soportada con paciencia por el Siervo sufriente, muestra el
camino elegido por el Padre para restablecer la armonía perdida”.
P. Ricardo Mazza
En estos días hemos de recorrer los últimos momentos de la vida de
Cristo en este mundo, adentrándonos en su vivencia de la Pasión dolorosa, la
muerte en Cruz, para culminar en su resurrección gloriosa. San Pablo (Fil. 2,
6-11) apóstol nos presenta, tal como lo proclamamos en la segunda lectura de
esta misa, la clave de estos sucesos al
afirmar que “Jesucristo, que era de condición divina, no consideró esta igualdad
con Dios como algo que debía guardar celosamente: al contrario se anonadó a sí mismo, tomando la condición de servidor y
haciéndose semejante a los hombres. Y presentándose con aspecto humano, se
humilló hasta aceptar por obediencia la muerte y muerte de cruz”. De esta manera, Cristo actúa de manera
diferente a lo que aconteciera en los orígenes del mundo, cuando el hombre
queriendo ser dios, pretendió elevarse más allá de su condición de criatura.
Por esta acción entró el pecado en el mundo produciéndose el
desequilibrio que afectará la relación del hombre con Dios, con la creación y los demás.
La encarnación del Hijo de Dios y su presencia entre nosotros, pues, implica que viene a restablecer el orden quebrantado
en el principio de la creación.
La pasión soportada con paciencia por el Siervo sufriente, iniciada hoy,
muestra el camino elegido por el Padre,
la senda de la humildad, por la
que Jesús restablecerá la armonía perdida, recuperándonos la dignidad de hijos.
Por el cumplimiento de esta misión, se afirma de Cristo que “Dios lo exaltó y le dio el Nombre que está
sobre todo nombre, para que al nombre de Jesús, se doble toda rodilla en el
cielo, en la tierra y en los abismos, y toda lengua proclame para gloria de
Dios Padre: <Jesucristo es el Señor>”.
¿Qué significa que Cristo fue exaltado por el Padre? que lo que para el
hombre es signo de miseria y humillación, resulta motivo de elevación para el
Hijo de Dios, medio eficaz para devolver al hombre su dignidad manchada por el pecado original.
Es desde la cruz donde se manifiesta cuánto amó Dios al hombre que lo
rescata de su pecado y miserias más profundas, enseñándole por la humillación
qué precio alto debiose pagar para
recuperar el paraíso perdido.
La exaltación y glorificación de Cristo en la cruz redentora no sólo es don inmerecido por nosotros, sino tarea a realizar a lo largo de la vida
terrenal.
En efecto, la elevación de Cristo implica que cada uno de nosotros,
pecadores salvados, asuma lo que dice el apóstol en el sentido de que “al nombre de Jesús, se doble toda rodilla en el cielo, en la tierra y
en los abismos, y toda lengua proclame para gloria de Dios Padre:
<Jesucristo es el Señor>”.
Y así, ¿estamos dispuestos a doblar nuestra rodilla ante la persona del
crucificado? ¿Lo reconoceremos siempre como Jesucristo el Señor? ¿O más bien
preferimos doblar nuestras rodillas ante los dioses falsos a los que
habitualmente reconocemos como deidades, esto es, el dinero, el sexo, el
placer, la vida fácil, el espíritu mundano, la indiferencia religiosa?
Recién escuchamos en el relato de la Pasión del Señor (Lc. 22,7.14-23,56)
cómo Herodes, su corte y la soldadesca se burlan de Jesús ya que no responde su
persona a las exigencias de la frivolidad reinante en el paganismo vacío.
En nuestro tiempo, ¡cuántas veces se repite esta escena, no solamente
entre los incrédulos, sino también entre los que se dicen cristianos!
También hoy, Cristo aparece como ridículo al reclamar la honestidad de
las costumbres, la fidelidad en el culto divino, el amor de los más
necesitados, el espíritu de renuncia de todo hedonismo, la búsqueda de santidad
de vida, la elección del sacrificio y de la renuncia personal por encima del
disfrute sin fronteras tal como se predica en este tiempo en la cultura que nos
envuelve.
Son muchos los que prefieren seguir los atajos que la vida actual les
ofrece, antes que afirmar de palabra y obra:
<Jesucristo es el Señor>”.
¿Estaremos dispuestos a un cambio de
estilo de vida en estos días? ¿Proclamaremos al mundo que lo más bello
que se nos ha enseñado en la vida es el encuentro personal con el Señor y la
decisión de seguir sus pasos?
Quiera Dios fortalecernos para que cada vez que la tentación pretenda
apartarnos de la comunión con Él, sepamos confesar enfáticamente “Jesucristo es el Señor”, no siguiendo
otros atractivos que, embaucadores desde el principio, buscan apartarnos de la
Verdad, del Camino y de la Vida, que es el Señor exaltado en la Cruz y resucitado de entre los
muertos.
Padre Ricardo B. Mazza. Párroco de la parroquia “San Juan Bautista”, en Santa Fe de la Vera
Cruz, Argentina. Homilía en el domingo
de Ramos, ciclo “C”. 20 de marzo de 2016.-
http://ricardomazza.blogspot.com;
ribamazza@gmail.com.-
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