reflexionó sobre el punto de vista
católico en el espacio público
Aica, 14 Jun
2016
El obispo de San Francisco, monseñor Sergio
Buenanueva, escribió un artículo titulado “Bicentenario, fe y futuro”, en el
que aseguró que los 200 años de la Independencia nacional son “una magnífica
ocasión de pensar a fondo cómo, de qué manera y con qué acentos el punto de
vista católico, con todos sus rostros y matices, ha de estar presente en el
espacio público argentino”.
“El punto decisivo -al menos para mí, como ciudadano,
católico y obispo- es este: cómo seguir haciendo visiblemente presente la fe
cristiana y el humanismo de la tradición católica con su enorme potencial de
humanización, en el entramado de la vida argentina. Y hacerlo hoy de manera
diversa a como fue ayer, asumiendo con convicción las reglas de juego de la
libertad y de la conciencia que son también las del evangelio de Cristo, cuya
Persona posee luz propia para atraer y convencer. Él -no nosotros, ni el más
santo de nosotros- es la luz que ilumina al mundo”, argumentó.
El prelado consideró “que, en este planteo, el foco de
atención se desplaza -sin negarla o menospreciarla- de la relación
Iglesia-Estado a la relación de los ciudadanos concretos y la sociedad con sus
múltiples rostros y realizaciones con los valores espirituales, religiosos y
evangélicos”.
“Ambas relaciones son complejas, pero la segunda
(ciudadanos-sociedad-valores) supone una complejidad mucho más fecunda que
incluso le da sentido a la primera, que siempre corre el riesgo de presentar a
la Iglesia como un poder junto a otro u otros poderes. Sobre ambas hemos de
trabajar con paciencia, discernimiento, valentía y libertad evangélica”,
sostuvo.
El obispo puntualizó que “respecto a la primera, es
justo reconocer que, después de las convulsiones que siguieron al Concilio
Vaticano II, la presencia pública de la Iglesia y sus pastores se ha ido
redefiniendo mucho y, no sin demoras e incoherencias, en el sentido trazado por
el Concilio. Queda, sin embargo, mucho por caminar. En este sentido, los
pastores tenemos la grave responsabilidad de cuidar la calidad de nuestras
palabras y gestos a la hora de intervenir en la vida pública argentina”.
“Mucho más que antes, hemos de ser escrupulosamente
respetuosos de la alteridad (autonomía, libertad y conciencia) de la sociedad y
sus diversos sujetos. Máxime, en una sociedad como la argentina a la que tanto
le está costando afianzar la institucionalidad de su democracia republicana,
por la tendencia a la hegemonía y el autoritarismo de dirigentes y ciudadanos”,
estimó, y agregó: “Deberíamos, por ello, seguir desarrollando una exquisita
sensibilidad espiritual hacia la diversidad de voces que componen la vida
ciudadana argentina. No por estrategia sino con genuina convicción evangélica”.
Monseñor Buenanueva afirmó que “en esta línea de
acción, nos viene bien un acento que el fallecido cardenal Carlo Maria Martini
postulaba para la Iglesia en general: el gran desafío de la Iglesia en las
actuales circunstancias pasa por una mayor capacidad de escucha de los otros
actores con los que comparte el camino, especialmente si tienen miradas
diferentes a la nuestra. Pacientes para escuchar, remisos para hablar o ensayar
propuestas”.
Asimismo, subrayó que “el tema de la misericordia que
el papa Francisco ha puesto en el centro de su ministerio pastoral va en la
misma dirección. Constituye todo un paradigma eclesiológico: contiene una
orientación muy luminosa de la forma histórica, visible y concretamente que el
Espíritu Santo está imprimiendo a la Iglesia como sacramento de salvación”.
“Este paradigma (Iglesia ‘en salida’, ‘hospital de
campaña’, ‘herida mejor que enferma’, etc.), ha calado hondo en el alma de
muchos, pastores, laicos y consagrados. Me cuento entre ellos. Espera todavía
un mejor desarrollo orgánico y su encarnación en estilos eclesiales que
conjuguen la identidad católica que hace lugar a la diversidad cultural de
nuestra Iglesia”, aseveró.
El obispo aseguró que “este planteo despierta muchas
preguntas de no sencilla ni rápida respuesta: ¿qué significa ser obispo hoy, en
una sociedad plural, con fuertes y legítimos espacios de secularización? ¿Cómo
ha de ser mi palabra, mi presencia y mis gestos? ¿Cómo interactuar con los
otros actores de la vida ciudadana, sean los poderes públicos como las demás
organizaciones de la sociedad civil? ¿Cuándo y cómo intervenir en los debates
públicos? ¿En qué dirección alentar la presencia de los fieles católicos
laicos? ¿Cómo alentar la vida y misión de las comunidades cristianas en los diversos
medios y situaciones en las que viven y profesan la fe?”
Presupuesto
Monseñor Buenanueva insistió en afirmar que “queda
todavía mucho camino por transitar. Muchos temas aguardan nuestra atención
renovada. Por ejemplo: el presupuesto de culto del Estado nacional. Su forma
actual, cuestionada legítimamente por muchos, merece una profunda revisión y
modernización”.
“Otro tema: nuestra intervención en los debates
ciudadanos y parlamentarios sobre leyes que no expresan una concepción de la
persona humana y del bien común que consideramos verdadera y buena para todos.
¿Cómo vivir el testimonio evangélico cuando tenemos que expresar verdades
incómodas y vivir una oposición crítica pero constructiva a la sociedad a la
que pertenecemos, a la que amamos y queremos ser fieles?”, interpeló.
“Estos y otros temas concretos seguramente han de
ocupar nuestras agendas en los próximos años. Sin embargo, e independientemente
de la solución que se les dé, lo realmente desafiante para un discípulo de
Jesús es la visibilidad de un testimonio evangélico que, sobre todo hoy, ha de
tener algunas expresiones más significativas por urgentes y desafiantes:
ofrecer esperanza y sentido a las nuevas generaciones; cercanía a las zonas
cada vez más amplias de vulnerabilidad y fragilidad humanas; atender con
creatividad a la sed de Dios, de sentido y de esperanza que sigue viva en cada
ser humano no obstante todos los procesos de secularización”, indicó.
Monseñor Buenanueva concluyó afirmando: “Dios sigue
viviendo y obrando en la ciudad moderna, por momentos más parecida a Babel que
a la anhelada Jerusalén del cielo. Pero, como le gustaba decir a Brochero: la
culpa es de Aquel que se animó a no guardar para sí su condición divina, se
vació a sí mismo y tomó la forma de siervo para levantar con él a toda la
humanidad. El mismo que, en la casa del publicano Zaqueo, sentenció: he venido
a buscar y a sanar lo débil, lo frágil, lo perdido”.+
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