la conferencia de la ONU en la que Argentina
enfrentó y venció al malthusianismo
Pablo Yurman
Infobae, 31 de
Agosto de 2022
Auspiciada por la
ONU y con la asistencia de delegados de numerosos países, del 19 al 30 de
agosto de 1974, se celebró en Bucarest, Rumania, la Conferencia Mundial de
Población. En plena Guerra Fría, con el telón de fondo del enfrentamiento
ideológico protagonizado, por un lado, por los Estados Unidos y sus aliados a
la cabeza del bloque liberal-capitalista, y, por el otro, la Unión de
Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS) y los Estados bajo sistemas
marxistas-colectivistas, esos “enemigos” habrían de unirse para dejar en
evidencia, inesperadamente, un nuevo (¿acaso el de siempre?) antagonismo: el
Norte (rico y desarrollado) contra el Sur (pobre y subdesarrollado). La grey
seguidora de Karl Marx y la discípula de Adam Smith dejaban a un lado sus
diferencias para hacer frente común a un desafío emergente.
La investigadora
Susana Novick lo explica así: “La conferencia consideró las políticas y
programas de acción necesarios, en materia de población, para promover el
bienestar y el desarrollo de la humanidad; como así también los problemas
demográficos fundamentales y su relación con el desarrollo económico y social.
La importancia de ella residió en que fue la primera reunión sobre población
que excedía los estrechos límites de la ciencia demográfica y se proponía
acciones y políticas concretas a nivel mundial” (“La posición argentina en las
tres conferencias mundiales sobre población”, Instituto de Investigaciones Gino
Germani, Facultad de Ciencias Sociales, UBA).
Un grupo de
países, liderados por la posición argentina, formularon numerosas enmiendas al
proyecto antinatalista promovido por las grandes potencias
El punto es que,
con independencia de las buenas intenciones que surgirían, en apariencia, de lo
señalado, la Secretaría General de la Conferencia elaboró un borrador de
declaración final, conocido como “Plan de Acción Mundial sobre Población”, en
base a documentos elaborados en las reuniones preparatorias de la Conferencia,
instrumento que empezó a circular entre las delegaciones de los distintos
países.
El contenido del
proyecto dejó en evidencia la ideología que inspiraba a los delegados de los
países del Norte industrializado, sin importar que fueran capitalistas o
marxistas, ya que en esto hubo sugestivas coincidencias y sería severamente
cuestionado por un grupo de países que, liderados por la posición argentina en
la Conferencia, formularon numerosas enmiendas al proyecto, lo que resultó, en
los hechos, en la elaboración de un nuevo documento sobre otros ejes
ideológicos completamente distintos a los imaginados desde la Casa Blanca y el
Kremlin.
Los países dominantes
del Hemisferio Norte –pero específicamente EEUU y Europa Occidental- partían de
la premisa ideológica falsa propuesta a comienzos del siglo XIX por el
economista británico Thomas Malthus, según la cual “en el mundo no hay lugar
suficiente para todos” y por tal motivo, como nos recuerda Novick, “la
tendencia de todos los documentos fue mostrar como alarmante el crecimiento de
la población y pregonar el control de la natalidad como solución ante los
problemas de escasez de alimentos y bajo nivel de desarrollo de ciertos
países”.
“Sin embargo
-sigue Novick- los países del mundo considerados más pobres unieron sus
esfuerzos en pos de conseguir que no se tratara de implementar una única
solución ante un problema que, más que demográfico, era económico y social.”
Vale decir que, de
acuerdo a los documentos preparatorios que circularon entre las delegaciones,
según la mirada del Norte ya industrializado, la ayuda al Sur subdesarrollado
no pasaba –por ejemplo- por otorgar créditos blandos para infraestructura básica,
desarrollos agrícolas, radicación de industrias, ayudas concretas en salud y
educación, etc. No, la ayuda a los pobres pasaba, sola y exclusivamente, por
repartir anticonceptivos y evitar el crecimiento poblacional. Es por esta razón
que a partir de ese momento se comenzó a hablar en ciertos sectores (sobre todo
de la izquierda sudamericana) de “imperialismo contraceptivo” a esta curiosa, y
por cierto racista, forma de entender la “ayuda” a los países periféricos. En
otros términos, ante el dilema de una mesa con porciones de alimento limitadas,
algunos de antemano manejaban como único plan posible, la eliminación de
comensales. Otros, en cambio, propondrán tratar de ampliar la mesa sin eliminar
comensales.
