completamente pobre
Santiago MARTÍN, sacerdote
catolicos-on-line, 15-3-16
El día 15, el Papa ha presidido un consistorio que ha
decretado la canonización de la beata Teresa de Calcuta. El milagro que ha
hecho posible esta canonización se aprobó el pasado diciembre y la canonización
tendrá lugar el próximo 4 de septiembre. La Madre Teresa ha intercedido,
después de fallecida, para que ocurrieran varios milagros, pero los más
numerosos fueron los que hizo en vida.
Desde que comenzó a recoger mendigos y moribundos en
las calles de Calcuta en 1948, hasta que murió en 1997, cientos de miles de
seres humanos se beneficiaron de su amor. Muchos murieron en paz, tratados como
seres humanos y no roídos por las ratas o picados por los cuervos en la calle,
mientras aún seguían vivos. Otros muchos pudieron nacer gracias a ella y
encontrar un hogar digno, como consecuencia de la campaña que lanzó para frenar
el aborto, con aquel lema tan claro como impactante: “No lo mates. Dámelo a
mí”. Y otros pudieron sobrellevar su sufrimiento o su soledad, como los
ancianos recogidos en los asilos o los enfermos de sida atendidos en sus
centros. La obra de las Misioneras de la Caridad, que es la congregación
fundada por ella, ha sido y es un ejemplo de cómo actúa la Iglesia en el campo
de la solidaridad. Ellas están realmente entre los más pobres de los pobres y
viven como los pobres. El último ejemplo de esto son las monjas asesinadas hace
unos días por fundamentalistas islámicos en Yemen, mientras cuidaban a un grupo
de ancianos, algunos de los cuales también murieron.
Pero todo esto es siempre la periferia de la persona
-importante, no cabe duda-, que puede quizá ocultarnos su alma, lo que hay
dentro de ella. La propia Teresa, aunque no era muy dada a hablar de sí misma,
lo cuenta: “Por sangre y origen soy albanesa. Por mi vocación pertenezco al
mundo entero pero mi corazón pertenece por completo a Jesús”. Ella era toda de
Jesús y era por Jesús que hacía todo, absolutamente todo. No era una activista
social, ni siquiera una persona extraordinariamente generosa y valiente. Era
una monja, una consagrada a Dios. Dicen que en una ocasión, un millonario
norteamericano visitó uno de sus hogares y la vio a ella y a las monjas
trabajar con los moribundos; al despedirse le dijo: “Lo que usted hace, yo no
lo haría ni por todo el oro del mundo”, a lo que ella contestó: “Ni yo
tampoco”.
Ni por todo el oro del mundo, pero si por algo que no
se puede comprar con el oro: el amor a aquel, Cristo, que la había amado
primero. El amor al Amor. El amor a un Dios hecho hombre y que se había quedado
presente en el hombre que sufre. Pero, ¿cuál fue la respuesta de Cristo a esa
entrega tan radical y completa? Se podría pensar que la Madre Teresa pasó los
casi setenta años que duró su vida consagrada -desde que ingresó con las monjas
de Loreto hasta que falleció- en medio de éxtasis permanentes, gracias místicas
y arreboles de felicidad; se podría pensar que con frecuencia el Espíritu Santo
descendería sobre ella no sólo para iluminarla sino para herirla con aquella
flecha bruñida de la que hablaba la primera de las Teresas, la de Ávila, y que
hiere interna y dulcemente. Se podría pensar que tanto esfuerzo, tanta lucha,
tanto sufrimiento debería tener una compensación que lo hiciera más fácil. Pues
no fue así. Confieso que para mí fue una gran sorpresa saber, por las cartas de
ella que fueron publicadas hace algunos años, que después de los momentos
iniciales la Madre Teresa vivió una cierta sequedad espiritual, a pesar de ser
una mujer de oración asidua y abundante. Y confieso también que ha sido esto
precisamente lo que la hizo realmente grande ante mis ojos. Ella estaba con los
pies en el barro en el que viven los pobres, pero lo estaba en el doble
sentido. Primero, porque era pobre entre los pobres y como los pobres. Segundo,
porque no experimentaba -lo cual no significa que no recibiera- mimos y
caricias de Aquel por quien lo estaba dando todo. El Señor la quiso de verdad
pobre, hasta el punto de privarla de consuelos místicos. Y ella lo aceptó por
amor a Él, también incluso cuando no entendía porque pasaba eso y hubiera
querido otra cosa.
