Sandro MAGISTER, periodista
catolicos-on-line, 28-4-16
La confirmación definitiva de la adhesión del
papa Francisco a la solución alemana de la cuestión crucial de la comunión a
los divorciados que se han vuelto a casar la dio el más célebre de los
cardenales y teólogos de Alemania, Walter Kasper, en la entrevista del 22 de
abril publicada en "Aachener Zeitung", un diario de Aquisgrán:
> Kardinal Kasper: Was Franziskus von der Kirche und Europa erwartet
Entrevista aquí resumida en inglés:
> Kasper: Pope Intends “Not to Preserve Everything as it has Been”
Gracias a la exhortación post-sinodal
"Amoris lætitia" – ha dicho Kasper – los obispos alemanes tienen
ahora "viento en popa para resolver esas situaciones en una forma
humana".
Y ha contado este episodio revelador. Hace un
tiempo un sacerdote que él conoce había decidido no prohibir a una madre que se
había vuelto a casar que también ella recibiera la comunión en el día de la
primera comunión de su hija. El mismo Kasper ayudó a ese sacerdote a tomar esa
decisión, con la certeza que tenía "toda la razón". El cardenal hizo
conocer después la cosa al Papa, quien aprobó la decisión y le dijo: "Es
de este modo que un pastor debe tomar una decisión".
En consecuencia, "la puerta está
abierta" para la admisión a los sacramentos de los divorciados que se han
vuelto a casar, siguió diciendo Kasper. "Hay también una cierta libertad
para cada uno de los obispos y las conferencias episcopales. Porque no todos
los católicos piensan como nosotros los alemanes. Aquí [en Alemania] se puede
permitir lo que en África está prohibido. Por eso el Papa da libertad para
diferentes situaciones y para futuros desarrollos".
Entre Kasper y Jorge Mario Bergoglio hay
mucho más que un contacto ocasional.
En su última conferencia de prensa en un
avión, de retorno desde la isla griega de Lesbos, Francisco dijo que había
experimentado "fastidio" y "tristeza" por la importancia
dada por los medios de comunicación a la comunión para los divorciados que se
han vuelto a casar.
Pero esto es lo que sucedió justamente a
causa de la decisión del Papa de confiar a Kasper – desde hace décadas el
número uno de los partidarios de un giro en la materia – el discurso de
apertura del Consistorio cardenalicio de febrero del 2014.
Luego de ese dramático consistorio hubo dos
sínodos que pusieron al descubierto las fuertes divisiones dentro de la
jerarquía de la Iglesia. Pero en la mente de Francisco el guión ya estaba escrito.
Y lo que ahora se lee en la "Amoris lætitia", cuyo punto culminante
es precisamente el capítulo octavo, redactado en la forma vaga y oscilante
típica de Jorge Mario Bergoglio cuando quiere abrir y no cerrar un proceso,
pero que justamente hace decir ahora a Kasper y a los alemanes, con absoluta
certeza, que tienen en este momento "viento en popa".
Es cierto que no todos los cardenales y
obispos de Alemania concuerdan con Kasper. También es alemán el otro cardenal y
teólogo, Gerhard L. Müller, prefecto de la Congregación para la Doctrina de la
Fe, quien ha hecho saber muchas veces – la última en un libro publicado pocos
días antes de la publicación de la "Amoris lætitia" – que disiente
radicalmente con todo aquél que, absolviendo a los divorciados que se han
vuelto a casar y admitiéndolos a la comunión, socava de hecho los fundamentos
de tres sacramentos, no de uno: el Matrimonio, la Penitencia y la Eucaristía.
Pero ahora se ha hecho evidente que para
Francisco el cardenal no cuenta para nada, a pesar de su rol de custodio de la
doctrina y del esfuerzo inútil de haber enviado al Papa decenas de notas
correctivas del borrador de la exhortación, la cual le fue entregada para que
la analizara con anticipación por mero deber de oficio.