En dicha Cumbre
tuvo destacada actuación la comisión argentina, que venía preparándose desde
meses antes con la intervención personal de quien había sido Ministro del
Interior hasta pocos días antes, Benito Llambí, quien finalmente no viajó a
Rumania. En sus memorias publicadas décadas después, con el título Medio siglo
de política y diplomacia, Llambí escribió: “La Argentina había carecido por
muchos años de una política poblacional. Procurábamos subsanar esa falencia lo
más rápidamente. Se había trazado una meta: llegar al año 2000 con cincuenta millones
de habitantes.”
La comisión
argentina en Bucarest no hará más que llevar a ese foro internacional, y sobre
un tema tan sensible, la posición previamente asumida e implementada por el
gobierno de Juan Domingo Perón, continuada por la presidente María Estela
Martínez de Perón luego del fallecimiento del líder en julio de ese mismo año.
Como se señaló en una nota anterior en Infobae, ya en el Plan Trienal
(1974/77), “se advertía de las ‘serias consecuencias sociales (del
envejecimiento de la estructura poblacional) en lo referente a la vitalidad del
país y de las perspectivas para su futuro”.
Para sorpresa de
los delegados norteamericanos, la Argentina propuso más de sesenta enmiendas al
borrador, que prácticamente lo convertían en otro documento distinto del
pergeñado en la oficina oval de la Casa Blanca. También los Estados Unidos de
Norteamérica vivían horas de agitación interna en lo institucional. El
presidente Richard Nixon había renunciado el 9 de agosto tras el escándalo
“Watergate”. Sin embargo, la posición norteamericana en Bucarest estaba
garantizada dado que el Secretario de Estado, Henry Kissinger, seguía en el
estratégico puesto bajo la presidencia de Gerald Ford.
Los ejes de la
contrapropuesta argentina pasaban por los siguientes puntos: que la definición
de políticas demográficas son parte de la soberanía propia de cada nación; que
la superpoblación, como problema, es ajeno no sólo a nuestro país sino a todo
el continente americano siendo, en cambio, un problema la mala distribución de
su escasa población; que los procesos migratorios, convenientemente regulados,
son fuente de riqueza y crecimiento para las sociedades y no al revés;
finalmente, y quizás el punto más conflictivo en donde quedaba demostrado el
choque de miradas antropológicas y filosóficas antagónicas, que las medidas que
propone el Plan para superar las dificultades del alto crecimiento de población
para los países en vías de desarrollo son todas de carácter limitativo de su
población, pero en cambio no se mencionan otras medidas de tipo económico,
comercial y financiero que estas naciones han reclamado reiteradamente.
Como bien razona
Novick, “Estados Unidos, el gran perdedor de esta Conferencia, se decidió por
el control de los nacimientos y la planificación familiar; posiblemente
confiaba en que el Plan no se modificaría, pero sucedió lo contrario. A pesar
de la preparación y de los medios disponibles de su delegación, su falta de
habilidad política fue clara y quedó muchas veces en posición desairada.”
Por supuesto que
Henry Kissinger no se cruzaría de brazos. Tiempo después dejaría sentado por
escrito, en un documento del Departamento de Estado que sería desclasificado
años más tarde, que los objetivos estratégicos puestos sobre la mesa en
Bucarest no sufrirían modificación alguna en cuanto al objetivo de detener el
crecimiento de la población de los países en desarrollo y preservar, así, las
reservas naturales para un club selecto de naciones que ya habían logrado su
desarrollo industrial y agotado en buena parte los recursos naturales
necesarios para ello. Sólo sería cuestión de cambiar la estrategia, sobre todo
la comunicacional.
Fue la última
ocasión en la que nuestro país, con una clara política interna de fomento del
crecimiento poblacional, supo ser actor protagónico y no mero espectador de las
decisiones de otros en el ámbito de la política internacional.
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