P. Pedro Trevijano
Etcheverria
Infocatólica, 16/07/22
En España hay
mucha gente, empezando por el Gobierno de Sánchez y los que lo apoyan, que
creen que lo realmente importante es ser lo que ellos llaman progresistas,
siendo par ellos uno de los factores de progreso el que sea una realidad en
nuestro país la Ley para la Eutanasia. En realidad se trata de gente esclava de
su ideología retrógrada, porque el auténtico progreso consiste en favorecer,
fomentar y desarrollar los derechos humanos, entre los que indiscutiblemente
está el derecho a la vida, para así promover la dignidad humana.
«La decisión
deliberada de privar a un ser humano inocente de su vida es siempre mala desde
el punto de vista moral (como sucede en la eutanasia) y nunca puede ser lícita
ni como fin, ni como medio para un fin bueno. En efecto, es una desobediencia
grave a la ley moral, más aún, a Dios mismo, su autor y garante» (San Juan
Pablo II, Encíclica «Evangelium Vitae» nº 57).
Pero ¿qué es la eutanasia?:
Nos dice la Declaración «Iura et Bona» de la Sagrada Congregación de la
Doctrina de la Fe del 5 de Mayo de 1980: «Por eutanasia se entiende una acción
o una omisión que por su naturaleza, o en la intención, causa la muerte, con el
fin de eliminar cualquier dolor. La eutanasia se sitúa pues en el nivel de las
intenciones o de los métodos usados» (nº 14). El hecho central es que en la
eutanasia un ser humano da muerte a otro, consciente y deliberadamente, por muy
presuntamente nobles o altruistas que aparezcan las motivaciones que lleven a
ejecutar tal acción.
El caldo de
cultivo de la eutanasia es la no creencia en Dios y la no existencia de otra
vida después de la muerte, teniendo además una comprensión de la libertad como
mera capacidad de decidir cualquier cosa con tal que el individuo la considere
necesaria o conveniente: «Mi vida es mía, nadie puede decirme lo que tengo que
hacer con ella», «tengo derecho a vivir, pero no se me puede obligar a vivir».
Frente a la
eutanasia la actitud cristiana es luchar contra el dolor por medio de los
cuidados paliativos. En el Testamento Vital de nuestro Episcopado leemos esta
petición: «que se me administren los tratamientos adecuados para paliar los
sufrimientos». Se trata de luchar contra el dolor y sus síntomas y de dar al
enfermo apoyo psicológico, especialmente en lo afectivo y, si lo acepta, en lo
religioso. Es lo que en Medicina se llama cuidados paliativos.
¿En qué consisten
los cuidados paliativos? Leo en el Documento «La Eutanasia. Cien cuestiones y
respuestas sobre la defensa de la vida humana y la actitud de los católicos»
también de nuestros Obispos: «Es lícito suministrar narcóticos y analgésicos
que alivien el dolor, aunque atenúen la consciencia y provoquen de modo
secundario un acortamiento de la vida del paciente. Siempre que el fin de la
acción sea calmar el dolor y no provocar subrepticiamente un acortamiento
sustancial de la vida; en este caso, la moralidad de la acción depende de la
intención con que se haga y de que exista una debida proporción entre lo que se
logra (la disminución del dolor) y el efecto negativo para la salud» (nº 94-6).
Para la
Organización Médica Colegial Española la diferencia entre sedación paliativa y
eutanasia viene determinada por la intención, el procedimiento y el resultado.
Ante todo se ha de procurar encontrar el tipo de dolor que padece el enfermo
para darle el tratamiento adecuado. El médico está obligado a sedar sólo hasta
el nivel requerido para aliviar los síntomas. El tratamiento del dolor no es
una cuestión opcional, sino un imperativo ético. En la sedación se busca
disminuir el nivel de consciencia, con la dosis mínima necesaria de fármacos
para evitar que el paciente sufra mientras llega su muerte y es un recurso
terapéutico prescrito por el médico y un derecho del enfermo, aunque para ello
han de procurar resolver antes sus temas pendientes familiares, sociales y
espirituales, mientras en la eutanasia se busca deliberadamente la muerte del
enfermo con dosis letales de fármacos.
Sólo la Medicina
Paliativa da sentido real a las necesidades de los pacientes. Por ello es la
verdadera solución ética ante la situación terminal, aliviando los sufrimientos
y proporcionando los medios para una muerte tolerable. Con frecuencia, incluso
enfermos que han pedido la eutanasia, ante unos cuidados paliativos adecuados,
ya no desean la eutanasia. Paliar es mitigar el sufrimiento, reafirmando la
importancia de la vida, pero aceptando que la muerte es una realidad humana.
El doctor Adriá
Gómes, médico de cuidados paliativos escribe: «las personas sí quieren vivir,
es excepcional una petición en otro sentido y está más bien condicionada por
otro tipo de factores: dolor, mal control sintomático, soledad o ausencia de
soporte. Verdaderamente la gente quiere vivir, así lo he comprobado en mi
tiempo de servicio en una unidad de cuidados paliativos». .Ante la legalización
de la eutanasia en España, este médico asegura que en la unidad de cuidados
paliativos en la que estaba «(la eutanasia) me la pidió en una ocasión un paciente
con síndrome refractario del dolor y cuando se controló el dolor, la rechazó.
Después, tuvo un buen seguimiento con nosotros y finalmente falleció
tranquilamente en su casa».
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