En efecto, para presentar oficialmente al
mundo la "Amoris lætitia" el día de su publicación, el Papa no llamó
a Müller sino a otro cardenal y teólogo del área germanoparlante, Christoph
Schönborn, arzobispo de Viena.
Y pocos días después, durante el vuelo de Lesbos
a Roma, Francisco propuso de nuevo a Schönborn como exégeta principal de la
exhortación post-sinodal, y lo definió como "gran teólogo [que] conoce
bien la doctrina de la fe". A la pregunta si para los divorciados que se
han vuelto a casar existe sí o no ahora la posibilidad anteriormente impedida
de recibir la comunión, el Papa respondió con un perentorio y por una vez
inequívoco: "Sí. Punto". Pero recomendó que se dirigieran justamente
a Schönborn para tener una respuesta más detallada.
No es casualidad. Porque en el sínodo del
pasado mes de octubre fue precisamente el arzobispo de Viena, de acuerdo con
Kasper, quien explicitó en el "Circulus germanicus" las fórmulas de
aparente respeto del magisterio tradicional de la Iglesia, pero al mismo tiempo
abiertas al cambio – aptas para evitar las objeciones de Müller – que después
confluyeron en la "Relatio finalis" del sínodo y por último en la
"Amoris lætitia", pero siempre en esa forma estudiadamente ambigua
que permite ahora al partido de Kasper cantar victoria y a Müller y a los otros
que están de su parte sufrir una dolorosa derrota.
En el frente opuesto a la victoriosa solución
alemana hay hasta ahora un único obispo que ha reaccionado yendo directamente
al corazón de la cuestión, no sólo refugiándose detrás de la naturaleza
"no magisterial" – en consecuencia interpretable sólo a la luz del
anterior magisterio de la Iglesia – de la "Amoris lætitia", tal como
decidió hacer, por ejemplo, el cardenal Raymond L. Burke.
Curiosamente, este obispo es también él de
ascendencia alemana. Es Athanasius Schneider, el obispo auxiliar de Astana, en
Kazajistán.
El texto íntegro del pronunciamiento del
obispo Schneider fue publicado en italiano el 24 de abril en la agencia online
"Corrispondenza Romana", dirigida por el profesor Roberto de Mattei:
> "Amoris lætitia": chiarire per
evitare una confusione generale
Y en idioma inglés apareció al día siguiente
en el blog "Veri Catholici":
> Bishop Athanasius Schneider speaks on "Amoris lætitia"
Sobre la cuestión de la comunión a los
divorciados que se han vuelto a casar, es durísima la crítica de Schneider a la
"confusión" producida por la "Amoris lætitia".
"La confusión llega a su punto
culminante – afirma – porque todos, tanto los partidarios de la admisión a la
comunión para los divorciados que se han vuelto a casar como sus opositores,
sostienen que no ha sido modificada la doctrina de la Iglesia en esta
materia".
Schneider instaura un parangón con la
propagación de la herejía arriana en el siglo IV. En el año 357 [d. C.] la
confusión llegó al extremo cuando el mismo papa Liberio suscribió una fórmula
ambigua respecto a la divinidad de Jesús, lo cual le hizo decir a san Jerónimo,
al describir el estado de confusión de la época: "El mundo entero gime y
advierte con asombro que se ha convertido en arriano".
En esa coyuntura – hace notar Schneider –
"san Hilario de Poitiers fue el único obispo que dirigió reprimendas
severas al papa Liberio por esos actos ambiguos".
Pero también hoy – prosigue diciendo el
auxiliar de Astana – la situación es tal
que cada uno podría exclamar como san Jerónimo: "Todo el mundo gime y
advierte con asombro que se ha aceptado el divorcio en la praxis".
