de cristianos en Paquistán en medio de la
indiferencia mundial
catolicos-on-line, 28-3-16
¿Vale más un europeo muerto en Bruselas que un
cristiano paquistaní asesinado en un parque de Lahore por la misma razón fanática?
La relativa indiferencia con que los medios occidentales han reaccionado ante
el brutal asesinato en masa, ocurrido ayer en la segunda ciudad de Pakistán,
apunta a ese doble rasero. El primer ministro paquistaní viajó hoy a Lahore
para interesarse por las víctimas y los familiares del ataque talibán contra
los cristianos. El último balance habla de 72 muertos (entre ellos 18 mujeres y
17 niños), y 359 heridos, de ellos más de 20 en estado crítico, por lo que el
número de víctimas mortales podría alcanzar el centenar.
Nadie espera que por sí solo el régimen de Islamabad
haga algo para cambiar el trágico estado en que vive la minoría cristiana. La
indiferencia —vestida de impotencia— con que las autoridades de Pakistán
responden a atentados terroristas como los registrados ayer en Lahore refleja
el chantaje que imponen los partidos ultrarreligiosos musulmanes, y más aún la
cultura general de un país acostumbrado a tratar a los no mahometanos como
ciudadanos de segunda.
Ha sido el enésimo ataque contra cristianos, esta vez
no en una iglesia sino en un parque donde mujeres y niños celebraban la Pascua.
Pasada la conmoción de los primeros momentos la situación volverá a ser,
desgraciadamente, la misma: no habrá guardias especiales para los templos, ni
protestas por parte del clero musulmán paquistaní, ni detenciones o juicios
para los islamistas responsables (el Gobierno se escuda en el colapso de la
Justicia, que tiene más de un millón de casos paralizados).
En los barrios cristianos de Lahore, como en los de
otras ciudades de Pakistán, la vida será a partir de ahora un poco más
insoportable. Cuando sus decenas de miles de católicos salgan del gueto tendrán
dificultades para encontrar trabajo por no ser musulmanes; si trabajan, tendrán
que utilzar una cantina aparte para no contaminar a sus compañeros mahometanos;
si la empresa tiene dificultades, serán los primeros en irse a la calle. Sus
hijas, mientras tanto, se verán a diario tildadas de prostitutas, también por
otras chicas, por no utilizar el velo por la calle.
Son algunas de las discriminaciones cotidianas que
padece la minoría cristiana de Pakistán, católica y protestante, que constituye
el dos por ciento de sus 180 millones de habitantes.
La afrenta más publicitada en el exterior es, también,
la más lacerante: la llamada «ley de la blasfemia», que permite a tres
musulmanes ponerse de acuerdo para encerrar en la cárcel o condenar a muerte a
un cristiano si le acusan de haber insultado a Mahoma o al Corán. El caso de
Asia Bibi —la cristiana paquistaní condenada a la pena de muerte por beber de
la misma tinaja que sus vecinas musulmanas— es el icono del martirio diario
que, en días como ayer, adquiere proporciones gigantescas.
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