José PÉREZ
SOBA, teólogo
catolicos-on-line, 9-4-16
Ha aparecido ya el documento más esperado del
magisterio de los últimos años y que sin duda marca un giro en el pontificado
de Francisco. El motivo que alentaba esta espera venía de las enormes
expectativas creadas en torno a los dos sínodos sobre la familia y que han dado
lugar a un gran debate dentro de la Iglesia. Ahora tenemos ya unas primeras
respuestas.
La primera y más evidente, quien esperaba un cambio en
la doctrina de la Iglesia no lo va a encontrar y se quedará desilusionado. Era
una premisa que se había repetido insistentemente que el fin de los sínodos era
pastoral y no doctrinal. Pero muchos no quisieron comprenderlo. Pero se impone
una primera razón pastoral que era muy clara, dentro de la pastoral familiar en
la Iglesia, no se puede considerar que el tema central sea la comunión de los
divorciados en una nueva unión, con gran acierto se señala que es más grave y
numeroso el caso de los que conviven sin ninguna unión, con las graves
carencias de percepción del amor que esto supone (nn. 123-125. 319-320), la
necesidad de una preparación adecuada al matrimonio que todavía no se ha
llevado a cabo (nn. 205-216), el acompañamiento a las parejas en los primeros
años en los que se dan el mayor porcentaje de rupturas (nn. 217-231)…
Quien no
comprenda la auténtica inspiración pastoral del Papa y tenga un interés
principal en cambios revolucionarios estará defraudado.
Es más, quien esperaba que la exhortación apostólica
del Papa fuera más allá de los Sínodos, también quedará desilusionado. Algunos
soñaban con ello después de la Relatio finalis de las XIV Asamblea general
ordinaria del Sínodo de Obispos, porque no respondía a muchas de las cuestiones
despertadas por el debate anterior. Ahora hemos visto que el Papa tampoco ha
querido responderlas.
Así como el Sínodo no se mencionaba explícitamente la
recepción de la comunión o de la confesión en el caso de los divorciados
vueltos a casar, aquí tampoco se hace. En todo el largo capítulo octavo sobre
las situaciones de dificultad no se menciona en el texto la Eucaristía.
El
Papa, como manifestación de una postura personal, no ha querido sino refrendar
el Sínodo en sus mismas expresiones. Este deseo es muy manifiesto en toda la
exhortación en donde hay bastantes números enteros que no son sino una cita
seguida de los textos de las dos relaciones sinodales sin ningún comentario. En
un tema que era abierto de conveniencia dentro de la comunidad y que podía
haber intervenido con su autoridad, pero no hace sino repetir la afirmación del
Sínodo del 2015: “es necesario, por ello, discernir cuáles de las diversas
formas de exclusión actualmente practicadas en el ámbito litúrgico, pastoral,
educativo e institucional pueden ser superadas” (AL 229, citando la Relatio,
2015, 84). No ha querido completar el Sínodo, sino atenerse a él.
La primera consecuencia que se saca de la exhortación
es que la propuesta del Cardenal Kasper que fue rechazada en el Sínodo no ha
sido asumida. No hay en el texto reclamo alguno a una tolerancia oficial de una
situación de una segunda unión no sacramental. Las condiciones que señalaba el
cardenal Alemán no aparecen nunca mencionadas. Su petición de que dovrebbe
valere ed essere pubblicamente dichiarati dei criteri vincolanti”[1] con la
razón clara de que “nella mia relazione ho cercato di farlo”[2] no ha sido
recogida.
Pero no podemos olvidar la prudencia de lo que decía
de la necesidad de “un buon e comune cammino”[3]. Si el Papa hubiese querido un
cambio en este sentido lo hubiera dicho explícitamente como muestra de la
parresía a la que alude el mismo cardenal[4]. El hecho de no haberlo hecho
confirma que no ha querido un cambio como valoración de todo el proceso sinodal
que es el contexto verdadero de la Exhortación
En definitiva no se da ninguna razón objetiva para que
un divorciado en una nueva unión pueda recibir los sacramentos fuera de las
condiciones que ya exponía Familiaris consortio, n. 84 que en la Relatio del
2015 se señalaba (n. 85) como “un criterio global que debe considerarse la base
para la valoración de estas situaciones”. Esto no se da en ningún momento. Las
simples insinuaciones de las notas 336 y sobretodo 351 se refieren a
situaciones genéricas de casos difíciles, sin referirlas de hecho a los
divorciados en una nueva unión. Piden por sí mismas un esfuerzo de aclaración
no una aplicación de un principio de gran ambigüedad que, sin otras razones que
definiesen mejor el motivo que la ayuda sacramental, daría lugar a una
arbitrariedad negativa dentro de la práctica eclesial.