Así como en el siglo IV "san Basilio
Magno hizo un llamado urgente al Papa de Roma para que indicase con su palabra
una dirección clara para alcanzar finalmente la unidad en el pensamiento, en la
fe y en la caridad", así también hoy "se puede considerar legítimo un
llamado a nuestro querido papa Francisco, el Vicario de Cristo y 'el dulce
Cristo en la tierra' (santa Catalina de Siena), para que ordene la publicación
de una interpretación auténtica de 'Amoris lætitia', que necesariamente debería
contener una declaración explícita del principio disciplinar del magisterio
universal e infalible respecto a la admisión a los sacramentos para los
divorciados que se han vuelto a casar, tal como está formulado en el parágrafo
n. 84 de la 'Familiaris consortio'".
Ese parágrafo n. 84,
"incomprensiblemente ausente de 'Amoris lætitia'", dice:
"La reconciliación en el sacramento de
la penitencia – que les abriría el camino al sacramento eucarístico – puede
darse únicamente a los que... asumen el compromiso de vivir en plena
continencia, o sea de abstenerse de los actos propios de los esposos".
En este estado de cosas parece muy poco
probable que el papa Francisco acepte un llamamiento similar.
El proceso de cambio está en movimiento y él
es el primero que no muestra la mínima intención de querer detenerlo. Por el
contrario.
Es el proceso en el que los alemanes de la
línea Kasper "obtienen todo lo que quieren", como observa el teólogo
moral E. Christian Brugger, profesor en el seminario teológico San Juan María
Vianney, de Denver, en el análisis de la "Amoris lætitia", publicada
por él el 22 de abril en el "The Catholic World Report", la revista
americana on line dirigida por Carl Olson y editada por el jesuita Joseph
Fessio, fundador y director de la Ignatius Press:
> Five Serious Problems with Chapter 8 of "Amoris lætitia"
A continuación presentamos algunos pasajes
del análisis del profesor Brugger, de quien es inminente la publicación de un
ensayo sobre la indisolubilidad del matrimonio en el Concilio de Trento.
Una última observación a propósito del eje
entre el Papa argentino y el ala progresista de la jerarquía alemana: el
cardenal Kasper, junto a su compatriota y compañero Karl Lehmann, tuvo una
participación importante en ese puñado de purpurados que en las décadas previa
y posterior al 2000 se reunía periódicamente en Sankt Gallen, en la Suiza
alemana, y del cual floreció finalmente la elección de Bergoglio para Papa.
Cinco serios problemas con el capítulo 8 de
"Amoris lætitia" por E. Christian Brugger
Para los católicos que se sienten cansados
por los ataques que ha sufrido últimamente la familia cristiana por obra del
laicismo militante, la exhortación post-sinodal del papa Francisco,
"Amoris lætitia" (AL), tiene muchas cosas alentadoras para decir: por
ejemplo, su afirmación explícita que "ningún acato genital de los esposos
puede negar" la verdad que "la unión [conyugal] está ordenada a la
generación ‘por su propio carácter natural’” (AL 80; cfr. 222); su ardorosa
condena del asesinato del nascituro (n. 83); su afirmación sin vacilaciones que
todo niño tiene el "derecho natural" de tener una madre y un padre
(n. 172), y su consiguiente tratamiento – el más amplio en cualquier documento
papal de los últimos 50 años – de la importancia de los padres para los niños
(n. 175).
Pero si bien el texto dice muchas cosas ciertas
y bellas sobre "el amor en la familia", el capítulo 8 (con el título
"Acompañar, discernir e integrar la fragilidad" ) da espacio – y
parece hacerlo intencionalmente – a interpretaciones que plantean serios
problemas para la fe y la práctica católica.
Me concentro aquí sobre cinco de estos
problemas:
1. El modo en el que es presentado el rol que
los atenuantes de la culpabilidad
deberían desarrollar en la pastoral
2. La incoherencia del concepto de "no
juzgar" a los otros
3. La definición del rol de la conciencia en
la absolución de personas en situaciones objetivas de pecado
4. El tratamiento de los absolutos morales
como "reglas" que enuncian las exigencias de un "ideal",
más que deberes morales vinculantes para todos en todas las situaciones
5. La incoherencia con la enseñanza del
Concilio de Trento
2. El tratamiento problemático del acto de
“juzgar” en la "Amoris Lætitia"
El capítulo 8 insiste sobre la necesidad de
"evitar los juicios que no toman en cuenta la complejidad de las diversas
situaciones" (n. 296). Esto es, naturalmente, un buen consejo y debería
ser tomado en serio por todos los sujetos comprometidos en el trabajo pastoral.
