Las noticias indican dos posiciones contrapuestas, sobre el problema de los separados vueltos a casar. Nos parece acertada la argumentación de Mons. Gaenswein y de los cinco cardenales que acaban de publicar un libro al respecto.
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Los obispos alemanes,
a favor de dar los sacramentos a los divorciados
Julio Algañaraz
Clarín, 8-10-14
El arzobispo de
Munich, cardenal Reinhard Marx, que es también presidente de la Conferencia Episcopal
alemana, anunció que los obispos germanos comparten la posición del cardenal
Walter Kaspers en favor de devolver los sacramentos a los católicos casados por
la Iglesia y
divorciados y vueltos a casar sólo por rito civil, informó la agencia ANSA.
Esta posición refuerza la línea aperturista del Papa Francisco.
El cardenal Marx es
uno de los principales purpurados de la Iglesia , miembro de la comisión de ocho
cardenales que ayudan en el gobierno de la institución a Jorge Bergoglio. La
declaración conmovió a los 191 padres sinodales que se reunieron ayer en la
segunda y tercera sesión del Sínodo Extraordinario Mundial de Obispos sobre la
familia.
Clarín adelantó en su
edición del lunes que la posición mayoritaria de los obispos alemanes es en
favor de crear un “camino penitencial” a los divorciados vueltos a casar y
permitirles al final de ese recorrido espiritual recuperar el acceso a los
sacramentos.
En el Sínodo, la
mayoría se muestra a favor de aumentar el número de anulaciones matrimoniales
para aliviar la situación de los divorciados vueltos a casar. Muchos creen que
no puede irse más allá.
Con los obispos
alemanes “discutimos y profundizamos el tema e informé por escrito a la
secretaría del sínodo”, dijo el cardenal Marx. El arzobispo de Munich llevó al
aula donde delibera la asamblea sinodal el texto del documento de los obispos
de Alemania en favor de las tesis expuestas por el cardenal Kaspers.
Cinco cardenales
conservadores, entre ellos el poderoso guardián de la pureza doctrinaria
católica, el prefecto de la
Congregación de la Doctrina de la Fe , el cardenal alemán Gerhard Müller, publicaron
hace diez días un libro en el que rechazan las posiciones de Kaspers y
mantienen la necesidad de sancionar con la prohibición de algunos sacramentos a
los divorciados católicos vueltos a casar.
Otra declaración que
causó impresión ayer en el Sínodo es la del arzobispo George Gaenswein, jefe de
la Casa Pontificia
y secretario personal del Papa emérito Benedicto XVI, otra de las figuras
importantes en el Vaticano en los últimos años por el rol que ocupa.
Monseñor Gaenswein
está siempre cerca de Francisco y fue quien recibió a la presidenta argentina
Cristina Fernández de Kirchner en la puerta de la Casa de Santa Marta el 20 de
setiembre pasado.
Gaenswein vive en el
ex convento de monjas en los jardines vaticanos, donde reside Benedicto XVI.
Desde cuando Joseph Ratzinger era el guardián de la pureza doctrinaria, antes
de ser elegido Papa en 2005, el monseñor alemán era su secretario personal.
Contra las posiciones
de la mayoría de los obispos alemanes, el jefe de la Casa Pontificia
dijo que “el matrimonio es indisoluble y quien lleva adelante una nueva unión
contradice cuanto es indicado por el Señor”. Mostrando su vena conservadora, el
ex profesor de la
Universidad del Opus Dei en Roma agregó: “Los gays deben ser
acogidos con respeto pero sus actos son contrarios a la ley natural”.
Respecto de los
divorciados vueltos a casar, Gaenswein señaló que “ésta es una situación muy
delicada. Está en juego el matrimonio sacramental que, según la doctrina
católica, es indisoluble como el amor de Dios hacia el hombre”. También afirmó:
“Por cuanto he podido constatar, el Papa Francisco sigue la línea de sus
predecesores en cuanto al magisterio sobre el matrimonio sacramental”.
El presidente de la Casa Pontificia
dijo a propósito del Sínodo de la
Familia que “la
Iglesia no cierra los ojos ante las dificultades de los
fieles que viven en situaciones delicadas y espinosas. Pero la Iglesia debe ofrecer
respuestas sinceras que se orientan no al espíritu de los tiempos sino al
Evangelio, a la palabra de Cristo, hijo de Dios”.
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Una ponencia que
agrega presión a un debate que ya viene caliente
Sergio Rubin
Clarín, 8-10-14
La previa del Sínodo
de Obispos venía vibrante y a poco de comenzar se puso todavía más vibrante. El
anuncio ante la asamblea del poderoso cardenal alemán Reinhard Marz, en el
sentido de que los obispos germanos están a favor de que los católicos
divorciados en nueva unión puedan comulgar, fue un sacudón. Aunque no por
novedoso (todos saben la posición de la Iglesia alemana y, más aún, que muchos obispos germanos
permiten en sus diócesis la comunión a los fieles en esas condiciones).
Sino por haberlo
formalizado en un documento y haber presentado el texto en el comienzo de las
deliberaciones. Y, sobre todo, porque todo esto fue hecho luego de que cinco
cardenales, entre ellos otro alemán poderoso, el cardenal Gerhard Müller -nada
menos que el prefecto de la congregación para la Doctrina de la Fe del Vaticano- publicaron un
libro donde afirman que es doctrinariamente imposible permitir la comunión a
los católicos divorciados en nueva unión.
El debate es, en
principio, teológico: el Evangelio dice que el hombre no puede separar lo que
Dios unió. Para los conservadores, eso constituye una valla infranqueable.
Porque no se puede cambiar la
Biblia. Ningún Papa ni Concilio puede hacerlo. Para los
progresistas, sin embargo, hay maneras de sortear el escollo sin que ello
signifique negar el ideal del matrimonio “hasta que la muerte los separe”.
Un tercer cardenal
alemán, Walter Kasper -un teólogo sobresaliente, muy apreciado por el Papa-, ya
se mostró partidario de que los divorciados comulguen después de un tiempo de
penitencia. En cambio, no evidenció entusiasmado con la posibilidad de que se
amplíen las causales de nulidad de los matrimonios religiosos, que permiten
volver a pasar por el altar. “Podría ser una actitud hipócrita”, dijo.
Los argumentos en
favor de la posibilidad de comulgar son variados. Desde las posiciones
indulgentes de San Pablo en ciertos casos, pasando la vista gorda de algún que
otro antiguo Concilio, hasta las actuales prácticas misericordiosas de las
Iglesias Ortodoxas a las que aludió en una rueda de prensa el propio Papa
Francisco.
Pero no parece una
cuestión de fácil resolución. Y mucho menos si se la ideologiza o se convierte
en una puja de sectores. O si, como señaló días pasados el cardenal Kasper,
“existen cardenales que temen que, si algo se toca, todo colapsa”. Pero
Francisco quiere que prime la misericordia y se exploren eventuales vías. Al
fin de cuentas, con tantos divorcios, cada vez son menos los que puede
comulgar.
Por eso, la creciente
brecha entre los principios y la realidad le exige a la Iglesia encontrar una
fórmula de flexibilidad sin renunciar a los ideales.
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