respeta la libertad del hombre, a nadie impone su presencia ni reclama
despóticamente la fidelidad.
P. Ricardo Mazza
…Cristo sigue
hablando en parábolas. Esta vez se trata de la siembra del trigo que se ve
afectada por la presencia de la cizaña. Esta planta
de tallo ramoso, hojas estrechas y espigas anchas y planas cuyos granos
contienen un principio tóxico, crece espontáneamente en los sembrados y es muy
difícil de extirpar. El mismo Cristo explica la parábola a sus discípulos,
prestos a escuchar y actuar.
El mundo es el campo en el
que Dios siembra la buena semilla que son los buenos, los ciudadanos del cielo,
aquellos que como el trigo son provechosos delante de Dios y de los hombres.
Pero en el mundo hay otro
sembrador que deja su semilla de maldad impunemente, el demonio, que utiliza la
cizaña de sus seguidores para implantar su reinado de pecado y muerte.
Aprovecha no pocas veces que los buenos duermen, es decir, se descuidan en
otros menesteres omitiendo sus obligaciones
como hijos de Dios, o confían siempre en que la Providencia divina velará por
ellos librándolos del mal.
Tal es el planteo de la
enseñanza de Jesús y su actualidad es manifiesta, ya que también hoy Dios
siembra su semilla y el demonio la suya, no sólo en la sociedad en la que
vivimos, sino también en el corazón de cada persona en el que se enfrentan de
continuo el bien y el mal, inspirados ambos por espíritus distintos.
El demonio tiene sus
agentes en los medios de difusión y sus diferentes vertientes, en la política,
en la cultura y economía, en los diversos campos del saber y de la vida humana
y en las ideologías modernas, con el objetivo de sembrar el error, la confusión
y la mentira, engañando al hombre para poder esclavizarlo cada vez más y
separarlo de su Creador.
Pero el Señor Dios, en su
designio de salvación, espera que quienes deseamos hacer el bien y vivir en el
mismo, estemos presentes en todas esas realidades para presentar la dignidad
del trigo y la belleza de lo que dignifica al hombre.
Lamentablemente, no pocas
veces nos conformamos con la misa dominical y
alguna acción pastoral de fin de semana para tranquilizar la conciencia,
dejando vacíos de evangelización los ámbitos en los que nos movemos
habitualmente.
Mientras que el demonio
corrompe todo a su paso, nosotros pensamos que no es posible luchar contra esta
mentalidad malsana, no buscamos los medios para combatir el mal y dejamos de
lado la esperanza que confía en el poder
divino.
El trigo del bien sembrado
por Dios crece en la niñez, en los jóvenes, en los adultos de buena voluntad,
pero a su vez, la cizaña busca la ocasión para actuar y destruir todo lo que
pueda, disfrazándose muchas veces de bien para entrar fácilmente en el corazón
humano y someterlo.
Dios es el autor del bien,
el demonio, ángel caído, creatura subordinada a Dios, pretende sembrar siempre
el mal, y nuestra libertad tendrá que decidir entre el bien que enaltece o el
mal que denigra y corrompe, jugándose así
la eternidad.
En el relato evangélico,
los criados proponen el exterminio de la cizaña, a lo cual se niega el dueño
del campo, manifestando su deseo de que crezcan juntos el trigo y la maleza
hasta el momento de la cosecha, que indica ya la muerte personal, ya el fin del
mundo, momentos en que se concreta la separación definitiva de unos y otros con
disímil meta.
Ante esto surge en
nosotros con espontaneidad la pregunta de por qué esperar tanto, por qué el
perverso vive tan feliz en su maldad, ¡por qué tiene larga vida, mientras no
pocos justos deben sufrir y morir jóvenes tronchándose en ocasiones una vida
llena de promesas de bien!
¿A qué se debe que los
malvados no son borrados de la tierra para que crezca y abunde el buen trigo
para el progreso de los que hacen el bien?
Encontramos la respuesta
en la primera lectura del día tomada del libro de la Sabiduría (12,13.16-19)
que recuerda a los que dudan del poder divino que Dios “demuestra” su “fuerza”
dominando la ira y conduciéndose con paciencia ya que “como eres dueño absoluto de tu fuerza, juzgas con serenidad y nos gobiernas con gran indulgencia, porque
con sólo quererlo puedes ejercer tu poder”.
Más aún, sostiene el texto
bíblico que al obrar Dios con paciencia
“enseñaste a tu pueblo que el justo debe
ser amigo de los hombres y colmaste a tus hijos de una feliz esperanza, porque
después del pecado, das lugar al arrepentimiento”.
Esta paciencia frente a
los que se revisten de la malignidad de la cizaña es explicada por san Agustín
que dice: “los que son buenos, pero aún
están débiles, necesitan en cierto sentido de convivir con los malos, ya sea
para adquirir fortaleza con el ejercicio, ya para que comparando los unos con
los otros se estimulen a ser mejores”. Más aún, no se arranca la cizaña
apenas crece “porque hay muchos que al
principio son cizaña, y después se hacen trigo; si a éstos no se los sufre con
paciencia cuando son malos, no se consigue el que cambien de costumbres; y si
fuesen arrancados en ese estado, se arrancaría al mismo tiempo lo que con el
tiempo y el perdón hubiera sido trigo…..El momento oportuno de hacerlos
desaparecer, será cuando en el fin de los tiempos, ya no les quede tiempo para
cambiar de vida”(cf. Catena Aurea, de
Th de Aquino, comentarios a los evangelios).
Ahora bien, la
misericordia de Dios no se opone a su justicia, de allí que la súplica de los
buenos para que se realice la justicia divina es obra del Espíritu, como afirma
san Pablo (Rom. 8, 26-27).
Mientras transcurre esta vida temporal,
la cizaña puede cambiar en trigo, y cuando llegue la cosecha, es decir, la
muerte, o el juicio al fin del mundo, se hará la separación definitiva, de
manera que quien siempre obró el mal y no se convirtió, será separado
definitivamente de la presencia divina, mientras que quien fue trigo fecundo en
obras buenas entrará al granero del cielo.
No se desdice Dios de la misericordia
cuando aparta al pecador de su presencia, ya que como dice san Agustín, “Dios,
que te creó sin ti, no te salvará sin ti”, y
así, respetando siempre la libertad humana, a nadie impone su presencia ni
reclama despóticamente la fidelidad.
El texto bíblico meditado
nos habla, como tantos otros, de la universalidad del juicio definitivo de
Dios, como de la subsiguiente reprobación o salvación, según haya sido la
respuesta del ser humano, de manera que los ángeles quitarán del Reino del Hijo
“todos los escándalos y a los que
hicieron el mal, y los arrojarán en el horno ardiente; allí habrá llanto y
rechinar de dientes. Entonces los justos resplandecerán como el sol en el Reino
de su Padre”.
Hermanos: pidamos al Señor
que mire con bondad a sus servidores, multiplicando en nosotros los dones de su
gracia, para que perseveremos con asidua vigilancia en el cumplimiento de tus
mandatos, apoyándonos en la oración confiada y nutriendo nuestra fe, esperanza
y caridad con el alimento eucarístico.
Padre
Ricardo B. Mazza. Cura párroco de la parroquia “San Juan Bautista”, en
Santa Fe de la Vera Cruz. Argentina.
Homilía en el domingo XVI del tiempo
ordinario, ciclo “A”. 23 de julio de 2017.
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