Pero al mismo tiempo el texto parece insistir también en el hecho que es
precisamente a la luz de la consideración de esa complejidad que los pastores
pueden considerar que las personas actúan de buena fe cuando deciden permanecer
en su situación irregular.
Pero si no debemos – y en realidad no podemos
– emitir un juicio de condena sobre el estado del alma de otra persona,
entonces no debemos y no podemos ni siquiera emitir un juicio de absolución.
Pero el capítulo 8 da a entender que los pastores pueden tener una adecuada
certeza que una persona está privada de imputabilidad subjetiva y, en consecuencia,
pueden autorizarla a participar en los sacramentos. El parágrafo 299 hace
referencia también a los divorciados que se han vuelto a casar civilmente como
“miembros vivos” de la Iglesia. El significado común de miembro
"vivo" es el de una persona bautizada y en estado de gracia.
¿Pero cómo puede un sacerdote considerar que
esas personas están en gracia sin expresar un juicio? El papa Francisco
insiste, justamente, sobre el hecho que no debemos juzgar. Pero el juicio no
consiste solamente en condenar, también significa absolver. Aquí y en todo el
capítulo, el supuesto es que los pastores pueden verdaderamente emitir un
juicio de absolución sobre las conciencias, de tal modo que las personas en
situaciones de unión irregular puedan avanzar. Pero si no podemos y no debemos
juzgar las almas de los otros, entonces no podemos ni debemos condenarlas
(diciendo que son ciertamente culpables de pecado mortal), ni absolverlas
(diciendo que no son subjetivamente culpables al llevar a cabo una decisión en
materia grave). No podemos juzgar.
¿Si los pastores no pueden juzgar a las
almas, que deberían hacer? Ellos deberían aceptar la valoración que una persona
hace de su propia alma. Si los pastores notaran indicios de atenuación de la
culpabilidad, deberían ayudar delicadamente a la persona a descifrar estos
factores, después informarla caritativamente sobre la enseñanza más plena de
Jesús sobre el matrimonio (es decir, deberían esforzarse en la formación de la
conciencia); el pastor debería descubrir luego si la persona está decidida a
vivir según la enseñanza de Jesús tal como la entiende la Iglesia católica; y
si la persona dijese "no", o “no puedo", el pastor diría: “Mire,
no puedo decir si usted se encuentra en pecado grave rehusándose a aceptar la enseñanza
de la Iglesia, porque yo no puedo juzgar a su alma. Pero también si usted
obrase verdaderamente de buena fe, no puedo juzgar si usted puede recibir
justamente la sagrada Eucaristía, porque no puedo saberlo, y si le dijera esto
podría alentarla a justificar un pecado mortal en acto y dar lugar a su
condenación eterna. Además, como enseña san Juan Pablo II, 'si se admitieran a
estas personas a la Eucaristía, los fieles serían inducidos a error y confusión
acerca de la doctrina de la Iglesia sobre la indisolubilidad del matrimonio'
('Familiaris consortio' 84)".
De este modo, los pastores pondrían
verdaderamente en práctica la amonestación evangélica del papa Francisco de
"no juzgar". Pero estos parágrafos dan muy poco estímulo a esta
interpretación.
4. "Amoris Lætitia" trata los
deberes morales absolutos como reglas que articulan las exigencias de un ideal.