Entonces, ¿qué podemos encontrar en la exhortación
apostólica? Ante todo lo que expresa con su mismo título: amoris laetitiae. Un
impulso a tomar en serio el amor con la fuerza del gozo que caracterizaba la
Evangelium gaudii. Puede parecer una interpretación muy ligera, pero responde
al texto y a la intención que late en Él. El mismo Papa dice que en un texto
tan largo hay partes diferentes que se leerán de modo diverso (n. 7). El fin
del texto entonces no es hacer una revolución en la Iglesia, sino llevar a cabo
una “conversión pastoral misericordiosa” (cfr. nn. 201 y 293). Esto sí que es
nuevo, evangélico y desde luego misionero, aunque no sea lo que más hayan
esperado los medios de comunicación.
Por eso avisa inicialmente lo que serían dos
interpretaciones erróneas por brotar de un ámbito innecesariamente polémico (n.
2): “Los debates que se dan en los medios de comunicación o en publicaciones, y
aun entre ministros de la Iglesia, van desde un deseo desenfrenado de cambiar
todo sin suficiente reflexión o fundamentación, a la actitud de pretender
resolver todo aplicando normativas generales o derivando conclusiones excesivas
de algunas reflexiones teológicas”. Es una forma de decir que cualquier cambio
debe ser reflexionado y fundamentado y que así lo expresará él. La conclusión
clara es que no ofrece ningún cambio. Sino que, como dice él inmediatamente,
abre a un proceso de reflexión dentro de (n. 3): “una unidad de doctrina y de
praxis” abierta a las variaciones de culturas y tradiciones.
Para comprende el valor novedoso de los textos se
pueden distinguir tres partes en la exhortación. Toda una serie de textos que
sistematizan las aportaciones de los Sínodos y que siguen casi al pie de la
letra sus indicaciones. Los textos que se han de considerar unos comentarios a
las Catequesis del Papa Francisco sobre la familia y que dan puntos preciosos
sobre la convivencia familiar desde el misterio de Dios presente en la familia.
Los textos en los que el Papa habla muy libremente y novedosamente y que apenas
si tienen referencias. Esto se encuentra sobre todo el capítulo cuarto y
quinto. Estos son los más personales suyos, donde encontramos las afirmaciones
más propias que deben dar luz a las demás.
Esto no es lo que buscan los medios, sino lo que el
Papa quiere ofrecer a la Iglesia en el proceso abierto por el camino sinodal.
En este contexto encontramos que cita profusamente la teología del cuerpo de
San Juan Pablo II, que en cambio, había pasado casi inadvertida en los Sínodos.
Es donde se encuentra reafirmada con delicadeza pero con firmeza la Humanae
vitae como una luz necesaria del amor conyugal.
Por eso toda su doctrina del amor no es una sola bella
reflexión sino un interés grande de un cambio pastoral de importantes
dimensiones. Deja clara su intención: (n. 199): “Sin pretender presentar aquí
una pastoral de la familia, quiero detenerme sólo a recoger algunos de los
grandes desafíos pastorales”. En este sentido, es especialmente importante la
afirmación que hace (n. 211): “La pastoral prematrimonial y la pastoral
matrimonial deben ser ante todo una pastoral del vínculo, donde se aporten
elementos que ayuden tanto a madurar el amor como a superar los momentos duros.
Estos aportes no son únicamente convicciones doctrinales, ni siquiera pueden
reducirse a los preciosos recursos espirituales que siempre ofrece la Iglesia,
sino que también deben ser caminos prácticos, consejos bien encarnados,
tácticas tomadas de la experiencia, orientaciones psicológicas. Todo esto
configura una pedagogía del amor que no puede ignorar la sensibilidad actual de
los jóvenes, en orden a movilizarlos interiormente”.
