Santiago
MARTÍN, sacerdote
catolicos-on-line, 12-6-16
En las últimas semanas se han producido tres noticas
relacionadas con apariciones, de signo diverso. Dos en contra y una a favor.
En Italia, ha sido decretada la excomunión a todos los
que formen parte de la autodenominada “Iglesia cristiana universal de la Nueva
Jerusalén”, surgida a raíz de las supuestas apariciones del Niño Jesús a
Giuseppina Norcia -ya fallecida- hace más de cuarenta años.
En Filipinas,
Doctrina de la Fe ha desautorizado tajantemente al obispo de Lipa, monseñor
Argüelles, que en septiembre pasado había dado su respaldo oficial a unas
supuestas apariciones de la Virgen en su diócesis; el Vaticano recuerda que
dichas apariciones fueron consideradas falsas de forma definitiva en 1951 y que
fue el Papa Pío XII el que firmó aquel decreto, por lo que el obispo no tiene
autoridad para enmendar la plana a lo decretado por un Papa.
En la otra cara de la moneda está la declaración
oficial del obispo de San Nicolás, monseñor Cardelli, reconociendo la
autenticidad de las apariciones de la Virgen del Rosario a Gladys de Motta, en
esa ciudad argentina. Tengo que añadir sobre esto que esta noticia me llenó de
extraordinaria alegría, pues fue en San Nicolás donde los Franciscanos de María
tuvimos nuestra primera escuela de agradecimiento y conozco personalmente a la
vidente y también al magnífico obispo que ahora rige dicha diócesis.
¿Qué actitud tomar ante las apariciones? No creo que
se deban rechazar aquellas que aún no han sido aprobadas por la Iglesia, pues
el que no hayan sido aprobadas no significa que algún día no puedan serlo.
Entre el hecho en sí y la aprobación pasan a veces muchos años y sólo la
fidelidad de los videntes y de los que creen en su palabra garantiza que un día
la Iglesia pueda dar su aprobación. Sí creo, en cambio, que cuando la Iglesia
dice que una aparición no es auténtica, hay que aceptarlo y no seguir acudiendo
al sitio donde supuestamente tuvo lugar la aparición ni dar crédito a los
mensajes que transmiten los videntes.
En cambio, considero muy importante
escuchar con especial atención los mensajes que proceden de personas que han
visto ratificadas por la Iglesia la autenticidad de las apariciones. Fátima o
Lourdes, por ejemplo, no son supercherías. Realmente ahí la Virgen se apareció
y lo que nos dijo debe ser tomado muy en serio, pues nuestra Madre no viene a
la tierra desde el cielo para hacer turismo sino para decirnos algo que
considera imprescindible que sepamos. Del mismo modo considero muy importante
acudir en peregrinación a los sitios donde se han producido apariciones
confirmadas por la Iglesia y creo que hay que dejar al criterio de cada uno
acudir a aquellos sitios donde esa confirmación aún no se ha producido.
Otra cuestión en torno a las apariciones es referente
al mensaje en sí. ¿Por qué esos mensajes se suelen parecer tanto? ¿Por qué la
Virgen siempre llama a la conversión y a la penitencia? ¿Si ya lo ha dicho una
vez, para qué repetirlo? Creo que estas preguntas se contestan solas si miramos
lo que hace una mamá normal. ¿Cuántas veces la mamá llama la atención al hijo
rebelde, desobediente, poco estudioso o que anda por mal camino?
El dolor de la
madre ante el extravío del hijo la lleva a repetir las advertencias, con la
confianza de que alguna vez éstas sean escuchadas. Creo que la Virgen hace lo
mismo con nosotros. Es nuestra Madre y si considera que tiene que venir a
decirnos una y otra vez lo mismo, es porque no la hemos hecho caso todavía.
Además, no es cierto que sus mensajes sean sólo o principalmente para
advertirnos de lo que nos ocurrirá si seguimos lejos de Dios. Esos mensajes
siempre son de esperanza.
Por eso me gusta mucho Fátima, porque la Virgen
termina diciendo: “Al final, mi Inmaculado Corazón triunfará”. Claro que ese
final puede tardar mucho y algunos no lo veamos aquí en la tierra, pero
llegará.
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