Ejemplo 2:
AL 305: "A causa de los
condicionamientos o factores atenuantes, es posible que, - en medio de una
situación objetiva de pecado – que no sea subjetivamente culpable o que no lo
sea de modo pleno – se pueda vivir en gracia de Dios, se pueda amar, y también
se pueda crecer en la vida de la gracia y de la caridad, recibiendo para ello
la ayuda de la Iglesia. El discernimiento debe ayudar a encontrar los posibles
caminos de respuesta a Dios y de crecimiento en medio de los límites. Por creer
que todo es blanco o negro, a veces cerramos el camino de la gracia y del
crecimiento, y desalentamos caminos de santificación que dan gloria a Dios.
Recordemos que 'un pequeño paso, en medio de grandes límites humanos, puede ser
más agradable a Dios que la vida exteriormente correcta de quien transcurre sus
días sin enfrentar importantes dificultades'. La pastoral concreta de los
ministros y de las comunidades no puede dejar de incorporar esta realidad.
En este pasaje de AL los obispos alemanes
obtienen todo lo que quieren.
Es verdad que las personas, a causa de una
ignorancia invencible, pueden vivir en gracia mientras optan por materias
objetiva y gravemente inmorales. Pero es verdad también que si un pastor
supiera que se encuentran en una ignorancia de ese tipo, tendría el deber de
caridad de ayudarle a salir de su situación objetivamente pecaminosa.
Pero el pasaje citado no supone que el pecador
está en un estado de ignorancia invencible, o que el pastor supone esto. El
pasaje supone que las personas que objetivamente cometen adulterio pueden
pensar que están "en gracia de Dios", y que también su pastor puede
pensarlo, y que su juicio es justo porque aprueba lo que en realidad Dios les
está pidiendo a ellos aquí y ahora, que no es todavía el ideal. El pastor debe
ayudarles a encontrar la paz en su situación, y debe ayudarles a recibir
"la ayuda de la Iglesia", que (la nota 351 lo dice claramente)
incluye "la ayuda de los sacramentos".
Así, una vez más, los obispos alemanes
obtienen finalmente lo que quieren. Parejas divorciadas y que se vuelven a
casar civilmente se encuentran en situaciones complejas, a veces sin
sentimientos de culpa. Los pastores deberían ayudarles a discernir si su
situación es aceptable, también si es "objetivamente" pecaminosa,
para que puedan volver a los sacramentos.
Más en general, todos los que han disentido
contra las enseñanzas morales absolutas de la Iglesia obtienen lo que querían,
porque esos llamados absolutos son ahora ideales no vinculantes, y las personas
que piensan que la anticoncepción y otras cosas son justas para ellos aquí y
ahora harían simplemente lo que Dios les está pidiendo en sus situaciones
complejas.
Otro punto también importante debe ser tomado
en consideración a propósito de este proceso de absolución de las conciencias.
Su fuero interno es interno sólo para los sacerdotes. La persona divorciada es
libre de hablar de lo que sucede en la confesión. Si los sacerdotes absuelven a
los divorciados que se han vuelto a casar para permitirles volver a acceder a
los sacramentos sin reforzar sus vidas, algunos de ellos podrían ciertamente
gritar a los cuatro vientos: "Puedo recibir la comunión".
Juan Pablo II dijo justamente esto en
"Familiaris consortio" 84: "si se admitieran estas personas a la
Eucaristía, los fieles serían inducidos a error y confusión acerca de la
doctrina de la Iglesia sobre la indisolubilidad del matrimonio".
¿Por qué esto debería llevar a tal confusión?
Porque la Iglesia no sólo enseña con lo que dice, sino también con lo que hace.
Si se diera a personas casadas en forma inválida luz verde para recibir la
Santa Comunión – y sabemos que los matrimonios civiles de los católicos no son válidos
porque por lo menos carecen de la forma correcta –, si los sacerdotes dieran
luz verde a esto (constituyendo con esto un acto eclesial), esto enseñaría que
el matrimonio no es indisoluble. ¿Cómo podría ser indisoluble si la Iglesia
dice que las segundas nupcias son válidas? Los actos de los pastores de la
Iglesia socavan la verdad revelada de la indisolubilidad del matrimonio.
ó
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