “su
principal fin”, y les pide que no consientan que los indios “reciban agravia
alguno en sus personas ni bienes”.
La virtuosa
Ya con
diecisiete años, su libro de cabecera era El jardín de nobles doncellas, una
obra que recogía los principios morales y normas de vida cristiana que guiaron
su conducta desde los inicios de su reinado. Asimismo, se preocupó siempre de
dejar el cuidado de su alma en buenas manos, buscando confesores de probada
virtud. Así lo demuestra una anécdota recogida por José María Zavala sobre el
primer encuentro de la Reina con el que sería durante muchos años su confesor,
fray Hernando de Talavera:
“La primera vez
que confesó a la Reina sucedió algo extraordinario. Acostumbrada ella a
hincarse de rodillas junto con el confesor, arrimados ambos a un sitial, llegó
fray Hernando y tomó asiento para oírla en confesión. Entonces la regia
penitente le espetó:
–Entrambos hemos
de estar de rodillas.
A lo que el
sacerdote replicó:
–No, Señora,
sino yo he de estar sentado, y vuestra Alteza de rodillas, porque es el
Tribunal de Dios y hago aquí sus veces.
La Reina calló,
y sólo más tarde sentenció:
–Este es el
confesor que yo buscaba.”
Las virtudes que
vivió en grado heroico Isabel de Castilla estaban alimentadas por la oración y
la continua presencia de Dios. Entre los testimonios de esta faceta de la Reina
se encuentra el del encargado de la Capilla Real y maestro de la Escuela de
Mozos de Capilla, que escribió: “Reina absorbida por múltiples y graves asuntos
de gobierno, pero religiosísima, como un sacerdote entregado al culto de Dios,
de la Virgen, de los santos, rezando las horas canónicas como los sacerdotes y
otras muchas oraciones y devociones particulares, como devotísima y cristiana
que era; dada a las cosas divinas mucho más que a las humanas”.
Entre los
testimonios que hablan de la santidad de Isabel I de Castilla, cabe destacar el
del postulador de la causa de beatificación, Anastasio Gutiérrez, que dedicó
estas palabras a la Reina Católica:
“Si la caridad
con el prójimo es la piedra de toque de la santidad y será la materia del
juicio final, habrá que decir que esta mujer era una santa de cuerpo entero y
que el mundo tiene con ella una deuda consolidada de cinco siglos”.
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