la secularización llega a la Iglesia
cuando se reduce la fe a la mentalidad del hombre moderno
(ACI Prensa/InfoCatólica), 29-5-17
El Prefecto de la Congregación para el Culto Divino y
la Disciplina de los Sacramentos ha presentado hoy en Roma la edición en alemán
de su libro «La fuerza del silencio».
«No es un misterio –y lo digo con gran sufrimiento–,
que nuestro mundo moderno vive de hecho un alejamiento práctico de Dios»,
expresó el purpurado al reflexionar sobre la importancia del silencio como
medio de acercarse al Señor.
Existe un ambiente cultural, afirmó, «donde se evita
sistemáticamente estar uno solo consigo mismo para mirarse dentro. El barullo,
el chisme y las tecnologías enmascaran el vacío de un hombre que ya no sabe qué
es vivir».
«Pero», sentenció, «aún más doloroso para mí es el
constatar cómo esta superficialidad, esta impiedad injuriosa hacia Dios y hacia
la persona humana haya entrado también en la Iglesia», y que la liturgia –a la
que el Concilio Vaticano II llamó «fuente y culmen de la vida cristiana»– es la
«que más sufre por la reducción secularista que ocurre también dentro de la
Iglesia».
El cardenal Sarah insistó en que «a veces tengo la
impresión de que esta secularización ha entrado también en la Iglesia y
consiste exactamente en el reducir la fe a nuestra medida humana. En vez de
abrir al hombre a la iniciativa de Dios, que es inesperada, detonante,
liberadora, se piensa que el hombre de hoy puede creer mejor si le proponemos
una fe que no se funda tanto sobre la revelación de Cristo y la tradición de la
Iglesia, sino sobre las exigencias del hombre moderno, sobre sus posibilidades
y mentalidad».
«¿Escuchamos hablar de fe, vida eterna, comunión con
la persona de Cristo, de pecado como ruptura y rebelión contra Dios en nuestras
homilías?» cuestionó. O «se intenta quizá cancelar todos estos gestos que no
parecen ‘comprensibles’ al hombre de hoy, sustituyéndolos con un río de
palabras que transforman nuestras eucaristías más que en celebraciones, en
grandes espectáculos, en cuyo centro hay un hombre cerrado en sus problemas y
en sus criterios», señaló.
En ese sentido, el cardenal Sarah señaló que el
silencio no es un fin en sí mismo, «sino un silencio en el cual Dios pueda
hablar y ser escuchado. El primado de Dios, la centralidad de Dios, la
adoración de Dios y la santificación del hombre constituyen el corazón y la
sustancia de la liturgia cristiana».
En ese sentido, señaló que el desafío del silencio es
un gran reto porque «nos lleva al sentido verdadero de la existencia humana: la
relación del hombre con Dios, y quizá mejor aún: la relación de Dios con el
hombre».
El silencio, afirmó, es una condición necesaria porque
«crea el clima que hace posible la acogida de la encarnación». Como dice
«Benedicto XVI en su introducción, Jesús es silencio y palabra, y la Iglesia en
sus expresiones es silencio y palabra que se fecundan recíprocamente».
Verdadera inculturación
En su discurso, el prefecto de Culto Divino también
señaló que «la cuestión de la inculturación no es principalmente la cuestión de
cómo podemos hacer más africana o más asiática o más aborigen la liturgia. Lo
divino irrumpe en lo humano no para hacerse encadenar por lo humano, sino para
abrirlo, para purificarlo, para liberarlo, para transformarlo, para
divinizarlo. Tengo muchas veces la impresión de que nos ocupamos más de cómo
hacer más ‘adaptada’ la liturgia que cómo ofrecer toda su riqueza». «No podemos
aprisionar lo divino en las categorías humanas», insistió.
«El silencio es el clima interior, la actitud
interior, la disponibilidad interior», afirmó, que «hace fecunda la palabra de
la Iglesia».
En ese sentido, la autoridad vaticana indicó que a una
Iglesia que está en riesgo de empobrecerse porque se encierra en juicios
puramente humanos, «me permito con gran humildad indicar el camino del silencio
para que cada fiel, pero también cada comunidad celebrante, se abra a la
iniciativa de Dios y acoja toda la gracia que viene de Él».
No hay comentarios:
Publicar un comentario