La Madre Teresa pronto será santa. Démosle gracias a
Dios por ello. Pero no reduzcamos su testimonio a la caridad hacia los
necesitados. Además de eso hubo otra cosa, además estuvo el alma que entregó a
Cristo y que el Señor aceptó compartiendo con ella el tesoro de su abandono en
la Cruz. Fue, con él, por Él y como Él, completa y auténticamente pobre entre
los pobres. Por eso ella es santa.
La Madre Teresa de Calcuta será
canonizada el 4 de septiembre
El Papa Francisco decretó hoy que la canonización de la Madre Teresa de
Calcuta, fundadora de la Orden de las Misioneras de la Caridad será efectiva el
próximo 4 de septiembre.
El Pontífice presidió hoy en el Vaticano la celebración del Consistorio
Ordinario Público para las canonizaciones de varios beatos, entre ellos la
religiosa de origen albanés, cuya canonización ya fue firmada por el papa.
Teresa de Calcuta será canonizada por lo tanto un día antes de que se
cumplan los 19 años de su fallecimiento en esa ciudad india y durante el Año
Santo Extraordinario de la Misericordia.
Queda por ver dónde se celebrará la canonización. La Iglesia india
insiste en que el Papa argentino vaya a Calcuta a celebrar la canonización de
la santa del famoso sari blanco de borde azul, pero fuentes del Vaticano
aseguran que no está previsto un viaje así y que la canonización tendrá lugar
en Roma.
La beatificación de la Madre Teresa en 2003 por Juan Pablo II, con quien
tenía una estrecha relación, reunió a 300.000 fieles en la plaza de San Pedro.
Junto a la célebre religiosa, el consistorio debe validar la
canonización del niño mexicano José Sánchez del Río (1914-1928), muerto por su
fe a los 14 años, y del sacerdote argentino José Gabriel Brochero (1840-1914).
También dará luz verde a la del padre polaco Stanislas Papczynski (1631-1701),
así como a la de Marie-Elisabeth Hesselblad (1870-1957), una luterana sueca
convertida al catolicismo que se convirtió en religiosa y trabajó por la unidad
de los cristianos. Fue declarada Justa por haber salvado a judíos durante la
Segunda Guerra Mundial en Roma.
Para la canonización de la Madre Teresa, el Vaticano ha batido todos los
records reconociendo un primer milagro en 2002, lo que permitió su
beatificación. El pasado diciembre, la Iglesia reconoció el segundo milagro,
atribuido a la intercesión de la religiosa, de la cura en 2008 de un ingeniero
brasileño que entonces tenía 35 años y que tenía múltiples tumores en el
cerebro.
Una vida dedicada a los más pobres
Nacida en 1910 en Macedonia en el seno de una familia albanesa, Gonxhe
Agnes Bojaxhiu entró de jovencita en el Instituto de la Bienaventurada Virgen
María, conocido en España como las Madres Irlandesas, y en 1929 se fue con
ellas a la India a enseñar en colegios.
Allí descubrió su segunda vocación, también de servicio pero
completamente distinta de la de enseñar en colegios femeninos. Tras una
experiencia mística, se dedicó a servir a los más pobres y abandonados,
recogiendo enfermos en las calles más miserables de Calcuta. En 1950 fundó su
propia congregación, las Misioneras de la Caridad, que consagran su vida «a los
pobres de entre los pobres».
Cuando Juan Pablo II fue a Calcuta en febrero de 1986, su primera
actividad fue visitar el hospicio. El Papa saludó con un beso a la Madre Teresa
y después se fueron juntos a visitar a cada uno de los 86 moribundos que había
ese día en la casa. Para la Madre Teresa fue «el día más hermoso de mi vida».
Hoy la congregación cuenta con 4.500 religiosas en todo el mundo. Cuatro
de ellas fueron asesinadas la semana pasada en Yemen.
La Madre Teresa falleció a los 87 años en Calcuta el 5 de septiembre de
1997. Aunque nunca quiso ningún privilegio, Juan Pablo II le concedió uno al
dispensarle del plazo de cinco años establecido desde la muerte hasta el
comienzo del proceso de beatificación.
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