En ella se ve la primacía
de una visión pastoral centrada en enseñar a amar que supera la sola visión
doctrinal o las consideraciones espirituales. El hecho de centrarla en el
vínculo señala la necesidad de tener como objeto primero esa realidad humana
preciosa que no se puede reducir a una consideración sólo jurídica.
Por eso sus aportaciones nuevas son una reflexión más
por extenso de la teoría del gender (n. 56) y la necesidad de superar un
sentimentalismo del amor lo cual requiere una educación sexual adecuada (nn.
280-286). Además de aportar la reflexión más sistemática sobre la caridad
conyugal que se encuentra en el Magisterio (nn. 120-122). Estos son las luces
que han de guiar las acciones que aparecen en el capítulo octavo y que han de
tener siempre como fin conducir a las personas a esa plenitud de vida que el
amor les ofrece. Esto es lo que el Papa ve unido directamente al kerygma en
donde siempre ha fundado su impulso pastoral (n. 58) como anhelo evangélico que
acompaña todo su pontificado.
Esto es de verdad de una intuición pastoral muy grande
que toma la familia, porque. como dijo en Santiago de Cuba (2-IX-2015), las
familias: “no son un problema, son principalmente una oportunidad” (n. 7). Esto
es esencial para plantear el cambio importante de hacer una Iglesia más
familiar auténtica “Familia de familias” (n. 87). Lo cual requiere esa
conversión pastoral de una acción misericordiosa que es la luz para todo el
capítulo octavo.
No se puede considerar una parte secundaria, sino que
se ha de ver siempre a la luz de la positividad del amor para no caer en un
casuismo que el Papa rechaza. Esto lo entiende como que aquello que busca no es
un cambio de normas que es en cambio lo que algunos esperaban. En palabras de
Papa (n. 304): “Ello no sólo daría lugar a una casuística insoportable, sino
que pondría en riesgo los valores que se deben preservar con especial cuidado”.
Es aquí donde quiere invitar a una reflexión más
profunda sobre la acción pastoral en la que la misericordia forme parte de su
misma razón interna. Esto es una tarea todavía por hacer y en la que el Papa
quiere abrir el camino. Es aquí donde se cumple lo que pide desde un inicio (n.
2): “La reflexión de los pastores y teólogos, si es fiel a la Iglesia, honesta,
realista y creativa, nos ayudará a encontrar mayor claridad”. Las tres claves
que introducen el capítulo octavo: “acompañar, discernir e integrar” tiene
sentido, no como acciones separadas sino como guiadas desde el amor que les da
su contenido.
Sin cambios en la doctrina ni en la normativa
eclesial, abre un proceso de comprensión mayor de la misericordia en la
pastoral de la Iglesia. Pero lo hace claramente desde su reflexión anterior del
amor, porque la misericordia es fruto suyo (n. 27). Es bien consciente entonces
del “el verdadero sentido de la misericordia, la cual implica el
restablecimiento de la Alianza” (n. 64). Como reflexión pastoral no deja de
hacer referencia a los documentos anteriores que son principio de
interpretación del alcance de sus afirmaciones. Como ocurre con la Familiaris
consortio, con el del Pontificio Consejo para los Textos Legislativos,
Declaración sobre la admisibilidad a la sagrada comunión de los divorciados que
se han vuelto a casar (24-VI-2000). Para la acción humana y su racionalidad
cita profusamente a Santo Tomás de Aquino y el Catecismo de la Iglesia
Católica. En verdad está señalando un camino en una continuidad eclesial muy
grande, eso sí con un nuevo aliento. Esa alegría que une este documento con
Evangelii gaudium.
Hemos de entender bien la apertura pastoral de esta exhortación para
evitar caer en interpretaciones ambiguas de la misma que el mismo Papa es bien
consciente de que tiene efectos desastrosos en la pastoral por lo que comenzaba
pidiendo como hemos visto (n. 2) una necesidad de claridad.
Esto
dependerá en gran medida de las familias cristianas que reflejen el verdadero
Evangelio que las une.
[1] W. Kasper, Il vangelo della famiglia, Queriniana,
Brescia 2014, 75.
[2] Ibidem.
[3] Ibidem, 76. Antes había dicho: p. 52: “trovare una
risposta comune per testimoniare in modo credibile la Parola di Dio nelle
situazioni umane difficili”.
[4] Ibidem, 70.
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