miércoles, 8 de octubre de 2014

Comienza el debate teológico en el Sínodo


Las noticias indican dos posiciones contrapuestas, sobre el problema de los separados vueltos a casar. Nos parece acertada la argumentación de Mons. Gaenswein y de los cinco cardenales que acaban de publicar un libro al respecto.
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Los obispos alemanes, a favor de dar los sacramentos a los divorciados

Julio Algañaraz

Clarín, 8-10-14

El arzobispo de Munich, cardenal Reinhard Marx, que es también presidente de la Conferencia Episcopal alemana, anunció que los obispos germanos comparten la posición del cardenal Walter Kaspers en favor de devolver los sacramentos a los católicos casados por la Iglesia y divorciados y vueltos a casar sólo por rito civil, informó la agencia ANSA. Esta posición refuerza la línea aperturista del Papa Francisco.

El cardenal Marx es uno de los principales purpurados de la Iglesia, miembro de la comisión de ocho cardenales que ayudan en el gobierno de la institución a Jorge Bergoglio. La declaración conmovió a los 191 padres sinodales que se reunieron ayer en la segunda y tercera sesión del Sínodo Extraordinario Mundial de Obispos sobre la familia.

Clarín adelantó en su edición del lunes que la posición mayoritaria de los obispos alemanes es en favor de crear un “camino penitencial” a los divorciados vueltos a casar y permitirles al final de ese recorrido espiritual recuperar el acceso a los sacramentos.

La Iglesia prohíbe el sacramento de la comunión litúrgica a quienes viven esta situación irregular. Se sabe que el Papa Francisco está de acuerdo con el cardenal Kaspers, a quien hizo hablar en un consistorio que convocó en febrero pasado para anunciar la creación de nuevos purpurados.

La Iglesia sostiene entre sus principales dogmas del depósito de la fe, que ni siquiera el Papa puede cambiar, el principio de la indisolubilidad del matrimonio, por expresa voluntad de Cristo.

En el Sínodo, la mayoría se muestra a favor de aumentar el número de anulaciones matrimoniales para aliviar la situación de los divorciados vueltos a casar. Muchos creen que no puede irse más allá.

Con los obispos alemanes “discutimos y profundizamos el tema e informé por escrito a la secretaría del sínodo”, dijo el cardenal Marx. El arzobispo de Munich llevó al aula donde delibera la asamblea sinodal el texto del documento de los obispos de Alemania en favor de las tesis expuestas por el cardenal Kaspers.

Cinco cardenales conservadores, entre ellos el poderoso guardián de la pureza doctrinaria católica, el prefecto de la Congregación de la Doctrina de la Fe, el cardenal alemán Gerhard Müller, publicaron hace diez días un libro en el que rechazan las posiciones de Kaspers y mantienen la necesidad de sancionar con la prohibición de algunos sacramentos a los divorciados católicos vueltos a casar.

Otra declaración que causó impresión ayer en el Sínodo es la del arzobispo George Gaenswein, jefe de la Casa Pontificia y secretario personal del Papa emérito Benedicto XVI, otra de las figuras importantes en el Vaticano en los últimos años por el rol que ocupa.

Monseñor Gaenswein está siempre cerca de Francisco y fue quien recibió a la presidenta argentina Cristina Fernández de Kirchner en la puerta de la Casa de Santa Marta el 20 de setiembre pasado.

Gaenswein vive en el ex convento de monjas en los jardines vaticanos, donde reside Benedicto XVI. Desde cuando Joseph Ratzinger era el guardián de la pureza doctrinaria, antes de ser elegido Papa en 2005, el monseñor alemán era su secretario personal.

Contra las posiciones de la mayoría de los obispos alemanes, el jefe de la Casa Pontificia dijo que “el matrimonio es indisoluble y quien lleva adelante una nueva unión contradice cuanto es indicado por el Señor”. Mostrando su vena conservadora, el ex profesor de la Universidad del Opus Dei en Roma agregó: “Los gays deben ser acogidos con respeto pero sus actos son contrarios a la ley natural”.

Respecto de los divorciados vueltos a casar, Gaenswein señaló que “ésta es una situación muy delicada. Está en juego el matrimonio sacramental que, según la doctrina católica, es indisoluble como el amor de Dios hacia el hombre”. También afirmó: “Por cuanto he podido constatar, el Papa Francisco sigue la línea de sus predecesores en cuanto al magisterio sobre el matrimonio sacramental”.

El presidente de la Casa Pontificia dijo a propósito del Sínodo de la Familia que la Iglesia no cierra los ojos ante las dificultades de los fieles que viven en situaciones delicadas y espinosas. Pero la Iglesia debe ofrecer respuestas sinceras que se orientan no al espíritu de los tiempos sino al Evangelio, a la palabra de Cristo, hijo de Dios”.

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Una ponencia que agrega presión a un debate que ya viene caliente

Sergio Rubin

Clarín, 8-10-14

La previa del Sínodo de Obispos venía vibrante y a poco de comenzar se puso todavía más vibrante. El anuncio ante la asamblea del poderoso cardenal alemán Reinhard Marz, en el sentido de que los obispos germanos están a favor de que los católicos divorciados en nueva unión puedan comulgar, fue un sacudón. Aunque no por novedoso (todos saben la posición de la Iglesia alemana y, más aún, que muchos obispos germanos permiten en sus diócesis la comunión a los fieles en esas condiciones).

Sino por haberlo formalizado en un documento y haber presentado el texto en el comienzo de las deliberaciones. Y, sobre todo, porque todo esto fue hecho luego de que cinco cardenales, entre ellos otro alemán poderoso, el cardenal Gerhard Müller -nada menos que el prefecto de la congregación para la Doctrina de la Fe del Vaticano- publicaron un libro donde afirman que es doctrinariamente imposible permitir la comunión a los católicos divorciados en nueva unión.

El debate es, en principio, teológico: el Evangelio dice que el hombre no puede separar lo que Dios unió. Para los conservadores, eso constituye una valla infranqueable. Porque no se puede cambiar la Biblia. Ningún Papa ni Concilio puede hacerlo. Para los progresistas, sin embargo, hay maneras de sortear el escollo sin que ello signifique negar el ideal del matrimonio “hasta que la muerte los separe”.

Un tercer cardenal alemán, Walter Kasper -un teólogo sobresaliente, muy apreciado por el Papa-, ya se mostró partidario de que los divorciados comulguen después de un tiempo de penitencia. En cambio, no evidenció entusiasmado con la posibilidad de que se amplíen las causales de nulidad de los matrimonios religiosos, que permiten volver a pasar por el altar. “Podría ser una actitud hipócrita”, dijo.

Los argumentos en favor de la posibilidad de comulgar son variados. Desde las posiciones indulgentes de San Pablo en ciertos casos, pasando la vista gorda de algún que otro antiguo Concilio, hasta las actuales prácticas misericordiosas de las Iglesias Ortodoxas a las que aludió en una rueda de prensa el propio Papa Francisco.

Pero no parece una cuestión de fácil resolución. Y mucho menos si se la ideologiza o se convierte en una puja de sectores. O si, como señaló días pasados el cardenal Kasper, “existen cardenales que temen que, si algo se toca, todo colapsa”. Pero Francisco quiere que prime la misericordia y se exploren eventuales vías. Al fin de cuentas, con tantos divorcios, cada vez son menos los que puede comulgar.

Por eso, la creciente brecha entre los principios y la realidad le exige a la Iglesia encontrar una fórmula de flexibilidad sin renunciar a los ideales.


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